"Susana Trimarco era una funcionaria en Tucumán, casada y con dos hijos.
Su vida cambió hace casi 10 años cuando su hija María de los Ángeles
Verón, de 23 años y con una niña de tres, fue secuestrada en plena
calle. Trimarco se encontró con la inoperancia policial a la hora de
buscar a Marita, como llamaba a su hija.
Se puso a investigar, y
descubrió el mundo de las redes de trata con fines de explotación sexual
en Argentina. En su lucha, la madre llegó a disfrazarse de prostituta
para averiguar en los burdeles. Así supo que Marita tuvo otro bebé de
uno de sus captores. (...)
Hubo un momento en que amplió sus pesquisas a Europa. La embajada
española apoyó la búsqueda de Trimarco cuando la mujer aportó
informaciones que avalaban la tesis de que su hija estaba en España, a
donde viajó en su busca en 2009. (...)
Esta madre coraje ha atraído la atención de muchos de sus
compatriotas porque es la primera en declarar en el juicio que se está
celebrando en San Miguel de Tucumán contra 13 imputados, ocho varones y
cinco mujeres, por el secuestro de su hija.
“No sabe el sufrimiento que
es saber que la violaron, la apuñalaron y la obligaron a tener un hijo”,
dijo al tribunal. Cree que debería haber “muchos más” acusados,
incluidos un expresidente e integrante de la barra brava del club de
fútbol local San Martín, Rubén Ale. Se trata del primer juicio contra
las redes de trata en Argentina.
Una de las acusadas, Daniela Milhein, admitió ante el tribunal que
Ale la inició en la prostitución a los 16 años. Relató aquellos
comienzos: “Un día ahí es que no termina el día, porque se trabaja las
24 horas, así tengas el periodo o estés enferma”.
Más de 600 mujeres se encuentran desaparecidas en Argentina y se cree
que una buena parte han sido captadas por redes para prostituirlas,
según Fabiana Túñez, directora general de la asociación civil La Casa del Encuentro,
que se dedica a la prevención de este delito.
La mitad de ellas eran
menores de edad cuando desaparecieron. Las redes captan a las mujeres
mediante secuestros o engaños. A muchas las envían a España, México y
Suiza, según fuentes policiales. Las buscan según la demanda. Por
ejemplo, jóvenes de clase media, y por eso el año pasado hubo tres
intentos frustrados de secuestros en la Universidad de Buenos Aires. (...)
Si la joven desaparece de un día para el otro, sin llevarse sus
pertenencias, y manda un mensaje de texto a su familia de que está bien,
que no la busquen y que ha encontrado trabajo en otra ciudad, entonces
se sospecha que fue víctima de una red de trata.
La familia la llama al
móvil: primero aparece el contestador, pero después deja de funcionar.
“Cuando las secuestran, primero las tienen en ablande”. Se refiere Túñez
a unos 10 o 15 días en los que amenazan de muerte a ellas y a su
familia, las golpean, las drogan y las violan.
Las mujeres son vendidas a los prostíbulos locales o a una de las
tres principales redes de trata del mundo, las de México, Europa del
Este o China, por entre 12.000 y 26.000 euros. Después comienzan a ser
prostituidas: cada pase, como se denomina al coito, puede costar entre 5
y 175 euros.
También son usadas para vender droga a sus clientes. Las
engañadas que se resisten a prostituirse son sometidas al ablande o son
asesinadas, lo que resulta ejemplar para las demás.
“Las chicas pueden
entrar o salir del prostíbulo, pero no pueden dejar de ir porque tienen
deudas con sus dueños”, cuenta Núñez. “No las dejan nunca solas y a
veces la policía forma parte de la red”, advierte la experta. Una mujer
se había fugado con otras cuatro con la ayuda de un cliente camionero,
pero unos policías las devolvieron al encierro.
“Las familias de las víctimas hacen sus propias investigaciones y ven
la complicidad de las fuerzas de seguridad, la justicia, la política y
los clientes”, señala Túñez. Cuando Trimarco buscaba a su hija y
encontraba algún dato sobre un prostíbulo en el que podía estar su hija,
la policía riojana lo allanaba siempre horas después de que Verón fuera
trasladada a otro club nocturno, según testimonios de mujeres
liberadas.
Las esclavas sexuales son alcoholizadas y drogadas para aguantar la
tarea. Así es que las que logran fugarse o son liberadas muchas veces
deben luchar contra la drogadicción y en general tardan cinco años en
recuperarse y rehacer sus vidas." (El País, 16/02/2012)
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