"(...) Ruth Fierro (Chihuahua, 1986) y Antonio Cerezo (México DF, 1977) (...) son activistas de los derechos humanos en
un país donde el narcotráfico y el poder político dibujan la misma
calavera.
(...) Las violaciones de derechos humanos en México
causan alarma internacional. ¿Ha fracasado la estrategia de seguridad
del Gobierno de Enrique Peña Nieto?
A.C.: Para nosotros no ha fracasado. Ha sido un éxito
porque su objetivo nunca fue garantizar los derechos humanos de la
población sino los intereses económicos de las empresas nacionales y
multinacionales. En México se practica una política planificada de
despojo en amplias zonas del país, allí donde el poder ejerce el control
social a través del terror.
Por eso digo que la estrategia del gobierno
ha resultado un completo éxito. Sin embargo, el coste en vidas humanas
está siendo altísimo. Me refiero a que siendo un país donde no hay una
guerra civil contabilizamos 100.000 muertos y 34.000 desaparecidos. Y
eso solamente durante el sexenio presidencial de Enrique Peña Nieto.
Dentro de este contexto de violencia generalizada, los defensores de los
derechos humanos son un objetivo habitual. En el último año han sido
ejecutados extrajudicialmente 48 activistas. Asesinados de manera
directa por agentes del Estado o a través de particulares mandados por
otros.
Si a este dato sumamos las desapariciones forzadas, la prisión
por motivos políticos o la cárcel por ejercer el derecho a la protesta
la cifra asciende 1.442 casos entre 2016 y mediados de 2017. Una
barbaridad.
Recuerda a la Colombia descarnada, a la de los años 90 y principios del 2000.
A.C.: Es que tienen una relación directa. El Operativo
Conjunto Chihuahua que comenzó a aplicarse en 2008 en Ciudad Juárez es
una copia de los planes de seguridad que se desarrollaron en Medellín en
2002 bajo el nombre Operativo militar Orion. Y no es casual que uno de
los asesores del gobernador de Chihuahua durante aquella época fuera un
personaje controvertido como Óscar Naranjo, ex general de la Policía
Nacional colombiana.
Por lo tanto, no hay nada casual. Muchos de los
operativos y dinámicas de violación de los derechos humanos en México ya
se pusieron en práctica en Colombia. Aquí también ocurren los
denominados “falsos positivos”. Hace unas semanas, policías federales
asesinaron en Veracruz a dos chicas menores que iban al cine con el
argumento de que pertenecían a un grupo de narcotraficantes.
¿Son las mujeres las víctimas principales de esta violencia desmedida?
R.F.: En Ciudad Juárez siempre estuvo presente el
drama de las mujeres desaparecidas y asesinadas. Eso nos permitió
visibilizar el problema pero también, con el transcurrir del tiempo, ver
que no se circunscribe únicamente al estado de Chihuahua sino que está
generalizado por todo el país.
Porque hay otros lugares, además de
Juárez, donde la incidencia es muy alta. Por ejemplo, la desaparición y
asesinatos de mujeres en los estados de México y Jalisco son tremendos.
Cuando empezamos a investigar estos hechos, la respuesta que obtuvimos
fue muy triste porque, aunque encontramos la relación con la trata de
personas y el narcotráfico, también detectamos que un número importante
tenían su origen en el machismo social imperante y en el patriarcado
mexicano tradicional que perpetúa los estereotipos de género.
Datos
oficiales muestran que el 93% de los feminicidios que se producen en
México ocurren dentro del ámbito familiar. Y apuntaré otra cifra
esclarecedora: cuando en 1993 se destapó el escándalo por el asesinato
de mujeres en Ciudad Juárez se contabilizaban 30 homicidios por año
mientras que en 2010 hubo más de 400 y en 2017 casi 150.
Esto significa
que las políticas de seguridad implementadas por el gobierno para
combatir esta lacra no están funcionando. Al contrario. La
militarización de la seguridad pública desde 2008 ha coincidido con la
exacerbación de la violencia.
Estoy hablando de que alcanzamos una tasa
de 110 homicidios por cada 100.000 habitantes. Y, claro, las principales
víctimas son las personas en riesgo de vulnerabilidad y ahí estamos las
mujeres. (...)
También denuncian las detenciones arbitrarias de miembros de organizaciones sociales practicadas por la policía. Y las torturas.
A.C.: Yo fui torturado en 2001 bajo la acusación de
haber colocado unas bombas en entidades bancarias, algo que nunca
comprendí. Mi activismo estaba entonces más centrado en las comunidades
indígenas, en la creación de cooperativas de café y esas cosas. Fui
detenido y enviado a una prisión de máxima seguridad donde estuve siete
años y medio. Igual que mis dos hermanos.
Durante ese tiempo se produjo
la toma del control interno de las prisiones por parte de la policía
federal, lo que trajo un endurecimiento de las condiciones de vida para
los reclusos. Suprimieron actividades, talleres, trabajo y estudios para
implantar un modelo de hostigamiento basado en el encierro con la luz
encendida todo el día.
Los malos tratos son una práctica habitual pero
sufrirlos hoy en día es casi una suerte porque también pueden ejecutarte
o hacerte desaparecer. Hemos documentado decenas de casos de detenidos
que han aparecido muertos o simplemente están en paradero desconocido.
El caso más conocido es el de los 43
estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa en 2014. ¿En qué situación se
encuentra ese proceso?
A.C.: En nuevas comisiones y nuevas recomendaciones
que no han servido para aclararlo. Aquello fue un mensaje nítido enviado
a las organizaciones políticas y sociales de México.
R.F.: Que el caso de Ayotzinapa no se haya resuelto
pese al impacto internacional que tuvo y las peticiones realizadas por
la Comisión Interamericana de derechos humanos deja en evidencia que
cualquier otro caso de menor trascendencia no será esclarecido. La
crisis que sufre México por las desapariciones forzadas es gravísima.
¿Es México un estado fallido?
R.F.: Hay muchos lugares en los que sí es un estado
fallido. Aunque no es igual en las comunidades más aisladas y rurales
del país, como la Sierra Tarahumara, donde se conoce perfectamente la
conjunción que existe entre la policía y el crimen organizado, y la
situación que se vive en las zonas urbanas.
A.C.: Aunque el concepto no me gusta porque es un
invento muy estadounidense, podríamos considerar que México es un estado
fallido en materia de protección de derechos humanos, pero muy efectivo
en la militarización de la seguridad o para realizar 11 reformas
laborales.
Es fallido para garantizar el acceso al agua potable en la
capital pero es muy eficaz para reprimir las protestas. Hasta tienen
perspectiva de género porque envían mujeres policías para pegar a
mujeres manifestantes. (...)
¿Tienen miedo?
R.F.: No sé si quiero ser consciente de ello. Hay algo
absurdo en todo esto y es que a veces pienso que hasta tengo miedo de
reconocer en público que lo tengo.
A.C.: No conozco a nadie que no tenga miedo cuando se vive una
situación que escapa a su control. Pero lo asumimos mediante mecanismos
internos que normalizan todo lo que es anormal en mi país.
Es un proceso
personal que desarrollamos para que el miedo no termine devorándote,
porque eso sería la perdición, pero con el añadido de que todos somos
conscientes de que la realidad de México no va a cambiar a corto plazo." (Entrevista a Antonio Cerezo y Ruth Fierro, activistas por los derechos humanos en México, Gorka Castillo, CTXT, 27/03/18)
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