Lavanderas trabajando en Priego de Córdoba en tiempos de la Segunda República
"Medio centenar de mujeres fueron asesinadas por los golpistas tras la
toma del pueblo sevillano de Cazalla, centro neurálgico de la Sierra
Norte de Sevilla. La dura represión franquista llevó a la cárcel a otras
102, mientras que el resto hasta las 198 represaliadas documentadas en
el libro Crónica local de la infamia
desaparecieron, fueron depuradas o se exiliaron.
Esto ocurrió a raíz de
la toma del pueblo a sangre y fuego por la columna rebelde del
comandante Gabriel Tassara Buiza el 12 de agosto de 1936. (...)
se ha podido incrementar el censo de represaliados en total desde 1.203
hasta 1.843, una cifra que se acerca al 20% de la población, que según
el censo vigente en 1936 superaba los 11.200 habitantes.
La cifra total
de muertos a consecuencia de la represión rebelde ascendió a 357, según
el recuento publicado por el investigador sevillano José María García Márquez, autor del voluminoso libro de referencia Las víctimas de la represión militar en la provincia de Sevilla. 1936-1963 (Aconcagua, 2012). (...)
¿Qué pasó en Cazalla de la Sierra para que la represión fuera tan
terrible, tan masiva y tan cruel? La envergadura de "la matanza y del
expolio franquistas siempre se ha justificado por reacción a una masacre
previamente cometida por el Comité de Defensa que resistió cerca de un
mes, pero no hubo tal asesinato en masa", señala el prologuista Bartolomé Clavero,
catedrático de Historia del Derecho de la Universidad de Sevilla.
"Lo
único que hubo fue que el día 5 de agosto, tras rechazar un ataque
frustrado de la columna golpista Carranza, los milicianos se dirigieron a
la cárcel y mataron a 63 presos derechistas", reconoce el autor del
libro. Esa matanza condicionaría la represión contra los republicanos
que multiplicó casi por seis las víctimas conservadoras.
Y no
hubo más asesinatos porque —como se reconoce en un documento militar
encontrado por el investigador extremeño Francisco Espinosa— "fusilar en
masa a gentes sin más capital que sus brazos, todos asociados a
organismos del Frente Popular, habría acarreado desastrosas
consecuencias económicas y de producción". (...)
Motivos recurrentes fueron "no sólo por ser rojas —un hecho
político—, sino por haberse atrevido a ocupar un espacio público y
social que no les pertenecía —la política— y por haberse desnaturalizado
como mujeres abandonando los preceptos morales cristianos que, según
ellos, eran inherentes a su condición".
En efecto, estas
motivaciones pesaron mucho sobre las cazalleras republicanas que, en
gran medida, fueron perseguidas y castigadas por ser "familia de", pero
también por haberse atrevido a crear el Sindicato de Empleadas del Servicio Doméstico,
afecto al Sindicato de Oficios Varios de la CNT, en febrero de 1936
tras la victoria del Frente Popular.
Esa sindicación culminó un proceso
de movilizaciones que este gremio integrado por las llamadas criadas o
sirvientas, además de lavanderas, aguadoras o silleras había plasmado en
sucesivas huelgas en los años 1932, 1934 y 1936 en pos de unas
condiciones de trabajo dignas.
Como ejemplo baste citar algunas de
las reivindicaciones que justificaron la sonada huelga de junio del 36
ante la reiterada negativas de los patronos a negociar unas bases
contractuales mínimas: jornada de siete horas desde las 09.00 de la
mañana, prohibición de que las mozas sirvientas se quedaran a dormir en
la casa de los patronos, abono del sueldo íntegro en caso de accidente
laboral y el domingo como día de descanso.
En cuanto al sueldo, se
pedían 40 pesetas mensuales para las cocineras, 35 para las sirvientas
del cuerpo de casa, 30 para las niñeras, y 0,75 pesetas por hora para
lavanderas y limpiadoras. (...)
El Ayuntamiento medió para propiciar la negociación, pero sólo logro
que acudieran dos de los 134 patronos a los que convocó, lo que provocó
una huelga de tres semanas con piquetes ante los
domicilios incluidos.
"Nada volvería a ser lo mismo en las relaciones
interclasistas de la sociedad local", precisa Antonio Jiménez añadiendo
que "poco antes del golpe militar sucedió un hecho que marcaría la
represión posterior: el cierre gubernativo del local de la CNT en
Cazalla y la requisa de las fichas de las 99 afiliadas el Sindicato del
Servicio Doméstico". Ese listado sirvió para castigar a más del 90% de
aquellas mujeres perfectamente identificadas con sus nombres y
apellidos.
"Para los fascistas locales había llegado la hora de la
venganza y la vergüenza, y para el resto, fue el tiempo de la muerte,
el dolor y el silencio" escribe Jiménez Cubero, que asegura que hubo
barrios enteros del pueblo duramente represaliados, justamente las zonas
más humildes donde vivían las sirvientas.
De las 49 mujeres asesinadas
por los golpistas en Cazalla, 11 son catalogadas por el investigador
jornalero Jiménez Cubero como sirvientas de profesión, mientras que
varias decenas más sufrieron cárcel o tuvieron que huir.
Pero,
concluida la guerra, algunas regresaron a Cazalla confiadas en la falsa
promesa de Franco de que nada debían temer quienes no tuvieran las manos
manchadas de sangre. Eso le ocurrió a Carmen Benítez, apodada La Manchá y a sus dos hijas Dolores y Antonia, que habían estado afiliadas al sindicato.
Un consejo de guerra las condenó en 1941 a 12 años de cárcel a cada una,
"por un batiburrillo de cargos que iba desde el auxilio a la rebelión, a
su carácter revolucionario, pasando por la violencia y demás
perversidades". (Público, 17/03/2014)
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