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4/8/24

Sobre el asesinato de niños y el retorno del genocidio a la banalidad... las organizaciones humanitarias dieron la voz de alarma con respecto a los niños desde el principio de la invasión sionista de la Franja de Gaza... la determinación de matar sin preocuparse por la suerte de los civiles, niños, ancianos, mujeres y hombres, nos lleva a un rasgo ideológico característico del pensamiento sionista, que alcanzó su punto álgido en el presente, que comparte con todos los tipos de colonialismo de colonos que pretenden apoderarse de una tierra y, por tanto, negar los derechos de los pueblos indígenas, incluido su derecho a la vida... Esta lógica se volvió contra el corazón de Europa en el siglo pasado con los nazis... Es una de las crueles ironías de la historia que quienes dicen hablar en nombre de las víctimas del genocidio nazi sean los autores de la campaña de exterminio más horrible de la historia del colonialismo de colonos contemporáneo... Han vuelto a banalizar el genocidio, con la complicidad de los "liberales" que han abandonado los valores humanos más básicos ante la guerra genocida en curso en Gaza... Starmer y Biden se encuentran entre los más destacados partidarios entusiastas de Israel y ambos han justificado, ilustremente ,las atrocidades más horrendas cometidas por el ejército sionista, con un gran número de niños entre las víctimas (Gilbert Achcar)

 "El bombardeo ruso contra un hospital infantil de la capital ucraniana, Kiev, la semana pasada, en el que murieron decenas de personas, provocó, naturalmente, una oleada masiva de denuncias en las capitales occidentales, sobre todo porque se produjo en vísperas de la cumbre de la OTAN en Washington. La mayoría de los líderes occidentales lo condenaron en los términos más duros, encabezados por el Presidente de Estados Unidos, Joe Biden, que lo consideró un "horrendo recordatorio de la brutalidad de Rusia", y el nuevo Primer Ministro británico, Keir Starmer, que lo describió como "la más depravada de las acciones".

Dado que estas dos personas se encuentran entre los más destacados partidarios entusiastas de Israel y ambos han justificado, ilustremente ,las atrocidades más horrendas cometidas por el ejército sionista, con un gran número de niños entre las víctimas, a toda persona que anteponga las consideraciones humanitarias a las afiliaciones geopolíticas debe venirle a la mente que esto representa un grado asombroso de hipocresía, con múltiples normas en juego.

De hecho, las organizaciones humanitarias dieron la voz de alarma con respecto a los niños desde el principio de la invasión sionista de la Franja de Gaza. El 30 de octubre de 2023, el Observatorio Euromediterráneo de Derechos Humanos, con sede en Ginebra, emitió un comunicado titulado "El número de niños gazatíes muertos en menos de un mes es 10 veces superior al de niños ucranianos muertos en todo el primer año de la actual guerra de Rusia". En el comunicado se explicaba que "en el transcurso de 24 días de ataques aéreos y bombardeos de artillería israelíes en la Franja de Gaza, se confirmó la muerte de 3.457 niños, y se denunció la desaparición de más de 1.000 bajo los escombros. Según datos de Naciones Unidas, esta cifra es más de 10 veces superior al número de niños muertos en el primer año de la guerra de Rusia contra Ucrania".

Las últimas cifras disponibles de UNICEF (el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia) indican que el número de niños muertos en la Franja de Gaza ha superado ya los 14.000, además del número de desaparecidos, heridos, discapacitados para siempre y huérfanos, que es varias veces superior. En cuanto al número de niños víctimas en Ucrania desde el comienzo de la invasión rusa en febrero de 2022, según la misma fuente de la ONU, asciende a más de 600 muertos y 1.350 heridos. Así, el número de niños muertos en nueve meses de invasión israelí de la Franja de Gaza es 23 veces superior al número de niños muertos en treinta meses de invasión rusa de Ucrania. "La brutalidad de Rusia", como la calificó Biden, parece bastante moderada en comparación con la brutalidad del Estado sionista, al que apoya.

Apenas pasa un día sin que un medio de comunicación o una organización humanitaria publique un informe señalando el horror de lo que los sionistas están cometiendo contra los palestinos, no sólo en la Franja de Gaza, donde la intensidad de la matanza y la destrucción supera todo lo presenciado en la historia contemporánea, sino también en Cisjordania, así como en las cárceles israelíes. Los presos palestinos están expuestos a prácticas mucho peores que las cometidas por el ejército de ocupación estadounidense en la prisión de Abu Ghraib, en Irak, que desataron la indignación mundial en 2004.

Hace poco vimos un ejemplo flagrante de la brutalidad del ejército sionista en el ataque dirigido contra el líder militar de Hamás Mohammed Deif en la zona de Al-Mawasi, que los dirigentes israelíes habían designado previamente como zona segura para la población de Gaza. El ataque cobró la vida de más de noventa palestinos. La forma en que se produjo esa masacre indica claramente que las fuerzas sionistas mataron deliberadamente al mayor número de personas sin distinción alguna entre supuestos combatientes y civiles, incluidos niños. Esto se debe a que el ejército sionista disparó un primer misil contra el edificio en el que creía que estaba Deif, luego un segundo contra el mismo edificio para completar su destrucción, luego un tercero en las inmediaciones del edificio dirigido contra quienes trataban de rescatar a cualquiera que quedara vivo entre los escombros, y luego misiles destructores de bunkers adicionales para destruir cualquier túnel que pudiera existir bajo la zona objetivo.

Esta determinación de matar sin preocuparse por la suerte de los civiles —niños, ancianos, mujeres y hombres— ha llevado a que la proporción de civiles respecto a combatientes en la guerra de Israel contra los que llama "terroristas" en Gaza supere con creces su proporción en otras guerras libradas en diversos teatros bajo la bandera de la "Guerra contra el Terror" desde principios del siglo actual. Esto, a su vez, nos lleva a un rasgo ideológico característico del pensamiento sionista, que alcanzó su punto álgido en el presente, tras décadas de deriva de la sociedad israelí hacia la extrema derecha que condujeron al actual gobierno, una colección de neofascistas y neonazis.

Esta característica la comparte el sionismo con todos los tipos de colonialismo de colonos que pretenden apoderarse de una tierra y, por tanto, negar los derechos de los pueblos indígenas, incluido su derecho a la vida. La justificación moral de este proyecto sumamente inmoral se consigue negando la humanidad de los pueblos cuyas tierras se codician, degradándolos a la condición de seres infrahumanos que no merecen vivir. Esta lógica se volvió contra el corazón de Europa en el siglo pasado con los nazis, que clasificaron a ciertas categorías de europeos como seres infrahumanos (Untermenschen), llegando al punto de exterminarlos.

No es improbable que la lógica del colonialismo de colonos regrese de nuevo a los centros europeos tras su declive después de la derrota de los nazis a raíz del genocidio que cometieron en el siglo pasado, especialmente desde que la extrema derecha está de nuevo en auge en todo el Norte Global, este y oeste. Es una de las crueles ironías de la historia que quienes dicen hablar en nombre de las víctimas del genocidio nazi sean los autores de la campaña de exterminio más horrible de la historia del colonialismo de colonos contemporáneo. Su comportamiento es una fuente de inspiración para la extrema derecha del mundo contemporáneo. Han vuelto a banalizar el genocidio, con la complicidad de los "liberales" que han abandonado los valores humanos más básicos ante la guerra genocida en curso en Gaza, a menudo con el pretexto de la compasión por las víctimas del genocidio nazi."

(Gilbert Achcar , Viento Sur, 17/07/24 , fuente   Gilbert Achcar blog)

3/3/23

Un pogromo nunca visto de colonos judíos siembra destrucción y terror... una turba de 400 colonos judíos atacó varios pueblos y aldeas al sur de Nablus, en Cisjordania... los ataques duraron 17 horas sin parar. Los atacantes asaltaron tiendas, casas, coches... ardieron 30 casas y unos 100 coches. Se lanzaron piedras contra los palestinos y se les atacó con barras de metal. 400 residentes resultaron heridos en los ataques y uno murió. Se trata de un padre de cinco hijos que había ido recientemente a ayudar en el terremoto de Turquía. El ejército israelí no intervino de ninguna manera para parar a los colonos violentos. Al contrario, según los presentes, el ejército los estaba protegiendo

 "Con la extrema derecha en el poder en Israel, la violencia contra los palestinos se dispara. El domingo pasado cientos de colonos judíos llevaron a cabo incursiones sin precedentes contra varias ciudades y pueblos palestinos. Un político israelí calificó el ataque de «pogromo». Una dolorosa confrontación con su propia historia.

Una orgía de violencia

El domingo 26 de febrero una turba de 400 colonos judíos atacó varios pueblos y aldeas al sur de Nablus, en Cisjordania. Los colonos son residentes de las colonias judías en Cisjordania ocupada, consideradas ilegales por la comunidad internacional.

Los ataques duraron 17 horas sin parar. Los atacantes asaltaron tiendas, casas, coches y árboles. Dejaron un rastro de destrucción. Algunas casas fueron destrozadas o saqueadas.

En total ardieron 30 casas y unos 100 coches. Se lanzaron piedras contra los palestinos y se les atacó con barras de metal. 400 residentes resultaron heridos en los ataques y uno murió. Se trata de un padre de cinco hijos que había ido recientemente a ayudar en el terremoto de Turquía.

El ejército israelí no intervino de ninguna manera para parar a los colonos violentos. Al contrario, según los presentes, el ejército los estaba protegiendo. Muchos palestinos resultaron heridos por los gases lacrimógenos disparados por el ejército israelí.

Los ataques se produjeron en represalia por el tiroteo de ese mismo día contra dos israelíes a manos de un pistolero palestino en Cisjordania ocupada. Ese incidente, a su vez, fue una respuesta a la brutal incursión del ejército israelí una semana antes en la que mataron a 11 palestinos y otros 100 resultaron heridos, la más mortífera en Cisjordania desde 2005.

Pogromo

Merav Michaeli, líder del Partido Laborista, calificó las redadas de pogromo: «Lo que ocurrió anoche fue nada menos que un pogromo ejecutado por milicias armadas, cuyos representantes están hoy en el gobierno. Algunos guardan silencio y otros permiten que otros políticos digan que se trataba de un acto necesario de disuasión».

La palabra pogromo procede del ruso y significa destruir o devastar. Se utiliza para ataques violentos contra grupos minoritarios, caracterizados a menudo por la destrucción de sus hogares, negocios o centros religiosos.

En el siglo XX se produjeron pogromos en Rusia, Ucrania, Polonia, Marruecos y la Alemania nazi, dirigidos principalmente contra los judíos. Iban acompañadas de violencia física e incluso asesinatos con la intención de intimidar a los judíos y así expulsarlos u obligarlos a asimilarse al entorno.

Es vergonzoso que estas prácticas estén surgiendo en el Estado israelí. Es una confrontación particularmente cínica con su propio pasado.

La extrema derecha incita

Las agresiones cada vez mayores contra los palestinos no son casuales. Se producen varios meses después de la instauración de un gobierno de extrema derecha en Tel Aviv.

Tras el asesinato de los dos colonos, el Primer Ministro Netanyahu pidió «no tomarse la justicia por su mano», aunque lo hizo para guardar las apariencias en el extranjero.

Su ministro de Finanzas extremista, Bezalel Smotrich, que ha recibido amplios poderes sobre Cisjordania, exigió que Israel respondiera «sin piedad, con tanques y helicópteros».

Su cuenta de Twitter dio un like a un tuit en el que se pedía la «aniquilación» de Huwara, la localidad donde murieron los dos colonos tiroteados.

«¿Cómo podemos restablecer la seguridad? Ya no utilizamos la palabra «proporcionalidad». Ponemos fin a nuestra objeción al castigo colectivo… Nos quitamos los guantes. Un Huwara cerrado y quemado, eso es lo que quiero ver. Es la única forma de lograr la disuasión».

Reacción occidental

Sorprende también la tibia reacción de Occidente. Si se produjera un pogromo y una redada mortal de este tipo, por ejemplo, en Irán o Venezuela, sería noticia de primera plana. Nuestros políticos harían cola para condenarlo enérgicamente y pedirían sanciones económicas. No ha ocurrido nada de eso, parece que Israel se puede permitir mucho, realmente mucho."                    

(Marc Vandepitte , Rebelión, 02/03/2023; Fuentes: Aljazeera, Financial Times ; Fuente: https://www.dewereldmorgen.be/artikel/2023/02/28/ongeziene-pogrom-van-joodse-kolonisten-zaait-vernieling-en-terreur/ )

9/2/23

Un agricultor palestino estaba labrando sus tierras cuando un grupo de colonos israelíes le atacó, rompiéndole ambos brazos. A continuación el ejército israelí arrestó al palestino por "herir a uno de los colonos"

Shine McShine @Shine_McShine

Un agricultor palestino estaba labrando sus tierras cuando un grupo de colonos israelíes le atacó, rompiéndole ambos brazos. A continuación el ejército israelí arrestó al palestino por "herir a uno de los colonos":

"Israeli settlers attacked a Palestinian man, breaking both his arms. Then the army arrested him" (Mondoweiss, 13/09/22)

Cuando llegó la ambulancia de la media luna roja para atender al agricultor herido los colonos israelíes rajaron las ruedas del vehículo para evitar que el hombre fuese trasladado a un hospital.

1:10 p. m. · 16 sept. 2022
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25/1/23

Grupos de derechos humanos critican la inacción del fiscal de la Corte Penal Internacional en un año en el que más de 200 palestinos, entre ellos muchos niños, fueron asesinados en Cisjordania y la Franja de Gaza

 "Han pasado casi dos años desde que la Corte Penal Internacional (CPI) comenzó a investigar los crímenes de guerra cometidos en Cisjordania ocupada, incluido Jerusalén Oriental, y Gaza. Pero la CPI aún no ha dado pasos concretos para hacer avanzar la investigación.

Frustradas por el ritmo glacial de la investigación de la CPI y la falta de claridad sobre cómo y cuándo avanzará la investigación, tres organizaciones palestinas de derechos humanos emitieron el 6 de diciembre una declaración conjunta ante la Asamblea de Estados Partes en el Estatuto de Roma (órgano de gestión de la CPI), en la que afirmaban,

    "No hemos visto ningún paso concreto en esta investigación, ninguna acción por parte del Fiscal para romper el círculo vicioso de la impunidad. La situación sobre el terreno se deteriora año tras año, mes tras mes, día tras día. Sentimos que nos han dejado solos en nuestra lucha. Y las víctimas palestinas están perdiendo la esperanza".

La noticia inicial de la investigación de la CPI llegó el 3 de marzo de 2021, cuando Fatou Bensouda, entonces fiscal jefe de la CPI, anunció la apertura de una investigación formal sobre los crímenes de guerra cometidos en Cisjordania, incluido Jerusalén Este, y la Franja de Gaza, durante y desde la "Operación Borde Protector" de Israel de 2014, en la que murieron 2.251 palestinos.

Tras un examen preliminar de cinco años, Bensouda halló una base razonable para creer que las fuerzas israelíes habían cometido los crímenes de guerra de homicidio intencionado, lesiones graves causadas intencionadamente, uso desproporcionado de la fuerza y traslado de israelíes a territorio palestino.

Bensouda también determinó que había base razonable para investigar posibles crímenes de guerra cometidos por palestinos, como ataques intencionados contra civiles, utilización de civiles como escudos humanos y tortura y homicidio voluntario.

 Las tres organizaciones palestinas de derechos humanos que emitieron la declaración conjunta este mes para expresar su preocupación por la falta de avances en la investigación de la CPI son el Centro Palestino de Derechos Humanos (un grupo que protege los derechos humanos y promueve el Estado de derecho de acuerdo con las normas internacionales), el Centro Al-Mezan de Derechos Humanos (un grupo que protege los derechos humanos, especialmente los derechos económicos, sociales y culturales, en el territorio palestino ocupado) y Al-Haq (que documenta las violaciones de derechos humanos en el territorio palestino ocupado).

"En 2021, la apertura de una investigación por parte de la Fiscalía se percibió como un gran avance", escribieron los grupos en su declaración conjunta. "Tras años de frustración, esperábamos que fuera el comienzo de una nueva era de rendición de cuentas por los graves crímenes cometidos en la Palestina ocupada".

 Sólo este año, añadieron los tres grupos, más de 200 palestinos, entre ellos muchos niños, fueron "asesinados por el régimen colonial de colonos de Israel en Cisjordania y la Franja de Gaza". También señalaron que la querida periodista palestina de Al-Jazeera Shireen Abu Akleh "fue asesinada a sangre fría por un francotirador israelí a plena luz del día" y que seis destacadas organizaciones palestinas de la sociedad civil, entre ellas Al-Haq, fueron clausuradas tras ser designadas falsamente como "organizaciones terroristas."

 A pesar de estos acontecimientos, escribieron las tres organizaciones, la Fiscalía de la CPI no ha emitido ni una sola declaración sobre Palestina. Contrastaron la inacción del fiscal de la CPI sobre Palestina con la situación de Ucrania, sobre la que la Fiscalía ha sido muy proactiva.

"También es crucial que se aplique el mismo nivel de atención, actividad y recursos a otras situaciones, incluida Palestina, para evitar percepciones de selectividad y politización", escribieron los grupos. "Las víctimas no deben competir por la justicia y el doble rasero no debe tener cabida en la justicia".

El 21 de noviembre, Bezalel Smotrich, jefe del partido de extrema derecha israelí Sionismo Religioso, calificó a las organizaciones palestinas de derechos humanos de amenaza existencial para Israel. Dijo que el gobierno israelí entrante debe tomar medidas legales y de seguridad contra ellas, incluyendo "confiscar sus fondos."

Carta abierta a Karim Khan

Fiscal de la CPI Karim Khan. (Tribunal Penal Internacional de la ONU para la ex Yugoslavia, CC BY 2.0, Wikimedia Commons)

Dos días después, 198 organizaciones palestinas, regionales e internacionales de la sociedad civil -entre ellas el Gremio Nacional de Abogados, el Centro de Derechos Constitucionales, Amnistía Internacional, Human Rights Watch y la Asociación Internacional de Abogados Demócratas- escribieron una carta abierta al fiscal jefe de la CPI, Karim Khan, en la que denunciaban "las oportunidades perdidas de hacer declaraciones preventivas en el último año".

Las organizaciones citaron los homicidios de palestinos por parte de Israel "sin provocación clara", así como las redadas y agresiones contra fieles en la mezquita de Al Aqsa y Al Haram Al Sharif, en la Jerusalén Oriental ocupada.

Tres de las seis "organizaciones terroristas" designadas, señalaron las organizaciones de la sociedad civil, han estado proporcionando a la fiscalía de la CPI información sobre "presuntos delitos graves cometidos por ciudadanos israelíes dentro de la jurisdicción de la Corte".

Los grupos citaron la Convención sobre el Apartheid, que enumera como "acto inhumano" del apartheid la "persecución de organizaciones y personas privándolas de sus derechos y libertades fundamentales por oponerse al apartheid".

Las organizaciones de la sociedad civil escribieron al fiscal de la CPI: "Aunque la persecución de estas organizaciones por parte de Israel podría obstaculizar el trabajo de la CPI, no ha habido ninguna reacción pública por parte de su oficina". Las OSC instaron a la Fiscalía a:

   -Condenar públicamente y pedir a Israel que anule las designaciones terroristas;
   -Afirmar públicamente que la Fiscalía examinará los crímenes cometidos por Israel durante su ofensiva militar no provocada de agosto de 2022;
    -Agilizar urgentemente la investigación de la CPI sobre la situación de Palestina, incluidos los crímenes contra la humanidad de apartheid y persecución; y
    -Emitir declaraciones preventivas para disuadir a Israel de cometer crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra.

El primer ministro designado, Benjamin Netanyahu, está formando "el gobierno de extrema derecha más radical de Israel hasta la fecha", escribió el martes la abogada Diana Buttu, ex asesora del equipo negociador de la Organización para la Liberación de Palestina, en un artículo de opinión publicado en The New York Times.

Es probable que el gobierno de Netanyahu se muestre receptivo a la sugerencia de Smotrich de perseguir a las organizaciones palestinas de derechos humanos incluso con más severidad que el gobierno anterior, que las calificó de "terroristas" y cerró sus oficinas.

 Presión de Washington

 Además, el principal facilitador de la ocupación ilegal israelí de territorio palestino, el gobierno de Estados Unidos -que proporciona anualmente a Israel 3.800 millones de dólares en ayuda militar- está ejerciendo presión implícitamente sobre Khan para que dé largas a la investigación de la CPI sobre los crímenes israelíes.

Cuando el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, visitó Jerusalén en julio, él y el primer ministro israelí, Yair Lapid, concluyeron un acuerdo en el que afirmaban que "continuarían trabajando juntos para combatir todos los esfuerzos... para señalar injustamente [a Israel] en cualquier foro, incluyendo las Naciones Unidas o la Corte Penal Internacional".

Aunque Estados Unidos se niega a adherirse a la CPI, ha intentado sistemáticamente socavarla, expresando "serias preocupaciones por los intentos de la CPI de ejercer su jurisdicción sobre personal israelí".

Pero el 15 de marzo, 100 senadores estadounidenses (a los que les cuesta ponerse de acuerdo en cualquier cosa) aprobaron por unanimidad la SR 546, que "anima a los Estados miembros a solicitar a la CPI o a otro tribunal internacional apropiado que tome las medidas oportunas para investigar los crímenes de guerra y los crímenes contra la humanidad cometidos por las Fuerzas Armadas de Rusia".

Para los palestinos y sus aliados, la hipocresía estadounidense es palpable. Estados Unidos critica selectivamente a algunos países (como Rusia y China) por sus violaciones de derechos humanos, pero ignora señaladamente la ocupación ilegal por Israel de territorio palestino y su comisión de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad contra el pueblo palestino.

Quienes se oponen a los crímenes de Israel deben hacer constar su firme oposición a que Estados Unidos permita la opresión de los palestinos por parte de Israel, tanto a sus congresistas como a la Casa Blanca.

Mientras el gobierno estadounidense no reciba una respuesta significativa, seguirá facilitando la ocupación ilegal de Israel y violando los derechos humanos del pueblo palestino. La gente también puede unirse al movimiento Boicot, Desinversiones y Sanciones para poner fin al apoyo internacional a la opresión de los palestinos por Israel y presionar a Israel para que cumpla el derecho internacional."


(Marjorie Cohn es profesora emérita de la Facultad de Derecho Thomas Jefferson, ex presidenta del Gremio Nacional de Abogados. Consortium News, 16/12/22; traducción DEEPL)

7/2/22

Michael Ben-Yair (ex-fiscal general de Israel y magistrado de su Tribunal Supremo): Apartheid’ en Israel... El Estado hebreo priva de forma permanente a millones de palestinos de sus derechos civiles y políticos... La demora de la comunidad internacional en tomar medidas para que rinda cuentas por ello es inaceptable... debo concluir con enorme tristeza que mi país se ha hundido en un abismo moral y político tal que en estos momentos es un régimen de apartheid... La situación sobre el terreno es una abominación moral

 "En toda Europa se debate si las acciones que el Gobierno israelí está llevando a cabo en los territorios palestinos ocupados se pueden calificar de apartheid según el derecho internacional. En mi condición de ex fiscal general de Israel, he dedicado mi carrera a analizar las cuestiones jurídicas más acuciantes que afectan a mi país. La ocupación israelí de Cisjordania, Gaza y Jerusalén ha sido un dilema fundamental durante mi ejercicio del cargo y también después.

La actual ocupación israelí de estos territorios es una gran injusticia que debe ser rectificada con urgencia. También debo concluir con enorme tristeza que mi país se ha hundido en un abismo moral y político tal que en estos momentos es un régimen de apartheid. Es hora de que la comunidad internacional reconozca asimismo esta realidad.

Desde 1967, las autoridades israelíes han justificado la ocupación afirmando que es temporal hasta que se pueda encontrar una solución pacífica entre israelíes y palestinos. Sin embargo, ya han pasado cinco décadas desde que los territorios fueron conquistados e Israel no muestra ningún interés en rescindir su control. Es imposible concluir lo contrario: la ocupación es una realidad permanente. Es la realidad de un Estado único con dos pueblos diferentes que viven en desigualdad de derechos.

Israel ha violado el derecho internacional al trasladar a más de 650.000 de sus ciudadanos judíos a vivir en asentamientos en Cisjordania y Jerusalén Este. Estos asentamientos se levantan en zonas que cercan a los pueblos palestinos, de manera que fragmentan deliberadamente a las comunidades palestinas con la finalidad última de evitar la posibilidad de un Estado palestino contiguo. En Jerusalén Este, las leyes de propiedad discriminatorias están obligando a los palestinos a abandonar sus hogares en una política de judaización de la ciudad respaldada por el Estado.

En el Área C de Cisjordania, las leyes de planificación discriminatorias se utilizan para expulsar a las comunidades palestinas de su tierra. Estas comunidades se ven desbordadas por la violencia a manos de los colonos desde los puestos de avanzada no autorizados (ilegales, incluso según la legislación israelí), mientras que sus perpetradores no se enfrentan a ninguna o casi ninguna consecuencia. Cualquier intento de resistirse al apartheid es sometido a una estricta vigilancia o criminalizado, como ejemplifica la falaz calificación de terroristas aplicada por el ministro israelí de Defensa a los grupos de la sociedad civil palestina.

Los sucesivos gobiernos de Israel, incluida la actual coalición, que se promocionó a sí misma como un alejamiento de la intransigencia de Netanyahu, han afirmado repetida y públicamente que no tienen intención de crear un Estado palestino. Esta realidad es la que ha empujado a un conjunto cada vez mayor de voces internacionales a condenar el control de Israel sobre los territorios por considerarlo un régimen de apartheid, conclusión a la que también han llegado algunas de las organizaciones pro derechos humanos israelíes e internacionales más destacadas, entre ellas B’tselem, Yesh Din, Amnistía Internacional y Human Rights Watch.

Sin embargo, gran parte del debate en la comunidad internacional se desarrolla como si el comportamiento de Israel en los territorios ocupados pudiera separarse de la democracia liberal que existe dentro de la Línea Verde. Es un error. Sencillamente, no se puede ser una democracia liberal si se aplica el apartheid a otro pueblo. Es un contrasentido, ya que toda la sociedad israelí es cómplice de esta injusta realidad. El gabinete ministerial israelí para los asentamientos es el que aprueba cada uno de los establecimientos ilegales en los territorios ocupados. Fui yo, en mi condición de fiscal general, quien aprobó la expropiación de tierras privadas palestinas para construir infraestructuras, como carreteras, que han afianzado la expansión de los asentamientos.

Son los tribunales israelíes los que ratifican las leyes discriminatorias dirigidas a expulsar a los palestinos de sus hogares en Jerusalén Este y de sus tierras en Cisjordania, mientras que los profesionales sanitarios prestan servicio más allá de la Línea Verde y los ciudadanos israelíes son los que, en última instancia, pagan los impuestos que financian la consolidación del control y la dominación gubernamentales sobre esos territorios.

Entre el río Jordán y el mar Mediterráneo, es Israel quien priva permanentemente a millones de palestinos de sus derechos civiles y políticos. Es el apartheid israelí.

Hay dos posibles soluciones democráticas para resolver este estado de cosas. La primera es conceder ciudadanía e igualdad plenas a todos los que vivan bajo control israelí. Por desgracia, este escenario desembocaría en el fin de la mayoría judía y en la balcanización de todo el territorio, lo que aumentaría la probabilidad de un conflicto irresoluble. La segunda posible solución sería que Israel se retirara de los territorios ocupados y estableciera un Estado palestino que conviviera con él. Esto no solo aseguraría el reparto justo del territorio entre los nativos palestinos y el pueblo judío, perseguido desde hace miles de años, sino que garantizaría una solución sostenible al conflicto palestino-israelí y el final del apartheid.

La situación sobre el terreno es una abominación moral. La demora de la comunidad internacional en tomar medidas de calado para que Israel rinda cuentas por el régimen de apartheid que está perpetuando es inaceptable."                                              ( Michael Ben-Yair , El País, 03/02/22)

7/1/22

Fuerzas israelíes mataron a más de 300 palestinos en 2021, entre ellos a 71 menores, el año más mortífero desde 2014

 "Las fuerzas de seguridad de Israel mataron a lo largo de 2021 al menos a 313 palestinos, entre ellos 71 menores, en el año más mortífero registrado en los territorios ocupados desde 2014, según un informe publicado este martes por la organización israelí de derechos humanos B’Tselem. Además, en Cisjordania y en Jerusalén Este, 895 palestinos, incluidos 463 menores, se quedaron sin hogar durante el mismo período por la demolición de 295 viviendas, la cifra más elevada del último lustro.

Por lo que respecta a las muertes, el año pasado estuvo marcado por la ofensiva israelí en la Franja de Gaza del pasado mayo. En la operación militar, Israel mató al menos a 232 palestinos, entre los cuales 54 menores, según el recuento de B’Tselem, que apunta que la mayoría no participó en las hostilidades.

 El informe también recoge la muerte de otros 20 palestinos en el enclave por cohetes disparados por facciones locales contra Israel que cayeron en Gaza, así como la de seis civiles israelíes, tres extranjeros y dos miembros de las fuerzas de seguridad de Israel muertos por proyectiles disparados desde la Franja. Para encontrar una cifra mayor de muertos palestinos en un solo año hace falta remontarse hasta 2014, cuando Gaza fue sometida a una ofensiva militar israelí que dejó más de 2.000 muertos.

“La política letal, gratuita e ilegal de fuego abierto de Israel provocó la muerte de cientos de palestinos el año pasado. Alrededor del 70% murieron en la franja de Gaza cuando se aplicó la política criminal de bombardear zonas densamente pobladas”, critica el informe. “Altos funcionarios israelíes justifican la política de fuego abierto. Insisten en que el fuego letal se utiliza como último recurso, de acuerdo con el derecho israelí e internacional, y subrayan que los incidentes se investigan. Pero los hechos demuestran lo contrario: los disparos letales son un asunto rutinario, y nadie rinde cuentas”, subraya.

En Cisjordania y en Jerusalén Este, las fuerzas de seguridad israelíes mataron a otros 77 palestinos, de los cuales 32 murieron en manifestaciones, o cerca de ellas, o en incidentes en los que se lanzaron piedras contra agentes o civiles israelíes. El informe destaca que ocho de ellos han sido asesinados en protestas contra el establecimiento del asentamiento salvaje de Evyatar en tierras que pertenecen a aldeas palestinas en el norte de Cisjordania, y por el cual el Ejército israelí impide a agricultores palestinos acceder a sus terrenos.

“Régimen de apartheid”

El estudio recoge asimismo un aumento de la violencia de colonos israelíes en el último año, durante el que B’Tselem documentó 336 incidentes violentos frente a los 251 de 2020. Según la organización, el incremento sugiere que esta violencia es otra herramienta que “el régimen de apartheid de Israel utiliza para apoderarse de más tierras palestinas”. El informe también señala que 36 palestinos murieron a tiros en incidentes en los que atacaron, intentaron atacar o supuestamente atacaron a las fuerzas de seguridad o a civiles israelíes, y nota que en estos casos el uso automático de fuego letal no está justificado.

Paralelamente, B’Tselem señala que en los últimos años se ha producido un aumento constante de las demoliciones de viviendas en Cisjordania, como ponen de relieve las 199 derrumbadas el año pasado frente a las 151 de 2020 y las 104 de 2019. Asimismo, además de las casas derrumbadas en los territorios ocupados en 2021, el informe señala que se desmantelaron otras 548 unidades no residenciales por órdenes de las autoridades israelíes, entre las que figuran cisternas, estructuras agrícolas, almacenes, empresas y estructuras públicas, el mayor número desde 2012.

“Estas demoliciones no son una cuestión de ‘aplicación de la ley’, como afirma Israel, y los palestinos que construyen sin permiso no son ‘delincuentes”, desliza el documento. “El régimen de apartheid israelí bloquea casi todo el desarrollo palestino en amplias zonas de Cisjordania, incluido Jerusalén Este, mientras construye masivamente para judíos. Esta política no deja a los palestinos más remedio que construir sin permisos”, agrega.

La portavoz de B’Tselem, Dror Sadot, apunta a EL PAÍS que el fin de la era del ex primer ministro israelí Benjamín Netanyahu y la formación, en junio, de un nuevo Gobierno de coalición pilotado por el ultranacionalista Naftali Bennett no ha conllevado por ahora un cambio significativo de política. “Es pronto para decirlo, pero de acuerdo con los datos no podemos percibir ni sentir que haya diferencia. En realidad, las demoliciones de casas no hacen más que aumentar, así que no estamos viendo cambios en esa materia”, apunta."                     (Marc Español, El País, 04/01/22)

30/8/21

Con las autodefensas no violentas de Cisjordania. Grupos de jóvenes palestinos documentan al sur de Hebrón las demoliciones del Ejército y los ataques de los colonos israelíes en una resistencia pacífica de nuevo cuño que se proyecta en las redes sociales... cuando ha habido 40 muertos por disparos de militares israelíes en tres meses

 "En la desolación de bancales yermos de las colinas del sur de Hebrón (Cisjordania) un grupo de jóvenes palestinos se ha organizado como red de autodefensa no violenta ante la rutina de las demoliciones de sus casas y de los ataques de colonos de los asentamientos judíos, que a menudo se encuentran amparados por el Ejército.

 “Por primera vez vamos a contar nuestra propia historia, sin intermediarios”, explicaba el miércoles en un fluido inglés Basil al Adraa, de 25 años, ante un grupo de corresponsales extranjeros. Frente a la icónica imagen del joven cubierto con la kufiya, el tradicional pañuelo palestino, agitando la honda a punto de apedrear a las tropas, una nueva generación de activistas esgrime teléfonos inteligentes para documentar hechos que, sostienen, violan los derechos de su pueblo.

Graduado en Derecho y con vocación de periodista, Al Adraa, habla desde su aldea de Tuwani, en pleno limbo palestino del Área C: el 60% de Cisjordania que quedó bajo administración exclusiva de Israel en los Acuerdos de Oslo. Tuwani se halla entre el asentamiento de Maon y la colonia salvaje (no reconocida por el Gobierno) de Havat Maon. “En 2003, los palestinos ya no pudimos usar la carretera que los enlaza, y los colonos vallaron tierras palestinas colindantes para explotarlas ahora”, precisa uno de los informes de la asociación que agrupa a los jóvenes.

“Aquí, al sur de Hebrón, se observa la ocupación con toda su crudeza”, explicaba más tarde Al Adraa desde el promontorio donde se divisa un desértico paisaje jalonado de polvorientas aldeas palestinas y asentamientos israelíes que surgen como un oasis. “Queremos que el mundo tome conciencia de nuestra situación, que la repercusión internacional sirva para presionar a Israel para que acate el derecho internacional”, resume la vía no violenta y de resistencia popular que han elegido como estrategia frente a la ocupación. “Esto no es como Ramala o Hebrón, aquí estamos bajo el control directo del Ejército. Luego publicamos la información en las redes sociales”.

—¿Cómo actúan cuando se produce un ataque de colonos protegido por los soldados?

—No podemos contar con las fuerzas de seguridad, que están de su parte, pero no nos enfrentamos a ellos cuando queman nuestros campos o apedrean nuestras casas. Grabamos vídeos, tomamos fotos. Documentamos los hechos con una forma de resistencia. No nos quedamos en silencio.

Este es un ejemplo de uno de los informes elaborados por este activista palestino, del que se han hecho eco ONG pacifistas israelíes, y que han llegado a la prensa hebrea y a los medios internacionales basados en Jerusalén y Tel Aviv. “Hechos del 14 de mayo en Al Rayhiyya, colinas del sur de Hebrón. Decenas de colonos acompañados de solados irrumpieron en la aldea sobre las 14.00. Empezaron a incendiar campos y árboles y causaron daños en propiedades. Cuando intentaba apagar el fuego en sus tierras Ismail Tubassi, de 27 años, recibió un disparo que le desfiguró el rostro. Ingresó cadáver en el hospital. A pesar de las pruebas presentadas (fotos y vídeos), la policía israelí no ha abierto una investigación”.

Desde el otro lado de la barrera, un soldado israelí identificado con el número 1.186 en una recopilación de testimonios recabados por Breaking the Silence (Rompiendo el Silencio) recientemente publicados, describe así su experiencia militar en 2014 en la provincia de Nablus, al norte de Cisjordania: “Teníamos muchos roces con los colonos porque no nos dejábamos utilizar por ellos. No paraban de enviarnos mensajes de texto, a veces con información falsa. ‘Un grupo de palestinos está pegando a un judío en una alberca’, decía uno de ellos. Cuando llegamos allí vimos a un chico palestino que quería bañarse mientras los colonos se lo impedían”. De su recuerdo del servicio militar obligatorio le queda constancia de una realidad asumida en el Ejército: “Como soldados, nos poníamos automáticamente del lado del judío. Lo veíamos como un ciudadano con derechos. Echar a los colonos nunca era una opción”.

 La árida aldea beduina de Um al Jair, un poblado de chabolas de hojalata en las colinas del sur de Hebrón, choca sin solución de continuidad con las casas de tejas rojas con arbolado del asentamiento de Carmel (450 habitantes), del que solo le separa una valla alambrada. Los pastores palestinos compraron sus tierras en 1948, recién llegados desde la desértica zona de Adar, al noreste del Negev, tras ser expulsados por el recién creado Estado de Israel. Los colonos judíos fundaron el moshav (granja cooperativa) en 1982 sobre terrenos expropiados a los beduinos. Um al Jair apenas cuenta con un centenar de vecinos que no pueden construir ni un corral, so pena de demolición por las tropas israelíes. La Oficina de Asuntos Civiles del Ejército les deniega sistemáticamente la licencia por razones de seguridad.

A las puertas de Um al Jair se extiende el distrito de Masafer Yata, más de un millar de habitantes de una docena de aldeas fueron desplazados por la fuerza en 1999 para permitir la construcción de un campo de maniobras militar. El Tribunal Supremo israelí suspendió el desahucio colectivo y permitió su regreso provisional, aunque desde entonces los beduinos viven en un limbo legal, en medio de constantes demoliciones de sus construcciones, muchas de las cuales han sido erigidas gracias a la cooperación internacional. “Declarar un sector como zona de tiro o recinto militar es un pretexto habitual para expulsar a la población palestina de una parte de Cisjordania”, sostiene la ONG pacifista israelí B’Tselem. “El paso siguiente es ceder más adelante parte del territorio a organizaciones de colonos para que construyan asentamientos”.

Awad Hathalin, es un profesor de inglés, de 27 años, y activista por los derechos humanos. En el centro comunitario de su aldea de Um al Jair revelaba cuáles son sus sueños para Palestina. “Queremos justicia y paz. Aquí sabemos bien lo que es no tener paz, lo hemos sufrido. Pero mi sueño verdadero era visitar Jerusalén. Lo intenté 18 veces y solo lo logré cuando acompañaba a un grupo de estadounidenses”, desgranaba en el corazón de Tierra Santa ante un grupo de periodistas de varios países su parábola sobre la dureza de la ocupación, de los puestos de control, bajo la amenaza de las demoliciones y los ataques de colonos en las colinas del sur de Hebrón. Su sueño ahora es poder ir a la playa, como la que conoció en Jaffa, junto a Tel Aviv. “Creo que no habrá paz hasta que todos podamos ir a la playa”.

40 muertos por disparos de militares en tres meses

El jefe del Estado Mayor del Ejército de Israel, general Aviv Kochavi, intenta poner freno al elevado número de muertes de palestinos por disparos de los soldados que se ha registrado en los últimos tres meses. Durante la escalada bélica en la franja de Gaza registrada entre el 10 y el 21 de mayo se contabilizaron en Cisjordania 27 víctimas mortales en los disturbios contra la operación militar israelí en el enclave costero. Y desde entonces se han sumando otras 13 muertes, entre ellas las de menores de edad. Frente a este abultado balance letal, en 2020 la ONU registró 20 casos de palestinos abatidos por las fuerzas de seguridad israelíes en Cisjordania y Jerusalén Este.

“Apoyaremos a las tropas cuando actúen conforme a las órdenes, pero no aceptaremos excepciones ni imprudencias”, advirtió el jueves el general Kochavi en un acto castrense del que ha informado el diario Haaretz. “Muchas veces no está claro quién es enemigo y quién es inocente [en un entorno como Cisjordania]”, puntualizó. “Pero nuestra misión es lidiar con ese dilema (...) y defender a muestras fuerzas sin causar daño a inocentes”.

El 28 de julio perdió la vida el niño de 12 años Mohamed al Alami cuando el vehículo en el que viajaba con su familia cerca de Hebrón recibió el impacto de 13 balas disparadas por una patrulla militar. En los disturbios que rodearon su funeral murió tiroteado por las tropas un palestino de 20 años.

La mayor parte de los incidentes con muertos por disparos de soldados se han producido en las protestas de la localidad de Beita (norte de Cisjordania) contra la construcción del cercano asentamiento salvaje de Evyatar, donde un grupo de colonos se instaló en mayo sin autorización de las fuerzas de seguridad tras la muerte de un israelí en un ataque palestino."              (Juan Carlos Sanz, El País, 14/08/21)

21/5/20

La justicia israelí condena por asesinato a un colono que quemó viva a una familia palestina

"Casi cinco años después del atentado incendiario que precedió a la ola de violencia conocida como “Intifada de los cuchillos”, la justicia israelí ha condenado por tres cargos de asesinato a un colono judío que quemó viva a una familia palestina. 

 Amiram Ben Ulliel, de 25 años y relacionado con grupos radicales de los asentamientos de Cisjordania, fue declarado el lunes autor de la muerte del matrimonio formado por Saad y Reham Dawabashe y de su hijo Alí, de 18 meses, al arrojar cócteles molotov contra la vivienda en la que dormían en la madrugada del 31 de julio de 2015 en Duma, en la provincia de Nablus.

En las paredes de la casa fueron halladas pintadas en hebreo que rezaban: “¡Venganza!” y “¡Viva el rey mesías!”. La sentencia establece que cometió “un atentado de carácter racista” en venganza por la muerte de un colono judío, que había sido deliberadamente embestido por un conductor palestino un mes antes cerca de Duma. Otro hijo de los Dawabashe –Ahmed, que entonces contaba con cuatro años– sobrevivió al atentado incendiario a pesar de haber sufrido quemaduras en el 60% de su cuerpo.

El Shin Bet, agencia de seguridad interior que investigo el ataque como “terrorismo judío”, espera que el tribunal de Lod (sureste de Tel Aviv) que ha juzgado el caso dicte el mes que viene una condena a cadena perpetua contra el reo. Ben Uliel no tenía antecedentes por acciones violentas a pesar de su activismo en los asentamientos y recientemente se había alejado del nacionalismo extremista para ingresar en un una escuela rabínica ultraortodoxa. Su abogado anunció que recurrirá el fallo ante el Tribunal Supremo tras alegar que la confesión en la que se basa la condena fue arrancada contra su voluntad.

La justicia anuló las dos primeras confesiones de Ben Uliel obtenidas por el Shin Bet por considerar que se había recurrido a la “fuerza física”, aunque aceptó una tercera en la que “ofreció detalles de los hechos que todavía no eran conocidos y que permitieron la completa reconstrucción del crimen”. Los tres jueces de Lod desestimaron la acusación de la fiscalía de pertenencia a organización terrorista.

El condenado formaba parte de un grupo mesiánico de colonos que no reconoce la legitimidad del Estado de Israel y defiende la implantación de una monarquía teocrática. El Gobierno israelí autorizó tras el atentado la aplicación de medidas de excepción para investigar el terrorismo judío, como la aplicación de la llamada detención administrativa, para mantener indefinidamente los arrestos de los sospechosos sin intervención judicial, que solo suele aplicarse a presos palestinos.

Un segundo acusado del atentado incendiario de Duma –cuya identidad no se ha facilitado, ya que era menor de edad en 2015– llegó el año pasado a un acuerdo con la justicia a cambio de reconocer su participación como cómplice en los hechos. El tribunal, que le sentenció por pertenencia a organización terrorista, tiene previsto imponerle una condena inferior a seis años de cárcel, según informa Times of Israel.

Hussein Dawabashe, el abuelo que acompañó durante meses al pequeño Ahmed en el hospital israelí en el que fue tratado de sus graves quemaduras, dijo a la prensa hebrea en el tribunal de Lod que su familia había experimentado “un gran trauma”. “No quiero que ningún otro niño se vea en la situación de Ahmed”, apostilló. “No lo olvidaré aunque viva cien años más y no quiero que ninguna otra familia pase por esto”.               (Juan Carlos Sanz, El País, 18/05/20)

29/5/19

La ONG israelí. B'Tselem divulgó un video que muestra a colonos judíos prendiendo fuego a campos de cultivo palestinos en la Cisjordania ocupada. El fuego se declaró después de que grupos de colonos judíos del asentamiento radical de Yitzhar atacaran a los palestinos... ..

"La semana pasada la ONG israelí B’Tselem divulgó un video que muestra a colonos judíos prendiendo fuego a campos de cultivo palestinos en la Cisjordania ocupada.

El video contradice la versión que en su momento dio el ejército israelí diciendo que habían sido los palestinos quienes prendieron fuego a los campos.

El fuego se declaró hace diez días cerca de los pueblos de Burin, Urif y Asira al Qibliya, al sur de la ciudad de Nablús, después de que grupos de colonos judíos del asentamiento radical de Yitzhar atacaran a los palestinos de los pueblos mencionados.

El video de B’Tselem muestra a dos colonos, uno de ellos armados con un fusil de asalto, entrando en uno de los campos y agachándose entre la hierba. Momentos después comienzan a verse las llamas en el lugar donde estaban los colonos.

B’Tselem explica que los soldados que estaban junto a los colonos no se molestaron en detener a los pirómanos, y que de hecho los militares dan a los colonos “una inmunidad casi total” en sus acciones.
No solo eso, sino que los soldados que estaban en la zona acusaron a los palestinos de prender el fuego, lo que da una idea de la impunidad de la que disfrutan los colonos y de la connivencia entre soldados y colonos. De hecho, una gran parte de los soldados son también colonos.

Por supuesto, esta no es la primera vez que los soldados protegen a colonos extremistas en la Cisjordania ocupada. De vez en cuando trascienden videos, pero lo habitual es que en esos casos no haya pruebas y que las denuncias de los palestinos se archiven, o incluso que el ejército acuse a los palestinos de los incidentes, como ha ocurrido esta vez.

En abril, sin ir más lejos, B’Tselem reveló que un palestino fue asesinado por los colonos a bocajarro justo al sur de Nablús, cerca del mismo asentamiento de Yitzhar. La versión que en su momento dio el ejército de este incidente decía que los soldados mataron al palestino cuando este intentaba apuñalar a un colono, lo que resultó ser falso.

Lo más trágico para los palestinos es la pasividad de la comunidad internacional ante la ocupación y ante las prácticas diarias de colonos y soldados, incluida la pasividad de la Unión Europea."                           (Balagán, Público, 27/05/19)

13/2/19

Un muerto y 10 heridos al abrir fuego colonos israelíes en una aldea palestina

"Un grupo de colonos armados ha abierto fuego este sábado contra habitantes de la aldea palestina de Al Mughayir, al norte de Ramala. El tiroteo causó la muerte de Hamdi Naasan, de 38 años, que recibió un tiro por la espalda, según el Ministerio de Sanidad de la Autoridad Palestina, y causó heridas a 10 personas.

 Fuentes palestinas aseguraron que el Ejército israelí intervino también en los hechos, pero un inusual comunicado castrense precisó que fueron los civiles israelíes quienes dispararon y que sus fuerzas se limitaron a utilizar medios antidisturbios para disolver un enfrentamiento entre colonos y palestinos.

La agencia de noticias oficial palestina Wafa informó de que al menos uno de los heridos se encuentra hospitalizado en estado grave. El alcalde de Al Mughayir, Amin Abu Elaya, dijo que los colonos abrieron fuego contra varias casas en las afueras de la localidad. Vecinos consultados por el diario israelí Haaretz responsabilizaron de los hechos a los colonos del cercano asentamiento de Adi Ad, considerado ilegal por las propias autoridades israelíes al haber sido levantado sin autorización del Ejército.

La oficina de prensa de las Fuerzas Armadas indicó en un comunicado que, antes de que se produjera el ataque a la aldea palestina, se había registrado una pelea entre un grupo de palestinos y varios colonos, uno de lo cuales sufrió heridas leves que no precisaron atención médica. Poco después se produjo otro enfrentamiento en Al Mughayir en el que civiles israelíes dispararon munición real. El Ejército ha abierto una investigación sobre los hechos.

“Israel continúa una política de escalada de tensión que está creando una atmósfera peligrosa e incontrolable”, señaló un comunicado de la presidencia de la Autoridad Palestina. “Consideramos al Gobierno de Israel responsable de este crimen”, acusó el secretario general de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Saeb Erekat, a través de Twitter.

En viernes murió a consecuencia de los disparos de las tropas el adolescente palestino Ayman Hamad, de 16 años, cerca de la localidad de Silwad, situada también en la provincia de Ramala. Los portavoces militares sostienen que el muchacho estaba tirando piedras a los vehículos que transitaban por la carretera 60, que a atraviesa de norte a sur Cisjordania, territorio ocupado militarmente por Israel desde 1967.

Más de 400.000 colonos judíos se han asentado durante el último medio siglo en más de un centenar de colonias en Cisjordania, donde el 60% del territorio se halla bajo control de Israel tras los Acuerdos de Oslo de 1993. Hace dos años, la Kneset (Parlamento) aprobó una ley para la regularización de 53 asentamientos salvajes construidos sin autorización israelí sobre propiedad privada palestina. Su legalización con efectos retroactivos implicará la expropiación forzosa de unas 800 hectáreas donde se han edificado cerca de 4.000 viviendas sin ningún aval oficial.

Para la comunidad internacional, todos los asentamientos israelíes son ilegales. El Consejo de Seguridad de la ONU reafirmó por última vez en diciembre de 2016 en la resolución 2334 que todas las colonias –incluidas las de Jerusalén Este, donde viven otros 200.000 colonos judíos–, carecen de validez legal."                     (Juan Carlos Sanz, El País, 26/01/19)

16/1/19

Hebrón, el ejemplo más perfecto de apartheid israelí

"Hay pocos lugares en los que los palestinos de Cisjordania viven en una situación más cercana al apartheid que en la ciudad de Hebrón. Este reportaje de AJ+ hace un breve resumen de las condiciones de vida en una localidad de más de 200.000 habitantes cuyos derechos, incluida la simple capacidad de trasladarse de un lugar a otro, están limitados, en ocasiones anulados, por la presencia de 850 colonos israelíes.

A lo largo de décadas, los colonos han obtenido permiso para extender sus dominios, llevar armas en todo momento y protagonizar incidentes violentos contra los palestinos que no son investigados.
En el reportaje aparece Yehuda Shaul, de la ONG israelí Breaking the Silence, que explica cuál es la función del Ejército. 

La podríamos denominar acoso estructural. Se dedican por ejemplo a entrar en los domicilios particulares para hacer notar su presencia de forma constante y supuestamente servir de efecto disuasorio para impedir ataques violentos. 

La intervención militar está pensada para preservar una situación en la que se sólo se protegen los derechos de una pequeña minoría sobre la inmensa mayoría de los habitantes. Forman un grupo que representa además al sector más fanático y ultrarreligioso entre los colonos judíos que viven en territorio palestino.

 Breaking the Silence tiene publicado un informe de 70 páginas con testimonios de soldados israelíes que pasaron por esa ciudad entre 2011 y 2017. “La misión allí no es mantener el orden. La misión es imponer la supremacía judía en la ciudad de Hebrón. No es que los soldados estemos entre la espada y la pared, sino que nosotros somos la espada que los colonos lanzan a los palestinos”, dice uno de ellos."                  (Guerra eterna, 11/01/19)

12/1/18

Seinfeld acude a un campamento que enseña a matar palestinos

"El popular cómico Jerry Seinfeld, creador de la exitosa serie homónima de los noventa, acudió en navidades a un campamento militar israelí en Cisjornadia, zona principal del conflicto entre Israel y Palestina, para aprender técnicas marciales y realizar prácticas de tiro. La noticia se ha sabido por una publicación en Facebook de Caliber 3, campo que recibió la visita del actor de Brooklyn.

Este acontecimiento ha producido un gran revuelto en redes sociales hasta el punto en el que la organización acabó borrando las fotos de Seinfeld. Sin embargo, el viaje ha sido ratificado por el diario Haaretz

 El cómico fue acompañado por su familia en lo que poco a poco se está convirtiendo en un tipo de turismo presente en los planes de los estadounidenses: turismo militar.En este tipo de campamentos se imparten lecciones sobre técnicas de combate y prácticas de tiro para defenderse de "terroristas", que no es más sino un formalismo para no usar "palestinos" dada la zona en la que se encuentra el campo.

 La noticia ha supuesto una sorpresa enorme por todo lo que supone acudir a una zona ocupada militarmente como parte de unas vacaciones y además acceder a hacer prácticas de tiro en lo que para muchos es simplemente poner en práctica técnicas sobre cómo "asesinar palestinos", según recogían algunos testimonios de The Jerusalem Post.

La familia Seinfeld acudió al campamento Caliber 3, que en su propia página web presenta sus diferentes servicios. El actor participó entre otras actividades en un curso de Krav Maga, artes marciales para atacar a enemigos armados.

Pese a las demandas internacionales, Israel sigue ocupando ilegítimamente Cisjornadia, lo que no es impedimento para montar excursiones para turistas y enseñarles sus técnicas militares.

 Así pues, Seinfeld que vuelve a la primera plana internacional con estrenos en Netflix, es a la vez señalado por participar en campos donde se fomentan valores beligerantes e incluso enseña a turistas cómo matar."                (José Carmona Gilo, El Salto, 10/01/18)

3/2/17

Los palestinos izaron una bandera en uno de sus edificios, y al verla los colonos se volvieron locos... un oficial le dijo a un palestino del barrio que si no la quitaban, arrestaríamos a un niño, de manera que los palestinos la sacaron

"Dean Issacharoff nació hace 25 años en una familia muy sionista. Su abuelo fue miembro de uno de los grupos judíos clandestinos más radicales que actuaron contra el ejército británico antes del establecimiento del estado de Israel en 1948, y también contra los árabes, de manera que no es extraño que cuando lo llamaran a filas se fuera de voluntario a una unidad de combate.

Hizo el curso de oficiales durante más de un año y ya como teniente lo destinaron a Hebrón, donde en seguida le dieron instrucciones claras: “La primera orden que me dieron fue que si veía a un colono hacer cualquier cosa ilegal, yo no podía hacer nada”. Y pronto, durante el servicio en Hebrón, se dio cuenta de cómo funcionaban las cosas en los territorios ocupados.

“Los colonos se comportaban muy amablemente con nosotros, nos traían caramelos, chocolate y otras golosinas; nos traían cosas de comer y siempre estaban cerca de nosotros; sin embargo, existía una atmósfera muy violenta”, recuerda Issacharoff recorriendo ya como civil las calles de Hebrón cerradas a los palestinos.

En el centro de Hebrón viven medio millar de colonos que están permanentemente protegidos por un número mucho más elevado de soldados. El centro de Hebrón es una ciudad fantasma, con todos los comercios cerrados y por donde solo circulan los coches de los colonos, los únicos vehículos autorizados a pasar por los controles militares.

La colusión entre los colonos más radicales y el ejército es continua. Este miércoles las fuerzas de seguridad han desalojado a 250 colonos de Amona, un asentamiento construido sobre tierra privada palestina, pero simultáneamente el gobierno ha anunciado la construcción de otras 3.000 viviendas para colonos en distintos asentamientos de los territorios ocupados.

 “Recuerdo un día en que los palestinos izaron una bandera en uno de sus edificios, y al verla los colonos se volvieron locos. Vinieron a donde estábamos las tropas y protestaron enérgicamente, de manera que el ejército fue a quitar la bandera, aunque no era ilegal ni los soldados teníamos por qué retirarla. Un oficial le dijo a un palestino del barrio que si no la quitaban, arrestaríamos a un niño, de manera que los palestinos la sacaron”, dice Issacharoff.

“Los colonos nos daban de todo y nos invitaban a cenar cada viernes, cuando comienza el shabat, pero esos mismos colonos nos tiraban piedras si queríamos proteger a los palestinos de su ira. Estaba claro que los colonos nos utilizaban a los soldados para sus intereses, es decir para controlar a los palestinos”, recuerda Issacharoff.

“La situación es muy clara y puede resumirse de manera sencilla de la siguiente manera: cuando un palestino tira una piedra es un terrorista, pero si la piedra la tira un colono, no es terrorista”, dice el teniente de la reserva.

“La influencia de los colonos en el ejército no es casual. En realidad existe una simbiosis entre los colonos y los soldados que ya dura cinco décadas”, dice Yehuda Shaul, de la ONG Rompiendo el Silencio, que acaba de recopilar declaraciones de numerosos soldados y oficiales que dan cuenta de la “simbiosis” entre estos dos grupos de israelíes cuya labor principal se desarrolla en los territorios ocupados, y de la que el gobierno está al corriente.

“Nuestro último informe se ha preparado tras el incidente del pasado mes de marzo, cuando un sargento, Elor Azaria, remató a un palestino en el centro de Hebrón”, dice Shaul. El incidente dio la vuelta al mundo porque fue grabado en un video. Diez minutos antes, el palestino había intentado apuñalar a un soldado pero fue abatido y cuando el sargento Azaria lo remató se hallaba en el suelo inmóvil e inerte.

“La relación entre los colonos y los soldados es muy estrecha”, dice Yehuda Shaul, que hace unos años también estuvo destinado en Hebrón como sargento. “Existe el sentimiento de que los soldados estamos aquí para proteger a los colonos por la sencilla razón de que los colonos son israelíes y los soldados también”.

Un caso paradigmático de la simbiosis entre los colonos y el ejército, dice Shaul, es el de los vigilantes armados que patrullan por las colonias, y que son civiles aunque reciben un salario del ejército. “La realidad es que no está claro dónde empieza lo civil y dónde acaba lo militar”, dice Shaul, y todo el mundo, empezando por el gobierno, deja que exista esta confusión porque sirve a sus intereses.

Los soldados saben que no están autorizados a adoptar ninguna medida contra los colonos. Por supuesto, en ningún caso pueden tocarlos. Si un colono comete un delito flagrante delante de un soldado, el soldado debe permanecer impasible y lo máximo que puede hacer es llamar por teléfono a la policía puesto que solo la policía, y no el ejército, tiene jurisdicción sobre los ciudadanos israelíes.

La ley es distinta para judíos y palestinos. A un palestino de doce años que arroje una piedra a un judío no se le considerará terrorista y no menor, mientras que a un colono de 17 años que arroje una piedra a un palestino sí que se le considerará menor. Evidentemente, los niños y los adolescentes judíos lo saben y aprovechan la ocasión para actuar con impunidad delante de los soldados."                   (Eugenio García Gascón, Público, 01/02/17)

15/7/16

Su padre tuvo un incidente con un colono, que le disparó su revólver y lo dejó en la calle malherido. Nadie lo recogió todo el resto de la noche y al amanecer murió, desangrado

"A diferencia de otros barrios de Jerusalén, tan inmaculadamente limpios como los de una ciudad suiza o escandinava, el vecindario palestino de Silwan, situado en el este y vecino de la Ciudad Vieja y la mezquita de Al Aqsa, regurgita de basuras, charcos hediondos y desechos.

 Me temo que tanta suciedad no sea casual, sino parte de un plan de largo alcance, para ir echando a los 30.000 palestinos que todavía viven aquí e irlos reemplazando por israelíes.

 Los colonos comenzaron a infiltrarse en el barrio, por la zona de Batan Al-Hawa, hace 11 años. Lo que hasta entonces parecía poco menos que casual —grupos de familias ultrareligiosas que conseguían instalarse en una casa elegida al azar— tomó el cariz de una operación planificada y con un objetivo claro. 

Los colonos que se han metido en el barrio de Silwan pertenecen a dos movimientos religiosos: Elad y Ateret Cohanim. Están repartidos en unas 75 casas y no son muchos: unos 550. Pero se trata de una cabecera de playa, que, a todas luces, seguirá creciendo. Al día siguiente de mi visita al barrio, se anunció que las autoridades de Israel habían autorizado la construcción de un edificio en el barrio para albergar nuevos colonos de Ateret Cohanim.

Para saber dónde están los asentamientos basta mirar arriba: las banderas israelíes, flameando en la suave brisa de la mañana, indican que han ido constituyendo un cerco, igual que en el sur de las montañas de Hebrón, dentro del que todo el barrio va quedando encarcelado.

Las maneras como estas familias se apoderan de una casa son diversas: alegando tener documentos antiguos según los cuales fueron judíos los propietarios; comprando el inmueble a través de un testaferro árabe; hostilizando y amenazando al ocupante hasta hacerlo huir; pleiteando en los tribunales para que se decida a demoler la vivienda por no haber sido construida con los permisos necesarios, o, en los casos extremos, aprovechando un viaje o salida de los dueños o inquilinos para meterse en el lugar a la fuerza.

 Una vez que los colonos están adentro, el Gobierno israelí manda a la policía o al Ejército a protegerlos, porque, quién podría ponerlo en duda, esas gotas de agua de invasores en medio de ese piélago de palestinos, corren peligro. 

Las gotas se irán convirtiendo en arroyos, lagos, mares. Los colonos religiosos que han echado raíces aquí no tienen prisa: la eternidad está de su lado. Así han ido extendiéndose los enclaves israelíes en Cisjordania y convirtiéndolo en un queso gruyère; así van creciendo también en el Jerusalén árabe.

Se guardan las formas, como en el resto de la nación: Israel es un país muy civilizado. En Batan Al-Hawa hay 55 familias palestinas amenazadas de expulsión, por vivir en casas que carecen de documentos que garanticen la propiedad y 85 inmuebles con órdenes de demolición, pues, como de costumbre, fueron edificados sin obtener los permisos adecuados.

Cuando le pregunto a Zuheir Rajabi, vecino y defensor palestino del barrio, que me guía en este recorrido, si tiene fe en la honradez y neutralidad de los jueces que deben pronunciarse al respecto, me mira como si yo fuera todavía más imbécil que mi pregunta. “¿Acaso tenemos otra opción?”, me responde. 

Es un hombre sobrio, que ha estado en la cárcel varias veces. Tiene tres hijos de siete, nueve y trece años que han sido arrestados los tres alguna vez. Y una hijita, Darín, de seis años, que anda prendida de una de sus piernas. Su casa está rodeada de dos asentamientos y ha recibido varias propuestas para que la venda, por sumas más elevadas que su precio real. Pero él dice que no la venderá nunca y que se morirá en el barrio; las amenazas de sus vecinos no lo asustan.

 Le pregunto si los colonos instalados en Silwan tienen niños. Sí, muchos, pero salen muy rara vez y generalmente escoltados por policías, soldados o la guardia privada que protege los asentamientos. Pienso en la vida claustral y terrible de esas criaturas, encerradas en esas casas hurtadas, y en la de sus padres y abuelos, convencidos de que, perpetrando las injusticias que cometen, materializan un proyecto divino y se ganan el Paraíso.

 Desde luego que el fanatismo religioso no es privativo de una minoría de judíos. También son fanáticos esos palestinos de Hamas y la Yihad Islámica que se despedazan a sí mismos haciendo estallar bombas en autobuses o restaurantes, lanzan proyectiles sobre los kibutz o tratan de acuchillar a los soldados o a pacíficos transeúntes, sin entender que esos crímenes sólo sirven para anchar la zanja, ya muy grande, que separa y enemista a ambas comunidades.

 De pronto, en nuestras andanzas por Silwan, Zuheir Rajabi me señala un edificio de varios pisos. Todo él ha sido ocupado por los colonos, salvo uno de los apartamentos; en él permanece contra viento y marea una familia palestina de siete miembros.

 Hasta ahora, han resistido, pese a que les cortan el agua, la electricidad, a que deban tocar la puerta a los colonos para poder entrar cada vez que salen a la calle, e, incluso, a que, cuando abren las ventanas, los bombardeen con basuras.

Mientras conversamos, sin darme cuenta, nos hemos ido rodeando de chiquillos. Pregunto si alguno ha sido detenido alguna vez. El que levanta las manos tiene una cara traviesa y descarada: “Yo, cuatro veces”. 

Cada vez estuvo sólo un día y una noche; lo acusaron de tirar piedras a los soldados y él negó y negó y terminaron por creerle, de modo que no lo llevaron a la corte. Se llama Samer Sirhan y su padre tuvo un incidente con un colono, que le disparó su revólver y lo dejó en la calle malherido. Nadie lo recogió todo el resto de la noche y al amanecer murió, desangrado.

Cuento estas historias tristes porque, creo, dan una idea justa del más candente problema que enfrenta Israel: el de los asentamientos, la ocupación creciente de los territorios palestinos que lo ha convertido en un país colonial, prepotente, y que ha dañado tanto la imagen positiva y hasta ejemplar que tuvo mucho tiempo en el mundo.

Todavía hay muchas cosas que admirar en Israel. Haberse convertido, por el esforzado trabajo de sus habitantes, en un país del primer mundo, de muy altos niveles de vida y haber prácticamente liquidado la pobreza en la sociedad israelí gracias a políticas inteligentes, progresistas y modernas.

 Y, la máxima hazaña con que cuenta en su haber: haber integrado a decenas de miles y miles de judíos procedentes de culturas y costumbres muy diversas, de lenguas diferentes, en una sociedad donde, pese a la unidad del idioma hebreo que es el común denominador, coexisten fraternalmente todas ellas preservando su diversidad (dígalo, si no, el millón de rusos que han llegado en los últimos años al país).

Desde la primera vez que vine a Israel, a mediados de los años setenta del siglo pasado, contraje un enorme cariño por este país. Todavía creo que es el único lugar en el mundo donde me siento un hombre de izquierda, porque en la izquierda israelí sobrevive el idealismo y el amor a la libertad que han desaparecido en ella en buena parte del mundo. 

Con dolor he visto cómo, en los últimos años, la opinión pública local se iba volviendo cada vez más intolerante y reaccionaria, lo que explica que Israel tenga ahora el Gobierno más ultra y nacionalista religioso de su historia y que sus políticas sean cada día menos democráticas. Denunciarlas y criticarlas no es para mí sólo un deber moral; es, al mismo tiempo, un acto de amor.

Jerusalén, junio de 2016."                  (Mario Vargas Llosa, El País, 02/07/16)

13/7/16

Nadie habla del horror que es Hebrón y las tremendas injusticias que allí se cometen contra sus 200.000 vecinos para proteger a 850 colonos israelíes invasores

"El problema mayor de Israel es uno solo, los asentamientos en Cisjordania, es decir, la ocupación de los territorios palestinos”, me dice Yehuda Shaul. “El próximo año cumplirá medio siglo. Pero tiene solución y la veré puesta en práctica antes de morir”.

Le replico a mi amigo israelí que hay que ser muy optimista para creer que un día más o menos próximo los 370.000 colonos instalados en las tierras invadidas del West Bank —verdaderos bantustán que cercan a los 2.700.000 habitantes de las ciudades palestinas y las desconectan una de otra— podrían salir de allí en aras de la paz y la coexistencia pacífica. 

Pero Yehuda, que trabaja incansablemente por hacer conocer lo que una gran mayoría de sus compatriotas se niega a ver, la trágica situación en que viven los palestinos de la orilla occidental del Jordán, me dice que tal vez yo sea menos escéptico después del viaje que haremos juntos, mañana, hacia las aldeas palestinas de las montañas del sur de Hebrón.

Estuvimos él y yo en esas montañas, casi en el límite de Cisjordania, hace seis años. Y, es cierto, la aldea de Susiya, que entonces tenía unos 300 habitantes y parecía destinada a desaparecer al igual que otras de la zona, ahora tiene 450, porque, pese a los infortunios de que sigue siendo víctima, han regresado buen número de las familias que habían huido; también ellas, como Yehuda, gozan de un optimismo a prueba de atrocidades.

Porque el acoso que padecen Susiya y las aldeas vecinas desde hace muchos años no ha cesado, al contrario. Me muestran la demolición reciente de las casas, los pozos de agua cegados con rocas y basuras, los árboles cortados por los colonos y hasta los vídeos que han podido tomar de las agresiones de éstos —con fierros y garrotes— a los vecinos, así como las detenciones y maltratos que reciben también de las FDI (Fuerzas de Defensa de Israel). 

En la casa comunal, una de las pocas viviendas que se tienen en pie, quien hace las veces de alcalde, Nasser Nawaja, me muestra las órdenes de demolición que, como espadas de Damocles, se ciernen sobre las construcciones todavía no destruidas por los buldóceres del ocupante.

 Las formas se guardan: esta zona ha sido elegida para maniobras militares de las FDI y las aldeas deberían desaparecer (pero no los asentamientos ni los puestos de avanzada de los colonos que prosperan por todo el contorno). A veces, el pretexto es que las frágiles viviendas son ilegales, pues carecen de permiso de edificación.

 “Es cosa de locos —me dice Nasser—; cuando pedimos permiso para construir o reabrir los pozos de agua, nos lo niegan, y luego nos demuelen las viviendas por haberlas levantado sin autorización”. En este pueblo, como en los otros del contorno, los campesinos y pastores no viven en casas sino en frágiles tiendas levantadas con telas y latas o en las cuevas —muy abundantes en la zona— que los soldados todavía no han inutilizado rellenándolas de piedras y basura.

Pese a todo, los vecinos de Susiya y de Yimba, las dos aldeas que visito, siguen ahí, resistiendo el acoso, apoyados por algunas ONG e instituciones israelíes solidarias, como Breaking the Silence (Rompiendo el silencio), de la que es miembro Yehuda y la que me ha invitado aquí. En Susiya conozco a un joven muy simpático, Max Schindler, judío norteamericano; ha venido como voluntario a vivir unos meses en este lugar y enseña inglés a los niños de la aldea.

 ¿Por qué lo hace?: “Para que vean que no todos los judíos somos lo mismo”. En efecto, hay muchos como él —los justos de Israel—, que los ayudan a presentar alegatos en los tribunales, que vienen a vacunar a los niños, que protestan contra los atropellos, y, entre ellos, escritores como David Grossman y Amos Oz, que firman manifiestos y se movilizan pidiendo que cesen los abusos y se deje vivir a estas aldeas en paz.

Un pronunciamiento de esta índole, encabezado por ellos, hace algunos meses, salvó de la picota —por el momento— a Yimba, un pueblo antiquísimo, aunque se llegaron a demoler 15 casas. Ahora aguarda una última decisión de la Corte Suprema sobre su existencia. Tiene una enorme cueva, todavía indemne, que, me aseguran, es de la época romana.

 En ese entonces la aldea estaba a la orilla del camino —todavía se puede seguir su trazo en el áspero desierto de piedra, polvo y rastrojos que nos rodea— que conducía a los peregrinos a la Meca; entonces Yimba era próspera gracias a sus tiendas de abastos y restaurantes.

 Ahora su antigüedad esconde un riesgo: que, como se trata de un lugar arqueológico, la autoridad israelí decida que debe ser deshabitado para que los arqueólogos puedan rescatar los tesoros históricos de su subsuelo. Las quejas son idénticas a las que escucho en Susiya: “Apenas consigan echarnos con ese pretexto, llegarán los colonos; ellos sí pueden convivir con los restos arqueológicos sin ningún problema”.

Al igual que en Susiya, en Yimba hago la visita rodeado de niños descalzos y esqueléticos que, sin embargo, no han perdido la alegría. Una niña, sobre todo, de ojos traviesos, se ríe a carcajadas cuando ve que soy incapaz de pronunciar su nombre árabe como es debido.

Basta examinar un mapa de los territorios ocupados para comprender la razón de los asentamientos: rodean a todas las grandes ciudades palestinas y obstruyen sus contactos e intercambios, a la vez que van ensanchando la presencia israelí y descomponiendo y fracturando el territorio que supuestamente debería ocupar el futuro Estado Palestino hasta hacerlo impracticable.

 Hay una intencionalidad clara en esta estrategia: mediante la proliferación de asentamientos volver irrealizable aquella solución de los dos Estados que, sin embargo, los dirigentes de Israel dicen aceptar. 

No se entiende si no por qué todos sus gobiernos, de centro, de izquierda y de derecha, con la única excepción del último Gobierno de Ariel Sharon, que en 2005 retiró las colonias israelíes en Gaza, hayan permitido y sigan haciéndolo, la existencia y crecimiento sistemático de unas colonias ilegales —laicas, socialistas y muchas de religiosos ultras— que son un motivo permanente de fricción y dan a los palestinos la sensación de ver encogerse como una piel de zapa el ya reducido espacio que tienen de Cisjordania.

No pretendo leer la mente secreta de la élite política israelí. Pero basta seguir en el mapa la manera como en las últimas décadas las invasiones ilegales y el famoso “muro de Sharon” van cercenando los territorios palestinos, para advertir en ello una política tácita o explícita que nunca ha intentado atajar estas invasiones y, más bien, las estimula y las protege. 

Ella no sólo es un motivo constante de choques con los palestinos; es una realidad que hace a muchos pensar que ya es imposible llevar a la práctica la constitución de los dos Estados soberanos, algo que, sin embargo, como una jaculatoria desprovista de verdad, un puro ruido, todavía promueven la ONU y los gobiernos occidentales.

Probablemente, entre el despojo que significan también estas colonias ningún caso sea tan dramático como los cinco asentamientos erigidos en el corazón de Hebrón. ¡850 colonos israelíes en el corazón de una ciudad palestina de 200.000 personas!

 Para protegerlos, 650 soldados israelíes montan guardia en la vieja ciudad, que ha sido sellada, “esterilizadas” (según la fórmula oficial) sus calles —cerradas todas sus tiendas, las puertas principales de las viviendas, todos los comercios— de modo que pasear por allí es recorrer una ciudad fantasma, sin gente y sin alma.

 Hace once años deambulé por estas calles muertas; lo único que ha cambiado es que han desaparecido los insultos racistas contra los árabes que decoraban sus muros. Pero por todas partes aparecen siempre las barreras con soldados y continúa la prohibición para que los árabes circulen en coches por las calles del centro, lo que les obliga a dar un enorme rodeo a campo traviesa para pasar de un barrio a otro.

 Los israelíes que me acompañan —son cuatro— me dicen que lo peor de todo es que ahora ya nadie habla del horror que es Hebrón y las tremendas injusticias que allí se cometen contra sus 200.000 vecinos para, aparentemente, proteger a 850 invasores."                (Mario Vargas Llosa, El País, 01-07-16)