29/11/19

Su trágico final lo decidieron tres individuos de su pueblo, mientras jugaban una partida de cartas. Motivos: envidias y ambición. Se enriquecieron tras la incautación de todos sus bienes...

"Rogelio Pérez Rodríguez (...) Sabía leer y escribir. Se dedicaba a la compra-venta de tierras y ganado, también era destajista; su actividad permitía que su familia viviese cómodamente. Debido a su trabajo, se relacionaba con todo tipo de personas. 

Era un hombre emprendedor, con don de gentes, trabajador, destacaba por su solidaridad: siempre estaba dispuesto para ayudar a los demás. También comentaban: «Lo que le ocurrió a Rogelio, no tenía que haber pasado».
 
A principios de noviembre de 1936, fue detenido en su casa, c/ Virgen del Carmen n.º 2, por el cabo de la Guardia Civil José Quesada Cantos, junto a un grupo de falangistas del pueblo, por orden del presidente de la nueva gestora, Eladio Sánchez Camino, en presencia de su mujer y sus 3 hijos. La escena fue desgarradora, las suplicas de su mujer no produjeron ningún efecto en ellos. 

Aun así, pidió ayuda desesperadamente a sus vecinos en el corto trayecto que hay desde su casa a la cárcel del pueblo; nadie salió en su auxilio, pesaron más el pánico y el miedo. Tan solo una persona oscura y siniestra se asomó por una ventana, para comprobar que su plan se estaba llevando a cabo.

Lo llevaron a la cárcel del pueblo, y allí coincidió con algunos vecinos que también habían sido retenidos forzosamente. Todos se hacían las mismas preguntas. Le pidió a su mujer que le preguntase al cura Juan Bautista Gago si él sabía por qué estaba detenido. Éste le respondió con una falta de humanidad y gran cinismo: «No te preocupes, mujer, a Rogelio no le va a pasar nada malo». (...)

 El jueves 19 de noviembre de 1936, como cada noche, se repitió la misma escena. El silencio era absoluto. Un militar comenzó a leer «la saca» en voz alta, hombres que se llevaban y no volvían más. Dijo su nombre… un escalofrío recorrió su cuerpo, dijeron que le iban a aplicar el bando de guerra. ¡Cuánta injusticia!, no le dieron la oportunidad de defenderse. ¿Pero de qué le acusaban? ¿Qué delito había cometido? ¡Cuánta impunidad! Tenía 39 años, no cumpliría más…
 
El cansancio, la incertidumbre, el frío lo habían calado hasta los huesos, haciendo mella en él. Le ataron las manos, lo subieron a un camión junto a un grupo de hombres y una mujer y los llevaron a las tapias del cementerio de San Fernando de Sevilla, llenas de sangre y testigos de tantas muertes inocentes… (...)

Lo recogieron en un camión, fue trasladado dentro del cementerio, y en una fosa común lo tiraron como a un perro. Cayó sobre otros cuerpos…. y otros cuerpos cayeron sobre él…. De esta forma quisieron ocultan sus delitos los golpistas.
 
Con el tiempo, su nieta averiguó que su trágico final lo decidieron tres individuos de su pueblo, mientras jugaban una partida de cartas. Motivos: envidias y ambición. Justificación del hecho: lo acusaron de ser comunista. Se enriquecieron tras la incautación de todos sus bienes. Todo se volvió de color negro. La peor pesadilla comenzó para su familia. Lo mataron, pero sigue vivo en los pensamientos, recuerdos y en los corazones de los suyos, y ellos transmiten al mundo quién fue y qué hizo en esa corta vida.

Su nieta, después de 80 años de su asesinato, lo busca y pide Verdad, Justicia y Reparación. Su familia es el ADN de la memoria. Para que su nombre no se olvide. Para que no se borre de la memoria."                     (Tulio Riomesta, 25/11/19)

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