“Su instrucción era muy superior a la del
conjunto de las mujeres, pero conocemos mal su afiliación política o
sindical, si es que la tenían”, ya que “solo la hemos documentado en la
sexta parte de las asesinadas por los sublevados, y en una proporción
muy reducida de las asesinadas por los republicanos, entre las que se
encuentran dos mujeres de izquierdas”,
sostiene el historiador y
periodista zaragozano Antonio Peiró en Eva en los infiernos (Comuniter, 2018), un libro pionero en el que, durante varios años, ha recopilado y estudiado las biografías de 781 mujeres fusiladas por los sublevados (594) y los republicanos (187) durante la guerra civil en Aragón.
Sus investigaciones han puesto sobre la mesa
dos estremecedoras realidades sobre la eliminación violenta de mujeres
durante la guerra civil a manos de los dos bandos: muchas murieron porque los escuadrones de la muerte no encontraron en sus casas a quien buscaban,
y en buena parte de los casos la represión se centró en el segmento más
formado de la población femenina de ambos bandos. Es decir, que la
represión tuvo algunos rasgos selectivos.
Por una parte, “hay un número importante de mujeres que son fusiladas por sustitución.
Van a por el padre, el marido, el hermano o el hijo, no lo encuentran y
se las llevan a ellas”, ya que “había una tendencia a atribuir a la
mujer la afiliación del padre o de los hermanos”, explica Peiró, que
cita para referirse a este fenómeno el término “delito consorte”,
acuñado por la historiadora Ángeles Egido.
La afiliación de la quinta parte de las
asesinadas por los sublevados que ha logrado documentar (17 de 85)
resulta dudosa, mientras que más de la mitad de las víctimas de los
republicanos que ha logrado cotejar, que no llega a un tercio, eran “de
derechas”, sin mayor concreción.
Formación muy por encima de la media
Por otra parte, en muchos casos, se trataba de mujeres más formadas que la media.
Aunque “es difícil concretar número”, señala, “el número de las
[fusiladas] que saben leer y escribir es mayor que la media, aunque el
perfil general es muy parecido al de la población”. Eran, en ambos
bandos, dos tercios de las víctimas en las que ha sido posible
determinar el grado de instrucción, una proporción netamente superior a
la media del país.
“Se trataba, en general, de un grupo de
mujeres más instruidas, que en algunos casos pronunciaban mítines,
escribían en prensa o leían a sus amigas”, señala Peiró sobre las
víctimas de los sublevados. “Esta mayor capacidad para informarse por sí
mismas, y para formar e informar a los demás, las hacía especialmente
peligrosas a los ojos de sus verdugos”, añade.
“Al intentar componer un perfil me dí cuenta
de que el perfil prácticamente no existe. Hay víctimas de 16 y de 80
años”, indica, aunque sí pudo constatar que “la formación de las
víctimas era superior a la media de la población y el porcentaje de
mujeres que trabajaba fuera de casa también lo era”.
“El modelo de ‘las trece rosas’, de mujeres
jóvenes militantes, no se da entre las víctimas, no es específico”,
anota. En cambio, sí “había una tendencia, sobre todo en los pueblos, a
identificar a la familia con una ideología”.
Asesinatos en caliente y en territorios sensibles
Los asesinatos de mujeres fueron, en ambos bandos, crímenes perpetrados mayoritariamente “en caliente".
Los cometían sobre la marcha grupos informales y en dos periodos muy
concretos, al comenzar la guerra, en 1936, y al caer el frente de
Aragón, en 1938”. Tres cuartas partes de las mujeres fueron asesinadas
en el primer año de la guerra.
“Normalmente eran milicianos o grupos
informales los que se encargaban de este tipo de represión”, señala, ya
que “en la retaguardia cualquier movimiento podía hacer saltar las
líneas”. Esa actuación no dejaba de responder en el bando sublevado a
las indicaciones de algunos de sus jefes, como el general Queipo de
Llano, cuyas órdenes imponían “una gran violencia“, o las alusiones a ganar la guerra “a cualquier precio” del propio Franco.
Tres quintas partes de las mujeres
asesinadas por los facciosos murieron en su pueblo, cifra que en las
víctimas de las milicias republicanas supera la mitad, y la mayoría de
las restantes en las ciudades a cuyas prisiones eran trasladadas.
Doce veces más que en Catalunya
Peiró puso en marcha su investigación cuando, al estudiar listas de fusilados, le llamó la atención que “en Aragón la proporción de mujeres asesinadas sobre el total de víctimas es mucho más alta que en cualquier zona de alrededor, muchísimo más alta que en Navarra, en La Rioja y en la Comunitat Valenciana, e incluso doce veces superior a la de Catalunya”.
Ese patrón se dio con mayor intensidad en las zonas controladas por los sublevados y cercanas al frente,
“precisamente por su situación fronteriza”, ya que para ellos “era
fundamental evitar que los republicanos contasen con apoyos en el
territorio que ellos controlaban”.
No obstante, “la represión también fue
intensa” en las tres capitales de provincia, Calatayud y Jaca. “La
proporción de mujeres entre las personas asesinadas fue también mucho
más elevada; los hombres jóvenes estaban en el frente, pero las mujeres –de cualquier edad- seguían masivamente en sus casas”, anota.
En la zona oriental de la comunidad,
controlada por los republicanos hasta la primavera de 1938, “no existe
un patrón claro de distribución geográfica” en los asesinatos de
mujeres, salvo la concentración en Teruel, única capital de provincia
que cambió de bando dos veces durante la guerra, y en varios pueblos de
sus alrededores.
Más de 12.000 represaliados en Aragón
Esos indicios le llevaron a emprender una
investigación pionera en la que ha recopilado datos biográficos de las
781 mujeres asesinadas en Aragón durante la guerra civil y hasta 1945.
En unos casos, con perfiles completos, mientras que en otros únicamente
ha podido elaborar una breve ficha.
“Había una tendencia generalizada a falsificar los datos”, explica, tanto en la causa general como en los registros carcelarios y en otras fuentes. Eso, cuando existen fuentes.
El trabajo de Peiró eleva a 594 las 410
represaliadas por los fusilados en Aragón que Julián Casanova había
documentado en “El pasado oculto”, en el que estima en 8.556 las
víctimas del bando franquista en las tres provincias.
Ese aumento del 44% “obliga a reconsiderar las cifras absolutas de la represión en Aragón, que probablemente se sitúan por encima de las 12.000”,
señala. “El trabajo de Casanova y su equipo es modélico, lo que ocurre
es que cuando vas trabajando más fuentes las cifras aumentan”, matiza." (Eduardo Bayona, Público, 01/04/18)
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