"( ... ) Al mismo
tiempo, hay que dejar constancia del modo como las niñas reaccionaban frente a
la injusticia que ya se revelaba visiblemente. Las chicas judías no podían ser
miembros de la BDM, lo que, al menos en las ciudades, difícilmente podía pasar
inadvertido.
Evelyn Eigermann, judía alemana, recuerda cómo vivió los inicios
de la inhumanidad: "Me hubiera gustado ser miembro de la BDM. Envidiaba a
todas las chicas que podían llevar las faldas azules y las blusas blancas. Era
realmente duro para mí. Algunas de mis compañeras de clase lo lamentaban, y
otras permanecían indiferentes.
Algunas dijeron: "Ahora pertenecemos a la
BDM, y tú no perteneces al grupo, eres una puerca judía. No es que tenga nada
personal contra tí, pero vosotros, los judíos, sois culpables de todo".
Los niños
también pudieron observar en multitud de ocasiones la dimisión de profesores
que habían caído en desgracia a consecuencia de la unificación en las escuelas.
Gerda Zorn, nacida en 1920, se acuerda de la última lección de su apreciado
profesor de clase Knief:
"Tenía un aspecto enfermizo. Nos asombramos de
que no se sentara y empezara con la clase. Entonces se abrió la puerta de
golpe.
Un hombre en uniforme de la SA entró pavoneándose. Las botas golpearon
fuertemente contra el suelo y su voz ladró: "Heil Hitler". Guardamos
silencio. De manera sarcástica dijo: "Bien, señor Knief, ¿se ha despedido
ya de la clase? Entonces me permitiré
pedirle que se vaya, quiero empezar con las lecciones”.
Apretamos los puños.
Sólo una palabra y hubiéramos saltado. Pero no ocurrió nada, la puerta se cerró
detrás de él.” (Guido KNOPP :
Los niños de Hitler, Ed. Planeta,
2005, pág. 129-130)
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