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10/1/24

Criminales de élite, pederastas y sus amistades... A propósito del caso Epstein... una parte de la sociedad, en particular las élites, les consideran personajes fascinantes, demasiado poderosos para ser excluidos del entorno privilegiado

 "A propósito del caso Epstein, la periodista Lydia Cacho analiza como "siempre el poder y el estatus son la semilla de la impunidad, no solamente mientras suceden los crímenes sino luego de haber sido evidenciados. La vara de medir la credibilidad de las víctimas es el poder del victimario; a él sumamos a la relación contractual, financiera, afectiva y laboral con todos los famosos involucrados".

 Son elegantes, famosos, ricos, respetables, influyentes o acaso millonarios sofisticados que viajan en aviones privados, conducen autos deportivos, beben vinos como Romané Conti de 27.000 euros la botella. Se codean con propietarios de bancos, controlan equipos de futbol, son mercaderes, productores o estrellas de cine, ídolos de la música pop invitados a las mansiones presidenciales o a la casa real de Europa más chic del momento. Son tan interesantes y seductores que logran casi siempre salirse con la suya en los juzgados, sin importar el delito que han cometido. Eso sí, jamás lo logran solos, siempre tienen una tribu de defensores que construyen cautelosa y estratégicamente.

Jeffrey Epstein fue durante años uno de los mejores ejemplos. Epstein era, entre otras cosas un banquero de inversiones experto en evasión fiscal, que poco a poco se rodeó de personajes poderosos de la política, el arte y las ciencias. Tenía una isla privada, vivía en Nueva York y, entre otras cosas, organizaba fiestas en las que él y algunos de sus invitados tenían sexo con chicas de entre 13 y 18 años.

En 2005 una familia de Florida lo denunció por abuso sexual infantil de una niña de 14 años; gracias a ella, en 2008 el FBI identificó a 27 niñas menores de edad consideradas posibles víctimas de crímenes sexuales en las propiedades de Epstein. Como él era un criminal de élite y no un conductor de autobús, logró negociar con la fiscalía que le diesen 13 meses de cárcel y su nombre apareciera en el Registro Federal de Agresores Sexuales. A pesar de ello Jeffrey mantuvo sus propiedades, a su esposa, a su amante y a sus amistades que acudían a las fiestas. Nada había cambiado.

Once años después, en 2019 resurgió el caso con nuevas acusaciones y evidencia irrefutable. Epstein fue encarcelado y unos meses después fue hallado muerto en su celda, mientras su exnovia Ghislaine Maxwell fue sentenciada a 20 años de prisión por reclutar a niñas menores de edad y explotarlas sexualmente con Epstein.

Desde 2008 hasta 2023 los expedientes se habían mantenido bajo sigilo para proteger los nombres de las víctimas y de los amigos de Epstein que conformaban la red de abusadores y la red de protección, es decir, la tribu de élite que avaló su impunidad durante décadas.

Sabemos desde hace años que a esa tribu de amistades pertenecen personajes como Bill Clinton, Harvey Weinstein, Donald Trump, el príncipe Andrés de Inglaterra, Michael Jackson y unos 90 personajes más, algunos forzados a testificar en el caso de Maxwell. Un agente del FBI que formó parte de las investigaciones de 2008 me reveló personalmente que existían fotografías de esas niñas presentes en fiestas con algunos de los personajes. Las fotografías citadas no son de índole sexual.

Sin embargo, corroboran que las chicas dijeron la verdad, mientras ellos, como el príncipe Andrés, mintieron diciendo que jamás las conocieron, que nunca hubo chicas presentes. En estos casos, como en otros en que las víctimas son menores de edad y además mujeres, la tribu protege a los agresores y a los testigos porque, como en una telaraña tejida por la araña tigre, todos los involucrados han quedado adheridos irremediablemente a la historia y mirar para atrás implicaría que están obligados, obligadas, a hacer una reflexión ética sobre su ceguera moral frente a los poderosos.

Se decían cosas, pero…

En todos los casos de explotación sexual que he documentado, he escuchado reiteradamente frases de empresarios y mujeres prestigiadas tales como “se decían cosas, pero era un caballero”, “era mi amigo y yo no soy amiga de pedófilos ¿cómo me lo iba a imaginar?”, “sí estaban las niñas, pero él decía que solo le gustaba verlas”, “Me llamaban la atención las niñas, pero él decía que eran sus protegidas”, “bueno, el FBI no siempre tiene la razón”, “era uno de los nuestros y nosotros no violamos niñas”.

Siempre el poder y el estatus son la semilla de la impunidad, no solamente mientras suceden los crímenes sino luego de haber sido evidenciados. La vara de medir la credibilidad de las víctimas es el poder del victimario; a él sumamos a la relación contractual, financiera, afectiva y laboral con todos los famosos involucrados. Epstein se llevó a la tumba los secretos financieros de muchos de sus clientes que participaron en sus fiestas.

Siempre encontramos a nuevos miembros de tribus de la impunidad, pueden ser actores, actrices, presidentes, reinas, novios, intelectuales, amantes o simplemente fans que creen que una persona de tanto prestigio no podría ser tan mala, cruel o mentirosa; especialmente si el delito del que se le acusa es pederastia, explotación sexual infantil o violencia sexual contra mujeres bajo su ámbito de poder.

Quienes nos dedicamos a investigar delincuencia organizada entendemos cómo funciona el tejido conectivo de una red de élite en la que se cometen delitos de “cuello blanco” que logran ocultar otros más graves. No nos engañemos, no solamente las grandes firmas de abogados y jueces encuentran vacíos legales para minimizar la gravedad de los delitos, es también una parte de la sociedad, en particular las élites, quienes les consideran personajes fascinantes, demasiado poderosos para ser excluidos del entorno privilegiado.

Yo he investigados a varios de estos sujetos y lo cierto es que para que uno logre escapar del brazo de la ley necesita a su tribu. La criminóloga española Paz Velasco ha dicho que la narrativa conductual de los criminales son los propios crímenes que cometen y las estrategias que llevan a cabo para ocultarlos. Entonces la tribu se suma a la narrativa que niega la existencia, la voz, la dignidad de las víctimas y, para proteger al victimario, es capaz de mantenerse tercamente en el engranaje que blinda a los criminales y perpetúa estos delitos. Incapaces de admitir su ceguera, las personas de esa tribu se suman al mal mayor."         (Lydia Cacho, La Marea, 06/01/24)

5/10/22

Un informe revela el acoso sexual sistemático a las futbolistas de EE UU... se ha producido durante años, en todo tipo de equipos, desde la Liga de elite -de diez equipos- hasta las competiciones juveniles. Y nadie en posiciones de poder tomó ninguna medida para detenerlos

 "En abril de 2021, Christy Holly, el director deportivo del Racing Louisville, de la Liga de fútbol femenino estadounidense, convocó a su jugadora Erin Simon, para ver el vídeo de uno de los partidos. En privado. Ella ya se temía lo que iba a ocurrir; se vistió con varias capas de ropa apretada, para que al entrenador le fuera más difícil hurgar dentro de ellas. Era un partido en el que la deportista había fallado varios pases. Cuando empezaron a ver las jugadas, él le dijo que la tocaría “cada vez que pierdas el balón”. Y lo hizo. Ella intentó escabullirse como pudo, “intentando mantener la paz y que a Holly no le entrara un ataque de furia”.

Toqueteos. Mensajes telefónicos sexualmente explícitos. En algunos casos, relaciones sexuales completas. Comentarios abusivos. Insultos procaces. Insultos sobre el aspecto físico. Insultos sobre la capacidad intelectual, sobre la capacidad parental, sobre lo que fuera. Gritos. Broncas incesantes.

Así ha sido, durante años, el mundo del fútbol femenino estadounidense. Un mundo plagado de abusos “sistémicos”, donde los escándalos eran un secreto a voces pero los entrenadores culpables simplemente cambiaban de trabajo -en ocasiones, en términos muy elogiosos- para volver a empezar su cadena de malas prácticas sin que nadie les hiciera rendir cuentas. El mundo que se describe en un extenso informe, de más de 300 páginas, publicado este lunes y elaborado por la ex “número dos” del Departamento de Justicia estadounidense Sally Yates y la firma de abogados King and Spalding por encargo de las autoridades deportivas, después de que el año pasado varias jugadoras rompieran el silencio, comenzaran a denunciar abusos y se negaran a salir al terreno de juego hasta que no se abriera una investigación sobre esos comportamientos.

Los comportamientos inapropiados, concluye el informe, se han producido durante años, en todo tipo de equipos, desde la Liga de elite -de diez equipos- hasta las competiciones juveniles. Y nadie en posiciones de poder tomó ninguna medida para detenerlos.

 “Nuestra investigación revela una liga en la que el abuso y el comportamiento inapropiado -abusos verbales y emocionales, así como conducta sexual inadecuada- se han convertido en algo sistémico, que abarca múltiples equipos, entrenadores, y víctimas”, denuncia el documento, en un lenguaje tan contundente como claro. “El abuso en la liga femenina está enraizado en una cultura más profunda en el fútbol femenino, que comienza en las competiciones juveniles, que normaliza el abuso verbal en los entrenamientos y borra las fronteras entre entrenadores y jugadoras”.

Aunque los casos salpican a más entrenadores, el informe, cuyos responsables entrevistaron a más de doscientas personas para su elaboración, utiliza como ejemplos tres casos en los que las denuncias son especialmente abundantes y los incidentes, particularmente graves. Además de Holly, menciona a Paul Riley, cesado el año pasado por el equipo North Carolina Coraje por “conducta inapropiada muy grave”, y Rory Dames, que además de entrenar a diversos onces a lo largo de su carrera también fue presidente y propietario de un club de fútbol juvenil en Chicago. Los tres instauraron en sus clubes y ambiente en el que se habían desdibujado las barreras entre la relación personal y la profesional; las jugadoras, tras años de abusos, habían interiorizado que los insultos, los gritos y las alusiones sexuales eran lo normal. O que, si no lo eran, debían tratarlo como si lo fueran para no quedarse fuera de las convocatorias en los partidos.

Ese abuso verbal, precisa el informe, era algo más que “entrenamiento duro”, como lo describían sus autores. Y las jugadoras que lo denunciaban no son “florecitas delicadas; están entre las mejores deportistas del mundo”, incluidas veteranas del Mundial y de los Juegos Olímpicos, apunta el informe. “Escuchamos denuncia tras denuncia de broncas degradantes y sin descanso; una manipulación que no trataba de mejorar el rendimiento deportivo, sino que iba de poder y de venganza contra quienes quisieron ponerlo en evidencia. Y aún más problemáticas fueron las historias de conducta inapropiada en el terreno sexual”.

 Los equipos, los directivos de la Liga, y la propia federación de fútbol estadounidense, más preocupados por la posibilidad de que los entrenadores acusados pudieran demandarles, o por la situación económica de este deporte femenino -menos que boyante-, evitaron reaccionar ante las denuncias. No se produjo ninguna investigación. En diversas ocasiones, los entrenadores fueron cesados, pero nunca se hizo público por qué. En algunos casos, la marcha se justificó como una decisión del cesado. Los directivos de los equipos anunciaron la salida en términos elogiosos hacia el director deportivo.

Y, a su vez, los siguientes equipos que los contrataron nunca trataron de verificar la auténtica razón de la salida. Nadie hizo ningún esfuerzo por implantar medidas que evitaran la repetición de ese tipo de incidentes, o que los cortaran de raíz. No existían protocolos de comportamiento en caso de denuncia. Las jugadoras que se atrevieron a enviar acusaciones a las entidades superiores de sus clubes vieron cómo sus llamamientos caían en saco roto.

Hasta que saltaron las protestas públicas el año pasado. Dos medios, The Athletic y The Washington Post, publicaron reportajes sobre la situación. Las denuncias ya salpicaban al menos a la mitad de los entrenadores de la Liga femenina.

El informe recomienda, entre otras cosas, hacer pública una lista de los individuos castigados por las autoridades futbolísticas, e investigar la idoneidad de los entrenadores antes de concederles la licencia para ejercer. También sugiere contratar funcionarios que se encarguen de la seguridad de las jugadoras, y enfatiza la necesidad de establecer normas claras sobre el comportamiento profesional.

En un comunicado, la presidenta de la federación de fútbol femenino, Cindy Parlow Cone, ella misma antigua jugadora de la selección nacional, calificó las denuncias del informe como “profundamente preocupantes y dolorosas”. Su entidad, subraya, aplicará de inmediato algunas de las recomendaciones del informe. La federación, declara, está “totalmente comprometida a hacer lo que esté en su mano para garantizar que todas las jugadoras, a todos los niveles, cuentan con un lugar seguro y lleno de respeto para aprender, crecer y competir”.               (Macarena Vidal Liy , El País, 03/10/22)

9/8/22

Viola a una jornalera en Murcia y la amenaza con despedirla si lo cuenta... y se libra de la cárcel por 6.000 euros, las costas y un curso de educación sexual

 "El 14 de mayo de 2019, en la localidad murciana de Archena, Celso había quedado sobre las nueve menos cuarto de la noche con Covadonga, una jornalera paraguaya contratada por una ETT para la empresa en la que Celso era encargado. Él, murciano, tenía entonces 64 años y era su jefe. Era temporada de recogida de albaricoque. Llegó a por ella en una furgoneta blanca, una Ford Tourneo con el logotipo de Agarcampo en un lateral, y condujo hacia una finca que se conoce como Los Chatos de Yéchar. Cuando llegaron, Covadonga le preguntó qué hacían allí y la respuesta de Celso fue: “Cállate, si no quieres problemas conmigo, haz lo que yo te pida”.

No pidió nada. La obligó a realizarle una felación, la violó y después la amenazó con dejarles sin trabajo, a ella y a sus “paisanos”, si contaba lo que había ocurrido. Aun así, ella denunció, y él pasó medio año en la cárcel, entre mayo y noviembre de aquel año. Sin embargo, el fallo judicial por aquel delito, firmado en la Audiencia Provincial de Murcia el 3 de mayo de este año, es el pago de las costas procesales —que el condenado entregó a la víctima antes del juicio, además de 6.000 euros en concepto de indemnización por daños—, la prohibición de acercarse a la víctima, cinco años de libertad vigilada en los que el condenado se compromete a no delinquir y cumplir con un programa de educación sexual.

¿Por qué? Porque hubo conformidad entre las partes, según se explica en la sentencia, que da nombres ficticios tanto a agresor como a víctima. Es decir, que Celso reconoció el delito y las penas que tanto la Fiscalía como la acusación particular pidieron; como también ha ocurrido en el caso de la violación de dos policías a una mujer en Estepona (Málaga). Un proceso que dejó “alucinada” a la portavoz adjunta de Juezas y Jueces para la Democracia, Isabel Tobeña, que explica que aunque a veces sea “incomprensible”, estos acuerdos se producen. También afirma que la Fiscalía no solo puede, sino que “tiene el deber” de seguir con dicho proceso en estos casos, aunque la víctima se retire del proceso penal, como recoge el propio Código Penal.

El artículo 191 establece que “para proceder por los delitos de agresiones, acoso o abusos sexuales, será precisa denuncia de la persona agraviada, de su representante legal o querella del Ministerio Fiscal”, y, como incide Tobeña, también ese artículo fija que “en los delitos de violencia sexual el perdón del ofendido o del representante legal no extingue la acción penal ni la responsabilidad de esa clase”.

Sin embargo, las conformidades se dan “por distintos motivos”, apunta la jueza. Entre otros, “en función de las características” del proceso: “Por ejemplo, si creen que no tienen suficiente prueba sin la víctima, deciden no continuar”.

Como ha ocurrido en este caso, en el que Celso queda libre por ser “delincuente primario, carecer de antecedentes penales anteriores al ilícito enjuiciado, no venir obligado a satisfacer responsabilidad civil alguna y no exceder de dos años de prisión la pena que se pretende suspender”. A pesar de los hechos probados.

En ese relato se lee cómo se dieron el número de teléfono aquella misma mañana, la del 14 de mayo de 2019. Cómo cuando llegaron a aquella finca, ella verbalizó su deseo de marcharse, cómo él la agarró de los brazos, la empujó y la metió en la parte de atrás de la furgoneta.

También cómo ella intentó escapar varias veces y él le pegó todas esas veces para que no pudiese hacerlo: en la cara, sujetándola del pelo. Cómo le quitó la ropa y la penetró “vaginalmente —sin protección alguna— hasta culminar el acto en el interior de su vagina al tiempo que le decía: “Eres una puta, si has quedado conmigo y te has subido al coche ya sabías lo que iba a ocurrir”.

Y también cómo después la “agarró fuertemente” del pelo “y empujó su cara contra su miembro hasta introducirlo en la boca” de ella, “obligándola a realizarle una felación”. Cuando terminó, le dijo: “Vístete y no digas nada que nadie te va a creer. Si dices algo de esto, tanto tú como tus paisanos vais a perder el trabajo”.

En aquel primer momento ella presentó denuncia y fue al hospital: tenía heridas en los muslos, los brazos, el hombro izquierdo, el labio, el glúteo derecho y en la espalda. Él pasó medio año en prisión. Pero al inicio de las sesiones judiciales, “tras reconocer el acusado todos los hechos objeto de acusación, la fiscal modificó su escrito de acusación en el sentido de calificar los hechos como constitutivos de un delito de agresión sexual” con “las atenuantes de reparación del daño [por los 6.000 euros entregados a la víctima antes del juicio además de las costas procesales] y la de confesión tardía”.

La fiscal solicitó para el acusado la pena “de dos años de prisión, accesoria, y prohibición de aproximarse a Dª Covadonga a menos de 500 metros de su domicilio, lugar de trabajo o cualquiera otro que ella frecuente, y de comunicarse con la misma en cualquier forma y medio de comunicación, informático, telemático, contacto escrito, verbal o visual por tiempo de siete años; y, por último, la medida de libertad vigilada por plazo de cinco años consistente en las citadas prohibiciones de aproximación y comunicación”.

Cuando la acusación particular “se adhirió íntegramente a la calificación fiscal y precisó haber recibido con anterioridad al juicio la totalidad de la responsabilidad civil que reclamaba, ascendente a 6.000 euros, y las costas procesales”, no se “consideró necesaria la continuación del juicio, por lo que se declaró visto para sentencia por estricta conformidad de las partes”. Y así, un delito de violación se salda con unos cuantos miles de euros y un curso de educación sexual."                 (Isabel Valdés, El País, 03/08/22)

 

7/4/22

Hombre de mediana edad, sin enfermedades mentales ni empatía: así es el asesino de violencia vicaria... este tipo de personalidad, al carecer de culpa y afectividad empática hacia otra persona, puede llegar a la crueldad más extrema que podemos conocer; y no hay ningún signo o déficit que los identifique o modifique

 "Hace una década que Sonia Vaccaro, psicóloga clínica y perita judicial, experta en victimología y violencia contra las mujeres y sus hijas e hijos desde hace más de 30 años, decidió, cuando estaba recabando material para un libro sobre el Síndrome de Alienación Parental (SAP), acuñar un nuevo término basado en experiencias de mujeres víctimas de violencia de género.

Una vez, una madre le contó cómo había sido acusada de producirle un lavado de cerebro a su hijo y ser una madre alienadora; confesándole que no pudo protegerle porque “una sentencia obligó a que dejara el niño a cargo de ese individuo, que ya le había amenazado con quitarle lo que ella más quería, y así lo hizo, asesinando a su hijo”, lamenta Vaccaro. A partir de este primer caso, comenzó a registrar otros de otras madres víctimas de violencia de género donde la justicia había concedido la custodia de los menores al padre o bien había sentenciado la custodia compartida. Sonia observó que algunas de esas sentencias obligan a las mujeres a tener contacto con un individuo sobre el que a veces pesa una orden de alejamiento y provocan situaciones contradictorias que generaban una nueva forma de violencia, la violencia vicaria. Encontramos un ejemplo muy reciente y doloroso que responde a los resultados de la investigación de Vaccaro. Ayer domingo un hombre de 47 años fue detenido por la Guardia Civil por asesinar a cuchilladas a su hijo de diez años en su casa de Sueca, Valencia. El aviso lo dio la madre del menor, que se había desplazado al domicilio del hombre para recoger a su hijo, que había pasado el fin de semana con su padre, pero al tratar de acceder al interior, nadie le abría la puerta. El asesino tenía una orden de alejamiento de la madre por malos tratos, según relató Europa Press.

La violencia vicaria, observada y registrada por Vaccaro, es la que se ejerce sobre las hijas e hijos, también sobre parientes e incluso animales domésticos, para dañar a la mujer. En España contamos con una lista nutrida de casos, la mayoría anónimos y desconocidos, y otros mediáticos. 

 Ángela González Carreño interpuso, entre diciembre de 1999 y noviembre de 2001, más de 30 denuncias ante la Guardia Civil y los juzgados en materia civil y penal, y solicitó repetidamente órdenes de alejamiento de su exmarido respecto a ella y su hija. A pesar de los continuos incidentes violentos protagonizados por este durante el año y medio de visitas vigiladas, el Juzgado número 1 de Navalcarnero (Madrid) emitió una orden el 6 de mayo de 2002 autorizando las visitas no vigiladas. El 24 de abril de 2003 el exmarido le dijo a Ángela que le quitaría “lo que más quería”. Y lo hizo: asesinó a su hija Andrea de un disparo y luego se quitó la vida, por lo que se le exonera de responsabilidad penal. El Comité de Naciones Unidas para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (Cedaw), condenó a España en 2014, la primera ocasión en que un organismo internacional fallaba contra nuestro país por un caso de violencia de género, por no proteger a una mujer víctima de violencia de género y a su hija de siete años.

José Bretón asesinó a sus dos hijos, Ruth y José, en Córdoba en octubre de 2011 cuando su mujer, Ruth, inició los trámites de separación. Una resolución emitida por el Ministerio de Presidencia en diciembre de 2021 reconoció que ni el Ministerio de Interior ni el de Justicia protegieron a Nerea y Martina, de dos y seis años, asesinadas por su padre en septiembre de 2018 en Castelló. Las voces de las niñas no fueron escuchadas en todo el procedimiento, tampoco la de su madre, Itziar Prats, que denunció a su marido por amenazas. Estas —“Me voy a cargar lo que más quieres”, “ya te puedes ir despidiendo de las niñas”— no fueron suficientes para que se protegiera a las menores: la policía de Castelló consideró que había un riesgo “bajo” en su caso y la responsable del Juzgado de Violencia sobre la Mujer 1 de la ciudad negó la orden de protección. Itziar no se pudo despedir de sus pequeñas por el grado de violencia que presentaban sus cuerpos.

Todavía tenemos en la memoria más próxima los casos de Olivia y Anna, de seis y un año, asesinadas por su padre el 27 de abril de 2021 en Tenerife para “castigar” a su madre que, después de la separación, tenía una nueva pareja. Leo fue asesinado por su padre en agosto del año pasado en un hotel en Barcelona ocho días después de la separación de su expareja, su asesino envió un último mensaje a su exmujer: ​​“Te dejo en el hotel lo que te mereces”. Luna tenía tres años, su padre la asesinó en su domicilio en Lavapiés, Madrid, el último día de 2021. Estaba en trámite de separación de su mujer, psicóloga infantil, y ya no vivían juntos. 

Un golpe irreversible contra las madres

Sonia ha dado un paso más en su investigación y ha liderado un grupo de trabajo que ha elaborado el primer estudio en nuestro país sobre violencia vicaria extrema, la que llega al asesinato: ‘Violencia vicaria: un golpe irreversible contra las madres’. Coordinado por la Asociación de Mujeres de Psicología Feminista de Granada, cuenta con la colaboración de Margarita Castillo Cardona, Cristina Mena Casero, Gemma Mª González García y María Sierra Carballo. Ha sido financiado por la Consejería de Igualdad de la Junta de Andalucía.

En total, han analizado 400 sentencias judiciales relacionadas con la violencia hacia la mujer o hacia los y las menores extraídas del Centro de Documentación Judicial del Consejo General del Poder judicial (Cendoj) y de información de hemeroteca. “Ocurre que muchos de los asesinatos no se guardan en el registro judicial debido a que el asesino se mata a su vez y el caso decae jurídicamente”, puntualiza Sonia, que remarca que, en su opinión, el asesino no se suicida. “El suicidio es una entidad clínica de un ser que sufre, que cae en depresión severa y no encuentra otra salida, que transita mucho hasta que toma la decisión de suicidarse. A estos individuos no les importa nada, se matan como una forma más de demostrar su poder, para no tener que dar ninguna explicación; ninguno de ellos se arrepiente, los que se quedan vivos siguen diciendo que no fueron, que no se acuerdan de nada”, explica.

De los 400 casos de asesinatos de menores, las autoras detectaron 51 como violencia vicaria, “casos en los que hemos comprobado este nexo de concausalidad en el que la intencionalidad está puesta en querer dañar a la madre”, apunta Vaccaro. El estudio incluye cuestionarios y entrevistas a víctimas de violencia vicaria, a las madres cuyos hijos e hijas habían sido asesinadas, y constituyó un grupo focal con expertas en la temática de violencia contra la mujer para la interpretación de los datos y la discusión de las conclusiones del proyecto.

El asesino: hombre de mediana edad, español y sin enfermedad mental

Las conclusiones del estudio señalan al agresor, en la mayoría de los casos, como un hombre de mediana edad, de entre 30 y 50 años, principalmente de nacionalidad española. En un 82% de los casos era el padre biológico de las criaturas que asesinaron. No se observa en el asesino la existencia de discapacidad intelectual ni física y los casos con diagnóstico previo de algún trastorno o enfermedad mental son residuales. Tampoco suelen tener antecedentes penales, y si los tienen en un 60% son delitos relacionados con violencia de género. 

Sonia Vaccaro explica que son casos en los que no se puede hablar de una patología, sino de un trastorno de personalidad: “Esta persona no padece una enfermedad, no hay medicamento, no hay tratamiento para curarlos”. Para ella estamos hablando de “un tipo de personalidad distante, sin empatía, calculador, que se adapta perfectamente a esta sociedad, muchísimo más a este siglo XXI, que están por todos lados; algunos son seres exitosísimos de negocios”.

 El peligro para la psicóloga es que “este tipo de personalidad, al carecer de culpa y afectividad empática hacia otra persona, puede llegar a la crueldad más extrema que podemos conocer; y no hay ningún signo o déficit que los identifique o modifique”. Es por ello que, señala, “desde luego lo que no podemos hacer es dejarles a cargo de una criatura cuando han ejercido violencia sobre la madre y su hijo o hija puede servir a sus fines para ejercer el poder y control”.

 También subraya el hecho de que en todos los casos el asesinato fue premeditado, “ninguno fue motivo de una alteración emocional del momento, eran absolutamente conscientes de lo que iban a hacer,  lo planificaron; algunos compraron el arma el día anterior”. Y pone de relieve el asesinato de Anna y Olivia en Tenerife: “Fue calculado al milímetro, incluso la carga del teléfono del asesino tiene un sentido disuasorio, nadie que se va a matar pide cargar el teléfono, todo estaba dirigido a crear desconcierto, todo estaba perfectamente calculado”. 

Violencia vicaria y Síndrome de Alienación Parental

El Síndrome de Alienación Parental (SAP) fue acuñado por el psiquiatra Richard Gardner en 1985 para referirse a un desorden psicopatológico en el cual un niño, de forma permanente, denigra e insulta sin justificación a uno de sus progenitores, generalmente el padre, y se niega a tener contacto con él. Vaccaro llegó hasta el concepto de violencia vicaria a través de un estudio sobre el SAP, un síndrome desaconsejado por el propio Consejo General del Poder Judicial cuya aplicación ha quedado prohibida por la Ley Orgánica de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia, aprobada en junio del 2021.

 Sonia Vaccaro defiende que el SAP es un tipo de violencia vicaria: “Después de 30 años de estudio he descubierto y comprobado que está inventado para quitar a la madre de enmedio”. Según asegura, los casos a lo largo de su carrera le han demostrado que la mayor protección familiar de las criaturas en la violencia de género la ejerce la madre, “esa misma mujer que está siendo maltratada, vapuleada o ignorada”.

 Recuerda el caso de Ruth, la exmujer de Bretón, quien le comentó en una de sus sesiones: “Él solo me miraba”.  Sonia, al respecto, apunta: “Ya vimos lo que es la mirada de ese individuo al que no le hacía falta decir nada más, el mensaje estaba implícito en esa mirada”. Para Vaccaro, en el momento en el que “se quita de enmedio a la madre” en un caso de violencia de género, “a esa criatura la dejamos sin sostén, a merced de su maltratador o violador, porque tenemos que tener presente que el SAP se creó para defender a padres acusados de incesto, luego se utilizó para lo que le venía bien a cada uno”, afirma tajante.

Los asesinatos de niñas y niños pueden y deben prevenirse

El estudio pretende conocer empíricamente la realidad social de los asesinatos cometidos en el marco de la violencia contra la mujer, como violencia vicaria en España, desde el año 2000 hasta diciembre de 2021. Responde asimismo a la necesidad de investigar nuevas formas de ejercer la violencia de género para adaptarla al contexto actual e introducir reformas legislativas que permitan profundizar en las políticas de igualdad y erradicar la violencia de género en nuestra sociedad desde un enfoque feminista, transversal e interseccional. El propósito es el de arrojar luz, explicar y comprender cuáles son las características de esta violencia que, según los datos, está aumentando de forma significativa. Para Mariló Rubio, presidenta de la Asociación de Mujeres Psicología Feminista de Granada, “el trabajo identifica las amenazas y las situaciones de riesgo y de peligro para menores que los mecanismos institucionales y judiciales no parecen detectar”.

Los datos analizados detectan elementos comunes, cuenta Mariló Rubio, como el hecho de que las víctimas suelen ser de corta edad, menores de 10 años; que cuando se comete el delito, en un 66% de los casos el asesino está separado, y no ha transcurrido mucho tiempo desde la separación. Para la psicóloga la separación es un momento vital en la violencia vicaria, donde el hombre puede llegar a expresar ese impulso de “no voy a consentir que tú te separes de mí”. Rubio señala como un grave problema la normalización de las amenazas: “Si creemos que hay un atisbo, pongamos un 5% de posibilidad, de riesgo, vamos al menos a tomar medidas cautelares, hasta que podamos investigar a fondo”.

 Una de las hipótesis que defienden las autoras es la de que, a medida que se fue protegiendo a la mujer con leyes, que la sociedad se fue haciendo consciente y se fue poniendo coto a esa violencia, los maltratadores fueron cambiando las formas de ejercerla, y uno se los resquicios que encontraron fue la desasociación que hace la justicia en la violencia de género, que permite que el maltratador entre en contacto con las niña y niños menores de edad.

Para Sonia Vaccaro, la justicia tiene mucho por hacer, “empezando por ser consciente que tiene mucho peso en el imaginario colectivo”. Para ella, “cada fallo judicial genera un imaginario social allá fuera, y lo refuerza”. También señala la responsabilidad social: “Todos y todas tenemos mucho por hacer, empezando por priorizar el derecho de los más vulnerables ante la violencia de género que son las niñas y los niños. A pesar que todos se rasgan las vestiduras al hablar de los derechos, el interés superior del menor, etcétera, lo que vemos es que no importan nada”.

Los datos lo demuestran, según las autoras del estudio: las niñas y los niños son invisibles en estas causas, “no existen, no se les considera, no tienen voz y, por lo mismo, falla la protección que el Estado y las instituciones, deberían poder otorgarles”. Las conclusiones del informe afirman que “su palabra es devaluada, al punto de silenciarla, y se comete una discriminación flagrante por causa de su edad, olvidando que son seres de derecho con derechos”. No hallaron informes de valoración que aludan a su estado emocional previo a ser asesinaos, a pesar de que la causa los tiene como elemento central del enjuiciamiento. Encuentran, asimismo, que ninguna de las víctimas infantiles había sido atendida con relación a sus síntomas o signos, o tan siquiera valoradas psicológicamente por la justicia. También que del total de asesinatos, solo en 10 casos se dio alerta a las autoridades y, de estos casos, en el 70% de ellos no se establece ninguna medida de protección y en el 20% se establecen medidas de protección únicamente para la madre pero ninguna de estas medidas estaba vigente en el momento del crimen.

Sonia Vaccaro y su equipo esperan que la contundencia de los datos y el análisis “dé lugar a una protección efectiva, haciendo posible que ningún hombre violento les pueda utilizar como objetos para continuar dañando a la madre” y se aplique, en todos los casos actuales y por venir, la nueva Ley de la Infancia que reconoce por primera vez la violencia vicaria y la necesidad de proteger a los hijos e hijas de víctimas de violencia de género. Para las autoras del estudio no sirve de nada ninguna acción tras la muerte de criaturas vulnerables que no pudieron ni elegir ni ponerse a salvo de las manos de su asesino. “Nada puede resarcir el dolor de esas mujeres, nada hará retornar a sus hijas e hijos, un maltratador no es un buen padre, y mientras se privilegien sus derechos sobre los de las víctimas, no se podrá impartir justicia”, concluye el informe."                       (Susana Sarrión, El Salto, 04/04/22)

17/6/21

El hombre que quiso causar “el mayor dolor imaginable”

 "Tomás Gimeno, de 37 años, mató a sus hijas Anna y Olivia, uno y seis años de edad, en su casa, un chalet situado en la falda de una montaña, en la localidad de Igueste de Candelaria. Fue entre las ocho menos cuarto de la tarde y las nueve de la noche. Era el martes 27 de abril. Después las envolvió en unas toallas, las metió en unas bolsas de basura, que a su vez guardó en unas bolsas de deporte, y las introdujo en el maletero de su Audi A3 blanco.

Desde allí, con las niñas en el coche, se dirigió a casa de sus padres, en Santa Cruz de Tenerife, donde paró un momento para, sin que nadie le viera, dejar a su perro Oto, dos tarjetas de crédito con sus claves y dos juegos de llaves del último coche que se había comprado, un Alfa Romeo negro que había aparcado en la finca en la que trabajaba la madrugada anterior cubierto cuidadosamente en una funda. Desde la casa de sus padres se dirigió al puerto, y luego zarpó. Condujo el barco hasta una zona que él sabía que era profunda. 

Allí, hacia las diez y media de la noche, arrojó al mar las bolsas de deporte con los cadáveres de sus hijas. Las bolsas contenían además objetos que servían de lastre y estaban atadas al ancla suelta de su barco. A esa hora llamó por teléfono a su mujer, que se encontraba en ese momento en el cuartel de la Guardia Civil donde había ido a denunciar la desaparición de Olivia y Anna, y le advirtió que no podía permitir que sus hijas crecieran sin él.

 El auto judicial elaborado a partir de las investigaciones policiales sobre el crimen machista que ha conmocionado España, hecho público ayer en Tenerife, reconstruye el recorrido del asesino el último día en que se vieron vivas a sus hijas. El texto asegura que Gimeno “tenía como fin provocar a su ex pareja el mayor dolor que pudo imaginar”. Por eso, añade, “buscó dejarla en la incertidumbre acerca del destino que habían sufrido sus hijas al ocultar sus cuerpos en lugares (…) donde pensaba que nunca serían encontradas, todo ello tras anunciar, tanto a su expareja, como a su entorno, que se iba con Olivia y Anna y no les volverían a ver”.

Tomás Gimeno y Beatriz Zimmermann habían sido novios desde la adolescencia, cuando rondaban los 15 años. Se separaron hace un año, en plena pandemia. Desde entonces, Gimeno, apunta el auto, se dirigía a diario a Zimmermann con comentarios “descalificativos, ultrajantes y ofensivos, donde la menospreciaba por haber rehecho su vida”. La madre de Olivia y Anna tenía una nueva pareja, un ciudadano de origen belga, de 60 años. Y se había mudado a la que había sido su casa familiar, en la localidad de Radazul, a pocos kilómetros de Santa Cruz de Tenerife. Una vecina de esta casa, que la conoció de niña y de adolescente y que volvió a verla de nuevo habitualmente, recuerda que se encontró con ella una semana antes de la muerte de las niñas: “La vi feliz. Ilusionada. Me dijo que estaba muy contenta de haber vuelto”.

El martes 27 de abril, Gimeno comentó a Zimmermann que quería pasar la tarde con sus hijas y concertaron que él iría a Radazul a recoger a la pequeña Anna a las cinco de la tarde. Así lo hizo. La colocó en la silla MaxiCosi en el asiento del copiloto y en el Audi A3 se dirigió al centro pedagógico Die Villa, una suerte de campamento escolar alemán cercano a Radazul, para buscar a la mayor, Olivia. Tras recogerla, Tomás Gimeno lleva a cabo otro de esos actos, junto con el de tapar el Alfa Romeo, que certifican que no improvisó y que seguía un plan concebido con antelación: a la directora del centro, con la que mantenía una relación, le dio un estuche para guardar lápices envuelto en cinta de embalar con la advertencia de que no lo abriera hasta las once de la noche y que le llamara a esa hora. Después, se fue con sus dos hijas. La mujer no obedeció y a las cinco y veinte de la tarde abrió el estuche y vio lo que contenía: 6.200 euros y una carta de despedida.

Sin embargo, investigadores de la policía y la Guardia Civil sospechan que este plan no fue pensado con un margen muy extenso de días, porque se sirvió solamente de elementos que tenía a su alcance.

Desde el colegio, con sus hijas en el coche, condujo hasta la casa de sus padres. Dejó a Anna a su cuidado mientras llevaba a Olivia a una clase de tenis en un club de Tenerife. La clase duró una hora y en ese tiempo Gimeno aprovechó para acercarse hasta el puerto, subirse a su barco, Esquilón, una embarcación de seis metros de eslora con un pequeño camarote en la proa y arrancar el motor para probar si funcionaba bien.

 Desde allí regresó al club de tenis, recogió a Olivia, volvió con ella a la vivienda de sus padres, y, a las siete y media, se fue con sus dos hijas a su casa, el chalet enclavado en la falda de la montaña en Igueste de Candelaria. La vivienda cuenta con una parcela grande algo descuidada y una piscina pequeña. Al lado de la piscina hay un flotador gigante y un tobogán de juguete.

Poco antes de matar a las niñas, Gimeno envió, a las 19.50, un mensaje de voz a su expareja. En él, la pequeña Olivia le decía a su madre que su padre le pedía que fuera ahí a las nueve a recoger unos cuadros. Cuando Zimmermann llegó a la casa, pasadas las nueve de la noche, ya no había nadie: el padre de sus hijas, con los cadáveres metidos en las bolsas de deporte, acababa de irse camino de la casa de sus padres para después dirigirse al puerto. En un lugar con mil metros de profundidad, situado a tres millas náuticas, unos cinco kilómetros, frente a la ciudad de Santa Cruz, arrojó al mar los cadáveres de sus dos hijas con la intención, según asegura el auto judicial, de que su madre no los encontrara nunca.

La ciudad de Santa Cruz de Tenerife, conmocionada por entero por el crimen, no deja de preguntarse quién es Tomás Gimeno, cómo es que mata a sus dos hijas para así torturar de por vida a su expareja. Un conocido de Gimeno, que prefiere no dar su nombre, lo describe como un “chulo”, un hombre pagado de sí mismo, presumido, amante del pádel, de los coches, de la velocidad y de devolver las bromas con una mucho más pesada. “Era alguien a quien le encantaba hacértelo pasar mal a veces. Él conducía muy bien, y ponía el coche a 260 o a 300 kilómetros por hora. Y no frenaba hasta que el que iba con él le decía ‘para ya, joder”, recuerda. Gimeno pertenecía a una familia acomodada de Santa Cruz de Tenerife. Toda su vida trabajó en los negocios del padre, llamado también Tomás Gimeno, también devoto de los coches de alta gama, exconductor de rallies y dueño de plantaciones agrícolas y un club de golf. Este conocido se cruzaba habitualmente con Gimeno –el hijo– en la puerta del colegio alemán de Santa Cruz por la mañana: “Un día le vi, con la niña sentada en sus rodillas, antes de que entraran nuestras hijas, los dos en el coche, él peinando a Olivia, poniéndole coletas, con poca maña pero con muchísimo amor. Ese es el mismo hombre que la mató meses después”.

A las 22.40, según el auto, tras hablar con su mujer, aún en medio del mar, subido a un barco sin ancla y tras haber arrojado a sus hijas al fondo del océano, Gimeno se quedó sin batería. Decidió ir al puerto a recargar el móvil. En la bocana, a las 23,15, fue interceptado por una patrullera de la Guardia Civil, que le conminó a que atracara inmediatamente porque estaba incumpliendo el toque de queda de la isla, que entonces empezaba a las diez de la noche. Le pusieron una multa por ese motivo. Gimeno les aseguró en principio que tras atracar el barco se iría a casa a dormir, aunque luego les dijo que cambiaba de opinión y que pasaría la noche en el barco. La patrullera se fue, rumbo norte, y no regresaría hasta las 2.30 de la madrugada sin advertir nada digno de mención.

 Gimeno le pidió prestado el cargador de móvil al vigilante de seguridad del puerto, pero la clavija no era compatible. Se subió al Audi A3, condujo hasta una gasolinera cercana y compró un cargador, un paquete de cigarrillos y una botellita de agua. Cargó el móvil en la oficina del vigilante, al que preguntó si sabía hacia dónde se había dirigido la patrullera de la Guardia Civil. A las 00.27 se subió de nuevo a su barco y zarpó. Nadie lo ha visto desde entonces.

Su teléfono volvió a estar operativo a las 00.41. A la 01.30 habló con Zimmermann. Comentaron su relación. Él insistió en que se iría lejos y que ella no volvería a ver a sus hijas. A las 02.11 llamó a su actual pareja “despidiéndose definitivamente”, según reza el auto. Durante toda la noche, y hasta las 02.27 de la madrugada, habló con amigos y con su familia. A su padre le aseguró “que lo sentía de verdad, pero que necesitaba esto”, según especifica el auto. A algunos de los amigos les regaló su moto, a otros su quad y a otros su barco. A otros, según explica el conocido antes citado, les enviaba mensajes de ánimo, del tipo, “Voy a estar bien, voy a estar mejor”.

A las 17.35 del 28 de abril, exactamente 24 horas después de que recogiera a sus hijas, se descubrió el barco a la deriva, a la altura del Puertito de Güimar, vacío y sin ancla. Durante su traslado fue encontrada la MaxiCosi flotando en el mar. Tras 44 días de vacío e incertidumbre, el jueves se halló el cadáver de Olivia dentro de una bolsa a mil metros de profundidad. Junto a ella, otra bolsa vacía.

Tras examinar los hechos, la juez de primera instancia ha decidido trasladar el caso al juzgado de Violencia sobre la Mujer de Santa Cruz de Tenerife. Mientras, el Ángeles Alvariño, una embarcación destinada normalmente a investigar la flora marina o a buscar tesoros como el del Odissey, estaba ocupado en rastrear un pedazo acotado del fondo del mar de Tenerife en busca del cadáver de Anna y, previsiblemente, el de Gimeno. El sábado el barco atracó en el puerto por una avería en el equipamiento. Pero en cuanto esté reparado, seguramente el lunes, saldrá otra vez, a peinar obsesivamente el mismo trozo de fondo marino, con los ojos de los habitantes de Santa Cruz detrás de él.

El viernes, cerca de mil personas, la mayoría mujeres, salieron a protestar por la violencia machista en la plaza de la Candelaria, en el corazón de Santa Cruz de Tenerife. Una niña enarbolaba un cartel con esta frase: “Dejad de matarnos”.                  (Antonio Jiménez Barca  , Guillermo Vega , El País, 12/06/21)

15/6/21

Un párroco culpa del asesinato de Anna y Olivia a la "infidelidad" de la madre

 "Fernando Báez Santana, conocido como el 'padre Báez', ha asegurado que el asesinato de Anna y Olivia se debe a la "infidelidad" de la madre de las niñas, Beatriz Zimmermann. 

Tanto en radio como en redes sociales, el sacerdote ha realizado diversas manifestaciones en las que considera que el presunto asesino es otra víctima, por el divorcio y "la infidelidad", afirmando que las niñas estarían vivas si la madre no hubiera roto el matrimonio. Llega a decir que "antes el hombre aguantaba a las mujeres aunque se volvieran locas" y que la madre "recoge lo que sembró", considerando que la relación de la madre de las niñas con otra pareja es "robar hijos".

La publicación que realizó el párroco en una red social ya ha sido borrada de su cuenta, pero se planteará solicitar por vía judicial la recuperación de ese texto. El Cabildo de Gran Canaria, junto a la Consejería de Igualdad, ya ha anunciado que está recabando la documentación necesaria para presentar una denuncia ante la Fiscalía contra el religioso para que investigue y califique estos hechos. Asimismo, el presidente del Cabildo, Antonio Morales, ha trasladado su preocupación por este asunto a las autoridades eclesiásticas. (...)"                (El Plural, 13/06/21)

7/6/21

Sabemos que Estados Unidos está superando la pandemia de COVID-19 cuando el ritmo de los tiroteos masivos en el país vuelve a la “normalidad”. El vínculo letal entre los tiroteos masivos y la violencia de género está claro

 "Sabemos que Estados Unidos está superando la pandemia de COVID-19 cuando el ritmo de los tiroteos masivos en el país vuelve a la “normalidad”. Hasta el 2 de junio se han registrado 244 tiroteos masivos en Estados Unidos en 2021. 

Esa cifra representa entre uno y dos tiroteos por día. No se sabe cuándo ni dónde ocurrirá la próxima masacre, pero sí se tiene la certeza de que ocurrirá. Y luego otra, y otra. Como resultado de esta gran cantidad de situaciones en las que ocurren tiroteos masivos en Estados Unidos, el país tiene ahora datos y estadísticas relacionados con estos crímenes, que muestran una correlación entre los tiroteos masivos y la violencia intrafamiliar. La mayoría de los hombres que perpetran los tiroteos masivos (los hombres cometen al menos el 97% de esos incidentes) también tienen antecedentes de violencia en el hogar. 

Esta información, junto con la implementación de medidas sensatas y de aplicación efectiva para controlar la posesión de armas de fuego podrían ayudar a detener la epidemia de tiroteos masivos que azota a la sociedad estadounidense y salvar muchas vidas de mujeres que están en riesgo de sufrir violencia a manos de sus parejas.

Era la madrugada del 26 de mayo y los trabajadores de la instalación de trenes ligeros de la Autoridad de Transporte del Valle de Santa Clara, en la ciudad de San José, en California, preparaban los trenes que debían entrar en funcionamiento en la mañana. El empleado Samuel Cassidy, de 57 años, llegó a la instalación ferroviaria. Una hora después comenzó a disparar desenfrenadamente y mató a nueve de sus compañeros de trabajo antes de quitarse la vida. 

Cassidy llevaba consigo tres pistolas y unos 32 cargadores, algunos de ellos prohibidos en el estado de California. Las autoridades registraron su casa y encontraron allí otra decena de armas. Las pistolas que usó el tirador para perpetrar la matanza estaban todas correctamente registradas y habían sido compradas de manera legal.

Cecilia Nelms, la exesposa de Cassidy, le dijo al periódico The New York Times que él le había repetido varias veces que quería matar a sus compañeros de trabajo. “Ojalá pudiera matarlos”, decía. Nelms y Cassidy se divorciaron en 2004, después de diez años de matrimonio. Durante ese tiempo, Cassidy se volvió cada vez más propenso a tener arrebatos de ira incontrolable hacia su esposa. En 2009, Samuel Cassidy solicitó una orden de restricción contra una ex novia. En su comparecencia ante el tribunal, la ex novia de Cassidy se defendió de las acusaciones en su contra y detalló las ocasiones en las que él la había violado y otras en las que había intentado hacerlo. La mujer también describió episodios de cambios de humor y violentos estallidos de rabia relacionados con el consumo de alcohol de Cassidy.

Julia Weber, directora de implementación de la organización Giffords Law Center y experta en políticas sobre violencia doméstica, dijo a Democracy Now!: “El vínculo que existe entre la violencia con armas de fuego y la violencia intrafamiliar es particularmente letal. […] Más de un millón de mujeres en Estados Unidos son sobrevivientes de ataques con armas de fuego perpetrados por sus parejas masculinas. Al menos unas 600 mujeres al año son asesinadas por sus parejas como resultado de la violencia con armas de fuego. Eso significa que muere una mujer por ese motivo cada 14 horas, más o menos”.

La Giffords Law Center es una organización cuyo objetivo es prevenir la violencia con armas de fuego. Fue cofundada por la excongresista Gabby Giffords, quien recibió un disparo en la cabeza en la ciudad de Tucson, en el estado de Arizona, mientras se reunía con electores en el estacionamiento de un centro comercial el 8 de enero de 2011. Giffords pudo sobrevivir, pero sufrió lesiones cerebrales que aún continúa tratando de superar. Ese día, el atacante mató a seis personas e hirió a otras doce.

Julia Weber describió algunas de las acciones que ayudarían a evitar que los perpetradores de violencia intrafamiliar cometan actos de violencia masiva: “Debemos quitarles las armas a las personas a las que se les ha prohibido poseer armas. Debemos asegurarnos de que se verifiquen los antecedentes de todos los compradores de armas del país, de manera que cada vez que una persona que tiene prohibido adquirir armas o municiones efectivamente no pueda hacerlo. También debemos hacer un trabajo mucho mejor para abordar la misoginia y la violencia de género desde el principio; debemos ser conscientes de que el prejuicio de género puede generar un daño real”.

Un estudio reciente realizado por investigadores de la Universidad de Indianápolis concluyó que “los maltratadores de género masculino que matan a sus parejas con armas de fuego tienen muchas más probabilidades de quitarles la vida a otras personas también”. La investigación también compendia algunos hallazgos anteriores que muestran que “la presencia de un arma de fuego en el hogar aumenta hasta cinco veces el riesgo de muerte en situaciones de violencia de género”.

En 2020, el medio Bloomberg News publicó un estudio que analizó 749 tiroteos masivos y que concluyó que el 60% de esos tiroteos fueron perpetrados durante un acto de violencia intrafamiliar o por un hombre con antecedentes de violencia doméstica. Bloomberg News también descubrió que los tiroteos cometidos por personas que ejercen violencia de género provocan un mayor número de muertes.

La pandemia de COVID-19 obligó a que una infinidad de mujeres quedaran atrapadas en sus casas a merced de sus abusadores, lo que provocó un aumento de las llamadas a las líneas telefónicas que atienden a las víctimas de violencia doméstica. La pandemia también generó un aumento en la compra de armas. El grupo de investigación Small Arms Analytics informó que solo en 2020 se vendieron más de 26 millones de armas en Estados Unidos, un país que ya contaba con más de 300 millones de armas.

Para acabar con los tiroteos masivos es necesario dar dos pasos fundamentales: el primero, negar a los hombres que golpean y abusan de las mujeres en el hogar la libertad que disfrutan actualmente para comprar y poseer armas; el segundo, tomar en serio la violencia contra las mujeres, fortaleciendo las leyes y las instituciones que las protegen de sus abusadores."             (Amy Goodman y Denis Moynihan, Democracy now, 04/06/21)

1/6/20

¿Qué dijo la supermodelo Karen Mulder en aquel plató de televisión para que se destruyesen las grabaciones? Afirma que tanto ella como otras modelos han sufrido explotación sexual sistemática por parte de su agencia –la prestigiosa Elite–, y extiende sus acusaciones a todo tipo de personalidades de la sociedad francesa, políticos, policías, empresarios...

"31 de octubre de 2001. La famosa modelo Karen Mulder acude como invitada a un programa de la cadena de televisión France 2 llamado Tout le Monde en Parle (Todo el mundo está hablando de esto). 

Durante la entrevista, relata que ha sido violada de forma continuada desde que tenía dos años hasta el anterior mes de abril. Afirma que tanto ella como otras modelos han sufrido explotación sexual sistemática por parte de su agencia –la prestigiosa Elite–, y extiende sus acusaciones a todo tipo de personalidades de la sociedad francesa, políticos, policías, empresarios, incluido el príncipe Alberto de Mónaco, con el que se la había relacionado en el pasado, y al que acusa de haberla violado.

Asegura que la han obligado a consumir drogas, que ejecutivos la hipnotizaron para abusar de ella y que la coaccionaron para mantener relaciones sexuales a cambio de conseguir mejores contratos. “Después de cinco minutos me di cuenta de que estaba enferma”, declararía el presentador, Thierry Ardisson, al diario Libération. “Detuve la entrevista y decidimos no emitirla, incluso si eso significa ser acusados de censura. Hubiera sido una superexclusiva. Quizás había algunas cosas verdaderas en su testimonio, pero era obvio que no estaba en su estado normal. Cuando se fue, me dijo: “Tú también eres parte del complot”.

Karen no se encontraba allí por casualidad ni el tema de los abusos surgió por sorpresa. El objetivo del programa era debatir un polémico documental de la BBC rodado dos años atrás en el que se denunciaba la explotación sexual que sufrían modelos muy jóvenes, muchas adolescentes, por parte de figuras prominentes de la agencia Elite. Mulder era un testimonio de peso que conocía de primera mano el mundo de la moda en general y el funcionamiento de Elite en particular por una condición de la que muy pocas personas en la tierra podían presumir: haber sido una supermodelo.

Nacida en Holanda el 1 de junio de 1970, siendo apenas una adolescente Karen fue finalista del prestigioso concurso de belleza Elite Model Look. Fichó por la agencia y comenzó a trabajar para ellos con gran éxito: antes de cumplir los 18 ya estaba desfilando para las grandes marcas de la industria, de Versace a Yves Saint Laurent. Apodada “la rubia con clase”, protagonizó portadas de diferentes cabeceras internacionales de Vogue o Elle y logró dos hitos que marcaban la diferencia entre las modelos de primera clase y las del montón: salir en el número de bañadores de Sports Illustrated y desfilar como uno de los ángeles de Victoria’s secret.

El auge de su carrera había coincidido un momento muy concreto que supuso la aparición del fenómeno de las supermodelos. A principios de los noventa, la industria de la moda se puso de moda, nunca mejor dicho; las anteriores casi anónimas maniquíes se habían aupado hasta convertirse en celebridades globales, famosas al nivel de actores o cantantes, y con ellas, su estilo de vida, identificado como lujoso, glamouroso y divertido, había pasado a ser un objeto de deseo para miles de personas por todo el planeta. Karen había formado parte del exclusivísimo grupo de las más buscadas, solicitadas y mejor pagadas junto a Naomi Campbell, Cindy Crawford, Christy Turlington, Linda Evangelista, Stephanie Seymour o Claudia Schiffer. Decidió dejar de forma voluntaria dejar de desfilar en pasarelas en el 1997 y de forma sorpresiva, abandonó del todo la profesión en año 2000.

Durante esa época, las sombras de una profesión en la que se juntaban grandes cantidades de dinero con mujeres muy jóvenes, a menudo menores de edad, que se ganaban la vida con su aspecto físico habían ido encendiendo algunas alarmas, y el documental de la BBC que se debatía aquella noche en la televisión francesa era muestra de ello. Grabado en 1999, el documental afirmaba, sin ambages, que modelos adolescentes eran explotadas sexualmente por ejecutivos de Elite. Dos trabajadores de la empresa fueron despedidos, pero tras varias demandas de la agencia por difamación, la cadena tuvo que admitir que podía haber tergiversado las declaraciones de algunos de los empresarios grabados y que habían presionado a alguno de ellos para obtener el tipo de material que buscaban.

Entre desmentidos, acusaciones cruzadas y discusiones sobre periodismo de investigación sospechoso en un tema morboso de por sí, había sin duda mucho que debatir con Karen Mulder en Tout le Monde en Parle, pero el resultado excedió las expectativas. Además de no emitir jamás el fragmento en el que la antigua modelo lanzaba sus potentes acusaciones, la cinta fue destruida. Sin embargo, el programa se grababa con público en directo, y aunque se les conminó a guardar silencio sobre lo que habían presenciado, pronto comenzaron a circular rumores por Internet y llegaron correos electrónicos a las redacciones donde se explicaba lo ocurrido.

Tres días después de la conversación abortada, un periodista consiguió entrevistar de nuevo a Mulder. A él le repitió todo lo que había dicho en el programa, empezando con que una persona de su entorno familiar había abusado sexualmente de ella cuando tenía dos años, y que en su familia había varios pedófilos que la emplearon como esclava sexual. Aseguraba que al poco de llegar a París dos fotógrafos la habían violado y tras su denuncia, fueron despedidos, y repetía sus argumentos contra Elite dando todo tipo de detalles escabrosos. Medios como Paris Match declinaron comprar la entrevista, pero la revista VSD aceptó y las palabras de la modelo vieron la luz la primera semana de enero de 2002. Así fue como el escándalo se hizo masivo.

Durante la charla con el periodista, Mulder daba nombres tanto de los familiares como de los ejecutivos a los que acusaba, pero la revista no los reproducía para evitar cualquier tipo de conflicto legal, aunque según algunos las fotografías que ilustraban el reportaje dejaban poco lugar a las especulaciones. Había frases estremecedoras, pero a la vez todo era tan extremo que algunos lectores entendieron que se trataba de obvios delirios de alguien con una enfermedad mental.

 “Todos los que me traicionaron eran gente a la que quería mucho. Luego me di cuenta de hasta dónde llegaba la conspiración. Estaba metida gente del gobierno y de la policía, que utilizaban a chicas de Elite”, aseguraba Karen Mulder, además de mencionar que habían usado “trucos hipnóticos” y “sistemas de rociadores” contra ella.

 “Han tratado de secuestrarme y envenenarme”, decía en un momento. “Todas las personas que mi familia frecuentaba eran pedófilas”, denunciaba en otro. “Ahora me doy cuenta de que hay toda una trama a mi alrededor, es enorme. Se trata de personas en el gobierno y en la policía que usan chicas de agencias de modelos, incluso las más conocidas... Yo era un juguete que todos querían tener”. 

Clamar que todo era una conspiración en su contra sonaba a argumento de persona paranoica, algo que parecía confirmarse porque horas después de entrevistarse con el periodista, Mulder fue ingresada en un hospital psiquiátrico a petición de su hermana Saskia, también modelo de Elite, con el permiso de sus padres.

Cuando el número de VSD vio la luz, todo esto se había hecho público y había estallado el “caso Karen Mulder”. Muchos criticaron a la revista, acusándola de aprovecharse del frágil estado mental de una persona para vender más ejemplares con declaraciones escandalosas sin sentido. El director de VSD aseguraba que Mulder estaba consciente y cuerda y sabía muy bien lo que decía. En torno a esta diatriba se desarrollaría toda la polémica posterior: ¿estaba Karen Mulder desequilibrada por todo lo que le había sucedido o estaba desequilibrada a secas y se lo había inventado todo?

No todo eran testimonios en televisión o revistas. La modelo también acudió a la brigada antiproxenetismo de la policía francesa, donde realizó una declaración formal repitiendo lo mismo que había contado ante los medios. Pero la investigación judicial no llegó a ninguna conclusión. El caso de Karen Mulder, con las posibles implicaciones de turbios tejemanejes en la industria de la moda que pudiese tener, quedó empañado para convertirse en otra caída libre de personaje que se derrumba por fases ante los ojos del público.

Para empezar, estuvo cinco meses ingresada y sedada en el hospital Montsouris. En un giro sorpresivo de los acontecimientos, las facturas del centro las pagó Gerald Marie, ex marido de Linda Evangelista y también el ex presidente de Elite que habían figurado en el reportaje de la BBC por ofrecer dinero a una modelo quinceañera a cambio de sexo. Algunos medios apuntaban a que era uno de los hombres a los que Karen había acusado de violación. El padre de Mulder manifestó que la culpa de todo se debía al consumo de cocaína de su hija y a la presión que había experimentado en su vida profesional.

Cuando salió del psiquiátrico, Karen se retractó de todo lo expuesto –excepto de los abusos sufridos de niña– y recuperó la carrera musical que había iniciado en el 97, al retirarse de las pasarelas, sacando el tema I am what I am. Su éxito como canción veraniega fue mediano, y la promoción incluyó de nuevo una visita al plató de Tout le Monde en Parle en la que solo se mencionó de pasada lo sucedido menos de un año atrás. 

En diciembre de 2002 la historia tomaba un cariz todavía más trágico: Mulder fue encontrada en coma en su apartamento de París tras ingerir una sobredosis de barbitúricos. Fue su expareja, Jean-Yves Le Fur, el que dio la voz de alarma. Éste había saltado a la fama a principios de los noventa como primer novio formal de la princesa Estefanía de Mónaco hasta que se publicó que era un “sinvergüenza y un cazadotes sin estudios” que había estado en prisión por estafa.

Los siguientes años de la modelo permanecieron casi en el anonimato. Tuvo una hija, Anna, de paternidad nunca revelada al público y volvió a subir a las pasarelas de forma ocasional, pero la siguiente ocasión en la que volvió a copar titulares fue por otro motivo triste: agredir a su cirujana plástica en 2009. Desde entonces, se la ha fotografiado en Saint Tropez o Saint Barth, en imágenes que se vendieron con el gancho “Karen Mulder irreconocible”, aunque teniendo en cuenta el tiempo que ha pasado desde sus años como supermodelo y su lozano aspecto general, sería discutible la aseveración de que ha cambiado tanto.

Apenas se recuerda lo que ocurrió hace casi veinte años, y si se menciona, es como un ejemplo de derrumbe emocional o de trastorno mental asociado al siempre exigente y conflictivo mundo de la moda. Pero lo cierto es que en su discurso tal vez inconexo y fácilmente ridiculizable había unas cuantas verdades incómodas. 

La explotación que algunos personajes de la industria ejercían de forma sistemática sobre mujeres jóvenes y muchas veces inexpertas siempre ua había sido denunciado décadas antes del movimiento #MeToo. En 1988, en el segmento American Girls in Paris del programa estadounidense 60 minutos, varias maniquíes, algunas menores, denunciaban haber sido drogadas y violadas por empresarios como Claude Haddad y Jean-Luc Brunel, al frente de prestigiosas agencias.

Aparecía también la sempiterna acusación de ser coaccionadas para mantener sexo con hombres ricos y mayores a cambio de trabajar con marcas más prestigiosas. Y, sin entrar en el proceloso asunto del abuso de modelos en general (véase lo que ocurrió con el documental de la BBC), los apartados más concretos de su discurso concordaban de lleno con los de otras mujeres que habían estado en su misma situación. 

La joven sueca Ebba Karlsson atestiguó que Gerald Marie había abusado de ella durante un casting en París, y la también famosa modelo Carré Otis aseguró en su biografía que cuando tenía 17 años había sido violada por el mismo Marie, entonces prometido de Linda Evangelista.

Puede esgrimirse que todo esto no son acusaciones investigadas y probadas por la justicia, sino testimonios de algo delictivo que sucedió años atrás, pero si algo ha ocurrido en los últimos años gracias a casos como el de Harvey Weinstein o Jeffrey Epstein es que las dinámicas de poder profundamente desiguales que se dan en ciertas ambientes provocan que las víctimas de abusos hayan estado del todo desprotegidas.

 El hecho mismo de denunciar era conflictivo porque tenían mucho más que perder si hablaban que si guardaban silencio. Resulta difícil discernir qué había de fidedigno en las declaraciones de Karen Mulder y qué era fruto de una grave crisis de ansiedad, pero la sospecha de que lo que se tildó como delirios de una desequilibrada escondía algo mucho más siniestro y perverso permanece hoy con más fuerza que nunca."                   (Raquel Piñeiro, El País, 01/06/20)

10/12/19

Los señoritos sultanescos que acosaban a las jóvenes ‘vedettes’... hace un siglo, los empresarios de varietés obligaban a las jóvenes artistas a “alternar” con los espectadores... el 'me too' llega con siglos de retraso...

"El texto que sigue es un artículo de Clara Campoamor que se publicó el 5 de marzo de 1921 en El Tiempo, y forma parte del libro La forja de una feminista. Artículos periodísticos. 1920-1921, que se publica el 9 de diciembre.

La prensa nos ha transmitido en estos días la noticia de un hecho dolorosamente brutal:
“En un teatro de varietés de Huelva, y durante uno de los descansos de la función, una de las artistas se negó a aceptar un vaso de vino que le ofrecía un señorito de la ciudad; este le dio un golpe tan brutal que le causó una hemotisis gravísima producida por traumatismo”.
¡Triste sino el de la mujer, a quien desde la cuna pone su mala estrella en poder de esas tres fuerzas explotadoras que, como ojeadoras de la fiera humana, la acechan a su paso por la vida: la familia, el empresario y el señorito sultanesco…

Jóvenes, niñas aún, cuando su fortaleza necesitaría sanos estímulos y leales consejos, prende en su ambición el señuelo de ajenas glorias y ansiados triunfos que encuentran en sus familiares el acicate odioso de una conveniencia material, sorda a todo sentimiento de protección por la juventud indefensa y amenazada.

En el caso de la jovencita que en el ambiente casero halla el decisivo espolazo que la lanza a la lucha azarosa donde todo puede perderse, y lo que más peligra es precisamente lo que intentó salvar, contra todo, el monarca francés, ha nutrido gran parte de nuestro teatro de género chico.

Su caso de “estrella”, comparado con el del varón aspirante también a astro coletudo, es mucho más desesperado y cruel. En el jovencillo, la afición taurina supone voluntariedad, emancipación vidente y huraña de la personalidad, que de tumbo en escapada se aleja del hogar en busca de soñadas glorias. 

La muchacha, lejos de rebelarse contra el yugo paterno, es secundada, alentada, escoltada por esas mamás que la acompañan en sus azarosas peregrinaciones y que, en vez de ángeles tutelares, ofrecen a la malicia el aspecto pintoresco de vestales en la vocación de la niña, cuyos desmayos “artísticos” prenden y combaten con arrullos de sirena.

Una vez lanzada por el artificioso camino de un arte donde pocas logran un puesto relevante, la “estrella” incipiente sufre el acoso del otro ojeador: el empresario sagaz que, en tanto llegan las mieles del arte, se conforma con obligar a la principiante a “alternar”, contribuyendo así a redondear un negocio basado en amargas explotaciones.

Las lectoras que desconozcan el argot de bambalinas desconocerán el valor positivo de la palabra “alternar”. Alternar es servir de blanco a la codiciosa lujuria de los frecuentadores de escenarios y cabarets; actuar de señuelo carnal que atraiga hacia la caja del empresario el pasto de sensualidad varonil, convertido en lluvia de dinero. Es cultivar la indolencia voluptuosa de los señoritos inactivos, nutriéndoles de excitaciones a cambio de sus monedas.

La artista que logra un contrato de ínfima categoría se compromete a alternar, es decir, a bajar al buffet, o café, y aceptar las consumiciones a que se le invite. Si es despierta, y sabe contentar al tirano, su malicia y manejos inducirán a los parroquianos abundantes y caras libaciones. El buffet, a cargo del propio empresario, sabrá estimar este esfuerzo de la “estrella”. Claro que, al cabo de esta operación financiera en beneficio del ojeador humano, son las sonrisas, las miradas, la gracia y la buena voluntad de la muchachita, en torno a la cual la grosería y la liviandad, desatadas ásperamente, danzan la loca fantasía de muchas repugnancias…

Y a veces, como en el cruel suceso que comentamos, surge el tercer ojeador que acecha la pieza humana que aún salió con bien de las instigaciones, codicias y afanes de sus dos perseguidores anteriores.

No se habla de virtud ni vicio… ¿Qué pueden importar estas palabras en la vida truncada de unas mujeres que no pudieron, por su edad, elegir libremente el camino futuro? Hablemos tan solo de su derecho a la vida; de ese destino trágico que a veces pone en su camino al señorito adulador, al sultán de aldea que, confinado en sus actos de cariño, siente despertarse su breve sensualidad a la llegada de lo que en su concepto es un “harén portátil”. 

Su dinero puede permitírselo todo, y así, sin respeto alguno hacia la ajena voluntad, dueño en todo caso de sus preferencias, ofendido en su criterio de pachá, dueño de la esclava, venga la ofensa inferida a su orgullo, destrozando con su puño de atleta los vasos pulmonares, lavando con aquella sangre su vanidad de macho embravecido…
Y así acaba esta víctima del acoso de los tres ojeadores humanos: egoísmo, interés y vicio. Otras acabarán de otra manera… Pero todas ellas tienen el mismo principio: abandono, coacción, explotación vil, abominable.

En nuestro siglo, parlanchín incansable de capacitaciones y orientaciones juveniles, cursan el panorama nacional pálidas, lamentables, figuras de malograda juventud. A la hora en que una adolescencia sana y noblemente educada comenzaría a gozar el elevado ideal de la vida, estas falsas figuras se nos muestran ahítas de morfina o cocaína; maestras intuitivas de todos los vicios

Son las pobres niñas-mujeres, brotes abrileños fracasados, capullos de mujer caídos al acecho de los ojeadores humanos…

Este texto es un adelanto del libro de Clara Campoamor (1888-1972) ‘La forja de una feminista. Artículos periodísticos. 1920-1921’, de la editorial Renacimiento, que se publica el 9 de diciembre. Recoge 63 artículos periodísticos de la abogada, feminista y política española. Este artículo se publicó el 5 de marzo de 1921 en ‘El Tiempo’."                     (Clara Campoamor, El País, 08/12/19)   

26/9/19

“Ahora sigo siendo madre. Pero no tengo hijas”... Hace justo un año, el exmarido de Itziar Prats mató a sus niñas. Ha pasado por un infierno y trata de aliviar su dolor tejiendo mariposas que simbolizan la igualdad y el respeto

"El 25 de septiembre de 2018, la llamada de un policía despertó a Itziar Prats de madrugada. Le pedía que identificase a su exmarido, que se acababa de suicidar. Antes de hacerlo, el hombre mató a sus dos hijas, Nerea y Martina, de seis y dos años. Ha pasado un año, y cada día, Prats se ha acordado de ellas. Gracias a alguien que conoció por casualidad, ha conseguido que parte de su sufrimiento sirva para inspirar y ayudar a otras personas. Y decidió poner también  su grano de arena. Así lo cuenta ella:

"Soy Itziar, madre de Nerea y Martina. De un día para otro, me quitaron lo que más quería. Denuncié y pedí ayuda, pero su padre las mató. Tenían seis y dos años. Mi vida cambió bruscamente hace justo un año.

Te levantas por la mañana, las vistes, preparas el desayuno, sales corriendo al cole. Después el trabajo, hacer la comida, todo… Y de repente, un día, en vez de eso, te despierta la policía diciendo que tienes que ir a identificar a alguien que creen que es tu marido. Y además de él son mis hijas. Entonces ya no tengo que levantar a nadie, no tengo que llevar a nadie al cole. Nadie me demanda nada. Es todo lo contrario.

 Todo el mundo está encima de mí queriendo ayudarme... Pero yo ya no estaba en el mundo. No era consciente de nada. No lo podía entender. Y esperaba que en cualquier momento mis hijas entraran por la puerta...

Era normal que pasaran con su padre algunos días, pero volvían. Y eso me repetía yo: ‘En cualquier momento van a entrar por la puerta’. Durante meses las seguí esperando.
Algunos días no me hubiera levantado de la cama, mareada por la tensión constante y sin ganas de hablar con nadie. Solo quería llorar. Triste, siempre pensando en ellas. Desde el sufrimiento que pudieron haber pasado a repasar todos los momentos que vivimos juntas.

En octubre, una amiga me presentó a alguien que me ha ayudado a dar sentido a todo este sufrimiento. Se llama Isa, vio en televisión lo que había pasado con mis hijas. Pensó: ‘Tengo que hacer algo’. Y vaya si lo está haciendo.

Investigó sobre el origen de la violencia de género, sobre las hermanas Mirabal [cuyo asesinato en 1960 dio lugar a la fecha reivindicativa del 25-N, Día Internacional por la Eliminación de la Violencia de Género], lo unió al símbolo de la mariposa y a la idea de cambio, del efecto mariposa. Así nació su proyecto, centrado en la educación. Nuestra actitud y valores se forman desde pequeños y es entonces cuando hay que actuar. Ella me contó todo lo que quería hacer. Recuerdo que nos emocionamos las dos. Me decía: ‘Jolín, estoy llorando yo más que tú. No me puedo aguantar’. Y así empecé a tejer mariposas.

Y ahora ese proyecto es una parte importante de mi vida. Isa ha conseguido llevarlo a distintos colegios. La primera mariposa la hice después de la manifestación del 25-N. Son de dos tamaños. La grande representa a Nerea. La más pequeña es Martina. Tardo 10 minutos en hacer una. No es difícil si sabes hacer ganchillo. Recuerdo que hubo un día que me puse sin parar e hice 40. Llevo la cuenta de las que he tejido con mi madre: 1.462.

Para mí son el símbolo contra la violencia de género y defienden la igualdad y el respeto. Y que me dan fuerza para seguir adelante.

Me gusta que se compartan y ver que cada vez llegan a más gente. Me han mandado fotos de muchos sitios con las mariposas. Pero la verdad es que también siento impotencia. Porque hay cosas que siguen igual, no se notan los cambios. Siguen matando a mujeres. Siguen matando a niños. No los protegen.

Mi vida ahora es otra, claro. Cuando pasó todo me mudé lo más rápido que pude. Toda mi idea era vaciar la casa, irme de Castellón donde no podía estar ni un minuto más. Era como una autómata. Me vine a Madrid, a mi casa y a mi habitación de siempre. Al principio, era como si no hubiera formado una familia. Volvía a ser una adolescente que vive con sus padres, como si no hubiera tenido hijas, como si esto no hubiera existido. Todo me parecía muy confuso.

Entonces miraba cada día las fotos de mis niñas para sentirlas más cerca. Ahora me provoca mucha tristeza. Aún no he asumido que Nerea y Martina solo están conmigo a través de mis recuerdos.

Elena, mi psicóloga en el centro de la mujer de Castellón, estuvo a mi lado desde el principio y fue un gran apoyo para mí. Ya en Madrid tardé un poco de tiempo en reaccionar y volver a terapia con otra psicóloga, además de al psiquiatra y a una fisioterapeuta. La psicóloga me preguntó un día: ‘¿Qué ha cambiado en tu vida?’ Y yo le dije: ‘Yo antes era madre. Ahora sigo siendo madre, pero no tengo hijas’.

El psiquiatra fue quien me puso el tratamiento que me ayudó a no recordar muchas cosas. Antes de dormirme, lo repasaba todo: ‘La policía me llama a casa, bajo…”. La fisioterapeuta también me ha ayudado mucho. No te puedo decir una sola parte del cuerpo que no tenga tensa. Es inconsciente.

Con los tratamientos he ido mejorando. Empecé a hacer cosas, como ejercicio, estudiar, pasear, quedar con amigos… Durante este año he tenido la necesidad de visitar a toda mi familia, en varias ciudades de España. Su apoyo y el de mis amigos son muy importantes para seguir levantándome. También agradezco mucho a todo el personal de la oficina del Defensor del Pueblo que por propia iniciativa se implicó en aclarar lo sucedido y que nos atiende tan bien cada vez que les llamamos.

Las mariposas están llegando muy lejos, han volado a lugares que ni me imaginaba: Italia, Francia, Inglaterra... En Holanda han estado de vacaciones.

Siento que estoy al principio de un largo camino. Que me costará mucho seguir mi vida sola con mis recuerdos. Pero no voy a dejar de intentarlo, aunque haya días muy duros. Sobre todo por intentar que mejore la situación de muchas familias que están sufriendo igual que yo. Que abramos los ojos a lo que pasa a nuestro alrededor, sobre todo los que tienen la obligación de aplicar las leyes. Si estamos consiguiendo cambios las personas anónimas, ellos pueden lograr un cambio mayor y más rápido. Todo depende de nuestra actitud".                                 (Pilar Álvarez, El País, 25/09/19)