"¿Puede haber poesía después de Auschwitz?"(Adorno).............. "¡Es un deber vivir después de Auschwitz!"(Imre Kertéz).............
20/12/10
La indiferencia del espectador...
Como dice en resumen el subtítulo del libro, "la complicidad del espectador indiferente". El estudio del profesor Arteta es preciso y minucioso: analiza las actitudes ante el mal de quienes no lo consideran cosa suya a pesar de que su proximidad les salpique, las diversas disculpas para escurrir el bulto, la responsabilidad de quienes no responden, el deber de no minimalizar cómodamente nuestros deberes y hasta en ocasiones el deber de ir más allá del deber.
En el fondo, toda la obra se condensa en lo que ya se nos dijo y pocos escucharon: para que los malvados cometan las peores atrocidades basta con una sola y simple cosa, que las buenas personas no hagan nada.
En el libro se manejan referencias clásicas a las tragedias del siglo XX, desde el exterminio llevado a cabo por los nazis a los campos de concentración soviéticos (es especialmente interesante la polémica con la idea de Hannah Arendt acerca de la "banalidad del mal").
Pero aunque apenas tenga menciones explícitas, es evidente como trasfondo próximo y motor de la indagación lo ocurrido en las últimas décadas en el País Vasco: un drama que Aurelio Arteta conoce precisamente muy bien, porque él es uno de los que desde hace muchos años decidió no rehuirlo, implicándose con todas las consecuencias, tanto teórica como prácticamente. (...)
Efectivamente, en el País Vasco y en España entera se ha dado un fenómeno social de inhibición y adormecimiento moral ante el terrorismo y sus consecuencias, personales e institucionales. Se han cerrado los ojos o se ha desviado la mirada, a veces con alambicadas coartadas ideológicas, no solo ante tantos asesinatos, coacciones, extorsiones, pérdida de derechos civiles y de libertad de expresión, exilios forzosos de amenazados, etcétera, sino también ante ocasionales perversiones del Estado de derecho por quienes debían defenderlo, en forma de torturas, malos tratos o guerra sucia.
Sin duda, no son equivalentes ni se trata del enfrentamiento de dos monstruos semejantes, por un lado ETA y por otro el Estado democrático, como ahora quisieran hacernos creer algunos para lograr en la opinión pública un empate que enmascare el fracaso de las armas criminales que han apoyado hasta ayer mismo.
Pero no por ello es menos urgente una reflexión cívica y ética de verdadero alcance, no por masoquismo, sino para que se logre en la medida de lo posible -la tragedia lo es porque nunca se repara del todo- una regeneración auténtica de la convivencia dañada." (FERNANDO SAVATER: No es cosa mía. El País, 14/12/2010, p. 50)
1/10/08
El apoyo al terrorismo
“Es la mentalidad que existe en parte de la población vasca lo que hace que siempre haya voluntarios para practicar desde la kale borroka al coche bomba. ¿Cuántos son los que así piensan? ¿Cincuenta mil? ¿Cien mil? ¿Cómo es posible que en un pueblo tan civilizado en tantos aspectos, una parte de sus habitantes no haya asumido ideas básicas de convivencia, paz y respeto al que piensa de modo distinto? Esas ideas hoy se aceptan sin discusión en todo país avanzado. En España también se han impuesto desde que acabó la dictadura. ¿Por qué, entonces, esa excepción?
Quienes se apuntan a las ideas de la izquierda abertzale, unas ideas que deberían ser tan aceptables como cualesquiera otras, son gente que parece normal. Se les ve marchando en manifestaciones numerosas tras la ikurriña y la banderola de turno pidiendo libertad para los asesinos, cuyas fechorías no se condenan jamás. Son personas de aspecto educado que nada tienen que ver con lo que puede contemplarse en Oriente Medio o en otros lugares donde las protestas en apoyo de la violencia tienen su raíz en la pobreza, el desempleo, el analfabetismo y la continua frustración que es el vivir de cada día. Son buenos padres o madres de familia, buenos hijos, buenos amigos de sus amigos, buenos aficionados al fútbol y a comer bien, socios del Athletic o de
Una respuesta, unas páginas más adelante, la de Fernando Savater (amenazado de muerte por ETA). Es el miedo, el odio que impone el poder (y el poder violento es el más eficaz):
“La violencia no es absurda, ni mucho menos: quizá la vida humana en general es absurda -si suponemos que debiera tener un sentido trascendente del que carece- pero no aquellas acciones humanas que resultan útiles, aunque sean detestables. Y la violencia es útil para perseguir determinados objetivos, por eso precisamente está prohibida en las sociedades civilizadas. En efecto, cuando las vidas humanas se reducen a gestos mudos todas son iguales, pero difieren cuando cada uno explica lo que vivir significa para él. El más profundo condicionamiento neurológico de los humanos, querido Arcadi, es lo que llamamos pensamiento y se expresa con palabras o silencios. Acallando el pensamiento no mostramos respeto por las víctimas... ni siquiera por sus verdugos.
Porque además el terrorismo trata de imponer el silencio y potenciar el afán de supervivencia, más acá de cualquier ideología. El propio festival donostiarra de cine es muestra de ello. Por primera vez, en esta edición se ha condenado un atentado terrorista. Antes había que guardar silencio ante ellos (como bien recordará la hoy jurado Leonor Watling de sus tiempos de presentadora) o incluso aceptar que en cada inauguración los proetarras subieran al escenario con sus pancartas, gritos y reivindicaciones. Agobios de la cobardía: antes daba miedo hablar pero hoy, en un clima diferente y con el ojo público sobre lo que allí ocurre, lo peligroso es callar.” (FERNANDO SAVATER: ¡Allá películas!. El País, ed. Galicia, Cultura, 30/09/2008, p. 37)
30/1/08
¿Debe la policía torturarle para salvar al colegio amenazado?
“Hace un cuarto de siglo, entre los casos prácticos que abundaban en los manuales de ética aplicada -sobre todo anglosajones- nunca faltaba el del terrorista que ha puesto una bomba en alguno de los treinta colegios de la ciudad, para que estalle dentro de un cuarto de hora. ¿Debe la policía torturarle para que confiese cuál es el colegio amenazado y así poder salvar a los niños? Siempre contesté que yo, puesto en tal brete, probablemente destriparía al criminal con mis propias manos para sacarle la verdad (y luego, ya metido en faena, al inquisidor que me planteaba la cuestión de marras). Pero eso sí, acto seguido me presentaría al juez e iría muy orgulloso a la cárcel para cumplir la condena que merecía. Lo que de ningún modo estaba dispuesto a admitir es que la ley que castiga la tortura como un delito grave fuese abolida o matizada con un "según las circunstancias", ya que entonces siempre podrían encontrarse justificaciones para torturar. Y nunca, nunca, nunca la tortura puede ser justificable o legal.