"(...) El primero en intervenir fue José María 'Chato' Galante. Querellado en Argentina contra Billy el Niño,
este hombre relató al público asistente las torturas que sufrió durante
la segunda de sus cuatro detenciones como miembro de la lucha
estudiantil contra el franquismo.
Tenía entonces 22 años y corría el mes
de febrero de 197. España estaba en estado de excepción. "Estaba en mi
casa intentando hacerme la cena cuando llamaron a la puerta. Miré por la
mirilla y era la vecina. Abrí un poco la puerta y alguien golpeó la
puerta y yo caí aturdido. Cuando consigue ver qué pasaba era Billy el Niño con su pistola dándome golpes por todas partes", comenzó el relato Galante.
Tras
su detención, Galante fue trasladado a la Dirección General de
Seguridad (DGS), en la Puerta del Sol, donde fue recibido con un "rodeo"
de "palos, porras y puños americanos".
"El secreto es tratar de que no te tiren, porque si
caes no te levantas", relata este hombre, que permaneció 14 días
interno en la DGS sin que su familia ni su abogado supieran donde
estaba. A partir de este momento, Galante ha comenzado a relatar las
diversas torturas y malos tratos sufridos en comisaría destacando que lo
más difícil era luchar contra el miedo y no delatar a nadie.
"A lo que más miedo tenía era a delatar a alguien. Pensaba que si
hacía eso no podría vivir con ello toda la vida. La fórmula que tenía
era pensar que la gente a la que quería estaba conmigo presente en ese
cuarto y no los podía defraudar.
Pero este pensamiento perdía eficacia con el tiempo. Cuando descubrías
que estabas desnudo, colgado, que te estaban pegando en glúteos,
testículos y planta de los pies (...), que estabas meando sangre.... Ya
no había teatro que valiera", prosigue Galante ante un auditorio mudo.
Cuando
los interrogatorios de diez horas diarias terminaban Galante no era
trasladado al calabozo sino que quedaba encadenado a un radiador donde
todo el mundo que pasaba podía pegarle o "apagar un cigarrillo" en su
espalda. "Recuerdo en esta situación a González Pacheco.
Recuerdo cómo
entró a la sala y se quitó sus gafas de aviador yankee y comenzar a gritar y a hacer posturas de karate
y a decirme: 'Estas manos son armas y con ellas voy a destruirte'",
concluyó Galante, que señaló que cuando salió de la DGS lo primero que
preguntó fue en qué mes estaba: "Habían pasado sólo 14 días. Yo pensaba
que eran dos meses".
"A lo que más miedo tenía era a delatar a alguien. Pensaba que si
hacía eso no podría vivir con ello toda la vida. La fórmula que tenía
era pensar que la gente a la que quería estaba conmigo presente en ese
cuarto y no los podía defraudar.
Pero este pensamiento perdía eficacia con el tiempo.
Cuando descubrías
que estabas desnudo, colgado, que te estaban pegando en glúteos,
testículos y planta de los pies (...), que estabas meando sangre.... Ya
no había teatro que valiera", prosigue Galante ante un auditorio mudo.
Cuando
los interrogatorios de diez horas diarias terminaban Galante no era
trasladado al calabozo sino que quedaba encadenado a un radiador donde
todo el mundo que pasaba podía pegarle o "apagar un cigarrillo" en su
espalda. "Recuerdo en esta situación a González Pacheco.
Recuerdo cómo
entró a la sala y se quitó sus gafas de aviador yankee y comenzar a gritar y a hacer posturas de karate
y a decirme: 'Estas manos son armas y con ellas voy a destruirte'",
concluyó Galante, que señaló que cuando salió de la DGS lo primero que
preguntó fue en qué mes estaba: "Habían pasado sólo 14 días. Yo pensaba
que eran dos meses". (...)" (Público, 10/04/2014)
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