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18/5/21

La larga sombra de la Guerra Civil española

 "En España, los muertos están más vivos que los muertos de cualquier otro país en el mundo.

Federico García Lorca, 1933

En este artículo partimos de la economía para reflexionar sobre las posibles consecuencias de la Guerra Civil Española—a sabiendas de que es un tema complicado y todavía doloroso en la memoria de muchos españoles. Sin duda sigue estando muy presente en la agenda política española, como demuestran las noticias sobre la exhumación de Franco o el nuevo proyecto de ley sobre Memoria Histórica. Para esta entrada nos basamos en un documento de trabajo reciente (disponible aquí o aquí), donde justamente estudiamos la memoria colectiva, como mecanismo de transmisión de los efectos culturales y políticos que encontramos a largo plazo.

Quizás no valga la pena ahondar sobre la historia de la guerra, para una audiencia española y especialista, cuando se han escrito tantos volúmenes sobre la misma (Thomas, 1961; Preston, 1986, 1990, 1996, 2011; Beevor, 1989, entre muchos otros). Simplemente la ubicamos temporalmente, de 1936 a 1939, como un enfrentamiento entre el bando sublevado (o Nacional) y el bando Republicano. Recordemos que, frente al triunfo del Frente Popular en el contexto de la Segunda República, un grupo de militares sublevados montaron un golpe de estado el 18 de Julio, que, aunque se esperaba fuese rápido y certero, terminó dividiendo el país en una guerra extensa y atroz. 

Como resultado de ella, se estima que alrededor de 600.000 personas murieron, de una población base de 23,6 millones de habitantes en 1930. La represión contra la población civil fue particularmente severa, cobrando casi 200.000 víctimas: 140.000 por parte del “terror blanco” de los Nacionales y 50. 000 del “terror rojo” Republicano (Preston 2011, Prada Rodríguez 2010,  Ledesma Vera 2010).

En las ciencias sociales, el estudio sobre las guerras civiles empezó con el trabajo de Fearon y Laitin (2003) en ciencia política y relaciones internacionales. En Economía, Blattman y Miguel (2010) resumieron el estado de la literatura hasta el momento, mientras que Ray y Esteban (2017) analizaron nuevamente la evidencia, enfocándose hacia la relación entre conflicto y desarrollo. Muchos estudios, resumidos en Bauer et al. (2016), concluyen que el conflicto podría conllevar a mayor cooperación y participación política.

 A estos grandes resúmenes, les han seguido una serie de trabajos, examinando el impacto del conflicto a largo plazo. Se podría hablar de dos olas, una primera, que encontró efectos nulos y en ciertos casos positivos en sitios como Japón, Alemania y Vietnam (Davis y Wenstein, 2002; Brakman et al., 2014; Miguel y Roland, 2011) y una segunda, cuestionando algunos de estos resultados iniciales, integrada por (Dell y Querubín, 2017; Fontana et al., 2017, Chioveli et al., 2017). Contribuimos a esta última literatura examinando empíricamente el impacto cultural y político de la Guerra Civil Española.

Para medir los efectos de la guerra en la confianza y las preferencias políticas de los españoles 80 años después de la finalización del conflicto, utilizamos datos de diferentes fuentes. Para cuantificar la intensidad del conflicto, utilizamos los datos de fosas comunes publicados por el Ministerio de Justicia. Para medir la confianza, recurrimos a datos de encuestas llevadas a cabo por el CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) durante los años 1998-2015. Por último, medimos la ideología política a través de los resultados electorales a nivel de municipio para la mayor parte de las elecciones democráticas (1977-2016).

Analizar la relación entre conflicto y otra variable de interés puede ser problemático si, por ejemplo, las variables están correlacionadas con un tercer factor que no podemos medir. Para sortear este problema, aplicamos dos estrategias diferentes. En primer lugar, para analizar la confianza, explotamos la desviación de las tropas franquistas en el avance hacia Madrid, respecto al plan inicial de ataque del General Mola. En concreto, utilizamos la variación en las fosas comunes que proviene de la distancia hasta la carretera  que tomaron las tropas franquistas en su avance hacia Madrid, controlando por el plan inicial de Mola y restringiendo los datos a aquellos partidos donde existe una carretera principal.

En términos de resultados, encontramos que el tipo de victimización importa cuando se trata de la relación entre conflicto y confianza a largo plazo. Primero, encontramos resultados cercanos a cero y no estadísticamente significativos cuando utilizamos como medida de conflicto todas las fosas comunes, que comprenden víctimas tanto civiles como militares. Sin embargo, estos mismos resultados se tornan negativos y significativos cuando nos centramos en las fosas comunes exhumadas. Las fosas comunes que el Ministerio de Justicia categoriza como “exhumadas” han sido exhumadas en las últimas décadas (el 81% después del 2000) y, en la mayoría de los casos, se trata de muertes por fusilamiento (63,13%) ocurridas durante los primeros meses de la guerra (el 64% son de 1936). Todos estos hechos apuntan a la represión contra la población civil ejercida durante la primera parte de la contienda.

Si nos fijamos en las dos magnitudes que correlacionamos (número de cadáveres exhumados por población de 1930 y confianza en las instituciones del Estado en la actualidad) se demuestra que un incremento de 1 en la desviación standard de la primera magnitud (lo que vendría a suponer la duplicación en el número de cadáveres exhumados) está correlacionado con un descenso del 0,37 en la desviación standard de la confianza en las instituciones actuales, que estuvieron relacionadas con el conflicto (ejército y Guardia Civil).

No obstante, no hallamos ninguna relación estadísticamente significativa entre el conflicto y la confianza en el Parlamento Nacional, el Tribunal Constitucional, o el Defensor del Pueblo, instituciones relacionadas con el periodo democrático posterior a la dictadura franquista. Interpretamos estos resultados como evidencia de que el canal de transmisión está más asociado con la Guerra Civil como tal y no refleja patrones más generales. Adicionalmente, encontramos que la exhumación en sí no genera mayor o menor confianza, sino que es el conflicto el que está ejerciendo el impacto negativo en la confianza. Para esto nos centramos en áreas que tuvieron exhumaciones en la época moderna, comparando las medidas de confianza antes y después de una exhumación. Empíricamente no hemos hallado que la apertura o exhumación de una fosa común genere cambios en la confianza en dicha área.

¿Cuál es el mecanismo que destruyó la confianza? Por motivos políticos, personales o simplemente para proteger la vida y evitar represalias, muchas personas denunciaron a sus vecinos o a otros miembros de su comunidad a las autoridades. Nuestra hipótesis es que eso erosionó la confianza y sigue teniendo efecto hoy en día. Aunque en un contexto distinto, nuestro mecanismo es similar al expuesto en la literatura económica por Nunn y Watchekon (2011) para el comercio de esclavos, o por Lichter et al. (2020) en la Alemania del Este por la Stasi.

Procedemos al análisis examinando los posibles efectos políticos que pudo haber tenido la guerra. Nos centramos aquí en la región de Aragón, donde el frente estuvo estable durante casi dos años, desde julio del 1936 hasta la primavera del 1938. Nuestra medida de conflicto sigue siendo las fosas comunes de la represión civil. Los datos sobre fosas comunes de Aragón tienen la gran ventaja de que podemos identificar quién es el responsable de la violencia, ya sea el bando Nacional o el Republicano.

Aplicando un análisis de regresión discontinua, es decir comparando resultados inmediatamente a un lado o el otro de la línea de combate, observamos primero que en el bando ocupado por los Nacionales hay evidencia de más represión causada por ese mismo bando. Lo mismo sucede con el lado ocupado por el bando Republicano y la represión causada por los republicanos. Luego confirmamos que no hay ninguna discontinuidad para un gran número de medidas geográficas y climáticas, como es estándar en este tipo de análisis. Por ejemplo, no detectamos saltos para altitud, uso del suelo, distancia a las capitales provinciales, carreteras o vías férreas.

Para entender el impacto de la guerra en la ideología política, utilizamos resultados electorales a nivel de municipio del periodo 1977-2016, como mencionamos anteriormente. Clasificamos los partidos políticos según su ideología—de derechas o de izquierdas—y encontramos que más personas votan por partidos de derecha en el área que fue inicialmente ocupada por los Nacionales, y por partidos de izquierda en el área que ocuparon los soldados Republicanos. La diferencia es significativa y del orden del 10%, y los efectos están concentrados en partidos moderados. Estos resultados surgen tanto al analizar elecciones al Congreso como elecciones municipales.  Cuando analizamos partidos con ideología extrema, populista o regionalista no encontramos diferencias significativas. Tampoco encontramos diferencias marcadas en participación ni para los referéndums de 1986 y 2005, sobre permanecer en la OTAN y sobre la aprobación de la Constitución Europea.

Utilizando datos municipales para las elecciones de 1936, recopilados por Balcells (2011), no se hallan diferencias significativas entre votos por la izquierda y la derecha. De igual modo, tampoco encontramos diferencias para los afiliados a la CNT (Confederación Nacional del Trabajo) en 1936. ¿Qué es lo que está causando entonces la diferente ideología política? A nuestro entender, la ocupación a ambos lados del frente de Aragón supuso una combinación de represión, propaganda y convivencia con las tropas. Confiamos que investigaciones futuras puedan examinar con más detalle la importancia relativa de estos factores.

Nos gustaría terminar examinando, aunque sea de manera más general, los mecanismos por los que los efectos culturales y políticos de la Guerra Civil se han perpetuado y transmitido durante tres generaciones. Nuestro punto de mira se centra  en la memoria colectiva sobre la guerra y nos servimos para este objetivo de diferentes fuentes de datos. En primer lugar, utilizamos una encuesta que elaboró el CIS en el año 2008 sobre la Guerra Civil y el Franquismo. Observamos que los individuos que viven en zonas donde hubo más represión tienen un compromiso político menor y una memoria distinta sobre la guerra. En segundo lugar, utilizamos información sobre calles con nombres franquistas (generosamente compartida por Daniel Oto-Peralías), y encontramos más calles con nombres franquistas cerca de las áreas más afectadas por el conflicto. Como placebo, no encontramos el mismo patrón para calles con nombres religiosos. En tercer lugar, datos sobre el NO-DO, compilados por Aguilar (1996), muestran el alto contenido sobre la guerra presentado en estos noticieros, proyectados obligatoriamente en todos los cines españoles durante el régimen franquista.

En general, encontramos que la Guerra Civil tuvo efectos palpables a largo plazo. Entendemos que este artículo es un primer esbozo de respuesta sobre el impacto de uno de los conflictos más importantes del siglo XX, e invitamos al lector a consultarlo para mayor detalle. Nos quedan, como seguramente a los lectores, muchas preguntas pendientes que esperamos poder desarrollar en una agenda de investigación más amplia sobre la guerra. De igual manera, sabemos que otros investigadores contribuirán a estudiar los aspectos demográficos y económicos, por nombrar solamente un par, de una guerra que sin duda marcó la historia de España. Finalmente, esta es solamente una simple invitación al debate.

Fuente: Versión para este blog del artículo publicado en Nada es Gratis, 9 de octubre de 2020

30/6/20

Hay gente que se siente cómoda dentro de la violencia. Pero, para la gran mayoría, la guerra no es heroica”...“A nadie le gusta matar”... El ejército franquista era toda la sociedad de los años 30. Incluso en las milicias falangistas formaban muchos alistados para evitar represalias. Pero sobre todo eran hombres recultados a la fuerza bajo amenaza de persecución o muerte. A menudo republicanos, anarquistas, comunistas...

"Debajo de la narrativas heroicas, los monumentos y las versiones oficiales se esconde la realidad. No suelen coincidir. Tampoco en el franquismo. Mientras el edificio de la dictadura se construía con, entre otros materiales, el homenaje a los ex combatientes, buena parte de estos solo querían pasar página. 

Habían sido reclutados a la fuerza a partir del 36 y, en muchos casos, no compartían principios políticos ni, por descontado, ganas de ir a ninguna guerra. Estas son las conclusiones a las que ha llegado el historiador Francisco Leira Castiñeira en su libro Soldados de Franco (Siglo XXI, 2020).

Subtitulada Reclutamiento forzoso, experiencia de guerra y desmovilización militar, la obra es el resultado de su tesis doctoral, premiada y alabada por colegas como Justo Beramendi o Xosé Manoel Núñez Seixas, ambos premios Nacionales. 

Esta semana llega a las librerías. “Nadie había estudiado este colectivo antes, al contrario de lo que sucede en otros lugares de Europa o en estudios clásicos como Soldados del Tercer Reich, de Sönke Neitzel y Harald Welzer, o El ejército de Hitler, de Omer Bartov”, explica Leira, “además, soy gallego, y aquí no hubo frente de guerra. Había que estudiar qué había sucedido”.

Más de 105 entrevistas -30 realizadas por él y las otras escuchadas en repositorios de memoria histórica- y un minucioso y profundo trabajo en archivos, hallazgos colaterales sobre Gernika incluidos, lo condujeron a una imagen del ejército sublevado alejada de “simplificaciones”. “El ejército franquista era toda la sociedad de los años 30”, afirma, “mucho más diversa y plural de lo que reflejan muchos estudios”. 

Incluso en las milicias falangistas formaban muchos alistados para evitar represalias, no solo aquellos que se identificaban politicamente con la versión ibérica del fascismo. “Pero sobre todo eran hombres recultados a la fuerza bajo amenaza de persecución o muerte. A menudo republicanos, anarquistas, comunistas”, señala, “otros no tenían adscripción política, pero no querían ir a la guerra”.

Una anécdota personal fue la que conmovió a Leira Castiñeira y cambió su visión del asunto. “Tenía un vecino que había hecho la guerra en el bando franquista. Yo sabía que además veía Interconomía y El gato al agua [canal de televisión ultraderechista y su programa más emblemático]. Entendía que era una persona muy de derechas”, cuenta, “y fui a hablar con él para mi investigación. Le pregunté por la contienda y el señaló su ojo ciego y dijo 'esto es lo que a mí me dio Franco”. Fue un punto de inflexión. A partir de ahí, sus pesquisas se dirigieron a la complejidad de lo que había sucedido. “La violencia existe dentro de la sociedad”, señala, “y hay gente que se siente cómoda dentro de la violencia. Pero, para la gran mayoría, la guerra no es heroica”. Las conversaciones con ex combatientes le confirmaron que si existía un patrón común era ese: “A nadie le gusta matar”.

Alrededor del 80% de la tropa franquista en la 8º región militar, la que comprendía Galicia, fue reclutada. El territorio había caído en manos del golpismo. Leira Castiñeira define a esos soldados a la fuerza por analogía con la sociedad de la que procedían: “A la guerra va toda la sociedad de los años 30. Era diversa, rural y urbana, y estaba informada del momento en que vivían”. El levantamiento militar, cuya cabeza reaccionaria conformaban mandos del ejército regular español, se apoyó en el pueblo forzado. El historiador ha ido recogiendo pruebas de lo que esto supuso.

“He detectado algunas formas de resistencia del débil. Muchos de estos soldados no disparaban en el frente. O buscaban la manera de evitar el campo de batalla”, relata. Señala, además, una “cuestión teórica” que corrobora esos hallazgos: “Era gente que había vivido la dictadura de Primo de Rivera, después la República, habían visto la represión a partir de julio del 36... Una guerra no puede cambiar totalmente una ideología ni una identidad. Ni siquiera en un contexto de extrema violencia como el frente”. Los actos de indisciplina eran frecuentes, hasta el más radical, la deserción. “El 80% de la tropa es izquierdista, pero no pueden hacer manifestación alguna porque son fusilados”, afirmaba un desertor huido al campo republicano. Había incluso quien se cortaba un dedo para que lo trasladasen lejos de la primera línea.

Pero la guerra terminó, y con su final se impuso un nuevo orden, el de los vencedores. Este decoró calles y plazas con estatuas y placas de reconocimiento a unos soldados que, en no poca medida, eran desafectos. “Ni siquiera con la democracia se puso en duda la consideración oficial franquista. No se profundizó en esta complejidad”, sostiene el autor de Soldados de Franco. En su trabajo de campo, Leira Castiñeira comprobó la “memoria traumática” que habitaba en los reclutas del fascismo, “y después el silencio”. “Muchos intentaron usar su estatus de ex combatientes para soportar mejor los años del hambre”, dice, “pero los puestos más importantes en el régimen solo iban para los fieles, gente de mucha confianza”.

Otros, la mayoría, “se adaptaron al contexto. Non estaban a favor del régimen, pero si podían vivir bien, mejor. Pensaban que con el final de la guerra se acababa la violencia”. No fue exactamente así. Los 40 años de paz que quedaban por delante no eran de paz. Fueron de sometimiento."                 (Daniel Salgado, eldiario.es, 20/06/20)

11/7/18

Los asesinados por la dictadura franquista podrían ser 400.000 si se incluyen las víctimas muertas en campos franquistas de concentración durante la guerra civil y primeros años de dictadura

"(...) Los intereses de EEUU primaron sobre el hecho de que la España de Franco fuera una dictadura implacable, condenada internacionalmente, que violaba sistemáticamente los derechos de la gente.

Una dictadura que hoy sabemos causó al menos 143.000 desaparecidos forzados, cuyos restos mortales siguen en las cunetas del país en unas 2.500 fosas comunes. España soporta así la vergüenza de ser el segundo país del mundo con más desaparecidos forzados detrás de la Camboya del criminal Pol Pot y sus jémeres rojos.

 Además, según informe del Consejo de Europa, en los años cuarenta e incluso principios de los 50, los presos políticos fueron en la España de Franco extremadamente numerosos: unos 400.000, muchos de los cuales fueron forzados a trabajar en obras del franquismo.

 En 1940, “la tasa de encarcelamiento en España era casi tan elevada como la de la Alemania nazi“, asegura un informe del Consejo de Europa. A sumar además entre las víctimas de la dictadura los 220.000 exiliados que se fueron a Francia, México, Argentina y otros países de América Latina para poder vivir.

Cientos y cientos de miles de ciudadanos y ciudadanas españoles, denuncia ese informe, sufrieron cárcel, malos tratos y torturas por luchar por la libertad y por la democracia y aún constan como delincuentes en los archivos de la Justicia española de la época franquista de un modo incomprensible, porque ningún gobierno de la época democrática desde 1976 ha tenido el valor y el coraje de anular las sentencias de la ilegítima y criminal dictadura franquista.

Según varias estimaciones, los muertos por la dictadura franquista serían unos 150.000, pero podrían ser 400.000 si se incluyen las víctimas muertas en campos franquistas de concentración durante la guerra civil y primeros años de dictadura. 

El historiador francés Guy Hermet subraya que las masacres se prolongaron mucho tiempo bajo el gobierno franquista y, de los cientos de miles de presos internados en campos de concentración franquistas, fueron fusilados más de 190.000.

El franquismo fue una dictadura asesina que murió matando. (...)

A pesar de que, según el historiador británico Paul Preston, los crímenes políticos que perpetró Franco fueron muy superiores a los cometidos por Hitler, aunque éste lo aventajó ampliamente en masacres raciales. Los crímenes del franquismo perpetrados por instituciones y personas franquistas fueron “una venganza ciega” según Preston. (...)"           

17/9/10

La represión franquista

"La represión franquista fue peor en términos relativos. España era un país de 24 o 25 millones de personas, cuando acabó la guerra civil. Sin embargo la represión se llevó por delante como mínimo a 200 000 personas, a los que hay que añadir 300 000 exiliados, medio millón de encarcelados, y los que murieron en las cárceles de malos tratos, hambre y enfermedades.

Eso nos da un porcentaje de población represaliada española mayor que la soviética. Eso se puede ver con datos concretos, y a medida que se abran las tumbas y fosas comunes, la represión franquista aumentará." (Patria Zurda, 13/09/2010)m


mmmmm ra un país de 24 o 25 millones de personas, cuando acabó la guerra civil. Sin embargo la represión se llevó por delante como mínimo a 200 000 personas, a los que hay que añadir 300 000 exiliados, medio millón de encarcelados, y los que murieron en las cárceles de malos tratos, hambre y enfermedades. Eso nos da un porcentaje de población represaliada españoyor que la soviética. Eso se puede ver con datos concretos, y a medida que se abran las tumbas y fosas comunes, la represión franquista aumentará.

8/3/10

El 'carnicero de Málaga'

""Estuvieron fusilando desde 1937 hasta la década de 1950", afirma José Galisteo, veterano sindicalista y vicepresidente de la asociación. El trabajo de archivo de Espinosa y sus colaboradores arrojó un listado con 4.471 nombres y apellidos. En las nueve fosas de San Rafael sólo hallaron 2.838 cadáveres. ¿Dónde está el resto? Espinosa inició una investigación para saber si los cuerpos acabaron en el Valle de los Caídos, pero la respuesta oficial fue que allí sólo llegaron una veintena de cadáveres desde Málaga. Queda la duda. "Dime ahora dónde están esos cuerpos. Muchos quedarán en sarcófagos u olvidados en viejos osarios", lamenta Galisteo. (...)

En dos meses, entre febrero y marzo, según el informe oficial de la exhumación, los falangistas causaron 2.044 muertes. Hasta 406 personas cayeron bajo los fusiles fascistas en abril, y otras 171 en mayo. Hasta el mes de noviembre, hubo matanzas sostenidas (34 en septiembre y 114 en julio), cuando los fusilamientos se redujeron a cuatro. (...)

Además de los 1.262 restos sin identificar, se ha determinado que 1.138 eran hombres, 349 niños y 89 mujeres, algunas embarazadas. "La represión franquista para ellas fue distinta. Quedaban marcadas. Eran la mujer de un rojo", dice Raquel Zugasti, historiadora. Los niños no muestran signos de violencia, por lo que los arqueólogos concluyen que se trataba de huérfanos, que murieron de hambre, por bombardeos o por la metralla. (...)

“El dolor de las víctimas de Málaga es el dolor de todas las víctimas”, reza una nota que preparan varias asociaciones de memoria histórica. En el texto, le piden al rey que visite la fosa de San Rafael y que retire los honores a Carlos Arias-Navarro, marqués y grande de España. Este, que protagonizó como fiscal la represión en Málaga, es conocido como ‘el carnicerito’ por su crueldad. Arias, presidente del Gobierno en 1975, anunció, compungido, la muerte de Francisco Franco." (07/03/2010, (Málaga, la exhumación que apoyó la derecha, )

"La Guerra Civil en Asturias la hicieron los obreros"

""No se trataba de un ejército regular sino de grupos de obreros que salieron a morir sólo para luchar por la legalidad vigente. Murieron en combate pero no llegaron a ser soldados". Luis Miguel Cuervo hace el recuento de las víctimas de la represión franquista en su tierra y le salen unas 35.000 personas. De ellas, 20.500 ya están recogidas en Todos los nombres de Asturias, un proyecto surgido hace tres años que pretende recuperar las identidades de los represaliados por el Franquismo, pero también de los caídos en la lucha que cita al principio.

Un mero repaso de los nombres desvela precisamente que muchos fallecieron en combate, pero Cuervo insiste en que son tan víctimas como los paseados, los ajusticiados o los que dieron su último haliento entre rejas. "La Guerra Civil en Asturias la hicieron los obreros" (...)

La iniciativa —que se ha extendido a otras comunidades como Andalucía o Galicia, con su trabajo Voces e Nomes— recopila sus nombres y apellidos, edad, estado civil, profesión, nombre de los padres, lugar de nacimiento y residencia, fecha de la defunción y causa de la muerte. "La web nació con 5.000 nombres y ahora llevamos más de 20.000", explica Cuervo, aunque todavía faltan por añadir los de muchas víctimas, así como completar las fichas existentes. "En total, al margen de las cifras recogidas, calculamos que en total hubo más de 17.000 muertos en combate, 4.000 ajusticiados despues de ser sometidos a la farsa de los juicios franquistas (consejos de guerra, agarrotados o fusilados) y 12.000 paseados. Además, otras 2.000 personas perecieron por sus malas condiciones de vida en campos de trabajo, cárceles y batallones de trabajadores". (...)

Empezaron con 5.000 nombres y enviaron unos 17.500 a Garzón. ¿Cuántos esperan recopilar?

- Ahora tenemos 20.500, aunque nacimos con 5.000. Nos falta muchísimo, porque calculamos que hubo 35.000 víctimas. Hablamos de gente muerta en Asturias (nacida aquí o fuera) y de asturianos muertos en otras regiones españolas y en el extranjero.

- Al contrario que el estudio realizado en Galicia, que sólo recoge a los represaliados, ustedes incluyen a los muertos en combate.

- En Galicia no hubo Guerra Civil. En Asturias, sí, y duró 15 meses. Los órganos de poder y el Ejército quedaron en manos de los sublevados. Entonces hubo muchos obreros que salieron a defender a la República y murieron. Les hicieron frente, pero no eran militares sino milicias populares que defendían la legalidad vigente. No sería justo dejar fuera a la gente normal, que estaba en su casa tan tranquila y decidió proteger el régimen establecido. (...)

Entre las víctimas en combate, además de los obreros, ¿no hubo militares?

- Los fieles a la República serían un puñado, unas pocas docenas. Más que nada, unos 150 guardias de asalto de Gijón y unos 250 carabineros que estaban por la zona de la costa, que fue fiel a la Republica. Y algunos comprometidos con ella, claro.

- ¿Tienen cifras de los desaparecidos?

- Hay dos tipos. Por una parte, los paseados, asesinados y enterrados en fosas comunes. Son unos 7.000 y, sólo en Gijón, hay 2.000 personas en una única fosa común; en la del cementerio de Oviedo, 1.400; en la de Turón (Mieres), 500; en Grado, 500, y luego hay cientos de ellas en Asturias. Por otra, habría que añadir que, cuando se desmorona el frente de Asturias, pasan por las armas a cientos de milicianos en las trincheras, que son tapados con tierra allí mismo. Las trincheras se van utilizando a lo largo de la represión franquista como fosas comunes. Se aprovechan para no tener que cavar" (Crónicas de una adopción)

3/3/10

La represión carlista en Navarra

"Cárcar resultó uno de los pueblos navarros más castigados por la represión franquista del 36, si se compara el total de la población, 1.844 almas, con el número de asesinados de la localidad: 63. Se conoce la filiación política de la mayoría de ellos: 8 eran de la CNT, 2 del PNV, 2 del PCE… y 47 de la UGT. A este mismo sindicato socialista pertenecía el alcalde de la localidad, Lucio Gutiérrez, y los otros seis concejales fusilado, de los nueve con los que, en total, contaba la Corporación." (en torno a Nabai Mundua, 02/03/2010)

27/1/10

... en Valencia...

"En esta provincia fueron enterradas, entre el 1 de abril de 1939 y el 31 de diciembre de 1945, más de 26.300 víctimas de ejecuciones extrajudiciales, torturas, palizas y malos tratos por parte del gobierno franquista." (Diariocritico de la Comunitat Valenciana, Martes 26 de enero de 2010 a las 19:17 h)

14/1/10

Datos sobre la represión franquista... y sobre la republicana

"El trabajo del Colectivo AFAN en Navarra fue otro aldabonazo. Las casi 3.000 víctimas identificadas triplicaban el cómputo ofrecido por Ramón Salas. Al mismo tiempo, idéntica conclusión surgía en Córdoba: frente a los 3.864 fusilados aventurados por Salas, la investigación monográfica descubrió casi el triple. En total: 9.579, comprendiendo los fusilados en la guerra, en la posguerra, los pertenecientes a la guerrilla y los enlaces de la misma.

Algunos parecen resistirse a las evidencias, y el sacerdote Martín Rubio afirma «creer» que la multitud de «cadáveres desconocidos» del cementerio de Córdoba son víctimas de los bombardeos, cuando ambos conceptos están delimitados en el Registro Civil. En cualquier caso, es la suya una «creencia», no una investigación. Este mismo estudioso del martirologio pacense desconfió de algunas de las cifras parciales sobre Córdoba, por ejemplo, de los 103 muertos que se citan en Lucena, porque «no van corroborados por la relación nominal», y algunos son recogidos «de oído». Pues bien, el estudioso local Arcángel Bedmar acaba de publicar una lista de 121, con nombres, apellidos y apodos. A conclusiones parecidas han llegado los estudios de Aragón.

En Huelva, Francisco Espinosa comenzó publicando un cómputo de 4.046 víctimas de la represión franquista (Salas sólo calcula 1.597, y eso que en los Registros Civiles se pueden contar hasta 3.042), con algún añadido posterior. Pero en relación con el estado actual de su investigación, sostiene: «... cuento con datos que me permiten afirmar que en la provincia de Huelva fueron eliminadas al menos 5.455 personas».

Y añade que todavía no ha incluido el estudio de la cuenca minera de Huelva, donde hay que considerar «un mínimo de aunque 2.500 víctimas, el triple de los inscritos». Con esto y a la vista de otras lagunas concluye: «No creo exagerado afirmar que en Huelva se llevaron por delante unas 8.000 personas.» Lamentablemente nos faltan estudios de provincias en las que hay indicios de una mortandad alarmante (provincias gallegas, castellanas, etc.).

El caso más preocupante es el de Badajoz, donde los historiadores nos tememos el mayor de los genocidios. Jacinta Gallardo en sólo cuatro pueblos de La Serena ha sumado ya 975 víctimas. Otro estudio en curso e inédito de Francisco Espinosa en Badajoz, que amablemente nos anticipa, muestra que, en seis pueblos de la carretera Sevilla-Badajoz, pueden contabilizarse 1.835 fusilamientos. Y en Zamora, también aparecen indicios preocupantes. Estimaciones aparecidas en el libro de Ramón Sender Barayón (hijo del gran novelista) apuntan la cifra de 6.000 víctimas de la represión franquista, entre las que cayó su madre, Amparo Barayón.

En consecuencia, de las investigaciones realizadas se desprenden al menos dos conclusiones. Primera, que las cifras calculadas a partir de los datos del Instituto Nacional de Estadística, en sus inscripciones de la década de los años cuarenta, no son fiables en absoluto. Es más, inducen a error de manera evidente.

La segunda conclusión es que, además, los Registros Civiles tampoco son fiables, al menos con relación a las matanzas habidas durante la guerra. Está comprobado que sólo vienen a inscribirse la mitad (en muchos casos, un tercio) de los fusilados reales. En cambio, con relación a las ejecuciones de posguerra, sí se pueden aceptar como fiables, aunque también con lagunas más o menos significativas. (...)

El cuadro 3 se refiere a la represión republicana, con 22 provincias estudiadas en las que se han recogido cifras recientes o distintas a las de Ramón Salas. Aquí la conclusión es inversa a la del cuadro primero: las cifras «tradicionales» de la represión republicana deben ser corregidas a la baja, de manera importante.

En estas 22 provincias, Salas atribuye a la represión republicana 60.623 victimas, pero en esas mismas provincias, por otras fuentes, la mayoría de investigaciones recientes, este número se rebaja a poco más de la mitad: 37.843. Una causa de esta diferencia puede ser el gran número de repeticiones en las inscripciones de los Registros: a menudo la víctima aparece inscrita en su pueblo de vecindad y en el lugar del fusilamiento. Es el caso, por ejemplo, de 150 víctimas de Córdoba: están inscritas en Pozo blanco y en Valencia, donde las ejecutaron.

En definitiva, la línea de la investigacion histórica parece claramente definida: los datos tradicionales son casi siempre corregidos al alza, en cuanto a la represión franquista, y corregidos a la baja, en cuanto a la represión republicana. Esta última, cifrada por historiadores del régimen en unos 70.000, no debió superar las 50.000, según las revisiones actuales.

Y la represión efectuada por Franco, infravalorada en unos 57.000 hasta ahora, se está revelando mucho más cuantiosa. Si en la mitad de las provincias ya se conocen 72.527 fusilamientos (guerra y posguerra), habría que pensar en el doble para la totalidad de España." (Julián Casanova et alt: Víctimas de la Guerra Civil. Las cifras. Estado de la cuestión)

2/12/09

Los muertos de Llerena

"Ángel Olmedo Alonso recibió ayer el galardón del 9º Premio ‘Arturo Barea’ de investigación histórica de la Diputación Provincial de Badajoz por su libro ‘Historia y memoria oral: guerra y represión en Llerena’:

-Esas 330 víctimas de las que habla ¿son todas personas asesinadas en Llerena?

-Son personas que murieron a consecuencia de la guerra, o bien fusilados, en combate o a consecuencia de la ocupación, en el periodo que va desde el 36 a algunas muertes de maquis en los años 40. El grueso de las víctimas se produce en 1936 y luego hay algunas muertes en 1937, 1938 y 1939.

-Llerena fue una de las primeras localidades ocupadas tras declararse la guerra, ¿eso hizo que la represión fuera más dura?
-Las tropas que vinieron a Badajoz procedían de África. Eran el ejército mejor preparado y las tropas más sanguinarias también porque estaban experimentadas en la ocupación de los pueblos del Marruecos español.

Ellas son las que entran a Badajoz a principios de agosto y el día 5 se plantan ya a las puertas de Llerena. Aquí hay un caso muy interesante y es que la Guardia Civil, que teóricamente estaba de parte de la República, el día 4 se lleva a algunos milicianos que defendían la ciudad con engaños y la excusa de que iban a hacer frente a las tropas franquistas.

Los guardia civiles entregan esos milicianos a Castejón y son directamente fusilados. Alguno de ellos logra escapar y vuelve a Llerena a contar lo que había pasado. Es un detalle interesante porque, cuando se habla de la represión, se intenta poner en la misma bandeja la represión de derechas y de izquierdas. En el caso de Llerena, se ve que esto no produjo ninguna muerte entre las personas de derechas que estaban en la cárcel. Pero el día 5, ya contamos 30 personas que han sido fusiladas el día antes y, cuando entran las tropas franquistas, se asalta la ciudad al estilo africano, a sangre y fuego.

Hay algunas muertes de personas que estaban en los huertos y en combates y las tropas ocupan Llerena. En algunas ocasiones matan personas no necesariamente de izquierdas, incluso de derechas, porque estas tropas no las conocían. Había gente que sólo pasaba por la calle y tienen la mala suerte de recibir un disparo y mueren. Cuando hablamos de represión a consecuencia de la guerra civil no quiere decir que las víctimas sean todas republicanas y de izquierda, porque hay víctimas civiles que mueren a consecuencia de la ocupación. También se contabiliza parte de una familia que, pasados algunos días, muere cuando una niña encuentra una granada que explota." (La memoria viva, 19/11/2009)

5/12/08

Las estadísticas de la guerra, las razones de las matanzas

"¿Fue la mayor persecución religiosa de la historia? Es la tesis del sacerdote Vicente Cárcel Ortí, el gran inspirador de la política de beatificaciones y canonizaciones de mártires impulsada por el episcopado, con 10.000 propuestas. Lo escribe en La gran Persecución. España 1931-1939. Historia de cómo intentaron aniquilar a la Iglesia católica. Lo mismo sostiene Stanley G. Payne. "Sí sería correcto decir que es la mayor de la historia occidental. La fase jacobina de la Revolución Francesa acabó con la vida de 2.000 sacerdotes, menos de un tercio del número de los asesinados en España".

El costo humano de la guerra, un tema aún resbaladizo, es un aspecto reseñable de La Iglesia en llamas. "Dejando a un lado la cuestión numérica, es preciso subrayar que existieron diferencias notables entre las represiones ejercidas contra la población civil en uno y otro bando. En la zona republicana fue obra de grupos extremistas con la participación, en algunos casos, de delincuentes comunes, mientras que en la zona insurrecta fue impulsada, dirigida o tolerada por las autoridades militares", señala. (...)

¿Cifras? Albertí hace el recuento con los últimos datos. Sobre las víctimas eclesiásticas, da por buenos los del obispo Antonio Montero: 6.818 asesinados (12 obispos, 4.158 presbíteros, 2.365 religiosos y 283 monjas). Para la represión en la retaguardia acude a la obra colectiva coordinada en 1999 por Santos Juliá con el título Víctimas de la Guerra Civil: 50.000 asesinatos en zona republicana y 94.669 fusilados por militares sublevados y autoridades franquistas durante la guerra y la postguerra. Albertí incrementa esta cifra hasta "alrededor de 120.000" y las asociaciones para la recuperación de la memoria histórica y el juez Baltasar Garzón disponen ya de un listado de 133.708 asesinados, que puede incrementarse año tras año.

A estos números hay que sumar los civiles muertos a causa de bombardeos (10.000); soldados en el frente (95.000); y 50.000 personas por hambre y enfermedades. También se hace el recuento de exiliados (500.000) y de los muertos por hambre, enfermedad o encarcelamiento en la postguerra (150.000). Son medio millón en total, más un millón de damnificados, sobre un censo de población que en 1931 ascendía apenas a 23 millones de españoles." (El País, Domingo, 30/11/2008, p. 8/9)