"Elvis vivió durante un año y medio
encerrado en un búnker oscuro del que no podía escapar. Cada día, cada
hora y cada minuto sobrevivía sumido en sus pensamientos para evitar
concentrarse en el exterior.
Despertarse a gritos, llamar a su madre
para explicarle, entre sollozos de dolor, que ha sido capturado mientras
su secuestrador le golpea con su rifle en la misma zona de su cuerpo
que la tarde anterior.
Escuchar a su madre llorar, pidiéndole perdón por
no tener dinero suficiente para pagar lo exigido y acabar con el
sufrimiento de su hijo. Esta es solo una pequeña parte de ese "infierno
libio" descrito por cada migrante rescatado en el Mediterráneo.
Esta es la Libia a la que la Unión
Europea apuesta por devolver a quienes tratan de llegar a Italia
arriesgando su vida en el mar, a través del traspaso de las labores de
rescate ejercidas hasta ahora por la Guardia Costera italiana y las ONG a
una supuesta guardia costera libia.
Dos
grandes cicatrices inflamadas le recuerdan los golpes diarios de las
milicias que lo mantenían en cautiverio. El dolor más profundo, detalla,
no venía de las armas con las que dejaban en carne viva su hombro y su
cabeza.
El mayor sufrimiento procedía de la voz que le obligaban a
escuchar cada día al otro lado del teléfono: "Mi madre lloraba pero no
tenía dinero. No podía hacer nada pero oía mis gritos. Me forzaban a
llamarla", relata Tagnabou Elvis a bordo del Open Arms.
"Los criminales libios lo hacían cada
día, excepto cuando se cansaban de pegar. Como nos golpeaban tanto,
había días que estaban agotados y se hartaban de pegarnos", normaliza el
joven de Burkina Faso.
No recuerda el número de asesinatos
presenciados. "Cada día uno debía morir", sentencia Elvis con entereza.
Cuando llegaba la noche al búnker sin ventanas en el que eran hacinadas
decenas de personas, "si te llamaban, era mala señal", continúa. "Decían
'ven, ven' y disparaban. Yo vi como mataron a mi amigo. Cuando estás en
esa situación, solo dios puede ayudarte, lamenta.
A las llamadas forzadas, las lesiones y
el sentimiento de culpa se añadía el ritual de cada día. "Antes de
matarles, los violaban delante de nosotros. Les bajaban los pantalones y
después los asesinaban", dice tras ser preguntado por posibles casos de
explotación sexual. Ninguno de sus compañeros agredidos sexualmente
sobrevivió: "Si te violaban debías morir", dice Elvis en el barco
español por el que fue rescatado tras su huida de Libia.
En su caso, solo había hombres en la habitación donde él permanecía encerrado.
"Cada día asesinaban a uno delante de
nosotros. Antes solían violarle. Todas las semanas traían a gente nueva.
Mataban, dejaban hueco, para encerrar a otras personas capturadas",
añade el joven burkinés.
Las quemaduras de cigarrillo, las breves
descargas eléctricas, los cortes con cuchillos o pellizcos con tenazas
son otros de los métodos de tortura a los que se refieren muchas de las
personas rescatadas por el Open Arms que atracarán este miércoles en Barcelona.
Las mujeres y los hombres muestran señales que su paso por los
calabozos libios ha dejado en su cuerpo.
Algunas de estas provocadas
tras las devoluciones realizadas por la supuesta guardia costera libia.
Elvis logró escapar del cautiverio que le
mantuvo encerrado durante la mayor parte de su paso por Libia. "El
carcelero se emborrachó y se dejó la llave puesta. Huimos todos. Me
acuerdo de correr mucho, me quedé solo. Eran las cinco de la mañana.
Entonces encontré a la persona que más me ha ayudado, mi padre en
Libia", recuerda el burkinés. Se trataba de un hombre libio que, junto a
su familia, lo acogió en su casa.
"Durante un mes, me curó las heridas
con agua caliente. Hasta que se frenó la hemorragia", apunta Elvis,
quien le contó su necesidad de escapar de Libia. Hasta que la familia
debía irse a vivir a Egipto. "Me dejaban su casa de libia para que
viviese allí, pero tenía mucho miedo de que volviesen a capturarme las
milicias. Al final, él me pagó el viaje a Europa", asegura el joven. Dos
semanas después, viajaba sobre una barca neumática con 60 personas a
bordo.
Tras siete horas de travesía, observaron a
lo lejos un gran barco. Pensaban que se trataba de una patrullera
libia. "Sigamos, sigamos", dije a mis compañeros. "Habíamos hablado que
si venían los agentes libios a devolvernos nos íbamos a tirar al agua",
sentencia. "Es demasiado Libia".
No era una patrullera libia. Era el barco
español de Open Arms que este miércoles los desembarca en un puerto
seguro. "Si hubiese sido un barco de Libia el que nos hubiese
encontrado, todos nosotros estaríamos muertos. Lo habíamos acordado",
concluye el burkinés horas antes de tocar por fin suelo europeo." (Entrevista a Tagnabou Elvis, Gabriela Sánchez, eldiario.es, 04/07/18)
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