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25/3/09

Duch, mataba para que no hubiese potenciales opositores, mataba en el futuro

"La prisión gobernada por el profesor de matemáticas Kaing Guev Eav, alias Duch, juzgado en Phnom Penh por crímenes contra la humanidad, ejecutó los asesinatos masivos programados por los ideólogos de los jemeres rojos para instaurar en Camboya una tiranía maoísta y campesina. "Camarada, más vale una Camboya poco poblada que un país lleno de incapaces", dijo Duch a François Bizot, en 1971, durante el cautiverio del investigador francés en manos de los jemeres. (...)

Sólo apta para gente sin entrañas, la dirección de aquella antesala de la muerte, el S-11, correspondió a Duch, de 66 años, acusado de promover el asesinato de más de 13.000 inocentes. Todos los internos de la prisión, menos siete, perecieron allí o en zanjas cercanas, a garrotazos. "Muy timorato me pareces para ser francés", le dijo Duch a Bizot, que criticaba la brutalidad de la milicia jemer, según recordó aquel en su libro El Portal. "¿Acaso no hicisteis la revolución y cortasteis centenares de cabezas para fundar una nueva nación? Poco importa la magnitud del sacrificio: sólo cuenta la grandeza de los objetivos".

Duch pidió perdón por los horrores cometidos en el S-11, cuya población fue animalizada desde su entrada en el lóbrego recinto. Todos eran culpables de espionaje, tibieza o contrarrevolución desde el momento de su detención. Amontonados en camiones siempre nocturnos, maniatados y cegados con pañuelos, se les conducía a culatazos hacia las habitaciones donde eran registrados, fotografiados y afeitados al cero. "Aquello era muchísimo peor que el infierno", evocó el pintor Vann Nath, sobreviviente.

El historiador norteamericano David Chandler, autor del libro Hermano Número 1 (Pol Pot, fallecido en 1998) escribió que alguien, en nombre del partido, decidió asesinar a todos los presos del S-11, independientemente de su inocencia o culpabilidad, para "desembarazarse de potenciales opositores, proteger el carácter secreto de la prisión y demostrar la infalibilidad del partido". Duch cumplió sin vacilación los objetivos establecidos para la penitenciaria conocida como Tuol Sleng. Nadie debía abandonarla con vida: ni quienes, molidos a palos o acuchillados con bayonetas, confesaban delitos inexistentes, ni quienes murieron durante el tormento sin haberlo hecho. Junto a sus mujeres e hijos, cayeron campesinos, obreros, técnicos, médicos, maestros, estudiantes, monjes budistas, cuadros de Pol Pot, soldados y diplomáticos.

Inmovilizada por el miedo durante tres decenios, Chim Math, de 51 años, aceptó hablar en 2007. Se salvó porque al jefe del centro le enterneció escuchar el acento provinciano que él también conservaba. "A través de agujeros en la pared de mi celda veía las torturas y cómo se deshacían de los cuerpos como si fueran basura. Jamás olvidaré el olor de los excrementos de los cerdos mezclado con la sangre humana". Sólo el núcleo del partido, y concretamente Son Sen, jefe de la temible Santobal, la policía secreta, conocían la existencia del matadero abierto en un antiguo colegio de secundaria de la burguesía camboyana. La presunción de inocencia no existía: "¿Por qué fuiste detenido? Yo no lo sé, pero la Organización nunca detiene a nadie que no sea culpable. ¡Confiesa tu delito!". Horas después, las víctimas volvían a las mazmorras a rastras, chorreando sangre, tras inventar delitos e implicar a decenas de traidores en su comisión.

Casi todos los torturados fabularon su pertenencia a la CIA, la KGB o a la quinta columna de Vietnam, inventaron maquinaciones de sus superiores en el partido o en el Ejército, y admitieron el envenenamiento de despensas y depósitos de agua.

Casi todos se confesaron capitalistas, imperialistas, burgueses, señores feudales o peones en el boicoteo de infraestructuras y arsenales. Pocos dudaron en firmar desde siete hasta 200 folios con historias increíbles sobre planes contra la Organización y los refundadores de la patria. Las más de 4.000 confesiones recuperadas en los archivos del centro detallan la pesadilla vivida por los detenidos.

Duch, finalmente, apresado en el año 1999, decidía sobre su destino: el interrogatorio y tortura durante días, semanas o meses, o la inmediata ejecución en los vecinos campos de la muerte, a 15 kilómetros de la capital. "Nos permitían hablar con los presos, pero estaba prohibido compadecerse", según testimonió el guardián Kok Sros.

Una vez dentro del S-11, la salvación era imposible porque el interrogador fraguaba la sentencia de muerte." (El País, ed. Galicia, Internacional, 22/02/2009, p. 6)

28/2/08

La crueldad de los campesinos

“R. Esos métodos no me convencían desde que trabajaba en la Oficina 13. Pero consideré que entonces existía el pretexto de la lucha revolucionaria, de la clandestinidad, de neutralizar a los espías infiltrados o a los que podían convertirse en espías… Personalmente no tenía una respuesta. Lo entendí con el paso del tiempo: era Ta Mok (considerado por todos el jemer rojo más sanguinario) quien había ordenado que se eliminara a todos los prisioneros. Veíamos enemigos, y más enemigos, por todas partes. Cuando descubrí que en la lista de las personas a las que había que eliminar estaba incluso el ministro de Economía, Von Vet, sufrí un choque, una verdadera conmoción. (…)

P. ¿Qué sentía ante ese número creciente de víctimas que usted contribuía a aumentar?

R. Me sentía empujado hacia un rincón, como todos en ese engranaje; no tenía opción…había que sospechar siempre, temer algo, y llegaba la petición: "Interrogadlo otra vez, interrogadlo mejor".

P. Lo que significaba sólo una cosa: nuevas torturas.

R. Pasaba siempre eso. Por ejemplo, en el caso de mi cuñado. Le conocía muy bien, se había creado una relación auténtica de parentesco, pero tenía que eliminarlo de todas formas... Así que para protegerlo no analicé con demasiado rigor esas declaraciones. Y en esa ocasión mis superiores empezaron a dejar de tener plena confianza en mí. Al mismo tiempo, yo ya no me sentía seguro. (…)

P. Usted mantuvo su puesto hasta el último momento. ¿Era un ejecutor perfecto?

R. Obedecía. Quien llegaba a nuestro centro no tenía ninguna posibilidad de salvarse. Y yo no podía liberar a nadie. (…)

P. Usted está ahora arrepentido, pero ¿qué pasa con todos esos miles de víctimas, esa violencia practicada con métodos primitivos, esas mentiras transformadas en verdad?

R. Si alguien busca la responsabilidad, y los diferentes grados de responsabilidad, lo único que puedo decir es que no había vía de escape para quien entraba en la máquina de poder ideada por Pol Pot. Sólo los dirigentes conocían la verdadera situación del país, pero los cuadros intermedios la ignoraban. Y además había esa obsesión por el secretismo. Está claro que usted me pregunta si no podía rebelarme, o por lo menos huir.

P. Eso es.

R. Si intentaba huir, ellos tenían como rehén a mi familia, que habría corrido la misma suerte que los otros prisioneros de Tuol Sleng. Mi fuga, mi rebelión no habría ayudado a nadie.” (Kang Kek Ieu (le llaman Duch). Profesión: profesor de matemáticas y genocida: "Ninguna respuesta evitaba la muerte". El País, ed. Galicia, Domingo, 10/02/2008, p. 2/4)

10/2/08

Causas del genocidios camboyano de los jemeres rojos

“"De todas formas, una justicia completa debería preguntar sobre la responsabilidad histórica de Estados Unidos, China, Tailandia y muchos otros en el baño de sangre que les vino a Camboya, Vietnam y Laos en esa época".

El colonialismo, la guerra de Vietnam, el napalm y los bombardeos desde los B-52 estadounidenses sobre Camboya y Laos, con cientos de miles de víctimas, reactivaron los movimientos nacionalistas y comunistas regionales. El experimento camboyano fracasó, según el socialista francés Jean Lacouture, porque lo lideraron campesinos aislados del mundo durante muchos años. Odiaban el sistema y trataron de eliminarlo desde sus raíces.” (El País, ed. Galicia, Internacional, 04-11-07)