"Dean Issacharoff nació hace 25 años en una
familia muy sionista. Su abuelo fue miembro de uno de los grupos judíos
clandestinos más radicales que actuaron contra el ejército británico
antes del establecimiento del estado de Israel en 1948, y también contra
los árabes, de manera que no es extraño que cuando lo llamaran a filas
se fuera de voluntario a una unidad de combate.
Hizo el curso de oficiales durante más de un
año y ya como teniente lo destinaron a Hebrón, donde en seguida le
dieron instrucciones claras: “La primera orden que me dieron fue que si
veía a un colono hacer cualquier cosa ilegal, yo no podía hacer nada”. Y
pronto, durante el servicio en Hebrón, se dio cuenta de cómo
funcionaban las cosas en los territorios ocupados.
“Los colonos se comportaban muy amablemente
con nosotros, nos traían caramelos, chocolate y otras golosinas; nos
traían cosas de comer y siempre estaban cerca de nosotros; sin embargo,
existía una atmósfera muy violenta”, recuerda Issacharoff recorriendo ya
como civil las calles de Hebrón cerradas a los palestinos.
En
el centro de Hebrón viven medio millar de colonos que están
permanentemente protegidos por un número mucho más elevado de soldados.
El centro de Hebrón es una ciudad fantasma, con todos los comercios
cerrados y por donde solo circulan los coches de los colonos, los únicos
vehículos autorizados a pasar por los controles militares.
La colusión entre los colonos más radicales y
el ejército es continua. Este miércoles las fuerzas de seguridad han
desalojado a 250 colonos de Amona, un asentamiento construido sobre
tierra privada palestina, pero simultáneamente el gobierno ha anunciado
la construcción de otras 3.000 viviendas para colonos en distintos
asentamientos de los territorios ocupados.
“Recuerdo un día en que los palestinos izaron una bandera en uno de sus
edificios, y al verla los colonos se volvieron locos. Vinieron a donde
estábamos las tropas y protestaron enérgicamente, de manera que el
ejército fue a quitar la bandera, aunque no era ilegal ni los soldados
teníamos por qué retirarla. Un oficial le dijo a un palestino del barrio
que si no la quitaban, arrestaríamos a un niño, de manera que los
palestinos la sacaron”, dice Issacharoff.
“Los colonos nos daban de todo y nos
invitaban a cenar cada viernes, cuando comienza el shabat, pero esos
mismos colonos nos tiraban piedras si queríamos proteger a los
palestinos de su ira. Estaba claro que los colonos nos utilizaban a los
soldados para sus intereses, es decir para controlar a los palestinos”,
recuerda Issacharoff.
“La situación es muy clara y puede resumirse
de manera sencilla de la siguiente manera: cuando un palestino tira una
piedra es un terrorista, pero si la piedra la tira un colono, no es
terrorista”, dice el teniente de la reserva.
“La influencia de los colonos en el
ejército no es casual. En realidad existe una simbiosis entre los
colonos y los soldados que ya dura cinco décadas”, dice Yehuda Shaul, de
la ONG Rompiendo el Silencio, que acaba de recopilar declaraciones de
numerosos soldados y oficiales que dan cuenta de la “simbiosis” entre
estos dos grupos de israelíes cuya labor principal se desarrolla en los
territorios ocupados, y de la que el gobierno está al corriente.
“Nuestro último informe se ha preparado
tras el incidente del pasado mes de marzo, cuando un sargento, Elor
Azaria, remató a un palestino en el centro de Hebrón”, dice Shaul. El
incidente dio la vuelta al mundo porque fue grabado en un video. Diez
minutos antes, el palestino había intentado apuñalar a un soldado pero
fue abatido y cuando el sargento Azaria lo remató se hallaba en el suelo
inmóvil e inerte.
“La relación entre los colonos y los
soldados es muy estrecha”, dice Yehuda Shaul, que hace unos años también
estuvo destinado en Hebrón como sargento. “Existe el sentimiento de que
los soldados estamos aquí para proteger a los colonos por la sencilla
razón de que los colonos son israelíes y los soldados también”.
Un caso paradigmático de la simbiosis entre
los colonos y el ejército, dice Shaul, es el de los vigilantes armados
que patrullan por las colonias, y que son civiles aunque reciben un
salario del ejército. “La realidad es que no está claro dónde empieza lo
civil y dónde acaba lo militar”, dice Shaul, y todo el mundo, empezando
por el gobierno, deja que exista esta confusión porque sirve a sus
intereses.
Los soldados saben que no están autorizados
a adoptar ninguna medida contra los colonos. Por supuesto, en ningún
caso pueden tocarlos. Si un colono comete un delito flagrante delante de
un soldado, el soldado debe permanecer impasible y lo máximo que puede
hacer es llamar por teléfono a la policía puesto que solo la policía, y
no el ejército, tiene jurisdicción sobre los ciudadanos israelíes.
La ley es distinta para judíos y
palestinos. A un palestino de doce años que arroje una piedra a un judío
no se le considerará terrorista y no menor, mientras que a un colono de
17 años que arroje una piedra a un palestino sí que se le considerará
menor. Evidentemente, los niños y los adolescentes judíos lo saben y
aprovechan la ocasión para actuar con impunidad delante de los soldados." (Eugenio García Gascón, Público, 01/02/17)
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