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13/1/20

La tortura sistemática de la población palestina en las cárceles israelíes

"El reciente caso de Samer Arbeed volvió a sacar a la luz una vez más el uso sistemático de la tortura de las personas presas palestinas en las cárceles israelíes. El ejército israelí detuvo a Arbeed en su casa de Ramala el pasado 25 de setiembre de 2019. 

Fue duramente golpeado antes de ser trasladado al centro de detención Al Moscobiyye de Jerusalén para interrogarlo. Según su abogado, fue hospitalizado dos días después a consecuencia de las graves torturas y estuvo en estado crítico durante varias semanas. Una instancia judicial había autorizado al Servicio Secreto Israelí, el Shin Bet, a utilizar "métodos excepcionales" para obtener información en este caso sin tener que pasar por los tribunales, lo que llevó a Amnistía Internacional a condenar lo ocurrido a Arbeed como " tortura aprobada por la ley " (1) (2). 


En agosto de 2019, poco antes de la detención de Arbeed, las fuerzas de ocupación israelíes emprendieron una campaña contra la juventud palestina y detuvieron a más de 40 estudiantes de la Universidad Birzeit. Después de la detención de Arbeed aumentaron las detenciones y puesto que se ha negado a muchos estudiantes la asistencia de un abogado se espera que muchos también hayan sido sometidos a torturas. 


Nada de todo esto es nuevo. Desde el establecimiento del Estado de Israel en 1948 la Agencia de Seguridad de Israel (ISA, por sus siglas en inglés) ha torturado sistemáticamente a las personas palestinas por medio de diferentes técnicas. Y aunque muchos países han incorporado a su legislación nacional la prohibición de la tortura (a pesar de lo cual sigue siendo una práctica extendida con el pretexto de la seguridad nacional), Israel ha tomado un rumbo diferente: no ha aprobado una legislación nacional que prohíba el uso de la tortura y sus tribunales han permitido el uso de la tortura en casos de "necesidad", lo que ha dado carta blanca a la ISA para utilizar la tortura de forma generaliza contra las personas presas políticas palestinas.


Este artículo se centra en el uso de la tortura de personas detenidas por parte de Israel (tanto en el momento de la detención como en las cárceles) y traza su recorrido histórico así como los acontecimientos más recientes. El artículo se basa en el trabajo de diferentes organizaciones palestinas y argumenta que la práctica de la tortura, que está arraigada en el sistema penitenciario israelí, es sistemática y está legalizada por medio de varias leyes nacionales. Esboza una serie de medidas claras para que la comunidad internacional exija responsabilidades a Israel y acabe con estas violaciones.



La tortura y la ley 

La cuestión de la tortura ocupa un lugar importante en los debates sobre ética y moral. Muchas personas han argumentado que la práctica de la tortura refleja una sociedad enferma y corrupta. En efecto, la tortura exige la deshumanización total de una persona y una vez que esto ocurre la degradación carece de límites. Por otra parte, aunque la excusa más común ofrecida por los aparatos de seguridad para el uso de la tortura es que puede proporcionar una información que salve vidas, los hechos lo han desmentido. Muchos expertos destacados e incluso agentes de la CIA afirman que la información obtenida bajo tortura suele ser falsa. Se puede coaccionar a las personas detenidas para que confiesen cualquier cosa con tal de acabar con el dolor que padecen. 


El régimen jurídico internacional prohíbe la tortura por medio tanto del derecho consuetudinario internacional como de diferentes tratados regionales e internacionales. El Artículo 5 de la Declaración Universal de Derechos Humanos estipula: "Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes". El derecho humanitario internacional, que regula el comportamiento de las partes durante el conflicto, también incluye la prohibición de la tortura. Por ejemplo, el Tercer Convenio de Ginebra prohíbe "los atentados contra la vida y la integridad corporal, especialmente el homicidio en todas sus formas, las mutilaciones, los tratos crueles, la tortura" así como "los atentados contra la dignidad de la persona, especialmente los tratos humillantes y degradantes". Además, el Cuarto Convenio estipula: "No podrá ejercerse coacción alguna de índole físico o moral contra las personas protegidas, en especial para obtener de ellas, o de terceros, informaciones" 


La prohibición de la tortura es tan absoluta que el derecho internacional la considera jus cogens , es decir, que es inderogable y no la puede sustituir ninguna otra ley. Con todo, la tortura se sigue utilizando en muchos países de todo el mundo. Amnistía Internacional lo define como una crisis mundial y afirma que ha denunciado violaciones de la prohibición de la tortura por parte de una gran mayoría de Estados miembros de la ONU en los últimos cinco años. 


En particular, la "guerra contra el terrorismo" encabezada por Estados Unidos tras el 11 de septiembre llevó a casos de tortura sistemática infligida especialmente a personas presas árabes o musulmanas. El Centro de Detención de la Bahía de Guantánamo, establecido en 2002 por Estados Unidos para encarcelar "terroristas", ha sido y continúa siendo un centro de tortura. En todo el mundo se vieron las imágenes de presos con los ojos vendados, encadenados y arrodillados en el suelo enfundados en uniformes naranja.


No obstante, las imágenes que mejor definen esta época quizá sean las de la prisión militar estadounidense de Abu Ghraib en Irak. Fotos e informes filtrados de soldados revelaron que la cárcel era un centro de tortura a gran escala, incluidas las violaciones de hombres, mujeres y niños. El gobierno estadounidense de entonces condenó aquellos actos y trató de sugerir que eran incidentes aislados. Organizaciones de derechos humanos, incluida Human Rights Watch , informaron de lo contrario. 


Además, testimonios recientes procedentes de Abu Ghraib revelan unas siniestras relaciones entre las técnicas de interrogatorio estadounidenses e israelíes. Un exinterrogador estadounidense afirmó en unas memorias que el ejército israelí había adiestrado a personal estadounidense en diferentes técnicas de tortura e interrogatorio, incluido lo que se llegaría a conocer con el nombre de "silla palestina" según la que se obliga a una persona detenida a inclinarse en una silla en cuclillas con las manos atadas a los pies. Esta práctica terriblemente dolorosa se perfeccionó con personas palestinas (de ahí su nombre) y fue adoptada por los estadounidenses en Irak. 


A pesar de estos escándalos se han tomado escasas medidas para proteger a los prisioneros de guerra y se sigue justificando la tortura en nombre de la seguridad. En la primera intervención de Donald Trump tras jurar como presidente de Estados Unidos declaró que "la tortura funciona" en el contexto de la "guerra contra el terrorismo". Obras de la cultura popular como los programas de televisión "24" y "Homeland" también normalizan el uso de la tortura, en particular contra personas árabes y musulmanas, y fomentan la idea de que está justificada para obtener un bien superior. Recientemente también han proliferado las series de televisión y las películas que escenifican las actividades del Mossad y del Shin Bet, como "Fauda," "The Spy" y "Dead Sea Diving Resort", todas las cuales hacen apología de las actividades de la ISA al tiempo que criminalizan a las personas palestinas considerándolas terroristas. Estas series y películas presentan al mundo una imagen de Israel que le permite justificar sus violaciones del derecho internacional, incluida la tortura. 


Aunque Israel ratificó la Convención contra la Tortura en 1991, no la ha incorporado en su legislación nacional. Además, a pesar de que Comité de la ONU afirma lo contrario, Israel mantiene que la Convención contra la Tortura no se aplica a los Territorios Palestinos Ocupados (3). Esto permite a Israel afirmar que en Israel no existe el delito de tortura, ya que se permite en casos de "necesidad", como se afirmó en el caso Arbeed. Esta "necesidad" se denomina también "bomba de relojería", una doctrina de seguridad utilizada por muchos gobiernos para justificar la tortura y la violencia en situaciones en las que se considera importante el factor tiempo.


Israel también ha dictado varias sentencias sobre la tortura que han reforzado y aprobado las actividades de sus fuerzas de seguridad. Por ejemplo, en 1987 dos palestinos secuestraron un autobús israelí y posteriormente fueron captur ados, golpeados y ejecutados por el Shin Bet. Aunque se había ordenado a los medios de comunicación israelíes no hablar de ello, se filtraron detalles de la ejecución y eso provocó que se estableciera una comisión del gobierno. A pesar de que la comisión conclu que "la presión [sobre las personas detenidas] nunca debe llegar al nivel de la tortura física […] no se puede evitar una medida moderada de presión física". Las recomendaciones de la comisión eran incompatibles con el derecho internacional debido a su vaga descripción de "una medida moderada de presión física" y en esencia daba al Shin Bet carta blanca para torturar a personas palestinas. 


Más de una década después y a petición de organizaciones de derechos humanos, el Tribunal Supremo israelí dictó una sentencia en 1999 según la cual ya no se permitía a los interrogadores de la ISA utilizar métodos físicos en los interrogatorios y, por lo tanto, prohibía el uso de la tortura. El Tribunal dictaminó que cuatro métodos comunes de "presión física" (sacudidas violentas, encadenamiento a una silla en una postura forzada, postura en cuclillas prolongada y privación de sueño) eran ilegales. No obstante, el Tribunal añadió una cláusula que proporcionaba una laguna legal a los interrogadores, es decir, que quienes utilicen la presión física no se enfrentarán a responsabilidades penales si se concluye que lo han hecho en una situación de emergencia o por necesidad para la defensa del Estado; en otras palabras, si se determina que la persona detenida es una amenaza inmediata para la seguridad pública. 


En 2017 se ratificó la tortura como necesidad en nombre de la seguridad cuando el Tribunal Supremo de Israel dictaminó a favor del Shin Bet, que admitió haber aplicado al preso palestino Assad Abu Ghosh lo que este organismo denomina "formas extremas de presión". El argumento de la defensa era que Abu Ghosh poseía información acerca de un inminente atentado terrorista. El tribunal lo consideró "interrogatorio reforzado " en vez de tortura y declaró que estaba justificado por la doctrina de la "bomba de relojería". Esta sentencia se ha repetido sistemáticamente. 


Aunque las organizaciones palestinas de derechos humanos presentan regularmente reclamaciones a las autoridades israelíes, raramente reciben respuesta y cuando la reciben a menudo es para informar que se ha archivado el caso por falta de pruebas. De hecho, desde 2001 se han presentado 1.200 reclamaciones contra los servicios de seguridad por torturas, pero nunca se ha procesado a ningún agente. 



El sistema penitenciario israelí, centros de tortura sistemática 

Cada año el sistema penitenciario militar israelí detiene y encarcela a miles de presos y presas políticas palestinas, la mayoría de los territorios de 1967. Desde el inicio de la ocupación de Cisjordania y Gaza, y el establecimiento de la ley marcial en estas zonas Israel ha detenido a más de 800.000 personas palestinas, el equivalente al 40 % de la población masculina o a una quinta parte del conjunto de su población.


La legislación israelí también permite al ejército mantener presa a una persona hasta seis meses sin cargos según un procedimiento conocido como detención administrativa. Este periodo se puede prolongar indefinidamente y mantener secretos los "cargos". Por consiguiente, ni las personas presas ni sus abogados saben de qué se les acusa o qué pruebas se usan contra ellas. El último día del periodo de seis meses se informa la persona presa si va a ser liberada o su detención se va a prolongar. La Asociación de Apoyo a las Personas Presas y de Derechos Humanos Addameer ha calificado esta práctica de tortura psicológica .

En este momento de la detención inicial (ya sea administrativa o de otro tipo), en el que a menudo se priva a las personas presas del contacto con sus abogados o familiares, suele ser cuando se les somete a las formas más graves de interrogatorio y tortura. Si llegan a juicio, a menudo se enfrentan a ser juzgadas por personal militar y a menudo se les niega una adecuada representación legal. Este sistema es ilegal según el derecho internacional y grupos palestinos e internacionales de derechos humanos han documentado una vasta variedad de violaciones de los derechos h umanos


Los y las niñas no se libran de la terrible experiencia del encarcelamiento y la tortura en el sistema penitenciario israelí y casi siempre se les niega la presencia de la tutela paterna durante los interrogatorios. Un ejemplo de ello ocurrió en 2010, cuando la policía fronteriza israelí detuvo a Mohammed Halabiyeh, de 16 años, en su ciudad natal de Abu Dis. En su detención la policía le rompió una pierna, le golpeó y pateó a propósito la pierna herida. Lo interrogaron durante cinco días seguidos y se enfrentó a amenazas de muerte y de ataques sexuales. Después fue hospitalizado y dur ante ese tiempo los agentes israelíes siguieron abusando de él inyectándole jeringas en el cuerpo y golpeándole en la cara. Halabiyeh fue juzgado y procesado como adulto, como es el caso de todos los niños y niñas palestinas detenidas mayores de 16 años, lo que contraviene la Convención de Derechos del Niño (4). Israel detiene, encarcela y procesa a entre 500 y 700 niñas y niños palestinos cada año. 


A ctualmente hay 5.000 personas presas políticas palestinas, entre las que se incluyen 190 niñas y niños, 43 mujeres y 425 personas encarceladas en detención administrativa. La mayoría de estas personas han sido sometidas a alguna forma de tortura. Según Addameer, entre los métodos más comunes utilizados por el Shin Bet y los interrogadores están los siguientes:

- Tortura postural: se coloca a las personas detenidas en posturas forzadas, a menudo con las manos atadas a la espalda y los pies encadenados mientras se les obliga a inclinarse hacia adelante. Se les deja en esas posiciones durante períodos prolongados de tiempo en el proceso de interrogatorio.

- Golpes: las personas detenidas a menudo sufren palizas, ya sea a mano o con objetos, y a veces se les golpea hasta dejarlas inconscientes.

- Aislamiento: se recluye a las personas detenidas en régimen de aislamiento o de incomunicación durante largos periodos de tiempo.

- Privación de sueño: se impide a las personas detenidas descansar o dormir, y se las somete a largas sesiones de interrogatorio.

- Tortura sexual: hombres, mujeres, niñas y niños palestinos son víctimas de violaciones, acoso físico y amenazas de violencia sexual. El acoso sexual verbal es una práctica particularmente común en la que se expone a las personas detenidas a comentarios sobre sí mismas o sobre sus familiares. Este tipo de tortura a menudo se considera eficaz porque la vergüenza asociada a las violaciones sexuales impide que las personas detenidas la revelen.

- Amenazas a miembros de la familia: las personas detenidas escuchan amenazas de violencia contra miembros de la familia para presionarlas para que den información. Ha habido casos en los que se ha detenido a miembros de la familia que han sido interrogados en una habitación cercana para que la persona detenida pueda oír cómo son torturados.

Estos métodos de tortura dejan un daño duradero. Mientras que la tortura física puede dejar graves daños corporales, incluidos fracturas de huesos y dolor muscular y articular crónico, especialmente a consecuencia de posiciones forzadas o del confinamiento en espacios reducidos, el daño psicológico puede ser aún peor, y tener secuelas como depresión profunda y duradera, alucinaciones, ansiedad, insomnio e ideas suicidas. 


Muchos mecanismos de tortura requieren la complicidad de actores del sistema judicial militar israelí, incluido el personal médico, a pesar de que el código de ética médica, tal como se define en la Declaración de Tokio y el Protocolo de Estambul, estipula que las y los médicos no deben cooperar con los interrogadores que practican la tortura, no deben compartir información médica con los torturadores y se deben oponer activamente a la tortura. De hecho, durante mucho tiempo las y los médicos israelíes han sido cómplices de la tortura de personas detenidas y presas palestinas. A lo largo de los años los medios de comunicación han revelado documento s en los que consta la firma de médicos autorizando la tortura, además de redactar informes donde se alegan razones falsas para las lesiones sufridas en los interrogatorios. 


Las y los médicos también son cómplices de la alimentación forzada, otro mecanismo de tortura, aunque menos común, utilizado por el régimen israelí. La alimentación forzada r equiere atar a la persona detenida mientras se le inserta un tubo delgado a través de una fosa nasal y se empuja hacia el estómago. Después se vierte líquido por el tubo para alimentar el cuerpo. El tubo deber ser colocado por personal médico y puede terminar pasando por la boca o la tráquea en lugar del esófago, y en ese caso se debe retirar y sustituir, lo que no sólo provoca un gran dolor, sino que también puede llevar a complicaciones médicas graves e incluso a la muerte.


En las décadas de 1970 y 1980 varios presos palestinos murieron a consecuencia de haber sido alimentados a la fuerza, lo que provocó que el Tribunal Supremo ordenara acabar con esta práctica. Sin embargo, una ley de 2012 del Knesset [Parlamento israelí] restableció la legalidad de la alimentación forzada en un intento de acabar con las huelgas de hambre de las y los presos palestinos. En un discurso pronunciado ante el primer ministro israelí en junio de 2015 la Asociación Médica Mundial afirmó que "la alimentación forzada es violenta, a menudo dolorosa y a menudo va en contra del principio de la autonomía individual. Es un trato degradante, inhumano y puede equivaler a tortura". 



Acabar con la tortura israelí 

Para la población palestina la tortura no es sino otra faceta de la violencia estructural a la que se enfrenta a manos del régimen israelí, que la tiene atrapada en una prisión a cielo abierto y le priva de sus derechos fundamentales. Es, además, una faceta que recibe poca atención de la comunidad internacional, por lo general debido a que las autoridades israelíes utilizan los argumentos de la seguridad del Estado reforzados por el relato de la "guerra contra el terrorismo". Ese fue el caso de Samer Arbeed, al que los medios de comunicación israelíes retrataron como un terrorista, a consecuencia de lo cual la mayoría de los Estados guardaron silencio respecto al trato que había recibido, a pesar de las peticiones y presiones de muchas organizaciones palestinas e internacionales de derechos humanos. Como ocurre con todas las violaciones [de los derechos] del pueblo palestino, la tortura israelí pone en tela de juicio la utilidad del régimen legal internacional.


El 13 de mayo de 2016 el Comité contra la Tortura de la ONU recomend ó a Israel más de 50 medidas tras revisar su grado de cumplimiento de la Convención contra la Tortura. Entre esas medidas se incluía que todos los interrogatorios debían tener documentación audiovisual, el permitir a las personas detenidas ser examinadas por médicos independientes y el fin de la detención administrativa. Por supuesto, son unas recomendaciones importantes y se debería obligar a Israel a cumplirlas. Con todo, no son suficientes en un momento en el que en general los actores de terceros Estados no están dispuestos a pedir cuentas a Israel por violar el derecho internacional y los derechos de la población palestina. 


Ofrecemos a continuación algunas medidas que pueden adoptar quienes trabajan por los derechos del pueblo palestino en los ámbitos internacional y nacional con el fin de acabar con la naturaleza sistemática de la tortura israelí:

- Las organizaciones y grupos deben elaborar casos de responsabilidad penal individual fuera de Israel y Palestina para aquellas personas involucradas en la tortura de personas palestinas. La responsabilidad se puede extender no sólo a quines cometen la tortura, sino también a quienes ayudan, instigan y omiten información sobre ella, lo que incluye interrogadores, jueces militares, guardias de prisiones y médicos. Dado que la tortura es un crimen de guerra jus cogens, está sujeta a jurisdicción universal, lo que significa que terceras partes pueden presentar denuncias penales contra individuos (5). Aunque la responsabilidad penal individual no se refiere necesariamente a la estructura sistemática de la tortura contra las personas palestinas, ejerce presión sobre las personas israelíes implicadas puesto que limita sus movimientos y viajes a otros países.

- En su condición de único órgano judicial independiente viable capaz de acabar con la impunidad por las violaciones de los derechos de las personas palestinas la Corte Penal Internacional tiene la responsabilidad de hacer rendir cuentas a Israel. Con toda la información y los informes detallados que se le han presentado la Oficina del Fiscal debería emprender una investigación oficial de las violaciones dentro del sistema penitenciario israelí.

- Los Estados signatarios de los Convenios de Ginebra y las organizaciones internacionales de derechos humanos deben presionar al Comité Internacional de la Cruz Roja para que cumpla su mandat o de proteger a las personas palestinas detenidas y abrir una investigación sobre todas las acusaciones de tortura (6).

- La sociedad civil y las instituciones palestinas deben seguir apoyando a quienes trabajan para ayudar a las víctimas de la tortura. Este apoyo se puede mejorar gracias a un esfuerzo específico para ampliar esos recursos y hacerlos accesibles en todas las zonas de Cisjordania y Gaza. También deben trabajar para romper el tabú que rodea a la búsqueda de cuidados terapéuticos y eliminar el estigma en torno a la agresión sexual. Generalmente la agresión sexual no se suele tratar en su totalidad porque las víctimas están demasiado avergonzadas para hablar de su terrible experiencia y la falta de información hace más difícil la curación. Para ayudar a las personas supervivientes a recuperarse es fundamental crear espacios seguros en los que ofrecer testimonios individuales y colectivos.

Estas acciones coordinadas permitirán a la población palestina y sus aliados trabajar para limitar la práctica de la tortura que tan arraigada está en el sistema penitenciario israelí y que ampara la legislación israelí, al tiempo que ayudan a recuperarse a quienes han sufrido la tortura."             (Yara Hawari , Rebelión, 10/12/19, fuente: al-Shabaka)

23/12/14

La tortura es una fórmula de Estado para extorsionar a los enemigos.

"(...) Sucede con la tortura, esa Dama Infame, amante del Poder, ya sea de barniz democrático o una brutal dictadura. Ella se mantiene oculta y perversa, pero muy querida, muy útil, gratificante siempre.
 Fíjense bien, esa prostituta del Estado se manifiesta bajo la forma de una justificación que todos hemos escuchado tropecientas veces. Ante la inminencia de un atentado terrorista, faltos de tiempo para evitarlo, se hace obligado torturar para acelerar la confesión y detener la tropelía. 
Falso, absolutamente falso. Jamás, salvo en las películas para idiotas voluntarios, se ha descubierto nada a partir de la tortura.


Porque la finalidad de la tortura no consiste en saber algún delito oculto y por ejecutar, sino en destrozar todo vestigio humano en el que la sufre. A partir de un momento el torturado es capaz de asumir lo que tengan a bien hacerle decir sus verdugos. No buscan la verdad por un procedimiento tortuoso -nunca mejor dicho-, sino obligar a asumir el papel que ellos le han designado a la piltrafa que queda después de días, semanas o meses de martirio. 
Quizá algunos lo han olvidado, otros no; pero hay una generación española que conoció la tortura y que la sufrió en su vida o en el terror de ser susceptible a ella. Cada vez que sale a la palestra Rodolfo Martín Villa, exministro de Gobernación en épocas de torturadores condecorados, me viene a la nariz el olor putrefacto con el que se perfumaba a la Dama Infame. 
Lo peor de los restos criminales de nuestra transición es la desvergüenza de los supervivientes, ya fueran verdugos o cómplices.


No se dejen engañar más con la bomba que va a explotar o el terrorista que prepara el atentado sangriento. La tortura no va hacia ahí; la tortura es una fórmula de Estado para extorsionar a los enemigos. 
Y su ilegalidad, su carácter criminal es tan evidente que todos se apresuran a enmascararla bajo justificaciones -detener un atentado inminente, proteger nuestra seguridad de ciudadanos- tan falaces que ni ellos mismos las explican; lo hacen sus sicarios.
 ¿Por qué el Comité de Inteligencia del Senado de los EE.UU. ha levantado una discreta esquina del Gran Crimen de Estado de la mayor potencia democrática del mundo, la supuesta depositaria de las esencias del Derecho y la Libertad? Porque el volumen de basura acumulada amenazaba con anegarlo todo.  (...)
Si usted no airea una parte del delito, más pronto que tarde acabará apareciendo la amplitud del crimen en toda su dimensión. Se han hecho públicas 500 páginas de atrocidades -y debemos creerlo con fe de carbonero, sin posibilidad de salirse del guión- que forman parte de un conjunto delator que sobrepasa las 7.000.
 De creerles, apenas 119 islamistas radicales pagaron su tributo a la Dama Infame. ¿Y por qué habríamos de creerlo, tratándose de unos mentirosos profesionales? ¿Por qué no 1.190, o 3.000, o 480? El día que se sepa, las almas cándidas se quedarán de un pasmo si es que no estarán ya dando ortigas.


O sea que todo Estado imperial tiene su Kolymá siberiana para hacer quebrar a los enemigos, someterlos a una muerte lenta, silenciosa, impune, ya sea en la calurosa Guantánamo o desplazando sus juguetes rotos, destrozados por la maquinaria arrasadora de la tortura, por Polonia o Rumanía, campos de concentración poscomunistas de los que apenas sabemos nada.


Cuando el criminal de Estado que fue Dick Cheney, el matarife ilustrado, como antes lo había sido Henry Kissinger -menos locuaz y por eso más discreto-, sostiene que los informes de torturas de la CIA -por qué siempre se nombra a la CIA, haciéndola asumir las aventuras de las 40 organizaciones norteamericanas dedicadas al espionaje, denominado “inteligencia”, por ese virtuosismo anglosajón del léxico que inventó sin saberlo Lewis Carroll en su Alicia: los que mandan son los que ponen el nombre a las cosas-.
 Pues bien, Dick Cheney emulando a los grandes exterminadores de la historia, amén de sostener que el informe sobre las torturas se reduce a “basura”, añade que los torturadores “deberían ser condecorados”… si es que no lo han sido ya.


La historia de la violencia política, terrorismo incluido, y su vinculación a la tortura revive la leyenda del huevo y la gallina: ¿quién procede de qué? Disquisición falaz porque al final conviven y se alimentan en el mismo comedero.
 Pero los tiempos han cambiado al menos en una cosa. No en el lenguaje de Dick Cheney, el falsario de Iraq que convertiría buena parte del mundo en un matadero, tan evocador de los grandes exterminadores del siglo XX, sino en el de los ayudantes del verdugo. La aportación de la ciencia y su correlato de expertos.
 Confieso que siempre me impresionaron aquellos médicos colegiados y sin mácula aparente que se desvivían firmando los partes policiales sobre detenidos, físicamente irreconocibles, marcados por las torturas en los locales policiales de la Puerta del Sol madrileña o la Via Laietana barcelonesa. ¿Qué se “ficieron”? ¿Y sus hijos, con qué “se holgaron”? 
Galenos impecables a los que ningún colegio profesional con el viejo código deontológico colgado en la pared puso en cuestión, al contrario, los enmedalló en medida semejante a los grandes letrados de mafiosos, honrados con la Orden de San Raimundo de Peñafort, creada por el Caudillo en 1944.


Por eso al tiempo que siento un desprecio omnímodo por esos supervivientes del crimen de Estado como Cheney o Martín Villa, me atraen sobremanera los personajes que no salen en los papeles del delito, los auténticos inspiradores de la tortura posmoderna, casi idéntica a la medieval salvo en el lenguaje. 
Se abandonan las viejas prácticas que dejan huellas, como las cerillas sobre las uñas arrancadas y las corrientes eléctricas en los testículos, pero se vuelve a “la bañera”, al ahogo, a las variantes de la escopolamina, y se introduce la novedad científica de la alimentación anal… eso que usted se niega a considerar sentado en su sillón orejero porque se trata de descubrir la bomba que va a explotar o el atentado que puede evitarse. 
El fin que justifica los medios que tantas veces usted ha repetido como conducta indigna.


Los expertos. Dos psicólogos norteamericanos que acaban de salir del anonimato porque llevan colaborando con los torturadores desde el 2002 por la módica cantidad de 80 millones de dólares. A ellos se debe el lenguaje. Han cambiado el apelativo de la Dama Infame; ya no es tortura sino Técnicas de Interrogatorio Reforzadas, simplificadas en el acrónimo EIT, sus siglas en inglés.
 Un “eit” no se reduce a una sesión de tortura, sino a un “eit”. Lo desarrollaron dos perlas de la psicología, James Mitchell y Bruce Jessen, que tuvieron tiempo para perfeccionarse en las sesiones “eit”. ¿Existe un Nobel para psicólogos? Si le dieron el de la Paz a Henry Kissinger, no sería una contradicción repetir la experiencia, porque el fin justifica los medios."         

  (La Dama Infame, de  Gregorio Morán, La Vanguardia,  en Sin Permiso, 21/12/2014)

1/3/13

'El submarino', 'la bañera'... la tortura con agua

"A veces, el mundo puede ser visualizado como algo muy simple, en blanco y negro. Permítanme darles un ejemplo. Imaginen que los iraníes secuestran a un ciudadano estadounidense en un tercer país.
(Si prefieren, pueden reemplazar a los iraníes por militantes de Al Qaeda o por norcoreanos o chinos.) 

Lo acusan de ser un terrorista. Lo encierran en una cárcel sin presentar cargos en su contra, sin juicio ni sentencia diciendo que creen que posee información crucial (quizás incluso del tipo "bomba de tiempo" -y los iraníes tienen alguna experiencia genuina con bombas de tiempo).

 En las semanas posteriores, lo torturan con el "submarino" (le sumergen la cabeza en el agua) una y otra vez. Lo desnudan, le colocan un collar y una correa de perro. Le ponen una capucha, le tiran perros encima. Le echan agua helada y lo dejan desnudo en las noches frías. Lo cuelgan por los brazos del techo en la postura "strappado". 

Estoy seguro de que no tengo que continuar con más detalles. ¿Hay alguna duda sobre lo que nosotros (o nuestros líderes) diríamos o pensaríamos de los responsables de esto? 

Los llamaríamos bárbaros. Diríamos que han pasado los límites de la civilización. Torturadores. Monstruos. La personificación del Mal. Nadie en el gobierno de EE.UU., al leer el reporte de inteligencia de la CIA sobre el trato dispensado a ese estadounidense se preguntaría:

 "¿Esto es tortura?" Nadie en Washington tendría la urgencia de calificar como "técnicas perfeccionadas de interrogación" a lo que le hicieron al detenido. Si en una audiencia de confirmación en el Senado, le preguntaran a un candidato a director de la CIA si los actos de los iraníes fueron, de hecho, un método de "tortura", y este respondiera que no es un experto en el tema, ni un abogado ni un experto legal y por lo tanto no podría catalogarla como tal, no sería confirmado en el cargo. 

Y probablemente no tendría ningún cargo en Washington por el resto de su vida. Si le preguntaran si cree que los iraníes que cometieron esos actos y sus superiores que les dieron las órdenes deben ser enjuiciados en EE.UU. o en una Corte Internacional, el presidente jamás diría que en este momento es mejor "mirar hacia delante, no hacia atrás", ni tampoco el departamento de justicia les daría luz verde. 

¿Entiendes lo que quiero decir? Cuando el mal es el mal, todo queda muy claro. Solo es cuando, como dice Nick Turse, autor del libro Kill Anything that Moves: The Real American War in Vietnam, los brutales actos en cuestión son cometidos por estadounidenses, siguiendo órdenes de sus superiores, que las cosas se vuelven complejas, con matices, abiertas a interpretaciones, comprensibles en términos humanos y explicables en el contexto de que existe una "bomba de tiempo" (aunque esta sea imaginaria).  (Introducción de Tom Engelhardt)

Trata de mantener la calma -aunque empieces a sentir una opresión en el pecho y que el corazón te late alocadamente. Trata de no caer en pánico cuando sientas que el agua te entra por la nariz y la boca, mientras tratas de contraer la garganta y calmar la respiración y mantener algo de aire en los pulmones y luchar contra la creciente sensación de ahogo. 

Trata de no pensar en la muerte, porque no hay nada que puedas hacer, porque estás atado, porque alguien te echa agua en la cara y te ahoga lenta y deliberadamente. Estás en sus manos. Te sientes en agonía. 

En resumen, eres la víctima de "tortura con agua". O del "submarino". O del "tratamiento de ahogo". O de la "asfixia húmeda". O de cualquier otro sobrenombre dado a esta forma de brutalidad que hoy se la llama con el eufemismo de "waterboarding" (sumergimiento en agua). 

Esta práctica se volvió ampliamente conocida en EE.UU. tras saberse que la CIA la había estado usando contra presuntos terroristas después del 11 de septiembre. Recientemente, resurgió el debate con las representaciones cinematográficas de la técnica en el premiado film Zero Dark Thirty (La noche más oscura) y las menciones en las audiencias de confirmación en el Senado del nuevo director de la CIA John Brennan. 

La tortura con agua, sin embargo, tiene una historia sorprendentemente larga, que se remonta al siglo XIV. Ha sido usada de manera constante por las fuerzas armadas de EE.UU. desde principios del siglo XX, cuando fue empleada por contra los luchadores filipinos que luchaban por la independencia de su país. Los militares estadounidenses continuarían usando este método brutal en las décadas siguientes, y durante las guerras en Asia también habría víctimas.(...)
 
El acceso a documentos, que habían sido mantenidos secretos durante mucho tiempo, ayudó a llenar los huecos. "Mantuve al sospechoso en el suelo, le coloqué un trapo sobre la cara, y luego eché agua sobre el trapo, forzando el agua en su boca", explicó el sargento David Carmon en su testimonio ante investigadores por delitos cometidos por el ejército, en diciembre de 1970.

 Según la sinopsis de la investigación, el sargento admitió haber usado tanto tortura con electricidad como con agua al interrogar a detenidos, que murieron poco después. Según los resúmenes de los testimonios de testigos oculares entre los miembros de la unidad de Carmon, el prisionero identificado como Nguyen Cong fue "golpeado y pateado", perdió el conocimiento y sufrió convulsiones. 

Un doctor que examinó a Nguyen, sin embargo, declaró que el prisionero no presentaba ninguna anomalía. Carmon y otro miembro del equipo de inteligencia militar luego "golpearon a los vietnamitas y les echaron agua en la cara con un bidón de cinco galones de agua", según un resumen de su declaración. Un informe oficial de mayo de 1971 dice que Nguyen Cong se desmayó y "fue llevado hasta su jaula de reclusión, donde lo encontraron muerto más tarde". 

Años después, Carmon me dijo por e-mail que el abuso de prisioneros en Vietnam era generalizado y estimulado por los superiores. "Nada estaba prohibido, nada estaba más allá de los límites fuera de herir gravemente a un prisionero".(...)

 En la II Guerra Mundial, militares japoneses usaron la tortura con agua contra presos de EE.UU. "Me sometieron a lo que ellos llamaban la 'cura de agua'", declaró el teniente Chase Nielsen después de la guerra. Cuando le preguntaron sobre esa experiencia, respondió: "Sentía que me estaba ahogando, en el límite entre la vida y la muerte". 

La misma tortura fue sufrida por los pilotos estadounidenses capturados durante la Guerra de Corea. Uno de ellos hizo la siguiente descripción: "Me doblaban la cabeza hacia atrás, me ponían una toalla en la cara y echaban agua sobre la toalla. No podía respirar... Cuando me desmayaba, me sacudían y comenzaban de nuevo". 

Por los delitos cometidos contra los prisioneros, incluyendo la tortura con agua, algunos oficiales japoneses fueron condenados y sentenciados a cumplir largas condenas, mientras que otros les aplicaron la pena de muerte. 

La respuesta legal a los torturadores estadounidenses en Vietnam fue muy diferente. Mientras que investigaban los alegatos contra el sargento Carmon, por ejemplo, los agentes del ejército descubrieron que en la unidad del sargento existía un patrón de conducta "cruel y de maltrato" contra los prisioneros en el periodo de marzo de 1968 a octubre de 1969.

 Según un informe oficial, los agentes determinaron que la evidencia respaldaba cargos formales contra 22 interrogadores, muchos de ellos implicados en el uso de tortura con agua, tortura con electricidad, golpes y otras formas de maltrato. Pero no les presentaron cargos, ni les hicieron corte marcial ni les dieron ningún castigo ni a Carmon ni a nadie, según los registros.(...)

 En 1901, un oficial estadounidense fue sentenciado a 10 años de trabajo forzado por torturar con agua a un prisionero filipino. Hacia fines de la década de 1940, esta práctica de varios siglos era tan repudiada que a aquellos hallados culpables de usarla les daban una larga condena o, incluso, la pena de muerte.

 Hacia fines de la década de 1960, todavía era percibida como un castigo cruel e inusual, incluso cuando los torturadores estadounidenses de vietnamitas y de presos estadounidenses no fueron sometidos a juicio. En el siglo XXI, cuando la tortura con agua pasó de las duchas de las prisiones del sudeste asiático a la Casa Blanca, se transformó en una "técnica perfeccionada de interrogación". Hoy, el funcionario elegido por el presidente para dirigir la CIA, se niega a rotular al submarino como "tortura". 

¿Qué dice sobre una sociedad cuando los códigos morales y éticos del tratamiento de presos va en retroceso? ¿Qué se supone que debemos pensar de los líderes que autorizan, promueven o protegen prácticas brutales y de los ciudadanos que los respaldan y permiten que esto suceda? ¿Qué significa cuando la tortura que, por definición, es cruel, se vuelve usual?"         (Nick Turse, TomDispatch, Rebelión, 01/03/2013)

8/5/11

"El tuerto Zubaydah sufrió 83 simulaciones de ahogamiento hasta que vomitó su "vasta información sobre personal de Al Qaeda"

"La tortura a los detenidos para descubrir al jefe de Al Qaeda ha sido reconocida por Leon Panetta, de 72 años, el director de la CIA que ha dirigido la caza y liquidación del emir saudí.

Además, los servicios antiterroristas norteamericanos han practicado el secuestro y desaparición de jefes de esta organización como Setmarian, el sirio nacionalizado español, de 52 años, casado con una madrileña y padre de cuatro hijos, que alcanzó el número cuatro de la organización (...)

Las autoridades de EE UU han declinado facilitar datos sobre el paradero de Setmarian pese a las gestiones de su esposa, Helena Moreno, residente en Doha (Catar), del Gobierno español y de diversas organizaciones de derechos humanos que han denunciado su prolongada desaparición, que todavía continúa.

En 2009, el FBI contestó a una comisión rogatoria del juez Baltasar Garzón con una lacónica y ambigua respuesta: "No está en territorio de EE UU". Este servicio retiró la recompensa que ofrecía por el jefe de Al Qaeda y borró su nombre de la lista de los terroristas más buscados pocos días después de su detención. (...)

Durante años, Setmarian ha sido interrogado en agujeros negros de la CIA por si pudiera facilitar pistas sobre el paradero de Bin Laden, de Ayman al Zawahiri y del mulá Mohamed Omar, con los que colaboró durante años en Afganistán.

La última pista del terrorista sirio condujo hasta un barco prisión del Ejército norteamericano en su base naval y aérea de Diego García, isla británica en el océano Índico donde han permanecido presos yihadistas calificados de alto valor informativo para ellos, según testimonios de varios exagentes de la CIA.

"Este barco está haciendo algunas cosas buenas que no puedo revelar", afirmó tras el 11-S el vicealmirante norteamericano David Brewer sobre su criatura preferida, el buque de asalto anfibio USNS Stockham.

Semanas después, en las celdas de Guantánamo, el ruso Rustam Akhmiarov y el británico Moazzam Begg recibieron confidencias de compañeros en las que les hablaron de otro limbo más oscuro, de un limbo en el mar, de cárceles flotantes peores que la base en la isla de Cuba.

Y les detallaron en qué consistían "las buenas acciones" de las que habló el vicealmirante Brewer: torturas interminables a presos hacinados en las bodegas de varios barcos norteamericanos.

Begg, expreso británico, explica ahora las diferencias entre Guantánamo y una cárcel flotante: "El aislamiento es absoluto. Es el limbo de los limbos. No hay abogados ni miembros de la Cruz Roja que puedan visitarte o identificarte".

Exactamente lo que le ha ocurrido al pelirrojo Mustafá Setmarian, al que nadie ha visto desde su detención en Quetta, un feudo de Al Qaeda en Pakistán. (...)

Igual suerte corrió Abu Zubaydah, un palestino de 40 años, detenido en 2002 en Faisalabad y reaparecido en 2006 en Guantánamo después de cuatro años engullido por los agujeros negros.

El tuerto Zubaydah sufrió 83 simulaciones de ahogamiento hasta que vomitó su "vasta información sobre personal de Al Qaeda, operaciones, planes, finanzas y terroristas", tal como lo valora su ficha personal, fechada en 2008, que le atribuye, al igual que a KSM, alto riesgo y valor de inteligencia.

Leon Panetta, director de la CIA, ha sugerido que la tortura a presos como Setmarian, KSM o Zubaydah ha servido para capturar a Bin Laden. "Las técnicas de interrogación coercitiva fueron empleadas contra algunos de estos detenidos. No sabemos si podríamos haber obtenido la misma información a través de otros métodos".

¿Se han incluido en esas técnicas el ahogamiento simulado?, le han preguntado a Panetta, y su respuesta fue tan escueta como rotunda: "Correcto". La duda radica en si es verdad que la pista se obtuvo mediante esas torturas o es un argumento para justificar el horror de Guantánamo." (El País, 08/05/2011)

1/6/10

"La noche del 24 al 25 de marzo de 1945 se desarrolló en un castillo austriaco una historia de terror como parte de una fiesta. Margit von Batthyány, hermana mayor del barón Heinrich Thyssen-Bornemisza, había invitado a 40 personas de siniestra filiación: oficiales de las SS, policías de la Gestapo y seguidores del III Reich.

El menú incluía un extra: divertirse humillando a un grupo de 180 judíos recluidos, incluso divertirse mucho torturándolos y disparándoles. Por si alguien duda: ocurrió en realidad aunque no se conocen con exactitud los detalles. No todos los invitados se sumaron al horror: solo cinco lo hicieron, según especulaciones posteriores.

Hubo algunos testigos, que fueron más tarde asesinados. Los principales autores nunca fueron perseguidos. Se desconoce el lugar de las fosas. Y se conoce como el caso Rechnitz, por haber ocurrido en la localidad austriaca de este nombre, que está en la frontera con Hungría. Nunca fue del todo aclarado, pero se recoge en la obra La historia secreta de los Thyssen (Temas de Hoy, 2007), escrita por David R. L. Litchfield." (El País, ed. Galicia, cultura, 27/05/2010, p. 46)

13/5/10

"Debemos abandonar la práctica de la tortura porque la información que proporciona ya no es fiable". Es decir, no porque se trate de una salvajada moralmente reprobable, sino porque como método de obtención de información ya no es eficaz, puesto que los activistas de Al Qaeda se entrenan para soportarla. Si alguien se hubiera expresado en semejantes términos en un seminario jurídico europeo, los asistentes le hubieran saltado al cuello restregándole por la cara la Declaración Universal de Derechos Humanos y los convenios internacionales correspondientes.

Pero no, el que así hablaba era uno de los participantes estadounidenses en el Foro de Seguridad Global sobre Terrorismo Internacional, organizado por la Escuela de Leyes de la Universidad de Nueva York, entre la complacencia general de los asistentes y la mirada atónita de los jueces antiterroristas Jean Louis Bruguière, de Francia, Baltasar Garzón y Fernando Andreu, de España, y la fiscal Dolores Delgado.

Y es que la mayoría de los norteamericanos que han participado en el seminario, muchos implicados en la lucha contra el terrorismo, escenifican claramente ese viejo principio de "entre que sufra mi madre o que sufra la suya, que sufra la suya" y no se plantean dilemas éticos sino que son fervientes partidarios de la eficacia a cualquier precio. Su única preocupación es Estados Unidos y reducir la amenaza terrorista. Lo demás es accesorio.

De muy poco sirve que los jueces españoles reclamen el respeto a la ley y argumenten que para ser eficaz es necesario que las pruebas sean válidas en un proceso penal para poder condenar a los terroristas y que las confesiones obtenidas bajo torturas son nulas ante cualquier tribunal que se precie de tal.

Eso sí, siempre respetuosos con la libertad de expresión, permiten que año tras año se escuche la voz disidente de un neoyorquino musulmán de origen iraní que plantea que la política de Estados Unidos en Irak y Afganistán genera odio y tiene parte de la culpa de los ataques que recibe. Sin embargo, nada de ese discurso cala entre el medio centenar de asistentes. Ni siquiera se le replica. Simplemente se le ignora.

Otro de los participantes destaca que Obama mantiene prácticamente las mismas medidas contra el terrorismo que Bush. El manual es el mismo, insiste, pero el triunfo de Obama ha permitido que podamos desprendernos de las "cosas tontas" de la política de Bush por las que la gente nos odia. Se supone que esas cosas tontas son las torturas de Abu Ghraib, los vuelos y las cárceles secretas de la CIA o el limbo jurídico de Guantánamo.

Pero en lo fundamental, el guión se mantiene. Así, el seminario analiza el Predator Drone, el avión teledirigido utilizado en varios países como instrumento de vigilancia, pero también para cometer asesinatos selectivos contra dirigentes y grupos terroristas. Garzón no pone reparos a que esos aviones no tripulados se usen como los satélites para obtener información e incluso como armamento convencional en casos de guerra, pero es tajante al rechazar que sea legal emplearlos para asesinar a objetivos terroristas fuera de los conflictos bélicos.

Sin embargo, los participantes estadounidenses se muestran entusiasmados por disponer de una herramienta tan eficaz contra los terroristas. Lo único que afea tan brillante dispositivo es que el 20 % de las bajas que causa (una de cada cinco) son civiles inocentes, mujeres y niños. Por lo que se propone que se trate de reducir tan dramático porcentaje. Garzón advierte de que actuaciones de ese tipo pueden constituir crímenes contra la humanidad y ser perseguidos por la comunidad internacional para evitar la impunidad.

¿Saben cuál fue la reacción a la advertencia de que podrían estar causando crímenes contra la humanidad? Que el Predator Drone tiene un problema: tras su uso no hay posibilidad de obtener datos de inteligencia, ya que los sospechosos a los que habría que interrogar están muertos. Impresionante." (El País, ed. Galicia, España, 10/05/2010, p. 21)