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26/6/23

Lucha de clases hasta en la mar... Diferencias entre rescatar millonarios o pobres... LOS MILLONARIOS (buscan a 5 millonarios de un sumergible: con 4 buques 10 helicópteros de EE.UU Un robot submarino francés 2 aviones de Canadá... LOS POBRES: Han muerto 700 migrantes pobres a la deriva; esperaron 7 horas para rescatarles (El Necio)

El Necio @ElNecio_Cuba

Lucha de clases hasta en la mar Diferencias entre rescatar millonarios o pobres.

LOS MILLONARIOS (buscan a 5 millonarios que se metieron en un sumergible para ver los restos del Titanic.):
4 buques 10 helicópteros de EE.UU Un robot submarino francés 2 aviones de Canadá .

POBRES: Han muerto 79 Y 700 migrantes pobres a la deriva en el Mar Jónico esperaron 7 horas para rescatarles.

Unos tendrán su película de Netflix. A los otros les espera el fondo del mar o una tumba sin nombre en un cementerio de Grecia.

10:19 p. m. · 21 jun. 2023 4,9 M Reproducciones

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1/3/22

Ejecutores del Holocausto: los había fervorosos e incluso perfeccionistas

 "La personalidad de los culpables no era siempre igual. Quienes llevaron a cabo la labor destructiva diferían no solo en su origen, sino también en sus atributos psicológicos. Cuando la dominación alemana de los judíos se acentuó y diversificó, cada culpable asumió su rol de forma muy diferente. Algunos de ellos mostraron fervor; otros, “exceso”; y otros afrontaron su misión con reservas y recelos.

El puro entusiasmo englobaba diferentes categorías. Para empezar, estaban los promotores, convencidos de que todo dependía de ellos. También había voluntarios que buscaban formas de participar en las actividades contra los judíos. Y por último estaban los perfeccionistas, que definían ejemplos y criterios para todos. 

El prototipo del azacán resuelto e incansable es Adolf Eichmann, que escribía informes, viajaba y provocaba a la gente sin cesar. El austriaco Hanns Rauter, máximo responsable de las SS y de la Policía en los Países Bajos y autor de informes repletos de estadísticas, fue otro de los triunfadores. Convencido de su destreza, logró deportar a más de 100.000 de los 140.000 judíos del país, el porcentaje más alto de Europa occidental (…). 

El experto del partido en materia racial, Walter Groβ, estaba consumido por una idea: aparear a personas solteras con un 25% de sangre judía con la esperanza de que algunos descendientes de esas uniones reunieran los suficientes rasgos judíos para justificar su exterminio. El sector ferroviario también tuvo a sus idealistas. 

Otto Stange era un amtsrat de 60 años que trabajaba solo en su despacho, chillándole al teléfono, mientras la sección de Eichmann le enviaba solicitudes para que gestionara plazas en los transportes. Bruno Klemm fue un funcionario del Generalbetriebsleitung Ost que organizaba programas de transportes hacia el este. Parece que recalcaba constante y persistentemente la necesidad de encontrar vagones y tiempo para enviar a judíos a los campos de exterminio.

 Algunos fanáticos eran entusiastas que buscaban oportunidades de intervenir en el proceso. El teniente general Otto Kohl, que controlaba todos los desplazamientos ferroviarios en los territorios ocupados de Bélgica y Francia, recibió en una ocasión a un representante de bajo rango de Eichmann en París. Describiéndose a sí mismo como un enemigo acérrimo del judaísmo y un creyente en la solución racial, instó al representante de las SS a pedir más trenes, fuera para 10.000 judíos o para 20.000. Kohl proporcionaría el equipo, aun a riesgo de que algunas personas lo tildaran de “desalmado”.

En los Einsatzgruppen, el sturmbannführer de las SS Bruno Müller comandaba el Sonderkommando 11b, que en 1941 operaba en la zona más meridional como parte del Ejército rumano. Cuando los rumanos capturaron el puerto de Odesa en el mar Negro, iniciaron la matanza de decenas de miles de judíos de la ciudad. En esta vorágine, obra de numerosas unidades del Ejército y de la Gendarmería Rumana, Müller y su destacamento fueron una presencia simbólica, pero no pudieron resistir a la tentación de poner su granito de arena.

 Durante la noche del 22 de octubre de 1941, cuando supo que los rumanos habían empezado a ejecutar a gente, Müller negoció con ellos para que les cedieran a trescientos judíos ya arrestados. Luego llevó a las víctimas a un pozo seco y ordenó que se las fusilara. Arrojaron los cuerpos desnudos o medio desnudos de los hombres, las mujeres y los niños al pozo, y luego lanzaron granadas de mano para rematar a los malheridos.

En la ciudad alemana de Darmstadt, un oficial de rango relativamente bajo, el kriminalsekretär Georg Dengler, tomó los mandos de la sección de asuntos judíos en la sede local de la Gestapo el 15 de enero de 1943. Por entonces ya se había deportado a la mayoría de residentes judíos y apenas quedaban los cónyuges de matrimonios mixtos. Dengler recibió una directiva según la cual también podía solicitar la deportación de esas personas, pero necesitaba otros motivos aparte de la condición de judío. Interpretó esa autorización como una oportunidad para deportar a unas cuantas ancianas, algunas de ellas viudas especialmente vulnerables.

 Una mujer de 69 años, cuyo marido alemán seguía vivo, no se había inscrito con el nombre obligatorio adicional de Sara. Además, había usado un cupón para jabón de su hija, que tenía el mismo nombre de pila que ella. Murió en Auschwitz, aunque sus cenizas se ofrecieron a la familia gentil [no judía]. Otra viuda de 76 años también se olvidó de añadir el nombre de Sara a la cartilla de racionamiento. Dengler le dijo a su ayudante: “Con eso basta”.

 El sturmbannführer Müller y el kriminalsekretär Dengler tuvieron roles relativamente pequeños en una operación de gigantescas proporciones. Los resultados de sus actos no estuvieron a la altura de su fervor; habrían hecho más de buena gana. Los perfeccionistas, en cambio, sí tenían suficiente trabajo. Esos fanáticos eran los auténticos pilares del aparato administrativo. Su reto era cualquier cosa que quedara por definir o por resolver. Su lema era la precisión y la minuciosidad.

 Esos burócratas pululaban por todas partes, en cualquier organismo. (…) En el Ministerio de Finanzas trataban de recaudar los pagos de las pensiones privadas que se habían hecho a los deportados. En la red de ferrocarriles contaban los deportados y los kilómetros, a fin de cobrar a la Policía de Seguridad el transporte de los judíos hasta los centros de exterminio. En Auschwitz iniciaban procedimientos de expropiación para ensanchar el perímetro del campo.

 A diferencia de los fanáticos, cuya labor era siempre funcional, hubo hombres que se encarnizaron adrede con las víctimas, que las torturaron o que se alegraron o divirtieron al ver su destino. Esta clase de conducta no se fomentaba, es cierto, pero tampoco se perseguía estrictamente hablando.

Por lo común, el abuso era síntoma de la impaciencia. Se podía detectar entre los veteranos de las ejecuciones, para quienes las continuas redadas, los fusilamientos y los gaseamientos se habían convertido en el pan de cada día. En agosto de 1942, un miembro alemán del Gobierno General manifestó que se había visto a personal de las SS y de la Policía propinar golpes con la culata del fusil a mujeres embarazadas. Los guardias a las puertas de las cámaras de gas usaban látigos o bayonetas para hacer entrar a las víctimas. Proliferaban los testimonios que afirmaban haber visto a niños pequeños siendo arrojados por la ventana, o metidos en camiones como si fueran sacos, o lanzados contra la pared, o echados vivos a hogueras de cadáveres en llamas.

En algunos casos, el sadismo era puro. Este patrón de conducta aparecía en los contactos con los hombres que querían mostrar su dominio sobre los judíos. Básicamente, lo que hacían era jugar con las víctimas. Al principio les daban cepillos de dientes para que limpiaran las aceras. En los poblados recién ocupados de Polonia, les cortaban la barba a los judíos devotos o los montaban como caballos. En el permisivo ecosistema del campo, utilizaban a los judíos para hacer puntería o escogían a las mujeres como esclavas sexuales. En Auschwitz, el gran sádico Otto Moll prometió a un prisionero que le perdonaría la vida si podía cruzar descalzo dos veces un foso de cuerpos en llamas sin caerse."         (Raul HIlberg, El País, 01/03/22)

14/2/22

La policía keniana asesina para beneficiar a promotores inmobiliarios

 "Más del 70% de las personas que habitan en Nairobi vive en apenas un 5% del espacio residencial de la ciudad. La policía keniana está desplazando -y a veces incluso matando- a estas personas para dejar sitio a promotores inmobiliarios y autopistas para ricos.

Evans Mutisya se sienta encorvado en una silla junto a la carretera en el asentamiento informal, o barrio marginal, de Mukuru kwa Njenga, en Nairobi, la capital de Kenia. La cabeza de este joven de quince años descansa pesadamente sobre las palmas de sus manos. Se retuerce de dolor. Ha pasado más de una semana ingresado en el hospital, donde los médicos han tratado de curarle una herida de bala.

El 27 de diciembre, mientras los residentes de Nairobi estaban en familia o viajaban a la costa para pasar las vacaciones, la policía keniana obsequió con balas a las empobrecidas personas que residen en Mukuru kwa Njenga. Decenas de familias, incluidos Mutisya y su familia, llevan más de dos meses durmiendo en un extenso asentamiento de tiendas de campaña, levantado sobre las ruinas de sus casas, destruidas en una campaña de demolición masiva del gobierno que comenzó en octubre. Los buldóceres destruyeron al menos 13.000 hogares, además de negocios y escuelas, y desplazaron a unas 76.000 personas.

Las tensiones llegaron a su punto culminante el 27 de diciembre cuando se produjeron enfrentamientos entre la policía y quienes residían en el barrio. En aquel momento Mutisya esta dentro de una de esas tiendas improvisadas. “La policía lanzó gases lacrimógenos y el gas entró en la tienda”, cuenta Mutisya en voz baja. “Salí corriendo de la tienda para ir al tanque de agua que hay en la calle y lavarme la cara”.

 En ese momento un agente de policía disparó al adolescente en la parte baja de la espalda y la bala le salió delante del estómago. El exceso de adrenalina le hizo huir del agente, que se abalanzó sobre él, y Mutisya acabó desplomándose cuando otras personas que había en el lugar se agolparon para ayudarle. Desde que le dieron el alta en el hospital, no se puede tumbar de espaldas ni de frente debido al dolor insoportable de la herida de bala. Según los vecinos, la policía disparó y mató a otras dos personas ese mismo día, y decenas de personas resultaron heridas.

Los derribos y desalojos de Mukuru kwa Njenga han sacado a la luz las injusticias históricas y la corrupción estatal que configuran el rápido desarrollo urbano de Nairobi. Mientras que estos proyectos han proporcionado comodidades y beneficios a las personas ricas de la ciudad, han provocado una violencia extrema contra las personas pobres de los asentamientos informales, que conforman la mayoría de la población de Nairobi.

“Ojalá no hubiera gobierno”, afirma Mutisya con un gesto de dolor mientras se levanta despacio de la silla. “Destruyeron nuestro hogar y luego volvieron para dispararnos. Todos estaríamos mejor en Kenia si no existiera este gobierno. Ojalá se fueran y nos dejaran en paz”.

Lo destruyeron todo”

La primera tanda de derribos en Mukuru kwa Njenga, uno de los mayores barrios marginales de Nairobi, empezó el 10 de octubre. El gobierno anunc sus planes con solo dos días de antelación. Los buldóceres, acompañados de la policía armada, arrasaron las casas para despejar una franja de treinta metros de ancho a lo largo de la carretera Catherine Ndereba, con el fin de dejar espacio libre para construir la nueva autopista de Nairobi, financiada por la empresa estatal china China Road and Bridge Corporation y destinada a descongestionar el tráfico en la ciudad.

Mukuru kwa Njenga, a unos 11 kilográmetros del distrito empresarial central, está situado entre la zona industrial de la ciudad y el aeropuerto internacional. La autopista de diecisiete millas unirá el aeropuerto internacional con el distrito empresarial de la ciudad y con las zonas residenciales de lujo. La nueva carretera ampliará considerablemente las autopistas existentes e incluye una ruta elevada que sigue el trazado de las carreteras antiguas, por cuyo uso se espera que los automovilistas paguen entre 1 y 15 dólares de peaje. Las personas que residen en Mukuru kwa Njenga, por su parte, o no pagan alquiler o pagan unos 13 dólares de alquiler. El propio proyecto ha sido polémico y se ha calificado de carretera para ricos, lo que pone de manifiesto el desarrollo de la ciudad a beneficio de las élites y que ahonda las desigualdades.

Es probable que no se permita circular por la nueva autopista a los matatus, unos microbuses que son la forma más popular de transporte para las personas pobres de la ciudad, pero que suponen una molestia para las ricas. Solo el 13.5% de las personas que residen en Nairobi utilizan vehículos privados, el resto de la población o bien camina, o utiliza autobuses o matatus. Hace tiempo que se crítica que el desarrollo de las infraestructuras de Nairobi atiende en gran medida las necesidades de la minoría de la élite de la ciudad, pero ignora las de la mayoría pobre.

No obstante, las personas que residen en Mukuru kwa Njenga habína accedido a desalojar pacíficamente la franja de treinta metros de terreno situada a lo largo de la carretera Catherine Ndereba para permitir el inicio de las demoliciones. Pero unas semanas después esas demoliciones se convirtieron rápidamente en una caótica apropiación de terreno en la que participaron altos cargos del gobierno y promotores privados, que aprovecharon las demoliciones destinadas a construir la autopista para despejar un terreno adyacente de 300 acres, el lugar donde se encuentra el actual asentamiento de tiendas de campaña.

“No nos agradaban esas demoliciones para construir la autopista”, afirma Minoo Kyee, una activista de veintiséis años del Centro de Justicia Comunitaria de Mukuru, cuya oficina también fue arrasada en medio de las demoliciones. “Pero la gente lo acabó aceptando y se trasladó para que se pudiera construir la autopista. Después, aproximadamente un mes más tarde, decidieron destruirlo todo”. Según Kyee, las personas residentes protestaron durante tres días a principios de noviembre por el aumento de las demoliciones, que se habían producido sin previo aviso. “Vinieron cientos de policías con camiones que disparaban cañones de agua contra la gente”, recuerda. Los buldóceres arrasaron miles de hogares. Al menos una persona murió aplastada cuando trataba de recuperar sus pertenencias. La policía quitó los teléfonos móviles de quienes pretendían filmar el caos y los arrojó bajo los buldóceres. Los medios de comunicación solo acudieron a Mukuru kwa Njenga una semana después de que empezaran las demoliciones, que siguieron todavía tres semanas más.

La familia de Ramadhan Jarso había vivido en este terreno desde 1972 y afirma ser propietaria del terreno en el que vivían. Según la legislación keniana, si alguien vive en una propiedad sin ser molestado, sin recibir órdenes de desalojo, durante más de doce años, puede reclamar la propiedad. Sin embargo, esta reclamación podría ser un tanto endeble ante un tribunal en el caso de las personas que residen en Mukuru kwa Ngenga, que durante décadas se han tenido que enfrentar a disputas por la tierra. Con todo, aunque carecen de título de propiedad, todo el mundo en la comunidad de Mukuru kwa Njenga sabía que esa parcela de terreno pertenecía a la familia Jarso. Ramadhan Jarso nació y creció aquí, y vivió en una casa con su ahora embarazada mujer y dos hijos de once y cuatro años. También había construido otras casas, hechas en gran parte de láminas de estaño, que alquilaba a unas veinte personas, con lo que lograba reunir al mes unos 30.000 chelines kenianos (266 dólares) de los alquileres.

 “Conseguimos ahorrar algo de dinero y lo invertimos en construir casas de mejor calidad, hechas de hormigón”, me dice este treintañero en el lugar donde se encontraban su antigua casa y las que tenía en alquiler, todas ellas reducidas ahora a escombros. “Pero antes de que pudiéramos alquilarlas y recuperar parte de lo que habíamos invertido, llegaron los buldóceres y lo demolieron todo”. Está claramente afectado. Dice que no pudo rescatar ninguna de sus posesiones cuando llegaron las demoliciones.“Después ni siquiera podía mirar mi parcela”, me dice, “era demasiado doloroso verlo. No podía soportarlo. Perdimos todo aquello por lo que habíamos trabajado toda la vida y por lo que nuestros padres habían trabajado toda su vida… en un solo día”.

Ahora Jarso tiene que alquilar una vivienda junto al lugar en que se demolieron las casas por 5.000 chelines kenianos (44 dólares) al mes. Desde que se produjeron las demoliciones no ha visto a su hermano mayor, con el que creció, porque las familias se tuvieron que dispersar en diferentes direcciones. “Lo perdimos todo, de modo que ninguno de nosotros se puede permitir pagar el transporte para vernos”, afirma. “Desde que nací, no he pasado un solo día sin tener a mi hermano a mi lado. Ahora hace meses que no lo veo”. Y añade: “ahora vivo tal como vine al mundo, con nada. No estaba en contra de que la autopista pasara por aquí. Pero se aprovecharon de eso y decidieron destruir nuestras vidas. No les importamos a esas personas. Es malvado lo que nos han hecho aquí. Te pueden quitar la vida y no sentirán nada. Incluso trataron de matarme el otro día”. Se levanta la manga de la camiseta y muestra una herida provocada por una bala que le rozó el brazo, cuando el pasado mes de diciembre la policía abrió fuego contra las personas que residen en las tiendas.

Una injusticia histórica

Según Diana Gichengo, defensora local de los derechos humanos, el conflicto de Mukuru kwa Njenga es el resultado de décadas de corrupción política e injusticias históricas. Los asentamientos en la zona se iniciaron en la década de 1950 y como la mayoría de los asentamientos informales de Nairob, se produjeron en terrenos públicos y se convirtieron en una fuente de mano de obra barata para las poblaciones blanca y asiática que residían en las zonas urbanas segregadas de la capital, donde no se permitía vivir a las personas africanas. Después de la independencia la población de los asentamientos informales se disparó y se triplicó en dos décadas, ya que muchas personas emigraron de los pueblos a la capital en busca de trabajo. Pero aunque las personas africanas se trasladaron a zonas de Nairobi a las que antes se les negaba el acceso, no cambiaron estas disparidades de poder entre los asentamientos informales y el resto de la ciudad.

El 70% de las personas que habita en Nairobi vive en los asentamientos informales que suponen solo el 5% de la superficie residencial de la ciudad. Estas viviendas se suelen construir con chapa ondulada y carecen de acceso a sistemas adecuados de alcantarillado, electricidad o agua. A solo cinco minutos en coche de Mukuru kwa Njenga están las lujosas zonas residenciales de la ciudad en las que hay relucientes apartamentos de gran altura que sobresalen entre las zonas de verdes bosques.

En las décadas posteriores a la independencia la corrupción política generalizada hizo que estas tierras públicas en las que se encuentran los asentamientos informales pasaran a manos de particulares pertenecientes a la élite política de Kenia, que a menudo utilizaban esas tierras como aval para conseguir préstamos de los bancos. Cuando los propietarios de la tierra no podían devolver los préstamos, los bancos se quedaban con la propiedad de la tierra.

El Dr. Nicholas Orago, director ejecutivo del grupo de defensa de derechos humanos Hakijamii y abogado de los residentes desplazados, afirma que propietarios privados que todavía son desconocidos utilizaron como aval las tierras disputadas, en las que ahora se asientan varias filas de tiendas improvisadas. Según Orago, se habían tachado de los documentos que los abogados han recibido del Ministerio de Tierras los nombres de los propietarios, junto con la historia del terreno antes de que el banco lo adquiriera.

En la década de 1970 el Banco Nacional subastó el terreno al no devolver el préstamo sus propietarios y lo vendió a Orbit Chemical Industries, una empresa que fabricaba productos químicos industriales y fertilizantes. Los siguientes treinta años Orbit intentó expulsar vía judicial a los residentes del terreno, sin éxito. “De modo que, para recuperar el dinero que había gastado en comprar el terreno, [Orbit Chemicals] lo dividió en unas 1.300 unidades y las vendió a diferentes personas”, explica Orago. Por supuesto, no se informó de esas adquisiciones de tierras a las personas que vivían en Mukuru. Orbit no había delimitado estas unidades sobre el terreno, sino que se limitó a parcelar la zona y a venderlas en base a un mapa de papel del terreno. Una vez que se despejó la zona en la que se iba a construir la carretera en Mukuru kwa Njenga a lo largo de la carretera Catherine Ndereba, “alguien aprovechó esa situación para empezar a demoler y expulsar a la comunidad de este otro trozo de tierra que ha sido objeto de disputa”, afirma Orago.

Según este miembro de Hakijamii, el hecho de que participaran buldóceres y maquinaria de construcción propiedad de los Servicios Metropolitanos de Nairobi (NMS) junto con cientos de policías sugiere que el gobierno está implicado: “Eran altos cargos del gobierno, que tienen intereses en este terreno en particular, y utilizan la maquinaria y los recursos del gobierno para despejar el terreno y demarcarlo con el fin de poder llevar a cabo su propia construcción”.

Me dice que ha conseguido los nombres de cien de los nuevos propietarios de tierras, la mayoría de los cuales son conocidos promotores privados de Nairobi, que probablemente quieren sustituir a quienes viven en los barrios marginales por edificios de gran altura destinados a los residentes acaudalados de la ciudad. Sin embargo, los altos cargos del gobierno implicados “quieren permanecer en la sombra para poder seguir utilizando los recursos del Estado en su propio beneficio”.

Kangethe Thuku, vicedirector general de NMS, pasó a estar en excedencia tras el incidente sucedido en plenas investigaciones sobre el uso indebido de equipos oficiales del gobierno durante las demoliciones; sin embargo, desde entonces ha sido ascendido a otro puesto. Se cree que tanto Augustine Nthumbi, comandante de la policía de Nariobi que supervisó las demoliciones, como James Kianda, comisario del condado en el Ministerio del Interior y Coordinación del Gobierno Nacional, tienen intereses en el terreno. No obstante, Orago afirma que “quien tiene la sartén por el mango y da las instrucciones debe de ocupar un aposición muy alta en la jerarquía del gobierno», más que estos altos cargo, ya que las entidades gubernamentales desobedecieron recientemente una directiva presidencial para detener los desalojos.

Mukuru kwa Njenga está situado dentro de los límites de la ciudad, lo que hace que el valor de sus terrenos sea extremadamente alto y muy codiciado por los promotores privados que tratan de sacar el máximo beneficio posible del desarrollo de Nairobi. Según Orago, un acre de tierra en Mukuru kwa Njenga se tasa actualmente en 250 millones de chelines kenianos (más de 2.2 millones de dólares), un precio que supera con creces el precio de los terrenos de las zonas más acomodadas de la ciudad. Por consiguiente, este terreno de 300 acres que es objeto de disputa vale miles de millones de chelines kenianos o más de 665 millones de dólares.

El 27 de diciembre, el día en que Mutisya y Jarso recibieron los disparos, algunos de los nuevos propietarios de la tierra, a los que los vecinos del barrio llaman los “cárteles”, habían llegado al lugar para colocar balizas con el fin de demarcar las parcelas que supuestamente constaban en sus títulos de propiedad, lo que provocó una furiosa resistencia entre quienes vivían en Mukuru kwa Njenga. La policía acudió al lugar para defender a los nuevos propietarios y hubo intensas batallas callejeras entre la policía y los vecinos.

Los desalojos forzosos son frecuentes en los asentamientos informales de Nairobi, pero rara vez se producen demoliciones a esta escala y que provocan una crisis humanitaria. A lo largo de los años Mukuru se ha enfrentado a varias campañas de demolición anteriores, lo mismo que otros asentamientos informales situados cerca de los barrios de lujo de la ciudad. En la mayoría de estos casos, se utilizó maquinaria y recursos gubernamentales sin la debida autorización. A pesar de que los vecinos y vecinas contaban con títulos de propiedad expedidos por el ayuntamiento de la ciudad, en 2020 miles de personas, la mayoría madres solteras y niños, se quedaron en la calle debido a las demoliciones en el asentamiento informal de Kariobangi para dejar libre un terreno en el que construir un vertedero de aguas residuales, muy probablemente destinado a un futuro barrio rico planificado por la familia del presidente keniano Uhuru Kenyatta, según activistas locales.

Amenazas constantes

Kyee pensó que la casa de su familia se había salvado de las demoliciones que duraron semanas. “En realidad estaba durmiendo en aquel momento”, afirma Kyee. “Afortunadamente, mi primo se dio cuenta de lo que estaba a punto de ocurrir, corrió a mi casa y me despertó. Tuvimos suerte porque pudimos sacar algunas de nuestras pertenencias de la casa”. Kyee habla conmigo en el lugar en el que se encontraba su casa, que compartía con su madre, su padre y su hermano. Varios de sus vecinos están sentados sobre un tronco colocado encima de montones de hormigón en el lugar que utilizan para encender fuego durante las frías noches. Incluso las personas del barrio desplazadas que se mudaron a lugares cercanos suelen volver de día a donde se produjeron las demoliciones para estar ahí y charlar, y tratar de mantener el sentido de comunidad que se les ha arrebatado.

Sobre los escombros también se levantan tiendas de campaña de forma cuadrada hechas de sábanas y espuma de poliestireno, porque las familias que venden chang’aa, un alcohol tradicional, reconstruyeron sus viviendas en el mismo lugar que estaban antes de las demoliciones para que sus fieles clientes pudieran encontrarlas.

La familia de Kyee está ahora dispersa por diferentes viviendas de alquiler. Antes de que les demolieran la casa no pagaban alquiler. “Todos pasamos apuros, de modo que solíamos juntar todo lo que ganábamos al mes para hacer la compra y comer juntos”, explica Kyee. “Ahora estamos todos separados y tenemos que pagar el alquiler en dos lugares”, cada uno de los cuales cuesta unos 2.500 chelines kenianos (22 dólares). “La vida no es la misma, se ha vuelto mucho más dura”. Al hablar de los y las vecinas ahora desplazados explica: “Nos conocíamos todos. Éramos como una gran familia, de modo que no solo destruyeron nuestras casas, sino también muchas de nuestras redes sociales y sistemas de apoyo”.

Mary Kathike, de cincuenta y nueve años, solo pudo salvar un colchón pequeño y algunos utensilios antes de que la casa en la que había vivido desde 1999 quedara reducida a escombros. Vivía allí con su marido, tres hijos y tres nietos pequeños. Al igual que Kyee, ahora la familia tiene que pagar un alquiler en varios lugares. Los niños pequeños no han ido a la escuela desde las demoliciones porque el dinero que se usaba para pagar las tasas escolares se destina ahora al alquiler. “Tenemos mucho estrés”, me dice Kathike. «Hemos vivido en esa casa durante dos décadas, así que no sabemos cómo vamos a poder rehacer nuestras vidas. Dormimos muy mal por la noche porque nos da miedo que vuelvan otra vez las excavadoras y arrasen toda la zona”. No es un temor infundado: si las y los vecinos de Mukuru kwa Njenga no hubieran presentado una feroz batalla, probablemente habrían demolido toda la barriada. Las y los vecinos se han negado a abandonar el terreno y luchan con uñas y dientes contra el corrupto desarrollo de Nairobi.

Muchas de las personas que viven en las tiendas del asentamiento, que parece un campo para personas desplazadas, son mujeres y niños. Parecen angustiados, hambrientos y asustados. Pero también están en la primera línea de esta lucha; su presencia crea la barrera más importante frente a los planes de los nuevos propietarios de apoderarse de la zona e instalar vallas alrededor del terreno, que luego podrían utilizar para demandar por invasión de propiedad privada a cualquier vecino de Mukuru que intentara entrar, una táctica habitual entre los promotores privados de Nairobi.

Frida Mwende, de treinta y dos años, está sentada con su bebé de dos meses en brazos en un sofá colocado sobre los escombros, entre tiendas de campaña situadas el terreno disputado. Esta madre de ocho hijos estaba en el hospital dando a luz cuando se produjeron las demoliciones y desde entonces vive en una de las tiendas de campaña. Perdió todas sus posesiones y su marido la abandonó tras los desalojos. “No tenemos dinero para comida o para el alquiler, así que creo que para él fue demasiado ver demoler nuestra casa. Decidió huir del estrés”, me dice. “Y ahora me he quedado aquí sola. Tengo miedo porque oímos muchas amenazas», dice Mwende. Una niña pequeña vestida con un vestido morado brillante tropieza con un charco de agua negra formado por las aguas residuales desenterradas durante las demoliciones, que salpica de manchas el vestido. “Todas las noches corren rumores de que nos van a echar. Vendrá gente con pangas [machetes] y quemarán nuestras tiendas para que la gente pueda entrar y hacer bonitos edificios para los ricos”.

El 6 de enero la oficina del presidente Kenyatta anunció que las demoliciones y los desalojos en Mukuru kwa Njenga “carecían de sensibilidad y eran innecesarios”, que se iba a permitir regresar a los vecinos desplazados y se les iba a proporcionar ayuda para reasentarse en las tierras que son objeto de disputa. El gobierno también aseguró a las y los vecinos que les iba a proporcionar ayuda para regularizar su asentamiento. Horas después del anuncio del presidente Kenyatta, sobre las 2 de la mañana del día siguiente, una veintena de agentes de policía uniformados entraron en la zona para desalojar por la fuerza las tiendas. Pero las y los vecinos de Mukuru, que no eran tan ingenuos como para confiar en las declaraciones del gobierno, estaban preparados. Desde que se produjeron las demoliciones tiene un sistema de seguridad rotatorio en torno al terreno que es objeto disputado en el que hombres jóvenes vigilan la zona por turnos. Las y los vecinos me mostraron un vídeo en el que se puede oír a la gente gritando ruidosamente cada vez más fuerte a medida que se unen más vecinos para alertar a todo el mundo en la zona de Mukuru de que la policía estaba ahí. Las y los vecinos arrojaron piedras a los policías y le obligaron a retirase. Los vecinos encontraron después el documento de identidad del subcomisario superior del condado del Ministerio del Interior y Coordinación del Gobierno Nacional, y suponen que se le cayó al suelo durante el enfrentamiento.

“Aquí nadie se fía de este gobierno”, afirma Frank Bett, vicepresidente del Centro de Justicia Comunitaria de Mukuru: “Desde que se produjeron los desalojos nos han hecho varias promesas y no se ha cumplido ninguna. Han pasado tres meses desde esos desalojos y el gobierno no ha hecho nada. La gente sigue durmiendo en tiendas de campaña y la policía nos sigue atacando. Creeremos lo que dice el gobierno cuando lo veamos. Hasta entonces, nadie les cree».

Josiah Kariuki, de treinta y cinco años, quiere enseñarme su pequeña e improvisada tienda de campaña y me invita a entrar. Hay un colchón pequeño en un espacio estrecho y sucio. «Mira lo que nos han hecho. He vivido aquí durante veintiocho años”, dice Kariuki, madre de un niño de seis meses. “Estaba en el mercado cuando ocurrieron las demoliciones, así que no pude salvar ninguna de mis cosas”. Nos dice que la Cruz Roja ha donado mantas y otros artículos a las personas desplazadas. “No creo que no ayuden nunca”, dice refiriéndose al gobierno y añade: “Eran parte de esas demoliciones. Ayudaron a destruir nuestras vidas y ahora pretenden decirnos que nos van a ayudar. Aquí, en Mukuru, no tenemos gobierno, solo tenemos a Dios. Y Dios es el único que vendrá a ayudarnos”.                (Jaclynn Ashly, Rebelión, 08/02/2022)

4/11/21

La violencia de los jefes: ultracatólico, 5 hijos, anti matrimonio gay, estrella del PP balear. Gastó dinero público en prostitución masculina, abusó de menores en un grupo catequista, lo colocaron de coordinador de ONG y exigía sexo a presos para no emitir informes negativos

 Jesús Cintora @JesusCintora

Ultracatólico, 5 hijos, anti matrimonio gay, estrella del PP balear. Gastó dinero público en prostitución masculina, abusó de menores en un grupo catequista, lo colocaron de coordinador de ONG y exigía sexo a presos para no emitir informes negativos

 9:00 a. m. · 31 oct. 2021

 "El exconcejal del PP Javier Rodrigo de Santos, condenado a prisión por abusos a un preso al que debía tutelar.

El activista ultracatólico acumula otras dos penas: una por el mismo delito contra un menor y otra por haber gastado 50.000 euros de dinero público en prostitución.

 El exconcejal del PP Javier Rodrigo de Santos ha sido condenado a dos años de prisión por la Audiencia Provincial de Madrid por abusos sexuales a un preso al que debía tutelar como coordinador de la ONG Horizontes Abiertos. El tribunal ha descartado el testimonio de otro recluso porque no ha quedado suficientemente probado. El expolítico tenía antecedentes penales por haber abusado de un menor y por gastar 50.000 euros de dinero público en prostitución cuando era edil en Mallorca. Rodrigo de Santos es un activista ultracatólico, padre de cinco hijos y contrario al matrimonio homosexual.

Los abusos fueron denuciados en 2017. Mohammed Y. y José M. S. relataron a la policía que, cuando disfrutaban de estos permisos, Rodrigo de Santos les obligaba a mantener relaciones sexuales bajo la amenaza de emitir informes negativos sobre su puesta en libertad si no lo hacían. Según la sentencia, ha quedado acreditado que el expolítico llevó una noche a su casa de Alcobendas a Mohammed, le dio wishkey y le realizó tocamientos en el pene.

Este recluso aportó a la causa los mensajes de Whatsapp en los que Rodrigo de Santos le hacía todo tipo de proposiciones. El condenado reconoce las conversaciones y que el recluso estuvo en su casa, pero lo sitúa todo en un contexto de mutua “provocación e insinuación”. Para los jueces, el intercambio “execede lo que podría entenderse como un juego”, porque Rodrigo de Santos le dice hasta en 13 ocasiones “te quiero” y le invita cuatro veces a su cama.

Ambos presos formaban parte del programa Javier-Vida en libertad, al que los condenados sin arraigo social en España se pueden acoger para tener un sitio en el que pernoctar durante sus permisos o sus primeros días de puesta en libertad. Rodrigo de Santos trabajaba como voluntario en esta ONG desde 2014. Sus funciones en la organización eran las de “prestar asesoría jurídica”. Dos años después, fue contratado y nombrado coordinador del programa, con lo que era el encargado de gestionar las cuatro casas en las que dormían los reclusos. En ese momento, la presidenta de la ONG era Dolores Navarro, quien actualmente es directora general de Integración de la Consejería de Familia, Juventud y Política Social y presidenta del PP en Arganzuela.

 El exconcejal tenía turnos de mañana o tarde, pero en ocasiones, cambiaba sus horarios para cubrir el nocturno. Esto es lo que sucedió en las noches en las que los dos denunciantes debían acudir a las casas de acogida.

La tercera condena

La caída a los abismos de este expolítico estrella comenzó en 2008, cuando se destapó su uso del dinero público para gastos en prostitución masculina. Llegó a ser coordinador de la campaña electoral de Jaume Matas en 2003 y cargo de confianza de la exministra Ana Pastor. Desde 2008 ha perdido tres batallas en los tribunales ante la contundencia de las pruebas. En 2010, Rodrigo de Santos fue condenado a 13 años de prisión por la Audiencia Provincial de Palma por abusar de menores a los que también tutelaba en un grupo catequista de su parroquia. El Supremo rebajó después a cinco años la pena al considerar que no quedaba claro si el menor de 14 años con el que mantuvo relaciones había dado o no su consentimiento. La Audiencia Provincial de Madrid ha tenido en cuenta en este caso la agravante de reincidencia y la situación de especial vulnerabilidad de las víctimas. Por la malversación de fondos cuando era edil, también fue condenado a dos años de cárcel.

Tanto en aquel proceso como en el de los presos de Horizontes Abiertos, el expolítico ha sostenido siempre que las víctimas mienten. Para el tribunal de Madrid, el testimonio de Mohammed es creíble “objetiva y subjetivamente”. La sala condena además a Rodrigo de Santos a pagar a la víctima 3.000 euros."                      (Patricia Peiró, El País, 28/10/21)

31/1/20

Para comprender el Holocausto es necesario estudiar los mecanismos burocráticos del exterminio, se debe contar la historia desde el punto de vista de los verdugos y de la administración... así se llega a la banalidad del mal

"En una carta a su maestro, Hannah Arendt, la autora de Eichmann en Jerusalén, afirmó: “Nadie podrá ya escribir sobre estas cuestiones sin recurrir a él”. Se refería a Raul Hilberg (1926-2007) y a su obra cumbre, La destrucción de los judíos europeos, un ensayo que aportó una nueva visión del Holocausto y en el que este profesor de la Universidad de Vermont (EE UU) estuvo trabajando toda su vida. 

Su tesis es que para comprender la Shoah es necesario estudiar los mecanismos burocráticos del exterminio, que se debe contar la historia desde el punto de vista de los verdugos y de la administración. Sin embargo, sus ideas no siempre fueron fáciles de asimilar y, pese a que la primera edición data de 1961, no fue publicado en Israel hasta 2012. Se trata de un libro tan insoslayable como incómodo.

Su autobiografía, Memorias de un historiador del Holocausto, que ha publicado recientemente la editorial Arpa en traducción de Àlex Guàrdia Berdiell, permite comprender cómo se gestó su obra magna y las polémicas que provocó un libro que transformó la comprensión del Holocausto. De hecho, nada más leer la primera versión del estudio, que entonces era su tesis doctoral, su tutor le dijo sobre un fragmento concreto: “Esto es muy difícil de digerir. Quítalo”. 

Cuando Hilberg se negó, su profesor le replicó: “Será tu funeral”. La idea que defendía este historiador, un judío vienés cuya familia huyó por los pelos del nazismo siendo él un niño, era, como explica en sus memorias, “que, administrativamente, los alemanes habían necesitado que los judíos siguieran sus órdenes, que estos habían cooperado en su propia destrucción”.

Aunque muchas de las ideas de Hilberg han entrado a formar parte del acervo sobre el Holocausto, y ya son admitidas por todos los historiadores como parte esencial del conocimiento sobre los crímenes nazis, su teoría de la cooperación de las víctimas, sobre todo a través de los Consejos Judíos, sigue siendo todavía objeto de debate. Cuando se publicó su libro en Israel, en 2012 por parte del Museo del Holocausto, el Yad Vashem, David B. Green escribió en el diario Haaretz: “La aproximación de Hilberg le trajo muy pocos amigos. 

Su creencia en la responsabilidad colectiva de los alemanes no le hizo muy popular entre los historiadores de Alemania Occidental y su insistencia en que los judíos hicieron muy poco para defenderse y la cooperación de los Consejos Judíos, los Judenräte, que facilitaron el trabajo de los nazis —incluso si pensaban que salvaban vidas—, le convirtieron en un personaje que no era bienvenido ni en Israel ni en los círculos de la diáspora”.

Sus memorias reflejan esa lucha contra el mundo, pero también el apoyo que recibió por parte de personalidades como Hugh Trevor-Roper, el historiador británico que escribió el primer libro sobre los últimos días de Hitler con información que obtuvo cuando era agente de inteligencia militar británica en Berlín, y de Claude Lanzmann, el director del monumental documental Shoah. Hilberg es el único historiador que aparece en el filme, muy influido por sus investigaciones. La importancia de los trenes en la película está tomada de La destrucción de los judíos europeos (existe una edición castellana, en Akal, de 1.500 páginas y en traducción de Cristina Piña Aldao).

“El conocimiento de los trenes ha afectado a mi trabajo”, escribe en sus memorias para explicar el principio de su relación con el director francés. “Alemania no solo aprovechó el ferrocarril para mover suministros y tropas, sino también para la llamada Solución Final, que implicaba transportar judíos desde todos los rincones de Europa hasta campos de exterminio y áreas de fusilamiento. 

El aparato ferroviario no solo era gigantesco; los procedimientos administrativos eran casi incomprensibles. Fui de archivo en archivo estudiando los trenes especiales. Nada más acabar el análisis, Claude Lanzmann me vino a ver a Vermont para comentar la posibilidad de grabar una gran película sobre la catástrofe judía. Me mostró un documento sobre trenes que había encontrado y lo cogí con ímpetu para explicarle los jeroglíficos que lo cifraban. 

Me dijo que tenía que grabarlo sí o sí, de modo que repetí el desglose ante la cámara”. Lanzmann, un hombre muy poco dado a los elogios, escribió a su vez sobre la obra de Hilberg: “Un faro, un rompeolas, un barco de la historia anclado en el tiempo y en un sentido más allá del tiempo, imperecedero, inolvidable, con el que nada en el curso de la producción histórica ordinaria puede compararse”.

Relación con Hannah Arendt

Sin embargo, con quien Hilberg mantuvo una relación más compleja —por decirlo sin cargar las tintas— fue con la filósofa Hannah Arendt, a quien dedica unos cuantos dardos porque redactó un informe contrario a la publicación de su obra, pese a que luego reprodujo sus tesis en Eichmann en Jerusalén (un ensayo del que acaba de salir una nueva edición en Lumen en traducción de Carlos Ribalta).

 La idea de Arendt de la “banalidad del mal” no es ajena a la tesis que el historiador trazó a lo largo de décadas de trabajo, estudiando minuciosamente documentos: que la máquina de la burocracia nazi convirtió a todos en responsables, y a la vez a ninguno, que la culpa quedó enterrada bajo toneladas de documentos solo aparentemente banales, aunque al final se encontraban las cámaras de gas y el exterminio de seis millones de personas. En su libro sobre el juicio de Adolf Eichmann, Arendt explica: “Me he basado en la obra de Raul Hilberg, que fue publicada después del juicio, y que constituye el más exhaustivo y el más fundamental estudio sobre la política judía del Tercer Reich”.

Aquel primer tutor de Hilberg tenía solo razón en parte. Es cierto que el libro resultó difícil de digerir, que, como reconoce su propio autor, llegó demasiado pronto, pero también que cambió la forma en que se contempla el acontecimiento más terrible del siglo XX. “En 1948 me había marcado un rumbo y lo seguí sin pensar en el futuro”, escribió. En el siglo XXI, cuando está a punto de conmemorarse el 75 aniversario de la liberación de Auschwtiz, el próximo 27 de enero, su obra se sigue debatiendo y editando, como una aproximación al mal absoluto que se esconde detrás del papeleo."           (Guillermo Altares, El País, 15/01/20)

23/1/20

"Cada elemento organizado de la sociedad alemana, por pacífico que pareciese, participó en el Holocausto"

"Se edita por primera vez en español 'La destrucción de los judíos europeos', obra de referencia de la Shoah desde 1961. Su autor, un judío vienés que participó en la II Guerra Mundial, no se cansa de tratar de explicar cómo fue posible el Holocausto. Una obra monumental que traza un retrato terrorífico y preciso del sistema de dar muerte, del funcionamiento de un Estado volcado en el exterminio. 

 Cuando volvió de Alemania en 1948, después de servir como soldado estadounidense en la Segunda Guerra Mundial, Raul Hilberg, un judío vienés refugiado en Estados Unidos, decidió abandonar sus estudios de química para dedicarse a intentar comprender cómo fue posible el Holocausto. En 1961 publicó La destrucción de los judíos europeos, que muchos expertos consideran la obra de referencia más completa sobre la Shoah. 

Desde entonces no ha parado de corregir y aportar datos nuevos a esta monumental investigación, que acaba de publicar en castellano por primera vez la editorial Akal, cuando se han cumplido los 60 años del final de la II Guerra Mundial. A sus 79 años, Raul Hilberg, que visitó España para la presentación de su libro, responde con un torrente de datos a casi todas las preguntas, menos una: ¿ha encontrado alguna vez un porqué al Holocausto? "No", asegura. "Toda mi investigación se basa en encontrar el cómo, no el porqué", agrega Hilberg, quien señala que es una pregunta que también le hizo el cineasta francés Claude Lanzmann. La investigación de este profesor emérito de la Universidad de Vermont tuvo una influencia muy importante en el gran filme de Lanzmann, Shoah.

 Hilberg ha pasado casi toda su vida sumergido en lo que William Styron, el autor de La decisión de Sophie, llamó el "momento más negro de la humanidad"; incluso como miembro del Ejército de Estados Unidos destinado, justo al final de la guerra, en la antigua sede del Partido Nazi en Múnich descubrió unas cajas de madera que contenían una parte de la biblioteca privada de Hitler. Cree que su investigación, como cualquier trabajo histórico, no estará nunca totalmente terminada, aunque él ya ha decidido jubilarse. 

Pero asegura que el papel que él, y casi todos los investigadores del Holocausto, están buscando desde el final de la II Guerra Mundial no existe. "Hitler no firmó ningún papel. Dio órdenes orales. Eso es algo que pasa en muchos gobiernos. En Estados Unidos, que es una democracia y un país libre, un oficial recibió la orden de lanzar la bomba atómica sobre Hiroshima de forma verbal y dijo: 'General, si me va a dar una orden como ésta, tendrá que ser por escrito", asegura Hilberg, que a veces parece tener en la cabeza todos los datos contenidos en las casi 1.500 páginas de La destrucción

PREGUNTA. Una de las cosas más impresionantes de Auschwitz es que fueron trasladados hasta allí para ser exterminados judíos de todo Europa, desde Noruega hasta Grecia. ¿No demuestra eso una organización impresionante y terrorífica?

RESPUESTA. Fuera de la URSS o de Polonia no se produjeron asesinatos masivos al aire libre, no se asesinaba a los judíos y se tiraban sus cadáveres al Rin. Había que llevárselos y que nadie supiese dónde iban o lo que pasaba con ellos. Quizá son los ferrocarriles los que mejor pueden explicar la historia. Me costó muchos años encontrar documentos sobre los ferrocarriles, pero finalmente hallé los archivos sobre la construcción de Auschwitz en Moscú.

 La famosa línea férrea que pasa por debajo de la llamada Puerta del Martirio hasta las cámaras de gas no entró en funcionamiento hasta abril de 1944, fecha a partir de la que fueron exterminadas el 60% de las personas asesinadas allí. Es fascinante la correspondencia entre los SS y los responsables del ferrocarril, ahí está todo. Los SS no podían presionar a los ferrocarriles, que tenían un enorme poder, ya que el esfuerzo bélico dependía de ellos y eran quienes decidían las prioridades.

 Los SS exigieron la construcción de esa línea hasta las cámaras de gas y entonces los ferrocarriles dijeron que de acuerdo, pero que debía ser pagada por las SS porque se trataba de una línea privada, un argumento que utilizaron acogiéndose a una ley de Baviera. Era el tipo de correspondencia que descubrí y es la forma de comprender la mentalidad de esa gente. 

Se pagaba por cada deportado, pero sólo la tarifa de ida, la mitad de la tarifa si eran niños o una tarifa de excursión si eran más de 500... Puede parecer muy extraño, pero es la forma en que se hizo. Ellos intentaban teñirlo todo de normalidad, como si hablasen de la organización de unas vacaciones, no del exterminio masivo de seres humanos.

P. Una de las innovaciones, quizá la principal, que ofreció su libro es que demuestra que todo el aparato del Estado nazi participó, de una forma u otra, en el asesinato de seis millones de personas.

R. No digo que cada alemán, pero sí que cada ministerio, cada elemento organizado de la sociedad, no importa lo pacífico que pareciese, tuvo su papel. A veces parecía que no era muy importante: había pastores que tenían abuelos judíos, ¿los echaban de la Iglesia o los mantenían? Ese debate existía. 

Qué se hacía con gente que aparecía en misa con la estrella amarilla, porque eran conversos. Se decidió que los judíos no tuviesen teléfonos, cuando el teléfono era el medio más eficaz para prevenir ante la llegada de la policía; eso ocurrió en Francia, en Clermont-Ferrand, donde cientos de personas fueron avisadas de que iba a producirse una gran redada. Retirar los teléfonos es un trabajo de telecomunicaciones. 

Y los ferrocarriles: hablé con un ferroviario en Múnich en los años sesenta y me reconoció, con brutal honestidad, que había estado en Auschwitz, que había conducido trenes con deportados. Y estaba el Ministerio de Economía, que se ocupaba de los bienes robados. Y la lista sigue. Cuando investigo, mire donde mire, cualquier organización tenía un papel. No había una agencia dedicada exclusivamente al exterminio.

P. ¿Cuántas personas participaron directamente en los asesinatos?

R. También participaron directamente los que conducían las locomotoras, los que saqueaban propiedades, pero si me pregunta por los asesinos, por los actos letales, sin duda decenas de miles. Pero el problema es que la mayoría no eran alemanes, el trabajo sucio era realizado por ucranios, lituanos...

P. Elie Wiesel, superviviente de la Shoah y premio Nobel de la Paz, aseguró una vez que nunca perdonará a los aliados que no bombardeasen la línea férrea que conducía a Auschwitz. ¿Qué sabían los aliados del Holocausto? ¿Qué posibilidades tenían de frenarlo con bombardeos aéreos?

R. Es una cuestión sobre la que he reflexionado mucho y sobre la que he buscado todos los documentos posibles, sobre todo en Auschwitz. No existía el bombardeo de precisión, la estrategia era enviar 500 o 1.000 aviones sobre una ciudad con el objetivo de destruir la moral: llegaban a su objetivo y soltaban todo lo que tenían sobre cualquier cosa que hubiese debajo. 

¿Era posible bombardear las cámaras de gas de Auschwitz? Llegaron a bombardear la parte del campo donde se realizaba la producción industrial. Los informes desde tierra señalaban que las bombas habían hecho poco daño y que las máquinas seguían funcionando. Los daños en las líneas de ferrocarril fueron restaurados en horas, no en días."                   (Entrevista a Raúl Hilberg, Guillermo Altares, El País, 14/05/05)

1/7/19

“La crueldad con los niños en la frontera es intencionada, es la política del Gobierno”

"De todos los niños, cuenta la abogada Warren Binford, le impresionó especialmente una chica de 14 años llamada Katerine. “Era muy dulce”, la recuerda. Había acabado en un centro de detención temporal de inmigrantes en Clint, Texas, después de cruzar la frontera con su hermana, mayor de edad. “Las habían separado de una forma muy traumática. 

En la celda donde estaba había otros niños más pequeños que necesitaban cuidado, así que ella se hizo cargo de consolar a otros que no tenían a nadie. Uno de ellos, de cuatro años, era el niño más traumatizado que he visto. Piénsalo, ella tenía su propio trauma y tenía que cuidar de otros más pequeños, también traumatizados. Creo que resume el dolor de aquel lugar”.

El lugar era una comisaría de la policía de fronteras en Clint, una barriada a las afueras de El Paso. Binford y un grupo de abogados denunciaron las condiciones carcelarias e insalubres en las que se hacinaban más de 300 menores de edad cuando lo visitaron, a principios de la semana pasada. Oficialmente, está preparado para 100 adultos. Sus informes y las entrevistas con decenas de niños inmigrantes están puestos por escrito ante un juez. 

Los niños les contaron que pasaban semanas sin lavarse los dientes o sin ducharse, que no había sitio para dormir ni ropa para cambiarse. Oyeron relatos de madres obligadas a dormir sobre el suelo con sus bebés. Váteres atascados en medio de las celdas. Un olor nauseabundo en general.

Según el presidente Donald Trump y los servicios fronterizos, esta situación se produce porque el sistema migratorio está colapsado. Los números globales están muy lejos de los récords históricos (en el año 2000 hubo 1,6 millones de detenciones), pero se han disparado las llegadas este año respecto a los cuatro anteriores. El pasado año fiscal fueron detenidas 521.000 personas en la frontera. Este año van por 593.000 y aún faltan cuatro meses para cerrar el cómputo.

 La mayoría son familias con niños, a las que tiene que procesar un sistema básicamente carcelario y pensado para detener hombres solos.
Legalmente, los niños deben estar en condiciones seguras y salubres y deben ser entregados a los servicios sociales lo antes posible, normalmente en 72 horas, para irse con familias de acogida o con sus familiares en EE UU. El incumplimiento es flagrante. Las abogadas entrevistaron a decenas de niños sucios, aterrorizados, separados de sus familias y que llevaban hasta tres semanas detenidos a pesar de tener familiares localizados en el país.

“La crueldad es intencionada, es la política del Gobierno”, afirma la abogada Elora Mukhejee. “Los niños me decían que tenían constantemente miedo de los guardias. Vieron a uno llevarse a un niño agarrándolo por la cabeza. Estaban aterrorizados de oírles gritar en inglés”. Binford apunta que “las comisarías de la frontera siempre han sido horribles. 

Lo especial de esta es que había cientos de niños. Eso no lo habíamos visto nunca. Las edades eran impactantes”. Las abogadas describieron en el juzgado a bebés manchados y sin ropa para cambiarse, duchas cada cinco días, niños traumatizados por la separación que llevaban la misma ropa durante tres semanas, decían tener hambre y frío, no se podían lavar los dientes ni usar jabón.

Trump ve la llegada de inmigrantes como una invasión de criminales. Así lo ha dicho. Está convencido de que las familias vienen a aprovecharse de las leyes de asilo de Estados Unidos. Por sus propias palabras, su política consiste en tratarlas de la manera más cruel posible en la frontera para quitar la idea de emigrar a otros. 

“El sistema está siendo manipulado de forma que no se está procesando a los inmigrantes que llegan para que entren en la sociedad con la facilidad que lo hacían antes”, asegura Binford. Los estamos separando de los adultos que cruzan con ellos y eso está causando traumas en los niños”. Además, no está funcionando. “Claramente, no ha disuadido a nadie. A pesar de todas las tácticas agresivas que ha empleado este Gobierno, la gente sigue viniendo”.

Las entrevistas revelan que la Administración sigue separando familias. Lo que no hace es separar a padres de sus hijos sistemáticamente, pero cualquier otra versión de familia en la frontera sí está siendo separada. Así, los abogados entrevistaron a dos hermanos desconsolados que habían sido separados de su abuela, con la que habían cruzado. O niños que venían al cuidado de sus hermanos mayores de edad y han sido separados, porque el adulto ha sido procesado por la vía penal.

Las abogadas Warren Binford, de Oregón, y Elora Mukherjee, de Nueva York, llevan más de una década especializadas en inmigración. Han visto todo tipo de centros de detención. Han visto cambiar el perfil de inmigrante progresivamente desde que empezaron a llegar niños solos en 2014. “El problema no es el número de inmigrantes”, afirma Binford a EL PAÍS por teléfono, “lo que está generando esas condiciones es la mala gestión de la Administración”.

“Cuando visitamos el centro de Clint, la semana pasada, había 2.600 niños en custodia de la policía fronteriza”, explica Mukherjee por teléfono desde Nueva York. “Entonces empezaron a salir las informaciones en prensa de lo que habíamos visto. A finales de la semana había menos de 1.000. Claramente, tienen la capacidad de atender a los niños y moverlos lo bastante rápido. Es horroroso como están utilizando a los niños como peones del juego político”.

Mukherjee lleva haciendo estas visitas desde 2007, como parte de un grupo de abogados que vigila por orden judicial que el Gobierno cumpla las condiciones legales en las que pueden estar detenidos los menores de edad inmigrantes. 

“Siempre ha habido lo que llaman hieleras y perreras. El problema no es nuevo, es anterior a Trump. lo que es nuevo es la cantidad de tiempo que estos niños pasan detenidos. Hay brotes de gripe, piojos, los niños no se pueden lavar las manos con jabón. En Ursula, Texas, la semana pasada fueron cinco niños a la enfermería. En el último año han muerto seis niños. En toda la década anterior, ninguno”.

Binford sitúa que el origen de los problema en la separación sistemática de familias que comenzó discretamente en el otoño de 2017 y se hizo oficial en la primavera de 2018. Al entregarse en la frontera, los menores eran separados de sus padres. La indignación pública hizo que Trump se retractara. De aquellos meses quedaron al menos 2.600 niños separados de sus padres de los que nadie había apuntado quiénes eran. 

 Un juez de San Diego obligó al Gobierno a la reunificación de esos niños (la gran mayoría ya se ha logrado). “Aquello creó un atraso para el resto de los niños que tienen que reunirse con sus familias”, explica Binford. “El juez estaba tan enfadado y había tanta presión pública que le dieron absoluta prioridad”.

Binford afirma que el principio de los problemas del Departamento de Vivienda y Servicios Sociales para procesar en tiempo y forma a los niños viene de la acumulación de casos creada en esos meses. La consecuencia es un sistema colapsado con niños que podrían estar con sus familias. “Es una crisis inventada. No necesitamos infraestructura para niños que tienen familia. Los están traumatizando detenidos. Es todo para justificar el gasto en seguridad”.                (Pablo Ximénez, El País, 30/06/19)

23/6/17

Asesinos de las SS con doctorado. El papel decisivo de los intelectuales en la élite de la Orden Negra de Himmler

 
 Oficial del SD en Ucrania en 1941

"La imagen que se tiene popularmente de un oficial de las SS es la de un individuo cruel hasta el sadismo, corrupto, cínico, arrogante, oportunista y no muy cultivado. Alguien que inspira (aparte de miedo) una repugnancia instantánea y una tranquilizadora sensación de que es un ser muy distinto, un verdadero monstruo. 

El historiador francés especializado en el nazismo Christian Ingrao (Clermont-Ferrand, 1970) nos ofrece ahora un perfil muy diferente, y desasosegante. Hasta el punto de identificar a un alto porcentaje de los mandos de las SS y de su servicio de seguridad, el temido SD, como verdaderos "intelectuales comprometidos".

El término, que ha escandalizado en el mundo intelectual francés, resulta escalofriante cuando se piensa que esos son los hombres que estuvieron a la cabeza de las unidades de exterminio. En su libro de reciente aparición en castellano Creer y destruir, los intelectuales en la máquina de guerra de las SS (Acantilado, 2017) Ingrao analiza pormenorizadamente la trayectoria y las experiencias de ochenta de esos individuos que eran académicos —juristas, economistas, filólogos, filósofos e historiadores— y a la vez criminales.

 Hay un fuerte contraste entre ellos y el cliché del oficial de las SS. Asesinos de masas en uniforme con un doctorado en el bolsillo, como describe el propio autor. Lo que hicieron los "intelectuales comprometidos" , teóricos y hombres de acción, de las SS fue espantoso.

Ingrao cita el caso del jurista y oficial de la SD Bruno Müller, a la cabeza de una de las secciones del Einsatzgruppe D, una de las unidades móviles de asesinato en el Este, que la noche del 6 de agosto de 1941 al transmitir a sus hombres la nueva consigna de exterminar a todos los judíos de la ciudad de Tighina, en Ucrania, se hizo traer una mujer y a su bebé y los mató él mismo con su arma para dar ejemplo de cuál iba a ser la tarea.

"Resulta curioso que Müller y otros como él, gente muy formada, pudieran meterse así en la práctica genocida", dice Ingrao que ha presentado su libro en Barcelona, "pero el nazismo es un sistema de creencias que genera mucho fervor, que cristaliza esperanzas y que funciona como una droga cultural en la psique de los intelectuales".



La base de ‘Las benévolas’

 


Ingrao y Littell. Cualquiera que lea Creer y destruir percibirá los paralelismos con la novela de Jonathan Littell Las benévolas (2006).Ingrao la describe como “una réplica temática en ficción” de su trabajo, y recuerda que éste, que fue su tesis, circuló ampliamemente antes de la publicación de Las benévolas.

¿Max creíble? Max Aue, el protagonista de Las benévolas guarda muchos parecidos con los intelectuales del SD de Ingrao. “Excepto en lo de la homosexualidad y el incesto. Pero, claro, es un personaje de novela”. ¿No es demasiado refinado y esteticista para ser un SS? “Bueno, Heydrich leía mucho y tocaba el violín. Y no olvides que Eichmann leía a Kant”, responde.

También otro nazi tomado por Littell, Leon Degrelle (en su ensayo Lo seco y lo húmedo) presenta paralelismos con otro estudiado por Ingrao en su libro Les chasseurs noirs: Oskar Dirlewanger. El primero era favorito de Hitler y el segundo de Himmler.

El historiador recalca que el hecho es menos excepcional de lo que parece. "En realidad, si examinamos las masacres de la historia reciente veremos que hay intelectuales bajo el felpudo. En Ruanda, por ejemplo, los teóricos de la supremacía hutu, los ideólogos del Hutu Power, eran diez geógrafos de la Universidad de Lovaina. Casi siempre que hay asesinatos de masas hay intelectuales detrás".

 Pero, uno no espera eso de los intelectuales alemanes. Ingrao ríe amargamente. "Es cierto que eran los grandes representantes de la intelectualidad europea, pero la generación de intelectuales que nos ocupa experimentó en su juventud la radicalización política hacia la extrema derecha con marcado énfasis en el imaginario biológico y racial que se produjo masivamente en las universidades alemanas tras la Gran Guerra.

 Y entraron de manera generalizada en el nazismo a partir de 1925". Las SS, explica, a diferencia de las vocingleras SA, ofrecían a los intelectuales un destino mucho más elitistas.

¿Pero el nazismo no les inspiraba repugnancia moral? "Desgraciadamente, la moral es una construcción social y política para estos intelectuales. La Primera Guerra Mundial ya los había marcado: aunque la mayoría eran demasiado jóvenes para haber luchado, el duelo por la muerte generalizada de parientes y la sensación de que se libraba un combate defensivo por la supervivencia de Alemania, de la civilización contra la barbarie, prendieron en ellos.

La invasión de la URSS en 1941 significó el retorno a una guerra total aún más radicalizada por el determinismo racial. Hasta entonces había sido una guerra de venganza, pero a partir de 1941 se convirtió en una gran guerra racial, y una cruzada. Era la confrontación decisiva frente a un enemigo eterno que tenía dos caras: la del judío bolchevique y la del judío plutócrata de la Bolsa de Londres y Wall Street.

Para los intelectuales de las SS, no había diferencia entre la población civil judía que exterminaban al frente de los Einsatzgruppen y las tripulaciones de bombarderos que lanzaban sus bombas sobre Alemania. En su lógica, parar a los bombarderos implicaba matar a los judíos de Ucrania. Y si no sería el final de Alemania. Ese imperativo construyó la legitimidad del genocidio. Era 'o ellos o nosotros".

Así se explican casos como el de Müller. "Antes de matar a la mujer y el niño habló a sus hombres del peligro mortal que afrontaba Alemania. Era un teórico de la germanización que trabajaba para crear una nueva sociedad, así que el asesinato era una de sus responsabilidades para crear la utopía. Curiosamente Había que matar a los judíos para cumplir los sueños nazis".

Ingrao sostiene que los intelectuales de las SS no eran oportunistas, sino personas ideológicamente muy comprometidas, activistas con una cosmovisión en la que se daban la mano el entusiasmo, la angustia y el pánico, y que, paradójicamente, abominaban de la crueldad. "Las SS era un asunto de militantes.

Gente muy convencida de lo que decía y hacía, y muy preparada". Pues resulta más preocupante aún. "Por supuesto. Hay que aceptar la idea de que el nazismo era atractivo y que atrajo como moscas a las élites intelectuales del país”.




La brigada de cazadores salvajes de Dirlewanger

Christian Ingrao es el autor también de un apasionante estudio sobre la Brigada Dirlewanger, la unidad de siniestra reputación que creó el comandante de las SS (ascendido luego a general) Oskar Dirlewanger para luchar contra los partisanos y que se nutrió inicialmente de delincuentes convictos de delitos relacionados con la caza. Les chasseurs noirs (Perrin, 2006) es un libro más asequible para un lector generalista que Creer y destruir aunque los dos tienen muchas cosas en común, y desde luego Dirlewanger es un buen ejemplo de la formación ideológica de un mando nazi.

 La brigada, denostada por muchos mandos del Ejército, participó en numerosas operaciones en el Este contra los partisanos granjeándose una reputación de brutalidad incluso en el marco de las unidades de las SS, que ya es decir. Ingrao apunta que combatía al estilo despiadado de la Guerra de los Treinta Años.

Realizó acciones de exterminio de población civil y judíos e intervino en el aplastamiento de la sublevación de Varsovia de manera especialmente vil. Finalmente incorporó ¡presos políticos de izquierdas!, los únicos antifascistas que vistieron uniformes de las SS (la cosa no funcionó). Ingrao resigue la historia de la brigada (que acabó en fantasmagórica división de las Waffen SS) y la de su líder (que iba singularmente por libre en el ejército alemán).

 “El personaje es abyecto, por supuesto, pero fascinante”, señala. “Todos lostestimonios coinciden en señalar que era un hombre carismático y valiente, casi estúpidamente intrépido". De sus 32 años de adulto, el "lansquenete nazi" pasó 19 en guerra. Capturado por los franceses al acabar la guerra, murió en junio de 1945 a causa de las palizas que le propinaron guardianes polacos."              ( , El País, 22/06/17) 

16/7/15

El 'contable' de Auschwitz... el burócrata es culpable

 
Oskar Groening, en el proceso en Luneburgo (Alemania), el 14 de julio. / Christian Charisius

"Oskar Gröning pagará al final de su vida por los crímenes que cometió cuando era un veinteañero. El tribunal de Luneburgo ha condenado a este antiguo oficial de las SS a cuatro años de cárcel por cooperar en la muerte de al menos 300.000 internos de Auschwitz

Gröning no participó directamente en la muerte de ningún prisionero, pero ahora se le considera responsable de colaborar entre 1942 y 1944 en la maquinaria criminal del campo de concentración y de exterminio nazi. El caso Gröning ha generado en Alemania un profundo debate sobre los límites de la responsabilidad. 

El ministro de Justicia, el socialdemócrata Heiko Maas, dijo que este proceso contribuye a aliviar el “gran fracaso” del sistema judicial alemán, que solo llevó a los tribunales a medio centenar de los 6.500 miembros de las SS en Auschwitz que sobrevivieron a la guerra.

La sentencia no asegura que Gröning, cuyo débil estado de salud obligó a suspender el juicio algunos días, vaya a cumplir la sentencia. Ahora hay que determinar si su salud le permite ingresar en la cárcel. 

Pero el fallo supone una clara señal cuatro años después de que la Justicia alemana estableciera un precedente. Entonces halló culpable en la muerte de 29.000 judíos al ucranio John Demjanjuk, que había trabajado en el campo de Sobibor y del que tampoco quedó demostrado que hubiera participado directamente en los asesinatos.

Gröning, que en Auschwitz se ocupó de registrar las pertenencias de los internos recién llegados, había reconocido su culpabilidad al inicio del juicio. “No tengo ninguna duda de que soy moralmente responsable de lo que hice. Muestro mi arrepentimiento y humildad ante las víctimas”, declaró el anciano. 

 
Oskar Gröning, en su juventud con uniforme de las SS. / AP

Este es el primer proceso contra un responsable de los crímenes nacionalsocialistas en el que el acusado ha pedido públicamente perdón a sus víctimas. Hace diez años, en una entrevista con la revista Der Spiegel, que le bautizó como el contable de Auschwitz, se describía a sí mismo tan solo como "una pieza más del engranaje". "Me siento culpable hacia el pueblo judío por haber formado parte de un grupo que cometió esos crímenes. Pero yo no los hice", añadía entonces.

Los demandantes mostraron su satisfacción por el fallo. “Nos llena de satisfacción comprobar que se puede perseguir penalmente a los responsables de la matanza”, aseguró en un comunicado Thomas Walter, abogado de varios de los 70 demandantes. La fiscalía, que destacó el “número casi inimaginable de víctimas” que contribuyó a matar Gröning, había pedido una pena de tres años y medio. Los defensores reclamaban su absolución."          (   , El País, Berlín 15 JUL 2015)

"(...)  “El exterminio industrial de millones de personas requirió que cada pieza del engranaje cumpliera su función.

 No es la misma responsabilidad que la de los líderes del Holocausto, pero sí se puede juzgar a todos los que participaron como cómplices”, explica a este periódico el abogado de medio centenar de demandantes, Thomas Walther. (...)

“Yo no tengo el derecho de perdonar a Gröning. Tendría que pedir disculpas a mi padre, a mi madre y a mi hermana pequeña, no a mí”, aseguró durante un receso del juicio Eugene Lebovitz, ciudadano estadounidense-israelí nacido en la antigua Checoslovaquia que perdió a toda su familia en Auschwitz. 

“El discurso de arrepentimiento de Gröning no tiene un efecto jurídico en el proceso. Y las víctimas no disponen de un mandato de sus seres queridos ya desaparecidos para aceptar sus disculpas”, abunda el abogado Walther en Luneburgo, la ciudad en la que justo ahora hace 70 años se suicidó el jefe de las SS, Heinrich Himmler. (...)  "                 (   , El País, Luneburgo 3 MAY 2015)