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"(...) La Iglesia católica se incorporó a esta tarea de la máquina represora, por lo que es plenamente culpable, siendo decisiva en las condenas impuestas por los tribunales especiales. Como sabemos legitimó la dictadura, por lo que fue ampliamente recompensada. Sirva de muestra este fragmento de la Carta colectiva de los obispos españoles de 1937:
“La guerra es, pues, como un plebiscito armado. La lucha blanca de los comicios de Febrero de 1936, en que la falta de conciencia política del gobierno nacional dio arbitrariamente a las fuerzas revolucionarias un triunfo que no había logrado en las urnas, se transformó, por la contienda cívico-militar, en la lucha cruenta de un pueblo partido en dos tendencias: la espiritual, del lado de los sublevados, que salió a la defensa del orden, la paz social, la civilización tradicional y la patria, y muy ostensiblemente, en un gran sector, para la defensa de la religión; y de la otra parte, la materialista, llámese marxista, comunista o anarquista, que quiso sustituir la vieja civilización de España, con todos sus factores, por la novísima «civilización» de los soviets rusos”.
Esa colaboración de la Iglesia en la consolidación de la dictadura franquista se produjo desde el primer momento del estallido de la Guerra de España. Se puso el culto a la Virgen del Pilar al servicio de los rebeldes golpistas. Lo vemos en el frustrado bombardeo de la basílica del Pilar en la noche del 3 de agosto de 1936. Esto había motivado que, de alguna manera, la Virgen del Pilar se convirtiera en un símbolo hecho patente de la persecución religiosa ejercida durante la guerra por el bando republicano. (...)
Este alineamiento de la Iglesia católica con los sublevados lo podemos constatar en sus documentos oficiales, como El Boletín Eclesiástico Oficial del Arzobispado de Zaragoza de 15 de junio de 1937, en aquellos momentos el arzobispo era Rigoberto Domenech: “España se presentó ante el Pilar bendito, destrozada, sangrante, pecadora y con clamor salido de lo más hondo de su pecho, hizo protestas de su amor, de su fervoroso anhelo de renovarse. La España que nace, la que acaudilla el invicto general Franco, la que quiere recoger la vieja savia de nuestras gloriosas tradiciones para que inspire a los forjadores del nuevo imperio, recordando que es de María, que de entre sus hijos salieron los adalides marianos por excelencia, renovó su consagración a la dispensadora de todas las gracias”. A pesar de este escrito, el Ayuntamiento de Zaragoza, presidido por Jorge Azcón, se ha negado a retirarle la calle dedicada al Arzobispo, como han pedido determinados colectivos y yo personalmente en algún artículo. (...)
Retorno a la palabras de Feijóo: “Desde hace siglos no verá a un cristiano matar en nombre de su religión como hacen otros pueblos”. Mas, lo cierto que la Iglesia católica, aunque estuviera abolida la Santa Inquisición hace dos siglos, en tanto en cuanto apoyó, legitimó y justificó la dictadura franquista es responsable de la represión de muchos españoles. E incluso, participó activamente en ella, por lo que fue ampliamente recompensada. Por ello, para aclararle algo las ideas al ínclito Feijóo y a otros muchos españoles, un tanto ofuscados, quiero acabar con las palabras de uno de los historiadores más reconocidos, Julián Casanova de un artículo de 2006 titulado La Iglesia y la represión franquista:
“Franco y la Iglesia ganaron juntos la guerra y juntos gestionaron la paz, una paz a su gusto, con las fuerzas represivas del Estado dando fuerte a los cautivos y desarmados rojos, mientras los obispos y clérigos supervisaban los valores morales y educaban a las masas en los principios del dogma católico. Hubo en esos largos años tragedia y comedia. La tragedia de decenas de miles de españoles fusilados, presos, humillados. Y la comedia del clero paseando a Franco bajo palio y dejando para la posteridad un rosario interminable de loas y adhesiones incondicionales a su dictadura.
La maquinaria legal represiva franquista…convirtió a los curas en investigadores del pasado ideológico y político de los ciudadanos, en colaboradores del aparato judicial. Con sus informes, aprobaron el exterminio legal organizado por los vencedores en la posguerra y se involucraron hasta la médula en la red de sentimientos de venganza, envidias, odios y enemistades que envolvían la vida cotidiana de la sociedad española…La Iglesia no quiso saber nada de las palizas, tortura y muerte en las cárceles franquistas…" ( , Rebelión, 02/03/2023)