"A las 6.30 puede estar corriendo por las calles de Granada, donde vive y
trabaja, y a las 22.00 en Paraguay, Salvador, Guatemala, México o
Filipinas. José Antonio Lorente (Olula del Río, Almería, 1961) es doctor
en Medicina Legal, pero lo suyo no es hacer autopsias o descubrir
asesinatos.
Vive entregado a la identificación de niños abandonados en
las calles, a la lucha contra el tráfico ilegal de menores. “En 2012 no
se puede permitir que se practiquen adopciones ilegales en ningún país
cuando existen instrumentos sencillos y sin demasiado coste para evitar
el tráfico sexual o de adopción de niños”, asegura.
Lorente lidera el programa DNA-Prokids
de la Universidad de Granada con financiación privada —BBVA, Banco
Santander, Caja Granada y la Fundación Life— que, desde su puesta en
marcha en 2009, ha logrado identificar a más de 4.000 niños y reagrupar a
400 familias. La fórmula, explicada por él, parece sencilla.
Se trata
de “coger el ADN de menores abandonados en las calles en países como
México, Filipinas o Malasia, mirar el listado de chavales cuya
desaparición han denunciado sus padres, tomarles las muestras de ADN y
cruzarlas con una serie de elementos imprescindibles” que les entregan
para que hagan las pruebas. (...)
El forense pide un té con leche y agua con gas y se recrea al hablar
de DNA-Prokids, programa con el que ha contribuido a evitar, hasta el
momento, 257 adopciones ilegales en los 14 países en los que está
instalado y colaborando con las autoridades locales para impedir que ese
millón de niños sin identificar que andan vagabundeando por las calles
del mundo sean utilizados por las mafias.
¿Por cuánto se puede comprar un niño? “Todo depende de las
características que quiera el comprador, pero las mafias te pueden
vender a un pequeño por 10.000 o 12.000 dólares (entre 6.000 y 7.000
euros) y llevártelo a tu casa adoptado legalmente”.
El forense, gran aficionado del Athletic de Bilbao, ha visto mucho y
muy desagradable a lo largo de su carrera. Da un sorbo al té y recuerda
en voz alta imágenes que tiene grabadas a fuego, relacionadas
fundamentalmente con niños y niñas de dos a ocho años robados en
Malasia, Camboya, India o Filipinas para los pederastas. “Te dejan
desarmado y con una profunda tristeza”, confiesa. “Con muy poco se
podrían lograr grandes cosas”. (El Pais, 03/05/2012)
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