"(...) Por cada asesinato político que cometió
Mussolini, Franco cometió diez mil. Como resultado de una represión
sistemática del Estado fascista, miles y miles de españoles
republicanos, defensores de un gobierno democráticamente elegido, fueron
asesinados, torturados y/o exiliados, con muchos de los muertos
republicanos (114.000), todavía en paradero desconocido.
Se tiene que asumir que el Papa
Francisco sabe que una asociación que apoyó aquel golpe militar y la
dictadura que le siguió fue precisamente la Iglesia católica. La
evidencia de que ello fue así es enorme.
Las declaraciones de las
máximas autoridades eclesiásticas pidiendo la rebelión del Ejército y de
los creyentes frente a un gobierno democráticamente elegido y su apoyo a
la represión (que llegó a llamar Cruzada) son por todos conocidas. En
realidad, la Iglesia fue más allá de colaborar con aquel régimen. La
Iglesia no fue colaboradora, sino parte esencial del régimen.
Era parte
del Estado dictatorial. Y se benefició enormemente (en sus intereses
terrenales y empresariales), resultado de esta identificación con el
Estado dictatorial. La evidencia conocida muestra también que, como
parte de aquel Estado, la Iglesia intervino directamente en la represión
de los perdedores de aquel conflicto, formando parte de los tribunales
que daban órdenes de fusilamiento y encarcelamiento.
Es más, hay también
evidencia de que entre los supuestos mártires homenajeados en
Tarragona, había gran número de individuos que dirigieron directamente
tal represión (ver el artículo “Beatos y Cínicos”, de José Mª García
Márquez, en Público, 14.10.13) (...)
Estos hechos están ahí para que lo
puedan ver todos los que quieran verlo. Pero la Iglesia Católica y el
Vaticano, dirigidos ahora por el Papa Francisco, no quieren verlo y/o
están mintiendo deliberadamente.
Y no hago esta acusación sin
conocimiento de causa. El Cardenal Amato, representante del Papa
Francisco en el evento, mintió en varias ocasiones en su discurso,
utilizando un lenguaje de Cruzado, idéntico al existente, todavía hoy,
en la cúpula de la Iglesia Católica, y que es idéntico al que utilizaron
los golpistas para justificar su acción militar frente a un gobierno
democráticamente elegido.
Es sorprendente que este discurso (de que
aquel conflicto era un conflicto entre Jesús y su Iglesia por un lado, y
una “ideología diabólica anticristo”, por otro) se esté todavía
pronunciando, y lo que es todavía más vergonzoso es que dicho discurso
se presente como una “llamada a la reconciliación”.
¿Reconciliación con quién? ¿Con los
familiares de los asesinados republicanos que todavía no saben dónde
están sus muertos, asesinatos en los que colaboró y/o participó la
Iglesia y que ahora, en el periodo post-dictatorial, esta institución se
ha opuesto a la Ley de la Memoria Histórica, dificultando tanto el
hallazgo como el reconocimiento y homenaje a esos “mártires” de la
democracia?
La incoherencia y/o hipocresía que la Iglesia puede llegar a
alcanzar es extraordinaria. Y lo que es igualmente vergonzoso es que
también hablaron de reconciliación los ministros del gobierno del PP,
que han vaciado la Ley de Memoria Histórica y han hecho todo lo posible
para que no se pueda encontrar a los desaparecidos.
En realidad, es imposible que el Papa no
conozca tales hechos. De ahí que las mentiras de sus representantes y
su silencio sean una enorme ofensa e indignidad a toda persona con
sensibilidad democrática. La verdad existe y es fácil de comprobar.
La
Iglesia, en defensa de sus intereses materiales, y como empresa humana,
defendió sus intereses y privilegios (la Iglesia era una de las mayores
propietarias de la tierra en España, oponiéndose a muerte a la reforma
agraria que afectó su propiedad) y se opuso al gobierno republicano
porque estaban perdiendo privilegios empresariales.
Es ahí donde radica
su oposición a la República. La represión republicana poco tuvo que ver
con las creencias religiosas (pues otras religiones pudieron ejercer su
culto sin ningún obstáculo), sino que se debió al comportamiento de tal
empresa –la Iglesia- en oposición y en defensa de sus beneficios
materiales.
El representante del Papa Francisco
estaba mintiendo cuando alababa la Cruzada, presentando sus mártires
como inocentes, pues es imposible que no conociera la verdad. Decir que
la Iglesia no intervino en el golpe militar y que no fue un eje
fundamental de la dictadura, es una falsedad y una mentira, y la Iglesia
lo sabe.
De ahí que es imperdonable que, una vez más, el Papa Francisco
mantuviera su silencio, un silencio doblemente culpable, pues es un
silencio, no solo frente a un régimen de enorme brutalidad, sino frente a
un régimen apoyado inmensamente por la Iglesia. Mantener un silencio
ante esta situación es ser cómplice de aquellos horrores.
Pero además de cómplice, el Papa expresa
una enorme incoherencia que, por desgracia, resta credibilidad a su
postura en defensa de los pobres. La brutal represión en España fue
precisamente frente a un gobierno, el gobierno del Frente Popular (que
tuvo católicos entre sus miembros), que se caracterizó por su lucha en
contra de la pobreza, lucha que le tuvo que enfrentar a los intereses
materiales de la Iglesia. De nuevo la evidencia de ello es abrumadora.
Una última observación. Es de un enorme
cinismo que las autoridades del Estado español y de la Generalitat, hoy
gobernados por las derechas (que han diluido el compromiso que el Estado
había adquirido en encontrar a los desparecidos republicanos),
presenten también el acto de beatificación como un acto de
reconciliación."
(Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Dominio
Público” en el diario PÚBLICO, 17 de octubre de 2013, y en catalán en el
diario digital EL TRIANGLE, 28 de octubre de 2013, en vnavarro.org, 17/10/2013)
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