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27/12/21

El impacto de West Point en Centroamérica: el cadete que asesinó a la activista Berta Cáceres... El paso por la academia militar estadounidense de Roberto Castillo, coautor del asesinato de la ambientalista hondureña, abre interrogantes sobre la formación impartida por la institución a generaciones de soldados centroamericanos, con varios casos de posteriores violaciones de los derechos humanos

 "Cuando Roberto David Castillo se graduó en la Academia Militar de los Estados Unidos de West Point, ya pensaba en su legado. "Será recordado por todos como un líder intrépido comprometido con Dios, con su familia y con el servicio a los demás", decía el epígrafe en el retrato del cadete hondureño publicado por el anuario de la academia militar estadounidense. 

 Con toda seguridad, Castillo será recordado. A principios de este año, el Tribunal Superior de Justicia de Honduras lo declaró culpable como coautor del asesinato en 2016 de la activista indígena Berta Cáceres, en aquel momento una de las defensoras del medio ambiente más conocidas de América Latina.

 Un grupo de sicarios asesinó a Cáceres tras años de amenazas de muerte relacionadas con su oposición a Agua Zarca, una represa hidroeléctrica de 22 megavatios que había sido aprobada por el Gobierno sin el permiso de los indígenas locales.

Castillo era presidente de la empresa encargada de construir la represa. Según el tribunal, aprovechó su formación militar para acosar durante años a Cáceres mientras ayudaba en secreto a coordinar el asesinato de la activista.

Castillo había recibido parte de esa educación en West Point, donde estudió entre 2000 y 2004. Según una investigación de The Guardian, el paso por la prestigiosa academia militar estadounidense contribuyó a moldear la carrera de Castillo y abre interrogantes sobre la formación impartida por la institución a generaciones de soldados centroamericanos, con varios casos de posteriores violaciones de los derechos humanos.

La victoria de Xiomara Castro en las recientes elecciones presidenciales de Honduras ha hecho crecer las esperanzas de ponerle fin a la cultura de la impunidad en el país. Pero Castillo aún no ha sido juzgado por su crimen y West Point no ha reconocido públicamente los cargos contra su exalumno.

En su clase de West Point, Castillo era uno de los pocos estudiantes procedentes de otro país. Su excompañero de habitación Travis Dent lo recuerda como un amigo alegre y servicial. "Todavía hago la broma con él de que yo suspendí inglés y él aprobó, porque era un estudiante, muy, muy listo en todo lo que tenía que ver con los libros", dice Dent. "Lo conocíamos como un cadete más".

El "derecho a presumir"

Castillo estudió en West Point los fundamentos de la guerra, la estrategia y el armamento. Después se especializó en ingeniería eléctrica y en informática. Pero, cuando los cadetes internacionales regresan al ejército de sus países de origen, se benefician de algo más que de la formación académica. Según Martin Anderson, exprofesor de la Universidad de Defensa Nacional de Estados Unidos, "les da derecho a presumir institucional y socialmente", y puede ayudar a hacer amigos poderosos.

Tras licenciarse en West Point, Castillo regresó en 2006 a Honduras para incorporarse a las Fuerzas Armadas de su país como subteniente. Su carrera ilustra lo que un soldado con conexiones puede hacer en países como Honduras, conocido por la tasa de asesinatos, los actos de violencia respaldados por el Estado, y la impunidad política.

Castillo se involucró en seguida con la compañía eléctrica del Gobierno. Primero, cuando las Fuerzas Armadas la militarizaron en 2007. Luego, por su trabajo en la compañía a partir de 2008, una vez que fue tomada por el Ejército.

 En la empresa eléctrica, se unió a la comisión responsable de negociar los contratos de proyectos hidroeléctricos de Honduras con una filial de Odebrecht, el grupo brasileño que después sería hallado culpable en el mayor caso de soborno en el extranjero de la historia por pagar cientos de millones de dólares a autoridades gubernamentales de todo el mundo. 

En aquella época, Castillo inició una empresa que fue sorprendida vendiendo al Ejército equipamiento a precios inflados (más tarde le ordenaron que devolviera al Gobierno el dinero). Según fiscales anticorrupción de Honduras que investigaban otro caso, en 2009 Castillo creó la empresa de energía Desa y volvió a infringir las normas. Supuestamente, sus testaferros la pusieron en marcha en su nombre mientras Castillo seguía trabajando para la entidad gubernamental que aprobó el contrato de compra de electricidad en la futura represa hidroeléctrica de Agua Zarca.

Según Jackie McVickar, una especialista en derechos humanos que contribuyó en el informe de 2019 sobre corrupción en la industria energética hondureña, Castillo "se vio envuelto en la estructura de poder que es el Ejército en Honduras".

Castillo se cruzó con Cáceres cuando Desa comenzó a trabajar en la represa. La activista medioambiental y madre de cuatro hijos fue espiada, seguida y amenazada por convocar a los manifestantes y presionar a los grupos internacionales para que dejaran de apoyar al proyecto. 

Según su hija, Bertita Zúñiga Cáceres, Castillo fue una pieza clave en la campaña de acoso, enviando sin cesar mensajes de texto a su madre para recordarle que sabía exactamente dónde estaba. Para el año 2016, Berta Cáceres ya había sido asesinada.

Según la colaboradora de Cáceres y defensora de los derechos humanos Brigitte Gynther, Castillo "empleó sus habilidades militares para ordenar su asesinato, y no solo para matarla, sino para perseguirla".

West Point: "Destrucción y muerte"

Cuando Castillo fue arrestado dos años después, su antiguo compañero de cuarto en West Point, Travis Dent, movilizó en su defensa al resto de los camaradas de la academia, presionó al embajador estadounidense en Honduras, y acudió a compañeros al servicio de legisladores y agencias federales. "La inmensa mayoría de los compañeros de clase y todos los que hablaron con nosotros estaban dispuestos a ayudar", dice Dent. 

 El apoyo proporcionado a Castillo por una influyente red estadounidense no es casualidad. Según un informe de 1997 guardado en el archivo de la academia militar, el Programa Internacional de Cadetes de West Point "se estableció como una herramienta de política exterior para dotar al Gobierno de Estados Unidos de un mecanismo con el que mejorar las relaciones con naciones amigas y fomentar la estabilidad".

Los cadetes centroamericanos han sido protagonistas del programa desde que comenzó en 1889. Casi una quinta parte de los más de 500 graduados internacionales que han pasado desde entonces por el curso proceden de siete pequeños países centroamericanos.

Los contribuyentes estadounidenses han subsidiado parcial o totalmente la formación de los estudiantes internacionales, un desembolso que según el autor del informe de 1997 debe considerarse como una inversión. Después de conocer de cerca los ideales democráticos de Estados Unidos, escribió, difundirán esos principios en su país.

Son argumentos similares a los esgrimidos en defensa de la "Escuela de las Américas", un programa creado en 1946 por el Ejército de EEUU para entrenar a soldados de la región, con más de un centenar de exalumnos latinoamericanos acusados de violar los derechos humanos en sus países de origen. Entre ellos, dos de los restantes siete hombres que en 2019 fueron condenados por participar en el asesinato de Cáceres.

Según Brigitte Gynther, que ahora coordina una organización de vigilancia a personas con formación militar en EEUU (School of the Americas Watch), "en las últimas décadas, los militares formados por Estados Unidos han provocado una destrucción y una muerte inconmensurables en Centroamérica y siguen haciéndolo hoy".

Uno entre muchos

Castillo no es el primer licenciado de West Point que no está a la altura de los elevados ideales de su programa internacional. Tras licenciarse en 1946 en la misma academia militar, Anastasio Somoza Debayle regresó a Nicaragua, donde fue el jefe de la Guardia Nacional y luego el presidente del país, acusado de la muerte de miles de personas y de repetidas violaciones contra los derechos humanos. Su hijo Julio fue admitido en West Point en 1977, justo cuando el régimen libraba su guerra contra los rebeldes sandinistas.

 En una presentación de hace poco, el equipo de admisiones de West Point incluyó a Somoza en su lista de "destacados graduados internacionales" sin hacer ninguna mención a su carrera como déspota.

Es posible que otros centroamericanos que pasaron por la academia sí estuvieran a la altura de los altos ideales del programa. Pero su eficacia es difícil de medir: en el listado que el Ejército de EEUU entregó a The Guardian, los nombres de la mayoría de los graduados internacionales aparecen tachados y no han querido decir cuántos excadetes han sido acusados por crímenes.

West Point rechazó una solicitud de entrevista y sugirió a The Guardian que se pusiera en contacto con el Departamento de Estado, con el argumento de que dicho Ministerio estadounidense participa en la elección de países que pueden enviar cadetes a la academia. Pero el Departamento de Estado derivó la solicitud de entrevista al Departamento de Defensa y el Departamento de Defensa, a su vez, la derivó al Departamento de Estado.

Según Beth Stephens, profesora de Derecho Internacional y Relaciones Exteriores en la Facultad de Derecho de la Universidad de Rutgers, West Point es "una institución pública que debería rendir cuentas públicamente de lo que hace". En su opinión, la responsabilidad de demostrar que el programa no conduce a abusos de los derechos humanos en el extranjero debería recaer sobre dicha academia militar.

Mientras el Gobierno estadounidense protege del escrutinio al Programa Internacional de West Point, los líderes hondureños siguen siendo vinculados a acciones antidemocráticas y actividades ilícitas. 

El presidente saliente de Honduras, Juan Orlando Hernández, llegó al cargo en 2014, cinco años después de que otro hondureño licenciado en la Escuela de las Américas encabezara el golpe de Estado de 2009. Cientos de miles de ciudadanos han emigrado huyendo de la pobreza, la violencia y la corrupción durante el Gobierno de Hernández, que en 2021 fue identificado por fiscales federales de EEUU como presunto receptor de sobornos de los narcotraficantes y como responsable de poner a las Fuerzas Armadas al servicio de un laboratorio de cocaína.  

 Hernández ha negado una y otra vez tener vínculos con los cárteles de la droga. Aunque hasta ahora ha sido protegido por la política estadounidense basada en no acusar a presidentes en ejercicio, podría ser acusado en cuanto Xiomara Castro asuma la presidencia en enero.

Eso sí, los cadetes hondureños siguen formándose en West Point. En la academia hay un ingreso de un hondureño en 2016, el mismo año en que Cáceres fue asesinada."                 (Chiara Eisner, eldiario.es, 23/12/21)

13/7/18

Miriam Miranda: “Berta Cáceres fue asesinada por un proyecto económico”. “Nos asesinan y nos matan, no importa los premios que se nos den”

"La hondureña Miriam Miranda es una defensora del derecho a la vida, en el sentido más amplio de la palabra. La coordinadora general de la Organización Fraternal Negra Hondureña (OFRANEH) liga esa protección de la existencia a la tierra, a las personas que la trabajan y a los animales que la pueblan. 

Es una reconocida defensora de los derechos del pueblo garífuna, un cometido que le ha traído alegrías, como el premio Carlos Escaleras, y muchas tristezas en forma de amenazas, denuncias o el asesinato de apreciados compañeros de batalla. 

A su ojo crítico no se le escapa ningún meandro, ni siquiera los propios. Reprueba el machismo que reina en las organizaciones en las que también milita, apela a un movimiento feminista más inclusivo e, incluso, tiene algún reproche hacia los galardones que les conceden a las defensoras como ella: “Nos asesinan y nos matan, no importa los premios que se nos den”,  reflexiona. 

Su insistencia en lo colectivo ataca a la almendra central del neoliberalismo, el individualismo. Utiliza el verbo “acuerpar” de forma reiterada durante toda la conversación.

Cuartopoder.es charla con ella tras un acto organizado por la Asociación de Mujeres de Guatemala en Madrid. Miranda se muestra enérgica y tenaz durante toda la entrevista. Solo el recuerdo del asesinato de su amiga Berta Cáceres hace que ralentice el discurso y se quiebre su tono.

— Usted es una defensora del territorio. Es un activismo del que aún se habla poco en nuestra sociedad.

— Sí hay mucho debate. Defendemos los bienes comunes de la naturaleza, como el agua, el bosque, la tierra o los recursos naturales. Hoy por hoy, muchas defensoras son mujeres. Hemos dado otro paso: entendemos que defender la tierra es también defender a la gente que la ha conservado. 

Eso tiene otra connotación. A veces las organizaciones ambientalistas defendían los recursos pero apartaban a la gente. Defender los territorios es defender la vida. Va más allá de defender un trozo de tierra.

— ¿Qué significa para una comunidad que sus mujeres den un paso al frente y pongan su cuerpo y su vida a defender los recursos?

— Las mujeres siempre hemos estado, pero creo que ahora somos protagonistas. Ha habido un patriarcado que ha destruido tanto que nosotras necesitamos dar ese aporte para generar otra cultura y otra forma de vida. Hemos trascendido eso de que solo tenemos que parir hijos, también tenemos que parir ideas, conocimientos, luchas, resistencias… y sobre todo una propuesta de  bienestar diferente. 

Creo que esa es la apuesta política de todas las mujeres. Por eso, no es casual lo que pasó en Argentina, Chile… No se trata de una lucha feminista en la que solo te ves a ti misma, sino que estamos trascendiendo hacia la colectividad. 

Ese es el debate que falta en el movimiento feminista. Se tiene que acompañar a las mujeres que estamos luchando por los territorios. Se necesita esa apuesta. Así será más fácil liberarnos en todo.

— Osea que usted cree que la inclusión de estos feminismos en el movimiento no está completada…

— No, no está completada. Hay que romper mucho con las individualidades. Yo no estoy diciendo que tú no tengas derecho a tu espacio, es necesario tenerlo, pero sí digo que no vamos a poder sostener este planeta si no conjuntamos los esfuerzos para que todas vivamos con bienestar. 

No se trata de que una viva bien a costa de otras mujeres. Muchas mujeres en África están sufriendo para que otras puedan comprar componentes de los ordenadores, por ejemplo. Hay que actuar con responsabilidad y revisar el nivel de consumo y desperdicio que hay en el norte. 

— Lo que propone usted es revolucionario para el sistema, pero el sistema se defiende, ¿es peligroso abanderar estas ideas?

— Cada día asesinan personas. Nosotras vivimos en una represión permanente. Nos están diciendo que no hay nada que hacer, que tenemos que volver al hogar y no salir de las casas. De alguna manera, se legitima más fácilmente que maten a una mujer que a un hombre. Recuerdo que al inicio del asesinato de Berta Cáceres decían que era un crimen pasional. 

El Estado no pudo sostener esa tesis y se fueron investigando más cosas, pero ¿qué fue lo más fácil? Decir que era pasional. En mi caso, he tenido que recibir muchas vejaciones, he sido objeto de secuestro, de asesinato, de demandas. 
Creo que a las mujeres nos toca más duro, incluso en los movimientos sociales. 

Es más fácil pronunciarse por un hombre que por una mujer y eso tiene que ver con el patriarcado. No es cierto que mujeres y hombres lo pasemos igual. Por eso, el feminismo tiene que hacer un trabajo fuerte para acompañar y acuerpar a las mujeres luchadoras en los territorios.

Yo también soy coordinadora de una plataforma de movimiento social y popular de Honduras donde confluimos varias organizaciones. Tiene una carga más de responsabilidad respecto al trabajo que hago con la comunidad garífuna. Coordinar espacios mixtos es un gran reto respecto a hacerlo con las organizaciones feministas.

— ¿Por qué es más complicado coordinar grupos mixtos?

— El patriarcado está muy incrustado. Nosotros tenemos denuncias contra hombres de mujeres de la misma organización por asedio, violaciones, acoso… A las mujeres que se atreven a denunciar las criminalizan por decir que las acosan, que no las reconocen sus derechos o que solamente les dan el cargo de secretaria. 

Te dicen que no tienes derecho a poder denunciar porque le estás restando poder a la organización. Si nosotros estamos construyendo una forma diferente de relacionarnos también tenemos que cuestionar eso, que además  tiene mucho que ver con el poder. En las organizaciones en las que los hombres tienen poder, actúan como hombres.

En esa ecuación hay dos partes: un hombre que acosa y muchos que toleran y callan.

— Exactamente. Y además condenan a las mujeres que denuncian. Las califican de destructoras de la organización, la marginan y ellas son las que tienen que irse. Muchas callan.

— Volviendo a Berta Cáceres, ¿recuerda el día en que la asesinaron? ¿Qué opina sobre cómo se ha desarrollado el juicio?

No solo la conocía, fueron 25 años con ella. Era mi hermana de lucha, mi cómplice… Ella no solo era ambientalista, también era feminista. Luchaba contra el patriarcado y contra este modelo neoliberal. Pero, sobre todo, era una madre que amaba a sus hijos. Era una mujer brillante. 

Me acompañó en momentos muy difíciles de mi vida. Cuando fui capturada por la policía y golpeada en el 2011, recuerdo que la llamada que recibí antes de que me quitaran el teléfono fue de ella.

Fue muy duro cuando recibí la noticia de su asesinato. Si fueron capaces de matar a una mujer tan pública, te puedes imaginar lo desprotegidas que estamos. Es un régimen en el que te pueden matar y calificar tu asesinato de crimen pasional o delincuencia común.  

Ahora hay un juicio en el que no se va a perseguir a los verdaderos culpables, aunque presenten a quienes la mataron. El último detenido fue el gerente de una empresa, pero hay cosas que no suceden. Lo primero, el cierre de la empresa. 

Ella fue asesinada por un proyecto. Lo segundo el arresto de los autores intelectuales, los que dieron la orden de matarla, no solo del que apretó el gatillo. No solo es matar a una defensora, sino que también es un mensaje para las luchas que hay en otros territorios contra los proyectos de industria extractivas. Esto tiene que quedar claro.

 Hubo mucha solidaridad internacional. Hubo suspensión de los fondos del FMO y otros bancos, pero el proyecto continúa agazapado. Están esperando a  que pase un poco la tormenta para después inyectarle mucho dinero. Va a seguir, es un proyecto de muerte.

— ¿La violencia sexual se usa como un arma más contra las defensoras?

— Sí, todas las mujeres que están en la lucha por los derechos territoriales están expuestas a ser violadas. En un país en crisis, los cuerpos de las mujeres se convierten en el espacio para descargar la ira y la frustración. Después del golpe de Estado de Honduras, se elevó exponencialmente el feminicidio y la violación. Además, nos enfrentamos con el poder del narcotráfico. 

Hay madres que tienen que sacar a sus hijas e hijos del territorio para protegerlos de los grupos criminales. Las mujeres siempre somos el botín. No te imaginas lo que es ir a poner una denuncia en Honduras. Es probable que la policía le pase la información al denunciado. Si éste está vinculado al crimen organizado, seguramente vas a morir. Por eso muchas mujeres prefieren callarse. No hay seguridad.

— A las defensoras les dan premios pero luego la comunidad internacional no acude a solventar sus demandas más profundas, ¿hay hipocresía?

— Sí, es una doble moral. Es una estrategia peligrosa porque te dan un premio como reconocimiento a tu lucha, pero después están apoyando, reconociendo y legitimando esos proyectos. Por eso, mejor que no den premios si no les interesa poner el dedo en la llaga. Por ejemplo, en Honduras hay una cervecería que da un premio ambiental, pero esa misma empresa es la que después consume más agua y, además, llena de plástico el país.

A la hora de la verdad, nos asesinan y nos matan, no importan los premios que se nos den o el reconocimiento, siempre estamos expuestas. Si hay un problema social y colectivo, no se debe reconocer y premiar a una persona en particular, sino que se debe contribuir a generar un cambio en esos territorios.

— Premios para blanquear proyectos e individualizar las causas…

— Exactamente. Estoy en un debate profundo sobre los mecanismos de protección de las organizaciones. Algunos pueden tener muy buena intención, pero no funcionan. A las defensoras para protegerlas se las saca de sus territorios y eso provoca un desarraigo terrible. Nosotras tenemos una familia que también está en riesgo, al igual que nuestras organizaciones y los hombres y mujeres que nos acuerpan."              (Entrevista a Miriam Miranda, Sara Montero, Cuarto Poder, 30/06/18)

17/3/16

Unanimidad mundial para llevar a la hidroeléctrica Desa ante la justicia por el asesinato de Berta Cáceres... y los más de 100 activistas medioambientales asesinados cada año, dos por semana

"(...) Berta Cáceres es Tomás García, su compañero asesinado la semana anterior. Son los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, es Daniel Humberto, Carlos Antonio Luna, Jeanette Kawas. Son los más de 100 activistas medioambientales asesinados cada año, los dos por semana y las continuas amenazas a sus movimientos y familias.

El mapa de densidad de este tipo de asesinatos señala los típicos países en vías de desarrollo perpetuo; no salen de ahí, es una franja asignada, un comprimido de riqueza subyugada a intereses ajenos que extorsionan y matan para que así siga siendo.

 En estos países los asesinos a sueldo son fáciles de encontrar, también la policía corrupta que mira hacia otro lado, las guerrillas paramilitares extranjeras, la connivencia criminal de sus gobiernos.

Ahora que se investigue lo que se quiera, pero ya se la han quitado del medio. Ya no hay problema. Muerto el perro se acabó la rabia. Una lección bien dada.

Tan descorazonados como descerebrados; así nada puede funcionar entre sus manos. Tan ingenuos los locos asesinos, tan ignorantes. Ellos no se han quitado del medio a nadie. Endemoniados locos, como me jode daros esa palabra, pero no sois más que eso. Locos en la enfermedad, por supuesto, no en la danza silenciosa. 

Rematadamente enfermos y ciegos a los que no mataríamos si pudiéramos. Al menos no peor de lo que nos matan ellos cada día. Especulando, intoxicando, vendiendo hasta nuestros huesos y los huesos de nuestros hijos.

No saben que Berta vive en nosotrxs, que la han acercado a miles de personas que no la conocían. Y la traen muerta y la traen más viva que nunca. Nos han quitado a un ser vivo espléndido, a una persona digna de encontrarse cómo y cuando fuera.

 A una madre, hermana, hija, compañera, hermana otra vez. Con apellido de colono pero lenca de corazón, indígena. Lenca, y por ello guardiana del río como una niña más. Y por ello protectora de la vida.

“En nuestras cosmovisiones somos seres surgidos de la tierra, el agua y el maiz. De los ríos somos custodios ancestrales el pueblo Lenca. Resguardados además por los espíritus de las niñas, que nos enseñan que dar la vida de múltiples formas por la defensa de los ríos es dar la vida por el bien de la humanidad y de este Planeta”, dijo una vez Berta Cáceres.
No sé que estudió, quizás nada, como las demás. 

Bastó con abrir los ojos para ver que su maravilloso territorio, simbióticamente cuidado por sus ancestros durante generaciones, estaba amenazado de muerte por intereses espurios. Bastó con eso para entenderlo todo y nunca callar.

Berta y el Copinh no sólo representan la defensa de los derechos del pueblo Lenca o de los indígenas. Representaba los derechos de la autodeterminación de todos los pueblos, la liberación de Honduras de intereses ilegítimos impulsados desde la violencia sistemática y la impunidad. Representaba la defensa de todos los ríos y bosques del Planeta, la salvación de la humanidad mediante la lucha por la vida.

“Yo creo que dar la vida por la defensa de la vida no es morir, es vivir para siempre” - decía un longevo compañero suyo en uno de los entierros.

Basta con escuchar el comunicado de su hija, firme aun compungida, para entender que es así, que aquí nadie a muerto. Que ahora todos somos el espíritu de Berta, la lucha por la vida un ápice más iluminada por su etérea presencia.

Lideresa incansable y madre de cuatro hijos en un sistema mercantilista, racista y patriarcal. Símbolo de mujer trabajadora y libre, pues su trabajo no era una explotación laboral más, sino la dignificación de la dedicación en la vida.

En un tiempo en que los recursos amenazan con agotarse y el clima por sucumbir fatalmente a la presión humana, el acaparamiento de los recursos naturales por la fuerza avanza, ecofascismo a punta de machete y de dólar.

Estamos en un punto de inflexión, de vida o muerte reales. La guerra mundial de baja intensidad, millones de víctimas sin rostro, territorios rotos, secos, contaminados. Así la vida no puede durar mucho más.

Su valentía es ahora la de todas nosotras, su rostro sonriente, el nuestro. Es momento de dignificar, de defender y de cuidar. Honraremos la muerte y la lucha de nuestra compañera en cada territorio, exigiremos el fin de la impunidad y de la decapitación de la Paz, de la Justicia y del Planeta en el que vivimos.

Es hora de recordar las palabras de Berta Cáceres: "Despertemos, humanidad, ya no hay tiempo. Nuestras conciencias serán sacudidas por el hecho de estar sólo contemplando la autodestrucción basada en la depredación capitalista, racista y patriarcal. 

El río Gualcarque nos ha llamado, así como los demás que están seriamente amenazados en todo el mundo. Debemos acudir. La madre tierra militarizada, cercada, envenenada, donde se violan sistemáticamente derechos elementales, nos exige actuar. Construyamos entonces sociedades capaces de coexistir de manera justa, digna y por la vida".

Esos países del titular somos todos y todas, pues no hay otro país ni otra nacionalidad mayor que la defensa de la vida."                  (Eva García Moreno, El salmón contracorriente, 07/03/16)