Lola Touza, segunda por la izquierda, en 1923
"El reloj de la estación de tren de Ribadavia, en Ourense, marca las seis menos
diez. Lleva 50 años parado y es el mismo que Lola, Julia y Amparo Touza
miraban todos los días cuando iban a trabajar al quiosco de la terminal.
Corría el año 1941 y ellas regentaban, además del casino de la
localidad, este pequeño puesto de madera en el que vendían melindres,
licor café, aguardiente de hierbas o bocadillos.
A simple vista, ofrecer
estos productos era su principal cometido en la estación, pero las tres
guardaban un secreto que muy pocos en el pueblo sabían y que hasta
muchos años después de su muerte nunca vio la luz.
Entre los numerosos pasajeros que viajaban en la línea Hendaya-Vigo, aún en
circulación, se encontraban muchos judíos que huían de los campos de
concentración nazis. Lo hacían cruzando la frontera francesa hacia
España y con el objetivo de llegar a Portugal para marcharse a Estados
Unidos o a América Latina.
Según el historiador José Ramón Estévez y el
escritor Vicente Piñeiro, expertos en esta historia, las tres hermanas
consiguieron ayudar a alrededor de 500 judíos gracias a una red
clandestina que las conectaba directamente con el cónsul portugués
Arístides de Sousa, que también desempeñó el mismo cargo en Vigo.
“Creemos que ellas recibían telegramas de Sousa, reconocido por la
cantidad de visados que concedió a judíos que huían del Holocausto.
Cuando recibían el aviso, sabían si en el tren que circulaba ese día
había alguien que las necesitaba o no. Los pasajeros solo tenían que
preguntar por “la madre", que era el apodo de Lola.
Después, las tres
hermanas los escondían en el quiosco de la estación de Ribadavia para,
aprovechando la discreción de la noche, trasladarlos a su casa, donde
los ocultaban hasta que fuese seguro cruzar la frontera y llegar a
Portugal, bien caminando, bien en coche”, asegura Piñeiro.
La red de las hermanas Touza, dirigida por Lola, contaba con otros
protagonistas que nunca desvelaron el secreto. Entre ellos se incluían
dos taxistas del pueblo, Xosé Rocha y Javier Míguez; un tonelero llamado
Ricardo Pérez, que hacía las veces de intérprete; el padre del
historiador Estévez, Francisco, aún vivo; y su abuelo Ramón.
“Lola se
acercó a mi abuelo en la estación mientras cargaba un vagón de ladrillo y
le dijo que tenía escondido a un señor que venía de Europa y que quería
que él lo llevase a la frontera con Portugal, que está a 12 kilómetros
de Ribadavia. Mi abuelo lo acompañó en la noche, junto a mi padre, a
través del río, haciéndose pasar por pescadores. Este señor, en
agradecimiento, les dio una moneda que luego, muchos años después,
entregamos a los nietos de Lola”, afirma Estévez.
Las peripecias que pasaron Julia y sus hermanas fueron conocidas por
muy pocos vecinos del pueblo. De hecho, en la actualidad, todavía muchos
dudan de la labor de estas tres hermanas, pese a que hay documentos y
testigos que lo acreditan. El secreto no fue desvelado hasta 2005,
cuando el escritor Antonio Patiño escribió su historia, que había jurado
a Lola no contar hasta que las tres hubiesen fallecido.
“A raíz de esa
publicación fui desenredando la madeja de enigmas que mi abuela y mis
tías habían ocultado durante tanto tiempo. Yo vi muchas cosas de pequeño
que, a partir de ese momento, de repente empezaron a cuadrar”, cuenta
el arquitecto Julio Touza, nieto de Lola.
Touza resume la hazaña de su abuela y sus tías como una historia de silencios. “Ellas ayudaban a estas personas de manera desinteresada y nunca lo hicieron público. Tampoco lo contó mi padre. Eran solidarias por naturaleza y no solo con judíos huidos, sino también con prisioneros de la Guerra Civil, a los que daban comida a través de los barrotes de la cárcel”, sostiene.
Touza resume la hazaña de su abuela y sus tías como una historia de silencios. “Ellas ayudaban a estas personas de manera desinteresada y nunca lo hicieron público. Tampoco lo contó mi padre. Eran solidarias por naturaleza y no solo con judíos huidos, sino también con prisioneros de la Guerra Civil, a los que daban comida a través de los barrotes de la cárcel”, sostiene.
El arquitecto recuerda a su abuela como una mujer
fuerte, con tesón y adelantada a su época. "Según he podido saber
después, las tres pusieron en riesgo su vida en numerosas ocasiones. No
era habitual que la Gestapo visitase la localidad, pero sí que, en
alguna ocasión, vinieron preguntando por "la madre". La presencia de los
nazis era habitual en Galicia porque venían en busca de wolframio, un
mineral necesario para reforzar cañones y acorazar tanques, muy
abundante en la zona", añade.
Solo una placa en su honor
El 7 de septiembre de 2008, el Ayuntamiento de Ribadavia aprobó poner
una placa en homenaje a las Touza. "A las tres hermanas Lola, Amparo y
Julia Touza. Luchadoras por la Libertad", se puede leer en el que fue su
domicilio en Ribadavia. El mismo año, el Centro Peres por la Paz plantó
en Jerusalén un árbol con el nombre de Lola Touza que recuerda su
labor.
Desde entonces, la familia también espera que se les otorgue el
título de Justas entre las Naciones, el máximo reconocimiento oficial
que otorga el Estado de Israel. "Para que se les conceda este título se
deben cumplir tres requisitos: que hayan salvado a un judío, que lo
hayan hecho arriesgando sus vidas y que se haya llevado a cabo de forma
desinteresada. Ellas cumplen todos", explica Touza.
Por su parte, el Centro Sefarad-Israel en España confirma que esta
investigación se está llevando a cabo, pero no da fecha exacta para la
resolución del proceso que califican como "lento y complicado". Por
ello, el 13 de abril lanzaron una campaña para recoger firmas que apoyen su Expediente de Honra del Municipio.
El Yad Vashem, institución creada para honrar a las víctimas y los
héroes del Holocausto, tampoco ha precisado a este periódico el momento
previsto para el nombramiento.
Recientemente se publicó que este año se estrenará una película
musical basada en la vida de las Touza. El nieto de Lola no ve posible
el musical. Solo recuerda que Emilio Ruiz Barrachina, al que se
mencionaba como director de la película, "escribió un libro sobre las
tres hermanas, titulado Estación Libertad". Este periódico ha
intentado sin éxito hablar con él.
"Lo que sí puedo contar es que he
tenido varias reuniones con un español que forma parte del equipo de
Steven Spielberg para hacer un filme que cuente su historia y no he
rechazado la idea. También tengo previsto reformar la casa de mi tía y
abuelas para convertirla en un pequeño hotel y centro de actividades que
regenten los vecinos de la localidad", confiesa Touza.
Mientras tanto, a la espera de esa película, del reconocimiento o de
la casa homenaje, la historia de Lola, Julia y Amparo seguirá
silenciada. "Quizá es lo que ellas hubiesen querido", concluye el nieto." (Mai Montero, El País, 27/04/18)
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