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23/10/18

Campo de concentración francés de Rivesaltes: en el mes de junio de 1941 los trabajadores republicanos españoles se mueren de hambre, pesan veinte kilos menos de lo que deberían. No hay comida. Las aguas estancadas de los pantanos cercanos provocan numerosas epidemias... Muchos optan por fugarse y/o incorporarse a la Resistencia...

"Desolación. Desolación es lo que se siente al contemplar lo que queda del campo de concentración de Rivesaltes. No debemos permanecer indiferentes ante el drama humano que albergaron estas ruinas, que hasta no hace muchos años, fueron el campo de internamiento más grande de Europa Occidental.

 Una gran torre de babel en un árido páramo repleto de esqueletos de barracones y letrinas, azotado por la tramontana, cuya fuerza es aprovechada en la actualidad por un moderno parque eólico situado a espaldas del campo. 

En los Pirineos Orientales, en la región de Languedoc-Rosellón, a treinta  kilómetros de la frontera española se encuentra el municipio de Rivesaltes, donde fue construido en 1935 un campamento militar de 600 hectáreas. Tres años después sería bautizado con el nombre de Camp Joffre en homenaje al general francés Joseph Jacques Césaire Joffre  (Rivesaltes 1852 - París 1931), comandante en jefe del ejército francés en la Primera Guerra Mundial. En 1939 el campo es ocupado por tropas coloniales.

 Un año antes las autoridades francesas habían promulgado una Ley estableciendo el internamiento administrativo para los «enemigos, extranjeros, sospechosos o indeseables para la seguridad nacional y el orden público».

 Las primeras víctimas de esta Ley fueron los republicanos españoles. Alrededor de mil que se encontraban en el campo de Vernet fueron enviados a Rivesaltes a finales de julio de 1939. Hombres, mujeres y niños cuyo único delito era ser "extranjeros".
En 1940, tras la firma del armisticio, Rivesaltes es controlado por el Gobierno de Vichy con la colaboración de las fuerzas alemanas de ocupación y se decide utilizarlo como centro de internamiento para familias extranjeras, siendo los prisioneros españoles los encargados de levantar mediante trabajos forzados las barracas que habrían de "alojar" a los indeseables. 

Nueve islas rodeadas de alambradas y en cada una de ellas una docena de barracones de endebles paredes de 30 metros de largo, seis de ancho y cinco de alto.

 En enero de 1941 llegan las primeras familias españolas, seguidas de las judías, desconocedoras estas últimas que sel lugar que las acogía era un tránsito hacia las cámaras de gas del campo de Auschwitz. Después vendrían las gitanas, evacuadas hacía meses de Alsacia-Lorena, un territorio incorporado de facto al Tercer Reich. A excepción de las familias gitanas, el resto es obligado a permanecer en barracas separadas: hombres por un lado, y mujeres y niños por otro.

Un informe médico constata que en el mes de junio de 1941 los trabajadores españoles se mueren de hambre, que pesan veinte kilos menos de lo que deberían. No hay comida. El agua escasea y sólo pueden ducharse de forma colectiva cada dos semanas. Las aguas estancadas de los pantanos cercanos provocan numerosas epidemias. También la mala planificación, como la colocación de los váteres al lado de las fuentes de agua potable, causa de una terrible epidemia de tifus en 1941.

Vigilados por soldados marroquíes y senegaleses, están rodeados de parásitos y de ratas. Las condiciones climáticas son extremas. Lluvias torrenciales, fuertes vientos, humedad, temperaturas bajo cero en invierno y un calor abrasador en verano. En invierno, tan solo la guardería infantil y los despachos administrativos cuentan con estufas. 

Cada día tienen que batallar por la supervivencia, y el mayor problema es la desnutrición extrema, a la vez que la primera causa de mortalidad.

Algunos españoles salen del campo a diario para trabajar en el exterior. Muchos no regresan y optar por fugarse y/o incorporarse a la Resistencia.

Cerca de veinte mil personas fueron recluidas en Rivesaltes, de las cuales el 53% eran españoles, el 40% judíos  y el 7% gitanos.

Tal vez la única forma de lograr visualizar toda esta injusticia sea recuperar las palabras de Friedel Bohny-Reiter, enfermera de  La Swiss Children's Aid, dependiente de la Cruz Roja Suiza. Esta organización se estableció en el campamento de Rivesaltes en agosto de 1941. Proporcionaba cuidado y alimentos a los niños y madres lactantes. 

«Me parece, y eso se ha producido varias veces esta semana, que no podré soportar mucho tiempo todo esto, que acabaré aplastada por todo este sufrimiento, toda este injusticia, toda esta tormenta. Me pesa terriblemente  tener que estar aquí, escuchar, y a menudo, al final, tener que decir que no. (...)  Ocurre que algunas de nosotras no pueda ya más. Una pone los brazos sobre la mesa y solo puede llorar. ¿Por qué, por qué todo este sufrimiento. Y nosotras sin poder hacer nada?»

«El silencio reina en el campo. Ya no se oyen cantos, ni gemidos. La noche ha cubierto con su velo todos los sufrimientos y sin embargo es sobre todo por las noches cuando una se siente presa de abatimiento. El desánimo de sentirse tan impotente y tanto desamparo. Tener que atravesar cada día la enfermería sin poder ayudar. Cada día ojos suplicantes. 

Por las noches cuando estamos las dos juntas sentadas para hablar, no puedo hacer otra cosa que poner los brazos sobre la mesa y llorar. ¿Por qué? ¿Por qué todo eso?» (BOHNY-REITER, F., Journal de Rivesaltes, 1941-1942, Genève, Editions Zoé, 1993)

 Friedel llegó a Rivesaltes en noviembre de 1941 y permaneció allí hasta el 26 de noviembre de 1942. Salvó a varias niños de la deportación, infringiendo las directrices de neutralidad impuestas por la Cruz Roja Suiza.

En 1942 los islotes K y F del campo se convirtieron en un centro de selección de judíos para su posterior deportación denominado Centro Nacional de Concentración de Judíos de Rivesaltes. De los cerca de cinco mil judíos recluidos entre agosto y noviembre de 1942, más de la mitad escapó de la deportación gracias a la labor de diversas organizaciones de asistencia y la intervención de Paul Corazzi, enviado del Prefecto.

Un total de 2.313 judíos, entre ellos 110 niños, fueron deportados -con la colaboración del gobierno de Vichy- de Rivesaltes al campo de exterminio de Auschwitz entre agosto y octubre de 1942 en nueve convoyes. El primero de estos salió de Rivesaltes el 11 de agosto de 1942 (400 personas) en dirección a Drancy, centro de tránsito de la deportación de los judíos de Francia.

Los siguientes serían el 23 de agosto (175 personas), el 1 de septiembre (173 personas), el 4 de septiembre (621 personas), el 14 de septiembre (594 personas), el día veintiuno Septiembre (72 personas), 28 de septiembre (70 personas), 5 de octubre (101 personas) y 20 de octubre (107 personas).

Friedel Bohny-Reiter recoge en su diario:

«19 de agosto de 1942. Un calor abrumador en el campamento. El alambre de púas apretado alrededor de las islas K y F es opresivo. Las quejas de las personas atormentadas todavía flotan en el aire. Los veo salir en largas colas desde sus cuarteles jadeando bajo el peso de sus pertenencias. Los guardias a su lado. Alineación para la llamada. Espere durante horas en un campo expuesto al sol. Luego llegan los camiones que los llevan a las vías del tren. 

Dejan los camiones entre dos filas de guardias y entran, algunos vacilantes, otros apáticos, algunos con una mirada desafiante, con la cabeza alta, en los vagones de ganado. Dura varias horas hasta que todos se amontonan en los autos donde es sofocante. Veo caras conocidas a través de los barrotes. Haciendo otra petición, gritando gracias. En cada apertura, dos guardias. Miro las caras. Incluso la desesperación ya no existe en estas caras, vieja, destartalada y sombría.

 Desde el último automóvil escuchamos un "adiós". Vamos al campamento. A la mañana siguiente, todavía está oscuro cuando vamos a la vía del tren. El tren comienza lentamente; escapan a un destino para ir a otro. Todo sucedió en una semana.»«26 de agosto de 1942 . En lugar de 200, 600 personas han sido traídas aquí. Los camiones llegan uno después del otro. La Isla K se llena de nuevo. 

Cuando lo hice, conocí muchas caras conocidas, personas para las que obtuvimos lanzamientos, que vivieron unos meses felices en libertad. Gente que morimos de hambre este invierno, que vimos saliendo del campamento con felicidad. El mismo destino les espera a todos. Esta noche ha llegado un tren entero. Dieciséis autos. Llevamos a la gente en camillas. Hay algunos que tienen muletas. Una larga procesión de desafortunados, de excluidos. A medianoche, se espera un segundo tren, a las 5 a.m.»

Tras deshacerse de los judíos, la población gitana fue enviada al campo de Saliers y el resto, casi la mayoría españoles, al de Gurs.

A partir del 22 de noviembre de 1942, los alemanes recuperan y vacían el campo para devolverle su cometido original como cuartel para las tropas que intervenían en la defensa de las costas, hasta el 19 de agosto de 1944, fecha en que el ejército alemán abandona Rivesaltes.

De 1944 a 1948 se convierte en Centro de residencia vigilada, ocupado por colaboracionistas franceses y en cárcel para prisioneros de guerra alemanes e italianos. También sigue recibiendo españoles que son detenidos por paso clandestino de frontera, a los que las autoridades usarán como mano de obra esclava.

 De 1957 a 1962 se utiliza para formar a las tropas que tomarán parte en la guerra de Argelia, a la vez que sirve de prisión para los partidarios de la independencia de ese país. De 1962 a 1964 un total de 22.000 harkis repatriados de Argelia son confinados en Rivesaltes. Las últimas familias de harkis saldrán del campo en 1977. De 1986 al 2007 el campo funciona como Centro de Detención Administrativa para inmigrantes irregulares.

A pesar de los numerosos intentos gubernamentales para derruir y enterrar esta negra página de la historia de Francia, la aparición en 1998 en un basurero de miles de archivos del campo de Rivesaltes, fue el detonante para empujar la lucha emprendida por asociaciones civiles, hijos de exiliados españoles y algunos políticos franceses, que no se dieron por vencidos.

En 1994, se erigió un monumento en memoria de los judíos deportados de Rivesaltes campo de Auschwitz: «Miles de judíos extranjeros que estaban refugiados en Francia fueron arrestados e internados en 1940 en el Campo de Rivesaltes, en la zona libre. De agosto a octubre de 1942, más de 2.250, entre ellos 110 niños, fueron entregados a los nazis en la zona ocupada por las autoridades  denominadas "Gobierno del Estado francés". Deportados al campo de exterminio de Auschwitz, todos fueron asesinados. No olvidamos jamás a aquellas víctimas del odio racial y la xenofobia". Fue profanado en octubre de 2002 y reconstruida en junio de 2003.»

En 1995 se inauguró un monumento en honor a las víctimas de la Guerra de Argelia y en 1999 en homenaje a los republicanos españoles.

Memorial de Rivesaltes
En el año 2015 se levantó el Memorial de Rivesaltes. Manuel Valls, primer ministro en aquella época, reconoció públicamente el maltrato que Francia había dado a los refugiados.
Construido en el antiguo Bloque F del campamento, el Memorial de 4.000 metros cuadrados, obra del arquitecto francés Rudy Ricciotti, es un enorme edificio de cemento sin ventanas, enterrado bajo el suelo, que simboliza el encierro forzado. 

El museo que alberga en su interior recorre la historia del siglo XX, desde la Guerra de España y la Segunda Guerra Mundial hasta la Guerra de Argelia. "                      (Búscame en el ciclo de la vida, 16/10/18)

12/4/17

La población de un pequeño pueblo del sur de Francia (Le Chambon-sur-Lignon) protegió a miles de judíos durante toda la guerra

"(...) Escobar también señala que, el que la movilización no fuera tan general como se cree, no implica que no existiera. De hecho, el experto determina que -tras la toma del país- muchas personas se enfrentaron a los nazis, aunque no empuñando un arma. «Algunos se dedicaron a quitar los carteles de propaganda alemanes y cambiarlos. 

Otros, quemaron el pan para molestarles y que comieran mal. Hubo muchas formas de hacerles más incómoda la estancia», añade. 

Y es precisamente este tipo de resistencia la que este escritor desvela en su última novela histórica: «Los niños de la estrella amarilla» («Harper Collins», 2017). Un libro en el que, a través de los ojos de dos niños que buscan a sus padres, se narra cómo la población de un pequeño pueblo ubicado al sur de Francia (Le Chambon-sur-Lignon) desafió a las tropas de Hitler protegiendo a miles de judíos durante toda la guerra (y ayudándoles, de paso, a huir del país).

La resistencia de ese pequeño pueblo montañoso (100% real a nivel histórico) demostró al mundo, en palabras del escritor, que era posible hacer frente a una situación injusta sin ubicarse peligrosamente ante los fusiles enemigos.

 En Le Chambon-sur-Lignon, por ejemplo, la ayuda se generalizó gracias al trabajo de un pastor protestante llamado André Trocmé. Un hombre que, sabiendo las maldades que se cocían en Alemania a partir de 1939, se dedicó a dar charlas a sus ciudadanos para explicarles el valor de la vida y lo que implicaba el quedarse quieto ante la injusticia. 

Con todo, y en palabras de Escobar, esta defensa de los refugiados (especialmente niños) no fue tan generalizada en el país como nos quieren hacer creer, a pesar de que tampoco fue escasa. «Es cierto que en Francia solo se deportó a un 50% de los judíos, cuando en otros países el número ascendió casi hasta el 100%, pero también es verdad que el régimen de Vichy tomó medidas antisemitas de buen grado contra la población y despachó decenas de trenes a Auschwitz llenos de niños». 

Este libro, además, llega apenas unas jornadas después de que Marine Le Pen (líder de la candidatura ultraderechista Frente Nacional) haya afirmado que Francia no es responsable de las barbaridades que se perpetraron en aquellos años. Por el contrario, ha afirmado que los únicos culpables fueron los líderes que se hallaban en el poder por entonces. (...)

Con esta novela, quería demostrar que también es posible resistirse de forma pacífica. El propio André Trocmé (el espíritu de lo que sucedió en Le Chambon-sur-Lignon) era un pacifista tan extremo que, en aquel pueblo, no actuó la resistencia hasta casi el final de la guerra. No hubo ningún tipo de atentado hacia los alemanes o hacia los colaboracionistas porque allí creían que resistencia pacífica era la más efectiva.

Muchos franceses resistían, por ejemplo, cambiando los carteles de los caminos para que se perdieran los alemanes. Otros les quemaban el pan para que comiesen mal o les robaban la ropa. No actuaban violentamente, pero buscaban hacerle más molesta su estancia en Francia. Una estancia que, al principio, se puede definir como unas vacaciones.  (...)

4-¿Cómo es posible que se generara un régimen como el de Vichy y que fuera apoyado por una parte de la población?

Había un estado de opinión favorable a los extremismos fascistas porque todavía no se conocía todo lo que conocemos ahora. Por entonces no se sabía lo que iba a producir el fascismo y el nazismo. Muchos pensadores lo vieron como una alternativa a las democracias que estaban empezando a ser decadentes en Europa. Eso provocó que muchos países cayeran bajo el influjo de los totalitarismos.

 5-Pero en «Los niños de la estrella amarilla», usted explica cómo desde el régimen de Vichy se deportó a miles de judíos...

Sí. En la sociedad francesa hubo una ruptura. El problema es que, a veces, parece que Francia era solo la población cosmopolita de París. Y no. También había una gran cantidad de campesinos conservadores que no había asimilado bien los valores de la República, que consideraba que había un desorden, y que empezó a utilizar los argumentos antisemitas que llegaban desde otras zonas.

Esta parte de la sociedad entendió que había que apoyar esa “revolución conservadora” (así la llamaban) en la que se prometía defender los valores tradicionales de la Francia eterna que estaba más allá de lo nuevo. El problema fue que, al final, eso era fascismo.

6-¿Hitler sabía que existía esa mentalidad en Francia?

Sí. De hecho, la división entre la Francia libre y la ocupada siempre fue provisional. La mentalidad de Hitler no era invadir y conquistar Francia, sino más bien dejar que hubiera un estado afín a sus ideas y que, posteriormente, este se uniera a él. En su favor estuvo que el régimen francés de Vichy no solo colaboró, sino que creó leyes como las nazis para oprimir a los judíos.
7-En «Los niños de la estrella amarilla» habla de campos de concentración franceses a los que el régimen de Vichy enviaba a los judíos.

Efectivamente. Esos campos de concentración no los creó el régimen de Vichy, sino la Tercera República cuando había querido controlar a los republicanos españoles que llegaban hasta el sur de Francia huyendo del franquismo. Los campos fueron al principio muy provisionales. Se hicieron en las playas en condiciones infrahumanas. Pero poco a poco se extendieron por el sur de Francia.

Pero entonces la guerra se precipitó y lo cambió todo. A algunos hombres les sacaron para que colaborasen en el ejército (fue el caso de los republicanos, que se alistaron en la Legión Extranjera). Otros fueron encargados de hacer las trincheras galas. Quedó todo en una especie de limbo político.

El régimen de Vichy lo que hizo fue perfeccionar esos campos cuando llegó al poder. El nuevo gobierno metió en estos campos a refugiados que llegaban de Alemania y de otras partes de Europa, fueran judíos o no, por su ideología o por su religión. También encarceló en ellos a los “indeseables”, como ellos les llamaban.

Poco a poco, la masificación y los pocos recursos que se destinaban a estos campos (no había mantas o comida) hizo que organizaciones como la Cruz Roja y los cuáqueros pidieran a personas como André Trocmé que se llevasen a los niños de allí a un lugar seguro.

8-¿Hubo redadas contra judíos en Francia?

Varias. En Francia hubo una gran redada en el 41 en la que entre 7.000 y 8.000 judíos fueron enviados a varios campos de exterminio alemanes. Pero la más destacada se sucedió en el 42. Fue entonces cuando la gendarmería francesa capturó a niños, ancianos y mujeres. El problema es que los alemanes les pidieron que solo les enviasen a los adultos.

El régimen de Vichy no supo entonces qué hacer con los niños. Así que se quedaron. Pero como las autoridades de París insistieron a los germanos en que no se querían quedar con los pequeños, al final fueron enviados una gran cantidad de niños hacia Auschwitz.

Muchos de estos niños llevaban desde mediados de los años 30 en Francia y tenían nacionalidad gala. El régimen de Vichy creó una ley para poder quitarles la nacionalidad tanto a ellos como a sus padres. Lo hicieron para poder expulsarlos más fácilmente.

Fue un movimiento frío y calculado. No fue un intento de complacer a los nazis. Al final, fueron más allá de lo que les pidieron los nazis. Estaban convencidos de que había que sacar a todos los judíos de Francia.

 9-¿Colaboró el régimen de Vichy con los germanos en las deportaciones de judíos?
El régimen de Vichy fue totalmente colaboracionista en esto. Una cosa que muy pocos libros recuerdan es que este gobierno envió a miles de trabajadores forzosos a Alemania, algo que hicieron también muchos países.

Mucha gente fue enviada como esclavos, desde italianos hasta españoles. Era mano de obra esclava que ayudó a mantener el régimen nazi mientras los alemanes estaban luchando en el frente. Hay historias dramáticas en este ámbito que todavía están por tocar. Es un campo inagotable.

10-¿Fue entonces inexistente la resistencia francesa?

No. Francia fue uno de los pueblos que más gente refugió junto a Holanda. Por no hablar del caso danés. Es verdad que en Francia se ayudó y se refugió mucho a los judíos. El exterminio de los judíos franceses no llegó al 50%, mientras que en las repúblicas bálticas fue prácticamente el 100%. Pero le problema es que el pueblo de Francia fue muy pasivo ante la ocupación.  (...)

12-¿Cómo es posible que una buena parte de la población fuera colaboracionista o se mantuviera en silencio ante este movimiento antisemita?

El antisemitismo siempre ha sido un estigma en Europa. Y en Francia también, aunque nos choque más. El judío siempre se había visto como alguien extranjero aunque hubiese vivido en el país desde hacía decenios. El problema era que solían vivir en comunidades cerradas, mantenían sus costumbres, su idioma... Ya no era una cuestión religiosa, era un problema de integración. Por eso, en Europa siempre ha habido mucha separación.  (...)

13-Por el contrario, algunos pueblos como Le Chambon-sur-Lignon sí se enfrentaron a los nazis.

SÍ. En el pueblo estaban muy concienciados. Desde el 39, André había dado multitud de charlas a los vecinos aprovechando que estaba muy enterado de lo que pasaba en Alemania por lo que había sucedido a la iglesia confesante (la que se había negado a aceptar las condiciones del régimen nazi y se habían separado de la iglesia oficial luterana). Toda esta información hizo que el pueblo se concienciara. Cuando llegó el régimen de Vichy, el pueblo y todos los de alrededor sabían lo que iba a pasar. La información les dio poder sobre las circunstancias.

14-¿Cómo ayudaban en este pueblo a los refugiados judíos?

La primera idea era que los refugiados huyeran a Suiza o a Marsella (donde había miles de perseguidos que esperaban un barco para escapar de Europa). Pero al final, algunos de los grupos que se habían llevado a refugiados hasta Marsella fueron los mismos que enviaron a multitud de niños a Le Chambon sur Lignon.

Lo hicieron porque sabían que tenían una estructura creada para ayudarles. Esta había sido establecida antes de comenzar la guerra por los feligreses del pueblo, los cuales acogieron durante esa época a los hijos de los obreros de Lyon para que pudieran tener un verano más saludable en un entorno más sano y pudiesen salir del ambiente de marginación.

También tenían una pequeña infraestructura hotelera muy útil para acoger gente (el pueblo era un lugar de veraneo para turistas). Finalmente, André había creado una escuela pacifista con la idea de que los hijos hugonotes o protestantes pudieran acceder a la universidad. Toda esta infraestructura hizo posible que se refugiaran allí tal cantidad de niños.

 15-¿La ayuda de los habitantes fue general?

Sí, aunque los ciudadanos tuvieron sus roces con la población. No tanto con los niños, sino con los refugiados que llegaron antes de manera privada para ocultarse allí. Estos, que buscaban huir de las grandes ciudades, acapararon mucha comida. Eso hizo que subiera el precio de los alimentos en la región y que hubiera ciertas suspicacias hacia los judíos que hacían esas cosas. Pero naturalmente, al final lo que logró sobrevivir fue ese espíritu solidario.

Cuando André estuvo oculto durante un tiempo porque temía que le pudiesen arrestar por dirigir esa ayuda, la propia población siguió haciendo lo mismo hasta el final de la guerra. Fue una forma de demostrar que aquel movimiento no era cosa de un solo hombre, sino de decenas de personas corrientes. Nadie del pueblo traicionó aquella confianza. Había un sentido de comunidad y de apoyo mutuo. El que luchaba no era solo André Trocme, eran todos ellos. Como una comunidad.

16-¿Cómo es posible que ni los alemanes, ni los agentes de la Francia de Vichy acabasen con esa red de resistencia?

Los nazis no estaban establecidos en el pueblo, venían desde fuera. Cuando desde Le Chambon-sur-Lignon se percataban de que llegaban, avisaban a todos los refugiados para que se escondiesen en las montañas.

Además, estratégicamente Le Chambon-sur-Lignon era un sitio aislado y al que era muy difícil acceder en invierno. Esas condiciones le aislaron en cierto sentido. No había siquiera un cuartel de la gendarmería allí porque era una zona muy pacífica. Era un paraíso, y un infierno climatológicamente hablando. Por ello, los nazis no sentían la necesidad de instalar tropas allí. Prefirieron llevárselas a un pueblo próximo.

No hubo tropas fijas porque no lo veían importante militarmente. Aunque hubo intento de llevarse a los judíos, a los republicanos españoles y a los artistas que estaban allí refugiados, se hizo la vista gorda por todo esto. El régimen de Vichy no quiso entrar, y los nazis estaban en otras preocupaciones.

17-¿Cuáles?

Habían empezado a perder la guerra, y no querían tomarse molestias en una zona sin importancia estratégica. También fue determinante el que no hubiera resistencia violenta hasta casi el final de la guerra. Por eso cayó un poco en el olvido.

18-¿No hubo, entonces, redadas?

Sí, fueron aumentando en intensidad. Las últimas redadas fueron hechas en el verano del 42. Los nazis, que ya habían sufrido un desembarco en Sicilia, pensaron que era posible ser invadidos desde Marsella. Por eso, ocuparon toda el territorio y llevaron a cabo una gran represión en él. No olvidemos, por ejemplo, que en esa zona estaba afincado el llamado “Carnicero de Lyon”. A partir de entonces, el peligro fue en aumento.

En el pueblo, esta tensión se notó con un crecimiento de las redadas. En el verano del 43, Daniel (primo de André) fue capturado y llevado a un campo de concentración acusado de ser judío, a pesar de que no lo era. Varios chicos de la escuela que él dirigía también fueron detenidos y llevados a campos de concentración.

 19-¿Cuál era la pena por ayudar a refugiarse y huir a los judíos en el régimen de Vichy?

Normalmente suponía ser ajusticiado, ser encarcelado, o ser deportado a Alemania como colaboracionista y miembro de la resistencia (ya fuera pacífica o no). Esta última podía implicar acabar en un campo de exterminio.

Ofrecer cualquier tipo de resistencia era arriesgarse muchísimo. Y no solo tu, también tu familia. Era el temor de muchos de los colaboracionistas, las consecuencias que pudiera tener para sus familiares y amigos el que ellos se unieran a la resistencia.

20-¿Por qué eligió la historia de este pueblo para su novela?

Quería escribir una novela que demostrara cómo vivieron los niños la guerra, y lo uní con la historia del pueblo, que refugió a decenas de pequeños. A partir de ese punto, decidí narrar en ese marco la resistencia pacífica que ofrecieron André y su esposa Magda, dos personajes tan fuertes que se comen el libro cuando salen por su actitud. Todo lo que hicieron fue heroico.

A pesar de ello, el centro son los niños y la búsqueda de su familia. En este sentido, me interesaba mucho mostrar como se comporta un hermano mayor en una situación límite como esa, a pesar de ser pequeño.

Finalmente, esta historia me permitía demostrar lo variopinto de la resistencia. Aunque esta no fue todo lo generalizada que debería, se llevaba a cabo de múltiples formas. En Francia era posible que un minero comunista y un conservador religioso tuvieran una misma visión del mundo: la creencia en las libertades y su convicción de que debían estar en contra de que una persona estuviera perseguida por su religión. Eso me impactó, y quería que esa variedad quedase implícita en la novela.

La resistencia no fue un grupo, estuvo formada por personas con la convicción y la dignidad de no doblegarse ante el miedo y el fanatismo nazi. (...)"                  

(Entrevista a Mario Escobar, autor de «Los niños de la estrella amarilla», una novela histórica que narra la vida de dos niños a través de los hechos reales acaecidos en Le Chambon-Sur-Lignon,  Manuel P. Villatoro, ABCE, 11/04/17)

1/5/13

Ella le quitó el revólver que llevaba en la funda. Todos los SS echaron a correr.

"DOV PAISIKOWIC Ruso judío, superviviente de Auschwitz.

Había una actriz francesa, judía. Era muy guapa. Un SS le dijo que se desnudara delante de él. Ella se negó; él la obligó a desnudarse. Ella comenzó a hacerlo, pero no se quería quitar la ropa interior. Él se la quitó a la fuerza, así que ella empuñó un zapato y golpeó al SS en la frente.

 Empezó a sangrar y, mientras él sacaba un pañuelo del bolsillo para limpiarse, ella le quitó el revólver que llevaba en la funda. Todos los SS echaron a correr. La francesa sólo tenía aquel revólver, pero ningún SS quiso forcejear con ella. 

Llevaron ametralladoras y acribillaron por fuera la habitación donde la gente se desnudaba. Todos dispararon pero ninguno se atrevió a entrar en la habitación de la mujer con el revólver. Auténticos héroes. “     

 (Richard Holmes: Un mundo en guerra. Historia oral de la segunda guerra mundial, ed. Crítica, Barcelona, 2008, págs. 292)

21/9/12

El campo de concentración francés de Drancy, antesala de Auschwitz


 Habitaciones del campo de concentración

“Cuando llegué a Drancy, tuve la impresión de entrar en el infierno… y eso a pesar de que ya había vivido parte del infierno”. Annette Kracjer es una de los 4.000 niños y niñas de la redada del Velódromo de Invierno, la primera en la que se detuvo a familias enteras de judíos en julio de 1942. Setenta años después, sentada en el aula didáctica del Memorial de la Shoah de Drancy, relata con precisión escalofriante su experiencia.

Annette, que entonces tenía 12 años, fue detenida junto a su madre y su hermana Léa, de 14. Pasaron por el Velódromo, antes de ser trasladada al campo de internamiento de Pithiviers, a 80 kilómetros de París, el 19 de julio. El 31 de agosto, las autoridades deportaron a los padres de familia. El 3 de agosto, a las madres. Los niños llegaron “huérfanos sin saberlo” a Drancy el 15 de agosto”.

A los dos días de llegar se llevaron a un primer grupo de niños. “Oímos los llantos. Sabíamos que éramos los siguientes”. La noche siguiente, Annette miraba por el ventanal cómo rapaban a los pequeños antes de mandarlos a Auschwitz, cuando apareció una prima que trabajaba en la secretaria judía del campo y las rescató. 

Durante un mes, las hermanas permanecieron con ella en las dependencias de los internos residentes. En realidad, las dos pequeñas se encontraban desde el principio en una lista de 32 niños que debían ser liberados, porque su padre trabajaba en una explotación agrícola alemana a cambio de una protección para su familia. Pero la lista se perdió “entre comillas” y la nueva no llegó al campo hasta el 23 de septiembre. “Cuando pasaron lista solo respondimos ‘¡presente!’ mi hermana y yo.

 Los demás ya no estaban”, recuerda. “Abandonamos Drancy solas, las dos, en ese gran autobús vacío, con la cabeza llena de piojos, la sarna generalizada y una mirada extraña. En esas condiciones abandoné el campo, al que nunca he vuelto hasta hoy”. (El País, 21/09/2012)


Prisioneros judíos, paseando por el inmenso patio del campo de concentración de Drancy, en diciembre de 1942

"Pasados casi 70 años desde el fin del conflicto, el homenaje se desplaza al fin in situ, a uno de los lugares más simbólicos de la persecución: el campo de internamiento de Drancy, situado a apenas 15 km al norte de París.

 Por él pasaron la gran mayoría de los 76.000 judíos de Francia deportados a los campos de exterminio nazis. El presidente de la República, François Hollande, inaugura hoy el Memorial de la Shoah de Drancy, situado frente al antiguo campo, que actualmente sirve de vivienda social. (...)

El campo se ubicaba en los edificios de La Cité de la Muette, construida entre 1931 y 1937. Era originalmente “un proyecto pionero de vivienda colectiva destinada a mejorar la vida de los vecinos”, recuerda Fredj. La obra, sin embargo, se estancó, y los alemanes, que ocuparon la mitad norte de Francia a partir de 1940, la convirtieron en campo de internamiento judío, primero “con una lógica de exclusión de la sociedad”.

 En el otoño de 1941 se tomó la decisión de la solución final y a partir del verano de 1942 se convirtió en “la antecámara de la muerte”, según la expresión de Philippe Allouche, director de la Fundación para la Memoria de la Shoah.

De los 76.000 judíos deportados desde Francia durante la contienda, unos 63.000 lo fueron desde Drancy, a menudo procedentes de otros centros del país. Hasta el año 1943, el campo fue gestionado por los franceses, antes de pasar el mando a los alemanes. Salían entre dos y tres convoyes semanales

: “los lunes, los jueves y los sábados y siempre eran 1.000”, según recuerda Annette Krajcner, superviviente del campo. El último convoy de deportados salió el 17 de agosto de 1944, apenas unos días antes de la Liberación de París."            (El País, 21/09/2012)

21/3/10

La colaboración francesa en la deportación de los judíos

"Hace diez días se ha estrenado en Francia La Rafle (La redada), una película que cuenta los sucesos de la madrugada del 16 de julio de 1942, cuando la policía francesa, y sólo la francesa, detuvo alrededor de trece mil judíos, hombres, mujeres y niños, y encerró a la mitad de ellos (la otra mitad fue trasladada a diversos campos de concentración) en el famoso Velódromo de Invierno (Vel d’Hiv) de París, lugar de gestas ciclistas y tema de una alegre y nonchalante canción de Montand. Allí pasaron cinco días hacinados, muertos de hambre y de sed, hasta que fueron trasladados a diversos campos franceses que acababan en Auschwitz. De las trece mil personas sólo volvieron alrededor de cuatrocientas. (...)

Cerca, junto al río, construyeron un discreto monumento a los deportados, que data de 1994. Cincuenta y dos años después de los hechos. Dos años después de que François Mitterrand presidiera la conmemoración del medio siglo de la redada y un año antes del decisivo discurso de Jacques Chirac (16 de julio de 1995) donde por primera vez la alta autoridad francesa reconoció la implicación de Francia en las deportaciones. La de Francia subrayo (y no sólo la que en la lápida de ese monumento se llama pudorosamente l’autorité de fait dite gouvernement de l’état français, es decir, Vichy). La grandeza de Chirac en ese trance siempre será la de haber señalado, aunque fuera de modo implícito, el sujeto exacto. Francia.(...)

Los judíos arrestados aquella noche eran orientales. No hubo franceses, aunque en posteriores redadas muchos franceses también fueran deportados. (...)

Los franceses han tardado en encararse con el Vel d’Hiv. La imagen de su complicidad con los nazis destruía el mito de la Resistencia. La complicidad no se redujo a la actuación de la policía. Aquel verano, la mayoría de los habitantes de París miró hacia otro lado, como sucedió en tantas ciudades alemanas. Medio siglo después todos han conseguido mirar en la misma dirección: hacia ese no lugar miserable y tristísimo junto al quai de Grenelle. Una memoria. La que no dejan las guerras civiles, lo sabes, cuya memoria no cierra nunca." (Diarios de Arcadi Espada, 20/03/2010)