"Durante su estudio (La obra del miedo. Violencia y sociedad en la España franquista. 1936-1950,
editorial Península) analizan cada uno de los mecanismos de represión
utilizados por el régimen, así como la parálisis social que permitió al franquismo languidecer en el poder durante 40 años.
El miedo atenazó a los españoles y evitó, aún antes de ocurrir, cualquier movimiento contrario que pudiera producirse.
Franco, inspirado por los totalitarismos europeos, era perfectamente
consciente de la necesidad de imponer una represión que terminara con
cualquier tipo de posible reacción contra el nuevo Estado que surgía de la guerra.
En 1938 confesó a la prensa británica tener fichas de dos millones de
enemigos a los que castigar. Esa cifra se elevó a tres millones, según
el estudio, en 1944: "Una escalofriante cifra reunida por la Oficina de
Investigación y Propaganda que reunía un fichero personal donde se
recogían nombres y apellidos, afiliación política y otras referencias". (...)
Totalizados los mandos y con la lista elaborada por la Oficina de
Investigación, los autores rechazan la idea de las "sacas" y los
"paseos", en tanto en cuanto ofrecen una sensación de descontrol que no
era tal. Tenían los nombres y sabían que debían establecer una represión
sistemática.
La ola de violencia que recorrió la España dominada
por los rebeldes se corresponde con una estrategia perfectamente
determinada. Los autores rechazan así de plano la posibilidad de que esa
oleada fuera espontánea y autónoma. (...)
El estudio de casos civiles también permite a los historiadores acercarse a una realidad incómoda: en un paralelismo con la historia europea,
algo que parece necesario cada vez que se trata la Guerra Civil,
observan la tardanza del pueblo francés en percibir la participación
activa de numerosos ciudadanos en el Gobierno de Petain y en la Francia
ocupada.
Del mismo modo, la sociedad española debe afrontar que en ese
exterminio político generalizado tomaron parte no solamente los
personajes oscuros como Queipo de Llano, sino ciudadanos normales,
ciudadanos que participaron en juicios sumarísimos y ejecuciones en masa
que asolaron España haciendo germinar el miedo ante una reac-ción
antifranquista.
Con la semilla del temor sembrada durante los tres
años de enfrentamiento bélico, Franco consolidó hasta 1948 esa
aprensión impulsando una represión continuada. La pervivencia legal del
estado de guerra permitió a Franco juzgar a todos aquellos
que se manifestaran contra el régimen a formarles consejo de guerra.
Esta represión fue una de las principales armas que esgrimió Franco para
infundir el miedo paralizante entre los españoles.
Durante la
guerra, el Ejército sublevado mostró siempre un interés casi obsesivo
por hacerse con el control de las instituciones que garantizan al estado
el monopolio de la fuerza.
Así, ni tan siquiera una vez terminada la
contienda tuvo problemas en instaurar un control policial sobre la
sociedad civil. La situación de control sobre la sociedad fue otro arma
paralizante jugada con extraordinaria eficacia.
Uno de los más
llamativos y espeluznantes castigos estudiados en el libro de Gómez y
Marco es el de la esclavitud. La necesidad de mano de obra fue vendida
por la propaganda franquista como "una posibilidad de redención".
Cientos de miles de prisioneros fueron orientados hacia el trabajo
forzoso apuntalando la tenaza del miedo entre los españoles." (Público, 11/09/2011)
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