Mostrando entradas con la etiqueta E ESPERANZA. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta E ESPERANZA. Mostrar todas las entradas

7/7/10

Los hijos de los verdugos

"Decir que Pecados de mi padre es la historia de Sebastián Marroquín, el único hijo varón de Pablo Escobar, el más famoso narcotraficante de Colombia, con un prontuario de fechorías y hechos violentos sin parangón que han generado en torno de su nombre una verdadera mitología, es decir muy poca cosa.

Porque la confesión del joven protagonista de este documental, más que un testimonio sobre el horror y la sangre en que transcurrió su vida y la de su madre y su hermanita menor -los tres sobrevivieron de milagro a un atentado de enemigos de su padre que hicieron explotar el edificio Mónaco, donde vivían, con 700 kilos de dinamita-, es la radiografía más persuasiva y más dramática del fenómeno de la violencia que vivió Colombia en los años 80 y los 90 por las guerras entre carteles de la droga y las que libraban todos ellos con las fuerzas del orden.

En la macabra danza participaban millones de millones de dólares mal habidos y decenas de cadáveres, atentados terroristas, secuestros, inseguridad, caos, y sobre todo ello, tronaba la figura, odiada por sus crímenes y latrocinios y adorada por sus derroches populistas -como construir un zoológico feérico en su tierra antioqueña y regalar 5.000 viviendas a los pobres que vivían en los basurales de la ciudad- de Pablo Escobar, quien finalmente fue abatido por la policía en 1993.

Su hijo, de 15 años, anunció ese mismo día por la radio que vengaría a su padre, matando a sus ajusticiadores. Pero pocos días después se desdijo, pidió perdón por sus amenazas y juró que renunciaba a continuar en ese paroxismo de violencia que desangraba a su país.

Uno de los grandes méritos del documental de Nicolás Entel es probar de manera inequívoca que el hijo de Pablo Escobar cumplió este juramento. No fue fácil. Él y su madre debieron huir de Colombia, una vez que consiguieron que un juez aceptara cambiar sus nombres, y, luego de una fuga cinematográfica, por Ecuador, Perú, Mozambique y Brasil, recalar en Buenos Aires, donde, no sin tropiezos -incluida la cárcel, donde la viuda de Escobar pasó un tiempo acusada de lavado de dinero y de ser esquilmados por un contador que descubrió su verdadera identidad y pretendió chantajearlos- poco a poco fueron rehaciendo su vida y alcanzando una cierta normalidad. Ahora, la viuda se gana la vida vendiendo inmuebles y Sebastián Marroquín como diseñador de interiores.

¿Cómo convenció Nicolás Entel a Sebastián Marroquín para que desnudara su vida ante la cámara? Es decir, para que aceptara volver a una riesgosa actualidad a la que él y su familia habían evitado con tanto empeño todos estos años. Probablemente, la razón es la que el hijo de Escobar esgrime en el documental: por más que uno trate, no es posible huir de su pasado. La única manera de dejarlo atrás, es enfrentarlo, con valentía y lucidez.

Él lo hace, de una manera intensa y desgarrada. Pide perdón a todas las víctimas de Pablo Escobar y sus pistoleros, y sus palabras tienen un acento verídico, no truculento, y parecen expresar una voluntad de expiación adquirida en largos años de reflexión y sufrimiento.

El cráter del documental es el encuentro del hijo de Pablo Escobar con los hijos de dos políticos colombianos asesinados por los sicarios del jefe del cartel de Medellín: el ministro Rodrigo Lara Bonilla y el candidato presidencial Luis Carlos Galán. Sebastián Marroquín les escribió primero, pidiéndoles perdón, y esas víctimas a quienes la muerte violenta de sus padres destrozó la vida, se lo concedieron y aceptaron reunirse con él.

Escarapela la espalda el instante en que se reúnen y conversan. Hay una tensión que corta el aire, mientras Sebastián Marroquín, con voz estrangulada, explica lo que siente y lo que ha sentido todos estos años ante esa locura homicida que rodeó su infancia y juventud y todos los estragos que sembró en torno su padre. La cámara tiene en estos momentos esa misteriosa facultad que le imprime el talento de un buen realizador: la de escudriñar por debajo de las palabras y los gestos la verdad o la mentira del personaje que está frente a ella, la de delatar sus imposturas o refrendar su sinceridad.

En la incomodidad que trata de vencer, en el temblor de la voz, en lo huidizo de su mirada, en la tensión que lo embarga, en el sollozo que trata de contener, es evidente que aquello que Sebastián dice a los hijos de Lara Bonilla y de Galán de veras lo siente. Ellos lo entienden así y por eso su respuesta es no menos auténtica." (MARIO VARGAS LLOSA : Pecados de mi padre. El País, ed. Galicia, opinión, 30/06/2010, p. 37)

8/4/09

"El atentado de ETA me blindó contra el odio"

"Su vida dio un vuelco el 19 de febrero de 2002, día en que conducía su Seat Ibiza gris matrícula 6436-BS de camino al centro de formación de Trapagarán (Vizcaya) donde trabajaba. Él solía revisar siempre los bajos de su coche, pero aquella mañana tenía prisa. A las 8.20, cuando le faltaban 200 metros para llegar a su destino, la bomba lapa estalló. Tuvieron que amputarle la pierna izquierda. A los pocos meses, su madre moría de un infarto. (...)

Los alevines del socialismo vasco, entre los que él se encontraba -acababa de ser elegido secretario de Política Institucional-, habían redactado una ponencia en la que se solicitaba un acercamiento de presos. En la que se planteaba la reglamentación de las consultas populares en Euskadi. Una línea muy distinta de la de la dirección socialista en aquellos días. (...)

Tres años después de aquel congreso, en 2002, ETA perpetraba el atentado. (...)

"En el momento en que sucede, mi compromiso se multiplica", asume el diputado por Vizcaya, que, contrariamente a lo que dicen tantos artículos y biografías, no era concejal de Deusto en aquel entonces. "Salgo reforzado en el compromiso. Con un rechazo total a lo que ETA me propone: el odio, las ganas de venganza, las ganas de irme. Y me lleva a un ejercicio de alquimia, que todavía no ha concluido, que es convertir el plomo en oro: que de esa mierda salga algo que refuerce mi vida. Aquel atentado me blinda contra cualquier tipo de odio, ETA es una factoría de odio. Yo salgo más generoso, más aceptador de la diferencia, de la pluralidad. Termino convirtiendo aquel escenario en una alerta de la importancia de las cosas en la vida, de la importancia del tiempo. Ojalá pudiera quitar aquel día. Pero es un capítulo fundamental de mi vida, casi de mi muerte; intento convertirlo en algo positivo para los días que me quedan por vivir". (EDUARDO MADINA: "El atentado de ETA me blindó contra el odio". El País, Domingo, 22/03/2009, p. 6/7)

12/1/09

Resistencia civil



Una joven palestina se enfrenta a tres soldados isralíes, armada con una bandera, en la localidad de Bilin, cercana a Ramala, en Cisjordania, durante la invasión de Gaza. (El País, ed. Galicia, 09/01/2009, p. 2/3)

5/1/09

Es necesario el humor y la esperanza... para vivir

"Cuando Ferrer volvió a Santander desde el exilio, vivo todavía Franco, acudió de mañana al cementerio local para desparramar claveles en la campa donde los asesinos de la posguerra enterraban a sus víctimas como a animales, por miles. "¿Qué hace usted?", le increpó el vigilante. "Echo claveles sobre mi tumba". "¡Pero usted está vivo!". "Sí. Pero si no llego a irme, estaría enterrado aquí". (...)

Pese a todo, Eulalio Ferrer es un superviviente. "El sobrevivir es el milagro de mi vida", dice. No hemos podido espantar de la mesa la tristeza. Le pesan los recuerdos: la huida con su familia hasta arribar a México, el terrible campo de Argelès-sur-Mer, y a Antonio Machado tiritando de frío junto a su madre, acurrucada sobre él. Sentados en un banco de la plaza de Banyuls, esperan a Pepe, el hermano del poeta, que les llevará al hotelito de Colliure donde morirán poco después. "Don Antonio iba sin abrigo y coloqué sobre sus hombros el mío, pese a necesitarlo tanto. Fue muy triste... Pero sé que no se puede vivir con rencor en el corazón", dice en voz baja." (EULALIO FERRER: "No es posible vivir con rencor en el corazón". El País, ed. Galicia, Última, 30/12/2008 )

12/11/08

Un hombre bueno

"Boda y muerte en un día. Se casó para que su novia no fuera madre soltera y porque lo iban a fusilar. ¿Delito?: "No consta".

Arturo Lodeiro estaba en la cárcel el día en que se casó con Julia Muñoz. No llegaron a verse como marido y mujer. Se casaron por poderes. Arturo, cerrajero, de 35 años, que llevaba casi diez meses detenido, estaba "a punto de morir", fusilado. Julia, embarazada de dos meses, se convirtió en viuda ese mismo día, tal y como su marido le comunicaba en su última carta, escrita en capilla, horas antes de ser ejecutado:

"Madrid, 27 de abril de 1940.

Adorada esposa: En este momento realizo mi voluntad por lo cual puedo llamarte al final de mi vida, esposa mía, y a mi niña, hija verdadera. A pesar de que los momentos no son de los más agradables, al menos me cabe la alegría de haber cumplido contigo como Dios manda. Ya, querida nenita, puedes llamarme esposo, y cuando hables a nuestra Julina de mí, le digas que su papaíto la quería mucho por ser hija tuya y por quererte como jamás quise. Tú, Julia mía, procúrate una relativa y sana felicidad. No le des a mi nena un padre que sea malo.

Ya sabes que no quiero rencores. Acepta esto con la mayor resignación y que lo consideres como un error, como lo que es. Cuando éstas recibas, ya habré dejado de existir y mi último pensamiento habrá sido para mis dos niñas inocentes y desamparadas. Ten valor, Juli, piensa en nuestra nenita.

Un beso hasta dejar la vida, para ti y la niña".

Julia Muñoz no pudo ir a recoger el cuerpo de su marido. "Cuando supo que había muerto se puso muy enferma. No quería comer y apenas podía alimentar al bebé", explica su nieta, Julia Mota. Pero no le olvidó. A su hija le habló siempre de aquel hombre que "un día de invierno, cuando le preguntaron por qué venía sin abrigo, contestó con naturalidad: 'Se lo di a uno que tenía más frío". (El País, Domingo, 14/09/2008, p. 5)

24/10/08

La Violencia y la Cultura

"La red colombiana de bibliotecas públicas es uno de los grandes logros de un país agitado por el terrorismo y el narcotráfico. Tal vez por el escenario del almuerzo Meira Delmar es muy diplomática, pero afirma: "Una biblioteca puede cambiar un barrio conflictivo. Sólo la cultura nos puede salvar de la violencia". (MEIRA DELMAR: "Sólo la cultura nos puede salvar de la violencia". El País, ed. Galicia, Última, 21/10/2008 )

1/2/08

La esperanza es la fuente de la desdicha, y en el gueto, la fuente de nuestra maldad

“Para Montaigne, que consideraba la tristeza el peor vicio que existe y la pasión más cobarde y vil, y que por eso combatió el prestigio pestilente de que gozaba en su época (más o menos el mismo del que goza en la nuestra), ésta es la causa de todas nuestras desdichas: nuestra incurable propensión a vivir en la esperanza del futuro, y no en la realidad del presente, que es la única realidad. (…)

Si no me engaño, nadie la expresa mejor o de forma más elocuente que Anna Semiónovna, madre de Víctor Pávlovich, una vieja doctora judía que ha sido recluida por los nazis en el gueto de una ciudad ucraniana. Segura de que va a ser asesinada junto con sus desventurados compañeros de cautiverio, Anna Semiónovna escribe una carta de despedida a su hijo, y en ella anota algunas cosas extrañas que ha observado en el gueto durante aquellos días previos al exterminio.

Ha descubierto, por ejemplo, que las personas que antes de entrar en el gueto parecían más bondadosas son en realidad las más malvadas, y que las personas que antes de entrar en el gueto parecían más malvadas son en realidad las más bondadosas. Y anota también lo que en aquel momento le parece más extraño de todo: que el gueto es el lugar más desdichado del mundo no porque en él no haya ninguna esperanza, sino porque “en ningún otro lugar del mundo hay más esperanza”.

En aquel agujero sin redención circulan incansablemente, en efecto, todo tipo de rumores y noticias que prometen la salvación de los judíos o que la esperanza de los judíos interpreta como indicios seguros de su inmediata liberación, y Anna Semiónovna observa con perplejidad que “cuanto más optimistas son las personas, más ruines y egoístas se vuelven” y que “cuanto menor es la esperanza de sobrevivir de un hombre, mejor, más bueno y generoso es éste”. De ahí que para el personaje de Grossman la esperanza no sea sólo, como para Montaigne, la fuente de nuestras desdichas; también es la fuente de nuestra maldad: Montaigne, creo, hubiera aplaudido el matiz.” (JAVIER CERCAS: Contra la esperanza. El País, ed. Galicia, El País Semanal, 27/01/2008, p. 8)