“R. Esos métodos no me convencían desde que trabajaba en la Oficina 13. Pero consideré que entonces existía el pretexto de la lucha revolucionaria, de la clandestinidad, de neutralizar a los espías infiltrados o a los que podían convertirse en espías… Personalmente no tenía una respuesta. Lo entendí con el paso del tiempo: era Ta Mok (considerado por todos el jemer rojo más sanguinario) quien había ordenado que se eliminara a todos los prisioneros. Veíamos enemigos, y más enemigos, por todas partes. Cuando descubrí que en la lista de las personas a las que había que eliminar estaba incluso el ministro de Economía, Von Vet, sufrí un choque, una verdadera conmoción. (…)
P. ¿Qué sentía ante ese número creciente de víctimas que usted contribuía a aumentar?
R. Me sentía empujado hacia un rincón, como todos en ese engranaje; no tenía opción…había que sospechar siempre, temer algo, y llegaba la petición: "Interrogadlo otra vez, interrogadlo mejor".
P. Lo que significaba sólo una cosa: nuevas torturas.
R. Pasaba siempre eso. Por ejemplo, en el caso de mi cuñado. Le conocía muy bien, se había creado una relación auténtica de parentesco, pero tenía que eliminarlo de todas formas... Así que para protegerlo no analicé con demasiado rigor esas declaraciones. Y en esa ocasión mis superiores empezaron a dejar de tener plena confianza en mí. Al mismo tiempo, yo ya no me sentía seguro. (…)
P. Usted mantuvo su puesto hasta el último momento. ¿Era un ejecutor perfecto?
R. Obedecía. Quien llegaba a nuestro centro no tenía ninguna posibilidad de salvarse. Y yo no podía liberar a nadie. (…)
P. Usted está ahora arrepentido, pero ¿qué pasa con todos esos miles de víctimas, esa violencia practicada con métodos primitivos, esas mentiras transformadas en verdad?
R. Si alguien busca la responsabilidad, y los diferentes grados de responsabilidad, lo único que puedo decir es que no había vía de escape para quien entraba en la máquina de poder ideada por Pol Pot. Sólo los dirigentes conocían la verdadera situación del país, pero los cuadros intermedios la ignoraban. Y además había esa obsesión por el secretismo. Está claro que usted me pregunta si no podía rebelarme, o por lo menos huir.
P. Eso es.
R. Si intentaba huir, ellos tenían como rehén a mi familia, que habría corrido la misma suerte que los otros prisioneros de Tuol Sleng. Mi fuga, mi rebelión no habría ayudado a nadie.” (Kang Kek Ieu (le llaman Duch). Profesión: profesor de matemáticas y genocida: "Ninguna respuesta evitaba la muerte". El País, ed. Galicia, Domingo, 10/02/2008, p. 2/4)
No hay comentarios:
Publicar un comentario