18/10/24

Las fosas comunes del valle de la rebeldía... El cortijo del Marrufo fue transformado en campo de concentración y en centro de detenciones, torturas y fusilamientos. Desde allí, entre noviembre del 36 y marzo del 37, se sembró el horror en todo el valle... Los vecinos de toda la comarca fueron obligados a presentarse en el cortijo. Un número indeterminado de personas fueron detenidas, torturadas y asesinadas sin juicio durante todo el año. Muchas mujeres retenidas en el campo de concentración fueron torturadas y violadas antes de ser fusiladas. Los relatos dan cuenta de que muchos de los vecinos masacrados fueron obligados a cavar las fosas en las que serían arrojados, así como a cubrir con tierra a los anteriores fusilados

 "(...) Los militares, procedentes de Jerez, Jimena, Alcalá de los Gazules y Ubrique, asesinaron a decenas de personas desarmadas, quemaron sus casas y robaron sus pertenencias; también las de Jacinto, cuya esposa y pequeños sobrevivirían para contarlo. Una vez tomada la zona y derrotado su Comité de Defensa, los fascistas se acuartelaron en el cortijo del Marrufo, a 9 kilómetros de La Sauceda.

(...) El documental La Sauceda, de la utopía al terror (2015), dirigido por Juan Miguel León Moriche y producido por el Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar, y la Asociación de Familiares de Represaliados por el Franquismo en La Sauceda y el Marrufo, recogería los sucesos. Las últimas personas supervivientes, infantes cuando sucedió la masacre, y algunos de sus descendientes, rememoran en la película como procedieron los golpistas. El cortijo del Marrufo fue transformado en campo de concentración y en centro de detenciones, torturas y fusilamientos. Desde allí, entre noviembre del 36 y marzo del 37, se sembró el horror en todo el valle. Fueron los meses del denominado ‘terror caliente’. Los habitantes y refugiados supervivientes de los bombardeos de la Sauceda fueron recluidos en sus instalaciones. Los vecinos de toda la comarca fueron obligados a presentarse en el cortijo. Un número indeterminado de personas fueron detenidas, torturadas y asesinadas sin juicio durante todo el año. Muchas mujeres retenidas en el campo de concentración fueron torturadas y violadas antes de ser fusiladas.

Los relatos dan cuenta de que muchos de los vecinos masacrados fueron obligados a cavar las fosas en las que serían arrojados, así como a cubrir con tierra a los anteriores fusilados. El desprecio por la dignidad y humanidad de aquellos seres humanos se muestra en la forma en la que se llevaron a cabo las sucesivas masacres. Sin embargo, y a pesar de las terroríficas evidencias, una vez borrada del mapa La Sauceda, los susurros y el miedo se impusieron sobre la memoria de las generaciones venideras. Cuarenta años de terrorismo de Estado contra cualquier disidencia política tendrían como modelo moral, militar e institucional lo que durante aquel año los sublevados hicieron en todo el territorio del Estado español. Crímenes de lesa humanidad que, según la Ley de Memoria Histórica –Ley de Memoria Democrática desde 2022–, todavía pueden ser perseguidos. Miles de cunetas aún repletas de cadáveres que no han sido exhumados y dignificados lo atestiguan.

Donde talaron vidas, sueños e ilusiones retoñan la memoria y la justicia[1]

Sin embargo, la memoria se abre paso a través de los recovecos más inesperados. Durante décadas, aquellos dolorosos relatos familiares sobre lo ocurrido siguieron transmitiéndose. De hecho, fueron estos gestos, que pudieran parecer insignificantes, los que sostuvieron el frágil pero persistente hilo del recuerdo y abrieron paso a lo que, a partir de 2009, ocurrió. Una cruz de hierro, clavada en una pequeña pendiente junto a la capilla del cortijo del Marrufo resistía al paso de los años. Cada vez que la lluvia o los animales la tumbaban, alguien que conocía la historia del lugar volvía a hincarla en la tierra. Precisamente bajo esa cruz se encontraban algunas de las fosas comunes que, gracias a los testimonios orales y a las evidencias balísticas, pudieron descubrirse.

Los expertos llegaron a afirmar que en el Marrufo podía encontrarse una de las mayores fosas comunes clandestinas, fuera de un cementerio, del Estado español. Una vez inaugurada la ruta de trabajo, arqueólogos, historiadoras, estudiantes, voluntarias y descendientes de desaparecidos se pusieron en marcha. Como resultado de las actividades colectivas desarrolladas de 2009 a 2012, siete fosas comunes con los restos de 28 cuerpos fueron recuperados del cortijo del Marrufo. La campaña más importante fue financiada por un particular, nieto y bisnieto de fusilados en el valle, y propietario de una de las marcas de relojes más importantes del mundo. Fue con su apoyo financiero, no con el del Estado, como se llevaron a cabo las exhumaciones de 2012, se creó la Casa de la Memoria de la Sauceda y se rehabilitó el Cementerio de La Sauceda con su Panteón de la Dignidad, en el que descansan los restos de esos 28 asesinados ya dignificados, uno de ellos Jacinto. (...)"   (Helios F. Garcés, CTXT, 01/10/24)

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