"Cecilia Rodelgo busca su identidad. Todo indica que podría ser una
niña robada. Una de los miles de bebés robados en España en maternidades
públicas y privadas entre los años 50 y 90. Rodelgo nació el 28 de
septiembre de 1967 y fue ‘depositada’ en la Inclusa de La Paz de Madrid
el 14 de octubre, registrada como Cecilia Jiménez Campón.
Pero, tras
conseguir diversa documentación, afirma: “Los papeles indican que podría
ser robada, no abandonada. Pero no lo sé, mis primeros apellidos son
inventados y mi fecha de nacimiento figura con varios números
superpuestos, bajo el ocho hay un cuatro o un siete”.
Denuncia
que los archivos públicos y los de la Iglesia siguen cerrados para las
víctimas del robo de bebés. Ha conseguido documentación, pero no toda.
La solicitó a través del Instituto del Menor de la Comunidad de Madrid.
“Todo está en el Archivo Regional, pero nos ocultan datos”, dice
Cecilia. Ha comparado expedientes de personas que pasaron por la Inclusa
de La Paz. “Según fuimos robados o abandonados, nos dan parte o toda la
documentación”, dice. Pero en ninguno de los casos, aparecen las
renuncias de las madres a sus hijos.
En su caso, sus padres
adoptivos no la engañaron. “A los cinco años me contaron una historia
bonita y, a los doce, la verdad”. Sus padres adoptivos gozaban de una
buena situación económica y firmes creencias religiosas. El matrimonio
solicitó una niña en marzo de 1966 y aportó un escrito de recomendación
de un párroco de Torrejón de Ardoz, Madrid. En poco más de un año, ya
tenían a la niña en casa.
Cecilia ha cumplido los cincuenta y
lleva años hilando la información. Asegura que conoce la trama de los
bebés robados de la Inclusa de la Paz de Madrid.
Primeros días en blanco
Cecilia
se pregunta qué paso en los primeros 16 días de su vida. Los documentos
no cuadran. Tras su nacimiento, el 28 septiembre fue llevada a la
incubadora tres días y el 14 de octubre fue ‘depositada’ en la Inclusa,
sin datos de la madre biolológica. ¿Qué ocurrió entre el 30 de
septiembre y el 14 de octubre? Cuando le dieron su historial clínico,
“algo que no se suele facilitar, entre esos papeles figura un análisis
de sangre del 4 de octubre”. Cecilia sospecha que esos días, estuvo
“desaparecida” para sus padres biológicos.
Nació con siete meses y
pesó 2 kilos y 260 gramos. Se pregunta por qué, si no hay datos de la
madre, en su expediente hay varios informes que ratifican un “embarazo y
parto normales”.
Además, tras entrevistarse con varios médicos, cree que la oxitocina que le encontraron en la sangre pudo ser administrada a la madre, provocando las enfermedades que tuvo al nacer: hepatitis, bronconeumonía... “Fui sietemesina; a mi madre le provocaron el parto y pasé por la incubadora. Esto les ha ocurrido a muchos afectados de la maternidad de O’Donnell “, explica Cecilia.
Además, tras entrevistarse con varios médicos, cree que la oxitocina que le encontraron en la sangre pudo ser administrada a la madre, provocando las enfermedades que tuvo al nacer: hepatitis, bronconeumonía... “Fui sietemesina; a mi madre le provocaron el parto y pasé por la incubadora. Esto les ha ocurrido a muchos afectados de la maternidad de O’Donnell “, explica Cecilia.
Todo
esto podría cuadrar ahora porque, tras recoger la última documentación,
descubre que consta que nació “en maternidad”, que no fue depositada en
la Inclusa sin más. Y con los años supo que “la adopción se preparó en la maternidad de O’Donnell”, según la información dada por su familia.
“No hemos muerto por otitis”.
Entre los casos de bebés robados ha sido una práctica habitual en las
maternidades dormir a las madres y provocar el parto. Cuando
despertaban, el bebé ya no estaba. Había sido llevado a la incubadora y
se prohibía a la familia el acceso. Después, la noticia era que la
criatura había muerto. Tampoco se podía ver el cuerpo. Si los padres
insistían, había un niño congelado para mostrar en estos casos.
El bebé
recién nacido ya estaba en los brazos de otra persona. Cecilia insiste:
“No estamos muertos, no hemos fallecido de otitis, no desaparecimos en
las incubadoras. Estamos aquí. Toda nuestra información está en el
Archivo Regional de la Comunidad de Madrid”.
Esta falta de
acceso a los datos de los niños robados, o adoptados, impide que estos y
su familia biológica se encuentren. Para el letrado Guillermo Peña,
abogado de Inés Madrigal, otra niña sietemesina presuntamente robada por el doctor Eduardo Vela
—que, con 80 años, irá a juicio próximamente por este caso—, lo que hay
es “una gran corrupción, se movía mucho dinero”. Y aclara que
“intentaban no dejar rastro de la madre, ni siquiera en los libros de
entrada del hospital”. Vela es el único médico procesado en España por
robo de bebés.
Trasiego de bebés
Como ya reveló el periódico Diagonal el 28 de marzo de 2012 en el reportaje “¿Cuántos bebés pasaron por esa inclusa?
¿De dónde llegaban?”, existen evidencias de bebés anotados como
abandonados en la inclusa de La Paz que podrían ser robados. Cecilia lo
ratifica: “No todos eran abandonados”.
Por los bebés de la Inclusa de La Paz se habrían pagado grandes cantidades de dinero. Algunos habrían sido pedidos ‘a la carta’ y enviados al extranjero, como Fernando Lezaeta, nacido en 1958. Él fue a parar a Chile, a una familia de militares vinculados al Opus Dei. Las sumas de dinero pagadas por quedarse con Lezaeta se habrían repartido entre el responsable de la inclusa y el Estado, según las facturas.
En el caso de Cecilia Rodelgo, sus
padres dieron “un donativo” de 5.000 pesetas. “Yo no era mercancía
vendible, había estado enferma y era sietemesina”. Los bebés que se
vendían tenían que tener buena salud y responder a los criterios de los
adoptantes. Como Lezaeta, sus padres pidieron un niño rubio, de ojos
azules y blanquito.
Cecilia asegura que la Inclusa de La Paz tenía dos libros de
registro. Esto consta en un estudio de uno de los responsables de la
institución, Pedro Espina: “Se llevaban en las oficinas (...) dos clases
de libros, uno reservado con las necesarias anotaciones sobre el
ingreso, filiación e historia, y otro con el nombre del acogido, la
contabilidad y su salida”.
El complejo de la inclusa
La
Inclusa de la Paz se inauguró en 1933 y cerró en 1983. Estaba situada
en la calle 0’Donnell 50, en Madrid. Era un edificio pegado a la
maternidad de O’Donnell en cuya entrada principal hoy se conservan dos
pequeñas esculturas de niños de cemento y escayola que recuerdan lo que
pasó allí. La Inclusa estaba dentro de un complejo que albergaba tres
edificios más.
Toda una manzana a cuatro calles: O’Donnell, Doctor
Esquerdo, Doctor Castelo y Máiquez. Este grupo de edificios estaba
conectado con el Hospital Francisco Franco, hoy Gregorio Marañón.
Los
médicos de maternidad del Hospital Francisco Franco también aparecen en
la Inclusa de la Paz. Los afectados creen que los niños robados del
Hospital de Santa Cristina, O’Donnell, 53, también podrían haber acabado
en la Inclusa de La Paz.
Falsificación documental
En
la Inclusa, los bebés y niños se registraban en distintos libros y
algunos datos no coinciden. “Cuando entrabamos de la maternidad a la
inclusa te hacían otra partida de bautismo y te registraban de nuevo.
Tenemos dos partidas de bautismo”, dice Cecilia.
En los 60, en la
Inclusa de la Paz “se registraba todo”, continúa Cecilia, quien explica
que una de las religiosas de la congregación de las Hermanas de la
Caridad —la misma a la que pertenecía María Gómez Valbuena— tenía el
control de esos libros. Era sor Irene Javat y estaba en la Oficina
Receptora, donde trabajó en esa institución más de 30 años. La religiosa
anotaba todo de forma meticulosa, afirma Cecilia.
Cecilia ha
hablado con el médico que la cuidó en la Inclusa, Javier Matos Aguilar,
hermano del entonces vicepresidente de la Diputación de Madrid, Leopoldo
Matos Aguilar. El médico no reconoce o no sabe lo que ocurrió allí,
afirma que él “solo nos cuidaba”. La afectada también se ha entrevistado
con Jesús Fermosell, médico de la inclusa, entonces con 19 años y ahora
senador del Partido Popular, que afirma que tampoco sabía lo que allí
ocurría.
Después de medio siglo, Cecilia sigue investigando qué pasó cuando nació. “Salimos de un sitio y nos pusieron en otro que no era el nuestro. Necesitamos completar las páginas del libro de nuestra vida”, concluye. " (María José Esteso, El Salto, 18/02/18)
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