Adams, que siempre ha negado su pertenencia al IRA, presentó no hace mucho un libro de cocina con el título humorístico The Peas Process, jugando con la similitud de sonido entre peas (guisante) y peace (paz), en el que detalla los platos con los que se alimentaban los negociadores republicanos en las largas sesiones que condujeron al acuerdo de paz de 1998. Detenido en 2014 por las revelaciones de sus excamaradas sobre el caso McConville, la justicia no encontró base para substanciar un proceso. En realidad, la relación de Adams con el IRA era un secreto a voces en Irlanda del Norte. Ya en 1972, el exlíder del Sinn Fein había participado en tanto que representante de la banda en las conversaciones de paz fallidas que se desarrollaron en Londres.
"¿Puede haber poesía después de Auschwitz?"(Adorno).............. "¡Es un deber vivir después de Auschwitz!"(Imre Kertéz).............
17/6/19
Viuda y madre de 10 hijos, la única mujer desaparecida en el conflicto de Irlanda del Norte
Adams, que siempre ha negado su pertenencia al IRA, presentó no hace mucho un libro de cocina con el título humorístico The Peas Process, jugando con la similitud de sonido entre peas (guisante) y peace (paz), en el que detalla los platos con los que se alimentaban los negociadores republicanos en las largas sesiones que condujeron al acuerdo de paz de 1998. Detenido en 2014 por las revelaciones de sus excamaradas sobre el caso McConville, la justicia no encontró base para substanciar un proceso. En realidad, la relación de Adams con el IRA era un secreto a voces en Irlanda del Norte. Ya en 1972, el exlíder del Sinn Fein había participado en tanto que representante de la banda en las conversaciones de paz fallidas que se desarrollaron en Londres.
30/11/10
El narcisismo terrorista
Refirió cómo su jefe militar, por el que sentía veneración, decidió que abandonaban la actividad 'militar' y que la dejaron porque él llegó a esta conclusión. Su jefe fue asesinado, poco tiempo después, como un santo laico.
Mientras contaba alguna cosa bastante edulcorada sobre su vida como terrorista, rehusó utilizar la palabra terrorismo o definirse a sí misma así.
Ella hablaba de cuando hacía la guerra y, después, de cómo se transformó en lo que entonces mostraba al público.
El grueso de su intervención suponía una justificación exculpatoria de sí misma y de su grupo y utilizó la mayor parte de su discurso en la defensa de las tres o cuatro palabras detrás de las cuales podía encontrar blindaje y parapeto para evitar asomarse al abismo de horror que había creado en aquel tiempo, en el que mataba o ayudaba a matar, porque desde luego no aclaró ningún aspecto realista de la actividad del ejercicio de la violencia.
La guerra se hacía, haciendo la guerra. La paz se hacía, haciendo la paz. Y ella era estupenda, cuando hacía la guerra y cuando se le había ocurrido a su líder dejarlo. (...)
No tuvo ni un segundo, ni una palabra para recordar a las víctimas de su violencia. Sencillamente no existían en aquel discurso. ¿Dónde estaban los seres humanos a los que habían causado daño?
Hegel definió el terrorismo como la cara subjetiva de la virtud. Aquella mujer era una prueba viviente de ello. Consideraba que sus sueños habían sido más importantes que la vida de las personas que resultaron muertas o dañadas. Tras haber cambiado de actividad, el narcisismo continuaba. Escamoteó a la audiencia el pozo del dolor que había causado y saltando sobre todo ello, su ego aparecía como el marco de referencia de lo que era correcto o incorrecto.
El siquiatra Willard Gayglin es citado por Aarón T. Beck en su magnífico libro 'Prisioneros del odio' cuando afirma que «pocos seres humanos viven en el mundo real» y que «la mayoría viven en el mundo de sus percepciones».
La mujer quería que los demás vivieran en el mundo de su percepciones y se incomodó cuando alguien citó la palabra tabú: las víctimas. La sonrisa se le heló. " (Fundación para la Libertad, citando a Maite Pagazaurtundua, EL CORREO, 29/11/2010 )
19/11/10
El abandono de las armas
En primer lugar, se encuentran aquellos cuya salida obedeció sobre todo a la percepción de cambios políticos y sociales.
En segundo lugar, quienes abandonaron a raíz de desacuerdos con el funcionamiento interno o con las prácticas operativas de la banda armada a la cual pertenecían.
En tercer y último lugar, entre cuantos fueron terroristas de pasamontañas y txapela hay individuos cuya renuncia se explica fundamentalmente como resultado de alteraciones sustanciales en sus respectivos órdenes personales de preferencias.
En general, el abandono basado en la percepción de transformaciones estructurales implica revertir el marco ideológico y las motivaciones de racionalidad instrumental presentes en la decisión de unirse a ETA.
La salida que deriva de un malestar con la organización terrorista supone una quiebra de, entre otros, los incentivos selectivos y las motivaciones identitarias que favorecieron en su día el reclutamiento.
Renunciar por razones personales presupone una disolución de las emociones y los estímulos afectivos que incidieron al ingreso o simplemente un momento diferente del ciclo vital.
Estos tres tipos de motivos para dejar atrás la militancia terrorista pueden combinarse de modo variable según individuos concretos, aun cuando en distintos periodos de tiempo predomine uno de ellos sobre los otros dos.
Así, hasta aproximadamente mediados los años ochenta del pasado siglo, la opción individual de abandonar la militancia en ETA estuvo sobre todo relacionada con la percepción de los procesos de democratización y descentralización territorial que culminaron con la aprobación del Estatuto de Autonomía para el País Vasco y las primeras elecciones al Parlamento de Vitoria, aunque también con sucesos como el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981.
Entre quienes por entonces dejaron la organización terrorista, en su mayoría pero no exclusivamente integrantes de la facción denominada político militar, son recurrentes las alusiones a que "habían cambiado objetivamente las condiciones", a que "continuar con la lucha armada sería contraproducente" o a que se veía una "sociedad contraria".
Desde mediada la década de los ochenta, lo habitual entre quienes han puesto fin voluntariamente a su pertenencia a ETA es que, antes de tomar la decisión del abandono, estuviesen muy descontentos con la banda armada. Unas veces, debido al funcionamiento interno o al liderazgo.En este sentido, los militantes que se han disociado a partir de esos años suelen referirse a "los derroteros que estaba cogiendo la organización", a que se preguntaban "¿a quién tenemos al mando?" e incluso a que empezaban a "tener miedo a la organización". Otras veces, el malestar con ETA obedecía a un desacuerdo con sus pautas de victimación. No son pocos, por ejemplo, los antiguos pistoleros que se cuestionaron el compromiso militante tras "circunstancias como fue lo de Yoyes, el tema Hipercor o el tema Zaragoza".
Empero, siempre hay una pequeña pero sin lugar a dudas significativa proporción de militantes etarras que deciden abandonar su implicación en actividades de terrorismo principalmente como resultado de alteraciones en su orden personal de preferencias.
Puede tratarse de que, como indica uno de ellos: "Me estaba cuestionando mi vida"; de que, en palabras de otro, se interrogaba a sí mismo por "cuándo podría ser una persona normal", o simplemente, según dos más, de estar "cansada" o de "que ya tienes otra edad".
También hay quien se planteó "no poder seguir así por la vida, haciendo daño a la gente que tengo al lado" o quien ha reflexionado sobre su militancia en ETA tras haber sido padre. En algún caso, la decisión de dejar la organización terrorista vino precedida de una "conversión" religiosa." (El País, opinión, 16/11/2010, p. 29)