"Franco aplicó sobre los hijos de los vencidos la violencia más abominable, secuestraron a miles de niños, hijos de republicanos. Muchos murieron de inanición o epidemias en las cárceles de sus madres, en campos de concentración, separados de ellas o compartiendo su destino; la mayoría fueron internados en hospicios y colegios. Algunos desaparecieron. El rapto se convirtió en ‘legal’ por la Orden de 30 de marzo de 1940 que daba la patria potestad al Estado.
Robados o
secuestrados sin miramientos, el régimen franquista les cambió la
identidad a golpe de decreto y registro civil, el 4 de diciembre de 1941
una ley autorizó cambiar los apellidos, y los entregó clandestinamente
en adopción a familias afines, profundamente católicas y adictas al
régimen.
La posguerra heredó una España sembrada
de cadáveres y miseria. Las cárceles de mujeres albergaban niños en
condiciones infrahumanas. Carme Riera cumplía una pena de 30 años por
haber sido la compañera de un sindicalista de la CNT, Horacio Callejas,
fusilado en 1939 en Barcelona. Carme enterró a su hija Aurora Mutriku
(Vizcaya) en 1940, una infección mató a 30 criaturas en una semana en la
cárcel de Saturrarán. “Las monjas quisieron quitarme a la niña, yo me
negué, y me presionaban negándole el racionamiento a la niña”.
En la madrileña cárcel de Ventas, que
tenía capacidad para 500 reclusas, había más de 5.000, y los hijos
vivían con ellas. Muchos fueron trasladados a orfanatos o internados
religiosos por el ministerio de justicia del estado franquista. La
Iglesia regía todos los órdenes de la vida, en los internados moldeaban a
los niños.
En 1942 estaban tutelados por el Estado en centros
religiosos y establecimientos públicos 9.050 niños y niñas. En 1943,
había 12.042. Hay que añadir los hijos de exiliados, encarcelados,
deportados, 20.266 criaturas que los nazis que habían ocupado Francia o
Bélgica entregaron al Servicio Exterior de Falange.
Victoriano Ceruelo
estuvo en Zamora: “Desde los 5 años, todos los días nos levantaban a las
5 de la mañana para ir a misa. Los domingos venían familias y las
monjas nos ponían en fila. Y decían ‘me gusta ése’, y se lo llevaban.
Hasta hace poco iba cada año a preguntarle a la superiora quiénes eran
sus padres. Ella le decía: “No tienes derecho a remover”.
El destino de los hijos de los Republicanos represaliados por el franquismo sigue siendo un enigma.
Nadie sabe cuántos fueron los hijos de las encarceladas, qué fue de
ellos, que ocurría cuando salían de prisión al cumplir los 3-6 años
camino del seminario o de la adopción por familias del régimen.
No hay
datos de lo qué sucedió en las cárceles con los hijos de las presas, de
las que fueron fusiladas, de sus padres, los niños no eran registrados
en las prisiones. Una joven anarquista que esperaba ser fusilada, tenía
una niña, su último deseo era que diesen el bebé a su madre.
Cuando la
ejecutaron en el cementerio del Este, consiguió como última voluntad,
que el oficial que estaba al mando del pelotón de fusilamiento se
comprometiera a llevar a la niña con su abuela. Tras la ejecución el
militar volvió a la cárcel, pero la niña ya no estaba, describe la
presa, enfermera y militante del Partido Comunista, la madrileña
Trinidad Gallego. (...)
Emilia Girón, que dio a luz en el hospital de la cárcel de Salamanca en 1941 cuenta: “Lo llevaron a bautizar y no me lo devolvieron. Yo reclamaba el niño, y que si estaba malo, que si no estaba. No lo volví a ver”. Su delito, ser hermana de un guerrillero.
“En Amorebieta dormíamos en jergones de
40 centímetros, unas al lado de las otras y con los niños. Julia
Manzanal, comisaria política del batallón Comuna de Madrid, de la 42
Brigada Mixta, V Regimiento, con 87 años recuerda emocionada: “Una
noche, Julia se puso muy enferma. Trinidad Gallego, que era enfermera,
me dijo que era meningitis debía despedirme de la niña. La pequeña
Julia, con sus preciosos ojos cambiantes, cada día de un color, se fue.
Nos pasamos toda la noche llamando a las monjas, pero no hubo nada que
hacer; no se presentaron. Cuando llegaron por la mañana ya estaba
muerta.
Como yo era de las que no comulgaban, no dejaron que me
despidiese de la niña en la capilla, porque son religiosas, pero malas
como ellas solas”. Al final consiguió entrar en la enfermería, y dentro
de la caja de la pequeña deslizó, en un descuido de las vigilantas, una
bandera roja con la hoz y el martillo que ella misma había hecho. “Por
el bien de la humanidad, Julia, te juro que seguiré siendo la misma”, le
dije.
“No sé exactamente cuándo nací.
Recuerdo
un tren, sostener en la mano una banderita roja y amarilla, asomarme a
la ventanilla. Cuando llegamos a Madrid muchas personas recogían a los
otros niños. A mí, no. Me miraban y me dejaban…No me acariciaban ni me
besaban. Me sentí despreciada, eché de menos a mi padre”.
Lo cuenta
Vicenta Flores, hija de Melecio Álvarez Garrido, comisario de guerra
ejecutado en 1939 contando ella 5 o 6 años. En el orfanato del colegio
de la Paz la bautizaron como Vicenta Flores, aunque ella dijo que se
llamaba Álvarez. Con la mayoría de edad eligió llamarse Pili Garrido. Ha
dedicado toda su vida a buscar sus orígenes, sacando a la luz algunos
de los métodos del régimen franquista para desenraizar a los hijos de
los republicanos.
Las embarazadas con pena de muerte eran fusiladas nada más dar a luz, como relata Carlos Fonseca en Trece rosas rojas.
Trinidad Gallego, matrona, fue encarcelada y ayudó a parir a sus
compañeras de prisión. A sus 95 años recuerda que “las madres estaban
separadas de sus hijos, ellas no podían cuidarlos.
Sarna, piojos, sin
apenas comida ni agua. Morían muchos. Con 3 años se los llevaban de la
cárcel e iban a parar a los hospicios o no se sabe”. En Saturrarán las
monjas mandaron salir a las presas al patio. Cuando volvieron, sus hijos
habían desaparecido. Ya no existían, no habían sido inscritos en el
registro de entrada.
Referencias: Foro por la memoria. Diagonal periódico (María José Esteso). El País (Teresa Cendros, Francesc Valls). Proceso (Sanjuana Martinez). Todos los rostros, Paco de Jerez. Miguel Ángel Rodríguez Arias – El caso de los niños perdidos del franquismo: Crimen contra la humanidad. Ricard Vinyes – Irredentas. Las presas políticas y sus hijos en las cárceles franquistas." (Documentalismo memorialista y republicano, 02/03/18)
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