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25/1/24

La defensa de Israel y la política de la memoria... La identidad israelí se ha construido a través de la identificación con las víctimas de la Shoah, hasta el punto de inscribirse en el concepto mismo de genocidio. En consecuencia, es inconcebible que lo perpetre en lugar de sufrirlo... la acusación sudafricana "es absurda porque se dirige contra un Estado nacido de la Shoah"... Pero se trata de una memoria centrada en uno mismo, "centrípeta": dice "nunca más debe sucedernos esto a nosotros", en lugar de "a nadie en absoluto". Sólo esta última es una forma "universal" de memoria (Roberta De Monticelli)

 "El Estado de Israel es singularmente consciente de por qué se adoptó la Convención sobre el Genocidio, que se ha invocado en este procedimiento": así comenzó Tal Becker su discurso de apertura en La Haya, el principal abogado del equipo de defensa de Israel ante la Corte Internacional de Justicia. Justo después, pasó a invocar la "memoria colectiva" de Israel, junto con una referencia a Raphael Lemkin, el jurista judío polaco que acuñó el término "genocidio".

Yo añadiría que, efectivamente, el término "exterminio" utilizado en Núremberg, o incluso "crimen contra la humanidad", acuñado por Hersch Lauterpach, otro jurista que sobrevivió al Holocausto, no fueron suficientes. Matar a personas porque pertenecen a un determinado grupo y con el objetivo de erradicarlo es peor que matarlas sin esa intención específica. Y esta es la parte de la acusación contra Israel más difícil de probar, a pesar de las más de 60 citas y nueve páginas de referencias a las palabras de altos funcionarios israelíes, que no hablan en nombre de su gobierno.

Es sobre este "elemento subjetivo" sobre el que deseo detenerme, así como sobre sus implicaciones psicológicas y morales -además de filosóficas-, tanto desde el punto de vista de los acusadores como de los acusados. Despejemos primero cualquier malentendido. En este punto, el Tribunal no está llamado a emitir un veredicto de inocencia o culpabilidad, sino sólo a determinar si es posible que se esté produciendo un genocidio, y sólo entonces a (posiblemente) acceder a la solicitud de medidas cautelares como el alto el fuego. Sería absurdo por mi parte pretender saber de antemano cuál será ese veredicto.

La cuestión que nos ocupa es otra: ¿Cuál es el objetivo de esta acusación? Recordemos también que el Tribunal tiene jurisdicción sobre las disputas entre Estados, pero sólo si éstos la aceptan, ya sea de forma puntual o según los términos de los tratados que han firmado. Israel la ha aceptado básicamente sólo sobre la base de este tratado tan fundacional para su legitimidad: la Convención sobre el Genocidio.

Por eso tuvo que surgir primero una disputa entre Sudáfrica e Israel, para que los sudafricanos pudieran presentar al Tribunal su acusación de genocidio, que fue comunicada primero a Israel y rechazada. En este punto, el Art. 9 del Convenio "obligó" a Israel a defenderse ante el Tribunal.

Y ahora volvamos a los argumentos de la defensa. Becker vuelve una y otra vez sobre el mismo argumento: que es indignante que el propio Israel sea acusado de genocidio, basándose en la propia "memoria colectiva" del mal "único", "excepcional", "absoluto" sufrido por los judíos, para el que se inventó este crimen. Se trata supuestamente de una especie de contradicción "genética" (como la calificó Giacomo Costa en Affaritaliani.it el 16 de enero).

En otras palabras, "la acusación es absurda porque se dirige contra un Estado nacido, recuerdo, de la Shoah", como dijo el 9 de enero el profesor de derecho internacional Giorgio Sacerdoti. Esta noción resulta ser fundamental para todos los argumentos de defensa esgrimidos por Israel, junto con el otro complementario: acusar de genocidio a nadie más que a Israel vacía de significado el término, lo trivializa. Pero, ¿por qué? ¿Cómo podemos comprender mejor el significado de un argumento que en sí mismo es un non sequitur evidente?

Para que haya intención genocida, las víctimas deben estar presentes -casi obsesivamente- en la mente de sus verdugos. Pero, ¿quién puede decir que los palestinos han estado realmente presentes en las mentes de la mayoría de los judíos israelíes en una sociedad que se ha construido literalmente como un sistema de invisibilidad -arquitectónica, logística, semiótica, lingüística y cultural- con respecto a las poblaciones de los territorios ocupados, reducidas a la condición genérica de "extranjeros" -o más bien sólo de "terroristas"- de los que hay que defenderse, en lugar de supervivientes desplazados de una población que llevaba más de mil años viviendo en Palestina?

Ninguna de las crisis anteriores ha hecho tan visible este "elefante en la habitación" como la horrible masacre del 7 de octubre. Si se nos permite una comparación, se trata de un mecanismo con el que todos estamos familiarizados. Instintivamente miro hacia otro lado porque no quiero saber nada, pero si alguien me obliga a mirar, mi reacción contra esa persona puede no tener límites. Al fin y al cabo, la "otredad", la deshumanización aniquiladora, ya estaba en el sueño de los padres fundadores de Israel: una tierra "sin pueblo" para un pueblo sin tierra.

Por eso, el principal argumento de la acusación de Sudáfrica fue la "contextualización" del exterminio en Gaza: obviamente, en relación con la masacre criminal del 7 de octubre, pero también en relación con toda la historia de limpieza étnica de la Palestina histórica, antes y después de 1967, y con el régimen de ocupación de los territorios asignados por la ONU a Palestina. En otras palabras: ignorar a las víctimas que estás exterminando, mientras las estás exterminando, no sólo no borra la intención genocida, sino que, si acaso, es una circunstancia agravante, como si esta negación de la realidad sirviera como anticipo de la aniquilación: "No existen".

Nurit Peled Elhanan, ex profesora de la Universidad de Jerusalén, arroja luz sobre esta oscuridad en su último libro, Holocaust Education and the Semiotics of Othering (2023), remontando esta supresión (el elefante ignorado) a una política de la memoria: La identidad israelí se ha construido a través de la identificación con las víctimas de la Shoah, hasta el punto de escribirse en el propio concepto de genocidio. En consecuencia, es inconcebible que lo perpetre en lugar de sufrirlo. Pero se trata de una memoria centrada en uno mismo, "centrípeta": dice "nunca más debe sucedernos esto a nosotros", en lugar de "a nadie en absoluto". Sólo esta última es una forma "universal" de memoria. Yo la he llamado "memoria de la justicia" (en il manifiesto del 17 de enero), siguiendo a Kant. Nurit la llama "memoria centrífuga".

Esto es lo que yo diría en respuesta a Roberto Della Seta, que el domingo expresó sus reservas sobre el peso ético de la acusación sudafricana (además de su corrección jurídica y conveniencia política). En ética - y si tenemos en cuenta la mente humana - las cuestiones son más complejas de lo que parecen. Sería bueno recordar este hecho a medida que nos acercamos al Día de la Memoria del Holocausto."                (Roberta De Monticelli, Il Manifesto Global, 24/01/24; traducción DEEPL)

17/9/23

Pio XII conoció desde 1942 la realidad del Holocausto nazi... Una carta desvela que Pacelli fue informado de la existencia de crematorios donde “morían cada día hasta 6.000 hombres, principalmente polacos y judíos”

 "Pío XII supo de la existencia del Holocausto nazi, al menos, desde diciembre de 1942, según una carta inédita hallada en los Archivos Vaticanos y cuyo contenido ha dado a conocer Il Corriere della Sera. La misiva, fechada el 14 de diciembre de 1942, informaba al Papa Pacelli de la existencia de crematorios de las SS en el lager de Belzec, en plena Polonia ocupada, en cuyo “alto horno”, se confirma, “morían cada día hasta 6.000 hombres, principalmente polacos y judíos”.

La carta fue enviada por el jesuita alemán Lothar Köring, encargado de asuntos alemanes en la Compañía de Jesús, al secretario personal de Pío XII, Robert Leiber, y fue descubierta por el archivero vaticano Giovanni Coco después de que, en 2020, la Santa Sede decidiera abrir a los estudiosos los archivos del pontificado del pontífice que vivió la II Guerra Mundial (1939-1958) y cuya actitud respecto al Holocausto fue puesta en cuestión por las autoridades judías.

Para Coco, la carta “representa la única prueba de una correspondencia que debía alimentarse y prolongarse en el tiempo”, y supone un prueba fundamental que demostraría que la Santa Sede conocía los crímenes ordenados por Hitler al mismo tiempo en que se llevaba a cabo el Holocausto. Hasta el momento, la tesis oficial sostenía que el Vaticano únicamente conocía la existencia de campos de concentración, pero no de la 'solución final'.

Las investigaciones de Coco verán la luz el próximo 18 de septiembre en una publicación editada por el Archivo Apostólico Vaticano, y podrían tener una importancia clave en el proceso de beatificación de Pío XII, iniciado en 1967 y que tiene como punto clave la apertura de los archivos de su pontificado, que se produjo el 2 de marzo de 2020, y que permitirá conocer el comportamiento del Pontífice frente al Tercer Reich. A su vez, del 9 al 11 de octubre la Universidad Gregoriana organiza un congreso internacional, bajo el lema 'Nuevos documentos del pontificado de Pío XII y su significado para las relaciones judeo-cristianas'.

Con todo, la duda persiste: ¿Guardó Pío XII silencio pese a conocer las atrocidades nazis para evitar más muertes, no fue consciente de las mismas hasta que ya era tarde o, simplemente, no quiso actuar? Tras la lectura de la carta cobra otro sentido el mensaje que Pacelli ofreció en la Nochebuena de 1942, en la que se refirió a “cientos de miles de personas que, sin culpa alguna, a veces sólo por razón de nacionalidad o linaje, están destinadas a la muerte o a una progresiva decadencia”.

¿Escribió este discurso después de leer la carga de Köning? Seguramente, nunca lo sabremos, pero la exclusiva de Il Corriere abre la puerta a preguntarse por qué la Santa Sede nunca formuló una condena explícita del Tercer Reich, ni Pío XII señaló a los judíos como víctimas del exterminio."                  (Jesús Bastante , eldiario.es, 16/09/23)

3/1/09

Las mentiras sobre el Holocausto, las "románticas"

"Un nuevo escándalo sobre memorias falsas enturbia el mundo del libro. El pasado sábado Berkley Books, una filial del grupo editorial Penguin, anunció la cancelación de Angel at the fence (Ángel en la alambrada), un libro de memorias sobre el Holocausto nazi escrito por Herman Rosenblat que ha resultado ser pura imaginación y que se preparaba como uno de los grandes lanzamientos editoriales en Estados Unidos para el Día de los Enamorados.

Rosenblat, superviviente real del campo de concentración de Buchenwald, llevaba más de una década paseando por la televisión y la prensa norteamericanas una historia de amor tan increíble como maravillosa que terminó transformando en un libro y sobre la que ya se estaba preparando una película. Este polaco de casi 70 años aseguraba que tras ser deportado a Schlieben, una subdivisión de Buchenwald, una niña cristiana le entregó una manzana a diario a través de la valla durante siete meses y que gracias a ella pudo sobrevivir. Quince años más tarde, el azar quiso que en una cita a ciegas organizada por un amigo común en Nueva York, ambos se volvieran a encontrar. En aquel primer encuentro, y al hablar sobre sus experiencias como supervivientes del Holocausto, Roma Radziki y Herman Rosenblat entendieron que sus destinos se habían cruzado años atrás. "Yo salvé a un niño dándole manzanas a través de la valla", le dijo ella. "¿Llevaba trapos en los pies en lugar de zapatos?", le preguntó él. Ella contestó que sí. "Ese niño era yo", le dijo él. El reencuentro se selló con boda y ahora, más de 50 años después, el libro iba a dejar su historia sellada para siempre en la literatura y en el cine.

El problema, según admitió hace tres días el propio Rosenblat a través de su agente, es que esa excepcional historia de amor era un cuento chino. Fue un artículo publicado la semana pasada en la revista estadounidense The New Republic la que hizo saltar la liebre, ya que si hay un lobby al que es difícil engañar ése es el de los supervivientes del Holocausto nazi, siempre alerta ante impostores por el daño que hacen a la reputación de la persecución judía, cuestionada más de una vez.

The New Republic entrevistó a diferentes historiadores y expertos en el tema y todos cuestionaron la veracidad del relato de Rosenblat, incluidos algunos de sus familiares. La inexistencia de una alambrada en Buchenwald como la que describía en su relato convertía en imposible su historia, clamaba la revista. Y, además, Roma Radzki pasó la guerra escondida a más de 300 kilómetros de distancia de aquel campo de concentración." (El País, ed. Galicia, Cultura, 30/12/2008, p. 34)