" La documentación de las autoridades franquistas leonesas
demuestra que más de una decena de ‘centros de detención’ en la ciudad
recluían al menos 12.000 prisioneros tras la derrota republicana en la
Batalla del Ebro, cuando vivían en ella unos veinte mil civiles y un par
de miles de soldados.
12.000 prisioneros en León durante el final de 1938 y
principios de 1939. Así lo desvelan unos informes de las autoridades
policiales franquistas referentes a la investigación de una supuesta
trama para liberarlos a todos. Es decir, más de un tercio de los
habitantes de la capital leonesa eran reos por causa de la Guerra Civil.
Un informe, firmado por el jefe de la Comisaría de
Investigación y Vigilancia y fechado en 1941, se refiere a las
sospechosas actividades durante la guerra del sombrerero Fausto Ríus
García que vivía en la calle Ancha (ya llamada Generalísimo) del que se
indica: “Ha sido dos veces detenido, la ultima por sus actividades
sospechosas en unión de otros muchos de probada desafección al Régimen,
con sospechas de que intentaban un levantamiento en León a base de los
12.000 prisioneros que había en las prisiones que se proponían
libertar”.
Una cifra altísima para una ciudad con unos veinte mil
civiles durante el conflicto fratricida, de la que se sabe a ciencia
cierta que tenía unos 30.000 habitantes en 1936, pero que tras dos años
de guerra había ‘perdido’ unos diez mil habitantes: los jóvenes estaban
fuera de ella movilizados en los distintos frentes o en ocupaciones de
logística para el bando franquista en el territorio controlado por los
que se llamaban a sí mismos ‘nacionales’.
Sólo habría que sumar a la
cantidad de civiles (en su mayoría mujeres, mayores y niños de corta
edad) un par de miles de militares entre los de los cuarteles, los
guardias civiles y los mandos (oficiales y suboficiales) de la Legión
Condor. Así, en aquella época León albergaba 34.000 almas, 12.000 de las
cuales no eran libres (el 35%).
Más de diez centros de internamiento en la capital
Lo sorprendente, y desconocido hoy en día por el tupido velo
que se echó sobre aquellos acontecimientos, es comprobar dónde se
situaban los centros de detención, clasificación e internamiento en la
capital leonesa. Muchísima gente aún cree que sólo fue San Marcos, pero
eso no era así, ya que había al menos tres o cuatro localizaciones más
con miles de presos en las calles leonesas, y otros lugares en los que
se procedía a retenciones más cortas e interrogatorios, o de los que aún
se carecen de noticias fiables.
Son datos extraídos de retazos de los
archivos y de pocos conocidas declaraciones escasamente publicadas, ya
que la investigación es extremadamente compleja al estar en paradero
desconocido las versiones de los propios responsables carceleros y la
forma tan vaga de definir lo que ocurría por parte de las autoridades
del territorio sublevado.
La estructura de los centros de detención, clasificación e internamiento (también conocidos como campos de concentración)
en León tenía entre tres y cuatro tipos distintos. Los más pequeños
eran los propios calabozos de la comisaría en el edificio Zarauza donde
estaba el Gobierno Civil (en las actuales calles de Padre Isla, Héroes
Leoneses y mirando a lo que hoy sería Gran Vía de San Marcos) y del
Cuartel de la Guardia Civil en la calle del Cid mirando a la plaza de
San Isidoro; también habría que indicar el cuartel del Cid para los
primeros días de cautiverio de mandos importantes del Ejército que
quedaron en el bando republicano.
A estos se podrían añadir el Gobierno Militar (situado en lo
que hoy es el Mercadona de Padre Isla), el propio Palacio de los
Guzmanes, sede de la Diputación Provincial (a cuya primera planta se
trasladó en abril de 1937 la Comisaría de Investigación y Vigilancia), y
varios colegios de la ciudad que se usaron de forma provisional y
durante muy poco tiempo como campos de clasificación; ya que algunos
documentos se refieren a ‘detenidos’ en ellos. Más de una decena de
centros de internamiento en la ciudad, según ha podido descubrir en los
archivos Francisco Javier Fernández-Llamazares.
Los verdaderos campos de internamiento
Después estarían los campos de concentración “con miles de
presos ‘preventivos’ sin sentencia y a la espera de liberación o juicio,
como era el caso del Hospicio, Santa Ana o Ponce. “El hacinamiento
insufrible, primero tras la caída del Frente Norte en octubre de 1937, y mucho peor tras la derrota republicana en la Batalla del Ebro entre
agosto y noviembre de 1938, donde hubo que ‘acondicionar’ o recurrir
(independientemente de las instalaciones penitenciarias existentes) a
instalaciones de la Diputación (entre ellas el Hospicio), a colegios
como el actual Ponce (que era inmenso), fábricas abandonadas como la
antigua de curtidos de Julio Eguiagaray, no la de Lescún como
equivocadamente está publicado, y todo tipo de instalaciones militares”,
explica el autor de ‘Crónicas de la burguesía leonesa, un episodio de la Guerra Civil en León‘ y ‘Los leoneses que financiaron a Franco‘.
De esos 12.000 presos muchísimos eran aragoneses y catalanes, tras la
caída del Frente del Ebro, y asturianos de la del Frente Norte (y, por
supuesto, leoneses, y de cualquier parte de España).
Un tercer tipo era la cárcel de Puerta Castillo. “Esa era la
más seria, penitenciariamente hablando, no por dureza. Si te
trasladaban allí sabías que lo más probable es que no fueras a morir
paseado”, comenta Javier Fernández-Llamazares. “Los que estaban allí
eran condenados con sentencia firme, y sabían lo que les podía esperar;
en realidad tal y como andaba la cosa era, paradójicamente, un alivio
para sus familias”. Allí había un alto porcentaje de presos leoneses
porque eran de su propia jurisdicción.
Y luego está el ya demolido en los 60 Cuartel de la Fábrica,
situado donde el Hotel Conde Luna y la actual Subdelegación de Defensa
lo que fue el Gobierno Militar en la calle del General Lafuente,
precisamente el comandante del Regimiento del Cid que se sublevó el 20 de julio de 1936.
De éste edificio ha salido a la luz poca documentación que demuestre
haber sido presidio de muchos reclusos, aunque queda mucho aún que
investigar sobre él.
Lo que sí es también destacable era una de las ‘mejores’
salidas para los reos de aquellos campos de internamiento y
concentración: “Hubo un montón de batallones de trabajo, presos con
condena firme que trabajaban realizando carreteras y todo tipo de obra
civil para redimir condena y en condiciones más favorables que las del
resto de presidiarios”, según el historiador y conservador del Archivo
de la Banca Fernández-Llamazares.
San Marcos no era el único campo de concentración
Lo que se puede decir de lo descubierto por los
investigadores, como Francisco Javier González Fernández-Llamazares es
que San Marcos no era ni mucho menos el único centro de retención de la
capital, por lo menos en capacidad. Sí que es cierto que pasaron muchos
presos por allí (las cifras no oficiales ni demostradas hablan de entre
seis mil y quince mil personas), pero porque este campo de concentración
“servía principalmente, tras los primeros y terroríficos meses de la
guerra entre paseos y fusilamientos, para clasificar a los detenidos y
enviarlos a otros lugares”.
“En realidad San Marcos en 1937 tenía una capacidad de 600
presos, ya habían empezado a disponerse otros lugares como el Hospicio,
el Colegio Ponce o la fábrica de Curtidos en Santa Ana —de la familia
Eguiagaray; no hay que equivocarla con la de los Lescún, aunque es un
error que se ha repetido demasiadas veces—, como campos de concentración
de personas sin juicio”, apunta Fernández Llamazares.
Para afirmar
esto, se basa en el fragmento de una declaración de la causa 493/37 que
encontró en el Archivo Intermedio de la Región Militar Noroeste mientras
investigaba los encarcelamientos de los hijos de los propietarios de
Almacenes Pallarés por parte de los militares sublevados:
“…que al médico Pallarés no le oyó decir ni una palabra,
aunque lo pretendió l, por ser uno de los que llevaba en cartera para
sonsacarle. Que el Lenin [Modesto Pastor] era de muy malos antecedentes,
hablaba siempre mucho contra los nacionales. Tiene el convencimiento el
testigo de que estaban en combinación con los rojos y se hartaba de
decir que el 1º de mayo [1937] ibana hacer en León la gran manifestación
izquierdista. Que sobre este mismo plan podía seguir diciendo mucho,
pero que no lo cree ya necesario, tanto ya cuando en su día se hizo
extensa información que se entregó al teniente coronel jefe deos
servicios de Orden Público [Ángel González Vázquez, quien había
sustituido a Luis Medina Montoro]. Que “el del puño en alto” [Ambrosio
Santos] era también de muy malos antecedentes y se hartaba de hablar en
el mismo sentido, siendoel duplicado del anterior. Convencidos ambos de
que a fines de abril entrarían los rojos en León para celebrar el 1.º
de mayo su triunfo, tenían la contraseña: “a morir”, a cuya señal se
lanzarían los 600 presos a desarmar a los centinelas y a la calle con
sus armas. Las salas todas se combinaban por medio de barberos, que eran los que traían y llevaban las contraseñas y noticias […]”.
Seiscientos presos. San Marcos tenía seiscientos presos en
el primer trimestre de 1937. ¿Qué había ocurrido si lo que se conoce
según los estudios ‘tradicionales’ allí estuvieron entre seis y quince
mil presos? Para Javier Fernández-Llamazares la cosa está bien clara:
“San Marcos era campo de concentración pero sobre todo de clasificación.
Un lugar donde los presos esperaban a ser juzgados, y de ahí se les
trasladaba tras la sentencia militar firme a otros penales: cárcel
provincial en Puerta Castillo, Astorga, Valencia de Don Juan, San Simón
en Vigo, el Monasterio de Celanova en Orense (donde hubo multitud de
presos leoneses), o la espeluznante San Cristóbal de Pamplona entre
otras. Por eso pasó tanta gente, pero en períodos relativamente muy
cortos de tiempo, hasta que les llegara el juicio; o por desgracia el
‘paseo’ o el fusilamiento en los primeros meses”.
Además, Fernández-Llamazares calcula que ya en abril de 1938
podía tener más de dos mil: “Las instalaciones las iban ampliando y el
hacinamiento, por otro lado y a pesar de que ampliaban instalaciones,
crecía por momentos”.
Lo que también es más que probable “a falta de
investigaciones más concretas”, es que el antiguo Colegio Ponce (que
había sido la Escuela Normal de Maestras y en aquella época aún se
conocía con ese nombre), el Hospicio y la Fábrica de Curtidos también
tuvieron ampliaciones y un número bastante importante de reclusos que
podrían superar el millar o millares dados los datos ofrecidos por las
autoridades.
“En realidad el número concreto en cada uno aún no lo
sabemos. Lo sabremos el día que consultemos documentaciones en archivos
militares, donde pueden aparecer listas y planos con el número de presos
y metros cuadrados de las instalaciones”, reconoce.
El campo de la fábrica de curtidos de Santa Ana, de los Eguiagaray y no de los Lescún
Sobre el otro error de ubicar el campo de concentración de
Santa Ana en la fábrica de los Lescún, Javier Fernández-Llamazares
asegura: “Los Lescún y los Eguagaray estaban emparentados y tenían dos
fábricas de curtidos seguidas en la calle Santa Ana: la primera era la
de Lescún y la segunda de los Eguiagaray, que eran primos carnales.
Pero
la que utilizaron para campo de concentración fue la de los Eguiagaray,
y ampliaron el campo con terrenos aledaños que también eran de los
Eguiagaray y los rodearon con alambre de espinos, no sólo los presos
estaban dentro de lo que era la fábrica de curtidos”.
“Se publicó que era la de los Lescún, pero es falso por la
sencilla razón de que la fábrica de los Lescún estuvo operativa durante
la guerra fabricando suelas y botas para el ejército como demostré en
mis libros, aportando facturas de la requisa. Está claro que no se puede
fabricar y tener presos al mismo tiempo y en el mismo recinto”.
Las cifras de víctimas relacionadas con esta represión que
se estiman en San Marcos son enormes, aunque quizás necesiten una
revisión con más documentación al salir a la luz la existencia de estos
otros centros de internamiento.
Según algunos historiadores 791 de los
‘detenidos’ que pasaron por allí fueron puestos ante pelotones de
ejecución, 1.563 desaparecieron paseados y otros 598 murieron por
diferentes razones, fueran enfermedades o torturas. Casi unas tres mil
personas en la ciudad de León. De ser precisas estas cifras, más de la
mitad de todos los que se estimaron en 2008 que fueron represaliados en
la provincia por las Asociaciones de Memoria Histórica: 5.800.
“De lo que no me cabe la menor duda es de que las muertes
reales son superiores a las publicadas y de que los leoneses presos en
San Marcos fueron muchos más que los que aparecen en las listas.
Sencillamente, hubo cientos de leoneses de la capital que fueron
retenidos en San Marcos, pero al no habérseles abierto proceso, no
figuran en lista alguna”, explica el historiador especializado en la
Guerra Civil en la ciudad.
“Además hay que tener en cuenta que los
estudios que se han hecho sobre San Marcos han fallado también en el
listado de las personas que estaban presas, porque incluyen hasta los
visitantes que iban a llevar comida y ropa y a hablar con los que sí
estaban allí recluidos”.
“Es evidente cuando en el listado de entradas se ve a una
señora que, días después, firma algunas órdenes en el Banco de Bilbao
explicando que lo ha de hacer porque un familiar suyo está preso allí:
si estuviera encerrada sería imposible que pudiera comunicarse con el
banco. Y no es el único ejemplo, queda mucho que precisar y corregir
sobre la cantidad de gente que estuvo en San Marcos. Pero es que no es
fácil unir todas las piezas.
Eso sí, allí pasaron cosas terribles, y lo
que es verdad es que el Hospicio, el viejo Ponce y la fábrica de
Curtidos de Santa Ana fueron bastante más grandes en número de presos de
lo que se cree y peores respecto a las condiciones de hacinamiento
durante más tiempo, cosa que se agravó al final de la Guerra porque ya
no cabían más soldados capturados de la República. Y cada vez llegaban
más según se iba hundiendo el frente republicano”.
León, nodo de clasificación de presos del noroeste español
León, al haber estado desde el principio en el bando
franquista, y ser el nudo de comunicaciones del Noroeste, se convirtió
en uno de los nodos de clasificación y encarcelamiento de los
republicanos capturados durante la Guerra una vez pasados los primeros
meses de represión mortal. Y las cifras que se van descubriendo en los
archivos oficiales y privados lo demuestran.
El número de personas despojadas de libertad por causa de la
guerra en la provincia es seguramente aún mayor si se suman los campos y
cárceles de Astorga, Valencia de Don Juan y Ponferrada y los batallones
de trabajos forzados; y más aún las personas que pasaron por el
territorio provincial para terminar en otros presidios. Conocer esos
datos, que pueden ser de decenas de miles de presidiaros, queda por
certificar en los archivos. Aunque es posible que no se conozca nunca
con precisión.
Lo más curioso de toda esta historia, es que la
investigación en la que se descubre la cifra oficial de 12.000 presos,
la que acusaba a varios leoneses de conspirar para “intentar un
levantamiento en León para libertar a los prisioneros” se saldó con el
cierre del rollo judicial sin acusados en firme. Ni los jueces se lo
creyeron, pero la cifra de los falsos acusadores sobre los presos en la
ciudad más real no podía ser si querían convencer a los magistrados de
meterlos a ‘buen recaudo’.
Mentiras que escondían una terrible verdad,
descubierta 80 años después, que dejan en evidencia la absoluta
discrecionalidad y falta de ética de ciertas autoridades franquistas a
la hora de enviar a miles y miles de personas a un infame cautiverio." (Jesús María López de Uribe, iLeón, 25/03/18)
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