"Un hombre de cierta edad de Beit Yala, justo al sur de Jerusalén, me
comentó el sábado que Israel va a expropiarle otro terreno de su finca
para ampliar una de las carreteras que usan los colonos judíos entre
Jerusalén y Hebrón.
Hace algunos años ya le expropiaron un buen pedazo de tierra y ahora,
con la ampliación de la carretera, van a incrementar la expropiación.
Desde la finca se ve el muro que han construido los israelíes para
proteger la carretera, en un terreno que hasta hace poco era de este
hombre.
Los mismos israelíes que amplian la carretera para los coloonos no le
dejan a él arreglar el carril de tierra que lleva desde Beit Yala hasta
su finca. El ejército no se lo permite. Los militares no dan ninguna
explicación pero no le dejan arreglar el carril, una senda muy
deteriorada que los coches tienen que recorrer muy despacio.
En esta finca el hombre tiene algunos árboles frutales, de
melocotones, peras y albaricoques. Son para su uso particular. Esta ha
sido una buena temporada y hay fruta en abundancia. Él no la ha recogido
puesto que al precio que se la pagan a los agricultores no merece la
pena.
El hombre tiene a poca distancia otra finca que también se la han
expropiado los israelíes para construir una carretera. “Tenía allí
veinte olivos que los han arrancado”, dice.
“Eran olivos muy viejos. Para circundarlos se necesitaban dos hombres
con los brazos abiertos. Por lo menos tenían dos mil años. Ahora deben
estar en Tel Aviv”, dice.
Israel no solo le arrancó los olivos sino que se los llevó a Dios
sabe dónde, quizá a casas de ricos de Tel Aviv. Está de moda presumir de
olivos viejos en ciertos ambientes de ricos. Sus olivos se los llevaron
sin pedirle permiso, a saber por cuánto los habrán vendido y que casas o
parques de Tel Aviv estarán adornando.
Todo esto se hace a la luz del día, sin que la Unión Europea
intervenga. Sin su intervención se ha llegado a esta situación que no
permite tener ninguna esperanza." (Balagán, Público, 16/07/18)
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