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27/6/22

Las guerras de EEUU y OTAN dejan más de 350.000 civiles muertos y 38 millones de desplazados en el siglo XXI... Putin tiene dónde aprender

 "El precio de la guerra se mide en vidas. Lo saben en Afganistán y lo comprobaron en Irak. Lo sufrieron también en Libia, donde los misiles de la OTAN en nombre de la libertad dejaron un reguero de muerte entre aquellos que, paradójicamente, pretendían liberar. Unos y otros son los crímenes impunes que la Alianza Atlántica nunca ha querido aclarar.

A pocos días de que los atlantistas se reúnan en Madrid bajo estrictas medidas de seguridad, Público ha tenido acceso a un informe del Instituto Watson, un prestigioso centro de estudios sobre asuntos internacionales dependiente de la Universidad Brown, con sede en Rhode Island (EEUU).

El mencionado instituto realiza un detallado seguimiento sobre el número de muertes que dejaron como saldo las principales intervenciones militares lanzadas por EEUU y la OTAN tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Esas campañas militares tuvieron lugar en escenarios como Afganistán, Pakistán, Irak o Siria. 

"Han sido asesinadas en sus hogares, en los mercados y en las carreteras"

De acuerdo a las cifras que maneja ese informe –elaborado mediante el uso de distintas fuentes de datos consultadas por sus autores–, se calcula que 350.800 civiles de estos países "han muerto de forma violenta como consecuencia de las guerras". "Las personas que viven en las zonas de guerra han sido asesinadas en sus hogares, en los mercados y en las carreteras. Han muerto a causa de bombas, balas, fuego, artefactos explosivos improvisados y drones", describe el Instituto Watson.

Las víctimas civiles comprenden también a quienes "mueren en los puestos de control, cuando son sacados de la carretera por vehículos militares, cuando pisan minas o bombas de racimo, cuando recogen leña o cuidan sus campos, y cuando son secuestrados y ejecutados con fines de venganza o intimidación". Todos ellos "son asesinados por Estados Unidos, por sus aliados y por los insurgentes y sectarios en las guerras civiles engendradas por las invasiones".

La pesadilla no termina cuando explota la bomba o alguien dispara su arma. "La guerra también puede llevar a la muerte semanas o meses después de las batallas –describe–. Muchas veces han muerto más personas en las zonas de guerra como consecuencia de las infraestructuras maltrechas y las malas condiciones sanitarias derivadas de las guerras que directamente de su violencia".

Solo la aventura de Afganistán lanzada por EEUU y la OTAN en 2001 dejó un saldo de 46.319 civiles asesinados. Se estima que en Irak murieron otras 185.000 personas que no combatían en ningún bando. En Siria, el número llega a los 95.000. En Pakistán se contabilizaron hasta 24.099 fallecidos. 

Víctimas civiles en Libia

Libia fue otro escenario elegido por la OTAN para intervenir con sus máquinas de guerra. En marzo de 2011, varios Estados miembros de la Alianza Atlántica –entre los que se encontraban Estados Unidos, Reino Unido y Francia– iniciaron una serie de ataques por mar y aire contra las fuerzas del coronel Muamar al
Gadafi. 

"Según la OTAN, en su campaña militar aérea y marítima de siete meses se llevaron a cabo más de 9.700 misiones de combate y se destruyeron más de 5.900 objetivos militares", dice un informe publicado un año después por Amnistía Internacional (AI).

La organización de derechos humanos documentó sobre el terreno que los ataques de la OTAN habían provocado la muerte de "decenas de civiles
libios
que no participaban directamente en las hostilidades", mientras que otros resultaron heridos. 

En enero y febrero de 2012, una delegación de AI visitó varios lugares situados dentro o cerca de las localidades de Trípoli, Zlitan, Sirte y Brega, "en los que parecían haberse producido víctimas civiles como consecuencia de ataques de la OTAN". Allí inspeccionó los daños causados y los restos de proyectiles, entrevistó a supervivientes de los ataques y a otros testigos y consiguió copias de los certificados de defunción de las víctimas.

Tras esa visita, AI consiguió documentar un total de 55 muertes de civiles, entre los que figuraban 16 niños y niñas y 14 mujeres. De hecho, "decenas de civiles murieron en ataques aéreos de la OTAN contra viviendas particulares de
zonas residenciales y rurales", apuntaba el informe. 

La Alianza Atlántica admitió que había matado civiles en Libia a raíz de un "fallo técnico". Hasta ahí llegó todo. No hubo investigación independiente ni consecuencias de ningún tipo para quienes cometieron tales atrocidades.

"La OTAN ni rinde cuentas ni repara daños en casos de operaciones como las realizadas en Libia. Nadie ha hecho ninguna investigación, mucho menos independiente, sobre cuánto sufrimiento ha costado esas intervenciones", afirma a Público Alejandro Pozo, investigador del Centro Delàs de Estudios por la Paz y autor de La guerra contra el terror (Editorial Icaria). 

Desplazamientos

El trabajo realizado por la Universidad Brown incide también en el número de desplazamientos provocados por las intervenciones militares realizadas por EEUU y la OTAN desde 2001. De acuerdo a ese informe, las guerras posteriores al 11-S "han desplazado por la fuerza a al menos 38 millones de personas" en lugares como Afganistán, Irak, Pakistán, Libia o Siria. Este número, destaca el estudio, "supera a los desplazados por todas las guerras desde 1900, excepto la Segunda Guerra Mundial".

Entre otros aspectos, destaca que los refugiados de guerra "suelen perder el acceso a un suministro estable de alimentos o a sus puestos de trabajo, lo que provoca un aumento de la desnutrición y la vulnerabilidad a las enfermedades". Son las otras consecuencias de las guerras del siglo XXI."             (Danilo Albin , Público, 26/06/22)

9/7/19

El análisis forense aclara un asesinato del Paleolítico. Un cráneo de hace 33.000 años hallado en Transilvania atestigua la violencia entre los antiguos humanos

"En plena Segunda Guerra Mundial, un grupo de mineros rumanos encontró en una cueva de Transilvania una calavera humana. Años más tarde pudo determinarse que tenía unos 33.000 años de antigüedad y que pertenecía a un hombre adulto. Desde su descubrimiento, ha intrigado a los paleoantropólogos. Una de las causas de esa intriga son dos fracturas en la parte superior del cráneo. 

Aunque muchos lo zanjaron diciendo que eran producto de la acción del tiempo sobre el fósil, un grupo de forenses de la antigüedad ha determinado ahora que fueron provocadas en vida por dos fuertes golpes en la cabeza que le provocaron la muerte. Se trataría de uno de los asesinatos entre humanos modernos más antiguos.

"El hombre sufrió dos fracturas en el cráneo, una lineal y otra fractura con hundimiento que, según las pruebas forenses, se produjeron alrededor del momento de la muerte del individuo", describe la antropóloga forense de la Universidad de Creta (Grecia) y coautora del artículo publicado en la revista PLoS ONE, Elena Kranioti.

 Tanto la primera lesión, en el hueso occipital en la base posterior del cráneo, como la segunda, en el hueso parietal derecho, no muestran signo de cicatrización como fusiones o callos óseos. Esto supone que no tuvieron tiempo de curarse, lo que solo puede indicar una de dos: o se produjeron en su proceso de fosilización o alrededor de la muerte. Lesiones perimortem, en la jerga forense.

Para saber si fue antes o después, las investigadoras analizaron con mucho detalle las imágenes por tomografía computerizada (TAC) del cráneo de Cioclovina (por la cueva donde fue encontrado) desde todos los ángulos posibles. En vida, los huesos, en especial los del cráneo, tienen una relativa elasticidad que pierden al poco de que su dueño haya muerto. 

Además, los efectos de cada tipo de impacto dependen de muchos factores intrínsecos (morfología y grosor del hueso, posición del cuerpo en el momento del golpe, presencia de lesiones anteriores...) y extrínsecos (velocidad del impacto, altura en caso de una caída, forma y composición del objeto...).

Vistas en el TAC, las lesiones dieron muchas pistas. La fractura por hundimiento presenta pequeños trocitos de hueso astillados aún sujetos al resto del hueso. Además, tiene una línea de fractura muy determinada, expandiéndose de forma concéntrica. Mientras, el golpe en la base posterior del cráneo afecta al foramen magnum, una especie de agujero por el que bajan todas las conexiones nerviosas al resto del cuerpo, y la fractura sigue hasta el esfenoides, que está en lo más profundo de la cara, que aparece como deformado. Lesiones así solo podían ser perimortem. "En una rotura postmortem faltarían marcas de deformación plástica y estaría quebrado en ángulos rectos irregulares", apunta Kranioti.

Ahora tenían que determinar la causa de los golpes y si fueron los que mataron al dueño del cráneo. Para ello, las investigadoras usaron una decena de esferas hechas con hueso artificial y rellenas de una gelatina especial que se usa en los ensayos balísticos a modo de cerebro. Les hicieron de todo: las tiraron desde tres y 10 metros, las golpearon con una piedra y con un palo una o dos veces y apoyadas contra una superficie o sujetas. Las únicas fracturas que encajan con las de la calavera de Transilvania son las que fueron provocadas por el palo en dos sucesivos golpes, según publican en PLoS ONE.

 El análisis forense apunta a que el ataque se produjo de frente y que el autor de los golpes debía ser zurdo o usó las dos manos para sostener el palo, que debía tener forma redondeada. El cuadro se podría resumir en una muerte por traumatismo craneal por fuerza bruta. Revisando la bibliografía sobre fracturas provocadas por palos y objetos similares, las científicas encontraron una macabra coincidencia.

 En 2006, forenses del ejército de EE UU que estudiaban cadáveres de prisioneros de los jemeres rojos en Camboya comprobaron que muchos de ellos presentaban lesiones en el cráneo provocadas por golpes. Durante los cuatro años que duró su terror, en los años setenta, el Jemer Rojo solía ajusticiar a palazos en la cabeza. La lesión más habitual es como la fractura lineal que presenta el cráneo de Cioclovina, que viene del Paleolítico, hace 33.000 años.

El de Cioclovina no es el primer asesinato de la historia humana, pero es relevante porque muestra la continuidad de la violencia entre los actuales humanos y los que les precedieron. En 2015 investigadores españoles publicaban el análisis del que podría ser, esta vez sí, el primer asesinato del que se tiene constancia en el registro fósil. Se trata del caso del cráneo 17, hallado en la Sima de los Huesos, en el yacimiento de Atapuerca, en Burgos. Allí, entre otros muchos restos humanos acumulados, se encontró esta calavera de hace 430.000 años que muestra dos agujeros a la altura de la frente. El objeto con el que los hicieron debió de llegar hasta el cerebro.

"Debieron de ser dos golpes muy seguidos, quizá en el pico", comenta el paleontólogo Juan Luis Arsuaga, coautor del descubrimiento del cráneo 17 y que no ha intervenido en el análisis forense del cráneo de Cioclovina. Arsuaga aclara que no es fácil determinar el grado de violencia entre los diversos homininos porque no hay muchas fracturas entre los fósiles.

 "Pero ya en Atapuerca tenemos ejemplos de canibalismo de hace 800.000 años, canibalismo después de homicidio". comenta. Lo que sí cree, apoyado en los datos, es que la violencia en el Paleolítico tendía ser del grupo hacia el individuo, hacia el que se desviaba de la norma, era una violencia de control social. "Es en el Neolítico cuando podemos hablar de violencia organizada entre grupos, proactiva más que reactiva, casi de guerras entre los grupos".                 (Miguel a. Criado, El País, 06/07/19)

5/12/18

Niños soldado: un engranaje imprescindible de la maquinaria de hacer dinero

"La dinámica cambiante de los conflictos y la intensificación de los enfrentamientos armados son responsables directos del aumento en el reclutamiento de niñas y niños para ser usados como soldados en todos los conflictos que tiene lugar en este mismo instante. 

 Sobre todo en África, que es el continente que acoge el mayor número: República Centroafricana, República Democrática del Congo, Somalia, Sudán del Sur, Sahel, Nigeria, Níger, Camerún, Chad, Libia… Pero también en otras partes del mundo: República Árabe Siria, Yemen, Irak, Myanmar, Afganistán…

A pesar de todos los esfuerzos que Unicef y otras organizaciones internacionales realizan, el número de niñas y niños soldados no disminuye. Desde hace años, se habla de unos 300.000, una cifra que no se mueve; al revés, da la impresión de que cada vez son más.

Hasta no hace mucho, en África la mayoría de los menores eran secuestrados por los grupos armados que luego debían utilizar la violencia y la manipulación para convertirlos en soldados. Hoy, son muchos los que se unen voluntariamente a las facciones que toman parte en los combates, sobre todo en los conflictos de larga duración. Huyen de la pobreza, del hambre, de la falta de oportunidades educativas o laborales. 

Muchos han crecido en medio a la violencia y no conocen otra forma de vida, por lo que es normal que terminen empuñando un arma. Es dudoso, cuando no existen otras alternativas para estos menores, que podamos hablar de alistamiento voluntario. Si no deja de ser la única opción, salida, que tienen delante, ¿cómo pueden optar por algo distinto, por la paz?

¿Y las niñas?

Como mínimo, el 40% de estos menores soldados son niñas y chicas adolescentes que, al igual que los niños, empuñan armas, participan en acciones bélicas, se ocupan de labores domesticas y viven reproduciendo un patrón de comportamiento competitivo y agresivo. Pero, además, en la mayoría de los casos, también son utilizadas como esclavas sexuales. 

Y, a pesar de todo ello, son invisibles. Se sigue asociando menor soldado con varón que participa en combate y cuesta ver a las niñas.

Esto es responsable de que no se diseñen programas específicos que den respuesta a sus necesidades. De hecho, son pocas las que llegan a los centros de rehabilitación de menores soldados, muchas mueren a consecuencia de los abusos sexuales, otras se quedan como esposas de los excombatientes ante el temor a ser repudiadas por sus familias. La gran mayoría suele sufrir rechazo por haber mantenido relaciones sexuales, aunque hayan sido forzadas, e incluso tenido hijos, fuera del matrimonio a la hora de su reinserción en la sociedad. Esto empuja a muchas de ellas a la prostitución como único modo de ganarse la vida una vez fuera del grupo armado.

Recordemos que se utilizan niñas y niños como soldados porque existen conflictos violentos que se prolongan en el tiempo. La mayoría de los medios de comunicación intentan vender las guerras africanas como disputas religiosas o étnicas, pero eso es mentira, todas responden a razones económicas o de control geoestratégico.

Detrás de cada guerra suele haber una materia prima o intereses políticos y comerciales de una parte de Occidente (o China): fueron los diamantes de sangre de Sierra Leona, lo es el coltan de la República Democrática del Congo, el petróleo de Sudán del Sur, el uranio, el oro y los diamantes de la República Centroafricana… No olvidemos que son empresas occidentales, en su mayoría, las que explotan, transforman y comercializan esos minerales de sangre.

 Evidentemente, los recursos naturales no son la única causa de estos conflictos, pero sí que desempeñan un papel fundamental y financian a los grupos armados que toman parte en ellos, por eso, estos se prolongan en el tiempo.

También es de rigor tener presente el comercio de armas, tanto el legal como el ilegal, que mueve tanto dinero. Las armas que se utilizan en estos conflictos son fabricadas, en su mayoría, en el norte. España es uno de los principales exportadores de municiones y armamento ligero a África o a tantas otras partes del mundo.

 Armas y municiones españolas se emplean en muchos de los conflictos que están en curso actualmente y donde combaten menores soldados. Las modernas cada día son más ligeras, fruto de los avances tecnológicos quizás, pero la realidad es que cada vez niñas y niños más jóvenes pueden utilizarlas.

Todos estos datos hacen sospechar que las empresas que se benefician del bajo coste de los minerales de sangre, el tráfico de armas y el silencio y complicidad de los Gobiernos forman un cóctel que mueve muchos millones a los que nadie está dispuesto a renunciar. Y que para que todo eso funcione es imprescindible el uso de miles de niñas y niños como soldados porque son más baratos, obedecen mejor, no se paran ante la barbarie de la guerra y llegan a ser más crueles que los adultos…

Por eso, me atrevo a pensar que los principales señores de la guerra no se ocultan en las selvas más profundas e impenetrables del planeta, sino que se sientan en los consejos de administración de grandes empresas o dirigen Gobiernos y dictan políticas. Y que como para ellos los negocios y los beneficios que les reportan son más importantes que las personas, no hacen nada para terminar con el uso de niñas y niños como soldados.

Hay buenas noticias

La buena noticia es que si a estos menores se les da una oportunidad, dejan la violencia y optan por la paz, se reinsertan en la sociedad. Lo demostramos en Sierra Leona, donde se llevó a cabo el primer proyecto de rehabilitación y reinserción de menores soldados.

 A St. Michael, el centro que me tocó dirigir, llegaban niños y niñas que habían sido secuestrados, manipulados a fuerza de violencia y ritos mágicos, instruidos en el manejo de las armas y las técnicas de guerra, que habían sido obligados incluso a matar a sus propios padres, a los que se suministraba drogas a la hora de entrar en combate, que habían cometido todo tipo de crímenes. Habían sido convertidos en auténticas máquinas de matar.

En aquella ocasión demostramos que con tiempo y dedicación estos jóvenes regresan al colegio o aprenden un oficio y son capaces de reincorporarse a la sociedad y vivir vidas normales, eso sí, con sus miedos, con los recuerdos de la violencia experimentada y del mal que les obligaron a infligir, que les acompañarán por el resto de su existencia. Este programa se ha replicado con éxito en muchas otras partes de África: Liberia, norte de Uganda

Pero los tiempos cambian y, ahora, los menores soldados ya no están de moda como lo estuvieron en el pasado. Ya no hay tanto dinero para invertir en su rehabilitación. Los donantes prefieren apostar por otras realidades que, en este momento, les dan más visibilidad. Y eso tiene consecuencias muy graves para las niñas y los niños que consiguen abandonar los grupos armados.

 Solo pueden estar en los centros de rehabilitación unas pocas semanas antes de ser devueltos a sus familias. Sin tiempo para dejar atrás la violencia, ni ser conscientes de la experiencia vivida, son depositados en campos de desplazados o en aldeas semidestruidas donde la falta de escuelas o de oportunidades laborales, unidas a la pobreza y desolación de sus hogares, les hacen añorar la seguridad y el poder que les daban las armas que durante tanto tiempo portaron. 

Al final, muchos de ellos deciden volver al grupo armado, al menos allí comen todos los días. Esto pasa en Sudán del Sur, en la República Centroafricana o en República Democrática del Congo, por ejemplo.

¿Qué hacer entonces? A veces me inunda el desánimo y pienso que la realidad es así, que como las niñas y los niños soldados son un eslabón imprescindible en el engranaje ideado para que muchas personas se enriquezcan y que sin ellos los beneficios no serían altos, por lo que la lucha es vacua y sin futuro. 

Pero luego me paro y pienso que no, que no podemos dejarnos llevar por el pesimismo y que hay que continuar con la denuncia hasta que todos los sepan, hasta que se les caiga la cara de vergüenza a los respetables políticos y modélicos hombres de negocios y de una vez para siempre se impliquen y pongan fin a esta lacra. Porque solo ellos tienen el poder de cambiar las cosas. A nosotros, mientras, nos queda seguir con la denuncia, con la prevención del alistamiento y con la creación de oportunidades para que los que fueron reclutados tengan una segunda oportunidad de vivir en paz."                     (Chema Caballero, El País, 20/11/18)

20/9/18

Para llegar al tabú más grande que hay en nuestra cultura, matar a una persona, primero tienes que convertirla en el enemigo. En un ser que ya no es humano. Eso es justo lo que hace el nacionalismo. Deshumanizar...

"(...) De todos los crímenes de guerra de los que ha hablado en su libro, aparte de las violaciones y matanzas, me impactaba que les cortaran los testículos a los hombres.

Cito un artículo que se escribió, pero no puedo asegurar que fuese cierto. Aunque a los hombres también los violaron en la guerra. Eso sí que se supo. Pero lo relevante es que en nuestra guerra las mujeres han hablado de las violaciones que sufrieron más que en ninguna otra, porque en todas las guerras violan a las mujeres. 

En Yugoslavia, en los campos de concentración serbios, se violaron entre veinte y sesenta mil mujeres mayoritariamente musulmanas. También violaron a croatas y también violaron los croatas. Ahí no hay manos limpias.

De todo esto se reunió información muy pronto, cuando se creó el Centro para las Víctimas de la Guerra en Sarajevo. Aparte, la de Yugoslavia fue la guerra de la que más hablaron los medios y la que más detallaron. Lo fascinante es que con estas declaraciones que hicieron tantas mujeres se adoptó la ley que dice que la violación es un crimen de guerra.

 Creo que fue en 2001 cuando lo aceptó la ONU. Lo explico en el capítulo «Los chicos solo estaban de cachondeo». Ahora imagínatelos, en La Haya les está juzgando una mujer y además es negra. Eso debe ser un choque muy brutal para ellos.

Violar fue parte de la limpieza étnica. El significado de las violaciones estaba en intentar avergonzar a los hombres porque no habían sido capaces de protegerlas. Es un acto tan primitivo y tan bárbaro… En esas guerras nuestras de lo que se trataba era de dominar el territorio, un tipo de guerra brutal para producirse a finales del siglo XX

Y les salió bien la limpieza étnica, porque la gente que la sufrió nunca ha vuelto a sus tierras. Así se ha quedado Bosnia, desestabilizada y poco funcional como país.

¿Pudo evitarse la guerra?

Es una pregunta muy complicada. Nosotros no estábamos en el bloque, éramos los mejores candidatos para entrar en la Unión Europea. Nuestro estándar era alto, era un sistema comunista más liberal, se nos permitía viajar… En general, ya estábamos con un pie en Europa y lo que nos pasó fue un shock. Y somos los únicos responsables.

Hay una tesis que es paradójica sobre lo que pasó. Los países del bloque tuvieron sistemas más duros y por eso allí los movimientos de oposición fueron mejores que en Yugoslavia, donde el autoritarismo era más suave. Cuando empezaron los problemas, los únicos preparados para enfrentarse al Estado eran los nacionalistas. 

Pero no creo que ninguno de ellos tuviera en mente la guerra. Ni Milošević, no entraba en sus planes. El nacionalismo era la única vía que tenían para mantenerse en el poder y se les fue de las manos en un momento en el que no había ninguna oposición democrática.

El nacionalismo serbio empezó en Kosovo, no fue en Croacia ni en Bosnia. Como reacción, luego sí que se formaron movimientos nacionalistas en Croacia y en Bosnia. Eslovenia salió como una víctima colateral de toda la historia. 

Nosotros somos los culpables de todo por no haber sido capaces de construir una oposición democrática. Simplemente, no tuvimos un Václav Havel y punto. Este sería el resumen más corto que puedo hacer.

En Eslovenia hubo algo de sociedad civil, pero lo que a mí me interesa es con qué ligereza todos esos intelectuales, periodistas y escritores, la élite completa, se pasó al nacionalismo. Pero, bueno, la característica principal que definía a la sociedad de aquella época era el oportunismo y actuaron en consecuencia.

Lo que la gente en España tiene que entender es que la guerra no pasa de hoy a mañana, hay que prepararla. Requiere preparación psicológica, tienes que asegurarle a la gente que tiene un enemigo que va a por ellos, que están en peligro y que es legítimo luchar contra ellos. Este proceso necesita tiempo, en Yugoslavia fueron cinco años por lo menos. No fue de un día para otro.

Como he dicho antes, para llegar al tabú más grande que hay en nuestra cultura, matar a una persona, primero tienes que convertirla en el enemigo. En un ser que ya no es humano. Eso es justo lo que hace el nacionalismo. Deshumanizar. Sin legitimar la violencia la gente no se lanza a la acción, pero una vez que corre la sangre ya no se puede parar.

¿Ve algo así posible aquí?

Todo es posible en todas partes. Erdogan cuando empezó también era muy demócrata y ahora es un dictador. Nosotros en Balcanes hemos aprendido que la historia también puede involucionar. Si aquí nadie para el nacionalismo, claro que es posible que haya aquí una guerra. (...)"          (Entrevista a Slavenka Drakulić , El País, Jot Down

14/7/16

Aznar: "Puede usted estar seguro, y pueden estar seguras todas las personas que nos ven, de que les estoy diciendo la verdad: el régimen iraquí tiene armas de destrucción masiva"

"(...) El informe Chilcot corrobora lo que ya no es posible poner en duda, y nos presta una de esas buenas oportunidades para recordar y hurgar en la herida que en aquellos días de 2003 nos dolió a unos, para que hoy avergüence a otros. ¿Cómo no volver, por ejemplo, al 13 de febrero de 2003?. 

Ese día Sáenz de Buruaga entrevistó a José María Aznar en Antena 3, con gran audiencia. En un momento de la entrevista que nadie que lo presenciara habrá olvidado, Aznar, mirando fijamente a la cámara, afirmó, literalmente:  "Puede usted estar seguro, y pueden estar seguras todas las personas que nos ven, de que les estoy diciendo la verdad: el régimen iraquí tiene armas de destrucción masiva, tiene vínculos con grupos terroristas y ha demostrado a lo largo de la historia que es una amenaza para todos".

Sabemos ya, porque ya está escrito en la historia, que no se trató de una afirmación imprudente, sino de una mentira deliberada, que luego repitió ante el Congreso de los Diputados. Sabemos que la decisión estadounidense de hacer fuego sobre Irak, tomada en círculos poblados de halcones, dólares y petroleras, no fue un cálculo erróneo motivado por la prisa, sino una decisión fría y alevosa que buscaba un saldo positivo para sus patrocinadores. 

Sabemos también que Aznar comprometió el apoyo de España sin condicionarlo a que se obtuvieran o no los apoyos y autorizaciones de la comunidad internacional exigidos para darle legitimidad, y que los motivos de la intervención eran distintos de los que se esgrimieron ante la opinión pública.

Pero lo peor es que quienes decidieron y defendieron aquella agresión armada sabían que con ella estaban condenando a una muerte injusta a una muchedumbre de inocentes. Lo sabían, claro que sí, y se les dijo. Se les dijo desde parlamentos y embajadas, desde el propio Consejo de seguridad de la ONU, desde el Vaticano y desde la opinión pública en aquellas enérgicas manifestaciones. Esa era la parte del problema de la que no nos hablaban. 

Lo viví con angustia en aquellos días dramáticos previos a la invasión, y lo dejé escrito con estas palabras: “morirán madres, morirán niños de cuatro y seis años que ahora mismo están jugando o aprendiendo a leer, se romperán familias y biografías, piernas y troncos, los hospitales se quedarán sin suministro eléctrico, los jóvenes alimentarán un compromiso de venganza, quedarán heridos y deportados; una población tan inocente y con tanto derecho a vivir como nosotros, que ya es víctima del sátrapa a quien quieren castigar, sufrirá en sus carnes una abrumadora acometida militar llena de metralla y fuego, esa que duele y mata”.  Lo sabían.

Yo no llevaría a Aznar a un tribunal, porque es seguro que saldría absuelto. Si buscan en el Código Penal (arts. 581 y ss.) y tienen costumbre de leer textos penales comprenderán que es difícil encontrar algún precepto en el que pueda subsumirse la conducta de Aznar: 

España puede hoy declarar la guerra a Marruecos porque sí, para hacerse con sus costas y sus campos, y eso no sería delito si cumple formalmente con los “procedimientos constitucionales”, (art. 588), que son de carácter formal. La vulneración de la legalidad internacional en la declaración de guerra no está contemplada como delito en nuestro Código Penal. 

La condena que Aznar merece no es penal, sino política y moral. No me apunto a llamar a Aznar criminal de guerra o genocida, porque no lo es. A mí me importa más decir algo de lo que estoy seguro: que aquella fue la mayor infamia de nuestra historia democrática. Quisiera explicar en qué consiste, exactamente, para mí, esa infamia: consiste en que José María Aznar y su Gobierno asumieron, promovieron y difundieron un discurso que deliberadamente prescindía de la incómoda perspectiva de las víctimas, que le estropeaban el discurso.

 Lo perverso fue, justamente, el intento denodado y patético de dar una legitimidad moral y política a una matanza sobre la base de mentiras asumidas complacientemente. Aznar optó por el discurso de los despachos, de los intereses, del poder y del juego, en el que se sintió a gusto y reconocido por los círculos a los que pretendía agradar, pero para ello tuvo que ignorar a la opinión pública y a las víctimas. Había que engañar a la opinión pública y había que descontar a las víctimas.

 Sin ellas, sin las víctimas, podía envolverse y enredarse en los intereses de España, en la seguridad de Occidente, en la geoestrategia, en las ventajas de la asociación con Estados Unidos, en la influencia internacional y en Sadam Hussein, pero ahí está lo inequívocamente inmoral: convertir a los muertos (que finalmente fueron centenares de miles) en una variable contingente, colateral y secundaria a la hora de calcular el saldo previsible de una operación.

 Aznar optó por ser desleal con su país, engañándolo en un asunto grave, y cruel con las víctimas, ignorándolas para que no le estropeasen su momento de gloria y la imagen de estadista con la que quería ser recordado. Eso merece una comisión de investigación parlamentaria.

Es una obligación moral volver a sentir la vergüenza de la imagen de aquel “pronunciamiento militar” de las Azores, en el que Bush, Blair y Aznar, como unos coroneles golpistas, dieron un envalentonado y cutre ultimátum de veinticuatro horas a la ONU para que legitimase una decisión que había sido tomada hacía meses en determinados circuitos de poder no muy preocupados por la legalidad internacional. 

La justificación, lo recuerdo bien, fue idéntica a la de cualquier golpe de Estado: atacarían militarmente al margen de la oposición del Consejo de Seguridad, porque la ONU se había mostrado “ineficaz” e incompetente para responder adecuadamente a amenazas o desórdenes inadmisibles.

 Ahí estaban ellos para conseguir, con prontitud y eficacia, sacar la cuestión del laberinto de la ONU y darle la solución “adecuada”. Ahí estaban para “hacer lo que había que hacer”, compensando con su audacia la parálisis de la ONU. Y ahí estaba Aznar, convencido de que la opinión pública de su país acabaría comprendiendo que se había equivocado al no confiar en él y en su idea del papel que España tenía que jugar. Todavía duele.

Es necesario hurgar en la herida, sí, y no decir que de aquello ya pasó mucho tiempo. La publicación del informe Chilcot nos devuelve a todo aquello, y a mí me invita a recordar que nunca me sentí menos español que cuando nuestra ministra de Asuntos Exteriores defendió en el Consejo de Seguridad la oportunidad de la invasión, y que nunca me he sentido más español que aquel domingo en que el nuevo Presidente recién investido anunciaba la orden de la retirada. Si simbólica fue, como decían, la participación de España en aquélla guerra, simbólico fue el gran valor de la retirada. 

Nada de pasar página. Tenemos derecho a una restitución moral. El informe Chilcot debería provocar una comisión parlamentaria de investigación que permitiera llegar a una condena política, determinando si hubo o no una mentira consciente y estratégica sobre las razones del apoyo de España a aquella guerra, quiénes y cómo intervinieron en aquella decisión, qué intereses, contraprestaciones, negocios o favores se escondieron debajo de esa mentira. 

 No es agua pasada. La guerra injusta nunca es agua pasada. Y aquella infamia no ha prescrito, porque los daños físicos y morales que se causaron todavía duelen. Una reprobación expresa del expresidente Aznar no llegaría a destiempo. "                    (Miguel Pasquau Liaño, CTXT, 11-07-16)

17/3/11

"El deporte era la caza del hombre" y las charangas corrían las calles con música para combatir la angustia"

"El miedo hizo mudar la piel: "¡Que no quedaran restos de libertad, de república, de liberalismo!", escribe el poeta cordobés Juan Bernier (1911-1989) en su diario de aquellos días en los que "el deporte era la caza del hombre" y las charangas corrían las calles con música para combatir la angustia. Tocaban el Cara al sol. La sangre pilló desprevenidos a todos. (...)

Pero a la palabra limpieza ya no la podía parar nadie: "Y una infrahumana ferocidad se escuchaba a través de la sondas de uno y otro bando. Y se veían silencios y palideces en los rostros. El azar empujaba a un bando o a otro, según el sitio donde a cada uno les había sorprendido el Movimiento.

Derechas e izquierdas no eligieron, pero los dos signos llevaban a la muerte
", toma nota el poeta en los primeros días del golpe de Estado del ejército traidor. (...)

El cambio galopaba, los amigos eran asesinados, las calles sonaban de otra manera y pocos pudieron darse a la fuga: "No tuvo éxito mi propuesta a alguno de ellos de que huyeran de esta ciudad de cánticos marciales y sobre todo religiosos, que sonaban como misas de difuntos...

Pero bajo los cánticos se instituía la matanza y el asesinato más o menos legal, y pocos tuvieron la suerte de huir al bando preferido..." (...)

"Para matar, los rojos habían escogido las iglesias; los nacionales, los cementerios. ¿Dónde sería la muerte menos lúgubre?", escribe pocos días antes de ser reclutado para un batallón de castigo en el bando de los rebeldes. (...)

"En el campo cercano de Valdespartera, horrible y ávido paisaje de albero y sequedad, sin una planta, sin un árbol, coloreado sólo cada día por la sangre fresca de veinte o treinta rojos fusilados en la noche

Generalmente se los llevan, pero otros días nos encontramos los montones sangrientos donde los charcos de sangre quedan fríos, como gelatina roja sobre la tierra alba y las gafas rotas, las prendas olvidadas de los muertos".

Antes de que la carne vuelva a resucitar el ánimo de Juan Bernier, todavía tiene que pasar por el trago de hacerse el falso duro ante cuerpos sangrantes que huelen a pólvora: "Así mueren nos explica desde su caballo el teniente Sicilia los enemigos de la religión y de la patria.

Se les ha robado todo, pero yo no caigo como el cabo y amigo Marcos en llevarse unas tenazas para sacar los dientes y muelas de oro de estos fusilados que muchos días quedan sin retirar". (...)

"La libertad ciega y brutal me enseñó, con trallazos de sufrimiento, mi exceso de confianza en la bondad y el perfeccionamiento humano.

Vi, claramente, cómo todas las normas, las más respetables y espirituales creencias, los más altos principios no impedían el crimen, sino que incluso servían para justificarlo", escribe.

Tras su paso por la guerrare conoce que odió la severidad falsa de la moral, la "inservible barrera de la religión" (Público, 16/03/2011)

22/12/10

El origen de nuestra violencia

"Un grupo familiar formado por una docena de individuos -hombres, mujeres y niños- perdieron la vida, seguramente todos a la vez, en el norte de la península Ibérica. Los hombres estaban emparentados entre sí; las mujeres, no. Fue hace unos 49.000 años, eran neandertales y sus restos fueron a parar a la cueva asturiana de El Sidrón. (...)

Todos los individuos de aquella familia neandertal debieron de morir a la vez, dadas la disposición y las características de los fósiles, y los investigadores han identificado, además, claras marcas de canibalismo. "Están muy fragmentados y muchos de ellos, incluso cráneos, fueron golpeados para acceder al interior", explica Lalueza-Fox, genetista del Instituto de Biología Evolucionista (CSIC-Universidad Pompeu Fabra). " (El País, 21/12/2010, p. 38)

8/9/10

El origen de las guerras

"Odio la guerra. Sin embargo aprendí a celebrarla. Como tantos de ustedes,mexicanos y latinoamericanos. Todos los septiembres de mi vida han estado signados por la fiesta. Por la patria como un pretexto para el júbilo. Por la idea de que el país, que en 1810 no se llamaba México, empezó a serlo con un llamado a la guerra.(...)

Cuentos: Le dice una mexicana a un español: "Esto nos hicieron tus antepasados". Responde él: "Habrán sido los tuyos, los míos no se han movido nunca de Madrid". (Angeles Mastretta: Puerto Libre, 07/09/2010)

Raimundo dijo

¡Los judíos mataron a Jesús!... Nosotros nunca lo haríamos.

¡Los alemanes mataron a los judíos!... Nosotros nunca lo haríamos...

El origen de las guerras...

Fabiola dijo

NO, RAIMUNDO no. El origen de todas las guerras no es la religión.

El asesinato del profeta fue por un conflicto social y no una guerra

¿y quien es NOSOTROS que nunca haríamos nada malo?

Raimundo dijo

Fabiola... no me refiero a la religión.

Los alemanes mataron judíos por racismo... entre otras cosas.

Los judíos mataron a Jesús por una cuestión de poder... entre otras cosas.

Pero todos decimos que nunca lo haríamos... que los judíos, que los alemanes que lo hicieron eran unos monstruos... pero eran como nosotros. Lo haremos.

En su momento. Cambiando judíos por gitanos...

Sin ir más lejos, por los alrededores de París toca entrenamiento.

(La religión ayuda, claro. Todo ayuda a la guerra. Y lo que más... nosotros... todos)