26/3/24

«Todas las víctimas de la represión han sido olvidadas. Y son a ellas a quienes debemos la democracia»

 "El 23 de enero de 1977 asesinaron a Arturo Ruiz en una manifestación proamnistía en Madrid. Le tocó a él pero podía haber sido cualquier otro. Tenía 19 años, trabajaba y estudiaba. Un adiestrado pistolero de la ultraderecha le pegó dos tiros por la espalda. El asesino, José Ignacio Fernández Guaza, no era un verso suelto, era un miembro de los servicios de información de la Guardia Civil, según él mismo confesó desde una población argentina donde vive con falsa identidad. Lo relata con detalle Carlos Portomeñe, en el artículo que acompaña a esta entrevista.

El hermano de Arturo, Manuel Ruiz, dedicó sus últimos años de vida a reivindicar verdad, justicia y reparación. Quería que se supiera lo que pasó y que se investigara a los culpables. La búsqueda le unió por el camino a los familiares de otras víctimas de aquellos años de brutal represión de las fuerzas del Estado que confabulados con la extrema derecha intentaban enterrar las ansias de libertades. Así conoció al hermano de Ángel Almazán, otro joven a quien la policía mató de una paliza en 1976, y a otros tantos que fueron surgiendo del frío de soledad y olvido. Juntos formaron el Colectivo de Olvidados por la Transición que, junto a Atrapasueños Cinema, ha hecho posible el documental Las armas no borrarán tu sonrisa. El título reproduce la frase que el padre de Arturo dejó escrita a mano en el dorso de una foto de su hijo.

La tenacidad de Manuel consiguió que Adolfo Dufour transformara la denuncia en documental. Y que en esa denuncia se reconocieran las más de 200 personas asesinadas por las balas de quienes desde la impunidad detentaban el patrimonio de las armas. Manuel, que es el motor e hilo conductor de este documental, falleció pocos días antes del montaje final de la película, pero sabiendo que estaba hecha. Compartió la satisfacción con su oncólogo: “La película está acabada”.

Adolfo Dufour, guionista y realizador, ha dirigido cerca de un centenar de documentales históricos, muchos de ellos para la serie de TVE, Memoria de España. Aquel 23 de enero de hace 47 años, Adolfo participaba en la manifestación proamnistía en la que asesinaron a Arturo Ruiz y en las muchas que le sucedieron. “Te manifestabas pacíficamente y te jugabas la vida. Tenías miedo, pero aún así ibas adelante; era necesario luchar por las libertades y la justicia social para acabar con la dictadura cruel que oprimía”. Por todo esto, cuando Manuel le pidió realizar este documental se sintió en la obligación moral de hacerlo “porque Arturo Ruiz, Mari Luz Nájera, los abogados de Atocha, Ángel Almazán… son un referente ético y de compromiso para mi generación”. Considera que es importante que el cine cuente estas historias reales para la profundización democrática, para que la conciliación sea auténtica, para que la sociedad española y las nuevas generaciones conozcan su historia reciente para evitar que situaciones tan trágicas se repitan.

En esa línea, en 2009 rodó Septiembre del 75, sobre los consejos de guerra sumarísimos que concluyeron en los últimos fusilamientos del franquismo, y también sus dos últimos trabajos Lo posible y lo necesario, sobre Marcelino Camacho, Josefina Samper y el movimiento obrero en el franquismo y la Transición, y Luis Cernuda, el habitante del olvido.

También escribió un libro que, con raíces en la República, habla de los jóvenes y no tan jóvenes que luchaban por acabar con la dictadura, que se organizaban, que militaban, que devoraban libros, que se instruían, que debatían, que se divertían y se amaban, que arriesgaban sus vidas y se las arrancaban de cuajo, que trabajaban por un mundo libre justo y mejor. El libro se llama El vuelo de las hormigas aladas. Aquellos jóvenes era las pocas hormigas que eran capaces de volar. Enfrente tenían a quienes se resistían a la democracia y a quienes se iban tejiendo trajes de corte aperturista con los que seguir controlando el régimen. El libro acaba con el asesinato de Arturo y Mari Luz. Justo donde empieza este documental. A menos de 100 metros de donde mataron a Arturo, el pasado 23 de enero se proyectó la premier de Las armas no borrarán tu sonrisa, una película que inicia su recorrido por las salas de cine.

GEMA DELGADO: Han pasado ya 47 años de aquella semana negra en la que se llegó a amenazar con una noche de los cuchillos largos. ¿Por qué esta película ahora?

ADOLFO DUFOUR: Esta película es de Manuel Ruiz. Quería que hiciera un documental acerca de la semana negra y de todas aquellas personas, mayoritariamente jóvenes, que creyeron que había que conquistar las libertades democráticas y lucharon por la democracia en la Transición. Acerca de quienes perdieron la vida víctimas de aquella represión tremenda dirigida desde el Ministerio de Gobernación de la época y secundada por la policía, por los agentes de la Brigada Político Social, pistola en mano, y por los miembros de la ultraderecha que estaban, si no infiltrados completamente en la policía, sí ligados a ella.

Todas aquellas víctimas de la represión han sido olvidadas. Y son a ellas a quienes debemos la democracia. Desde los cenáculos del poder es fácil hacer concesiones, en teoría democráticas, pero los que lucharon por la democracia lo hicieron en las calles, en las fábricas y en la aulas. Y a esa gente se le debe rendir homenaje.

El discurso oficial de la Transición no reconoce a esas víctimas, que fueron muchas. Hay un entramado de diferentes poderes que han impedido que personas como Manuel Ruiz o Ángel Almazán, entre otras muchas, encuentren respuestas a su petición de verdad y de justicia. La película habla por sí misma respecto a todo lo ocurrido.

G.D.: Es una película sobre la memoria robada y la lucha contra el olvido. ¿A qué público va dirigida?

A.D.: Cuando Manuel me pidió hacer esta película yo le dije que sí, pero que tenía que ser una película dirigida al más amplio público posible, a todos los públicos. En este país hay una historia oficial, pero también hay una historia complementaria, tan verdadera o más, que está basada en documentos contrastados. Es la memoria que se ha querido ocultar y que contradice esa edulcorada versión de lo que ocurrió. Es más cómodo pensar que desde arriba, desde el poder, se hicieron unas concesiones al pueblo para instaurar la democracia cuando la realidad es que hubo mucho sufrimiento para conquistarla.

Y eso también se aplica a las nuevas generaciones, incluso en política, que muchas veces no valoran lo que costó conquistar las libertades democráticas. Y eso lo consiguió la gente de abajo, que salió a la calle, que se movilizó en sus centros de trabajo y de estudios, y que son los grandes olvidados y se merecen el derecho a un reconocimiento. Tienen derecho a que la justicia castigue a los asesinos y a que la sociedad española les reconozca que gracias a ellos tuvimos las libertades políticas, más o menos restringidas, de las que gozamos ahora.

También hace falta rescatar de la historia olvidada la labor impagable que hicieron los abogados de Atocha, militantes del Partido Comunista de España y de CC. OO., y los abogados de otros despachos laboralistas de la ORT, de Bandera Roja, del MC… Hicieron una labor inconmensurable para defender los derechos de los trabajadores que no está reconocida.

G.D.: Hicieron que la Transición fuera más allá de lo que hubiera sido si no se hubiera peleado.

A.D.: Sí. Quisieron tutelar la Transición. Y ahí estaba Estados Unidos y Kissinger detrás. Querían un partido comunista proscrito. Y todas esas personas que lucharon en la calle lograron que la Transición fuera un poco más allá de lo que los poderes fácticos querían conceder pero también menos de lo que se pedía, que hubiera habido unas libertades democráticas reales en su totalidad, que se hubiera elegido la forma de Estado, que se hubiera permitido votar entre monarquía y república, y que de alguna manera se hubiera hecho un Estado acorde con aquel que fue suspendido porque no hay que olvidar que el Estado constitucional era la República y que fue un golpe de los militares al servicio de las jerarquías y de los grandes poderes económicos quien truncó la democracia. Se pedía una ruptura democrática en la que los derechos de los trabajadores fueran más allá, que hubiera más justicia social. De todas formas lo que se consiguió fue muy importante. No se puede infravalorar. Y costó muchas cosas, costó muchas vidas y mucho sufrimiento. Y es por eso que hay que reconocerlo.

G.D.: Imagino que entre el público que se sienta en las butacas habrá mucha gente del «yo estuve allí», pero también, con un gran salto generacional, jóvenes que nunca oyeron hablar de esto. ¿Cómo crees que la van a recibir?

A.D.: El problema de las últimas generaciones es que se les ha hurtado la realidad de lo que pasó. Creo que tienen que estar muy interesados porque sólo han recibido un discurso, el de que la democracia se gestó desde arriba, y no es cierto. Hay que conocer toda la historia. Eso hará de este país un país mejor. Cuando a las nuevas generaciones, como ya pasó con otras películas, les ofrece la información, la reciben y la analizan. El conocimiento siempre agranda.

Como dijo el documentalista norteamericano Ken Burns, la historia del presente es saber lo que ocurrió en el pasado; el pasado construye el presente y cimienta el futuro. Eso es fundamental para no ser atrapado directamente por las garras del sistema.

Sectores de la izquierda que desprecian la Transición tienen que conocer cómo fue, lo mucho que costó y lo mucho que se consiguió. Se quería haber logrado mucho más pero en ese momento no fue posible. Quizá el ejército, la judicatura, todos los poderes que sostenían el régimen anterior eran excesivamente potentes. Eran terribles. Alejando Ruiz Huerta, superviviente de Atocha, cuya vida es un ejemplo, tiene un discurso muy clarificador de todo lo que ocurrió.

Y también es cierto que mientras cierta gente peleaba otra era más acomodaticia y no se movía.

La reforma al final se instauró y silenció todo lo alternativo. Las clases dirigentes querían seguir controlando el poder. El resultado es que la judicatura es la misma, el Ejército ha seguido teniendo el poder, las jerarquías económicas y las grandes empresas fueron las mismas… No se pudo romper con el régimen. ¿Por qué? Esa es la gran pregunta. Conocer la historia es muy interesante porque se puede aplicar al momento actual.

G.D.: Hablas de las víctimas pero también de los responsables de aquella represión del régimen contra el que se luchaba. Tanto de las fuerzas del Estado como de esa internacional negra, con mercenarios ultraderechistas trasnacionales al servicio del Estado. ¿Qué pasó con aquellos responsables de todos estos asesinatos?

A.D.: La mayor parte de estos asesinos nunca fueron juzgadas. Todos se escaparon. Los policías que mataron a Ángel Almazán o a Mari Luz Nájera nunca fueron juzgados. Se reprimía cualquier tipo de reivindicación obrera y se mataba a los trabajadores que salían a manifestarse. Y se hacía desde la impunidad.

Todo eso quedó sin castigo. En las últimas declaraciones que publicaron los periodistas de El País, que han hecho una labor estupenda, el propio asesino de Arturo, José Ignacio Fernández Guaza confiesa que, tras el asesinato de Arturo, la propia Guardia Civil le dijo que se marchara de España. Y de hecho él estuvo en el cuartel de Guernica, y allí le envió la familia dinero, de forma que estaban apoyados por los aparatos del Estado. Es el tema que se lleva a los tribunales argentinos y lo que defienden los hermanos de Arturo Ruiz y de Ángel Almazán, que estos crímenes fueron de lesa humanidad, es decir, que detrás de ellos no estaban personas aisladas, sino que los autores estaban ligados con el aparato del Estado y que además estaban dentro de una operación, que ellos sostienen que era la operación Gladio, que estaba financiada por la OTAN y la CIA para que los grupos comunistas no pudieran ser influyentes en Europa. En Italia se demostró. En España aún está por demostrar y es lo que indaga el libro de Carlos Portomeñe La matanza de Atocha y otros crímenes de Estado y denuncian los hermanos Ruiz.

G.D.: A la hora de recuperar la historia y de poner a cada uno en su sitio, hablas de dos personajes fundamentales en el régimen de la tan bien vendida «modélica» Transición, como Rodolfo Martín Villa y Manuel Fraga, a la sazón, uno de los padres de la Constitución.

A.D.: Eran personas que provenían del franquismo y que ocuparon cargos muy relevantes. Fraga era aperturista pero en el año 63 participó en toda la propaganda que se hizo contra Julián Grimau, dirigente del PCE al que tiraron por la ventana y fusilaron. Fraga le hizo una campaña absolutamente calumniosa para justificar su ejecución. Y Martín Villa también tiene un largo historial. Eran personas que provenían del régimen, e independientemente de que tuvieran ideas de evolución democrática, vieron que el régimen se había acabado y que tenía que evolucionar, con lo que se enfrentaron a sectores aún más involucionistas, pero querían controlar este proceso para que no se les fuera de las manos y que realmente las libertades democráticas que se establecieran no cuestionaran nada. Y, como dice Oscar Alzaga, de democracia cristiana, que se integró en UCD con Martín Villa, lo que querían era su supervivencia política. Y controlaron el proceso a sangre y fuego. Hubo mucha violencia institucional en la época de la Transición. Se ha ocultado y es lo que las personas que salen en el documental han querido denunciar.

G.D.: En el documental se refleja la impotencia, la pérdida de confianza en la justicia, en las fuerzas de seguridad, en quienes dirigieron la Transición, pero también habla de relevo, de futuro y de esperanza de la mano de las hijas que aquellos jóvenes no tuvieron la oportunidad de tener, y con las que finaliza la obra. Por qué le has querido dar ese final.

A.D.: Las hijas que no tuvieron es una performance escrita por Carlos Olalla que yo he incorporado a la película porque me parecía importante que hubiera una esperanza, porque todas las víctimas de la Transición tenían unas esperanzas. Eran jóvenes que murieron por la represión al reivindicar un mundo diferente. No sólo demandaban democracia y libertades políticas y sindicales, también luchaban para que hubiera más democracia económica, para que no hubiese pobreza, para que todo el mundo tuviera derecho a la sanidad, a la educación, a la paz.

Entonces, representar a través de estas chicas jóvenes, todo aquello por lo que lucharon sus hipotéticos padres, me parecía importante.

Inspirándome en la placa de Arturo escribí dos personajes: Verdad y Memoria, que de una manera abstracta representan el pensamiento de toda aquella generación de utópicos que se dio en los 70 y 80 que pensaban que se podía mejorar el mundo. Ahora también hay jóvenes que quieren cambiar la situación de este mundo que es cada vez más voraz, más codicioso, donde sólo vale el dinero, el dinero y el dinero. Jóvenes que quieren unas relaciones sociales y económicas más justas, más equitativas, más democráticas.

El documental acaba con el personaje de la Memoria, que interpreta Gloria Vega, que es una actriz excepcional, como Susana Martins, que interpreta la Verdad, y que dan esa esperanza de futuro cuando acaba con la frase del poeta recordando que nuevos seres anónimos recogerán su legado allí donde los otros sucumbieran.

Hay que dar esperanza porque estas sociedades tienen mucho potencial y la gente buena es muy mayoritaria respecto a la gente mala. Hay que confiar en la bondad de la sociedad para transformar las cosas y, sobre todo, en la mirada hacia los semejantes. Esta sociedad tiene que mirar más hacia el otro. Saber del otro. Dejar el individualismo que nos entra a través del sistema. Tener una mirada sensible hacia los semejantes. Y esto es lo que representa esta generación con ese final más optimista, que es lo que se merecen todas la víctimas que murieron precisamente por dejar ese legado."               (Gema Delgado, Mundo Obrero, 03/03/24)

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