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6/7/18

"En Libia, cada noche violaban delante de nosotros a quien iban a matar"

"Elvis vivió durante un año y medio encerrado en un búnker oscuro del que no podía escapar. Cada día, cada hora y cada minuto sobrevivía sumido en sus pensamientos para evitar concentrarse en el exterior. 

Despertarse a gritos, llamar a su madre para explicarle, entre sollozos de dolor, que ha sido capturado mientras su secuestrador le golpea con su rifle en la misma zona de su cuerpo que la tarde anterior. 

Escuchar a su madre llorar, pidiéndole perdón por no tener dinero suficiente para pagar lo exigido y acabar con el sufrimiento de su hijo. Esta es solo una pequeña parte de ese "infierno libio" descrito por cada migrante rescatado en el Mediterráneo.

Esta es la Libia a la que la Unión Europea apuesta por devolver a quienes tratan de llegar a Italia arriesgando su vida en el mar, a través del traspaso de las labores de rescate ejercidas hasta ahora por la Guardia Costera italiana y las ONG a una supuesta guardia costera libia.

Dos grandes cicatrices inflamadas le recuerdan los golpes diarios de las milicias que lo mantenían en cautiverio. El dolor más profundo, detalla, no venía de las armas con las que dejaban en carne viva su hombro y su cabeza. 

El mayor sufrimiento procedía de la voz que le obligaban a escuchar cada día al otro lado del teléfono: "Mi madre lloraba pero no tenía dinero. No podía hacer nada pero oía mis gritos. Me forzaban a llamarla", relata Tagnabou Elvis a bordo del Open Arms.

"Los criminales libios lo hacían cada día, excepto cuando se cansaban de pegar. Como nos golpeaban tanto, había días que estaban agotados y se hartaban de pegarnos", normaliza el joven de Burkina Faso.

No recuerda el número de asesinatos presenciados. "Cada día uno debía morir", sentencia Elvis con entereza. Cuando llegaba la noche al búnker sin ventanas en el que eran hacinadas decenas de personas, "si te llamaban, era mala señal", continúa. "Decían 'ven, ven' y disparaban. Yo vi como mataron a mi amigo. Cuando estás en esa situación, solo dios puede ayudarte, lamenta.

A las llamadas forzadas, las lesiones y el sentimiento de culpa se añadía el ritual de cada día. "Antes de matarles, los violaban delante de nosotros. Les bajaban los pantalones y después los asesinaban", dice tras ser preguntado por posibles casos de explotación sexual. Ninguno de sus compañeros agredidos sexualmente sobrevivió: "Si te violaban debías morir", dice Elvis en el barco español por el que fue rescatado tras su huida de Libia.

En su caso, solo había hombres en la habitación donde él permanecía encerrado.

"Cada día asesinaban a uno delante de nosotros. Antes solían violarle. Todas las semanas traían a gente nueva. Mataban, dejaban hueco, para encerrar a otras personas capturadas", añade el joven burkinés.

Las quemaduras de cigarrillo, las breves descargas eléctricas, los cortes con cuchillos o pellizcos con tenazas son otros de los métodos de tortura a los que se refieren muchas de las personas rescatadas por el Open Arms que atracarán este miércoles en Barcelona. Las mujeres y los hombres muestran señales que su paso por los calabozos libios ha dejado en su cuerpo. 

Algunas de estas provocadas tras las devoluciones realizadas por la supuesta guardia costera libia.

Elvis logró escapar del cautiverio que le mantuvo encerrado durante la mayor parte de su paso por Libia. "El carcelero se emborrachó y se dejó la llave puesta. Huimos todos. Me acuerdo de correr mucho, me quedé solo. Eran las cinco de la mañana. Entonces encontré a la persona que más me ha ayudado, mi padre en Libia", recuerda el burkinés. Se trataba de un hombre libio que, junto a su familia, lo acogió en su casa.

 "Durante un mes, me curó las heridas con agua caliente. Hasta que se frenó la hemorragia", apunta Elvis, quien le contó su necesidad de escapar de Libia. Hasta que la familia debía irse a vivir a Egipto. "Me dejaban su casa de libia para que viviese allí, pero tenía mucho miedo de que volviesen a capturarme las milicias. Al final, él me pagó el viaje a Europa", asegura el joven. Dos semanas después, viajaba sobre una barca neumática con 60 personas a bordo.

Tras siete horas de travesía, observaron a lo lejos un gran barco. Pensaban que se trataba de una patrullera libia. "Sigamos, sigamos", dije a mis compañeros. "Habíamos hablado que si venían los agentes libios a devolvernos nos íbamos a tirar al agua", sentencia. "Es demasiado Libia".

No era una patrullera libia. Era el barco español de Open Arms que este miércoles los desembarca en un puerto seguro. "Si hubiese sido un barco de Libia el que nos hubiese encontrado, todos nosotros estaríamos muertos. Lo habíamos acordado", concluye el burkinés horas antes de tocar por fin suelo europeo."                    (Entrevista a Tagnabou Elvis, Gabriela Sánchez, eldiario.es, 04/07/18)

19/5/11

Un grupo de falangistas asesinó en plena calle a una mujer embarazada de seis meses, embarazo que era notorio... la mataron ante sus vecinos

"El día 20, lunes, una vez detenidos y encarcelados los reunidos en la Casa del Pueblo, los falangistas de Valladolid, en unión de policías, guardias civiles y algunos soldados, se dirigieron a estos barrios con la intención de someterlos.

El despliegue fue extraordinario; colocaron coches y camionetas en las entradas y salidas de las calles y tomaron los barrios, recorriendo las casas una a una.

Muchos vecinos lograron escapar por las ventanas y patios traseros que daban a las vías del tren, refugiándose después en las afueras de la ciudad, por los sembrados y huertas.

Pero otros muchos fueron detenidos y asesinados allí mismo, en su propia casa, ante su familia y vecinos, como ocurrió con Alfonso Muñoz, de la familia “Los Cucarachos”; o sacados entre golpes y asesinados en alguno de los descampados cercanos a la ciudad, como los Montero; o en la propia calle, ante los vecinos.

Algunos se las arreglaron para resistir algunas semanas, para después ser detenidos y paseados o ejecutados, como ocurrió con los hermanos “Portillanos”, a los que sacaron de su casa entre golpes, llevándoselos en un camión junto con la esposa del más joven, Micaela Pasalodos, de apenas 23 años.

Así que, aunque los participantes intentaron escapar, los fueron deteniendo uno tras otro. La patrulla que operó en esta zona estaba compuesta por guardias civiles y falangistas en gran número. Solían aparecer con varios coches y cortaban las calles de la zona, desplegando sus efectivos por las aceras y obligando a los vecinos a salir a la calle, donde eran identificados, golpeados y detenidos.

Algunos lograron escapar, pero su fuga trajo como consecuencia la detención, apaleamiento e incluso la muerte de sus familiares como represalia y aviso a los demás.

Tras las detenciones de los hombres, la represión continuó ejerciéndose sobre los demás vecinos del barrio, sobre todo contra las familias de quienes habían logrado huir.

El día 7 u 8 de septiembre, un grupo de civiles uniformados de falangistas asesinó en plena calle a una mujer embarazada de seis meses, embarazo que era notorio. Los asesinos fueron a su casa para detener a su marido, quien pudo escapar por las ventanas y huir por las vías.

Ante esta huida, hicieron salir a la calle a su mujer y la mataron allí mismo, ante los vecinos. Se llamaba Gregoria Íscar Esteban, de 25 años, conocida como “Goya”. Su cadáver quedó tendido en el mismo lugar del asesinato y lo pudo ver mucha gente.

Este suceso, ocurrido en la calle Nueva del Carmen, ocasionó las protestas en voz alta de las vecinas de los barrios aledaños, entre las que se encontraban las mujeres de la Calle Alta, quienes ya habían sufrido cruelmente la represión ante sus propias familias.

Muchas de estas mujeres habían perdido ya a sus maridos, como la señora Lucía; otras tenían a los suyos escapados o detenidos. Estas vecinas habían visto ya muchos cadáveres de conocidos y amigos tirados en las calles; habían sido testigos de palizas, de detenciones, de sacas; y lo ocurrido con Gregoria Íscar debió de hacerlas perder los nervios.

Esa misma noche apareció un camión lleno de falangistas en la calle Alta. Comenzó a detener a las mujeres casa por casa, obligándolas a subir al camión. Todas ellas eran mujeres mayores (...)

Había algunas señoras más, en total unas diez o doce. Estas mujeres protestaban abiertamente, y eran amenazadas de continuo por los falangistas del barrio.

El falangista más peligroso era un tal Ovejo, que las conocía bien, pues antes de la sublevación había pertenecido a la Casa del Pueblo y vendía el periódico socialista en el barrio; por ese motivo conocía a la perfección las ideas que había en cada casa.

Una vez subidas todas al camión, éste se paró ante la casa de Fructuoso García, también conocido como “El Pequeño”, para detenerlo. Entonces él se hizo fuerte en la casa, gritando que estaba armado y que se llevaría a todos por delante.

Se formó un gran jaleo y en ese momento aparecieron los “Moros”, quienes, pistola en mano, obligaron a los falangistas a llevar el camión al Gobierno Civil, salvando así a las mujeres del paseo. Estas mujeres acabaron todas en la cárcel Vieja.

Los “Moros” eran unos hermanos que pertenecían a una antigua familia de requetés. Vivían en la zona, y su padre había sido guerrillero durante las guerras carlistas. “El Pretendiente”, en una de sus visitas a Valladolid, se había alojado en casa de esta familia.

Los requetés vallisoletanos se mostraron contrarios en muchas ocasiones a la violencia indiscriminada que practicaban los falangistas. En esta ocasión, como en alguna otra, se opusieron pistola en mano a los asesinatos, enfrentándose con los falangistas, de los que se consideraban enemigos." (www.represionfranquistavalladolid.org, 8 de mayo de 2011 | Fuente: | por Orosia Castán )