"Juliana Cortés, una mujer de Escañuela (Jaén) a la que pelaron dos veces,
una al terminar la guerra y otra un poco después, cuando ya le había
crecido el pelo y fue un día a por agua, con tan mala suerte que se
encontró a “una mujer de derechas, que avisó de nuevo a los falangistas”
de que Juliana se había dejado ver por el pueblo.
“A mi madre y a
nueve mujeres más las "pelaron"; a mi madre no la pasearon, pero a las
otras sí, con tambores por la calle, a finales de abril del 39. Se
echaron a la calle los falangistas, que eran del pueblo. Las "pelaron"
en la cárcel y en la casa de Falange y les dieron aceite de ricino.
La gente, los de derechas, iban a mirar, los niños y los mayorcitos
iban detrás. La
s mujeres de nuestra clase no iban a ver, pero las otras
sí”, recuerda hoy María González, hija de Juliana." (Público, 05/03/2013)
"Concha es el vivo ejemplo de una mujer a la que ningún obstáculo ha
conseguido borrar la sonrisa de la cara. Sonríe hasta cuando llora.
Sonríe hasta cuando narra cómo los "señoritos del pueblo" vinieron a
buscar a su padre para ajusticiarle. “El 2 de marzo del 37”.
Él no
estaba entonces en casa, sino con sus cabras. Era pastor. Cuando regresó
decidió huir junto a sus dos hijos varones. “Me voy, a ver si me salvo”,
dijo. José, que así se llamaba su padre, murió congelado en la sierra,
según contó un vecino del pueblo que sí consiguió regresar. De sus dos
hermanos, nunca más se supo.
Los falangistas volvieron pocos días
después buscando a la madre de Concha, Enriqueta. No eran del pueblo.
“¡Enriqueta!”, gritaban desde las calles. Ella se escondió. No así una
vecina del mismo nombre y de reconocida "ideología de derechas" que
salió a ver qué pasaba. Nadie la reconoció y fue rapada. La Enriqueta de
izquierdas, la matrona de esta pequeña localidad, se libró de la
humillación." (Público, 05/03/2013)
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