"(...) Tras analizar los testimonios, el colectivo llega a la conclusión de que
aunque la represión franquista alcanzó a toda la sociedad, "hubo
mecanismos de represión específicamente dirigidos contra las mujeres y
hubo también una vivencia de la represión entre las mujeres distinta en
algunos aspectos de las experiencias vividas por los hombres".
Esta
represión se concretó "en los castigos públicos como el rapado del pelo,
la purga con aceite de ricino o la obligación de limpiar determinados
lugares, como iglesias o escuelas".
Las autoras del estudio incide en
"la violencia sexual que sufrieron las mujeres tanto en los centros de
detención como durante la ocupación de las tropas franquistas como una
forma de someter a esta población por medio del terror y la vergüenza".
De igual modo, en los centros de detención era habitual que las mujeres
sufrieran abusos sexuales como forma de presión durante los
interrogatorios.
Esta forma de violencia, ejercida de forma sistemática, fue más
frecuente durante la guerra y en la primera etapa del franquismo. Era
practicada en un contexto social de permisividad o de impunidad, ideal
para permitir que las situaciones no afloren o que las denuncias no sean
consideradas.
Palmira Merino, vecina de Sestao y testigo de esa época,
ofrece un testimonio revelador: "No es como ahora que todo se cuenta.
Eso quedaba en secreto. Eso nadie lo contaba.
Sabíamos que las habían
llevado pero no sabíamos lo que les habían hecho. Y ellas jamás lo han
contado. Eso era como… algo tremendo". Cada día, "se pretendía anular
cualquier posible resistencia; más allá de la eliminación física de
algunas mujeres que se consideraron especialmente peligrosas, se
pretendía la anulación psicológica de todas aquellas que pudieran
mantener unas ideas contrarias a las impuestas por los vencedores",
sostienen las investigadoras. (...)
Hay más testimonios, el que recuerda una de las entrevistadas,
Encarnación Santamaría, sobre las mujeres que se negaron a aceptar
relaciones sexuales con miembros de fuerzas militares, aún bajo la
amenaza de fusilamiento: "Y luego mi madre nos contaba que había chicas
muy guapas, también jóvenes, que como no querían ir con los guardias,
las fusilaban. Por la noche, porque no querían ir con ellos, preferían
morir antes que ir con ellos".
Esta misma vecina habla también del
estigma de ser ‘rojo’, que afectaba a toda la población y se hizo
presente en todos los aspectos de la vida cotidiana: "Decían a todas las
amigas de la calle: ‘no las ajuntéis a éstas –a mi hermana y a mí–
porque son rojas’. Eso lo tengo grabadísimo, hay cosas que no se olvidan
nunca. De niñas, ¡cuatro años!... Fíjate tú, qué crimen".
"Yo me
acuerdo que un día fui a misa y había una maestra, era asturiana y tenía
en Sestao mala fama por lo que había hecho. Estábamos para entrar y
dice ‘todas éstas son rojas, mejor que se marcharan, a la iglesia no
tienen que entrar’", evoca, por su parte, Felisa Martínez, otra vecina
de Sestao. (...)
Según los datos del listado oficial de víctimas y desaparecidos de la
Guerra Civil del Gobierno vasco que recaba el informe de ELKASKO, sólo
en Bilbao fueron fusiladas quince mujeres, y algunas más en pueblos de
alrededor como Sestao, Barakaldo, Santurtzi o Basauri.
Muchas otras
fueron encarceladas y, después de juicios sin ninguna garantía, les fue
impuesta la pena de muerte. "A mi madre la metieron en la cárcel por
decir 'esos canallas, que han matado a mi marido' y tal, no dijo más la
pobre…Bueno, les dijo de todo menos bonitos.
Les dijo 'cabrones' y les
dijo de todo, porque yo me acuerdo perfectamente. Y nos quedamos con mi
tía, hermana de mi madre, que era soltera, y mi abuelo, que hacía de
padre. Teníamos cuatro años y cuando vino mi madre yo tenía doce",
repasa otro testimonio.
En el transcurso de la investigación (se puede
consultar en la plataforma Scribd), Belén Solé y Beatriz Díaz se toparon
con personas que seguían teniendo miedo a relatar sus vivencias. El
terror sigue grabado en sus memorias.(...)" (Itsaso Álvarez, El Correo, 24/02/2015)
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