"¿Puede haber poesía después de Auschwitz?"(Adorno).............. "¡Es un deber vivir después de Auschwitz!"(Imre Kertéz).............
17/4/18
Este es el relato de un hombre que no supo quién había sido su abuelo hasta que cumplió los 40 años
27/12/10
"Cada día no me dejo de repetir que soy una privilegiada y que estoy obligada a ser feliz"

"Treinta años ha tardado Thúy en escribir esta historia que te agarra desde sus primeras letras y te hace sentir el dolor que debieron padecer esos miles de personas que huyeron de un país en el que la muerte te la encontrabas a la vuelta de la esquina por un régimen comunista feroz. Con el oro que poseía, la familia logró embarcase rumbo a un campo de refugiados en Malasia.
"El paraíso y el infierno se habían entrelazado en el vientre de nuestro barco. El paraíso prometía un vuelco en nuestra vida. El infierno exponía nuestros miedos: miedo a los piratas, miedo a morir de hambre, miedo a intoxicarnos con las galletas empapadas en aceite de motor, miedo a carecer de agua...".
¿Se supera una situación cómo esa? "Quizá sea el paso del tiempo el que me haga sentir que no es algo traumático para mí. He tenido la suerte de vivir, de salir de aquella situación y no quedarme tirada en el mar. Mire hasta qué punto llega el instinto de supervivencia. Cuando era niña vivía con decenas de criados en Vietnam en un lugar fantástico en el que todo se me daba hecho.
Comía pescado y me ponía a morir porque era alérgica y además asmática. Llegué al campo de refugiados de Malasia y lo primero que me dieron los voluntarios de la Cruz Roja fue una lata de sardinas. La devoré y aquí estoy. Y tampoco he vuelto a tener un ataque de asma.
Somos capaces de soportar todo por seguir viviendo".Thúy entiende su vida como un viaje de aprendizaje, como un camino que debía recorrer para llegar al menos hasta el lugar en el que se encuentra ahora. (...)
Kim Thúy no tuvo valor para volver a la casa de sus antepasados, de los que conserva unos boles azules y blancos cubiertos con una anilla de plata en los que comía su abuelo y en los que sus niños toman helado. (...)
¿Qué papel ha jugado su madre en la historia de su vida? "Y sigue jugando. A veces me pregunta ¿sabrás algún día lo que quieres? Desde niños nos preparó para la aventura que finalmente nos llevaría a Canadá.
Después de una primera infancia de opulencia, con la llegada de los comunistas nos enseñó a fregar suelos y a comportarnos como criados para pasar desapercibidos. Ya cuando llegamos a Montreal fue todo bastante más complicado porque yo solo sabía hablar vietnamita y me encontré con un país que hablaba inglés y francés. (...)
A Kim Thúy siempre le había gustado escribir y, en libretas, iba anotando las historias que le contaban su padre y su madre. "Estaba obligada a recordar lo que nos ocurrió porque es la historia de muchos de los que lograron sobrevivir y un homenaje a los que quedaron sumergidos en las aguas. Cada día no me dejo de repetir que soy una privilegiada y que estoy obligada a ser feliz". (El País, Babelia, 09/10/2010, p. 9)
2/11/10
"Cuando te dan los restos de tu familiar vuelves a la vida"
Ramón, que acompañó a su padre cuando lo detuvieron, recordó cómo su madre le llevó comida y todas las joyas que tenía en casa el primer día. "Al siguiente, fue a llevarle el desayuno y le dijeron que había saltado por una ventana y se había escapado". Emilio Silva Faba había sido, en realidad, paseado y fusilado junto a otros 12 hombres.
"Con 14 años me puse a trabajar en el taller del hombre que había conducido la camioneta hasta la fosa. Me dijo quién había matado a mi padre, pero no puedo decir el nombre, y también lo que había dicho mi padre antes de morir: 'Tenga en cuenta que tengo hijos'. El que disparó había sido expulsado de Renfe por pertenecer al Partido Comunista...".
"Pero se cambió de bando", prosiguió el entonces alcalde de Priaranza, Daniel Fernández, del PSOE. "Todo el mundo conocía esta fosa. Mi padre había visto los cuerpos antes de enterrarlos porque entonces los dejaban unos días para que la gente los viera y cundiera el ejemplo. Un profesor incluso había traído aquí a sus alumnos. No tuve ninguna duda de que había que abrir esta fosa. Creo que todos estábamos esperando a que alguien diera el primer paso".
Los arqueólogos, antropólogos y forenses que intervinieron recordaron ayer aquella primera exhumación e identificación de fusilados del franquismo. María Encina Prada, antropóloga física, contó que cuando encontraron los restos "fue un instante maravilloso, muy emocionante, en el que las familias se abrazaban y lloraban", y que luego analizaron los huesos en un laboratorio improvisado en una casa del Ayuntamiento.
Prada lamentó que muchas de las personas que saben dónde están las fosas estén muriendo. "Es un trabajo contrarreloj". (El País, 25/10/2010, p. 20)
18/3/10
"Aún hoy, a mis 92 años, me despierto por las noches aterrorizado... mientras mi mente cree que estoy siendo torturado todavía por aquel monstruo"
Hace apenas unas semanas, en conversación con este diario, confesaba: "Aún hoy, a mis 92 años, me despierto por las noches aterrorizado y envuelto en sudor mientras mi mente cree que estoy siendo torturado todavía por aquel monstruo", relataba con emoción. Desde entonces, arrastraba un acentuado déficit visual a consecuencia de las penalidades y violencias sufridas." (El País, ed. Galicia, obituarios, 17/03/2010, p. 45)
12/3/10
El final del duelo
Lorenza y Paola presenciaron aquel espanto. Pero ellas no se llamaban Einstein y se salvaron. "Compartimos la dicha de vivir juntos, y nos separaron en la muerte porque éramos de razas distintas. Pero mi tío ni siquiera era practicante", recuerda sonriendo Lorenza en su luminosa casa romana, cerca de Campo dei Fiori. (...)
"Al principio intenté fingir que aquello no pasó", cuenta. "Me fui a Londres a estudiar cine y me enamoré del director de la universidad. (...)
Cuando regresó, en 1959, se acabó el fingimieto. "Paola se había casado con un psiquiatra. Yo enfermé. No dormía, tenía alucinaciones y ataques de catatonia. Un colega de mi cuñado, gestaaltiano, me dijo que si quería curarme tenía que volver a la casa y escribir mis recuerdos. De modo que fui con un amigo francés, Guillaume, nos instalamos en una casa cercana y empecé a escribir".
Las primeras líneas tenían forma de diario escolar: "Ejercicio de redacción: 'Contad lo que habéis hecho hoy'. Desarrollo: "Hoy, el Duce ha hablado en la escuela y nos ha dicho que hagamos gimnasia para volvernos fuertes y educados y estar listos para acudir a su llamada en defensa de nuestra gran Italia porque estamos en guerra".
La niña que fue era la narradora de la historia. "Tiré la página a la papelera. Mi amigo la recogió y me dijo: 'Estás loca, es estupenda. Tienes que escribir todo el libro así'. Y eso hice". Cuando acabó, en 1961, Mazzetti tituló el libro El cielo se cae. (...)Federico Fellini dijo que nunca se había divertido tanto leyendo un libro, y que por fin alguien contaba la guerra desde otro punto de vista.
El cielo se cae se recibió como una ficción y Lorenza no sacó a nadie del error. Se había curado y eso era lo que contaba. Luego se puso a trabajar en la RAI, dirigió teatro para niños, se hizo comunista, la echaron de la RAI, se enamoró del hijo de un fundador del PCI y se casó con un cirujano partisano.
No tuvo hijos, escribió algunas historias más, pintó y siguió conforme con su pobreza." (El País, ed. Galicia, 11/03/2010, p. 40)7/10/09
Abrir las fosas cura, porque trae el final del duelo
"Estos procesos, bien llevados, cierran heridas. Son terapéuticos. No hay signos de odio, ni de rabia, ni deseos de venganza" (...)
"Sobre todo, en aquellos lugares con fuertes raíces religiosas, principalmente cristianas, donde la muerte cuenta con un fuerte ritual, he observado esas reacciones. Aunque el miedo a remover las cosas es algo profundo". (...)
"Con el respeto absoluto a las víctimas por encima de cualquier cosa. Los procesos de recuperación de la memoria y de justicia transacional son algo nuevo, que se está construyendo, pero tratan ni más ni menos que de devolverles la dignidad a todos los que sufrieron represión, de repararlos" (...)
Antes del alivio, como dice Heyner, hay que negociar con el miedo. Antes del desahogo y de la liberación, los familiares de las víctimas han experimentado hasta sus últimas consecuencias la culpa, la injusticia, la impunidad de los asesinos. No es fácil reaccionar contra eso. Sus muertos no son muertos. Son una especie de fantasmas que en cualquier momento pueden reaparecer, como le ocurrió a Esther Montoto.
Fue un caso que impresionó a Emilio Silva, uno de los líderes de este proceso, responsable de la Asociación para la Recuperación de la Memoria. "Aquella mujer se presentó en Aranda de Duero cuando anunciamos que abriríamos allí una fosa en la que supuestamente estaba su padre. Cuando le pregunté cómo es que había venido desde Estados Unidos, me dijo: 'Cada vez que escuchaba el timbre de la puerta de mi casa me sobrecogía y pensaba: es él. Me ha encontrado". (...)
"Las fosas son secretos públicos. En los pueblos, la gente sabe a quién se mató, cómo y dónde están enterrados. Haciéndolo cómo lo hacían, acudiendo a las casas, sacándolos a la fuerza y disparándolos en lugares cercanos, donde se oían las ejecuciones, fomentaban el miedo. Así quedaban en un limbo. Eran cuasi desaparecidos. Fueron expulsados de la comunidad de los vivos, pero también de la de los muertos".Resulta todo un drama para las generaciones posteriores. Muchos han vivido en la ignorancia y quienes experimentaron el trauma, callan. "Por eso, los antropólogos también ayudamos a crear un lenguaje para que acepten lo que pasó", asegura Ferrándiz. La técnica es montar una mesa cerca del enterramiento, mostrarse dispuesto a escuchar cada historia y registrarla documentalmente. Muchas se cuentan por primera vez. Es difícil dar el paso del silencio a la palabra. "Muchas veces, es difícil encontrar las expresiones correctas", afirma Ferrándiz." (El País, ed. Galicia, 03/10/2009, p. 34/5)