"(...) Militante del PCE y de la UGT, Camino Oscoz Urriza fue asesinada el 10
de agosto de 1936, a los 26 años. Los franquistas arrojaron el cuerpo de
esta maestra –la única liquidada en Navarra- al vacío desde el balcón
de Pilatos, actualmente en el Parque Natural de Urbasa-Andía.
Fue
trasladada en automóvil por unos falangistas, pero antes había
permanecido en la prisión de Pamplona. Posiblemente fue torturada,
aunque resistió hasta el final: nunca se arrepintió ni pidió perdón por
sus ideas.
La joven de izquierdas también participó en el Socorro Rojo
Internacional, organización de apoyo a presos y refugiados constituida
por la Internacional Comunista en 1922. El libro “Camino Oscoz y otras
historias del 36” (Cenlit), del escritor Joseba Eceolaza, toma la
historia de esta mujer represaliada como punto de partida para abordar
la represión franquista. (...)
El bando faccioso arrasó en Navarra, donde no tuvo una sola baja y
liquidó a 3.452 personas, con urgencia y especial encarnizamiento, sobre
todo en el verano de 1936. Eceolaza llama la atención sobre la
invisibilización a la que se ha sometido a las mujeres, incluso en
ocasiones por quienes reivindican el derecho a la memoria. Muchas veces
eran las viudas quienes tenían que afrontar las consecuencias de la
represión.
Ocurrió, entre otros muchos, con Francisco Castro Berisa,
herrero, socialista y alcalde del municipio navarro de Azagra. Tras un
consejo de guerra, fue fusilado en Pamplona en febrero de 1937. Cuatro
años después de la ejecución, fue condenado a indemnizar al Estado con
cinco pesetas por perjuicios, así como a una sanción a diez años de
destierro, por la que no podía residir a menos de 50 kilómetros de
Azagra.
La batalla por la memoria ofrece un repertorio de
episodios singulares. En Cintruénigo, municipio hoy con 7.800
habitantes, el tambor de Antonio Martínez Caracciolo avisaba a los
vecinos de que las viudas de los fusilados iban a aparecer en público,
“y así podían salir a insultarlas”, señala Joseba Eceolaza.
Las mujeres
lucían la cabeza rapada, y previamente se les había forzado a ingerir
aceite de ricino. Hasta el pasado cuatro de noviembre, cuando el pleno
del Ayuntamiento decidió por unanimidad la revocación, la Escuela de
Música de Cintruénigo llevaba el nombre de Antonio Martínez Caracciolo.
El autor pretende en el libro deshacer varios mitos. Uno entre otros,
presente sobre todo en los pueblos más pequeños, es el que asegura que
las muertes por la guerra del 36 obedecen a envidias y rencillas. “Se
trata de un relato franquista para desideologizar los asesinatos”.
Pero
en Navarra, “el 70% de los fusilados tenían militancia política, en los
diferentes partidos de izquierda; aquí no hubo dos bandos, ni
trincheras, ni resistencia”, asegura Eceolaza. Asesinatos como el de
Camino Oscoz pretendían servir de ejemplo. (...)
Mujer de
coraje y gran vitalidad, el libro recoge algunas de las misivas de
Camino Oscoz, como la que escribió con 25 años al escritor Pío Baroja y
otra en la que pedía materiales para la escuela. Su resistencia
inquebrantable permite trazar un paralelismo con otra mujer, Matilde
Landa (1904-1942), también militante del PCE y activista del Socorro
Rojo Internacional.
Sometida a consejo de guerra en diciembre de 1939
por adherirse a la “rebelión”, resultó condenada a muerte, aunque
después se le conmutó la pena. En agosto de 1940 ingresó en la cárcel de
mujeres de Palma de Mallorca. Matilde Landa terminó suicidándose, pero
rechazando hasta el final el arrepentimiento y el bautismo. (...)
En el libro “El holocausto español” (Debate, 2011), el historiador Paul
Preston se refiere a las circunstancias de Navarra. Explica episodios
como el del 23 de agosto de 1936, cuando el obispo de Pamplona,
Marcelino Olaechea, presidía una procesión muy concurrida que rendía
honores a la virgen de Santa María la Real.
Durante el acto, una partida
de falangistas y requetés sacó de la prisión a 52 detenidos. Los
historiadores también apuntan lo sucedido en las afueras del municipio
de Caparroso: la mayoría de los presos, entre ellos el dirigente
socialista Miguel Antonio Escobar Pérez, fueron asesinados. Las
escabechinas se sucedieron en el año del golpe fascista.
El 21 de
octubre fue en un pequeño pueblo, Monreal, al sudeste de Pamplona,
cuenta Preston. Esos días, en el funeral por un teniente del requeté
(paramilitares carlistas) celebrado en el municipio de Tafalla, la turba
se dirigió a la prisión con la idea de linchar a más de un centenar de
detenidos. La guardia civil impidió que se consumara la degollina. A los
tres días, 65 de los reclusos fueron trasladados de madrugada a
Monreal, donde una partida de requetés procedió a ejecutarlos. (...)" (Enric Llopis , Rebelión, 01/06/17)
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