" La guerra fría concluyó hace una década y ya es hora de que
la propaganda dé paso a la historia, y la suposición al documento. Hace
diez años que en Rusia se sabe que Stalin y su régimen mataron mucho
menos de lo que se ha dicho. Que haya que quitarle un cero a la cifra de
represaliados, en millones, no cambia absolutamente ninguna conclusión,
ni altera los adjetivos. Simplemente, la capacidad de horrorizarse no
debería estar reñida con la seriedad.
Encuentro al historiador Viktor Zemskov en el Instituto de Historia
de la Academia de Ciencias rusa. En 1989, cumpliendo una directiva del
Politburó de Mijail Gorbachov, la Academia de Ciencias, encargó a
Zemskov aclarar un gran enredo; las dimensiones reales de la represión
estalinista.
Hasta entonces, el tema había estado en manos de quienes el
profesor Moshe Lewin, uno de los mayores especialistas occidentales en
historia de la URSS define como, “personas con una fértil imaginación”.
En esa categoría se incluyen muchos “Cold warriors“, cruzados de la “guerra fría”. Algunos de ellos siguen hoy con el reloj parado.
Zemskov, un hombre humilde y discreto, tuvo, por primera vez, acceso a
uno de los sectores más secretos de los archivos del Ministerio del
Interior (Mvd-Mgb) y de la policía de estado (Ogpu-Nkvd) de Stalin. Allí
se encontró con una documentación pormenorizada y exhaustiva de la
máquina represora de Stalin; el Gulag, las cárceles, la estadística de
fusilados, deportados, etc. Resultó que el estado y sus matarifes
llevaban las cuentas de sus crímenes y fechorías con el rigor de un
esmerado y pedante oficinista.
Hace casi diez años que los documentos de estos archivos han hablado,
pero Zemskov y sus conclusiones siguen siendo desconocidos. “A mi no me
invitan a hablar por televisión”, dice sin el menor atisbo de falsa
modestia. Esta es la primera entrevista de Zemskov a un medio de prensa
extranjero, porque nadie se había interesado por el testimonio del
hombre que alteró las cifras, no la esencia, de uno de los grandes
dramas del siglo XX.
En el momento culminante de la represión estalinista, el “gran
terror” de 1937-1938 en la URSS se practicaron 2,5 millones de
detenciones, y entre 1921 y 1953 se fusiló por motivos políticos a
800.000 personas. La cifra es tan impresionante que, a su lado, poco
importa que hasta ahora se hablara de 20 millones de detenciones o de 7
millones de fusilados.
– ¿Existen cifras exactas sobre la represión estalinista?
– El criterio “represión” puede interpretarse de diferentes formas.
Yo me limito a la “represión política”, es decir a los incriminados
según el artículo 58 del código penal (“actividad contrarrevolucionaria y
otros crímenes graves contra el estado”), que fueron condenados a
muerte o a otras penas. Entre 1921 y 1953, pertenecen a este grupo unos 4
millones de personas. De ellos, cerca de 800.000 fueron condenados a
fusilamiento. Además, suponemos que alrededor de 600.000 murieron en
presidio, por lo que las muertes políticas fueron 1,4 millones.
– ¿Incluye ésta cifra de 4 millones, de ellos 1,4 muertos, a los “kulaks” (campesinos acomodados), los pueblos deportados, etc?
– Los “kulaks” se dividían en tres categorías. Una es la de los
detenidos y juzgados como delincuentes políticos. Estos sí que entran en
nuestra estadística. Otra es la de los apresados y enviados a regiones
del norte, y otra la de aquellos que simplemente eran expulsados de los
pueblos y se buscaban la vida en las fábricas. Los dos últimos grupos,
los más numerosos, no entran en nuestra estadística, de manera que entre
los 4 millones el grupo de los “kulaks” es pequeño.
– ¿Por qué no los incluyen? ¿Acaso el destierro al Norte y la deportación no son represión?
– Si, pero no eran juzgados. Sólo se les deportaba y se les confiscaba sus propiedades. Hay motivo para un debate…
– ¿O sea que si no está formalizado jurídicamente, todo eso no es represión?
– Es la única manera de distinguir a los represaliados políticos del
sufrimiento general. Consideramos que a partir de 1918, cuando empieza
la expropiación de los terratenientes, de los capitalistas, del clero,
eran represaliados quienes eran detenidos por la VCHK (la policía de
estado), aunque, incluso si no eran detenidos, todos estos grupos
perdieron todas sus propiedades.
Con los “kulaks” aplicamos el mismo
criterio; los represaliados eran los detenidos, mientras que los
deportados eran simplemente víctimas de las transformaciones
socio-económicas, crueles e igualitaristas. Esa circunstancia puede
aplicarse a la mayoría de la población de la URSS, pues, de una u otra
forma, la gente sufrió; se pasaba hambre, se vivía mal, etc.
– Efectivamente, pero el concepto “represión” debe abrirse a
otras víctimas de castigo terrorista, que frecuentemente sufrieron una
enorme mortandad. Por ejemplo, los estudios más convincentes señalan que
entre 1,1 y 1,2 millones de familias “kulaks” fueron destruidas en la
colectivización, ¿cuántos miembros de ese colectivo de 5,5 a 6 millones
de almas murieron?
– La cifra aún no se ha establecido. En la bibliografía se dan cifras
absurdas de 6 a 10 millones de muertos, entre ellos de 3 a 7 millones
en Ucrania. Pero gracias a la estadística demográfica sabemos que en
1932 en Ucrania nacieron 782.000 y murieron 668.000, mientras que en
1933 nacieron 359.000 y murieron 1,3 millones, Estas cifras incluyen
mortalidad natural, pero está claro que la primera causa de muerte esos
años fue el hambre.
– Los nacionalistas ucranianos consideran eso un genocidio nacional contra ucranianos, ¿está de acuerdo?
– No, porque esa misma situación se dio entre la población del
Cáucaso del Norte, la región del Volga y Kazajstán, donde hubo
hambrunas. Había que cumplir el plan confiscando parte de la cosecha,
pero como, a causa de la sequía, no se alcanzaba lo necesario,
confiscaron toda la cosecha. El estado cometió un crimen contra todos
los campesinos, independientemente de su nacionalidad.
– Catorce nacionalidades de la URSS fueron deportadas por
completo y 48 parcialmente. Sólo entre las etnias del Cáucaso se deportó
a 650.000 personas en tres operaciones militares, vigiladas por un
ejército de 100.000 hombres, sin contar 19.000 soldados del NKVD. ¿Qué
se sabe de esa mortandad?
– En la propia operación de deportación no fue muy elevada. En el
caso de los tártaros de Crimea, por ejemplo, murieron dos o tres
personas en cada convoy ferroviario, en general ancianos. En total 191
personas. Pero al llegar a su destino, en Uzbequistán, murieron por
decenas de miles. En los primeros años de destierro la mortalidad superó
con creces a la natalidad. Sobre los chechenos, no se sabe con
exactitud, pero por el camino tampoco murieron mucho, en cambio en su
destino, sí.
– ¿Por qué la franja temporal 1921-1953? ¿Acaso concluyó la represión después de 1953?
– Entre 1937 y 1953 la represión era mortífera. En su periodo más
cruel, 1937-1938, fueron condenadas más de un millón trescientas mil
personas de las que casi 700.000 fueron fusiladas. En 1951 fueron
condenados casi 55.000, y en 1952, 29.000… Veamos ahora 1958, con Stalin
ya muerto: los condenados fueron menos de 2000, entre ellos 69 personas
a fusilamiento. Es decir, el volumen de la represión se redujo veinte
veces en comparación con los primeros años cincuenta, y en centenares
comparado con los años 30. A partir de Jrushov ya no hay una escala
extraordinaria.
– ¿Que le parecen las cifras sobre represión y mortandad en la URSS barajadas durante la guerra fría?
– De lo que se trataba era de desacreditar al adversario. La
sovietología occidental afirmaba que 50 o 60 millones habían sido
víctimas de la represión, la colectivización, el hambre, etc. En 1976
Solzhenitsyn dijo que entre 1917 y 1959 en la URSS habían muerto 110
millones de personas.
Es difícil comentar éstas tonterías. La realidad
es que la población del país fue aumentando por encima del 1%, superando
el crecimiento demográfico de Inglaterra o Francia. En 1926 la URSS
tenía 147 millones de habitante, en 1937 162 millones, y en 1939 170,5
millones. Los censos son fiables, y sus cifras son incompatibles con
matanzas de decenas de millones.
– ¿Cómo reaccionaron a sus cifras?
– Lev Razgón, un conocido literato, polemizó conmigo. Defendía que en
1939 había más de 9 millones de presos en los campos, cuando los
archivos evidenciaban 2 millones. Se basaba en impresiones, pero tenía
acceso a la televisión, donde a mi no me invitaban. Mas tarde
comprendieron que yo tenía razón y se callaron.
– ¿Y en Occidente?
– El líder era Robert Conquest, cuyas cifras de represaliados y
muertos quintuplican la evidencia documental. En general, la reacción de
los historiadores fue de reconocimiento. Hoy ya son mis cifras las que
se barajan en las universidades.
– ¿Hasta qué punto son exactos los archivos del Gulag, del
NKVD, etc., a los que usted accedió por primera vez gracias a Gorbachov?
– La estadística del Gulag es considerada por nuestros historiadores como una de las mejores.
– ¿O sea, que los dirigentes conocían exactamente las dimensiones de su represión y de sus fusilamientos?
– Sí. Informaban regularmente a Stalin. Un solo caso de un preso
desaparecido en un naufragio o fugado, genera todo un dossier de
documentos y correspondencia.
– ¿Se conoce algo sobre cómo argumentaba Stalin y su entorno éstas matanzas y violencias?
– Creo que de lo que se trataba era de deshacerse de la gente que no
cuadraba con el proyecto comunista de futuro, asi como de aquellos que
tenían un gran instinto de preservación, aunque formalmente no fueran
culpables de nada. Era una medida preventiva. Mólotov le dijo una frase
reveladora al periodista Felix Chuyev; “no esperábamos a que nos
traicionaran, nosotros tomábamos la iniciativa y nos anticipábamos a
ellos”.
– ¿Qué piensa como historiador? ¿Hasta qué punto es única la
historia rusa desde el punto de vista de la gran mortandad política?
– Con respecto a la historia de Inglaterra del XVII, la Francia del
XVIII y la Alemania del XIX, lo de Rusia es único en el sentido de que
eso ocurrió en el siglo XX, cuando ya existía una economía compleja e
integrada que se hundió con la revolución.
Cuando H. G. Wells vino a
Rusia en 1920, contempló un salvajismo total; se desmontaban las vías
férreas, no había electricidad y todo se hundía, la gente moría de frío y
hambre. Y antes de eso, aunque Rusia era periferia europea, había sido
un país civilizado. Es decir, que cuanto más civilizado es un país,
tanto menos deseable es la revolución, por las terribles consecuencias
que ésta tiene.
– ¿Quiere decir, que la modernidad, en lo que tiene de
capacidad de matar, es lo que hace más temible a Stalin que a Gengis
Kan?
– Sí.
– ¿Tiene algo que ver el comunismo, la ideología, con todo
esto? ¿Hasta qué punto tiene sentido para alguien que cree en Dios
estudiar las víctimas de la Iglesia Católica masacradas en nombre de
Dios?
– Tiene sentido porque no se puede creer en Dios de una forma
absoluta, sino concreta. Todos aquellos desgraciados que quemaban en la
hoguera, morían por creer de una forma “torcida”, equivocada, diferente a
la disciplina del Papa de Roma. ¿La ideología? Se construía una nueva
sociedad y se necesitaba un hombre nuevo para el futuro comunista. Los
que mataron en 1937 eran los irrecuperables. Se mataba a los superfluos.
– ¿Se puede acusar a Cristo por la inquisición, o a Marx por Stalin?
– Marx hizo su teoría para Europa, no para Rusia y menos aun para
China. La represión no es posible en cualquier régimen comunista, sino
sólo allí donde hay un fuerte y cruel despotismo, como en la Rusia de
Stalin o en la China de Mao. Una represión como aquella ya no fue
posible con Jrushov, Brezhnev o Deng Xiao Ping.
– ¿Qué pensó al entrar por primera vez en los archivos
secretos del Gulag y constatar que las cifras de la represión eran mucho
mas bajas de lo que todos creían y decían?
– Al principio me asombré. Luego comprendí rápidamente que en
Occidente se habían engañado mucho al respecto, pese a lo cual, todas
las conclusiones acerca del carácter terrorista del régimen, por la
represión a la que sometió a la gente, mantenían toda su vigencia. Sobre
todo para que nada de eso vuelva a repetirse."
(Rafael Poch de Feliu , blog, Moscú, 05/06/2001. Entrevista con Viktor Zemskov, historiador ruso)
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