"«Me gustaría llorar, pero no puedo». Olga Seijas Fuentes (Barcelona,
1935) lanza el aviso cuando empieza a hablar de su padre. No conserva
muchos recuerdos en su memoria ni fotos en su álbum. Sí una carpeta
llena de documentos que archiva con la ayuda de su hija Julia. Cómo fue
José Seijas Insua, un perito mercantil de Carral, a dar con sus huesos en el campo de concentración de Mauthausen (Austria)
es un tema al que aún le da vueltas.
«Lloré tanto de niña...». «Que ya
no le quedan lágrimas», completa la frase su hija. Olga vio por última
vez a su padre en el vagón de una estación de tren de lo que, cree, era Francia. Tenía cuatro años.
La profesión de José Seijas, guardia de asalto en la II República, lo llevó a Barcelona. Allí lo pilló el fin de la Guerra Civil.
Huyó con su familia a Francia «y ahí se deshizo todo», resume Olga. Su
madre murió pocos años después, cuando ella tenía 12 años. «Regresamos a
Carral. La verdad es que nunca se metieron con nosotras ni nos llamaron
rojas. Nadie, excepto el cura, él sí que... dudaba. Decía que no estaba
bautizada», recuerda Olga.
Su madrina, que permaneció en Barcelona, les
trasladó el comunicado de Cruz Roja
Internacional a los tres años de estar en Carral: José Seijas murió en
1941. «Bueno -matiza su hija-, lo mataron». Fue en Gusen, un subcampo a
cinco kilómetros de Mauthausen.
Deportado número 6.551
Unas cartas enviadas antes de ser deportado al campo -primero estuvo reclutado por los franceses- son lo último que conservan de él. «Una la trajo un señor de Vizoño (Abegondo) desde Francia en la suela del zapato. Se jugó la vida. Mi padre también era muy cauto. Le enviaba las cartas a otros familiares. Quería protegernos a nosotras», explica su hija.
«Impactoume
ver a súa vitalidade, falaba do futuro como algo alentador. Coido que
ningún dos españois exiliados en Francia se imaxinaban que ía ser deles.
Moito menos o que era un campo de exterminio nazi», cuenta
Nieves Villar. Es la coautora, con Miguel Alonso, del libro dedicado
José Seijas.
La Asociación para a Recuperación da Memoria Histórica
(A.R.M.H.) y Cultura Aberta de Carral están organizando una serie de
charlas y exposiciones para dar a conocer su historia y la de los
españoles víctimas del Holocausto. Seijas fue el deportado número 6.551
de Mauthausen.
200 gallegos
Se calcula que fueron 200 los gallegos deportados a los campos nazis. Hay constancia documental de 9.328 españoles. De ellos, 5.185 murieron, 3.809 sobrevivieron y 334 figuran como desaparecidos. «España pudo haberlos reclamado cuando los deportaron, pero Franco no hizo nada por ellos. Sabía cuál era su destino.
De hecho, la dictadura intercedió por unos pocos casos»,
insiste Benito Bermejo, historiador y uno de los mayores expertos sobre
los españoles en Mauthausen, el campo al que fueron la mayoría. Este fin
de semana también ha viajado a Galicia para participar en los homenajes
a las víctimas gallegas. Muertos por partida doble. «Los que no
salieron de los campos, quedaron, además, en el olvido. De los que
lograron escapar, se pueden contar con los dedos de las manos los que
regresaron a España», apunta Bermejo. «Eran unos apátridas para el
franquismo», desliza Julia Longueira.
Los españoles portaban dos marcas. La «S», de spaniers,
y el triángulo azul. «Indicaba que habían luchado en la Guerra de
España. ¡El más joven solo tenía 14 años!», remarca Bermejo. Una viguesa
superviviente, Mercedes Núñez, emprendió en los 80 la aventura de
seguir el rastro de los gallegos deportados.
«Se puso en contacto
conmigo, pero desgraciadamente murió al poco tiempo», recuerda Olga
Seijas. Núñez no pudo culminar su misión, pero dejó una semilla. «Hay
familias que se enteraron hace muy poco. Conocí a más de una docena que
no tenían ni idea. Su padre, abuelo... simplemente, había desaparecido.
Una incluso llegó a pedir ayuda al programa de televisión Quién sabe donde», resalta Bermejo.
La sociedad española, reitera el historiador, tiene una deuda con ellos. «Mi madre ha recibido una indemnización de Alemania
y otra de Francia», apunta Julia. Nada de España. «Antes no se podía ni
hablar de esto», admite. Unos por miedo, otros por vergüenza. «Están os familiares que se senten reconfortados ao falar e os que aínda non o superaron e prefiren seguir nun segundo plano», confiesa Nieves Villar.
Compañero de Boix
«Tenemos todo. Su número de deportado, el día de ingreso en los tres campos donde estuvo, hasta cuando murió», detalla Julia, mientras muestra los documentos. Su abuelo atravesó las puertas de Mauthausen en la misma fecha que el fotógrafo catalán Francesc Boix, cuyas fotos fueron uno de los documentos utilizados para demostrar la barbarie nazi. La nieta de José Seijas tiene el libro de Benito Bermejo sobre los españoles exterminados. «Es un libro tan grueso, con tantos nombres, tanta gente muerta», se queda pensando." (Mila Méndez, La Voz de Galicia, 11/11/18)
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