"(...) "Fue Muñecas, él personalmente, quien me agarró para hacerme la bañera, el que me interrogó y el que me golpeó. Dirigía el grupo y actuaba", denuncia Josu Arrizabalaga, de 69 años, que explica que el método de la bañera
consiste en envolver el cuerpo del interrogado en una manta, atarlo de
manos y meterlo dentro de una bañera con el "agua más negra que te
puedas imaginar" hasta que el interrogado esté al borde del desmayo.
Aquel día era el domingo de ramos de la Semana Santa de 1976. Josu y su
hermano Mikel habían sido detenidos y pasarían tres días en las
dependencias de la Guardia Civil para después salir sin cargos.
"Me
sacaron de la bañera y me dejaron tirado en el suelo hasta que recobré
el sentido. Cuando pude ponerme de pie me ataron a una viga colgado de
las esposas. Entonces empezaron a golpearme en el vientre
y a interrogarme a base de preguntas de todo género.
Me tuvieron
colgado de las esposas desnudo durante una hora y media aproximadamente.
A consecuencia de eso no sentí las muñecas durante casi un año",
prosigue Josu.
Pero lo más doloroso para este hombre, según reconoce, no fueron los
golpes que recibió. En la habitación de al lado estaba su hermano
pequeño, Mikel, quien había sido detenido junto a él.
"Me dejaron
sentado en una silla, esposado. Hasta entonces no tenía noticias de mi
hermano. En ese momento es cuando empecé a oír los gritos de dolor y
desesperación de Mikel. Aquello fue mucho peor que el sufrimiento de mis
propias torturas. Fue verdaderamente desgarrador e insoportable", relata.
Esa no era la primera vez que Josu veía a Muñecas. En 1976 este hombre
tenía 31 años. Ocho antes, en 1968, fue cuando vio al capitán por
primera vez. Josu fue a comisaría junto a su padre a visitar a su
hermano Andoni, fallecido en 1984, que en aquel momento se encontraba
detenido. Muñecas permitió la visita.
"Cuando vimos a mi hermano no
parecía un ser humano. Estaba irreconocible. Creo que nos permitió verlo a propósito para que sufriéramos". Por eso, cuando Muñecas se encontró a Josu detenido años más tarde, le espetó: "Si dices algo te haré lo mismo que a Andoni".
Uno de los casos más conocidos de presuntas torturas de Jesús Muñecas
fue el caso de Amparo Arangoa, fallecida años atrás por una enfermedad. Las fotografías de las consecuencias de su tortura recorrieron
entonces medio mundo.
Era el año 1976 y Muñecas ya era capitán en
Tolosa, su superior era entonces el jefe de la Comandancia de la Guardia
Civil de San Sebastián, Antonio Tejero, con quien tiempo después volvió a coincidir para dar el golpe de Estado del 23-F.
La Guardia Civil detuvo a Amparo en abril de 1976 en su lugar de trabajo. Era vicepresidenta del sindicato del Papel y Artes Gráficas y vocal del Consejo de Trabajadores de Navarra.
La Guardia Civil detuvo a Amparo en abril de 1976 en su lugar de trabajo. Era vicepresidenta del sindicato del Papel y Artes Gráficas y vocal del Consejo de Trabajadores de Navarra.
En apenas ocho horas en la
comisaria, la familia vio a Amparo con la cara destrozada, mechones de
pelo colgando y amoratada completamente de cintura para abajo. Los
agentes, contó entonces Amparo, la habían golpeado, dado patadas y tirado contra la pared y el suelo.
El parte médico de Amparo Arangoa indicaba que presentaba "hematomas por
todo el cuerpo, de gran profundidad en la región glútea, con posible
bloqueo intestinal y renal y choque traumático". (...)
Elisabete Nosellas y su pareja Jokin Sarasola también sufrieron las
presuntas torturas de Muñecas. Era el año 1976 y Elisabete tenía 16
años; Jokin, 19. Era el 6 de octubre y Elisabete regresaba a casa tras
una tarde en el cine con el hombre con el que entonces estaba comenzando
una relación y que después sería su marido. En la puerta de casa le
esperaba la Guardia Civil. Ella era la responsable de formar las
juventudes de la Organización Revolución de Trabajadores.
"Nos detuvieron ocho días con sus ocho noches. Me torturaron física y
psicológicamente. Y, ojo, hoy se sigue torturando en las comisarías. Me
hicieron la bañera. Pensaba que no iba a salir de allí.
Muñecas era el que estaba al mando de aquello y nos hicieron verdaderas barbaridades sabiendo que éramos inocentes. ¡Yo sólo tenía 16 años!", denuncia esta mujer, que en la actualidad tiene 44 y se dedica "al mundo de la cultura".
"La tortura psicológica era casi más dura que la física.
Nos llevaban al monte y nos ponían la pistola en la cabeza y nos
decían: 'Te puedo matar ahora y nadie se daría cuenta'. Y era verdad.
También recuerdo que a mi novio lo sacaron a la calle desnudo en la
noche y mientras le pegaban me hacían mirarlo y que él viera como yo
miraba", continua esta mujer, que también denuncia que fue "drogada" en
comisaria para que "largara".
"Me acuerdo de pensar acerca del
odio que se veía en sus ojos hacia nosotros. No lo podía entender.
Finalmente, terminé reconociendo todo lo que me decían para poder salir
de allí", afirma. Elisabete reconoce que desde entonces ha tratado de
mantener enterrado lo que ocurrió, aunque ahora, tras ser contactada por
una asociación memorialista, ha decidido desenterrar el pasado.(...)" (Público, 03/04/2014)
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