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15/6/22

“La justicia de Franco se inspiró en la Inquisición y en los nazis”... la Memoria escrita en 1939 por el general Felipe Acedo Colunga, fiscal jefe del Ejército de Ocupación, permite conocer en detalle el método del franquismo para retorcer el derecho y construir una “justicia de exterminio”... mediante un “manual de inquisidores”... Se inspira y bebe de la Inquisición y asume las tesis del derecho nazi. Había que destruir al enemigo. Se condena y mata a muchísimas personas, no por lo que habían hecho, sino por lo que son y por lo que piensan. Igual que a los judíos los mataron por ser judíos

 "Ángel Viñas, Francisco Espinosa y Guillermo Portilla, autores de Castigar a los rojos (Crítica), han visto muchos consejos de guerra. Solo en Málaga, por ejemplo, cuatro tribunales juzgaron en 100 días a 20.000 personas e impusieron 3.000 penas de muerte. Pero el hallazgo por parte de Espinosa de la Memoria escrita en 1939 por el general Felipe Acedo Colunga, fiscal jefe del Ejército de Ocupación, permite conocer en detalle el método del franquismo para retorcer el derecho y construir una “justicia de exterminio”. Espinosa revisa, además, las cifras de víctimas, que eleva hasta 140.159 de la represión franquista, y 49.367 en la zona republicana. Viñas, de 81 años, historiador, economista y catedrático jubilado, habla en esta entrevista en nombre de los tres y confía en que el libro en el que analizan este valioso documento complique el discurso de los revisionistas.

Pregunta. Describen a Acedo Colunga como “uno de los personajes más siniestros del franquismo”. ¿Quién era?

Respuesta. Era una persona de la máxima confianza de Franco y formaba parte de la Unión Militar Española, la parte del Ejército que conspiraba con los monárquicos. Fue uno de los activistas de la represión jurídica de Asturias y estuvo un tiempo en la cárcel porque había participado en la sanjurjada.

P. Describen su Memoria como un “manual de inquisidores” porque Acedo Colunga animaba a sus colegas a coger ideas de la Inquisición, que consideraba un “tribunal calumniado”. Sabía que el derecho vigente no le servía para su plan de “desinfectar” España.

R. Eso es. Se inspira y bebe de la Inquisición y asume las tesis del derecho nazi. Había que destruir al enemigo. Se condena y mata a muchísimas personas, no por lo que habían hecho, sino por lo que son y por lo que piensan. Igual que a los judíos los mataron por ser judíos.

P. Dice Acedo Colunga: “No son ideas, sino crímenes”.

R. En su modelo de justicia, la idea es el crimen. En el consejo de guerra a Julián Besteiro, por ejemplo, pide la pena de muerte y el militar que le defiende dice que no ha hecho nada. Pero para Acedo Colunga, independientemente de su comportamiento, está justificada la pena capital; Besteiro encarna a la antiEspaña y para él eso justifica la pena capital, hay que acabar con él.

P. También propone una “depuración despojada de todo sentimiento de piedad” para “eliminar a todos los que no estén identificados espiritual y materialmente con el Movimiento”, fijándose “especialmente en los maestros de escuela”. Su guía jurídica trascendía la guerra.

R. Sí, y así se hizo. También retorcieron el código de justicia militar, de 1890, es decir, monárquico, no republicano, para no reconocer a los militares leales al gobierno legítimo como soldados, sino como panda de malhechores.

P. Más de 80 años después siguen apareciendo documentos valiosos como este. ¿Falta acceso y catalogación en los archivos?

R. Espinosa ya sabía de Acedo Colunga. Había investigado hace años en un archivo en condiciones deplorables [con excrementos de ratas y cucarachas, vivas y muertas] y finalmente, encontró su Memoria. Me la enseñó, pensé: ‘Esto es un libro’, y pedimos ayuda a Portilla, que es catedrático de Derecho Penal. El gran problema de los archivos españoles es que no están bien catalogados porque faltan medios, por eso deberían abrirlos totalmente. No hay que tener miedo a la historia.

P. ¿Hay una nueva ola de revisionismo histórico?

R. Empezó con Aznar, con las exhumaciones de fosas a partir de 2000. Luego vino la ley de memoria de 2007 y la derecha no lo toleró. El revisionismo trata de contener el movimiento social de la memoria, acudiendo a los mismos argumentos del franquismo: que la República iba a destruir España, etcétera.

P. El PP y Vox dicen que enseñar la represión franquista en los colegios es adoctrinamiento…

R. Hitler y Mussolini fueron derrotados, pero aquí la dictadura duró casi hasta 1977. En Alemania hubo desnazificación, se fijaron en la Educación. Aquí no hubo desfranquización. Esa es la clave, la madre del cordero. Se dice: ‘Hay que construir la España del futuro’, pero no puede hacerse sin conocer el pasado. Los historiadores somos presos de los documentos. Luego está la lucha política. Los chavales deben conocer su propia historia y hoy, por desgracia, no es así.

P. La nueva ley de memoria está estancada en el Congreso. ERC exige derogar la ley de amnistía.

R. Es una situación incomprensible. Aunque no sea perfecta, mejor tenerla, que boicotearla."        (Entrevista a Ángel Viñas, Natalia Junquera, El País, 14/06/22)

26/11/19

El pastor protestante que mató Franco. La persecución religiosa del franquismo también fue terrible

"La cinta 'Mientras dure la guerra' recupera la figura del presbítero, maestro, masón y republicano, amigo de Miguel de Unamuno y ejecutado por los franquistas
Protestante, maestro, republicano y masón. Atilano Coco tenía todas las cartas para acabar asesinado por los golpistas. Y así ocurrió. Secuestrado en Salamanca, encarcelado y muerto a tiros en diciembre del 36, el amigo de Miguel de Unamuno que recupera la película Mientras dure la guerra de Alejandro Amenábar es un ejemplo de las persecuciones religiosas que ejecutó el fascismo español.

Si la República había consagrado la libertad de culto, los rebeldes sostenían una idea única de España: católica, pura, impermeable. Más allá, todo eran herejes. Y, como en un remake a destiempo de la Inquisición, serían perseguidos, sometidos a cárcel, torturas y ejecuciones, además del expolio de sus bienes, que entraron en el saco del botín de guerra de los derrotados.


Atilano Coco, su vida, obra y muerte, quedan como paradigma de esta cacería al infiel emprendida por el naciente franquismo. Porque el culto, para los fascistas, tenía principio y fin en la colaboradora Iglesia católica. Un fanatismo religioso que ni el propio Unamuno sería capaz de interrumpir siquiera por un caso, como retrata Amenábar.

Queda como epitafio la nota que Enriqueta Carbonell, mujer de Coco, entregó al intelectual para recordar la situación de su marido. Un papel en el que Unamuno, dicen, escribió apuntes del discurso en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca donde soltó el famoso "venceréis, pero no convenceréis". 

Un par de meses después, el 9 de diciembre, Atilano Coco fue ejecutado en el monte de La Orbada. Pero el presbítero sigue siendo además un desaparecido. Uno más entre miles que continúan arrojados a fosas comunes repartidas por todo el país. Nadie sabe dónde está la tumba del amigo de Unamuno.


Una tarea de "limpieza" religiosa 
"Claro que hubo una persecución religiosa", resume en declaraciones a eldiario.es el obispo de Madrid de la Iglesia Anglicana de España, Carlos López. "Quizás una veintena de protestantes españoles fueron ejecutados" por los franquistas, calcula.

Y aporta otros nombres, más allá de Atilano Coco. "Como Pedro de Vegas, que tenía una parroquia y una librería en Córdoba que mandaron quemar. Luego le asesinaron", explica. "Era además amigo de Pío Baroja, que lo saca en alguna de sus novelas".

Sigue. "Julio Caro, también ejecutado sin juicio previo". Y "otros condenados a penas de cárcel", como Santos Martín Molina en Sevilla, "que penó ocho años". También aquellos que no encontraron más salida que el destierro, como Manuel Borobia en Valladolid, "que marchó a Vigo, donde tampoco le dejaron ejercer como maestro, y se tuvo que ir de España", y Progreso Parrilla, que desde Jaén "atravesó el campo y se fue a Portugal, y en Lisboa cogió un barco y se exilió hasta la muerte de Franco en Londres".

Aunque la represión golpista también llegó al saqueo. "Se nos cerraron bastantes templos y el régimen franquista nos expropió 26 templos y 14 escuelas", sostiene el obispo de Madrid de la Iglesia Anglicana.

Quienes no fueran católicos "seguro estaban expuestos a la represión poliédrica", afirma la historiadora Marta Velasco, autora de Los otros mártires. Porque los golpistas "en los primeros años de guerra arrasaron con todo y no se anduvieron con sutilezas", cuenta en un libro que lleva como subtítulo 'Las religiones minoritarias en España desde la Segunda República hasta nuestros días'.


La búsqueda infructuosa de Atilano Coco 
El propio colectivo memorialista intentó localizar "hace unos años" los huesos del pastor asesinado por los franquistas. Pero la información sobre su paradero "era muy vaga" y los arqueólogos de la ARMH no llegaron "a encontrar un sitio donde buscar". Por eso, hoy, "sigue siendo un desaparecido".

A raíz del caso "hicimos una investigación sobre la represión a las religiones no católicas, como judíos, protestantes o musulmanes", continúa. "A esta gente las perseguían como a los comunistas", ejemplifica Silva. "Los masacraron". Y Atilano Coco, en el verano del 36, era una persona popular en Salamanca. Fácil de señalar.

"Posiblemente recibió denuncia del cura de la parroquia más cercana", apunta Carlos López. "Unos meses antes había tenido con esta persona una polémica pública que le había ganado porque era más ágil y capaz, y le denunció como persona dañina", afirma. "A partir de ahí empezó el camino que lo llevó a la detención y a su ejecución sin juicio previo", subraya el obispo anglicano.

"El problema religioso en España es algo muy antiguo y eso que siempre hemos convivido con otras religiones, más allá de la católica", tercia la historiadora Marta Velasco. "Los evangélicos tenían comedores infantiles, editaban revistas en plena guerra, tuvieron una gran labor social y ahí podemos enmarcar a Atilano", apunta Emilio Silva.

"Eran muy progresistas, dentro de que formaba parte de una religión, por eso los persiguieron y los ilegalizaron", añade el presidente de la ARMH. "Hasta los pactos –de la dictadura de Franco– con EEUU no se aprueba una, entre comillas, ley de libertad religiosa", sostiene. Y ahí coincide con Carlos López: "Hasta entonces las iglesias funcionaban de forma clandestina, antes del decreto de 1967 era una persecución sistemática e intolerancia plena".


La persecución que "no descansa" 
"La persecución religiosa fue terrible y el régimen no descansa", los golpistas atacan mientras dura la guerra y continúan durante la dictadura de Francisco Franco. Los rebeldes "se dan cuenta de la diversidad hispana, descubren la importancia de otras religiones en la sociedad" y emprenden una tarea "de limpieza y pureza en la que no cabía el diferente", añade como "hipótesis histórica".

¿Qué cifras alcanzó esta violencia? "No hay una cuantificación de personas que sufrieron represión" por este motivo, explica la investigadora. El olvido está razonado desde "la marginalidad en la que han vivido" provocando que "aún hoy no sean colectivos visibles", apunta Velasco.

"El franquismo ha conseguido fijar en nuestro imaginario colectivo que el protestante no es de aquí, que es extranjero, igual que pasa ahora con los musulmanes, aunque hayan nacido en España, como que no nos cuadra", explica Marta Velasco. Una herramienta clave para asentar esta exclusión nace "cuando la iglesia se mete en el sistema educativo como espina dorsal del régimen".

"Yo no conocía lo que había pasado con las minorías religiosas y lo más interesante cuando inicié la investigación fue darme cuenta que como, sin considerarme una persona católica, cargaba con todo el discurso nacional católico", añade. "Y los protestantes, evangélicos... tienen una consideración de secta. ¿Por qué decimos eso?", cuestiona.


Fascismo contra las "reformas republicanas" 
Constitución de la Segunda República Española de diciembre de 1931, artículo 27: "la libertad de conciencia y el derecho de profesar y practicar libremente cualquier religión quedan garantizadas en el territorio español". El franquismo azotó la diversidad de culto desde el primer momento, restaurando la religión católica como único camino permitido bajo el lema 'Un dios, una patria, un caudillo'.

"La normativa franquista se va comiendo a las reformas republicanas", señala Marta Velasco. "Un proceso que cuando se estudia en paralelo es siniestro, terrible, como si le metieran una poda bestial a todas las hojas verdes y flores del árbol y lo dejaran seco", dibuja.

Y en ese contexto de primera violencia extrema y persecución religiosa resultó detenido y asesinado Atilano Coco Martín (Guarrate, Zamora, 1902 – Salamanca, 1936). El pastor protestante había estudiado en Inglaterra, era presbítero de la Iglesia Española Reformada Espiscopal, maestro de la escuela adjunta a la iglesia anglicana y miembro del Partido Republicano Radical Socialista, más tarde de Unión Republicana, y de la logia masónica Helmántica como parte del Grande Oriente Español.

Los militares golpistas detienen a Coco a finales de julio del 36 y lo encarcelan en la prisión provincial de Salamanca. Con Enriqueta Carbonell Carratalá tenía dos hijos, Alicia y Enrique. Todos los intentos de su mujer por azuzar al amigo Miguel de Unamuno para lograr su salvación fueron en vano, como cuenta la cinta Mientras dure la guerra.

"Me faltó en la película que acabara diciendo que Atilano Coco está todavía desaparecido y que retratara más su perfil progresista, porque aparece un tanto desdibujado", afina el presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), Emilio Silva.

Atilano Coco, el pastor protestante amigo de Miguel de Unamuno ha sido rescatado por la película de Alejandro Amenábar. El presbítero tiene otros reconocimientos, como una calle a su nombre en su pueblo natal, Guarrate, o la residencia universitaria 'Centro Atilano Coco' inaugurada en 2005 en Salamanca. Pero, todavía, el maestro, republicano y masón asesinado por los franquistas sigue siendo un desaparecido. Nadie sabe dónde está su tumba. Como otros miles de personas enterradas en fosas comunes por toda España.


Una sociedad mal informada debilita la democracia 
Ahora más que nunca se demuestra que la desinformación debilita la democracia y por eso son necesarios medios que desvelan esas trampas: la independencia de eldiario.es es posible porque somos rentables y no tenemos deudas. Solo nos financiamos con la publicidad y el apoyo de más de 34.000 socios y socias. Nuestro trabajo necesita de tu apoyo, y cuesta dinero."                 (Juan Miguel Baquero, eldiario.es, 19/11/19)

12/3/15

Los clérigos de las religiones monoteístas han recurrido al terror para mantener a raya a sus fieles. Los franquistas, o los yihadistas, por ejemplo...

"Como ya advirtió Max Weber, con aquella fuerza sintética que siempre caracterizó su escritura: “Toda organización de la salvación en una institución universalista de la gracia se sentirá responsable de las almas de todos los hombres, o al menos de todos los que le han sido confiados, y por ello se sentirá obligada a combatir, incluso con violencia despiadada, toda amenaza de desviación en la fe”. 

Nada sobra, nada falta: la organización de salvación en instituciones universalistas, esto es, la clerecía, si puede, recurrirá a la violencia despiadada: tal es la ley que atraviesa todas las historias de las religiones de salvación hasta que un poder civil, que no construye su legitimidad en la lectura de ningún libro sagrado, es capaz de reducir la religión al ámbito y al espacio que le son propios: la comunidad de creyentes y el templo.


Pero tanto la religión cristiana, como la musulmana y la judía han erigido sus templos —catedrales, mezquitas, sinagogas— en el centro del espacio público para que sus sacerdotes, imames y rabinos dominen desde esas imponentes construcciones la vida de los fieles, sus creencias y su moral, y para mantener a raya a los fieles de otras iglesias o los creyentes de otras religiones. 

No existe ninguna clerecía administradora de una religión de salvación que no haya pretendido que su voz, desde el púlpito, el minbar o el amud, se extendiera sobre todo el espacio circundante hasta llegar a someterlo a su mandato. Así es como los clérigos creen cumplir su misión como responsables de la salvación universal, aunque para lograrlo tengan que mezclar, según las ocasiones, la persuasión con el terror. 

Nada importa que, en sus orígenes, la religión de salvación haya germinado en comunidades de fraternidad y amor, como sin duda lo fue entre los primeros cristianos; cuando llegan los clérigos y se constituyen en poder, la fraternidad se transforma en odio y por amor se es capaz de llevar al matadero al hermano en la fe si sucumbe a la tentación de desviarse de la sagrada doctrina.

Por eso es vana, para alguien que no crea en una determinada religión, la pretensión de establecer cuál es su verdadero contenido o cuál el significado único de su libro sagrado: no hay ni puede haber un islamismo verdadero, de la misma manera que nunca hubo un cristianismo ni un judaísmo verdaderos, siempre idénticos a sí mismos durante todo el tiempo y en cualquier circunstancia. 

Más aún, los clérigos de las religiones asociadas a una concreta moral pública y de las que se derivan determinadas prácticas políticas, como ocurre con las tres monoteístas, suelen contemplar cómo surgen de sus mismas entrañas voces que se alzan contra la interpretación de la palabra divina sobre la que ellos construyen su poder; son los herejes, perseguidos y condenados a la hoguera por desviarse de la verdadera fe establecida por los dueños de los textos sagrados. Antes que a un infiel, que por definición no cree en la palabra revelada, a quien mata un creyente es al hereje, que le disputa el control de esa palabra.

De ahí que pueda predicarse de todas las religiones monoteístas, contempladas a lo largo de siglos, aquello que Carl Schmitt decía de la católica, que era una complexio oppositorum: paz de Dios junto a guerra santa; o también: guerra santa y tregua de Dios. 

Lo mismo puede decirse de la judía y de la musulmana, las tres monoteístas, las tres basadas en un libro sagrado que contiene verdades reveladas, las tres —y este es el punto que aquí interesa— regidas por una clerecía, formada exclusivamente de hombres que por elección divina se encuentran investidos de autoridad para interpretar la palabra. 

Son ellos, los clérigos, quienes transmiten en cada momento y por medio de rituales que solo ellos pueden celebrar, y en los que solo ellos toman la palabra, el verdadero y único sentido de la fe revelada. En las tres religiones, los libros sagrados son mudos hasta que alguien, con el poder derivado de su consagración como clérigo, interpreta lo que allí quedó escrito.

Las tres con largos tramos de sus respectivas historias en los que no solo era posible sino voluntad misma de Dios, Alá o Jehová morir o matar en defensa de la fe, una voluntad que se transforma en violencia despiadada sobre las cosas y las personas cuando los clérigos sienten amenazado el poder de vida y muerte que detentan sobre la sociedad.

 En la larga y sangrienta historia de las religiones, no es posible encontrar ninguna dotada de ritos que celebrar, de libro sagrado en que creer y de clérigos a quienes obedecer, que no haya servido como instrumento de muerte y desolación cuando el dios de los creyentes alcanza la categoría de único dios en el mundo, cuando del libro sagrado se derivan leyes que rigen la conducta de los miembros de toda la sociedad y cuando los clérigos reclaman para sí y conquistan el poder de erigir sus templos sobre las ruinas de los antepasados, de destruir estatuas que el paso del tiempo ha convertido en símbolos perdurables de otros cultos y otras creencias, o de enviar a disidentes y heterodoxos a la muerte, después de conducirlos en procesión por las vías públicas: los herejes o las pobres brujas que la santa Inquisición llevaba a la hoguera tras someterlos a refinadas torturas; esos desventurados cristianos degollados hoy como corderos ante la mirada del mundo.

Antes que derramar su sangre como mártires de la fe, los clérigos de las religiones de salvación, si pueden, si disponen de poder para hacerlo, o creen que ese poder corre peligro, derramarán la sangre del infiel o del hereje. Siempre lo han hecho, siempre lo van a hacer. 

Nosotros guardamos en la memoria alguna reciente experiencia de toda esta desgracia. En aquel estremecedor y admirable panfleto que será por siempre Los grandes cementerios bajo la luna, el católico Georges Bernanos, procedente de la derecha nacionalista francesa y testigo horrorizado en 1936 de las matanzas en Mallorca, en las que tomaba parte uno de sus hijos bajo el mando del impostor conde Rossi, dejó escrito que “el Terror habría agotado desde hace mucho tiempo su fuerza si la complicidad más o menos reconocida, o incluso consciente, de los sacerdotes y de los fieles no hubiera conseguido finalmente darle un carácter religioso”. 

Fue primero el terror implantado por militares y fascistas; luego llegaron los clérigos: la religión católica vino a sacralizar la práctica derivada de una política de muerte. No fue que los rebeldes, por creyentes, mataran; fue que los asesinos, para proseguir su acción hasta el exterminio, la revestían de aura sagrada y la tomaban como prenda de salvación: la alta clerecía había predicado una guerra santa, una cruzada contra infieles e invasores que, con la religión, destrozaban la patria; su destino no podía ser otro que la muerte.

La palabra yihad podrá significar, para los eruditos en la interpretación de textos sagrados, lo que quiera que sea: esfuerzo, ayuda, lucha de liberación. Da igual. Es una auténtica yihad vivida como guerra santa —si fueran cristianos: una cruzada— lo que hoy repiten, celebrando ese horrible ritual ideado para transmitirse a todos los confines del mundo por las redes globales, los matarifes del Estado Islámico bajo la atenta mirada de un clérigo, todo vestido de negro, que observa a corta distancia y con idéntica impasibilidad el sacrificio de vidas humanas y la destrucción de estatuas milenarias."             (   , El País 1 MAR 2015)

4/11/13

Por cada asesinato político que cometió Mussolini, Franco cometió diez mil. La Iglesia fue parte esencial de ese régimen, y cómplice de ese horror

"(...) Por cada asesinato político que cometió Mussolini, Franco cometió diez mil. Como resultado de una represión sistemática del Estado fascista, miles y miles de españoles republicanos, defensores de un gobierno democráticamente elegido, fueron asesinados, torturados y/o exiliados, con muchos de los muertos republicanos (114.000), todavía en paradero desconocido.

Se tiene que asumir que el Papa Francisco sabe que una asociación que apoyó aquel golpe militar y la dictadura que le siguió fue precisamente la Iglesia católica. La evidencia de que ello fue así es enorme.

 Las declaraciones de las máximas autoridades eclesiásticas pidiendo la rebelión del Ejército y de los creyentes frente a un gobierno democráticamente elegido y su apoyo a la represión (que llegó a llamar Cruzada) son por todos conocidas. En realidad, la Iglesia fue más allá de colaborar con aquel régimen. La Iglesia no fue colaboradora, sino parte esencial del régimen. 

Era parte del Estado dictatorial. Y se benefició enormemente (en sus intereses terrenales y empresariales), resultado de esta identificación con el Estado dictatorial. La evidencia conocida muestra también que, como parte de aquel Estado, la Iglesia intervino directamente en la represión de los perdedores de aquel conflicto, formando parte de los tribunales que daban órdenes de fusilamiento y encarcelamiento. 

Es más, hay también evidencia de que entre los supuestos mártires homenajeados en Tarragona, había gran número de individuos que dirigieron directamente tal represión (ver el artículo “Beatos y Cínicos”, de José Mª García Márquez, en Público, 14.10.13) (...)

Estos hechos están ahí para que lo puedan ver todos los que quieran verlo. Pero la Iglesia Católica y el Vaticano, dirigidos ahora por el Papa Francisco, no quieren verlo y/o están mintiendo deliberadamente. 

Y no hago esta acusación sin conocimiento de causa. El Cardenal Amato, representante del Papa Francisco en el evento, mintió en varias ocasiones en su discurso, utilizando un lenguaje de Cruzado, idéntico al existente, todavía hoy, en la cúpula de la Iglesia Católica, y que es idéntico al que utilizaron los golpistas para justificar su acción militar frente a un gobierno democráticamente elegido.

 Es sorprendente que este discurso (de que aquel conflicto era un conflicto entre Jesús y su Iglesia por un lado, y una “ideología diabólica anticristo”, por otro) se esté todavía pronunciando, y lo que es todavía más vergonzoso es que dicho discurso se presente como una “llamada a la reconciliación”.

¿Reconciliación con quién? ¿Con los familiares de los asesinados republicanos que todavía no saben dónde están sus muertos, asesinatos en los que colaboró y/o participó la Iglesia y que ahora, en el periodo post-dictatorial, esta institución se ha opuesto a la Ley de la Memoria Histórica, dificultando tanto el hallazgo como el reconocimiento y homenaje a esos “mártires” de la democracia? 

La incoherencia y/o hipocresía que la Iglesia puede llegar a alcanzar es extraordinaria. Y lo que es igualmente vergonzoso es que también hablaron de reconciliación los ministros del gobierno del PP, que han vaciado la Ley de Memoria Histórica y han hecho todo lo posible para que no se pueda encontrar a los desaparecidos. 

 En realidad, es imposible que el Papa no conozca tales hechos. De ahí que las mentiras de sus representantes y su silencio sean una enorme ofensa e indignidad a toda persona con sensibilidad democrática. La verdad existe y es fácil de comprobar.

 La Iglesia, en defensa de sus intereses materiales, y como empresa humana, defendió sus intereses y privilegios (la Iglesia era una de las mayores propietarias de la tierra en España, oponiéndose a muerte a la reforma agraria que afectó su propiedad) y se opuso al gobierno republicano porque estaban perdiendo privilegios empresariales. 

Es ahí donde radica su oposición a la República. La represión republicana poco tuvo que ver con las creencias religiosas (pues otras religiones pudieron ejercer su culto sin ningún obstáculo), sino que se debió al comportamiento de tal empresa –la Iglesia- en oposición y en defensa de sus beneficios materiales.

El representante del Papa Francisco estaba mintiendo cuando alababa la Cruzada, presentando sus mártires como inocentes, pues es imposible que no conociera la verdad. Decir que la Iglesia no intervino en el golpe militar y que no fue un eje fundamental de la dictadura, es una falsedad y una mentira, y la Iglesia lo sabe. 

De ahí que es imperdonable que, una vez más, el Papa Francisco mantuviera su silencio, un silencio doblemente culpable, pues es un silencio, no solo frente a un régimen de enorme brutalidad, sino frente a un régimen apoyado inmensamente por la Iglesia. Mantener un silencio ante esta situación es ser cómplice de aquellos horrores.
 
Pero además de cómplice, el Papa expresa una enorme incoherencia que, por desgracia, resta credibilidad a su postura en defensa de los pobres. La brutal represión en España fue precisamente frente a un gobierno, el gobierno del Frente Popular (que tuvo católicos entre sus miembros), que se caracterizó por su lucha en contra de la pobreza, lucha que le tuvo que enfrentar a los intereses materiales de la Iglesia. De nuevo la evidencia de ello es abrumadora.

Una última observación. Es de un enorme cinismo que las autoridades del Estado español y de la Generalitat, hoy gobernados por las derechas (que han diluido el compromiso que el Estado había adquirido en encontrar a los desparecidos republicanos), presenten también el acto de beatificación como un acto de reconciliación."  

(Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Dominio Público” en el diario PÚBLICO, 17 de octubre de 2013, y en catalán en el diario digital EL TRIANGLE, 28 de octubre de 2013, en vnavarro.org, 17/10/2013)

31/5/10

Curas asesinos

"Juan Manuel Manjón era un humilde peón de Tejares (Segovia) que en agosto de 1936 no sólo estaba preocupado por la guerra: su esposa, María Antonia Vicente, esperaba otro hijo, el sexto, y no había qué echarse a la boca. El nacimiento fue en diciembre. Pero Juan Manuel ya llevaba meses muerto.

La noche del 2 al 3 de agosto lo fueron a buscar a casa. Era un grupo de gente que "vestía hábitos y llevaba grandes cruces", cuenta su hija Pilar, que entonces tenía apenas 16 meses pero que ha escuchado muchas veces la historia en casa. "Cuando mi madre le iba a dar la cédula, dijeron que no hacía falta", cuenta Pilar. Se fueron y nunca más apareció.

La familia logró con los años el acta de defunción y exhumó la fosa hace dos años, pero no ha podido extraer el ADN, con lo que de momento aún no puede enterrarlo con su esposa en Tejares. El pecado de Juan Manuel era letal para el nuevo régimen: iba a la Casa del Pueblo y pedía descansar el domingo. ¡Y también pedía vacaciones! A Pilar no le sorprende nada que ningún juzgado se atreva a investigar. "Hay alguna gente muy poderosa que aún no quiere que se sepa qué pasó y que fue el padre de fulano o de mengano el que ordenó los crímenes", afirma." (Público, 30/05/2010)

12/1/10

El castigo a los maestros

"El 18 de julio de 1936 sorprendió a los maestros españoles de vacaciones. Algunos historiadores no dudan cuando dicen que fue el colectivo más castigado por la represión franquista. Se les consideraba responsables de haber inoculado en la sociedad y en las mentes juveniles el virus republicano.(...)

El miedo más terrible se instaló en las escuelas y en las familias de los maestros. Los que no murieron fusilados tras el levantamiento militar pasaron en su exilio interior la más terrible purga profesional. El profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, Francisco Morente Valero, ha contado hasta 60.000 maestros depurados en su tesis titulada La Depuración del Magisterio Nacional, cuando muchos ya habían sido fusilados. Morente explica qué fueron tantos los que faltaron que muchos curas y algunos militares, hasta 2.500 alféreces, se hicieron cargo de la educación después de la guerra.
La periodista Mª Antonia Iglesias, rinde un homenaje a los docentes en su libro: Maestros de la República publicado en 2006. En él habla de este colectivo, como "figuras queridas pero también respetadas por los alumnos".
Apunta además, que "durante la guerra fueron fusilados 500 maestros y entre deportados, exiliados y apartados del magisterio hablamos de cerca de 25.000 represaliados.

Como homenaje a estos profesores y en representación de todos ellos, añado la biografía de Dióscoro Galindo, uno de los más conocidos por ser fusilado y enterrado con Federico García Lorca... llegó a impartir clases en el norte de España, Granada, Sevilla, Ciudad Real y, por último, en Pulianas, donde recuerdan que si un alumno llegaba triste a la escuela, Dióscoro iba a su casa para intentar solucionar el problema. No es de extrañar que las familias apreciasen al maestro, que ya por entonces era conocido como 'El cojo'. Sin embargo, los padres más conservadores veían con malos ojos que impartiera una educación laica y negara la existencia de Dios porque no podía palpar. Los incidentes con los altos cargos se sucedieron. Y fue precisamente el secretario del Ayuntamiento de Pulianas quien firmó la sentencia de muerte de El maestro cojo. (...)

Diósco García tenía 58 años cuando fue ejecutado entre Víznar y Alfacar. A su lado reposan los restos mortales de un poeta y dos banderilleros con los que tan sólo tuvo en común la muerte." (Tertulia Villera 2: Dióscoro Galindo y la represión contra los maestros republicanos. 08/01/2010)