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24/10/18

Pastora Soto Valderrama de 56 años, recibió un tiro a bocajarro delante de sus nietos, en su casa, todo por tener unas manos primorosas que bordaron una bandera

"(...) A las 22 horas del 18 de julio, el Capitán de Caballería Tello González de Aguilar, disparó su pistola mortalmente sobre el jornalero José Pérez Jiménez cuando este gritó ¡Viva el Ejército Rojo¡ Suerte parecida correría el guardia de asalto Antonio Baena González, fusilado en el cementerio de Écija. 

Fueron detenidos los concejales y todos los dirigentes políticos que había en el Ayuntamiento. El listado de víctimas del mausoleo del camposanto ecijano recoge 211 nombres aunque hubo más fusilados, muchas muertes no fueron registradas.

Uno de los primeros desaparecidos fue Manuel Cuenca Crespillo, dirigente del PCE, presidente de la Casa del Pueblo, que pagó con su vida el intento de resistencia. 

Su suegra, Pastora Soto Valderrama de 56 años, recibió un tiro a bocajarro delante de sus nietos, en su casa, todo por tener unas manos primorosas que bordaron una bandera; era una mujer inteligente, con un ideario político que seguir y defender, siempre iba la primera en las manifestaciones, huelgas, no le importaba hablar en público, era solidaria con los pobres, las mujeres y los niños.

En los días siguientes, se encarcelaron a muchas personas en un granero. Comenzaron los paseos, de allí saldrían muchas personas que fueron fusiladas en las tapias del cementerio. También se ejecutaba en distintos cortijos o en el depósito militar de la Turquilla. En Écija no sólo existe una gran fosa común en el cementerio, hay varias diseminadas por el término municipal. (...)

Las calles ecijanas fueron escenario de truculentas ejecuciones, como el asesinato de un grupo de mujeres que para escarnio público fueron expuestas en las puertas del convento de Santa Inés, rapadas y con un escapulario sobre sus bocas. Dos mujeres fueron fusiladas tras ser delatadas porque en la fuente de Cañato una le dijo a la otra que había que salir al campo a poner banderas rojas.

(...) los hermanos Juan y Celedonio Parque, con 16 y 18 años, fusilados juntos porque el pequeño se empeñó en acompañar a su hermano. Manuel Crespillo Fernández, comunista, había confeccionado la hoz y el martillo con rosas del jardín. Unos falangistas le obligaron a quitarlas con la boca, él se negó, entonces le asesinaron a tiros. (...)"          (Documentalismo Memorialista y Republicano, 14/10/18)

9/10/13

Enfermeras de día, nazis y asesinas de noche

"(...) Especialmente relevante es el caso de las mujeres nazis, ya que pocas de ellas fueron juzgadas, lo que ha hecho que se reste importancia al papel fundamental que pudieron jugar en la ejecución de un gran número de crímenes.

Trece millones de mujeres militaron activamente en el partido nazi, y más de medio millón acudieron a países como Ucrania, Polonia o Bielorrusia excediendo las funciones para las que fueron enviadas, pero ¿tomaron partido en las matanzas a judíos? Eso es lo que se plantea Wendy Lower en Las arpías de Hitler (Editado por Memoria Crítica). Gracias a un arduo trabajo de documentación y búsqueda de datos y testimonios, Lower consigue ofrecer un poco de luz respecto a este tema.(...)
 
Aunque los juicios a mujeres nazis no fueron especialmente numerosos, Las arpías de Hitler recuerda que muchos de los supervivientes del Holocausto identificaron a las personas que los acosaron, violaron y torturaron como señoras alemanas que nunca pudieron encontrar al desconocer sus nombres. 

Además, los estudios realizados posteriormente han advertido que el genocidio no habría sido posible sin una amplia colaboración de la sociedad. ¿Quiénes fueron esas mujeres que ensuciaron sus manos con la sangre de los prisioneros?

La creencia más extendida es que las únicas que cometieron crímenes fueron las guardianas de los campos de concentración, mientras que el resto tuvo un papel secundario en la historia del nazismo. Sin embargo la realidad es bien distinta. Cuando los alemanes avanzaron hacia el este, medio millón de mujeres les acompañaron y alcanzaron un poder sin precedentes que les dio libertad para hacer con los prisioneros lo que quisieran. 

Maestras, enfermeras, secretarias y esposas, esas eran las funciones que originariamente tendrían que realizar todas aquellas que acudían junto al ejército. Finalmente, muchas de ellas decidieron, voluntariamente, colaborar directamente con las SS.

 Las arpías de Hitler incide constantemente en un dato fundamental: ninguna de las mujeres que describe tenían la obligación de matar. Negarse a asesinar judíos no les habría acarreado ningún castigo. Es más, el régimen no formaba a las mujeres para convertirse en asesinas, sino en cómplices. Por tanto, las que finalmente decidieron realizar dichos crímenes lo hicieron o por satisfacción personal o por obtener un beneficio de aquellas acciones.

De hecho, las primeras matanzas cometidas por los nazis las protagonizaron las enfermeras de los hospitales, que exterminaron a miles de niños por desnutrición, o incluso con inyecciones letales, aunque la mayoría de ellas nunca pagaron por sus delitos.

Es el caso de Pauline Kneissler, cuya tarea consistía en portar una lista de pacientes que posteriormente debían ser matados. En un solo año (1940) el equipo en el que trabajaba Kneissler en Grafeneck asesinó a 9.389 personas. Ella fue testigo directo de cómo los gaseaban y prestó su ayuda a la hora de administrar la inyección letal a muchos pacientes durante cinco años. Pauline fue una de las mujeres que, posteriormente, se trasladó al este para continuar con su ola de crímenes.

Sin embargo, allí no fueron las enfermeras las que cometieron los asesinatos más sádicos, sino las secretarias y las esposas de los miembros del partido nazi. Entre las primeras destaca el nombre de Johanna Altvater, que desarrollaba su puesto en Minden, Westfalia, antes de ser trasladada a Ucrania. 

Allí, en 1942, Altvater comenzó su descenso a los infiernos, llegando incluso a asesinar a un niño judío de dos años golpeando su cabeza contra un muro para arrojarlo sin vida a los pies de su padre. Este posteriormente llegó a declarar que nunca había visto tal sadismo en una mujer, una imagen que nunca pudo borrar de su mente.

Crímenes ante seres indefensos, prisioneros, mujeres e incluso niños. La mujer nazi tampoco tuvo piedad, como no la tenían sus compañeros masculinos. Aprendieron bien la lección de qué era lo que había que hacer y no dudaron ni un solo momento. 

Así le ocurrió a Erna Kürbs Petri, hija y esposa de granjero que junto a su marido Horst (miembro de las SS) se encargaba de dirigir una finca agrícola. Un día, Erna Petri vislumbró algo cerca de la estación de Saschkow. Cuando su carruaje se acercó se dio cuenta de que eran varios niños judíos escondidos que habían conseguido huir.

Petri les pidió que se acercaran y los llevó a su casa. Allí les dio de comer y los tranquilizó. Pero todo esto sólo fue parte de su siniestro plan. Al ver que su marido no regresaba a casa, ella decidió terminar el trabajo que él habría  hecho. Llevó a los niños hasta una fosa donde ya se había asesinado antes y los colocó en línea, dándoles la espalda. 

Cogió la pistola que su padre le había regalado y uno a uno los fue matando a sangre fría. Ni siquiera los gritos desconsolados de los que vieron cómo caía el primero ablandaron el corazón de Erna.

Estos son sólo tres de los muchos casos que Wendy Lower presenta en Las arpías de Hitler. Relatos que encogen el corazón y muestran hasta dónde es capaz de llegar el ser humano. Como la propia autora dice al finalizar su libro, nunca sabremos todo sobre el nazismo y el Holocausto, esto es sólo una historia más en un puzle con infinitas piezas de crueldad."                  (El Confidencial, 07/10/2013) 

3/5/11

"La represión franquista posterior a la Guerra Civil le arrebató a sus padres (fueron asesinados tras la contienda) y a cuatro hermanos"




"Consuelo Rodríguez López, 'Chelo', pertenecía a una familia gallega de nueve miembros: sus padres y siete hermanos. La represión franquista posterior a la Guerra Civil le arrebató a sus padres (fueron asesinados tras la contienda) y a cuatro hermanos.

Estas dramáticas circunstancias le hicieron reaccionar y pasarse al otro lado, al de la resistencia. Se convirtió en un enlace entre la 'guerrilla', que permanecía oculta en el monte con el resto de los opositores al régimen, pero acabó siendo identificada también por la Guardia Civil, de forma que se vio obligada a huir y esconderse en las montañas de Lugo.

Allí le esperaban más desgracias. Participó en varios tiroteos y en uno de ellos falleció en sus brazos su 'marido del bosque'. Después se exilió en Francia, donde vivió oculta hasta el fin de la dictadura. (...)

"Para mí fue un orgullo participar en aquella lucha. Fui varios años enlace y después pase a la guerrilla del monte, con armas y luchando con ellos. No queríamos el fascismo, luchábamos por la libertad, contra Franco. Los fascistas nunca nos pondrán en el lugar que nos corresponde, siempre nos rebajarán.

Las guerrilleras éramos como todas las mujeres y nada teníamos que ver con la imagen que tenían de nosotras. Sabíamos cuál era nuestra lucha.
Éramos dueñas de nuestros actos y no teníamos que dar explicaciones a nadie", describe esta particular heroína que se integró en el primer grupo organizado de guerrilleros que surgió en la España de la época: la Federación de Guerrillas León-Galicia. (...)

La familia Valle Valle es otra de las protagonistas. Clotilde Valle, la cuñada del guerrillero 'Bailarín' cuenta la historia de la mujer del combatiente, su suegra, sus tres hermanas y su prima, que sufrieron represalias por estar emparentadas con él.

"Sufrimos mucho, pasábamos mucho miedo porque cuando nos mandaban ir al cuartel ya pensábamos que podía pasar cualquier cosa", describe.

Dos enlaces de la zona de Meira, Clarisa Rodríguez y Carmen Geres, son las siguientes protagonistas. Una de ellas fue asesinada en unas circunstancias escalofriantes:

"La llevaron para interrogarla y cuando apareció el cadáver estaba embarazada, la violaron y luego la mataron y dejaron en una cuneta. Nos cuenta la historia su hijo", explica el director. (...)

"Hubo un gran sector de la población que apoyó a esta guerrilla, si no no habría durado lo que duró y todo esto se desconoce. Mucho menos se sabe de las mujeres, que hicieron tanto labores de intendencia (trasladaban cartas, notas, armas; avisaban de los movimientos de la Guardia Civil, abrían casas de apoyo…) como algunas llegaron a coger los fusiles.

A pesar de ser la columna vertebral de la resistencia antifranquista, siguen siendo ignoradas o olvidadas", indica. (...)

Carmen Rodríguez Nogueira es otra de sus historias. En su caso, "no fue enlace, pero le fusilaron al marido por ser republicano y los amigos del marido empezaron a ir por su casa para esconderse", cuenta. "Al final sufrió torturas y estuvo en la cárcel.

Entrevistamos a su hijo y a sus nietas y fue muy emotivo, en especial cuando nos cuentan que de las palizas que le dieron tenía el cuerpo tan destrozado que con solo tocarle le salían cardenales".

El hijo de Carmen Fernández, enlace y guerrillera, relata los 13 años de su madre en prisión.

Y el hermano pequeño de la familia de Os Buzos de Mugardos, Guillermo Gallego Abeledo, cuenta cómo sus tres hermanas mayores y su madre colaboraron con la guerrilla y acabaron pasando diez y doce años en la cárcel, para luego exiliarse. (El Mundo.es, Galicia, 01/05/2011)