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3/7/24

La represión de los guerrilleros: los suicidios de mujeres que tenían hombres en la guerrilla que, por evitar las constantes torturas y violaciones, acaban quitándose la vida... las deportaciones masivas como forma de castigo... el uso de los lugareños como escudos humanos... la exhibición de cadáveres, como uno que en 1951 tiraron los guardias civiles en una encrucijada, obligando a los transeúntes a pisar sobre él... no son excesos, sino el resultado de un plan concebido y trazado desde las más altas instancias en un intento de exterminar físicamente cualquier resto de resistencia o disidencia antifranquista... Orden de Franco: «Que hagan saber a los vecinos de los pueblos respectivos que, en caso de realizarse una agresión a nuestras fuerzas en el término municipal, se fusilará en la plaza del pueblo a dos personas de las que figuren en la relación de sospechosos, por cada víctima que la agresión produzca»

 "En estos días en que se habla de derogar leyes de memoria democrática y promulgar un engendro llamado ley de la concordia que pretende tergiversar la verdad histórica hasta la indecencia, se publica el ensayo de Arnau Fernández Pasalodos 'Hasta su total extermino. La guerra antipartisana en España, 1936-1952' (Galaxia Gutenberg). Este libro muestra que la guerra del ejército de Franco contra la República no acaba en 1939, continúa de forma irregular -por lo irregular de las fuerzas contendientes- hasta 1952, sobre todo en la España rural.

Estamos hablando del 'maquis', pero estudiado con particular sagacidad por Fernández Pasalodos en el contexto de las prácticas de guerra antipartisana en el teatro europeo de la época. Asimismo, el historiador se centra en la perspectiva de actuación de la Guardia Civil por ser el cuerpo de seguridad protagonista en las operaciones contrainsurgentes.

La investigación sobre la que Fernández Pasalodos sustenta este libro es abrumadora. A partir de la consulta de casi una treintena de archivos -entre ellos, militares y de la Guardia Civil-, hemerotecas y una extensa bibliografía, el autor indaga en las motivaciones, formas de actuación individual y colectiva del instituto armado contra partisanos y ciudadanos, y formas de vida de este cuerpo de seguridad que ejerció la principal represión en las zonas rurales durante el periodo 1936-1952.

El 18 de junio, el presidente de la Cámara balear, Gabriel Le Senne (Vox), arrancó y rompió, con un gesto de gran violencia y desprecio, la fotografía de Aurora Picornell que la diputada socialista Mercedes Garrido tenía pegada a la tapa de su ordenador portátil. Sabía lo que estaba haciendo, como también lo sabía Mercedes Garrido. Ella, reivindicar la memoria de una mujer torturada, asesinada, abandonada en una fosa por un régimen ilegal que llegó al poder a través de un golpe de Estado y una guerra devastadora. Él, impedir el reconocimiento y la memoria tanto de Aurora como de todas las víctimas del franquismo. Al romper su foto y negarle un espacio público, ya sea en el Parlamento o en las calles, Vox, apoyado por el PP, pretende perpetuar uno de los preceptos de la dictadura: eliminar y hacer desaparecer cualquier disidencia, primero físicamente y después de la memoria y la historia.

Traigo a colación la escena del Parlamento balear porque muchas de las víctimas de la guerra partisana que estudia Fernández Pasalodos ni siquiera están reconocidas como tales; muchas fueron víctimas civiles asesinadas extrajudicialmente y enterradas en fosas y lugares desconocidos. De muchas mujeres y hombres no nos queda un nombre que reivindicar, una foto que exhibir. Señala el autor: «Entre 1945 y 1952, el 75% de las víctimas mortales causadas por la Guardia Civil y otras fuerzas antiguerrilleras en las comarcas castellonenses no fueron guerrilleros, sino civiles». Para el régimen, estas víctimas representaban la 'anti-España' (¿escuchan cierto eco?), el enemigo que se debía «combatir y exterminar» después de 1939.

A diferencia de otras guerras partisanas, la española era una contienda contra sus ciudadanos, pero «la retórica golpista desposeyó de su condición connacional a todo aquel señalado como representante de la antiEspaña». Entre ellos estaba cualquier persona sospechosa de tener vinculación con los guerrilleros, incluyendo la afectiva y familiar: mujer, hijos, padres, hermanos, familias enteras fueron exterminadas en actuaciones paralegales amparadas por el Estado. Se podría pensar que esta orden de Franco de 1938 se eliminaría a partir del 1 de abril de 1939: «Que hagan saber a los vecinos de los pueblos respectivos que, en caso de realizarse una agresión a nuestras fuerzas en el término municipal, se fusilará en la plaza del pueblo a dos personas de las que figuren en la relación de sospechosos, por cada víctima que la agresión produzca». Y sin embargo, la práctica de venganza redoblada, a la que se debe añadir la tortura como forma sistemática de castigo, se siguen dando después del 39 y, de hecho, se recrudecen a partir de la 'Ley de Bandidaje y Terrorismo' de 1947. A partir de entonces, se permite combinar la ley con los métodos extrajudiciales anteriores.

Fueron los años gloriosos de la llamada «ley de fugas», la forma de encubrir legalmente ejecuciones ilegales. Camilo Alonso Vega, director de la Guardia Civil y amigo íntimo de Franco, así se lo decía a sus subordinados: debían usar masivamente la ley de fugas. Cuenta el autor que la Nochebuena de 1946 el caudillo recordó a su amigo que los guardias podían «disparar sin previo aviso». Desde las más altas instancias no solo se permitió, sino que se potenció el asesinato inmediato y sin proceso debido, y se castigó a los guardias que no cumplían las órdenes. El régimen no quería prisioneros que, con su presencia, mostraran que la guerra no había acabado, tampoco había lugar para la redención o el perdón. La ley sirvió, además, para 'limpiar' disidencia civil: si un operativo fracasaba, «era frecuente que los guardias civiles se vengasen ejerciendo violencia sobre posibles colaboradores, lo cual hizo que la mayor parte de las víctimas de la ley de fugas no fuesen partisanos, sino paisanos», explica el autor.

Hay tanta violencia diseñada y perpetrada por hombres con nombres y apellidos -que el autor recoge minuciosamente-, tantas acciones crueles de consecuencias terribles: los suicidios de mujeres que tenían hombres en la guerrilla -«bandidas y putas», las «putas de los rojos»- que, por evitar las constantes torturas y violaciones, acaban quitándose la vida; las deportaciones masivas como forma de castigo, de romper comunidades y destrozar los vínculos para aislar a los partisanos; el uso de los lugareños como escudos humanos; las recompensas en metálico por cada guerrillero -o sospechoso de serlo- muerto y los ascensos firmados por Franco; el castigo contra los guardias que rechazaban la violencia ilegal; la exhibición de cadáveres, como uno que en 1951 tiraron los guardias en una encrucijada, obligando a los transeúntes a pisar sobre él.

Lo que cuenta Fernández Pasalodos no son excesos, sino el resultado de un plan concebido y trazado desde las más altas instancias en un intento de exterminar físicamente cualquier resto de resistencia o disidencia antifranquista. Por suerte, algo de todo esto queda en los archivos y la memoria heredada y, por suerte, tenemos historiadores como Fernández Pasalodos que nos recuerdan la importancia de defender la memoria democrática."

(Edurne Portela, escritora e investigadora. Revista de prensa, 30/06/24. Este artículo se publicó originalmente en El Correo.)

5/5/23

“Yo prefería morir de un tiro que no de torturas, porque al dueño que tenía yo le mataron y le arrancaron los testículos la Guardia Civil y conforme otros que, enclavando con cañas debajo las uñas, los dejaron deshechos, yo por quedarme así prefería morir de un tiro, por esto me metí en guerrillas”

"Elena Solanas viene de un silencio antiguo y muy largo; de una familia a la que el miedo llevó a levantar muros de mutismo, secretos y apenas algún susurro en torno a la misteriosa figura de un hermano de su abuela; de la resignación como única opción que durante años condenó a tres generaciones a no saber, a callar, a no preguntar. Al silencio, siempre el maldito silencio.

Han pasado 19 años desde que, en 2004, harta de desconocer su historia familiar, Elena Solanas dijo ‘basta’ y comenzó a tocar puertas, a buscar, a preguntar. Su lucha ha ido “tomando forma”, pero no cesará hasta poder romper el silencio que le robó parte de su historia. Esa es su batalla: “Descifrar el enigma familiar”, al tiempo que visibiliza la verdad, hace justicia y sitúa la figura de su tío en el lugar que merece para que “su memoria perdure para siempre en este trozo de mundo”.

Solanas no pierde ocasión para pronunciar el nombre completo de su tío: Florencio Pla Meseguer. En su honor comenzó a referirse a ella misma como una “guerrillera de la historia, de la verdad, de la memoria” y, como muestra de que no desmerece en absoluto el cargo auto otorgado y, por supuesto, en honor a Florencio, escribió Florencio Pla “La Pastora”. La dignitat robada (Sembra Llibres, 2023).

“Florencio se merecía ser puesto en el lugar que le corresponde, ser tratado como una persona y no como un mito”, escribe su sobrina, que asegura que su voluntad no es otra que “arrojar un poco de luz sobre lo ocurrido, enviar el mensaje de que no podemos callar, proyectar por fin que Florencio Pla Meseguer era una persona; una persona que se vio involucrada en ser maqui, ser mito, ser personaje, ser el hombre del saco”.

Florencio Pla Meseguer es uno entre tantos con una historia silenciada por contar. Último maqui del País Valencià, popularmente conocido como “La Pastora”, fue una entre tantas víctimas del franquismo; uno entre tantos supervivientes de la España “más negra y oscura”. No fue un criminal. Aunque tampoco fue un héroe. Fue, en palabras del historiador Raül González Devís, “un verdadero superviviente, una persona que resistió a la incomprensión, al aparato represivo, a los años de soledad, a la prisión e, incluso, al relato oficial y mediático”.

Reconoce Elena Solanas que, cuando comenzó a investigar sobre la biografía de su tío, estaba “súper preparada” para descubrir la vida de un criminal. Al fin y al cabo, así lo habían descrito los pocos que presumían de ser portadores de una verdad que, con los años, se ha demostrado absurdamente falsa. “No me he encontrado a nadie que me haya dicho una palabra fea”, insiste una y otra vez su sobrina, que sonríe al contar que quienes lo conocieron coinciden al recordarlo como una “buena persona, noble, trabajador, un poco tímido”, que en algunos momentos de su vida se vio atrapado en una profunda soledad.

A Solanas le daba “miedo” que las generaciones que la sucedieran olvidaran su lucha por reconstruir los pasos de Florencio. Que su esfuerzo se desvaneciera en un “tuvimos una tieta que buscaba algo de un antepasado”. Que, de nuevo, la verdadera cara de su tío quedara relegada a la negrura. Su idea, cuenta, era “dejar un testimonio escrito para la familia del recorrido y qué se había conseguido”.

Apenas unas páginas que dieran cuenta de su legado familiar. Su participación en el documental No s’apaguen les estreles y la intervención de Xavi Sarrià convirtieron una decena de páginas en un libro: “Elena, creo que esta historia debería ver la luz, creo que es muy importante lo que estás haciendo”, la animó el cantante y escritor. Unos diez días después, terminó el manuscrito en el que encajaban gran parte de las piezas de su particular 'puzle', que tuvo que “reconstruir pieza a pieza con retales de recuerdos y conversaciones que guardaba en el corazón desde que era pequeña. Sembra Llibres, dice, dio el “ok” y Florencio Pla “La Pastora”. La dignitat robada comenzó a convertirse en realidad.

“La memoria histórica necesita dignidad”, defiende la autora. Y, tras poner negro sobre blanco la historia robada de su familia, el triunfo conseguido es digno de celebración: “Cuando en casa se espolsen los álbumes de fotografías antiguas y vuelvan a ver la luz aquellas fotos envejecidas o se vuelvan a leer aquellas cartas escritas a mano, se podrán añadir comentarios cargados de orgullo y añoranza a los protagonistas de aquellos documentos”.
La historia

En febrero de 1949, la Guardia Civil detuvo, torturó y posteriormente ejecutó a Francesc Gisbert Prades, marido de una de las propietarias de la masía de la Pastora —a cuatro kilómetros de la Pobla de Benifassà—, tras descubrir su vinculación con los maquis de la zona. Florencio, que desde 1943 trabajaba para Gisbert y había intercedido para que los guerrilleros entraran en contacto con él, no tuvo alternativa. Se convirtió en uno más de los 600 integrantes de la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón.

“Yo prefería morir de un tiro que no de torturas, porque al dueño que tenía yo le mataron y le arrancaron los testículos la Guardia Civil y conforme otros que, enclavando con cañas debajo las uñas, los dejaron deshechos, yo por quedarme así prefería morir de un tiro, por esto me metí en guerrillas”, explicaba años más tarde el propio Florencio en un documental.

La historia de Florencio Pla Meseguer es, en palabras de Elena Solanas, la “historia de la Pastora que hay en todas las casas”. “Este libro es de miles de Pastoras que están por todas partes. De mil silencios. Quiero que sirva de espejo para muchas historias, para alentar a esa gente que tiene ganas de hablar, pero les da miedo, no saben por dónde ir, piensan que lo suyo es ridículo o les da vergüenza”, reivindica.

Casi a diario, recibe llamadas de personas que, tras saludarla, le pasan el teléfono a sus padres. Solanas se emociona al relatar que muchos de ellos solo son capaces de darle las gracias. Aquellos que encuentran las palabras le piden que continúe luchando: “Me dicen que soy su voz; que no me deje acobardar; que si alguien me dice que lo que cuento es mentira, no es verdad porque ellos lo vivieron”.

Solanas menciona un caso concreto. El día anterior en que atiende a El Salto por videollamada, le llamó una mujer. “Sigue adelante —le animó—. Yo había dejado de buscar a mi abuelo, porque veía que era inútil, y me has dado fuerzas para no desfallecer». Para ella, “este es el hito de este libro: que esta mujer seguirá buscando a su abuelo”, que, todos aquellos familiares de víctimas de la multitud de herramientas represivas del franquismo, “serán retornados al sitio que les corresponde”. La misma historia que los convirtió en monstruos les devolverá la condición de “personas que se enfrentaron a un momento duro y extraordinario de nuestro pasado reciente”. “Que no gane el silencio y el miedo”, sentencia.

Un monstruo fabricado

Florencio Pla Meseguer nació el 1 de febrero de 1917 en el mas de la Pallisa, en el término municipal de Vallibona, con el nombre de Teresa. Una malformación genital congénita y el deseo de sus padres de evitarle el servicio militar, por el temor instaurado tras las tragedias de las guerras de Cuba y Marruecos, determinaron que fuera bautizado como mujer. Condenado a una identidad de género que no era la suya, Florencio aprovechó su adhesión a la guerrilla para cortarse el pelo, adoptar vestimenta masculina y hacerse llamar con el sobrenombre de Durruti.

Sin embargo, poco antes de convertirse en maqui, fue víctima de la crueldad de un grupo de guardias civiles, con el teniente Mangas a la cabeza. Tras acorralarlo en el mas de la Pastora, lo obligaron a mostrarles sus genitales. “Tenían curiosidad por saber cómo una pastora era mitad hombre y mitad mujer. Yo les había vendido zorzales, a los somatenes, y ellos contaron mi anomalía a la guardia civil. El teniente Mangas hizo caso omiso de todas las reglas y me hizo desnudar, hasta que saciaron su curiosidad. Y cuando acabaron, me dijeron: ‘Bueno, a hacer bondad’. Y sentí mucha rabia, mucha impotencia”, relataba Florencio la humillación en una entrevista en El Temps.

Por su parte y desde sus inicios, la lucha de Elena Solanas sobrepasó la mera investigación histórica para convertirse en una batalla a ultranza para “curar una herida abierta” y dignificar la figura de Florencio Pla Meseguer. Para humanizarlo. Para contrarrestar el relato que, con el semanario Por qué y El Caso como insignes propagadores de falsedades, construyó el personaje de la cruel, criminal y monstruosa Pastora, “con rasgos hombrunos” y mujer con una “patológica sed de crímenes”. Para callar, de una vez por todas, a todos aquellos que gritaron “¡Viva la Guardia Civil, que ha atrapado a la Pastora, mujer de bajos instintos, fea, mala y pecadora!”.

Solanas pugna por erradicar el discurso que “lo trató despóticamente como hermafrodita” y “poner fin a la morbosidad que eso comporta”. “Se han dicho muchas mentiras sobre él. No puede ser que de las falacias hagan una realidad que no es. Es mentira que la familia lo rechazó o que su madre lo hizo trabajar con las ovejas para evitar que fuera apaleado por sus dos hermanas. No se puede quedar el relato franquista sobre él que se amplificó durante los años sesenta en medios como El Caso e Interviú en que lo describían como una mujer lésbica cruel, monstruosa. Como un criminal (…). Qué crueldad y cuántas mentiras que ha impuesto el poder. Ni Teresa, ni Teresot, ni Tereseta, ni el terror del Caro. Ya está bien”, denuncia.

Recuperar su figura

En 1960, Florencio fue detenido en Andorra, donde sobrevivía desde 1956 como pastor y dedicado a la compraventa de tabaco. Fue trasladado por la Guardia Civil a la Seu d’Urgell para ser interrogado y, veinte días después, ingresó en la prisión de Lleida y, posteriormente, en la de Tarragona. Finalmente, el 30 de mayo de ese mismo año, lo encerraron a la prisión celular de mujeres de València.

Tras ser sometido a dos consejos de guerra, en Tarragona y València, fue condenado a dos penas de 25 años de prisión por los atracos de l’Ametleral de Paüls y els Reguers, en el primero, y a pena de muerte en el segundo, acusado sin pruebas de 29 asesinatos en las provincias de Castellón y Teruel. Esta última sentencia fue conmutada por 30 años de prisión.

Las garras de la persecución y la represión de la que fue víctima Florencio alcanzaron sin remedio a su familia. Una de sus hermanas, Vicenta Pla Meseguer, fue acusada junto a su marido, Juan José Roig Nadal, de recibir y ocultar en su domicilio “en tres ocasiones distintas” durante diciembre de 1948 a unos bandoleros acompañados por Florencio. A pesar de que años después se demostró la falsedad de estas acusaciones, la falta de pruebas no impidió que fueran condenados a dos años, tres meses y quince días de prisión.

La misma noche que detuvieron a la hermana de Florencio, la Guardia Civil interrogó a su hija de 10 años, que no es otra que la madre de Elena Solanas. Sentada durante toda la noche en una silla en el comedor de casa del alcalde de Castell, por quien habían sido denunciados sus padres, las únicas palabras que los agentes obtuvieron de aquella niña fueron un valiente “no lo sé” repetido hasta quedarse sin aliento.

“Se ha dicho que la familia no queríamos saber nada de él, que lo habíamos repudiado”, se entristece Solanas, pero no tarda en corregir que estas afirmaciones son “absolutamente falsas” y han sido formuladas por personas “con pocas ganas de conocer la verdadera historia”, “ansias de protagonismo” y una particular obsesión por “seguir usando las falacias para el interés propio”.

Cuando la sobrina de Florencio comenzó su lucha por dignificar a los protagonistas de su árbol genealógico, nunca antes se había escuchado su versión. Nadie se había preocupado por conocer a la familia de Florencio. Lamenta que están “acostumbrados a recibir”, a sentirse “muy atacados y agredidos”, pero la publicación del libro ha servido para “comenzar a vivir con un poco más de tranquilidad”. “Ya nadie me cuestiona”, celebra su victoria.

Florencio pasó 17 años de su vida en la cárcel, hasta que en julio de 1977 le fue concedido el indulto. Fijó su residencia en Olocau, en la casa de un funcionario de prisiones con quien había forjado una gran amistad. El 1 de enero de 2004 su muerte fue inscrita con el nombre de Florencio Pla Meseguer, pues en la década de los 70 realizó los trámites pertinentes para cambiar su nombre y que se le reconociera legalmente su identidad masculina.

Dicen que murió feliz, sereno, tranquilo.

Tras abandonar la prisión, Florencio no volvió a ver a su familia. Consciente de su sufrimiento a causa del relato criminalizador construido por la prensa de la época y, para intentar protegerlos, tomó la decisión de evitar cualquier tipo de contacto y pasar desapercibido.

Elena Solanas nunca conoció a su tío. Comenzó a buscar retales de su biografía pensando que había fallecido en 1990. La rabia y la tristeza se apoderan de ella al explicar que la primera pista de su investigación la llevó a descubrir que Florencio había muerto en 2004, precisamente el mismo año que comenzó a trabajar para desvelar su historia. “Cuando supe que nos habían mentido, que nos habían hecho creer que mi tío estaba muerto, sentí, muy metafóricamente, que me arrancaron mi corazón. Se me quedó un dolor. ¿Sabes cuando te dan un puñetazo en el estómago?”, rememora.

Le habían robado su historia. Parte de su identidad. Tenía que recuperarla. Y, aunque Elena Solanas nunca conoció personalmente a Florencio Pla Meseguer, no duda ni un instante qué le diría si lo tuviera delante: “Que le quiero y que estoy muy orgullosa de él, por cómo era, por buena persona, por luchador. Que soy quien soy porque vengo de donde vengo”.        (María Palau, El Salto, 30/04/23)

27/4/23

“El Alto Tajo está lleno de fosas”... un sindicalista de Lebrancón fue detenido y desmembrado

 "El escritor Alan Herchhoren lo tenía muy claro cuando inició su investigación sobre la historia de la lucha guerrillera durante la guerra civil en la provincia de Guadalajara. Había que contarlo. Lo que se pudiese. Y empezó su trabajo en casa, con su abuela, cuyo hermano, Manuel Merodio, participó en estos escuadrones dispersos en los montes durante la guerra civil española.

“No se trata sólo de los efectos de la guerrilla, sino también de la represión cuyos efectos siguen viéndose a día de hoy. Son personas que se lucraron con la represión, su situación económica y social fue totalmente diferente antes y después de la guerra”, explica.

Herchhoren publicó en febrero de este año 'La lucha guerrillera durante la Guerra Civil', gracias a la mediación del profesor Francisco Alía, que dirige el Plan regional de Memoria Democrática de Castilla-La Mancha. Era en principio su trabajo de fin de grado, pero que se amplió con posteriores visitas a archivos. “Empezó todo como una investigación familiar, que luego ha tenido que ser académica, pero tiene un lenguaje más cercano porque el objetivo era el de la difusión. Que la gente de Guadalajara que lo lea, pueda ver reconocidos los lugares que menciono, o que incluso de pie a seguir con esta investigación”, señala.

¿Qué fue la lucha guerrillera?

El trabajo de Herchhoren se ha publicado en el marco del Plan regional de Memoria Democrática, porque contiene aspectos muy innovadores que no se conocían hasta ahora, especialmente en la zona de la provincia de Guadalajara y, concretamente, en la comarca de Molina de Aragón. Pero principalmente se trata de divulgar qué fue la lucha guerrillera durante el conflicto bélico civil en nuestro país y que estuvo compuesta por partidas de soldados republicanos encargados de atacar la retaguardia enemiga.

Los guerrilleros, entre los que se encontraba el hermano de la abuela de Alan, por ejemplo, fueron entrenados por las Brigadas Internacionales y también por militares soviéticos que llegaron a varios puntos de la provincia de Guadalajara, como Cifuentes, Trillo o Canredondo. La guerrilla que ha estudiado Herchhoren es uno de los “pocos” ejemplos conocidos de lucha clandestina durante el conflicto bélico. La mayor parte comenzó al finalizar la contienda, en abril de 1939. La investigación incluye también las memorias de Lino Muela Román, llamadas 'Historia de un muerto resucitado'. Cuenta la experiencia del guerrillero en primera presona, gracias a los diarios que escribió durante su tiempo en la lucha clandestina.

Las investigaciones previas a su trabajo, señala en el libro, han sido “del todo superficiales”. Y, de hecho, lo primero que se conoce sobre este tipo de escuadrones vino “a través de historiadores franquistas que sentían, en general, un gran menosprecio por el ejército republicano. El edificio sobre el que se construyen las investigaciones comienza con malos cimientos”, opina.

“En todos los pueblos hay muertos en los montes”

“Hubo sindicalistas del campo que se convirtieron en guerrilleros antifascistas que, a día de hoy, siguen enterrados en fosas comunes y cunetas. Todo el Alto Tajo, toda la comarca, está llena de fosas comunes sin identificar y esta realidad sigue en los pueblos, porque en todos hay muertos en los montes. Fueron personas entrenadas por instructores internacionales que tras la guerra civil llegaron a tener trayectorias militares increíbles”, explica el investigador, graduado por la Universidad de Alcalá. 

Todo el frente del Alto Tajo, explica en el libro, estuvo “cubierto” por las distintas compañías guerrilleras, que llegaban incluso hasta Cuenca. “El Alto Mando republicano no dudó en aprovechar el conocimiento de sus guerrilleros y lo abrupto del terreno”, resalta la investigación.

Pero para Herchhoren la importancia de su trabajo recae no sólo en conocer la guerrilla, sino también en la represión que sufrieron estas personas y que los responsables de los castigos asegura, llegaron a ocupar con posterioridad cargos, entre otros, en la Audiencia Nacional o en el Tribunal Constitucional.

Cita el caso de Raimundo Ochaíta Bachiller, al que llamaban 'El pollero', por el uso que hacía de la bayoneta con sus víctimas. “Esta persona tuvo el reconocimiento de toda la élite de Guadalajara. Su nombre era conocido desde la ciudad hasta Barcelona”, explica. “Me llegaron a contar que este señor iba, ya en democracia, vestido de falangista, arrancando los carteles de Izquierda Unida”, afirma. 

 Ochaíta Bachiller, que era juez de paz, formaba parte de la llamada 'Guerrilla de Cobeta', una suerte de 'contrapartida' a las guerrillas antifascistas, junto al médico Eugenio Peña. El testimonio recogido de Lino Muela, señala que muchas personas involucradas en las guerrillas decidieron volver a sus casas, donde eran luego detenidos y llevados a los cuarteles de las localidades de Maranchón y Cobeta.

“Contra cualquier tipo de resistencia. La idea era eliminar cualquier apoyo a cualquier disidencia. Tenemos el caso concreto de un sindicalista de Lebrancón, un pueblo en la comarca de Molina, que cuando acabó la guerra y volvió al pueblo fue detenido y desmembrado. La familia nunca más supo de él”, concluye el investigador. Su nombre era Cesáreo Martínez y fue identificado por la Guardia Civil tras el conflicto bélico."                      (Francisca Bravo , eldiario.es, 20 de abril de 2023)

10/4/23

Viador, o verdugo que aínda mete medo... Un día como hoxe de 1940 era executado pola guerrilla de Luís Trigo Chao “O Gardarríos”, o falanxista lugués José Viador Traseira. 83 anos despois da súa morte o seu nome segue metendo medo en terras galegas e asturianas... apoderouse “valéndose do medo que infundía e da violencia coa que actuaba” dunha grande propiedade de 691,50 hectáreas de monte comunal na Fraga Vella

 "Estaba feito da mesma madeira que Mario González Zaera, xefe da Falanxe galega con quen loitaba desde antes de 18 de xullo de 1936 polo control da organización fascista. Era de idénticos sentimentos aos seus fieis subordinados Manuel Díaz Gómez “O Chaquetón” e Manuel Castro Castro “ O Rei de Eirexalba”, xefes de escuadras negras e sementadores de morte na comarca de Sarria.

Chamábase José Viador Traseira e foi dos primeiros en vestir a camisa azul naquel Lugo de esperanzas republicanas. Xefe da Falanxe desde marzo de 1936, chegou ao cargo após baterse con obreiros e demócratas, pasando polo cárcere en 14 ocasións con anterioridade ao golpe militar.

Sacado da prisión de Lugo para dirixir as milicias da Falanxe Española, significouse como un duro entre os duros na trama represiva fascista. Segundo anotou en 20 de agosto de 1936 no seu diario, Xosé Ramón e Fernández Oxea “Ben-Cho-Shey”, naquela altura residente en Lugo, “o inmoral Viador, quen tiña da súa parte a todos criminais sedentos de sangue inocente e o que resulta aínda máis inconcibíbel as nenas góticas que presumen de católicas”.

 Nunca lle tremeu a man para facer mal. O seu nome ficou asociado a unha chea de episodios de terror ao longo de diversas localidade galegas e asturianas. Foi implacábel cos adversarios, os propios e os indiferentes, convertendo o terror no seu particular libro de estilo na política e nos negocios.

As xentes de Viador

Viador aínda meto na Mariña, na Corda ou na Terra Cha. E lémbrano con uniforme e correaxe a carón de Divino Folgueiras, o xefe de milicias de Falanxe de Cospeito a facer mal sempre aos seus, de Baltasar Pérez “O Vinculeiro” da Pastoriza a mover os fíos do terror na Corda ou das bestas do Cangrexo a levar a morte dunha punta a outra da Mariña.

O fascista lugués  vive naquela Asturias que sobo da actuación da Bandeira Lexionaria de Lugo, un corpo de voluntarios fascistas que tomou parte no combate, persecución e asasinato de demócratas, caracterizándose pola súa crueldade. Neste sentido, El Progreso no momento da súa morte ,“organizou varias centurias, mandou as primeiras forzas da Falanxe de Lugo e Ourense que operaron en Asturias”.

Foi un máis entre moitos que usou e abusou da súa responsabilidade para facer caixa. Tal é como sinalou Ana Cabana en La derrota de lo épico, apoderouse “valéndose do medo que infundía e da violencia coa que actuaba” dunha grande propiedade de 691,50 hectáreas de monte comunal na Fraga Vella, pertencente á veciñanza de Mondoñedo, Alfoz e Abadín.

O axustizamento

O axustizamento de Viador representou o primeiro golpe da guerrilla aos xerarcas fascistas implicados na represión no norte galego. Ao atardecer de 9 de abril de 1940, mentres facía a súa rolda habitual a cabalo pola finca da Fraga Vella, recibiu varios disparos que lle provocaron a morte. A fin de evidenciar a natureza política da execución, nunha practica habitual neste tipo de actuacións, colocaron o seu corpo coa cabeza cara arriba e deixaron a carón do cadáver o seu reloxo, o diñeiro así como o seu armamento.

A acción foi realizada polo grupo guerrilleiro de Luís Trigo Chao “O Gardarríos” e contou cun grande apoio popular. Neste sentido, a guerrilla de dirección socialista do norte galego abriu un camiño polo que transitou to a insurxe para facer xustiza cos verdugos."               (Cilia torna, Nós, 09/04/23)

5/8/22

“Perdón” y “Paz”: la carta de una nieta de un represor franquista a las víctimas de su abuelo en un pueblo de León

  "Una cascada de dolores y perdones. Muchísimas décadas después. Eso es lo que una sencillísima carta manuscrita que ha aparecido en el pueblo de Santa Eulalia de Cabrera (municipio de Encinedo en la provincia de León) ha conseguido arrancar a raíz de reconocerse de manera por primera vez pública y directa algunos salvajes asesinatos de represión ocurridos en la comarca leonesa de la Cabrera, que fuera santuario de la primera guerrilla antifranquista de España, con el mítico Manuel Girón como uno de sus líderes.

La carta del perdón final, asumiendo aquellos crímenes siempre conocidos pero jamás aireados, está firmada por Gema Rodríguez Ballester. Ella ha querido hacer el esfuerzo que varias generaciones obviaron y escribir el reconocimiento de algunas muertes de la represión en la dura posguerra de esta comarca, repleta de violencia silenciada durante décadas. 

 En la puerta del Cabildo del pueblo, el punto donde de manera habitual se sitúan escritos y avisos oficiales o populares, ella pegó hace unas semanas una carta de su puño y letra que seguro que fue difícil de escribir. Decorada con unas flores, el texto reza así: 

 “Santa Eulalia. 7 de julio de 2022

Estas flores blancas son para el hombre y la mujer, cuyos nombres desconozco, vecinos de Santa Eulalia de Cabrera, que en los años 50 fueron torturados y asesinados a manos de mi abuelo, Benjamín Rodríguez Cañueto, y de su hermano pequeño, José Rodríguez Cañueto. Ambos emigraron a Sevilla, como una forma de huida, imagino.

A las familias de este hombre y esta mujer, en nombre de mi familia quiero decir:

“LO SIENTO”

Siento mucho todo lo que sucedió.

Siento mucho vuestro dolor.

Una pérdida así no se puede reparar pero con este gesto pretendo al menos reconocer la responsabilidad que mi linaje paterno tuvo en estos actos criminales.

Y pedir PERDÓN.

La guerra terminó. Que la paz sea para todos, para los que ya murieron y para los que seguimos vivos.

Que Dios tenga en su Reino a aquellas víctimas que tanto sufrieron sin comprender y a sus perpetradores, haciéndoles reflexionar sobre sus actos y haciéndoles restablecer el equilibrio en el continuum de la vida.

La Guerra terminó.

Paz para todos.

Si alguien encuentra esta carta y conoce a algún miembro de estas familias a las que me dirijo, le agradecería que les hiciera llegar estas palabras“

 No parecía conocer mucho los detalles pero sí el dolor que sin duda la actuación de sus propios familiares causó. Así, salió a la luz la historia de los Rodríguez Cañueto. Ahora se reconoce por fin que fueron ellos los artífices de la muerte de los vecinos Antonio León Carrera y Carmen Ballesteros Rodríguez un fatídico 23 de abril de 1951.

La traición que acabó con el mítico Girón

Tal y como relata y demostró en su libro 'El monte o la muerte' Santiago Macías, “mientras José fue uno de los autores materiales, su hermano Benjamín lo fue de forma intelectual, tanto para contactar con algunos miembros del último grupo guerrillero -que estaban al tanto de la operación- como señalando a los objetivos entre la población”.

Además de este episodio, también sale a la luz indirectamente una especie de demostración definitiva de que José Rodríguez Cañueto fue el artífice de la histórica traición por la que cayó El Girón, quien fuera desde 1936 la pesadilla de resistencia antifranquista en el monte para el régimen fascista de Francisco Franco.

Infiltrado en la última cuadrilla maqui de Girón, se ganó la amistad del líder y aprovechando una ocasión única le mató disparándole a bocajarro mientras desayunaba cerca de Molinaseca el 2 de mayo de 1951, desfigurándole la cabeza para causar confusión y enterrándole evitando que su sepultura se convirtiera en un referente de la lucha contra el dictador y su régimen de 40 años. Dicen que cobró 80.000 pesetas, una fortuna de la época.

Reacciones a la historia

Ahora, las simples líneas de Gema Rodríguez Ballester han desatado el perdón que reclamaban, en cascada. En el grupo de Facebook 'Cabreireses entusiastas', donde se compartió su escrito, ya son dos los familiares directos de los vecinos asesinados los que han reaccionado a los detalles de la historia.

Tere Franco afirma: “Soy nieta de Antonio León y aunque nada va a cambiar el dolor de mi abuela y de sus hijos me parece un buen gesto que desde aquí quiero dar las gracias”. Parecido mensaje que desde Francia ha escrito Carmina Cortes: “Hola. La mujer que mataron en Santa Eulalia era mi abuela Carmen Ballesteros. Gracias por reconocer públicamente el horror que cometió tu familia”, le replica ella a Rodríguez Ballester.

Para Santiago Macías, que arrojó tanta luz sobre hechos como estos, las de la emotiva carta “son unas palabras que no van a cambiar el pasado, pero honran a quien las ha escrito porque pocas veces se pueden ver cosas así”. Porque “para perdonar, alguien tiene que pedir previamente perdón”, zanja. Es así como la verdad, la historia y los sentimientos pueden ayudar a cerrar heridas."     (Carlos Domínguez, eldiario.es, 03/08/22)

8/4/22

La represión en la primera comarca valenciana ocupada por el franquismo: éxodo de rojos y subastas de sus bienes

 "El historiador Juan Luis Porcar, técnico documentalista de la UJI y activo miembro del Grup per la Recerca de la Memòria Històrica de Castelló, es uno de los grandes especialistas en la represión franquista en el norte del País Valenciano

Su última investigación se ha centrado en la represión y en la memoria en la montañosa comarca de Els Ports, la primera ocupada por el Ejército sublevado en abril de 1938. Las tropas del general Antonio Aranda entraron en Morella, capital de la comarca, el 4 de abril de 1938 y, pocos días después, llegaron al mar por Vinaròs, partiendo así en dos el territorio republicano. “Rápidamente comienzan a instalar todos los mecanismos de represión, en abril ya hay juicios sumarísimos abiertos en diferentes localidades tomadas por las tropas”, explica a elDiario.es el historiado, autor de Els Ports: franquisme i repressió, ciutadania i memòria (Onada Ediciones, 2022).

Frente a 12 divisiones republicanas, los militares sublevados contaban en su ofensiva con un total de 150.000 efectivos, 150 piezas de artillería, unos 200 carros de combate y la “ayuda inestimable y decisiva” de la aviación alemana e italiana. La entrada del bando franquista en la comarca, una de las más despobladas del territorio valenciano con una doble frontera con Catalunya y Aragón, supuso la inmediata militarización de las poblaciones ocupadas y la declaración de la ley marcial.

En su avance hacia el Mediterráneo, los sublevado ocuparon sin resistencia alguna Castell de Cabres, Coratxà, la Pobla de Benifassà, el Boixar, Fredes y el Bellestar, localidades convertidas hoy en día en tranquilos destinos de turismo rural del interior. La inmediata represión —“fruto de una planificación fría y sistemática que pretendía impedir la reorganización futura del oponente político”, sostiene Porcar— se aplicó “de forma más extrema sobre las clases sociales populares y más desfavorecidas”.

A requerimiento de la Comandancia Militar de Morella, las nuevas autoridades municipales de la comarca y los jefes locales de Falange elaboraron informes destinados a los responsables de la justicia militar sobre los vecinos republicanos. El investigador alude a un documento del alcalde accidental de Morella, Francisco Querol, que reseña el éxodo de 108 familias.

Asesinatos en caliente

El historiador ha logrado, tras un ingente trabajo en archivos y con fuentes orales, documentar las 87 víctimas mortales de la represión franquista en Els Ports, ya sea en asesinatos en caliente (incluso en prisiones) o fusilamientos. Además de decenas de familias expoliadas en aplicación de la Ley de Responsabilidades Políticas, cerca de 800 vecinos de la comarca fueron detenidos, sometidos a consejos de guerra sumarísimos y encarcelados. Un “elevado número de familias”, escribe Porcar en su investigación, huyeron tras la entrada de las tropas franquistas para no volver nunca más a sus lugares de origen o partir al exilio.

“En un primer momento Morella es la localidad que inicia los primeros sumarísimos y a partir de mayo trasladan la auditoria a Benicarló”, declara Porcar, quien destaca el papel en el asesoramiento y el control territorial de José Gilbert Ferreres, diputado provincial, delegado gubernativo en la comarca y jefe local de Falange. En una primera fase, miembros de la quinta columna y falangistas conocedores de las localidades se encargaban de la localización y detención de los rojos que no habían huido.

La obra rescata documentación sobre la vigilancia y el control de la población que asiste al sexenio de Morella en 1940 o las subastas del ganado propiedad de familias que huyeron de la represión en sesiones plenarias de ayuntamientos como el de Forcall. “El resultado fue un sistema político basado en la represión, el autoritarismo y un complicado sistema de relaciones que nos recuerda al caciquismo de regímenes antiguos”, escribe Porcar.

El índice represivo en la comarca (un 3,96% de la población) es ligeramente inferior al de la provincia de Castelló (un 3,34%) pero “sustancialmente superior a la media represiva del País Valenciano”. “Tipológicamente”, señala Juan Luis Porcar, “es muy diferente porque las muertes por fusilamientos representan mucho menos que en el conjunto del País Valenciano y hay casuísticas como la muerte en las cárceles y la represión de la guerrilla y de sus colaboradores, superior”.

La persecución del maquis

El historiador destaca los asesinatos sin juicio previo “típicos de 1938”, que descienden a partir del año siguiente “cuando se instaura toda la maquinaria judicial represiva”. Además, en las localidades con un alto índice de represión física, como Formal, el investigador ha detectado un número superior de expedientes de responsabilidades políticas incoados. Porcar también destaca la dura política penitenciaria como “herramienta de exterminio físico del nuevo régimen”.

La represión de la inmediata posguerra se prolongó, especialmente a partir de 1946, con la persecución del maquis, también en otras comarcas con presencia guerrillera como el Alt Palància o el Alt Maestrat. Entre la colaboración directa y la pasividad amistosa, las partidas guerrilleras contaron con la ayuda de vecinos, especialmente de las aisladas masías.

“Geográficamente”, apunta Porcar, “es una zona muy proclive por el tipo de montaña abrupta, es buena para escondites y las partidas guerrilleras pueden camuflarse en el terreno en cuevas”. “Es ideal para la lucha de guerrillas”, agrega. A partir de 1948, con la política de tierra quemada y la aplicación de la ley de fugas por parte de la Guardia Civil sobre el maquis en Teruel, los guerrilleros se repliegan hacia Els Ports.

 “Hay casi más víctimas de la represión que no eran guerrilleros sino población civil que ayudaba al maquis”, abunda el historiador en referencia a habitantes de las masías o republicanos que habían salido de las prisiones. “Sobre esta gente cae toda la presión de la Guardia Civil como forma de cortar la ayuda y el suministro a las partidas guerrilleras”, apostilla.  

El libro de Porcar también recoge un estudio sobre los espacios de memoria, la simbología y la nomenclatura y las fosas comunes que quedan en la comarca: “Comparo la simbología franquista que queda en el territorio frente a la que reivindica la memoria democrática”. “La conclusión es que casi duplica aun hoy en día la franquista a la republicana”, asegura Porcar."                 (Lucas Marco, eldiario.es, 02/04/22/)

8/9/21

Fusilada con sus padres a los 16 años

 "Fusilada con sus padres a los 16 años

24/5/21

Manuela la Parrillera, la maquis que lo perdió todo menos su espíritu rebelde... tovo que echarse al monte, donde tuvo un bebé que falleció. Perdió a su padre, a su pareja, a un hermano...

 "La Parrillera no fue la única guerrillera cordobesa, pero haber sobrevivido a las torturas y a la cárcel la convirtieron en memoria viva del maquis andaluz. Su biografía engrandeció su figura, aunque los hitos fueran luctuosos: la perdida de su padre en la cárcel de Valencia; la muerte de su marido a manos de la Guardia Civil; el fusilamiento de su hermano; su propia condena a pena capital, conmutada por treinta años de cárcel; y la pérdida de dos hijos, un bebé nacido en el monte y otro de diecisiete años cuando estaba entre rejas…

A Manuela Díaz Cabezas (Villanueva de Córdoba, 1920 - 2006) el apodo le venía de familia, unos humildes jornaleros oriundos de un pueblo donde el PCE había echado hondas raíces durante la Segunda República. "No eran políticamente muy destacados, pero tenían conciencia de clase. Gente de izquierdas relacionada con militantes comunistas, aunque ella nunca tuvo el carné", explica el historiador Francisco Moreno Gómez, quien en 1987 la rescató del olvido en su libro Córdoba en la posguerra (la represión y la guerrilla, 1939-1950), editado por Francisco Baena.

En su pueblo se había creado el Batallón Bautista Garcet, que participó en la batalla de Pozoblanco y en la del Ebro. "Estaba formado por la flor y nata del obrerismo de Villanueva de Córdoba, a la que se sumaron comunistas de otras localidades, quienes destacaron por su espíritu luchador", añade el autor de La resistencia armada contra Franco (Crítica), donde vuelve a abordar la figura de la Parrillera y de la Tercera Agrupación de Córdoba, gestada en otoño de 1944 y oficializada durante una asamblea en 1945.

Su jefe militar era Dionisio Tellado, apodado Mario de la Rosa o Ángel, y su jefe político, Julián Caballero Vacas, fundador del PCE y alcalde de Villanueva de Córdoba con el Frente Popular. Este último, como señalaba el estudioso Antonio Gutiérrez López en la revista Ámbitos, prefirió huir ante el avance de los rebeldes cuando la guerra civil todavía no había llegado a su fin en abril de 1939. Caballero organizó una de las partidas pioneras en la lucha antifranquista, a la que se unieron vecinos como Basilio Villarreal, Panza, o Josefa López Garrido, la Mojea, otra relevante guerrillera.

"Dionisio Tellado llegó como enviado del partido para organizar la guerrilla, aunque debido a sus ausencias el dirigente de facto pasaría a ser Julián Caballero", explica Moreno, quien los califica como líderes muy señalados y de vanguardia. La labor de proselitismo a cargo de Tellado se centraría sobre todo en los jóvenes de izquierdas, pues algunos preferían echarse al monte que hacer el servicio militar en el Ejército nacional, que iba tomando las localidades del norte de la provincia. A ellos se les sumarían, sobre todo a partir de 1946, enlaces que habían sido descubiertos o que lo temían, como apunta Gutiérrez en el artículo La 3ª Agrupación guerrillera de Córdoba contra el régimen franquista (1939-1947).

En este contexto se une al maquis Miguel López Cabezas, conocido como Moraño o el Parrillero, apodo que lo emparenta con Manuela no tanto por ser su pareja como por ser su hermanastro por parte de madre. Detenido y liberado tras la victoria rebelde en 1939, antes de que lo arrestasen por segunda vez ya se había dado a la fuga. Ella, entonces, comenzó a ejercer de enlace, pero fue encarcelada once meses por haber presuntamente cometido un hurto. Aunque en el juicio sería absuelta, nunca escucharía la sentencia, pues las palizas y la persecución motivaron que se integrase en el maquis en marzo de 1943 junto a su hermano Alfonso, un albañil que se negó a incorporarse a las filas franquistas y sufrir los rigores de los Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores.

"Manuela, a pesar de ser analfabeta, tenía unos grandes valores, como apoyar a los suyos y defender la ideología por la que luchaban. Pese a su juventud, colaboró llevando de noche información y víveres a los escapados, por lo que se vio acosada por la Guardia Civil, que la interrogó y la maltrató. Sin embargo, a pesar de las represalias, nunca delató a nadie", recuerda Mar Téllez, expresidenta del Foro Ciudadano para la Recuperación de la Memoria Histórica de Andalucía.

Había dejado con su madre a sus dos hijos, Juanito y Adela (de cinco y diez años), pero una vez en la sierra parió a un bebé, Miguelito. "Cuando se quedó embarazada, se dio cuenta de que sería evidente que seguía viendo a su pareja y de que no soportaría los interrogatorios, de ahí que decidiese unirse a los maquis", añade la productora del mediometraje La Parrillera, una maquis por amor, cuyo título según ella es una licencia, pues su huida fue motivada por las represalias. "Se echó al monte por amor a sus hijos, a su marido y a quienes luchaban por unas ideas", matiza Téllez, quien destaca su espíritu de rebeldía.

Si las condiciones del parto en la sierra habían sido extremas, criar al recién nacido era inviable. "Y la cama era monte y una manta en el suelo", relataba Manuela a la periodista Rosa Luque en una entrevista publicada en el diario Córdoba en 2001. "Pasé muchos sustos, por eso me eché al monte. Si no, hubiera seguido roja toda la puta vida; pero en mi casa. Porque yo no he hecho nada malo. La culpa de mi historia la tuvieron ellos", añadía la guerrillera, cuya charla fue recogida por Antonio Ramos Espejo en su libro Andaluzas, protagonistas a su pesar (Fundación Centro de Estudios Andaluces).

A comienzos de 1944, tuvieron que dejar a la criatura en un cortijo, aunque luego fue llevada a un destacamento de la Guardia Civil y, finalmente, al hospital de Villanueva, donde fallecería meses después. Coincidió con su integración temporal en la partida de Julián Caballero, quien había acogido a desplazados de otras localidades cuando ejercía de alcalde en Villanueva. Luego fue comisario político y, tras romperse el frente de Pozoblanco, huyó a la sierra. En 1947 fue asesinado a tiros en una emboscada en Umbría de la Huesa (Villaviciosa de Córdoba) junto a otros cuatro guerrilleros, entre ellos María Josefa López.

"Los cadáveres de mi abuelo y de la Mojea fueron expuestos en la plaza del pueblo. Mi padre [Ernesto] era un niño, pero siempre recordó las heridas de bala y que, una vez muertos, fueron golpeados y arrastrados por los campos hasta allí", afirma Julián Caballero Aperador, nieto del jefe de la Tercera Agrupación Guerrillera y actual responsable de finanzas del PCE cordobés. "Fue una vida muy difícil. Se movían de noche y se escondían de día. La guerrilla pudo aguantar tanto gracias a la ayuda de los enlaces y de las familias de los cortijos con conciencia política", añade Caballero Aperador.

Sin embargo, todo su esfuerzo fue en vano. "Esperaban en la sierra que en Europa hubiera un vuelco contra el fascismo y que llegaran refuerzos y armas. No perdieron la esperanza de derrocar al régimen y estaban organizados para retomar la situación anterior a la guerra, pero pasó lo que pasó", se lamenta el nieto de Julián, una queja compartida por Rafael Guerrero. "Fueron unos resistentes y unos héroes, aunque el franquismo los calificó de bandoleros, una lectura que lamentablemente todavía perdura en algunos círculos, cuando deberían ser homenajeados", cree el presentador del programa La Memoria en Canal Sur Radio.

"Son unos grandes olvidados que sufrieron la persecución y las contrapartidas, por no hablar de las torturas a los que fueron sometidos para que delatasen a sus compañeros. La represión contra ellos fue, más que dura, terrible", asegura Guerrero, quien insiste en que aguardaban ansiosos la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial, que de poco les sirvió. "España para ellos era una cárcel, por lo que reconvirtieron sus aspiraciones democráticas en la supervivencia. Estaban totalmente acosados y tenían poca escapatoria. Algunos lograron huir a Francia, pero muchos fueron ejecutados", rememora el locutor.

Miguel López Cabezas corrió esa suerte a finales de febrero de 1944, cuando en busca de comida se topó en un cortijo de Fuencaliente (Ciudad Real) con un destacamento de la Guardia Civil. El Parrillero murió acribillado y su cadáver fue trasladado a su pueblo, donde fue expuesto en la plaza. El 16 de noviembre, su partida se separó de la de Julián Caballero por discrepancias y un día después el nuevo jefe del grupo, Inocencio Bernabé, Borrica, vio una luz en la noche y mató por error a un cazador de un disparo. Al mes siguiente, logró huir con destino a Francia durante un cerco de la Guardia Civil en el que fueron detenidos Manuela, su hermano Alfonso y el Lobito. Encarcelados en las prisiones madrileñas de Carabanchel y Las Ventas, pronto comparecerían ante un tribunal.

"Fue una farsa horrible, como todos los juicios del franquismo, porque no había ni testigos ni pruebas. Además, ella era ajena a todo eso, porque no mató a nadie, simplemente se fue con su marido para huir de las palizas", razona Francisco Moreno Gómez, quien lo considera una "inculpación colectiva". O sea, que pese a no haber cometido ningún delito de sangre terminarían pagando el crimen de otro: los últimos Parrilleros declararon que Inocencio disparó a aquel pastor que había salido a cazar de madrugada en una zona donde operaba el maquis. El análisis del sumario, a cargo del autor de La resistencia armada contra Franco, revela las acusaciones falsas y contradictorias de la Guardia Civil y de Falange —que aseguró que el Lobito había intervenido en asesinatos y que Manuela había hecho "vida marital con un hermano suyo", en realidad un hermanastro criado en otra casa—.

Como no había pruebas de quién había matado al cazador, la sentencia del consejo de guerra atribuye el disparo a alguno de los tres e incluso a Miguel López Cabezas, fallecido en el momento de los hechos. Condenados a muerte, Alfonso y el Lobito fueron ejecutados en febrero de 1946, mientras que la Parrillera vio conmutada la pena por treinta años de prisión. "Madre, cuando reciba esta carta, yo no existiré", le escribió su hermano a su madre antes de morir junto a otros condenados. "Entre ellos, tres pesos pesados de la resistencia y de la liberación de Francia: Antonio Medina, Manuel Castro y, sobre todo, el célebre Cristino García, condecorado con la Legión de Honor", como dejó escrito Moreno en Manuela la Parrillera, una cordobesa en el maquis, publicado en 2012 en el Boletín Informativo de Villanueva de Córdoba.

Él fue quien la rescató del olvido en los años ochenta. Había pasado casi dos décadas encerrada en varias prisiones y, antes de salir en libertad, le informaron del fallecimiento de su hijo Juanito, a los diecisiete años, en un hospital. Ella no pisaría la calle hasta 1961, cumplidos los 41. Le habían muerto dos hijos, su marido y su padre, preso en la cárcel de Valencia. "Me enteré de que en Villanueva vivía una superviviente de la sierra y la conocí a finales de los setenta. Me encontré a una mujer enérgica, con coraje y muy concienciada. Entonces, la saqué del anonimato en el libro Córdoba en la posguerra (la represión y la guerrilla, 1939-1950)", recuerda Moreno, quien la acompañó a homenajes y puso el foco sobre una de las grandes ignoradas del maquis.

"La molían a palos"

Aunque otras mujeres se integraron en la guerrilla, su caso no deja de ser singular, sobre todo por el sufrimiento vivido antes, durante y después de la sierra. "La cárcel y la muerte de su bebé, de su marido y de su hermano marcaron su vida", asegura el experto en su figura, quien subraya que en Villanueva hubo otras cuatro o cinco —pertenecientes a Socorro Rojo Internacional y a la Asociación de Mujeres Antifascistas— que se echaron al monte tras la entrada las tropas franquistas. Al cabo de un par de semanas, María Muñoz, la Loba, o Isabel la Chata terminaron entregándose. "No soportaron ese género de vida. Cuando las detuvieron, los falangistas les gritaban: ¡Ya están aquí las queridas del alcalde! Para los franquistas, todo eran líos de faldas, hasta el punto de que a las maquis las llamaban mancebas". La Mojea, en cambio, resistió en la sierra ocho años hasta que la mataron.

"La Parrillera fue popular porque sobrevivió. No se echó al monte por amor, sino por las torturas, pues la molían a palos. Luego, en la cárcel se relacionó con grandes mujeres antifranquistas, como Tomasa Cuevas o Juana Doña. Y, una vez libre, pudo contar sus peripecias", matiza Francisco Moreno, quien señala que aunque no tuvo el carné del PCE, se sentía de izquierdas y se consideraba comunista. "Al igual que su marido, porque en Villanueva eran simpatizantes o militantes del partido. La CNT no existía y el PSOE, poco representativo, no mandó a nadie a la sierra".

Cuando Manuela comentaba que la Mojea era muy valiente, Mar Téllez le replicaba: "¿Acaso tú no lo has sido, con todo lo que pasaste?". La miembro del Foro Ciudadano para la Recuperación de la Memoria Histórica de Andalucía define a las maquis como personas "de convicción firme y fuertes creencias en sus valores", así como defensoras de la democracia y la libertad. "Sin embargo, perdieron la guerra dos veces: por ser republicanas y por ser mujeres, porque ellas fueron doblemente silenciadas y denostadas durante cuarenta años".

Fuerte de carácter, amaba todo lo que significaba ser libre, afirma Téllez, quien subraya que muchas jóvenes dieron su vida en la retaguardia por sus ideas y las de los suyos. "En la contienda y en la posguerra hay muchas Manuelas, y ella las representa a todas. Una mujer solidaria, porque nunca delató a sus compañeros, y de espíritu libre, porque prefería las tareas del campo que servir en una casa. Decía que eso de trabajar para alguien entre cuatro paredes no iba con ella", explica la productora de La Parrillera, una maquis por amor (Miguel Ángel Entrenas, 2009), quien cree que su cara y sus silencios expresaban las "barbaridades" que sufrió.

"La figura de Manuela se reivindica como una luchadora nata que tiene que sobreponerse a dos injusticias: la de la represión franquista y la de la adversidad histórica hacia la mujer. No es solo el hecho de ser maquis, sino también de ser una mujer maquis", declaraba a la TVM de Córdoba su compañero Manuel Díaz Povedano, miembro del Foro, a propósito del citado mediometraje. "Había enlaces y cortijeras que se jugaban la vida, pero la Parrillera fue una de las guerrilleras con un papel muy activo, equiparable al de cualquier hombre", señala Rafael Guerrero.

"Me ha gustado siempre sentirme libre, y ese sueño de libertad mereció la pena", le dijo la Parrillera a Rosa Luque en la entrevista que le hizo en 2001. La periodista del diario Córdoba, entonces, le pregunta si había perdonado todo lo que ha pasado. "Perdonar, sí, pero olvidar jamás", le contesta Manuela Díaz Cabezas. "Quizá esté muerta y me esté acordando de todo. Me siento estafada por la vida, no he tenido suerte en nada. Nací estrellá, qué se le va a hacer".                   (Henrique Mariño, Público, 12/11/20)

17/4/18

Este es el relato de un hombre que no supo quién había sido su abuelo hasta que cumplió los 40 años

"(...) Avelino es un hombre que "ha logrado encontrar su identidad" al conocer quien fue realmente su abuelo, Avelino García, fusilado por el régimen franquista en 1940. Sin embargo, hasta 2011, el nieto no supo realmente quien era su abuelo. 

Siempre tuvo dudas, desde su niñez:"veía que mis primos tenían otro apellido, diferente al mío. No lo entendía", explica. Su apellido, reclama, debería ser García, no Chillarón. 

El abuelo de Avelino fue fusilado porque los maquis que se ocultaban alrededor de la zona de Abenójar (Ciudad Real) se resguardaban en una de las casas de campo, que pertenecía a García. "Bajaban a por comida y a lavar la ropa.

 No fue por otra cosa, aunque yo sé que mi abuelo era de izquierdas porque estaba afiliado a UGT", señala. Pero es que, recalca, los ciudadanos se sentían "presionados" a ayudar a los guerrilleros, que también se refugiaban en la choza de campo para el ganado. Avelino fue fusilado junto a otro pastor. 


"Quiero contaros a través de la muerte de mi abuelo, como la dictadura franquista no sólo robaba vidas, también la memoria individual y colectiva de los ejecutados, haciendo desaparecer no sólo los cuerpos sino incrustando el miedo y la humillación en los familiares de los represaliados", es parte del resumen que ha hecho por escrito Avelino para contar la historia de su familia. 

Su investigación ha permitido a sus hermanos y a su abuela, María del Prado, volver a tener una "familia completa", y es que no dejó de buscar respuestas hasta que se encontró con el trabajo del investigador Jorge Moreno, que trabaja también en el proyecto 'Mapas de Memoria' de la UNED y que cuenta con el apoyo de la Diputación de Ciudad Real.

 El pastor fusilado tenía una novia, su abuela, que estaba embarazada del padre de Avelino, al que apellidaron Chillarón, no García. Avelino también lleva el apellido materno. "En mi casa parecía un tema tabú. Nadie hablaba del abuelo y yo tuve que prácticamente esperar a que mi padre muriese para poder investigar.

 Yo tenía alguna noción de los apellidos y luego me encontré casualmente con una tía que fue quien me puso sobre la pista. Así fue cuando me puse a investigar de lo que había pasado en la zona de Abenójar de cabo a rabo a ver si encontraba datos. Llegué hasta a escribir al archivo militar de Guadalajara", explica Avelino.

Así pudo saber que fue uno de los maquis el que confesó que había pastores que ayudaban a los guerrilleros. "Fueron a por él una tarde, lo cogieron por la mañana a él y a otro pastor y los fusilaron juntos al lado de una encina, que yo también he ido a ver. 

Fue al lado de la casa", relata García. El descubrimiento de su historia familiar ha sido "grandioso para él", porque le ayudó a llenar el "vacío" que sentía por no saber realmente quién era y de dónde venía. "Es un vacío existencial. Yo sigo sin llevar los apellidos que me corresponden", explica. 

No sólo fue la historia de su abuelo, sino también la de sus tíos, que también fueron ejecutados durante la dictadura franquista. Uno de los hermanos de su abuelo está enterrado en Cantabria: "todo esto supone un reencuentro con esta parte perdida de nuestra familia , algo que considero que nos robaron a todos", recalca. 

Todavía no han sido capaces de saber "al cien por cien" donde está enterrado Avelino García, porque existe una fosa donde se supone que está, pero hay tres cuerpos, no dos. "Hemos investigado para saber donde está, pero hay un baile en las fechas que no nos ha permitido saberlo", relata. 

"Independientemente de que sea mi abuelo o no, de que sea la fosa o no, nosotros ya tenemos una lápida con su nombre. Hay un sitio donde se puede ir y para mí, mi abuelo está ahí, y puede que esté a otros 20 metros, pero su memoria está ahí, en Abenójar. Ha vuelto a su sitio", asegura Avelino.

 Para su abuela también fue un momento decisivo en su vida, tal como se puede ver en el documental 'La importancia de llamarse Avelino García', realizado por Jorge Moreno Andrés. "Fue la primera vez que ella reconoció quién era mi abuelo. Fue algo muy sentimental".

Pero, además, García vio que en su familia seguía existiendo un miedo que se a arrastrado durante décadas y décadas. "Mi abuela todavía tenía miedo. Siempre me preguntaba que por qué me metía en estos líos y cuando yo le respondía, me decía que era porque tenía miedo de que me hicieran lo mismo que le hicieron a él. Imagínate la mentalidad de una persona que sigue viviendo así desde 1940 y todavía tiene miedo que a su nieto le pudieran hacer lo que le hicieron a su marido", lamenta García. 

Gracias a esta investigación, la abuela pudo empezar a hablar de lo que había sido su historia "como nunca lo había hecho, con muchos detalles, pero siempre con miedo". Y es que le insistía a Avelino que "nosotros pensábamos que no podía pasar, y pasó". Sus hermanos también pudieron recuperar esta parte de su identidad y siempre se ha sentido muy apoyado por ellos, algo que valora "tremendamente", en lo que llama la recuperación de "las raíces de su vida". 

Por eso, explica, reconocer quién fue Avelino García Romero fue una manera de reintroducirlo en su familia: ahora cuando visita la casa de su abuela en Abenójar, puede ver la foto de su abuelo. "Voy a Abenójar y me siento de allí", concluye."              (Francisco Bravo, eldiario.es, 07/04/18)