23/9/11

La represión de los protestantes. "dos falangistas le fueron a buscar para que enterrara a Ángel, pero que él se negó, porque estaba vivo, aunque herido... le encañonaron con sus pistolas y le obligaron a enterrarlo en esas condiciones"

"Como se dice más arriba, este lamentable y vergonzoso hecho no fue exclusivo de Cigales: valga como ejemplo de la saña católica y su persecución contra otras creencias lo ocurrido en el valle del Tiétar, donde fueron fusilados todos los hombres mayores de 17 años que profesaban el credo evangelista.

En Cigales había un presbítero, el señor Cipriano San José, cuyos dos hijos mayores fueron asesinados en Valladolid. El obispo residía en Valladolid y realizaba visitas semanales a Cigales, donde todavía hoy se le recuerda.

Su nombre era Manuel Borobia, y fue detenido precisamente por su condición, aunque la acusación, hipócrita y cobardemente oculte la verdadera causa de la condena que se le impone, adjudicándole gritos de ¡Viva Rusia!; sin embargo, en el mismo documento se dice que “es totalmente responsable de los hechos ocurridos en Cigales”.

Así podemos leer entre líneas que el delito del señor obispo, hombre venerable de más de 60 años, no fue el de alborotar por las calles, sino el de ser la cabeza de una iglesia tan legal, por lo menos, como la católica.

Entre estos casos, uno de los más significativos fue el asesinato del guarda de campo Ángel de la Fuente, quien no había sido detenido a pesar de haber mantenido disputas y desacuerdos con alguno de los falangistas del pueblo.

Este hombre desapareció cuando ocurrieron los sucesos del 20 de julio y estuvo escondido en los viñedos de la carretera de Ampudia, muy cerca del pueblo. Pero no tenía apoyo de nadie, y se vio obligado a salir a la carretera y pedir comida a uno que pasaba con un carro. Este hombre le ayudó, pero de inmediato lo denunció. Un grupo de falangistas se acercó a la zona, lo localizó y le disparó.

Sus familiares y vecinos pensaban que podía haber escapado, pero pasados varios meses, el sepulturero del pueblo confesó que dos falangistas le fueron a buscar para que enterrara a Ángel, pero que él se negó, porque estaba vivo, aunque herido. Estos dos jóvenes falangistas le encañonaron con sus pistolas y le obligaron a enterrarlo en esas condiciones. El sepulturero quedó muy afectado por aquel hecho.

La vida de las personas relacionadas con los detenidos o asesinados se volvió muy precaria en lo material y verdaderamente inestable en lo psicológico. Los hijos pequeños dejaron en su mayoría la escuela para trabajar y poder ayudar al mantenimiento familiar.

Así, muchas niñas, despojadas de sus padres se vieron obligadas a trabajar como sirvientas, mientras los niños acarreaban agua o piedras, y en los momentos más duros llegaban a pedir limosna. Sus madres lavaban ropas y luchaban por conseguir trabajo que les proporcionaron, sobre todo los italianos acuartelados en la localidad.

La colonia evangelista de Cigales fue uno de los objetivos centrales de la represión, en este caso encabezada por el cura católico y las beatas de la localidad. La capilla y la escuela fueron clausuradas e incautadas, y muchos creyentes fueron detenidos sin otra causa que profesar otra fe distinta de la católica. (...)

Se refiere a Don Manuel Borobia, Obispo evangélico residente en Valladolid, que fue detenido y encarcelado junto con varios de sus hijos, condenados a diversas penas y expulsados del Magisterio.

El presbítero de Cigales se llamaba Cipriano San José, y vivía en la calle del Agua. Uno de sus hijos, Eliseo San José Vigo fue fusilado en Valladolid; otro, muy joven, también fue detenido en Valladolid durante la sublevación, sin que se sepa qué fue de él.
Tanto los evangelistas como los republicanos sufrieron un duro proceso de adoctrinamiento; obligados a bautizarse en la iglesia católica, aun a sabiendas de que no eran creyentes, o que tenían otra religión.

La mayoría de ellos se vieron obligados a acudir al comedor que organizó el Auxilio Social, donde se les obligaba a cantar el Cara al Sol y se les humillaba de muchas maneras. El desprecio, los insultos, las humillaciones y la violencia sufrida por estos vecinos se muestran en los testimonios recogidos, todos ellos concordantes y verosímiles. (...)

Además se produjeron extorsiones y chantajes sobre muchos vecinos de Cigales, hasta que un grupo de vecinos, hartos ya de ser amenazados y robados en nombre de la patria, se acercaron a Valladolid para denunciar a varios falangistas ante el comisario Panero, que era natural de Cigales.

Se comprobó que varios de estos falangistas habían exigido en diferentes ocasiones y mediante amenazas, el pago de cantidades importantes a algunos vecinos de la localidad. El escándalo envió a las Cocheras a dos falangistas conocidos, coincidiendo allí con los republicanos de su pueblo.

El comisario amenazó personalmente a estos dos criminales con “pegarles un tiro” si hacían algo contra sus convecinos, tanto dentro como fuera de Cocheras. Estuvieron detenidos tres o cuatro meses. Tiempo después, uno de ellos se suicidó ingiriendo una caja de cerillas."                    (represionfranquistavalladolid.org, 'Cigales', 05/09/2011)

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