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2/9/24

Cuando los ricos mueren en el mar, lloramos, pero cuando mueren los más pobres, bostezamos... Las 3.000 muertes de migrantes apenas han tenido repercusión en la mayoría de los principales medios de comunicación del mundo, pero este verano una única tragedia en el Mediterráneo ha acaparado los titulares de todo el mundo... El barco que se hundió era un yate de lujo con el mástil de aluminio más alto del mundo. Y entre las víctimas del naufragio de ese superyate se encontraba el director ejecutivo de alta tecnología que una vez fue aclamado como el «Bill Gates británico» (Sam Pizzigati, Institute for Policy Studies)

 "3.000 inmigrantes que huían de la pobreza y los conflictos, según señaló recientemente el Consejo de Relaciones Exteriores, murieron el año pasado intentando cruzar el Mediterráneo hacia Europa.

Estas muertes apenas tuvieron repercusión en la mayoría de los principales medios de comunicación del mundo. Pero este verano una sola tragedia en el Mediterráneo ha acaparado los titulares de todo el mundo.

El lunes 19 de agosto, en medio de una temible tormenta repentina, un barco considerado «insumergible» se hundió frente a la costa de Palermo, en Sicilia. Siete de las 22 personas que iban a bordo perecieron.

¿Qué hizo que este hundimiento fuera tan noticiable? El barco que se hundió era un yate de lujo con el mástil de aluminio más alto del mundo. Y entre las víctimas del naufragio de ese superyate se encontraba el director ejecutivo de alta tecnología que una vez fue aclamado como el «Bill Gates británico».

El propietario del yate, Mike Lynch, había imaginado este viaje como una celebración de más de una década de duración. Pocas semanas antes, tras años de batallas legales, un jurado federal del norte de California había absuelto a Lynch y a uno de sus vicepresidentes de los cargos de haber inflado artificialmente el valor de la empresa de software de Lynch. Esa inflación, según los fiscales, había sellado la venta de la empresa en 2011 a Hewlett-Packard por más de 11.000 millones de dólares, un acuerdo que le reportó a Lynch unos 800 millones de dólares.

Pero un año después de la venta, el valor de la empresa de Lynch se había desplomado en unos 8.800 millones de dólares, y H-P remitió las acusaciones de irregularidades contables contra Lynch a la Oficina de Fraudes Graves británica y a la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos. Las denuncias acabaron con una victoria de H-P en la demanda civil y una condena penal en 2019 de un ejecutivo clave de la empresa de Lynch.

Lynch, de 59 años, y su vicepresidente financiero, Keith Chamberlain, tendrían mucha más suerte en su propio juicio penal por cargos similares. Por desgracia para ellos, nunca podrán disfrutar de su absolución. Lynch se ahogó en el naufragio de su yate, al igual que el principal abogado litigante de Lynch y el presidente de la rama internacional del gigante financiero Morgan Stanley, testigo estrella de la defensa de Lynch.

¿Qué hizo que el naufragio del yate de Lynch resultara especialmente irresistible para los medios de comunicación de todo el mundo? El mismo día del naufragio se supo que Chamberlain, coacusado de Lynch y absuelto, acababa de morir atropellado mientras hacía footing. ¿Una mera coincidencia? ¿Y cómo pudieron el capitán del superyate de Lynch y toda su tripulación menos uno escapar con vida del hundimiento del barco mientras Lynch y otros seis pasajeros perecían? Carne tan jugosa para interminables especulaciones conspirativas.

Pero no necesitamos recurrir a teorías conspirativas para entender por qué el yate de 25 millones de dólares de Lynch se hundió tan rápidamente aquella noche de tormenta. La culpa corresponde en gran parte al cambio climático, no a una cábala de sus rivales corporativos multimillonarios.

En junio pasado, según un nuevo análisis del Financial Times, la temperatura del agua en el Mediterráneo había aumentado durante 15 meses seguidos. El aumento de la temperatura del agua provoca fenómenos meteorológicos cada vez más extremos. Uno de ellos -una tromba de agua parecida a un tornado con «vientos feroces» que aullaban a casi 70 millas por hora- azotó justo cerca de donde Lynch había anclado su superyate por última vez.

Sólo pasaron 16 minutos entre el momento en que los vientos azotaron el yate y el momento en que se hundió. Ese «rápido hundimiento de un yate tan grande, moderno y bien equipado», añade el Financial Times, «ha suscitado preocupación por la seguridad marítima a medida que los fenómenos meteorológicos extremos se suceden con mayor frecuencia e intensidad.»

En otras palabras, más vale que los superyates que suelen pasar los veranos en el Mediterráneo y los inviernos en el Caribe tengan cuidado.

Pero los mega-ricos que poseen estos yates no tienen, en cierto sentido, más culpa que ellos mismos. Nuestro planeta sigue negando la crisis climática en gran medida porque los más ricos tienen mucho que perder si el mundo se toma en serio la necesidad de poner fin a las prácticas empresariales derrochadoras que están provocando el colapso climático del planeta.

Entre los más ricos se encuentran, por supuesto, los principales ejecutivos e inversores de la industria de los combustibles fósiles. Pero todos nuestros súper ricos, no sólo los reyes de las grandes petroleras, tienen un interés personal en «calmar» la ansiedad climática. Enfrentarse al caos que ya han creado los combustibles fósiles -y acelerar una transición que tenga en cuenta a los trabajadores hacia un futuro sin carbono- requerirá enormes recursos financieros.

El mundo sólo podrá reunir esos recursos si los ricos y sus empresas empiezan a pagar la parte de impuestos que les corresponde.

Un impuesto de entre el 1,7% y el 3,5% sobre la riqueza del 0,5% más rico del mundo, sugiere la Red de Justicia Fiscal, con sede en el Reino Unido, podría recaudar anualmente 2,1 billones de dólares. La mayoría de las naciones más ricas del mundo, señala Alison Schultz, de la Red por la Justicia Fiscal, rehúyen esta sugerencia."            

(Sam Pizzigati escribe sobre desigualdad para el Institute for Policy Studies, Brave New europe, 01/09/24, traducción DEEPL, enlaces en el original)

9/5/22

Me sorprende cómo Colombia se insensibilizó. Hizo natural el vivir en medio de tanto sufrimiento humano, se volvió normal. En el año 2001 nosotros abríamos la televisión y lo primero que salía era la masacre del día. Hoy aún hay pequeñas masacres, pero entonces casi todos los días eran de 100, de 80 personas. Y el país seguía como si nada estuviera pasando... Los paramilitares la tomaron y viva le serrucharon las manos, después los brazos, las piernas y cuando murió, le tajaron la cabeza y la tiraron al río

 "El padre Francisco de Roux (Cali, 78 años) ha escuchado las historias más atroces que uno se pueda imaginar. En los últimos cuatro años ha recorrido Colombia para preparar el informe final de la Comisión de la Verdad, un documento que pretende esclarecer lo que ocurrió en la guerra y descubrir cómo y por qué mataron a cientos de miles de personas, muchas de ellas inocentes. 

Se presentará el próximo 28 de junio, cuando ya se haya elegido nuevo presidente. En el proceso, el religioso jesuita y filósofo, que ha interrumpido combates en medio de la selva entre paramilitares y guerrilleros con su mera presencia, ha descubierto que la sociedad colombiana estaba anestesiada, indiferente. De Roux es, seguramente, la personalidad más respetada del país. Este viernes, en la biblioteca de la curia jesuita de Bogotá, aparece vestido de beige y con unas zapatillas de senderismo, dispuesto a hacer balance de lo que supone abrir en canal una nación traumatizada e indagar en sus secretos más inconfesables.

Pregunta. ¿Cómo sobreponerse a todo lo visto y escuchado?

Respuesta. No podría vivir de otra manera como colombiano. Nosotros somos un cuerpo como nación y no tenemos otra forma de ser libres y ganar dignidad si no comprendemos la totalidad del cuerpo. Un cuerpo que tiene el rostro destrozado en Machuca, que tiene el corazón roto en el Chocó, las piernas quemadas en El Salado, los brazos arrancados en el Magdalena Medio, el estómago y el hígado reventados en Nariño, la vagina destrozada en Tierralta, el espíritu y el alma del pueblo devastado en los indígenas del Vaupés y en los indígenas embera. ¿Cómo es posible vivir tranquilamente como cuerpo cuando hay todo este dolor entre nosotros? Un país tan bello, un país de tamboras, de vallenatos, de cumbias, todo eso ha sido penetrado por el miedo, por el dolor, por la incertidumbre de manera muy profunda. Por eso Colombia, después de 60 años, continúa en un conflicto armado interno, donde muchos muchachos murieron en batallas como guerrilleros o paramilitares sin tener ni idea de por qué estaban peleando. Esto no es la guerra entre Rusia y Ucrania, esto es una pelea sinsentido. No es una pelea por la religión, no es exactamente una guerra étnica, es absolutamente irracional.

 P. ¿Cómo se busca el perdón?

R. No le puedes pedir a nadie el perdón, es una decisión individual, libre. Implica entregar antes de recibir nada. Yo creo que en la tradición cristiana de este país es comprensible el perdón. La gente está pidiendo que se diga la verdad, que es parte del ritual católico del perdón. Y más profundamente, nosotros estamos por la reconciliación. Primero, construir sobre la verdad, segundo, tomar la decisión de no volvernos a matar entre nosotros, tercero, hacerle sentir que ‘te entiendo, me pongo en tus zapatos y te respeto’. Cuarto, construir juntos a pesar de que las cosas fueron tan duras. Pero no vamos a olvidar, justamente para que no vuelva a ocurrir. Vamos a llenar este país de lugares de memoria para salvar la dignidad de la gente que murió.

P. ¿Siente que se ha insensibilizado después de tanto horror?

R. No, pero sí me sorprende cómo Colombia se insensibilizó. Hizo natural el vivir en medio de tanto sufrimiento humano, se volvió normal. En el año 2001 nosotros abríamos la televisión y lo primero que salía era la masacre del día. Hoy aún hay pequeñas masacres, pero entonces casi todos los días eran de 100, de 80 personas. Y el país seguía como si nada estuviera pasando. Es una cosa tremenda. Los comerciantes vendían cachivaches, los empresarios seguían con sus empresas, los académicos dando clases, los curas diciendo misa. Una brutalidad. ¿Por qué Colombia no reaccionó? Más del 80% de los muertos fueron civiles no armados, no fueron combatientes. Y esto pasó durante 50 años. Hicimos trizas nuestra propia dignidad. Por eso a mí me impresiona lo de esta niña sueca frente al calentamiento global -porque yo siento la misma indignación-, cuando dice: How dare you? [¿cómo se atreven?] ¿Cómo se atreven a creer que son humanos si permiten que esto esté pasando?

P. En estos casi cuatro años ha hecho cientos de entrevistas a víctimas y victimarios. ¿Cuál no puede olvidar?

R. Las hay muy duras. Cuando el victimario contó la forma en cómo había matado a mi amiga Alma Rosa Jaramillo, que se vino a trabajar conmigo al Magdalena Medio, hace 22 años. Los paramilitares la tomaron y viva le serrucharon las manos, después los brazos, las piernas y cuando murió, le tajaron la cabeza y la tiraron al río. Me impresionó mucho también el clamor de las mamás en el municipio de Argelia diciéndole a una guerrillera de las FARC que por qué se había llevado a los niños y a las niñas cuando era la comandante. Y cuando la vi a ella nombrando a los que se había llevado y contando que había matado niños porque no cumplían las reglas de la guerrilla... También me impresionó escuchar a un niño relatar cómo se lo llevaron a la guerra en uno de estos frentes paramilitares y, a la semana de estar allí, trajeron a otro que se quiso escapar y delante de ellos los paramilitares le cortaron la cabeza. Hicieron que los 30 o 35 niños que estaban allí se la pasaran entre ellos. Dos niñas se desmayaron y entonces el jefe paramilitar ordenó que les quitaran el vestido y con la cabeza ensangrentada les recorrieran el cuerpo. De ahí los llevaron a comer. Las historias están más allá de toda proporción.

P. ¿Ha llorado mucho?

R. Sí, sí, sí... y sobre todo he sentido mucha conmoción interna en el corazón.

P. Lleva cuatro años de trabajo. ¿Cómo llega al final?

R. Llegamos con la esperanza de decirle algo muy serio al país, que nos ayude a comprender la hondura de la crisis humanitaria vivida por Colombia. Si bien el acuerdo de La Habana produjo la paz entre los ejércitos, la sociedad quedó tremendamente dividida y la confrontación ha continuado. Esperamos plantear un informe en el que los colombianos comprendamos qué fue lo que nos ocurrió, por qué nos vimos metidos en esta tragedia, cómo responsabilidades muy diversas se implicaron en el conflicto y cómo vamos a construir juntos hacia adelante.

P. ¿Qué significa el informe final para usted?

R. Significa una experiencia dura, de confrontación con la verdad. Y al mismo tiempo una llamada a la esperanza. Dura porque hemos pasado por cosas muy hondas, hemos recorrido este país de nuevo y nos hemos encontrado con multitud de mujeres violadas y abusadas. Los más de 30.000 niños llevados a la guerra, que hoy cuentan cómo los arrastraron al conflicto, cómo fueron violados, cómo obligaban a las mujeres al aborto. Hemos encontrado a muchísimas personas secuestradas de los más de 27.000 secuestros que hubo. Más de 1.000 familias de los falsos positivos del ejército. Hemos estado en los pueblos masacrados. Y podría seguir. Esa es la realidad del dolor. También los soldados sin piernas, con las caras quemadas por las minas antipersona. El dolor inmenso por todas partes. Colombia tiene que detenerse ante eso y salir adelante.

P. ¿Le abruma la responsabilidad?

R. Es abrumador porque las expectativas son muy grandes en Colombia y en la comunidad internacional. Pero sobre todo están las expectativas de las víctimas. Tenemos 10 millones de víctimas en Colombia y dicen ‘todavía no nos han oído a todos’. Si le dedicáramos un minutos a cada víctima nos demoraríamos 17 años trabajando las 24 horas del día.

 P. En los últimos días renunció el único comisionado de las Fuerzas Armadas. ¿Cómo le afecta su salida?

R. Lamento que se haya ido y por supuesto le pedí que no se fuera. Para nosotros es importante tener el contraste de los distintos puntos de vista. Pero francamente no me afecta para nada. Lo considero como parte de esta difícil construcción de la paz basada en la verdad.

P. ¿Hay militares que no están preparados para escuchar la verdad?

R. Todos los que en Colombia están metidos en el modo de guerra -no todos los militares y no solo militares- tendrán muchas dificultades para acoger la verdad. El modo de guerra es la necesidad de ver en todas partes al enemigo interno, de uno y otro lado, la sospecha sobre lo que están haciendo, el complot.

P. ¿Cree posible una injerencia de los militares en el terreno electoral?

R. Espero que Colombia siga viviendo en el respeto a las decisiones de los ciudadanos en las elecciones. Sería desastroso que eso no se diera. Pero sí quisiera decir que la Comisión de la Verdad no está en el debate político en ningún sentido. Le vamos a entregar el mismo reporte a quién sea el presidente y esperamos que acoja esas recomendaciones con altura moral y coraje.

P. ¿El informe es muy duro con las Fuerzas Armadas?

R. Es muy duro con los crímenes de guerra y de lesa humanidad que se cometieron dentro de las Fuerzas Armadas, pero también es muy duro con las FARC y todos aquellos que tienen responsabilidades en el conflicto. Se entiende las responsabilidades como responsabilidades que surgen en contextos muy complejos. No es que aquí a uno se le ocurrió salir una mañana, coger una ametralladora y matar gente. Las cosas que ocurrieron, que son terribles, nacen al interior de donde juegan decisiones políticas, económicas, militares, intereses personales. Seres humanos actuando en colectivos.

P. ¿Qué reacción es la que más teme una vez se publique el informe?

R. No me importan las críticas. Nosotros no pensamos que lo que estamos haciendo es un punto final, queremos unir al país en una conversación, que sigamos profundizando en lo que hemos encontrado. Lo que construimos quedará al servicio no solo de los colombianos, sino de la humanidad. Un archivo abierto al que se pueda volver para discutir lo que ocurrió y añadir más. No me da miedo que nos señalen. No me da miedo el peligro de la vida. Me da miedo que no logremos convocar al país para entender lo que nos ha ocurrido y para construir desde nuestras diferencias. Es tan difícil que no sé si vamos a estar a la altura.

P. ¿Cómo alejar el miedo a morir asesinado?

R. Estoy convencido, aunque no lo puedo probar científicamente, de que la existencia humana no termina con la muerte. ¿Qué quiere decir eso? No lo sabemos. Los hombres y las mujeres que fueron serios en el amor y se entregaron gratuitamente por nosotros, como lo hizo Jesús, o Buda, no terminan con la muerte. La vida humana dura muy poco: 100, 70, 80 años... se van así (chas). Eso me da una gran tranquilidad.

P. ¿Le da crédito a las denuncias de un plan para asesinar a Gustavo Petro?

R. Ese tipo de denuncias en Colombia son muy delicadas. No estoy metido en la campaña, pero sí les doy crédito y exigen muchísimo cuidado por parte del Estado.

P. ¿Cómo se deja atrás esa violencia que aún continúa?

R. Aquí se metieron las armas dentro de la política y Colombia no ha logrado salirse de eso, sigue en modo guerra. La seguridad no la dan las armas, la da la confianza, la fe que nos tenemos los unos en los otros. Ese es el gran capital social.

 P. Se acercan las elecciones. ¿Confía tanto en Petro como en Fico Gutierrez, los dos candidatos con más opciones?

R. Francamente no veo con pánico que quede uno de los dos de presidente. Siento que en el país hay la sensación de que estamos ante el abismo y yo no tengo esa sensación. Colombia tiene que hacer cambios muy serios y ojalá que el presidente que llegue haga esos cambios y dejemos de dar tumbos.

P. ¿Cuál es el primer problema de Colombia?

R. El narcotráfico. Mientras haya narcotráfico no veo posible que salgamos del modo de guerra.

P. ¿Es mejor el país hoy que en 2016, cuando se firmó la paz?

R. El año que más me gustó, habiendo estado en esto de la paz desde 1982, fue el año 2017. Cuando vimos bajar a los guerrilleros de 350 lugares. El ejército y la policía los acompañaban. Dormían juntos. En el país se tenía la sensación de que se construía un futuro. Fue un año muy bello. Tengo la sensación de que el país saboreó la paz y que no va a dejar pasar eso una vez que lo saboreó. La paz no se va a dejar derrotar, se retomará con una gran fuerza.

P. ¿Y qué pasó después?

R. Que faltaba mucho por hacer.

P. ¿Qué quería ser de niño?

R. Pensé en ser doctor. Pero desde muy niño, cerca de empezar la adolescencia, en esa belleza de los atardeceres del Cauca, mirando la caída del sol, detrás de los farallones de Cali, tuve una impresión muy profunda de que detrás de todo esto había un misterio de amor muy grande, muy profundo, que independientemente de cualquier historia espiritual o religiosa nos ponía a todos en esta existencia, en medio de la evolución extraordinaria del universo. Eso me conmovió y me puse de camino a buscar lo que había allí. A los 16 años entré a la universidad de los padres jesuitas. Así de simple. Me hice sacerdote en el seguimiento de Jesús.

P. ¿Qué le gustaría hacer cuando acabe esta labor en la comisión?

R. Si se me da, descansar un poquito, reflexionar y escribir sobre lo que ha pasado. Pero unos meses, luego volveré a esto. Uno no puede salirse de esto en lo que le queda de vida. No te puedes bajar de aquí.

P. ¿Entraría en política?

R. Para nada, nunca. No me interesa la política, ni el dinero, ni el prestigio.

P. ¿Hay algo que le hubiera gustado hacer en su vida que no haya hecho?

R. Me hubiera parecido lindo tener niños y una compañera. No me arrepiento de mi vida de celibato, pero me parece bellísima la oportunidad de tener una familia con una persona que tú quieras y te acompañe en la lucha.

P. ¿Qué sentido tiene el celibato?

R. Me acuerdo un día que en Micoahumado, un pueblo por allá en las montañas del sur de Bolívar, hubo que salir a detener un combate entre la guerrilla del ELN y los paramilitares, era un 24 de diciembre. La gente no sabía qué hacer. Yo les dije: “Vean, voy a meterme en el combate y nadie se viene, porque yo no tengo mujer, hijos, novia’”. Hay misiones que pueden poner a una persona en el horizonte de poder entregar toda la vida a una causa. Pero no estoy de acuerdo con el celibato obligado, me parece gravísimo.

P. ¿Se he enamorado alguna vez?

R. En el camino de la vida a uno le ha tocado pasar por muchos momentos."                 (Inés SantaeulaliaJuan Diego Quesada , El País, 08/05/22)

10/2/22

En medio de una clase, una estudiante de un secundario de Clark County School en Nevada se aproximó por detrás de otra estudiante y comenzó a golpearla en la cabeza. No fueron dos ni tres golpes sino 35. La víctima apenas atinó a protegerse con la cara en su escritorio y las manos en su nuca. La agresora sólo se retiró cuando se sintió exhausta. En el video realizado por uno de sus compañeros, se puede ver que los otros estudiantes permanecen sentados y en actitud de absoluta obediencia social. ¿Por qué nadie interviene para proteger a una víctima, como la del video? La respuesta es simple: vivimos en sociedades de cobardes espectadores y de adulones oportunistas

 "Muestra y metáfora de la sociedad actual

El pasado 2 de febrero, en medio de una clase, una estudiante de un secundario de Clark County School en Nevada se aproximó por detrás de otra estudiante y comenzó a golpearla en la cabeza. No fueron dos ni tres golpes sino 35. La víctima apenas atinó a protegerse con la cara en su escritorio y las manos en su nuca. La agresora sólo se retiró cuando se sintió exhausta. En el video realizado por uno de sus compañeros, se puede ver que los otros estudiantes permanecen sentados y en actitud de absoluta obediencia social.

¿Por qué nadie interviene para proteger a una víctima, como la del video? ¿Acaso no hemos visto, de formas más indirectas, la misma escena en diferentes contextos, en diferentes países, con diferentes agresores, violadores, y diferentes víctimas? Es más, no con poca frecuencia el agresor recoge más solidaridad que la misma víctima. 

La respuesta es simple: vivimos en sociedades de cobardes espectadores y de adulones oportunistas.

Con frecuencia recibo amenazas por decir lo que pienso y por publicar lo que encuentro en mis investigaciones sobre los poderes que gobiernan este país y el resto del mundo, casi siempre en las sombras. Entiendo que todas son amenazas de los vasallos del poder, de lo que Malcolm X llamaba “los negros de la casa”, los enemigos de “los negros del campo”, sus hermanos más pobres y en la misma condición de esclavitud. También recibo no menos consejos de quienes me quieren bien, amigos, colegas y familiares, tratando de disuadirme para que no me arriesgue tanto. “Tienes una familia; debes cuidarte”.

Pero ¿cómo sostener el vómito ante tanta cobardía de la sociedad del consumo, la sociedad de los cobardes espectadores, de los alcahuetes y escuderos que caminan detrás de sus amos esperando que caigan esas migajas que los conviertan en los nuevos opresores de sus propios hermanos?

El video que muestra una estudiante golpeando sin cesar a una compañera de clase hasta dejarla noqueada, ante la pasividad de sus compañeros, sobre todo de aquellos que, como los varones, tienen algún recurso físico para detener esa aberración, es solo una muestra y configura una metáfora de la sociedad actual.

La pandemia cultural es global y los epicentros (como casi todo lo referido a fenómenos culturales) son siempre los centros del poder global, los llamados “países desarrollados”.     (Jorge Majfud  , Rebelión, 08/02/2022)

25/10/21

El asesinato a sangre fría de palestinos tiene el silencio como único eco

 "En apariencia, la situación ha sido relativamente tranquila en los últimos días en los territorios ocupados por Israel. Ninguna víctima israelí, casi ningún ataque en Cisjordania y absolutamente ninguno en el propio Israel. Gaza ha estado relativamente tranquila desde el final de la última ofensiva de Israel allí, la Operación Guardián del Muro.

En Cisjordania, la desesperada rutina diaria continúa durante este llamado período de calma, una ironía suprema cuando se presta atención a estas terribles cifras: desde mayo, más de cuarenta palestinos han sido asesinados en Cisjordania.

En el solo un fin de semana de finales de julio, el ejército israelí mató a cuatro palestinos, incluido un niño de 12 años. De estos cuarenta, dos procedían de la misma aldea, Beita, que recientemente perdió a seis de sus habitantes: cinco manifestantes desarmados y un fontanero que, según se informa, fue llamado para reparar un grifo en algún lugar. Ninguno de los cuatro muertos a finales de julio representaba ninguna amenaza para la vida de las y los soldados o colonos israelíes.

El uso de munición real contra estas personas estaba prohibido, por no hablar de apuntar a matar, como hicieron las y los soldados israelíes que les dispararon. Cuatro seres humanos o, si lo prefiere, cuarenta seres humanos, cuyas familias han visto su mundo hundirse, personas con planes, sueños y deseos; todos repentinamente reprimidos por algún joven soldado israelí de forma tan despreocupada y brutal.

Por si todo esto no fuera suficiente, tened en cuenta esto: los medios israelíes apenas cubrieron estas muertes. Ninguno de los dos principales títulos israelíes mencionó la muerte de un adolescente de 12 años en Beit Omar, entre Belén y Hebrón; ni los dos canales de televisión privados más grandes se molestaron tampoco en hablar de ello.

En otras palabras, la muerte de un niño de 12 años - Mohammed al-Alami, que fue de compras con su padre y su hermana cuando soldados israelíes acribillaron su coche a balazos, matando a este niño que, como su padre, no había hecho nada malo - fue considerada sin importancia y poco interesante por algunos medios israelíes.

Indiferencia ante el asesinato

Esta es la única explicación posible para esta falta de atención generalizada frente al asesinato. Hay que recordar que todos estos asesinatos llevados a cabo desde mayo apenas se han señalado, y mucho menos investigado, y se puede vislumbrar el retrato de la represión israelí y la negación de la ocupación a través de la versión de la "Cúpula de Hierro" presentada por los medios de comunicación, con la amable autorización de la prensa libre, en toda su abyección.

Esta sombría imagen del ejército y su brutal modus operandi ha sido ahorrada a las y los israelíes, protegidos por una prensa muda. Protegidos por este silencio, negación y represión, incluso los políticos y generales israelíes no tienen que explicar o siquiera interesarse por el hecho de que no pasa una semana sin víctimas palestinas en los territorios ocupados, tampoco durante este período de relativa calma.

Así, hasta hace unos días, ningún oficial militar había hecho la más mínima crítica al comportamiento de estos soldados, por no mencionar la evocación de intervenciones judiciales o la apertura de una investigación seria. Solo después de una serie de artículos y editoriales en Haaretz que el Jefe del Estado Mayor del Ejército, el General Aviv Kochavi -considerado una personalidad con valores morales- ha "pedido bajar la temperatura". Ni una orden, ni un requerimiento. Ninguna intervención judicial ni investigación, solo una vaga declaración de buenas intenciones para el futuro.

Detrás de todo esto se esconde el desprecio por la vida de las y los palestinos. En Israel nada es menos valioso que la vida de una persona palestina. Esto va desde los trabajadores de la construcción que caen como moscas en obras de construcción en Israel sin que nadie se preocupe por ello hasta manifestantes desarmados en los territorios ocupados muertos a tiros por las y los soldados sin que nadie rechiste.

Hay un denominador común: la convicción en Israel de que la vida de las y los palestinos no vale mucho. Si las y los soldados dispararan a animales callejeros con tanta indiferencia como sobre las y los palestinos, habría una inundación de indignación y estos soldados serían procesados y severamente castigados. Pero solo están matando palestinos, así que ¿cuál es el problema?

Cuando una o un soldado israelí dispara a un niño palestino en la cabeza o a un adolescente palestino o a un manifestante o fontanero una bala al corazón, la sociedad israelí permanece en silencio y apática. Se contenta con las explicaciones sin concreción y a veces con las mentiras desvergonzadas del portavoz del ejército, omitiendo la expresión de cualquier escrúpulo moral sobre la necesidad de matar.

Hay tantas víctimas que he investigado y sobre las que he escrito en los periódicos que no han despertado ningún interés particular...

Muerte de un fontanero

Shadi Omar Lofti Salim (41 años), un próspero fontanero que vivía en Beita, en el centro de Cisjordania, salió de su casa en la noche del 24 de julio en dirección a la carretera principal en la que se encuentra la válvula de la red de suministro de agua de la aldea, después de que se descubriera un problema.

Estacionó su coche junto a la carretera y se dirigió a esta válvula, con una llave inglesa roja en la mano. Eran las 10:30 p.m. Cuando se acercó a la válvula, los soldados cercanos abrieron fuego de repente y lo abatieron. Más tarde afirmaron que corría hacia ellos sosteniendo una barra de metal. La única barra de metal era la llave roja inglesa que quedó en el suelo junto a su paquete de cigarrillos y una mancha de sangre ya seca cuando llegamos allí unos días después de su muerte.

Una semana más tarde, en la misma aldea, las y los soldados mataron a Imad Ali Dweikat (37), un trabajador de la construcción, padre de cuatro niñas y un niño de dos meses. Fue durante la manifestación semanal del viernes. Las y los habitantes de Beita se han estado manifestando cada semana durante unos dos meses contra el establecimiento de un puesto avanzado ilegal en tierras de la aldea. Esta colonia, Givat Eviatar, fue construida extraoficialmente y luego vaciada de sus habitantes por Israel, pero las cuarenta estructuras erigidas rápidamente allí no fueron destruidas. Esta tierra no ha sido devuelta a sus propietarios, a quienes no se les permite acercarse a ella.

Desde que se lanzó Givat Eviatar hace más de diez semanas, cinco manifestantes palestinos han sido asesinados por las o los soldados. Ninguno de los cinco estaba lo suficientemente cerca como para poner en peligro la vida de los soldados de ninguna manera, a pesar de que la gente que se manifestaba arrojó piedras y quemó neumáticos para protestar contra el acaparamiento de sus tierras.

Las y los habitantes están decididos a seguir resistiendo hasta que se les devuelva su tierra, y mientras tanto, la sangre fluye, semana tras semana.

Disparo aleatorio

Dweikat estaba bebiendo un vaso de agua cuando un francotirador israelí le eligió, aparentemente al azar, y le disparó en el corazón a varios cientos de metros de distancia. La bala explotó en su cuerpo, dañando sus órganos internos y Dweikat murió en el acto, con la sangre fluyendo de su boca. Ali, su hijo recién nacido, ya es huérfano.

Todas estas muertes son ejecuciones. No hay otro término para describirlas.

Unas semanas antes, las y los soldados habían disparado y matado a un adolescente, Muhammad Munir al-Tamimi, en otra aldea que protestaba, Nabi Saleh. Tamimi tenía 17 años y es la quinta víctima en este pequeño pueblo en los últimos años. Toda la gente allí pertenece a la familia Tamimi y, desde hace años, se ha resistido al robo de sus tierras por las colonias circundantes.

Todas estas muertes son ejecuciones. No hay otro término para describirlas. Disparar a manifestantes desarmados, adolescentes, niños, un fontanero, un trabajador de la construcción, personas que se manifiestan públicamente para recuperar sus propiedades y la libertad es un crimen. Hay muy pocos regímenes en este mundo donde las y los manifestantes desarmados sean abatidos, excepto Israel, "la única democracia en Oriente Medio", donde esto no afecta la tranquilidad espiritual de la gente.

Incluso las recriminaciones que escuchamos aquí y allá frente a estos asesinatos sistemáticos se derivan del hecho de que esto podría conducir a un deterioro de la situación en general. Sobre la cuestión de la legalidad y en particular la moralidad del asesinato de personas inocentes, nadie dice ni pío.

Israel es considerado una democracia, un querido hijo del mundo occidental con valores similares. Cuarenta personas civiles desarmadas muertas en los últimos dos meses y medio, cuatro muertes solo en la última semana de julio, son un testimonio doloroso, aunque silencioso, del hecho de que, aunque todavía se considera una democracia, Israel no es juzgado de la misma manera que otros países."                   (Gideon Levy es columnista de Haaretz, Viento sur, 02/09/21)

15/1/19

El padre de Laura Sanz: “La gente estaba grabándolo todo con sus móviles y nadie les ayudaba”... la banalidad del indiferente...

"Eran cerca de las nueve de la mañana del sábado. Laura Sanz Nombela, nacida en Toledo, cajera, de 38 años, se había levantado antes que su marido y se acababa de duchar en la habitación de su hotel en París, donde la pareja pasaba un fin de semana romántico. Él le había querido dar una sorpresa y habían dejado a sus tres hijos con los padres de ella en Burguillos (Toledo).

  "Venga, Luis Miguel, arriba, levántate, vamos a desayunar que nos vamos", apremiaba la mujer a su marido. "Laura se estaba vistiendo delante de la ventana, con las cortinas echadas. Tenía ya el pantalón y estaba poniéndose el jersey cuando se produjo la explosión" de gas que reventó la panadería Hubert, justo enfrente de su hotel, cuenta por teléfono y a duras penas su padre, José Luis Sanz Gutiérrez, desde la morgue parisina donde velaban el domingo su cadáver.

Su yerno, día y medio después del accidente en el que murieron otras tres personas y unas 50 resultaron heridas, todavía no puede ni hablar. "Él estaba en la cama cuando pasó, pero a mi hija le alcanzó de pleno. La explosión arrancó el marco de la ventana y le dio en la cabeza. El pobre no para de repetir que, si llega a haber sido dos minutos antes o dos minutos después, Laura estaría viva. 

Dos minutos antes, mi hija estaba en la ducha y no le hubiera pasado nada. Dos minutos después, él se hubiera levantado ya y...", se lamenta en vano el padre. Ante la tragedia, ante lo inevitable, uno no puede dejar de golpearse en la cabeza con el martillo de los si hubiera

Luis Miguel ni siquiera sabe si perdió o no el conocimiento, solo recuerda que la onda expansiva lo estampó contra la cama. Al ver a su mujer, empezó a gritar por la ventana "ayuda, ayuda". 

Desesperado, la cogió en brazos y tiró escaleras abajo pidiendo auxilio, pero nadie acudió. "Todo el mundo estaba con los móviles grabando y nadie les socorrió, hasta que a mi yerno se la quitó de los brazos un bombero, que le hizo un masaje cardíaco hasta que llegó la ambulancia". La trasladaron al Hospital Universitario de París, donde se certificó su muerte horas después.  (...)"                      (Victoria Torres Benayas, El País, 14/01/19)

19/2/14

La culpa por la indiferencia exhibida por la sociedad vasca ante la muerte de inocentes

"(...) Pero para tener experiencia, cosa que aquí no la hay, es necesario una actitud que aquí se ha rechazado. Pueden argumentarme que aquí se intenta tener experiencia mediante ese artilugio cargado por el diablo llamado memoria histórica.

 Sin embargo, hay que temerse que la experiencia que busca la memoria histórica no sea para solventar los problemas en sentido positivo sino para retrotraernos a la situación que dio origen al problema, para intentar con esa memoria sesgada intentar ganar, incluso, la guerra civil muchos años después.

 La experiencia del pueblo alemán se dirige a favorecer la convivencia tras barbaridades como el holocausto, no a reproducirlas, porque tiene sentimiento de culpa. Esa es la diferencia. 

Para tener la capacidad de evitar los errores del pasado hace falta no sólo  responsabilidad política, sino que ésta se ejecute desde un cierto poso trágico impelida por un sentimiento de culpa.

 Es la culpa, idea sustentada por Reyes Mate, la cicatriz que recuerda a cada alemán, tras los procesos al nazismo de los años cincuenta realizados por sus propios jueces, lo que impele no sólo a responsabilidad sino a concluir con determinación soluciones que eviten los errores del pasado. La culpa como huella presente que obliga a la responsabilidad.

Aquí, donde se evita la culpa de crímenes políticos recientes como los de ETA, no surgirá la determinación que nos conduzca a la responsabilidad. No existe culpa de unos y otros por haber conducido a la II República hasta una guerra civil, sino incluso la imposibilidad de que exista el menor sentimiento de culpa por los asesinatos de ETA y la culpa por la indiferencia exhibida por la sociedad vasca ante la muerte de inocentes.
 Inexistencia de culpa que favorece escandalosamente la aceptación de los otrora los colaboradores de ETA en el espacio político por el resto de los partidos. La inexistencia de culpa nos conduce a la irresponsabilidad y a la renovación de pasados desastres. (...)"      (FUNDACIÓN PARA LA LIBERTAD 19/02/14 · EDUARDO (TEO) URIARTE)

26/4/11

Decenas de enfermos mentales sufrieron varios años en el penal

"La mayoría de los presos acabaron siendo transferidos a otros países por su nulo valor para los interrogadores - Padecían paranoia, esquizofrenia o adicción a las drogas - Hubo sucesivos intentos de suicidio, que se consumaron en tres casos.

Modulá Abdul Raziq, de 40 años, consumía sus propias heces, bebía champú y embadurnaba con excrementos su cuerpo desnudo en una celda de Guantánamo. Es uno de los presos que menos tiempo ha permanecido en el penal, ocho meses, y fue transferido a Afganistán en septiembre de 2002, antes de que comenzaran los juicios que revisan el estatuto de combatiente enemigo.

El afgano logró la libertad no porque los norteamericanos reconocieran su equivocación, sino porque su lamentable estado psiquiátrico "dificulta o imposibilita obtener información durante los interrogatorios", según señala un informe secreto en el que el general de brigada Michael R. Lehnert, del cuerpo de Marines de Estados Unidos, pide su repatriación a Afganistán.

Treinta presos en Guantánamo padecían enfermedades psiquiátricas, depresiones profundas, graves trastornos de personalidad y varios protagonizaron reiterados intentos de suicidio que en algunos casos se consumaron, según las evaluaciones médicas a las que se les sometía en el campo Rayos X al ingresar en el centro carcelario y que ahora salen a la luz. (...)

Juma Muhamed Abd al Latif al Dosari, de 38 años, natural de Bahréin, ostenta el récord del campo. Su informe le atribuye hasta una docena de "serios" intentos de suicidio. "El más reciente fue en diciembre de 2005, cuando se cortó el cuello", recoge su ficha fechada en julio de 2006 y firmada por el contraalmirante Harry B. Harris.

"Tiene un importante desorden depresivo, personalidad limitada con trato pasivo y agresivo...", continúa el párrafo que arranca con la siguiente frase: "El detenido goza de buena salud". Ha pasado cinco años en Guantánamo, donde se le consideraba como un preso de alto riesgo y alto valor de inteligencia por haber reclutado supuestamente a una célula de yihadistas en Búfalo (EE UU). Un recluso le identificó como cocinero de Al Qaeda. Fue transferido a Arabia Saudí.

El saudí Mishal Awad Sayaf Alhabiri, de 31 años, intentó suicidarse colgándose en su celda y sufrió "significantes daños cerebrales por la pérdida de oxígeno" hasta terminar en una silla de ruedas. "Ha estado hospitalizado desde entonces y tiene impredecibles emociones y comportamientos. Sufrió lesiones en la cabeza por un accidente de motocicleta a los 18 años.

También sufrió una amputación de su dedo índice izquierdo y ha sido tratado aquí por depresión", reconoce su informe, fechado en 2004. Pese a que su evaluación aseguraba que el valor de inteligencia de este preso era bajo, permaneció en Guantánamo durante tres años hasta ser entregado a Arabia Saudí por recomendación del general de brigada Jay W. Hood. (...)

Yasser al Zahrani murió en su celda de Guantánamo con 21 años. Según el Ejército norteamericano se suicidó con su sábana el 10 de junio de 2006, el mismo día que otros dos presos, en una acción coordinada de protesta.

Había entrado al campo con 17 años y en su ficha se aseguraba que su nivel de riesgo era medio y el de inteligencia bajo.(...)

En esa misma lista de enfermos de riesgo figuró durante años Ayman Said Abdulá Batarfi, de 41 años, médico yemení de Osama Bin Laden en las cuevas de Tora Bora (Afganistán). "Tiene buena salud, pero pobre estado mental... paranoia y esquizofrenia. No es dócil con el tratamiento a consecuencia de su psicosis", dice su informe secreto.

Su cercanía al jefe de Al Qaeda, a su escudero egipcio Ayman al Zawahiri y a los combatientes yihadistas a los que asistió durante la invasión norteamericana de Afganistán en 2001 ha sido el argumento principal para mantenerlo preso durante siete años hasta su entrega a Yemen en 2009.

"El detenido es extremadamente inteligente y ha facilitado mucha información sobre sí mismo y otros asociados a la ONG Wafa Humanitarian Organization (para la que trabajaba)", dice el contraalmirante Buzby en su evaluación. La lista de la potencial información que podía facilitar en los interrogatorios es interminable. Un recluso que luchó en Tora Bora le acusó de hacerse el loco.

Los ancianos con demencia senil y depresión también pueden ser terroristas, según los parámetros que rigen en Guantánamo.

El afgano Mohamed Sadiq, de 89 años, entró en el penal el 4 de mayo de 2002 y fue sometido a la prueba del polígrafo, donde se demostró que no sabía manejar el teléfono satélite Thuraya que encontraron en un registro en su casa.

Tampoco conocía la identidad de una lista de teléfonos sospechosos de estar relacionados con el movimiento talibán. Pasó cuatro meses encerrado en su celda hasta que un informe del general de división Michael E. Dunlavey recomendó su entrega a las autoridades afganas por su enfermedad y porque no tenía "ningún valor de inteligencia para EE UU". (El País, 26/04/2011)

3/3/11

"Porque Dios, si existe, fracasa aquí todos los días. Todas las noches."


"Largate de aquí, perra". Ésas fueron las palabras que Jéssica Meléndez escuchó de su madre cuando regresó a Honduras con sus dos hijos después de vivir durante años con un marido maltratador en Nogales, frontera entre Estados Unidos y México.

Volvió a los trenes, pero esta vez con los dos brazos ocupados y los ojos pendientes de Óscar Eduardo, su hermano de nueve años. "Mi padrastro le pegaba mucho en Honduras y decidí traérmelo". Sólo tiene 20 años, pero ya sabe lo que es matar.

Cuando entre Arriaga e Ixtepec un hombre la quiso violar en el tren en marcha, ella logró lanzarlo de una patada hacia las ruedas. Nos despedimos de Jéssica, sus dos hijos y su hermano en Medias Aguas. La dejamos ahí, intentando llegar hasta su habitual verdugo, el padre de sus hijos.

Días después nos enteramos de que fue secuestrada en Tierra Blanca, una estación más adelante. "A algunos", nos dijo Jéssica, "la vida sólo nos juega sucio".


"Dice Teresa que a los hombres los registraron y les quitaron el dinero, pero que a ella y a su amiga, las únicas mujeres del grupo, las apartaron y les ordenaron que se bajaran los pantalones, que ellas se los bajaron mientras el revólver del más viejo las iba apuntando a las dos, de una a otra, como si dudara con cuál quedarse.

El viejo, dice Teresa, era de bigote abundante, ojos grandes y nariz aguileña, el cutis áspero como si hubiera tenido acné o una cicatriz. Del joven sólo recuerda que era flaquito y tenía el pelo liso.

-El joven fue el que me violó a mí. (...)

Dice que él la buscó durante semanas y que, buscándola, desanduvo sus pasos y regresó a Guatemala. Que fue allí donde meses después, y a través de fotografías que le mandó la cancillería de su país, reconoció el cadáver de su novia. Tenía las manos cortadas. La habían enterrado en una fosa común.

-He vuelto a México para matar a los asesinos de Elsa Marlen. (...)

Dice que dos de los asaltantes iban armados, uno con una escopeta, el otro con una pistola de nueve milímetros, que le obligaron a desnudarse, que lo tiraron al suelo de un garrotazo, que registraron sus ropas, que le quitaron todo el dinero que llevaba y que le amenazaron con matarlo si denunciaba. Uno de los asaltantes, el más joven, era alto y flaco, tenía el pelo lacio y calzaba sandalias, "guaraches", dice Gerardo.

El otro, el más viejo, llevaba sombrero y era bigotudo y tenía una cicatriz como de un navajazo en la quijada del lado derecho... (...)

-El tipo del bigote..., la señal de la cicatriz en la cara..., el sombrero... La descripción de su acompañante: más flaco, más joven, con el pelo lacio. ¿Se da cuenta? Hace meses que los emigrantes, sean hombres o mujeres, vengan de Honduras o de Guatemala, nos señalan a los mismos tipos como sus verdugos. Pero no pasa nada. Las autoridades no hacen nada. (...)

Porque aquí, desengáñese, el Estado no está, es un teatro. (...)

Entre septiembre de 2008 y febrero de 2009, casi 10.000 emigrantes centroamericanos que trataban de llegar a Estados Unidos fueron secuestrados y tratados con extrema crueldad a su paso por territorio mexicano. Muchos de ellos fueron capturados en grupos, bajados de los vagones de tren y confinados en casas de seguridad o en naves industriales. El rescate que se les exigía fluctuaba entre los 1.500 y los 5.000 dólares.

La Comisión Nacional de Derechos Humanos calcula que la industria del secuestro obtuvo en ese corto espacio de tiempo más de 25 millones de dólares. Para ello, los verdugos no dudaron en utilizar una violencia extrema, que incluyó en muchos casos la tortura, la violación y el asesinato. (...)

Algunos mienten, y Arelí lo sabe. No son emigrantes. Tal vez algún día lo fueron, pero luego fueron captados por los propios carteles y pasaron de ser víctimas a trabajar para los verdugos. Son especialmente peligrosos porque tratándose de hondureños, guatemaltecos o salvadoreños, hablan el mismo lenguaje que los emigrantes y los hacen confiarse, desvelar el nombre del familiar que, casi siempre desde Estados Unidos, los está apoyando con sus dólares.

Una vez que descubren quién tiene dinero, el siguiente paso consiste en avisar a sus compinches de que en el vagón tres de la Bestia, con sudadera roja y una gorra negra de Nike, viaja un hondureño con plata. El asalto al tren, entonces, está cantado. (...)

El tren es abordado a última hora, cuando ya está en movimiento, por cuatro muchachos que levantan las sospechas del resto. La Bestia acelera, ruge, pero ya se ha convertido en un peligro secundario. Todos los emigrantes, y no cabe ni un alma más en el techo, tampoco en los reducidos espacios que quedan entre los vagones, están pendientes de esos cuatro muchachos.

No les quitan ojo. Ni apartan sus manos de las piedras que casi todos han ido cosechando silenciosamente en la estación de Ixtepec por si la ruta se tuerce. Los emigrantes tienen ante sí miles de kilómetros como éstos, llenos de peligros, de amenazas. (...)

-Se termina uno acostumbrando. E incluso te puedes permitir acostumbrarte. Pero lo que no puedes hacer nunca es dejar de estar enojada. El día que dejes de enojarte con las injusticias, ya no servirás. Y habrán ganado ellos.

Los que hacen daño. Los que no hacen nada." (El tren del infierno, de PABLO ORDAZ. El País Semanal, 10/01/2010, p. 42 ss.)

21/12/10

La indiferencia del espectador... en el País Vasco

"–El mal cometido, el mal padecido y el mal consentido. ¿Cómo y por qué se produce esa pasividad en nuestro caso?

–Hay unos cuantos mecanismos que propician esa pasividad cómplice. Pongamos primero el miedo y la cobardía, que nos empuja a permanecer como espectadores mudos y a no intervenir. Pero también la ignorancia, que puede ser involuntaria (cuando la normalidad de la vida cotidiana nos vuelve ciegos al mal), o voluntaria (cuando, por "prudencia", no queremos saber...).

O el sometimiento al propio grupo, porque así se difumina nuestra responsabilidad individual y porque lo que más tememos es quedarnos solos. O la insensibilidad moral que refrena nuestra compasión ante el sufrimiento ajeno y nos conduce a devaluar a la víctima. O, sencillamente, que nos faltan criterios morales y políticos para manifestar nuestra protesta.

–Dice que las reflexiones políticas y morales suscitadas por la Alemania nazi, el gran daño que se produjo entonces y la complicidad que los permitió, pese a todas sus diferencias con los males producidos en el País Vasco, responden a parecidos mecanismos y justificaciones. ¿Puede resumirlos?

–Entonces como ahora, unos dirán que el daño producido no es producto nuestro, o que es inevitable, o que los males son universales, o que se trata del mal menor entre los posibles o hasta que es un mal merecido por quienes lo sufren... Otros alegatos destacan la presunta inocencia del espectador: que él no lo sabía, que ya expresó su "no hay derecho" y eso basta, que tampoco la mayoría se mueve, que su protesta no serviría de nada, que no es asunto de su competencia y, no faltaba más, que él no es quién para juzgar a nadie.

–El reciente informe extraordinario sobre las víctimas del defensor del Pueblo Vasco concluye que la sociedad vasca rebosa de espectadores. ¿Son iguales todos o hay grados de responsabilidad?

–Los grados de responsabilidad por tanto consentimiento, desde luego, son distintos según el cargo público que se ostenta o la función profesional que se desempeña, la relevancia social o simplemente la capacidad y saber de cada cual.

Los representantes políticos son más responsables que los ciudadanos; instituciones como la Iglesia o la Universidad, también; los periodistas o aquí los cocineros, por ejemplo, más que los fontaneros. Pero todos, quién más quién menos, tenemos alguna responsabilidad.

–Pero, ¿cree usted que realmente tienen tanto poder los que renuncian a intervenir? Pongamos un pueblo pequeño del interior de Guipúzcoa donde todos se conocen, cuando hay pistolas sobre la mesa. ¿Puede un imperativo moral exigir una acción heroica para enfrentarse a ese mal?

–Los espectadores suelen contar con un enorme poder para decidir que se desencadene o no un daño público, para aminorarlo o erradicarlo. El agresor no cometerá su agresión sin antes calcular el grado de aceptación o de resistencia que prevé en sus víctimas y en quien contemplará su delito.

Claro que hay casos en que esa resistencia al malo es más costosa y decimos que nadie está obligado a dar su vida. Pero, más allá de los deberes estrictos, una ética de la virtud puede en ciertos momentos pedirnos actos heroicos. Otra cosa es que a menudo nos guste exagerar los riesgos, como si el simple plantar cara en la oficina nos fuera a costar la vida.

-Su libro dice que el dejar hacer de unos deja espacio al hacer de otros y la complicidad de unos sostiene, refuerza y justifica la de otros ¿Es así?

–La omisión es una forma de acción, no equivale a una nada. No hacer uno mismo es dejar hacer a otros o dejar que algo sea, que llegue a ser. Pero una omisión es moralmente reprobable cuando tenemos la obligación contraria. Un profesor que, sin riesgo notable, no protesta contra una pintada amenazante para un compañero de claustro le deja más indefenso todavía.

–Savater dijo en la presentación de su libro que en el País Vasco se ha producido una inversión importante: olvidar que la política es parte de nuestras obligaciones morales. ¿Ese "déjenos de los políticos que para mí todos son iguales", es una forma de complicidad?

–Desde luego. Despreciar la política -y más la democrática- es despreocuparse de lo que nos es común, encerrarse en nuestro mundo privado: es el "sálvese quien pueda".

–¿Cuáles son, todavía hoy, esos males difusos e insidiosos que perviven en la sociedad vasca y en la navarra?

–Algunos de los males más "nuestros" se desprenden de las doctrinas etnicistas y secesionistas que dividen a la sociedad, que predican solapadamente una superioridad racial, que enfrentan a miembros de la misma familia y de la misma cuadrilla. Lo principal no es el miedo a ETA, sino el miedo a quedarnos solos, el disimulo de nuestro desconocimiento del euskera y cosas así.

Hemos admitido una política lingüística sobre falsos fundamentos, que provoca sufrimiento inútil entre los escolares e injusticia en el acceso al empleo público. Tanto en Euskadi como en Navarra está vigente un foralismo insolidario con el resto de españoles, que nadie (¡ni siquiera la izquierda!) aquí se atreve a cuestionar...

–Dice usted en su libro: "Que sigan vigentes las doctrinas y los presupuestos y los fines de ETA tras su derrota, aun es lo que tenemos que discutir entre todos". ¿Es así?

–Sí, creo que son malos tanto los medios como los fines de ETA. Que no basta abandonar la violencia para convertirse en demócrata, sino que los fines mismos -la constitución de un Estado vasco junto con Navarra- son ilegítimos y rompen nuestra sociedad. Pero lo peor son los presupuestos últimos que conducen a tales medios y fines.

Un presunto pueblo por encima de la sociedad real, la comunidad étnica por delante de la ciudadana, la existencia de derechos colectivos y la superioridad de los derechos nacionales sobre los individuales, la subordinación de otras necesidades sociales a la "construcción nacional", etc., son creencias pre o antidemocráticas.
" (Fundación para la Libertad, citando a DIARIO DE NAVARRA, 18/12/2010)

20/12/10

La indiferencia del espectador...

"Me apresuro a hablarles del libro Mal consentido (Alianza), de Aurelio Arteta, pues en vista del caso que los medios de comunicación hacen al ensayo serio corre el peligro de pasar desapercibido. Trata de uno de los problemas éticos menos académicamente estudiados y sin embargo de mayor relevancia: no el caso de los que cometen las agresiones y crímenes ni el de las víctimas que los padecen, sino el de quienes asisten a esas fechorías sin evitarlas e incluso desentendiéndose de ellas.

Como dice en resumen el subtítulo del libro, "la complicidad del espectador indiferente". El estudio del profesor Arteta es preciso y minucioso: analiza las actitudes ante el mal de quienes no lo consideran cosa suya a pesar de que su proximidad les salpique, las diversas disculpas para escurrir el bulto, la responsabilidad de quienes no responden, el deber de no minimalizar cómodamente nuestros deberes y hasta en ocasiones el deber de ir más allá del deber.

En el fondo, toda la obra se condensa en lo que ya se nos dijo y pocos escucharon: para que los malvados cometan las peores atrocidades basta con una sola y simple cosa, que las buenas personas no hagan nada.

En el libro se manejan referencias clásicas a las tragedias del siglo XX, desde el exterminio llevado a cabo por los nazis a los campos de concentración soviéticos (es especialmente interesante la polémica con la idea de Hannah Arendt acerca de la "banalidad del mal").

Pero aunque apenas tenga menciones explícitas, es evidente como trasfondo próximo y motor de la indagación lo ocurrido en las últimas décadas en el País Vasco: un drama que Aurelio Arteta conoce precisamente muy bien, porque él es uno de los que desde hace muchos años decidió no rehuirlo, implicándose con todas las consecuencias, tanto teórica como prácticamente. (...)

Efectivamente, en el País Vasco y en España entera se ha dado un fenómeno social de inhibición y adormecimiento moral ante el terrorismo y sus consecuencias, personales e institucionales. Se han cerrado los ojos o se ha desviado la mirada, a veces con alambicadas coartadas ideológicas, no solo ante tantos asesinatos, coacciones, extorsiones, pérdida de derechos civiles y de libertad de expresión, exilios forzosos de amenazados, etcétera, sino también ante ocasionales perversiones del Estado de derecho por quienes debían defenderlo, en forma de torturas, malos tratos o guerra sucia.

Sin duda, no son equivalentes ni se trata del enfrentamiento de dos monstruos semejantes, por un lado ETA y por otro el Estado democrático, como ahora quisieran hacernos creer algunos para lograr en la opinión pública un empate que enmascare el fracaso de las armas criminales que han apoyado hasta ayer mismo.

Pero no por ello es menos urgente una reflexión cívica y ética de verdadero alcance, no por masoquismo, sino para que se logre en la medida de lo posible -la tragedia lo es porque nunca se repara del todo- una regeneración auténtica de la convivencia dañada." (FERNANDO SAVATER: No es cosa mía. El País, 14/12/2010, p. 50)

29/9/10

La hermana de uno de los últimos fusilados del franquismo acude a la ONU pidiendo la anulación de aquella condena que provocó una repulsa mundial



"Baena, García Sanz y Sánchez Bravo fueron condenados a muerte por el asesinato de un policía y un guardia civil en un consejo de guerra sumarísimo que aplicaba de forma retroactiva la ley antiterrorista de agosto de ese año. La mujer de Sánchez Bravo estaba embarazada de una niña a la que puso de nombre Luisa Humberta Ramona, en recuerdo de los tres fusilados.

"El juicio fue una farsa absoluta", recuerda Gerardo Viada, abogado de García Sanz. "No tenían ni una sola prueba. Y a los abogados nos echaron de la sala. A mí me sacó un policía militar a punta de metralleta". Christian Grobet, un observador de la Liga Internacional para la Defensa de los Derechos Humanos que se coló en el juicio, calificó el proceso de "simulacro" y "farsa siniestra".

La familia de Baena lleva 35 años luchando por anular su condena. Su padre y su madre lo intentaron hasta que murieron. Desde el año 2000, continúa su hermana Flor. "Al llegar la democracia, mi padre llevó a Madrid la carta que le había escrito una testigo que decía que mi hermano no era el asesino.

Al ver su foto en televisión, se dio cuenta de que estaban acusando a uno que no era y fue a la jefatura de policía. La primera vez no quisieron atenderla, la segunda la metieron en un despacho, un policía sacó su pistola, se puso a jugar con ella, y le dijo: 'señora, olvídese. Todos están en el mismo saco'. Ella se sentía culpable. Mi padre también llevaba a dos testigos que podían demostrar que mi hermano estaba aquel día en Portugal, pero le dijeron que no había nada que hacer".

Fernando Baena ni siquiera pudo enterrar a su hijo. Le dijeron que el coche fúnebre llegaría a las 12 y lo enterraron a las ocho. "Mi padre decía que le tenían miedo hasta muerto. Aquello lo destrozó". (...)

También el testimonio de Victoria Sánchez Bravo, que recuerda cómo los miembros del pelotón de fusilamiento que se habían presentado voluntarios para ejecutar las sentencias de muerte celebraron delante de ella que acababan de matar a su hermano." (El País, Galicia, 28/09/2010, p. 8)

16/9/10

La tragedia interior del justo... en el País Vasco... en todas partes...

"J.A. González Sainz, (Soria, 1956)... El autor de Ojos que no ven (Anagrama) no se esconde a la hora de hablar del fanatismo de ETA y su entorno y de las connivencias que lo alimenta, critica una sociedad, la española, "encantada con sus buenismos y sus pusilanimidades"...

PREGUNTA: ¿Por qué una historia sobre el entorno terrorista y los efectos devastadores del fanatismo y la indiferencia, de los que "hacen como que no va con ellos?

RESPUESTA: Los motivos ya los ha mencionado usted: los efectos que ocasiona el fanatismo, por un lado, y, complementariamente, la indiferencia o el miedo ante él por otro (el no ver todo más que de una sola forma siempre, por un lado, y el no querer ver de ninguna forma nada por otro), son, en cualquier latitud, en cualquier tiempo y ante cualquier cuestión devastadores.

Pero la cuestión es que lo son en nuestra misma España de todos estos años de atrás y de hoy mismo, donde nos hemos acostumbrado a la devastación, física y también pasional e intelectual, que ocasiona el fanatismo como si fuera lo más natural del mundo. Nos hemos hecho a convivir con esa devastación, pero también a coquetear con ella, a chapotear en ella, a sacarle réditos políticos también.

Debajo de toda esa costra de podredumbre moral, sentimental y política no puede sino supurar una mala herida purulenta e infectada.

Y devastadores, como usted dice, no es una palabra cualquiera; quiere decir que han arrasado, que han allanado, que han envilecido y maleado los sentimientos, las representaciones e inteligencias y han generado un proceso de formación de voluntades adosadas a ese allanamiento moral y político que es con lo que nos tenemos que ver.

Ojos que no ven habla, entre otras cosas, sí, del fanatismo del nacionalismo y el terrorismo del País Vasco, pero sobre todo habla del regreso de la violencia y el fanatismo en la Historia y en la historia de una familia; y habla de la difícil pervivencia del hombre justo, del hombre sencillo, moral e íntegro donde los haya, cuya integridad y justicia mismas sin embargo constituyen también su peor peligro.

Ojos que no ven profundiza
fundamentalmente la tragedia interior del justo, sus paraísos, sus caminos exteriores e interiores, sus subidas al calvario, sus descensos a los infiernos personales, los filos de sus desfiladeros. (...)

Y es en ese marco donde hay que entender que la historia es una historia ciertamente localizable, referenciable, una historia que habla en efecto de ETA, del País Vasco, de asesinatos o lugares que si se quiere se pueden llegar a rastrear; de la condena tan olvidada a la emigración interior a la que fueron sometidas tantas gentes en España, tantos "humildes ganapanes" obligados a abandonar sus tierras de los que hablaba Machado.

Tema de fondo pues y prosa, con sus reiteraciones y motivos, con sus símbolos y proyecciones, obedecen a un mismo objetivo narrativo: el ir y volver en el camino de la vida, del trabajo a casa, de casa al trabajo, del sur al norte, del norte al sur o al centro, de los paraísos a los infiernos, de la integridad a la ignominia siempre al filo y de la esperanza a la desesperación y a la inversa, de arriba abajo siempre al filo. (...)

Claro que ese callar no siempre es decisión, clarividencia, fuerza, magnanimidad, espíritu, sino también víctima de las prácticas que hacen callar, de las prácticas sociales, políticas, familiares, lingüísticas... que obligan a cerrar la boca. Ésa es en parte la tragedia de ese hombre íntegro en que se centra la novela, la tragedia del justo y del lenguaje, la tragedia de la integridad silenciosa, del hombre que al cabo se echa las culpas también por su silencio, por no haber sido y dicho e intervenido más. En el fondo toda la novela tiene ahí, en torno al silencio y la manipulación de las palabras, su eje trágico." (J.A. González Sainz, autor de 'Ojos que no ven', El País, 16/09/2010)

17/2/10

¿Una catástrofe lingüística?

"La colisión entre dos trenes que ha causado 18 víctimas mortales el 15 de febrero a las afueras de Bruselas reaviva las diferencias entre las dos comunidades lingüísticas principales del país: los francófonos y los neerlandófonos. El diario Le Soir lamenta esta situación.

Es un drama nacional. Uno de esos momentos en los que las rencillas comunitarias se dejan a un lado para dar paso a un dolor común. El caso Dutroux, la muerte del rey Balduino, el asesinato de Joe Van Holsbeeck, las catástrofes de Lieja o de Ghislenghien fueron sucesos tan graves que constituyeron momentos inusuales de unión colectiva.

El mundo político se da cuenta rápidamente de la magnitud del suceso. El primer ministro Yves Leterme, ante las dantescas circunstancias, interrumpe su viaje oficial a los Balcanes. El rey Alberto II acorta sus vacaciones de carnaval en el sur de Francia. El gobierno federal moviliza a tres ministros. Y se multiplican los comunicados de condolencia de los distintos partidos políticos. Pero la unanimidad no es del todo perfecta.

"Una reacción marca la "nota discordante". Kris Peeters, ministro-presidente de Flandes, emite un comunicado de prensa poco después del accidente. "Se trata de un día negro para Flandes", señala. Desde California, donde dirige una misión económica, se alegra por la rapidez de la intervención de los servicios de emergencias. En su visita al lugar de la catástrofe, el ministro-presidente valón y francófono Rudy Demotte declara que su homólogo del norte acaba de telefonearle "unos instantes antes", añadiendo de nuevo que se trataba de "una tragedia para Flandes". "Le he replicado de inmediato que también es una tragedia para Valonia y que Bélgica también está consternada", precisa Demotte. "Los viajeros que se encontraban en estos trenes procedían de todo el país, y aunque es cierto que en este primer día de vacaciones había menos gente, también muchas personas aprovechan las vacaciones para desplazarse...". (...)

¿Es este accidente de las dos comunidades un "símbolo" de nuestro país? Inevitablemente, el origen de los trenes y de los pasajeros nos hace pensar en ello. Al igual que el lugar de la catástrofe, un nudo de comunicación cercano a la frontera lingüística. La colaboración entre los servicios de emergencia y las instalaciones hospitalarias unió las fuerzas de las tres Regiones [Flandes, la Región Valona y Bruselas-Capital]. Y la posibilidad de una causa "lingüística" de la catástrofe, reminiscencia del drama de Pécrot, cuando un maquinista flamenco no logró entender al jefe de estación francófono, no se sostiene. Por lo tanto, es una catástrofe belga. Pero la reacción de Kris Peeters demuestra que el comunitario siempre se hace notar." (Presseurop, 02/16/ 2010, citando a Le Soir)

25/1/10

Dos niños torturaron por diversión "hasta que les dolieron los brazos"

"Los hechos ocurrieron un sábado por la mañana en Edlington (South Yorkhsire), cuando los hermanos se encontraron con los otros dos niños en un parque y les obligaron a ir a un paraje cercano. Allí les robaron, pegaron puñetazos y patadas, les obligaron a desnudarse, les golpearon, les produjeron quemaduras y les sometieron a una larga serie de humillaciones, sexuales incluidas.

Después de que el fiscal rebajara la acusación inicial de intento de asesinato se declararon culpables de agresión, robo y abusos sexuales y también de agredir a otro niño de 11 años una semana antes. Una de las claves del caso ha sido que uno de los agresores grabó parte de la paliza en el teléfono móvil de una de las víctimas.

El juez describió el ataque como "violencia sádica sin más razón que la del deseo de humillar". "Lo que habéis hecho equivale a tortura", les dijo a los dos hermanos, que nunca han mostrado arrepentimiento y apenas se inmutaron al escuchar la sentencia. "Pequeños bastardos, diablos, ojalá alguien os haga lo mismo a vosotros", les espetó la madre de una de las víctimas. Los dos hermanos proceden de una familia desestructurada con un padre alcohólico y violento. El mayor tenía acceso a vídeos pornográficos, vodka y la marihuana casera que cultivaba su padre." (El País, ed. Galicia, sociedad, 23/01/2010, p. 32)

22/1/10

La picana

" La locura colectiva instalada en el país suramericano durante el desgobierno de los generales llevaba al oficial de fragata Jorge Tigre Acosta a dejar la picana apoyada en los genitales del detenido Martín Grass y marcharse a tomar un café. A la vuelta, se jactaba de traducir en diagnóstico médico la intensidad de los alaridos del supliciado: "Ese pajarito no va a volar más".

La fiscalía considera probado que Acosta y Astiz dirigían los servicios de información de la ESMA y los grupos que "secuestraron, robaron y saquearon"; coordinaron todo para que "mientras los detenidos eran torturados, otro grupo estuviera listo para salir a secuestrar, según los datos que se obtenían bajo tormento".

Todos los prisioneros permanecían engrilletados, y su alojamiento en los calabozos era infrahumano, sin asistencia sanitaria y apenas alimentados, y se les obligaba a escuchar los gritos de dolor por las torturas a sus compañeros. Atadas a camastros metálicos de la ESMA, las monjas francesas fueron martirizadas con descargas eléctricas, vejadas con cachiporras y ferozmente golpeadas en interrogatorios presenciados por Astiz y otros, según el relato fiscal. Finalmente, fueron arrojadas al mar vivas en los denominados vuelos de la muerte." (El País, Domingo, 10/01/2010, p. 6)

22/12/09

Indiferencia risueña ante el exiliado vasco, que teme volver a serlo...

"Uno de los muchos vizcaínos huidos de la represión política vascongada y que vive en Cataluña desde hace 30 años me contaba la semana pasada lo siguiente. Tiene él un amigo, excelente profesional y persona bien situada, que adolece de un profundo sentimiento nacional y es separatista desde sus años universitarios. Ello no ha impedido en ningún momento que se lleve bien con el vasco, persona más bien escaldada en ese terreno y poco dada a la expansión patriótica. Sin embargo, según me dijo, el tono de las conversaciones ha ido variando a lo largo de este año que ahora termina.

En su último encuentro, el educado ciudadano catalán le había dicho con gesto ufano que la independencia sería inevitable en un plazo de seis años y que tal era el cálculo de los partidos nacionalistas, no sólo los fanáticos y el de la derecha católica, sino también buena parte de los socialistas catalanes acomodados.

Mi amigo tragó saliva y le preguntó si había planes, también, para ellos. "¿Para quiénes?", preguntó el separatista. "Para los españoles que vivimos en Cataluña". "¡Oh, por supuesto! Tendréis 20 años para elegir". Mi amigo insistió, con una sonrisa, sobre qué era lo que tendría que elegir. Su colega dejó escapar una alegre carcajada, le dio unas palmaditas en el hombro y se fue hacia otra mesa." (Félix de Azúa: Veloz progreso hacia el pasado. El País, ed. Galicia, opinion, 19/12/2009, p. 33 )

30/10/09

"Hemos construido la historia sobre el sufrimiento"

"Frente a las pretensiones del pensamiento europeo de poseer las llaves de la universalidad, aclara: "Ésa es la herida de Europa. La universalidad es fundamental porque sólo podemos hablar de moral si lo que es bueno para mí lo es también para ti. Pero Europa no ha sabido dar contenido a eso.

Ha desarrollado conceptos de universalidad que al final eran ideologías imperiales del tipo 'somos la punta de lanza del progreso. Y el pueblo que quiera entrar en la historia que nos siga. El que no, se quedará en la prehistoria'. La forma de ser universalista sin ser imperialista es tener en cuenta la memoria. Desde la memoria podemos crear una justicia que no sea un sistema cerrado sino una respuesta incesante a la injusticia".

"AUSCHWITZ Lo impensable y que da que pensar

"Cuando sucede lo impensable aparece lo que da que pensar", dice Reyes Mate. Y lo impensable es el Holocausto, un tema en el que es todo un referente internacional. ¿La filosofía ha aprendido la lección de Auschwitz? "No. Seguimos leyendo a Kant como si nada hubiera ocurrido. Si queremos impedir de nuevo una catástrofe no basta con estudiar las causas. ¿El odio a los judíos? El odio no da para matar a seis millones.

Auschwitz fue el laboratorio del mal, pero lo que pone en evidencia es un mecanismo que todavía funciona: la facilidad con que avanzamos pisoteando al otro. Hemos construido la historia sobre el sufrimiento y no le hemos dado importancia". (Reyes Mate: Las deudas pendientes de la memoria. El País, ed. Galicia, Cultura, 21/10/2009, p. 45)

18/6/09

Rutka Lasier, la joven comunista judía, describe la banalidad del genocidio


Rutka Laskier y su hermano pequeño, Henius, en 1938

"Lo más probable es que hubiera cogido el cólera. Sólo eso explicaría que su ya maltrecha belleza, que aun así llamó la atención del temible doctor Mengele, se marchitara con tanta rapidez. A sus 14 años se consumía por momentos. Zofia Minc, de edad parecida, dormía cerca. Se hicieron amigas en la desgracia. Según su relato, ella misma la tuvo que transportar en una carretilla hacia el horno crematorio. Aún consciente, Rutka le rogó que la dejara junto a la alambrada del campo para electrocutarse: una muerte supuestamente menos dolorosa que la de arder viva, “pero un SS que iba detrás nuestro con un fusil no me dejó”. (...)

El interés por el matiz en el caso de Rutka es fruto del eco mediático en Europa alcanzado por su cuaderno de notas. Con letra muy pulcra, ligeramente inclinada a la derecha y muy decidida, casi sin tachaduras, Rutka Laskier llenó apenas 60 cuartillas de una libreta entre enero y abril de 1943. La joven polaca de origen judío intuía el Holocausto y su propio final: sólo hacía falta mirar y escribir lo que ocurría en las calles del gueto de Bedzin donde vivía, una ciudad minera con 25.000 judíos y a 40 kilómetros de Auschwitz y de las cámaras de gas de Bierkenau. (...)

“(…) Ah, olvidaba lo más importante. Vi con mis propios ojos cómo un soldado arrancaba a un bebé de las manos de la madre y le abría la cabeza a golpes contra un poste de electricidad. Los sesos de la criatura salpicaron la madera. La madre enloqueció. Ahora lo escribo como si no hubiera pasado nada (…) tengo catorce años, todavía he visto poco en la vida; sin embargo, ya me he vuelto tan indiferente…”
(...)

“Creo que me estoy haciendo mujer. Ayer, cuando me daba un baño y el agua acariciaba mi cuerpo, anhelé las caricias de otras manos… No sé lo que esto significa, ya que jamás había experimentado nada similar hasta ahora (…) Creo que a Janek le gusto mucho, pero, para mí, ni frío ni calor”. (...)

“Dios mío, ¡ay, Dios mío!, ¿qué será de nosotros? Bueno, Rutka, has debido de volverte completamente loca: ¡clamas a Dios, como si existiera! (…) Si Dios existiera, no permitiría que seres humanos fuesen arrojados vivos a hornos crematorios ni que aplastaran las cabezas de niños pequeños a golpes de culata (…) Al final, esto se parece a un cuento de la abuela: quienes no lo hayan visto no lo van a creer, pero no es ningún cuento, es la verdad. Basta recordar a ese viejecito a quien pegaron hasta dejarlo inconsciente por haber cruzado mal la calle. Parece absurdo, pero todo esto no es nada mientras nos libremos de Auschwitz… y la tarjeta verde… del final… ¿Cuándo llegará?”. (...)

“Eran las cinco y media cuando salimos. Miles de personas abarrotaban las calles. Llegamos al lugar a las seis y media y nos las arreglamos para conseguir buenos asientos en un banco. Nuestro ánimo estuvo bien hasta las nueve. Entonces me asomé a la valla y vi soldados con ametralladoras apuntando a la plaza por si alguien pretendía escapar. Los adultos se desmayaban y los niños lloraban. El Día del Juicio empezó enseguida” (...)

“Hacía un calor espantoso”, prosigue en su cuaderno, “y la gente tenía sed, pero no había ni una gota de agua por allí. Entonces, de pronto, comenzó a llover a cántaros y siguió lloviendo todo el tiempo. (…) A las tres de la tarde comenzó la selección: ‘1’ significaba regresar a casa; ‘1a’, ir a trabajos forzados, lo cual era mil veces peor que la deportación; ‘2’ significaba ‘revisión posterior’, y ‘3’, la deportación, o, dicho en otras palabras, la muerte. Nos presentamos para la selección a las cuatro. Entonces comprendí qué significa una desgracia. Mamá, papá y mi hermanito fueron enviados al grupo 1, y yo, al grupo 1a. Caminé como en trance hacia mi grupo, donde ya estaban Salek, Linka y Mania. Lo más extraño de todo es que ninguna de nosotras lloraba nada, nada en absoluto”. (...)

“los policías golpeaban a la gente con saña y les disparaban”. La desesperación la hizo valiente: “Salí corriendo con el corazón desbocado y me escabullí saltando por la ventana de un edificio anexo, desde la primera planta”. (...)

“A Janek lo único que le preocupa son nimiedades como llevar bien planchados los pantalones, cuántos pasteles puede comerse en el café de Frontal y las piernas bonitas de las chicas. De todos modos, está claro que no es comunista, por lo que no comprendo por qué Lolek le ha metido en esto” (...)

“Estoy asqueada, harta de estas casas grises y del miedo continuo en el rostro de todo el mundo. Los tentáculos de ese miedo nos envuelven a todos y no dejan respirar” (...)

“Hoy he recordado con detalle los hechos del 12 de agosto de 1942, lo que sucedió en el Hakoah [equipo de fútbol de Bedzin, en cuyo campo tuvo lugar una aktion de judíos]. Voy a intentar describir lo que pasó ese día para poder rememorarlo dentro de unos años, si no me deportan, por supuesto” (El País Semanal, 27/04/2008, p. 14- 20)

15/1/09

Sentir el dolor ajeno

"Me vienen a la memoria la frase de alguien tan poco sospechoso de parcialidad antiisraelí como Marek Halter después de su visita a los Territorios Ocupados -"tengo miedo por Israel e Israel me da miedo"- y las reflexiones de mi amigo Jean Daniel sobre la paradoja histórica de que Israel -creado por los padres del movimiento sionista con el objetivo de constituir un Estado como los demás-, actúa desde 1967 como un Estado diferente de los demás, en la medida en que se sitúa deliberadamente al margen de la comunidad internacional que reconoció su existencia hace 60 años.

La falta de imaginación respecto al dolor de los palestinos -la capacidad ética y, a fin de cuentas, humana de ponerse en su lugar- le encierra en un callejón sin salida: el de golpear más y más duro a sus enemigos, tanto a los que se niegan a aceptar la realidad con su infausta retórica e insostenibles bravatas -las de "arrojar a los judíos al mar"- como a los que aspiran a una paz y a un horizonte compartidos mediante el retorno a la llamada línea verde, conforme a la resolución 242 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas." (JUAN GOYTISOLO: Ver, imaginar, sentir, el dolor ajeno. El País, ed. Galicia, Opinión, 13/01/2009, p. 27)

11/10/08

El Papa cree "eficaz" el silencio de Pío XII ante el Holocausto

"Benedicto XVI da luz verde a la polémica beatificación" (El País, ed. Galicia, Sociedad, 10/10/2008, p. 33)

Jesucristo no era partidario, precisamente, de ese tipo de "silencios". Los que no se distinguen del cálculo político.

Que un intelectual de gran talla, como Benedicto XVI utilice la palabra "eficaz", precisamente, ¿no es una "blasfemia ética?... pero blasfemia.