María Topete interrogando a una reclusa
"Desde que finalizó la Guerra Civil en
1939, muchas mujeres comprometidas con las opciones de izquierda,
iniciadas en el mundo de la política de la mano de la Segunda República,
fueron maltratadas y encarceladas. Pero también fueron castigadas otras
muchas mujeres por el único delito de ser esposas, madres, abuelas o
hijas de hombres perseguidos por los golpistas.
Una de las cárceles de mujeres
que más destacó en esa oscura etapa de nuestra historia fue la de
Ventas, en Madrid, con capacidad para 500 reclusas pero que llegó a
albergar a más de 5.000, muchas de ellas con niños pequeños, y dirigida
por María Topete, un mal bicho que pretendía “salvar” a los hijos de los
republicanos de la maléfica influencia de sus padres.
Descendiente de una aristocrática familia de marinos, a María Topete le
abrieron las puertas de la cárcel de Ventas su currículo de persona
“honorabilísima”, el ser una fervorosa católica y el tener ideología
derechista de toda la vida. Entró como funcionaria, pese a carecer de
preparación alguna en ese campo.
Llegó a ser directora de la Prisión de
Madres Lactantes de Madrid. Su objetivo allí era reducir al máximo el
contacto entre madres e hijos, “impedir que los niños mamaran la leche
comunista”. Como dice Victoria Carrasco, “Tenía a los niños todo el
día en el patio, tanto si hacía frío como si hacía calor, y a las madres
no nos dejaban coger a los niños aunque tuvieran hambre, estuvieran
sucios o lloraran”.
Petra Cuevas, cuya hija murió de bronquitis porque María Topete impidió que la viese un médico, lo corrobora: “Era horrible, tú veías a tu hijo llorando y no podías hacer nada”.
María Topete con niños en una terraza de la cárcel de Ventas
La Topete -como la llamaban las
reclusas-, quiso convertirse en el brazo ejecutor de las ideas de
Antonio Vallejo-Nájera, militar y psiquiatra al servicio del franquismo,
que pensaba que el ser “rojo” venía dado por un defecto genético y que
dejó para la posteridad perlas como éstas:
En su afán de separar a los niños de sus madres para evitar que fuesen contaminados por el marxismo, María Topete los entregaba en adopción a familias pudientes afectas al régimen o a seminarios y conventos, donde quedaban condenados a convertirse en curas y monjas.
La buena señora murió en el año 2000 a la edad de 100 años.
"La idea de las íntimas relaciones entre marxismo e inferioridad mental ya la habíamos expuesto anteriormente en otros trabajos. La comprobación de nuestras hipótesis tiene enorme trascendencia político social, pues si militan en el marxismo de preferencia psicópatas antisociales, como es nuestra idea, la segregación de estos sujetos desde la infancia, podría liberar a la sociedad de plaga tan terrible".
"A la mujer se le atrofia la inteligencia como las alas a las mariposas de la isla de Kerguelen, ya que su misión en el mundo no es la de luchar en la vida, sino acunar la descendencia de quien tiene que luchar por ella".
"La raza es espíritu. España es espíritu. La Hispanidad es espíritu... Por eso hemos de impregnarnos de Hispanidad... para comprender nuestras esencias raciales y diferenciar nuestra raza de las extrañas. Este espíritu lo definía como "militarismo social, que quiere decir orden, disciplina, sacrificio personal, puntualidad en el servicio, porque la redoma militar encierra esencias puras de virtudes sociales, fortaleza corporal y espiritual". Y para mejorar la raza era necesaria "la militarización de la escuela, de la Universidad, del taller, del café, del teatro, de todos los ámbitos sociales".
En su afán de separar a los niños de sus madres para evitar que fuesen contaminados por el marxismo, María Topete los entregaba en adopción a familias pudientes afectas al régimen o a seminarios y conventos, donde quedaban condenados a convertirse en curas y monjas.
La buena señora murió en el año 2000 a la edad de 100 años.
Aunque nos hemos centrado en la figura
de María Topete por ser conocida su crueldad y su total falta de
escrúpulos, el robo de niños durante la posguerra ocurrió en todas las
cárceles de mujeres del país. Hay muy poca información sobre dónde
fueron a parar miles de niños secuestrados. Los conventos y seminarios
se niegan a abrir sus archivos a los investigadores, por lo que
prácticamente sólo existen los testimonios de las mujeres que vivieron
aquel horror." (Paseando por la historia, 27/12/2012)
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