19/11/10

El abandono de las armas

"Pero, ¿qué lleva a los etarras a renunciar a la militancia terrorista? ¿Cuáles son los motivos que les conducen al abandono de ETA? Un estudio empírico que he podido realizar, basado en entrevistas con más de 50 antiguos militantes que dejaron de serlo entre inicios de los setenta y finales de los noventa, permite discernir tres tipos.

En primer lugar, se encuentran aquellos cuya salida obedeció sobre todo a la percepción de cambios políticos y sociales.

En segundo lugar, quienes abandonaron a raíz de desacuerdos con el funcionamiento interno o con las prácticas operativas de la banda armada a la cual pertenecían.

En tercer y último lugar, entre cuantos fueron terroristas de pasamontañas y txapela hay individuos cuya renuncia se explica fundamentalmente como resultado de alteraciones sustanciales en sus respectivos órdenes personales de preferencias.

En general, el abandono basado en la percepción de transformaciones estructurales implica revertir el marco ideológico y las motivaciones de racionalidad instrumental presentes en la decisión de unirse a ETA.

La salida que deriva de un malestar con la organización terrorista supone una quiebra de, entre otros, los incentivos selectivos y las motivaciones identitarias que favorecieron en su día el reclutamiento.

Renunciar por razones personales presupone una disolución de las emociones y los estímulos afectivos que incidieron al ingreso o simplemente un momento diferente del ciclo vital.

Estos tres tipos de motivos para dejar atrás la militancia terrorista pueden combinarse de modo variable según individuos concretos, aun cuando en distintos periodos de tiempo predomine uno de ellos sobre los otros dos.

Así, hasta aproximadamente mediados los años ochenta del pasado siglo, la opción individual de abandonar la militancia en ETA estuvo sobre todo relacionada con la percepción de los procesos de democratización y descentralización territorial que culminaron con la aprobación del Estatuto de Autonomía para el País Vasco y las primeras elecciones al Parlamento de Vitoria, aunque también con sucesos como el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981.

Entre quienes por entonces dejaron la organización terrorista, en su mayoría pero no exclusivamente integrantes de la facción denominada político militar, son recurrentes las alusiones a que "habían cambiado objetivamente las condiciones", a que "continuar con la lucha armada sería contraproducente" o a que se veía una "sociedad contraria".

Desde mediada la década de los ochenta, lo habitual entre quienes han puesto fin voluntariamente a su pertenencia a ETA es que, antes de tomar la decisión del abandono, estuviesen muy descontentos con la banda armada. Unas veces, debido al funcionamiento interno o al liderazgo.

En este sentido, los militantes que se han disociado a partir de esos años suelen referirse a "los derroteros que estaba cogiendo la organización", a que se preguntaban "¿a quién tenemos al mando?" e incluso a que empezaban a "tener miedo a la organización". Otras veces, el malestar con ETA obedecía a un desacuerdo con sus pautas de victimación. No son pocos, por ejemplo, los antiguos pistoleros que se cuestionaron el compromiso militante tras "circunstancias como fue lo de Yoyes, el tema Hipercor o el tema Zaragoza".

Empero, siempre hay una pequeña pero sin lugar a dudas significativa proporción de militantes etarras que deciden abandonar su implicación en actividades de terrorismo principalmente como resultado de alteraciones en su orden personal de preferencias.

Puede tratarse de que, como indica uno de ellos: "Me estaba cuestionando mi vida"; de que, en palabras de otro, se interrogaba a sí mismo por "cuándo podría ser una persona normal", o simplemente, según dos más, de estar "cansada" o de "que ya tienes otra edad".

También hay quien se planteó "no poder seguir así por la vida, haciendo daño a la gente que tengo al lado" o quien ha reflexionado sobre su militancia en ETA tras haber sido padre. En algún caso, la decisión de dejar la organización terrorista vino precedida de una "conversión" religiosa." (El País, opinión, 16/11/2010, p. 29)

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