"A su padre se lo presentaron sus vecinos. Montones de veces. Y a distancia. «Ese que va por ahí es tu padre». Medio Utrera
sabía que ese mocoso era hijo del señorito. Que a su madre, la criada,
la habían echado a la calle tras quedarse embarazada.
Casi 60 años
después ya lo sabe la otra media y España entera. Pero
lo importante era que le quedara claro a los jueces. Es la única manera
de asegurarte de que acabarás cobrando una herencia de dos millones de
euros.
Ya es la tercera sentencia que le da la razón.
El Tribunal Supremoha ratificado que Esteban Marchena
es hijo de un rico empresario sevillano al que, cosas de la vida, se le
olvidó incluir en el testamento al hijo bastardo que tuvo con una
sirvienta menor de edad. Sus tres hermanos -dos varones y una mujer- no
se lo han puesto fácil. «Intenté ponerme en contacto con ellos antes de
todo esto pero no quisieron saber nada».
La sentencia, emitida esta misma semana, es la puntilla a un proceso judicial que ha durado diez años. Lo que teme Esteban,
sin embargo, es que también sea la antesala de otro: la Justicia le ha
reconocido como hijo ilegítimo, pero ahora debe convencer a sus hermanos
para compartir la herencia. (...)
Una viuda con siete hijos recogió a su madre -huérfana de padre y madre- cuando ésta se quedó en la calle embarazada de Esteban. Ella se trasladó a El Coronil
en busca de un trabajo para la manutención del niño, quien a los siete
años acabó en un hospicio de Sevilla en el que viviría hasta los 15.
Dos
años después y con su madre enferma, fue él quien hizo las maletas en
busca de un sustento para ambos. El trabajo que no había en Sevilla bien podía encontrarlo en la meca del turismo. Desde entonces, Mallorca
es la casa de este camarero que construyó en la isla su propia familia.
«¿Lo primero que haría con el dinero además de jubilarme? Unos
viajecitos, unas fiestecitas... Y con siete nietos nunca te va a faltar
donde gastar dinero».
Por lo pronto, él diría que aún le
queda un tiempo para gastarse ese dinero. Sus hermanos han hecho todo lo
humanamente posible para no tener que compartir ni un euro: destruir
pruebas documentales que vinculaban a sus padres, sobornar a testigos
citados para declarar en contra de lo que sabían... Incluso llegaron a
desenterrar a media familia para quemar sus huesos.
«Al sepulturero le dieron dinero y un bote de lejía para
limpiar los nichos. Yo había ido con mi señora meses antes y ahí estaba
la lápida con los restos de mi padre». Con la ayuda de su abogado,
Esteban logró demostrar que sus hermanos habían exhumado los cuerpos de
su padre (y de paso de dos parientes más) y lo habían trasladado hasta
el pueblo de Arahal para incinerar los restos.
Acreditado
este extremo, el juez lo tuvo muy fácil. Y más después de que sus
hermanos -con los que guarda un gran parecido físico- se hubieran negado
a hacerse la prueba del ADN. Cuando se trata de un proceso civil, la mera destrucción de pruebas ya es suficiente para dictar una sentencia. (...)
Otra espina que le queda es que su madre, Encarnación,
no haya podido ver el final de su batalla. Murió hace solo tres años y
siempre le había contestado con evasivas acerca de la identidad de su
padre. Incluso después de haber encontrado una orden judicial de 1974
que confirmaba el estrupo y obligaba a su padre a indemnizarla. Hasta
que inició el proceso judicial. «Entonces lo reconoció y me dijo que me
apoyaría en todo para demostrarlo»." (Enrique Fueris, El Mundo, 12/04/18)
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